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Política y religión

Política

1520, 12 de septiembre. Carta del cardenal y los del consejo a Carlos V, sobre la situación del reino



     [FERRER DEL RÍO. A.(ed.) Decadencia de España : Primera parte : Historia del Levantamiento de las Comunidades de Castilla, 1520-1521. Madrid : 1850].



     Sacra Cesárea Católica Real Majestad. Después que vuestra Majestad partió de estos sus reinos de España, no hemos visto letra suya, ni sabido de su real persona cosa cierta, más de cuanto una nao que vino de Flandes a Vizcaya dijo, como oyó decir, que sábado víspera de la Pascua de Pentecostés había vuestra Majestad aportado a Inglaterra. Lo cual plega a Dios nuestro Señor así sea, porque ninguna cosa nos puede dar al presente igual alegría, como saber que, fue próspera la navegación de la armada. Han sucedido tantos, y tan graves escándalos en todos estos Reinos, que nosotros estamos escandalizados de verlos, y vuestra Majestad será muy deservido de oírlos. Porque en tan breve tiempo, y en tan generoso Reino, parecerá fabula contar lo que ha pasado. Dios sabe cuánto nosotros quisiéramos enviar a vuestra Majestad otras mejores nuevas de acá de su España. Pero pues nosotros no somos en culpa, libremente diremos lo que acá pasa. Lo uno para que sepa en cuanto trabajo, y peligro está el Reino: y lo otro para que vuestra Majestad piense el remedio como fuere servido. Porque han venido las cosas en tal estado, que no solamente no nos dejan administrar justicia, pero aún cada hora esperamos ser justiciados. Comenzando a contar de lo mucho poco, sepa vuestra Majestad, que en embarcándose, que se embarcó después de las Cortes de Santiago, luego se encastilló la ciudad de Toledo, en que tomó la fortaleza, alanzó la justicia apoderose de las iglesias, cerraron las puertas, proveyose de vituallas. Don Pedro Laso no cumplió su destierro. Fernando de Ávalos cada día esta mas obstinado. Han hecho un grueso ejército, y Juan de Padilla, ha salido con él en campo. Finalmente la ciudad de Toledo está todavía con su pertinencia, y ha sido ocasión de alzarse contra justicia toda Castilla. La ciudad de Segovia, a un Regidor que fue por Procurador de Cortes de la Coruña, el día que entró en la ciudad le pusieron en la horca: y esto no porque él había a ellos ofendido, sino porque otorgó a vuestra Majestad el servicio. Porque ya a los que están rebelados llamen fieles, y a los que nos obedecen llaman traidores. Enviamos a castigar escándalo a Segovia con el Alcalde Ronquillo, al cual no solo no quisieron obedecer, mas aún, si lo tomaran, lo querían ahorcar. Y como por nuestro mandato pusiese guarnición en Santa María de Nieva, cinco leguas de Segovia, luego Toledo envió contra él su Capitán Juan de Padilla: de manera que se retiró el Alcalde Ronquillo, Segovia se escapó sin castigo, y se quedó allí el Capitán de Toledo. Porque dicen aquellas ciudades rebeldes, que no los hemos nosotros de castigar a ellos como rebeldes, sino que ellos han de castigar a nosotros como a tiranos. Los Procuradores del Reino se han juntado todos en la ciudad de Ávila, y allí hacen una junta en la cual entran Seglares, Eclesiásticos y Religiosos, y han tomado apellido y voz de querer reformar la justicia que está perdida, y redimir la República que está tiranizada. Y para esto han ocupado las rentas Reales, para que no nos acudan, y han mandado a todas las ciudades que no nos obedezcan. Visto que se iban apoderando del Reino los de la Junta, acordamos de enviar al Obispo de Burgos a Medina del Campo por el artillería, diciendo que la diesen luego, pues los Reyes de España la tenían allí en guardia. Pero jamás la quisieron dar, ni por ruegos que les hicimos, ni por mercedes que les prometimos, ni por temores que les pusimos, ni por rogadores que les echamos. Y al fin lo peor que hicieron fue, que la artillería que no nos quisieron dar a nosotros por ruego, después la dieron contra nosotros a Juan de Padilla de grado. Habido nuestro Consejo sobre que ya no sólo no nos querían obedecer, pero tomaban armas en las manos para nos ofender, determinose que el Capitán general, que dejó vuestra Majestad, Antonio de Fonseca, tomada la gente que tenía el Alcalde Ronquillo, saliese con ella en campo, porque los fieles servidores tomasen esfuerzo, y los enemigos hubiesen temor. Lo primero apoderose de la villa de Arévalo, y de allí fuese a Medina del Campo, a fin de rogarles que le diesen el artillería, y sino que se la tomaría por fuerza. Y como él perseverase en pedirla, y ellos fuesen pertinaces en no darla, comenzaron a pelear los unos con los otros. Y al cabo fuele a Fonseca tan contraria la fortuna, que Medina quedó toda quemada, y él se retiró sin la artillería, y deste pesar se es ido huyendo fuera de España. Sino ha sido aquí en Valladolid, no ha habido lugar do pudiésemos estar seguros, porque la villa nos había asegurado. Pero la noche que supieron haberse quemado Medina, luego se rebeló, y puso en armas la villa: de manera que algunos de nosotros huyeron y otros se escondieron. Y si algunos permanecieron más es porque los aseguran algunos particulares amigos que tienen en la Junta por ser del Consejo y ministros de justicia. El Capitán de Toledo Juan de Padilla, viendo que ya no tenía resistencia, tomando la gente de Segovia y Ávila se vino a Medina. Tomó consigo la artillería y fuese a Tordesillas, y echó de allí al Marqués de Denia, y apoderose de la Reina Doña Juana nuestra Señora, y de la Serenísima Infanta Doña Catalina. Y este hecho luego se pasó a Tordesillas la Junta que estaba en Avila. De manera que vuestra Majestad tiene contra su servicio Comunidad levantada, y a su Real justicia huida, a su hermana presa y a su madre desacatada. Y hasta agora no vimos alguno, que por su servicio tome una lanza. Burgos, León, Madrid, Murcia, Soria, Salamanca, sepa vuestra Majestad que todas estas ciudades son en la misma empresa, y son en dicho y hecho en la rebeldía: porque allá están rebeladas las ciudades contra la justicia, y tienen acá los Procuradores en la Junta. Que queramos poner remedio en todos estos daños, nosotros por ninguna manera somos poderosos. Porque si queremos atajarlos por justicia no somos obedecidos: si queremos por maña y ruego no somos creídos: si queremos por fuerza de armas, no tenemos gente, ni dineros. De tantos y tan grandes escándalos quienes hayan sitio los que los han cansado, y los que de hecho los han levantado, no querernos nosotros decirlo, sino que lo juzgue aquel que es juez verdadero. Pero en este caso suplicamos a vuestra Majestad tome mejor consejo para poner remedio, que no tomó para excusar el daño. Porque si las cosas se gobernaran conforme a la condición del Reino, no estaría como hoy está en tanto peligro. Nosotros no tenemos facultad de innovar alguna cosa, hasta que hayamos de esta letra respuesta. Por esto vuestra Majestad con toda brevedad provea lo que fuere servido, habiendo respeto a que hay mayor daño, allende lo que aquí habemos escrito, porque teniendo vuestra Majestad a España alterada, no podrá estar Italia mucho tiempo segura. Sacra Cesárea Católica Majestad, nuestro Señor la vida de vuestra Majestad guarde, y su Real Estado por muchos años prospere. De Valladolid a 12 de Setiembre de 1520.





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