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Exploradores y viajeros por España y el nuevo mundo

1502, Bartolomé de las Casas
(Sevilla, 1474-Madrid, 1566)

Hijo de Pedro de las Casas y de Isabel de Sosa. Estudió en la escuela catedralicia sevillana y en 1502 partió a las Indias con su padre, en la expedición de Ovando, siendo designado doctrinero, pues ya era considerado clérigo por sus estudios. Participó en algunas campañas en la isla Española e hizo un viaje a Roma (1506-1507). A su regreso a La Española, el virrey Diego Colón le concedió un repartimiento de indios y se ordenó de presbítero (quizá a fines de 1512). Las Casas ya presenciaba los excesos de la colonización española de aquellos primeros años en América, el mal trato y la extinción gradual del indígena, concibiendo la idea de que se sustituyera la agotadora explotación minera por la agricultura, colaborando labradores españoles y dejando vivir al indio en pueblos libres, tutelados por los misioneros. En 1513, participó como capellán, en la conquista de Cuba por Diego de Velázquez y no pudo evitar la bárbara matanza de indígenas llevadas a cabo por Narváez en Caonao; Velázquez le otorgó una buena encomienda con un tal Pedro de Rentería, que le hizo prosperar económicamente.

En 1514, tras la visita de tres dominicos a la isla de La Española, Bartolomé tuvo dudas sobre la legitimidad de los beneficios que obtenía de sus indios encomendados; ya en 1511 había pronunciado fray Antonio Montesinos su famoso sermón en que condenó la encomienda y la esclavitud del indio, cuyo contenido ha transmitido precisamente las Casas, que los oyó, y se habían ya promulgado las Leyes de Burgos de 1512, que intentaron, en vano, resolver el problema. Las Casas, pues, sufrió una conmoción espiritual que le llevó a considerar lo que había de inicuo en la forma de la colonización. Renunció a su encomienda, anunciándolo públicamente en un sermón ante Diego de Velázquez en Sancti Spiritus, el día de la Asunción de 1514.

En 1515, partió las Casas a Santo Domingo, donde se entrevistaría con Pedro de Córdoba, quien le alentó en sus propósitos y que había ido a España a denunciar, ante el rey Fernando, los abusos que se cometían. La idea, que siempre desarrollaría Bartolomé, era que España y las Indias formaban una unidad inseparable, en el sentido de que aquella era el instrumento de la providencia para llevar a la otra la luz del Evangelio y éste era su deber y la razón de la colonización, había visto ya que el problema no consistía en defender al indio de Cuba o de otro lugar concreto, sino de elevar la cuestión a un plano general y de defender a toda la raza indígena. Combatiría, pues, la guerra de conquista, la esclavización y la encomienda y por la plena libertad del indio y la conservación de la autoridad de sus caciques; para él, todo lo que se hacía en Indias era injusto y tiránico y nada se había hecho que no lo fuera; no iba a admitir restricciones en su criterio ni a adaptarse a las realidades.

A fines de 1515 se entrevistó con Fernando el Católico en Plasencia, quien le remitió a que tratara sus quejas con Rodríguez de Fonseca y Lope Conchillos, encargados de los asuntos indianos, pero que tenían intereses de repartimientos con el grupo explotador de la isla La Española. La muerte del monarca hizo que las Casas encontrara en el regente cardenal Cisneros un interlocutor dispuesto a oírle, presentando a éste y, posteriormente, al gobernador Adriano de Utrecht (más tarde Papa), dos Memoriales de Agravios y Remedios, y luego otro de denuncias. Ante sus denuncias, fueron eliminados Fonseca y Conchillos, adoptándose el plan de las Casas de comunidades indias bajo la administración de españoles; aunque este plan tenía el inconveniente de que se impuso la conservación de las encomiendas ya que Cisneros creía necesaria la tutela de los indígenas para su conversión y civilización.

Viciado de raíz su proyecto, las Casas comprobó el fracaso y regresó a España en 1517, mientras Cisneros le destituía de su cargo, al parecer por los informes negativos que sobre él habían elaborado los monjes jerónimos encargados de llevar adelante su plan. Tras múltiples entrevistas con los nuevos gobernantes flamencos que rodeaban al nuevo monarca Carlos I, las Casas conseguiría del soberano permiso para una colonización en Tierra Firme, visto que en las Antillas ya no había remedio, con labradores castellanos que convivieran con los indios. Propuso, también, la importación de negros, idea llevada a cabo inmediatamente y de la que las Casas se arrepentiría después, confesando que no caía entonces en cuenta en la injusticia con que los portugueses los cautivaban. Elegido Carlos emperador, las últimas gestiones de las Casas para la colonización de Cumaná, en Tierra Firme, se realizaron apresuradamente en La Coruña, donde se declaró la libertad personal del indio y se decidió la creación del Consejo de Indias.

La rebelión de los nativos venezolanos de Cumaná, en la que destruyeron las dos misiones que había y asesinaron a los misioneros, hizo tambalearse el proyecto idealista de Bartolomé ya que para evitar el contagio revolucionario, la Audiencia envió a Gonzalo de Ocampo, quién sometió a los nativos a una dura represión a pesar de las protestas del sacerdote sevillano. Las Casas comenzó a encontrarse muy solo ya que los indígenas le habían abandonado en sus proyectos y los expedicionarios castellanos que había traído de la península (1520), en su mayor parte comuneros derrotados, prefirieron, a su llegada, alistarse en la expedición de Ponce de León hacia la Florida. El fracaso de las Casas consolidó la idea de que a los indios solamente se les podía tratar con la conquista y la esclavitud.

Una profunda crisis espiritual invadió al sacerdote sevillano y le hizo ingresar en la orden dominica en la misma isla de Santo Domingo, profesando ya en diciembre de 1523. En adelante se dedicaría al estudio de la teología y el derecho para proseguir más adelante con su campaña en defensa del indígena con más base doctrinal. Tras haber protestado ante el presidente de la Audiencia contra nuevas capturas de esclavos, las Casas fue trasladado al norte de la isla, donde fundó Puerto Plata, otro convento donde comenzó a escribir su Historia de las Indias y la parte, luego separada, titulada Apologética Historia. También debió comenzar allí (aunque Hanke lo sitúa en Guatemala, en 1536) De unico vocationie modo omnium gentium ad veram religionem (del que tan sólo queda un fragmento publicado en 1942), en que preconiza la persuasión y la caridad como únicos procedimientos de conversión, condenando la guerra y la violencia.

Para reformar a los dominicos fue nombrado visitador, primero de los de Puerto Rico y luego fue a México con el presidente de la Audiencia (1531), pero fue mal recibido y no pudo realizar su misión, regresando a Puerto Plata. Otro de sus partidarios, fray Bernardino de Minaya, marchó al Perú, pero no logró que Francisco Pizarro renunciase a la conquista violenta. Por predicar la devolución por los penitentes de lo arrebatado a los indígenas, Bartolomé fue detenido y trasladado a Santo Domingo (1533).

En 1535 y 1536, continuó su cruzada en Nicaragua y Guatemala, protestando contra la conquista del Perú y los desmanes que se cometían contra los indios nicaragüenses. Junto a su inseparable amigo fray Rodrigo de Ladrada, continuó su lucha en pro de los derechos indígenas. Tras una estancia en México (1538), partiría para España (1540), para reclutar misioneros, donde conseguiría una serie de Reales Cédulas del Consejo de Indias.

En 1542, se promulgaron las Leyes Nuevas, fruto de la oposición de las Casas a la encomienda. Carlos V reunió ese año en Valladolid una Junta que condenaba las encomiendas, ordenando el emperador, asimismo, una depuración en el Consejo de Indias y en la Casa de Contratación. Carlos firmó en Barcelona, el 20 de noviembre de ese mismo año, las referidas leyes que prohibían toda esclavitud bajo ningún pretexto, la libertad de todos los indios esclavos en forma ilegal, prohibición de llevarles a las pesquerías de perlas; se suprimirían las encomiendas de autoridades y de entidades religiosas, de rebeldes del Perú o de amos crueles y se rebajaban los repartimientos excesivos y, por último, no se concederían más en lo sucesivo, amortizándose las existentes. Se ha creído que las Leyes Nuevas eran el triunfo de las ideas de las Casas, desde Remesal hasta Ots y Hanke; pero sólo en parte, pues representan un criterio conservador, frente al extremismo lascasiano; como señala Jiménez Fernández, se refleja su influencia en la supresión de las encomiendas -al fin no llevada a cabo- la humanización de las conquistas, que en adelante se llaman descubrimientos y población; la abolición de la esclavitud ilegítima, la tutela del buen trato a los indios también en el olvido del requerimiento. Por ser Bartolomé el más ardoroso defensor de los indígenas, ya entonces se supuso que ejerció un profundo influjo en su redacción; pero no se adoptó su rigorismo extremado. A fines de diciembre de 1542, terminó en Valencia su obra más famosa, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias cuya primera redacción había leído ante el Consejo de Indias.

Al padre las Casas se le ofreció el obispado de Cuzco, que rehusó, y luego el de Chiapas, próximo a su empresa de la Vera Paz, que aceptó. Llegó allí, tras una penosa travesía en forma de incidentes y de sucesos políticos (las Leyes Nuevas habían sido suprimidas en México por el virrey Tello de Sandoval), inmediatamente se enfrentó con sus feligreses al negarles los sacramentos a quienes poseyeran esclavos o no devolvieran lo obtenido con las encomiendas, y al suspender las licencias, a casi todos los confesores. Su Confesionario o Avisos y reglas para los confesores... (impreso en Sevilla durante 1552) era extremadamente rigorista. De este modo, Bartolomé fue objeto de la hostilidad general, incluida la de los monjes mercedarios. Hasta el obispo Marroquín, antaño aliado suyo, se le volvió en contra. En Chiapas arreciaba la hostilidad frente al prelado sevillano al intentar éste una nueva tasación de tributos. Reclamado por Tello de Sandoval -que le había censurado repetidamente su conducta- para que asistiera a una reunión de prelados de Nueva España sobre los indios, partió para México en 1546 cuando incluso los dominicos -siempre partidarios de las Casas- se habían adherido a la petición de suspensión, arguyendo que con la encomienda existiría un núcleo de españoles poderosos, que harían progresar la estructura colonial, que decaería si se confiaban los indios sólo a una administración oficial, ineficaz y corrompida. En aquella Junta se aceptaron varios principios propuestos por las Casas, pero ni el virrey Mendoza ni los obispos quisieron ponerlos en práctica por rigurosos.

Visto lo visto, Bartolomé decidió regresar a España, a donde llegó a comienzos de 1547 para no regresar ya más a América. Al volver, redactó para el Consejo un memorial Sobre los indios que se han hecho esclavos (1547), en que, de nuevo, condenaba radicalmente la esclavitud de los nativos. En España, el sevillano se enfrentó en una célebre polémica con Ginés de Sepúlveda, a quien el Consejo de Indias había impedido hasta entonces la publicación de su Democrates alter sive de justi belli causis apud Indos, en que defendía la licitud de las guerras de conquistas a los indios por su inferior estado de civilización. En 1550, renunció al obispado de Chiapas.

Durante los últimos años de su vida, las Casas recibió una pensión anual de 200.000 maravedíes y se dedicó al reclutamiento de misioneros, para lo cual marchó a Sevilla, donde imprimió en 1552 siete opúsculos suyos, entre ellos la famosa Destrucción..., las Treinta Proposiciones, la Disputa con Sepúlveda, el octavo de los Remedios y los Avisos a los confesores. Poco después publicó un Tratado comprobatorio del Imperio soberano de los Reyes de Castilla... sobre las Indias. En 1564 fijó definitivamente su residencia en Madrid, y últimamente en el convento de Atocha, donde fallecería en la segunda decena de julio de 1566, a los noventa y dos años. En estos últimos años de su vida siguió luchando contra la esclavitud de los indígenas y escribió De Thesauris, contra el saqueo de tumbas indias, y Doce dudas, sobre la conquista del Perú, ambas publicadas en 1565. En su testamento legaba el manuscrito de su Historia al colegio de San Gregorio de Valladolid, con la orden de que no se publicara hasta pasados cuarenta años de su muerte, cosa que no consiguió. Su otra obra más famosa, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, dirigida al heredero Felipe, tuvo una enorme resonancia en el extranjero, donde adobada con los grabados de Teodoro de Bry y traducida a muchas lenguas, sirvió para enjuiciar muy negativamente la acción española y para la difusión de la Leyenda negra, reproduciéndose por los pueblos hostiles a España, desde Holanda en el siglo XVI hasta los Estados Unidos en 1898.

Bibliografía básica

  • BATAILLON, Marcel. Études sur Bartolomé de las Casas. París, 1965.
  • _____. Estudios lascasianos. Sevilla, 1966.
  • CARRO, Venancio D. España en América... sin leyendas. Madrid, 1962.
  • GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel. Bartolomé de las Casas. Sevilla, 1953-1960, 2 vols.
  • HANKE, Lewis y GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel. Bartolomé de las Casas (1474-1566). Bibliografía crítica. Santiago de Chile, 1954.
  • MARTÍNEZ, Manuel M. Fray Bartolomé de las Casas. El Gran Calumniado. Madrid, 1955.
  • MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. El Padre las Casas. Su doble personalidad. Madrid, 1963.
  • PÉREZ DE TUDELA, Juan (ed.). Obra Completa del Padre Las Casas. Madrid, 1957.
  • VV. AA. Diccionario de Historia de España. Madrid: Alianza editorial, 1979, 1981, 1986. 3 vols., tomo I, pp. 755-764.
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