Seguro que el referente
de los juglares medievales estaba presente cuando Albert Boadella, Carlota
Soldevila y Anton Font bautizaron con el nombre de Els Joglars al grupo
teatral dedicado al mimo que fundaron en 1962. Fuese como fuese, se puede
decir que la trayectoria del grupo desde entonces hasta ahora ha sido
fiel y adecuada a este nombre. Además de su valía artística
y de su papel en la Historia del Teatro, de una forma tácita o
bien directamente Els Joglars han intervenido y han participado en la
evolución política y social de nuestra sociedad ejerciendo,
justamente, el papel de comediante, no el de adulador, sino el del comediante
que pone el dedo en la llaga, que sitúa al espectador (y a la sociedad)
ante un espejo no del todo placentero, que se hace eco de la conciencia
que muchos quisieran esconder, que rompe tabúes y hace de revulsivo...
Y todo esto lo hacen con el mismo lenguaje y el mismo sentido con que
lo hacían los juglares en la Edad Media o los comediógrafos
en la Grecia clásica: el del teatro.
La historia de Els Joglars
es la historia de la búsqueda y la construcción de un lenguaje
teatral partiendo de la escuela de mimo clásico. Sus primeras obras
pertenecen a este esquema, pero al cabo de unos años, junto al
aprendizaje consciente y exigente de las técnicas de expresión
del cuerpo, ve también la necesidad de abrir nuevos caminos al
mimo. Será en el Festival de Zúrich de 1967, en el que actúan
con los mejores nombres del mimo internacional, cuando Els Joglars son
conscientes de veras del cambio que habían iniciado en un arte
que se hallaba desde hacía tiempo en saco roto. Y es así
cuando, de una forma seria, se decide la profesionalización de
la compañía con una fórmula cooperativizada que será
un claro sinónimo de sacrificio y austeridad, dedicación
exclusiva y muchas horas de trabajo.
No se puede hablar, sin embargo,
de estos inicios sin situar la actividad del grupo en el contexto de los
años sesenta y setenta en Cataluña: un momento de revitalización
social, política y cultural en el cual Els Joglars se hallan totalmente
inmersos y del que participan tanto por lo positivo que aportan la dinámica
y el tejido social, como por los obstáculos procedentes del aparato
del Estado y de la misma sociedad.
La ruptura con el mimo
clásico se produjo gradualmente. En las primeras obras del grupo
ya profesionalizado, El
diari (1968), El
joc (1970) o Cruel
Ubris (1971), se puede ir observando cómo se abre un nuevo
camino. Se conserva la expresión corporal como base, con una gestualidad
alejada de la armonía y la ondulación típicas de
la escuela clásica, y se incorpora la palabra (onomatopeyas y gritos)
como un gesto más, desaparece el vestuario del mimo clásico
y, sobre todo, cambia el concepto de espectáculo con el convencimiento
de que el teatro no tiene que estar al servicio de nada que no sea el
teatro mismo, buscando otra relación con el público, buscando
un público nuevo (o con nuevas actitudes) para un teatro nuevo;
un público limpio, dispuesto a recibir, sencillamente, lo que el
teatro le ofrece. Y también evoluciona el proceso de creación
de las obras, que se encamina hacia lo que de ahora en adelante será
una de las características de Els Joglars: la creación colectiva.
Continúa, evidentemente, siendo un teatro con ideas, crítico,
iconoclasta, subversivo, cruel, pero siempre festivo y con humor (esto,
cabe destacar, en una difícil situación política
y social). Y es con esta línea con la que llega la consagración
europea del grupo.
Más radical es el
cambio que supone Cruel
Ubris. Es como una explosión. La perfección técnica
del grupo desemboca en un espectáculo de libertad total, sin modelo
ni referencia de origen, donde la apariencia de improvisación y
de alboroto responde a una estricta disciplina y planificación,
a una sabia composición y dirección dramatúrgica
a partir del trabajo colectivo de creación. Se adjuntan la parodia
(y la parodia del teatro clásico), la denuncia política,
el juego sobre elementos «intocables» de la iconografía
de Cataluña, la frivolización de lo sacralizado y los cambios
de registro, de la comedia al drama, de la sutileza a la chabacanería.
Y también el concepto de teatro lejos de cualquier oficialización
y predeterminación. Ya se va perfilando la «línea
Joglars». Después de esto llega Mary
d'Ous (1972), el primer espectáculo creado en Pruit (Osona),
en una masía donde los actores conviven durante todo el proceso
-como irá sucediendo a partir de ahora. La obra es un tour
de force para demostrar hasta dónde puede llegar la compañía;
se plantea como un concierto musical, con unos temas (las relaciones hombre-mujer
y las interrelaciones de poder) y unos movimientos y sus variaciones (fuga,
canon...). Una obra esteticista, un estudio del teatro y de sus lenguajes
y, al mismo tiempo, una invención de lenguajes teatrales, pero
sin abandonar las características del discurso del grupo.
Con Àlias
Serrallonga (1974) por primera vez Els Joglars construyen una
narración convencional: la historia del bandolero Serrallonga.
La incorporación del habla, la multiplicidad de escenarios simultáneos
y la colocación de la acción entre el público serán
algunas de las características de la obra, tratada con un tono
realista y a la vez sarcástico. Se plantea la relación de
la ciudad con el mundo rural, las relaciones de poder y las relaciones
de la corte de Madrid con Cataluña. La lectura política
y la crítica al país son muy directas, y el montaje ayuda
con elementos referenciales de todo tipo. En su gira internacional será
aclamado por la crítica y el público como un espectáculo
extraordinario.
La
torna (1977) marcará una ruptura importante en la trayectoria
del grupo. La compañía ha encontrado una cierta estabilidad
económica y se construye la cúpula de Pruit, donde, desde
entonces, se crean los espectáculos. La torna es una obra
sobre la ejecución de Heinz Chez, un polaco desconocido ejecutado
por el gobierno junto a Puig Antich con el fin de diluir el asesinato
político; es la venganza de la ejecución. Una obra con texto,
dura, directa y cáustica, construida con grandes dosis de humor
y esperpento, creada a partir de recursos extraídos sobre todo
de la Comedia del Arte. Después de 40 representaciones, la autoridad
militar ordena, primero, la prisión y el procesamiento de Boadella,
y, después, de toda la compañía. Boadella es encarcelado
y se genera un amplio movimiento popular en defensa de la libertad de
expresión; es uno de los momentos más críticos del
gobierno de la transición. Un día antes del consejo de guerra,
Boadella se escapa del hospital al que había conseguido ser trasladado
alegando una enfermedad. La compañía queda dividida entre
el exilio y la cárcel. El pulso de los militares y el gobierno
con las fuerzas políticas democráticas, Els Joglars y los
movimientos en la calle y en toda Europa durará hasta 1981.
En el exilio, Boadella
decide continuar la tarea de Els Joglars para que el grupo continúe
estando presente dentro y fuera del país y no se olviden los encarcelados
ni los juicios pendientes. El Ayuntamiento de Perpiñán cede
el Teatro Municipal, y allí, con nuevos actores, se construye M-7
Catalònia, estrenada en 1978. La obra se articula como una
conferencia, en una nueva civilización futura, sobre las formas
culturales del pasado, ejemplificadas en cuatro viejos, especímenes
sobrevivientes, sobre los cuales se experimenta e investiga. Se da un
paso más en el lenguaje teatral: el espectador no asiste a una
representación, sino a una conferencia; no existen distancias y
él forma parte de la acción como asistente al acto, no como
espectador de una función teatral.
Esta misma fórmula
de ruptura de las barreras teatrales es la que dominará de ahora
en adelante. Laetius
(1980) es un reportaje sobre la vida en la tierra después del holocausto
nuclear; Olympic
Man Movement (1981), un mitin del grupo neofascista que da título
a la obra; Teledeum
(1983), un ensayo de transmisión televisiva de una misa ecuménica
con representantes de diferentes confesiones; Els
Virtuosos de Fontainebleau, un concierto de música clásica
incluido en unos actos de afirmación europeísta.
Todos aquellos espectáculos
se pueden considerar como una secuencia que va definiendo la compañía,
la forma teatral, el método de trabajo y su implicación
social, quizás sus rasgos más característicos.
Se afianza la creación
colectiva como método de trabajo para la creación de los
espectáculos, bajo la dirección de Albert Boadella. Se podría
afirmar que Els Joglars es la única compañía que,
utilizando esta forma de trabajo, consigue resultados dramatúrgicamente
unitarios, compactos y sólidos, sin los tics que suelen presentar
las obras creadas de este modo. Por lo que al trabajo de los actores se
refiere, adquiere una gran importancia la construcción y asunción
del personaje, lo que permite la cimentación de la obra a partir
de sí mismo. Podría decirse que los personajes son, en estas
obras, un elemento realista dentro de un teatro que no quiere serlo.
Las obras van definiendo el lenguaje del grupo, que se sirve de cualquier recurso expresivo para
crear obras estructuradas como montajes de situaciones con un hilo discursivo más o menos
argumental. Situaciones que van desde las más directas y crudas hasta las más simbólicas, desde el
efecto impactante visualmente hasta la más fina sutileza... Todo es válido para conseguir el objetivo
preciso que la obra se marca. Y siempre (o casi siempre) huyendo del realismo, en el que se hacen
incursiones, como contraste o para negarlo.
Un tercer elemento fundamental
es la implicación de las obras en el pensamiento y el tejido social
y político del espectador. Pero jamás de una forma cómoda
ni satisfecha. El discurso de Laetius muestra y acepta lo inevitable
del desastre nuclear; tal vez sea un revulsivo, pero no es el discurso
que espera el espectador. Más evidente aun es en Olympic Man
Movement, mitin de un grupo neofascista, con toda la seducción
que le envuelve, girando alrededor de la ética y la estética
del deporte; es una obra política, pero que no contiene ninguna
moral ni pista del juego que propone. En Teledeum, la lucha de
las diferentes confesiones para participar en la misa televisada reflejará
la destrucción de los rituales y de las relaciones entre el individuo
y la creencia; es un espectáculo polémico que no llega a
prohibirse, pero que provoca reacciones airadas y violentas de determinados
grupos. Y cuando empieza la apología europeísta, Els
virtuosos de Fontainebleau muestra cómo Europa (los músicos
franceses) está cansada de Europa y queda fascinada por este Sur
que quiere europeizarse. Hallamos siempre unos elementos constantes en
las obras: la crítica y la sátira contra el poder, contra
las creencias absolutas, contra la iglesia, contra los elementos y símbolos
considerados sagrados e intocables, y el uso de tópicos y tics
sociales y culturales a menudo considerados tabúes. Els Joglars,
pues, continúan siendo juglares.
En 1979 se crea una compañía
paralela, Xalana, que crea La
Odisea, una visión de la cultura mediterránea a
través de la historia de Ulises, que se va transportando a la realidad
actual. En 1981, Boadella dirige en el Teatre Lliure Operació
Ubú, un psicodrama montado a través de Ubú
Rei, de Alfred Jarry, para curar los tics del «excelso»,
contrafigura del Presidente de la Generalitat. El punto de mira de la
obra se sitúa sobre todo aquello que suene a institución
y a poder. También dirige, fuera del grupo, Gabinete Libermann
(1984, con el Centro Nacional de Nuevas Tendencias) y Visanteta de
Favara (1986, con el Teatre Estable del País Valencià).
Al filo de los veinticinco
años de la compañía, Bye,
bye Beethoven (1987) reemprende la obra Laetius, modificada
como síntesis de todos sus espectáculos, de los cuales toma
los elementos argumentales, dramatúrgicos y escenográficos.
La obra es un informe militar soviético sobre los comportamientos
sociales que tendrán lugar en la perfecta sociedad tecnológica
del futuro. Laetius será el hombre que superará el holocausto.
El montaje reconduce discursos de obras anteriores hacia el de la amenaza
del control social, de la sociedad tecnificada y controlada, del fin de
la civilización.
En el fondo de estas obras hay una dura crítica al poder y a sus formas y manifestaciones. Crítica
a un poder real, fáctico, político, económico, mediático..., y crítica a todo aquello que queda
contaminado, a menudo de buen grado, y existe una visión pesimista de la civilización. También
podríamos ver las tres últimas obras del grupo bajo esta óptica:
Columbi
Lapsus, de 1989, se centra en el oscuro asunto de la muerte de
Juan Pablo I (candidez y honestidad) y la elección de Juan Pablo
II (el poder y la ambición con todos sus vínculos inconfesables).
Así, en el punto de mira, la Iglesia (una manifestación
del poder) se añade a los trapicheos concretos del poder en abstracto.
Sátira, ironía, pero también retrato y reflexión
crítica. Significa asimismo un paso más en la camaleónica
transformación de los actores en personajes y otro paso en la escenografía
y en la utilización de la música -la ópera omnipresente
y directora de toda la obra.
Yo
tengo un tío en América (1991) es el resultado
de llevar a su molino el encargo que les hace la comisión de actos
de celebración del quinientos aniversario del descubrimiento de
América. Vuelve la escenografía psiquiátrica (de
nuevo el poder), ahora para narrar la locura que fue la conquista de América.
Los locos representan ser la tribu indígena y los médicos
los conquistadores, y el baile flamenco y las percusiones son el motor
de las acciones. Los enfermos (la tribu) tienen que someterse a los médicos
(conquistadores): son sus esclavos y tienen que aceptar las convenciones
y creencias (también las religiosas) de los amos. Al final, la
derrota. La parábola, fantástica y real al mismo tiempo,
acaba con un aviso: por encima de la civilización opresora viene
otra que la oprime.
El
Nacional, de 1993, es una sátira -y una advertencia- contra
la oficialización de la cultura, encarnada en el teatro. Entre
los restos de un teatro por derribar, el viejo acomodador hace revivir
el espíritu del auténtico teatro ayudado por vagabundos
sin techo. La lectura inmediata de la obra, relacionada con la situación
del teatro en Cataluña, no oculta la visión de fondo: una
propuesta estética y ética del teatro y la cultura expuesta
a través de la sátira, la ironía del presente y la
fe en la magia de la escena.
En 1995 se estrena Ubú,
president, una reposición y puesta al día de Operació
Ubú con todo aquello que le aportan los catorce años
pasados desde su creación, tanto por lo que al lenguaje teatral
se refiere, como a los acontecimientos políticos.
Le sigue en 1997 La
increíble historia del Dr. Floit & Mr. Pla, obra creada
sobre la figura y obra del escritor Josep Pla a partir de la trama que
Stevenson utilizó para su Dr. Jeckill y Mr. Hyde. Un juego
«pirandeliano» acerca de la dualidad del ser humano plasmada
aquí a través de la transformación del empresario
Ramon Marull -previa ingestión del after-shave «Dr.
Floit» que produce en sus fábricas- en su más íntimo
enemigo: el escritor Josep Pla.
La tercera entrega de lo
que ya se configura como trilogía catalana es Daaalí
(1999), protagonizada también por Ramon Fontserè, quien
dará vida al personaje de Salvador Dalí.
Para conmemorar el 40 aniversario
de Els Joglars se monta La
trilogía compuesta por las tres últimas obras adaptadas
y renovadas para la ocasión: Ubú, president o los últimos
días de Pompeya, La increíble historia del Dr.
Floit & Mr. Pla y Daaalí. Las tres obras significan
en conjunto una visión de las costumbres, contradicciones, vulgaridades
o genialidades que afectan a la gente de este rincón del Mediterráneo.
Asimismo, las tres obras representan la síntesis del trabajo realizado
en los últimos 40 años por la compañía.
Se evidencia en este repaso que
Els Joglars han sido desde los inicios los defensores y practicantes más
eficaces de la vacuna teatral, practicantes del arte del teatro como terapia
colectiva, como «ecología social» -en palabras de Boadella-
iconoclasta, destructora de todo aquello mitificado y sacralizado; una
ecología que limpia el espíritu de la sociedad, que le proporciona
una catarsis terapéutica y demuestra, además, que es posible
hacerlo sin que nada se hunda. Y esto se realiza mediante el teatro. Els
Joglars son los creadores de un lenguaje teatral nuevo y particular que
ha marcado un cambio importante en el teatro europeo y con una respuesta
de público que se puede calificar de multitudinaria.
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