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Historiografía y recursos en la red

Recursos en Internet

Carlos V en Internet. Sistema de gobierno y comunicación política del Emperador como tema de un proyecto de investigación realizado en la Universidad de Konstanz (Alemania)

Horst Rabe / Heide Stratenwerth(1)

Universität Konstanz



     El emperador Carlos V reunió en sus manos una gran cantidad de derechos de soberanía, que, ya en sus años jóvenes, se incrementaron por herencia y elección.

     Claro que los reinos de Carlos no formaban un complejo imperial coherente, unitario, sino que estaban espacialmente separados unos de otros, repartidos por casi toda Europa, por no hablar de las posesiones de ultramar.

     Además, la clase y grado de soberanía eran muy distintos en cada uno de los países, dependiendo de las respectivas condiciones legales, sociales, económicas, eclesiásticas y hasta mentales. Debido a esas divergencias estructurales, tenía una función muy importante la comunicación política entre los distintos países, pero sobre todo la comunicación entre éstos y el propio emperador. Y no se trataba sólo de cuestiones técnicas, como el correo entre grandes distancias con medios de locomoción lentos, y de organización, sino, al mismo tiempo, de un problema político de primer orden. Se trataba, pues, por un lado, de ejercer las funciones de gobierno y de administración de cada uno de los países, teniendo en cuenta sus peculiaridades, y, por otro, de someter cada una de las partes del reino a la política imperial con sus intenciones supranacionales.

     En los problemas de la comunicación y coordinación en el sistema político de Carlos V, otro aspecto menos notorio, aunque elemental, desempeñaba un papel importante, a saber, la obligada, repetida y, a veces, muy larga ausencia del señor de sus países y de sus gentes, debido a la gran cantidad y a la desmembración espacial de sus reinos y dominios. Dominio para los hombres del XVI -lo mismo que para los del Medioevo- no significaba un valor abstracto, ni siquiera un sistema, por principio, independiente de las personas y de una administración anónima de derechos y deberes delegables; dominio era más bien y muy especialmente el concreto y personal ejercicio de poder político y de autoridad. Por el contrario, la ausencia del soberano se tradujo en un debilitamiento latente o incluso en una amenaza para su régimen, generalmente a favor de los grandes del país, con la consecuencia de luchas internas por el poder. La presencia personal del señor fue, por eso, durante mucho tiempo, una realidad política de gran peso.

     Frente a esta situación Carlos V trató de instalar, en cada uno de sus países, representaciones relativamente estables para los períodos de su ausencia, que podían gobernar el país con gran independencia y con la misma autoridad que el propio soberano. Pero, al mismo tiempo, el emperador tuvo que cuidar de preservar su propio y superior poder de decisión en todas las cuestiones importantes; sólo así podía asegurar la unidad de su política europea para no decir mundial, y encuadrar cada uno de sus dominios en su sistema político global. Este problema lo resolvió Carlos V por medio de un sistema de regencias, que, pese a algunos problemas iniciales, convirtió, en el curso de los años veinte, en un instrumental complejo y efectivo.

     Cada vez que salía de uno de sus países, para el período de su ausencia, nombraba un regente. A este le entregaba en un documento público y solemne todo el poder de gobierno, y declaraba sus futuros actos de gobierno como legalmente inapelables. Un poder ilimitado como éste prestaba al regente, hacia fuera y frente a los estamentos, frente a las autoridades y súbditos, un máximo de autoridad soberana. Cierto que esto entrañaba el peligro de una enorme arbitrariedad en el regente. Por eso, Carlos daba al regente una instrucción adicional, que contenía una gran cantidad de reglas de procedimiento interno, que obligaban al regente a colaborar estrechamente con los consejos de los estados respectivos. Esta instrucción iba acompañada de otras más amplias para cada una de las autoridades centrales. Además, el emperador regulaba su relación particular con el regente por medio de una restricción rigurosamente secreta, por la que se reservaba importantes derechos, sobre todo a la hora de la ocupación de altos cargos o al otorgamiento de beneficios. Con este influjo directo en la política personal de un país establecía Carlos un vínculo personal entre sí mismo y los favorecidos por él, es decir, las personas que ocupaban determinados puestos, desde la más alta nobleza hasta el concejal burgués, asegurándose su lealtad.

     Como regentes nombraba Carlos a miembros de su más estrecha familia. Regente de España fue su esposa Isabel y, a su muerte, sus hijos Felipe, María con su marido Maximiliano, el sobrino mayor de Carlos, y, por fin, Juana. Los Países Bajos burgundios, en ausencia de Carlos, fueron regidos primeramente por su tía, la archiduquesa Margarita de Austria, y, desde 1531 por su hermana menor María, la reina viuda de Hungría. A su hermano Fernando, a quien de todos modos había entregado Carlos la herencia austríaca, lo nombró gobernador en el Sacro Romano Imperio y, por cierto, al frente del consejo de los estamentos, que al mismo tiempo hacía de consejo de regencia. Con la elección de Fernando para rey de Roma, quien conforme al derecho del reino fue reconocido como representante y presunto sucesor del emperador, se aseguró, desde 1531, la posición de Fernando en el Imperio, pero también la de su hermano Carlos. La solución familiar tenía la ventaja de que los regentes, en tanto que parientes próximos del emperador, tenían claramente mayor rango que toda la demás nobleza del país y con ello una mayor autoridad natural. Además, gracias a la pertenencia a la casa de Austria, se podía esperar de ellos un mayor grado de lealtad al emperador como jefe de la casa.

     Con el sistema de las regencias, al que correspondía el de los virreyes de Nápoles, Sicilia y América, había creado el emperador instituciones para desempeñar funciones con las que podía realizar su política europea. Cierto que para ello necesitaba no sólo el establecimiento de las regencias, sino también y sobre todo una estrecha comunicación política con los regentes y con otras instituciones y personas del sistema de regencia imperial. La forma más importante de esta comunicación consistía en la correspondencia política de Carlos V, en su propia correspondencia así como en la de sus regentes y consejos rectores, tanto como entre ellos y con terceros, sobre todo con los embajadores de las cortes extranjeras o con importantes asambleas de los estados. Esta correspondencia formaba el núcleo de la comunicación en el sistema político de Carlos V, de un intercambio permanente de informaciones políticamente relevantes en el marco europeo y de una formación de opinión política continuamente fomentada. Sólo de esta forma se podía garantizar que todos los que participaban decisivamente en el sistema político tuvieran, en todo momento, el mismo grado de conocimiento que debía guiar su acción política en el sentido de la política imperial general. Así las decisiones políticas del emperador estaban determinadas por este continuo diálogo.

     Teniendo en cuenta los variados contenidos y las funciones para la segura y racional comunicación en el sistema político de Carlos V, la correspondencia era formalmente muy diferenciada. Al lado de las formas fundamentales para la elaboración de un escrito, borrador, original y copia, hay toda clase de formas especiales y variantes. Dos de estas formas especiales deben ser comentadas brevemente: el cifrado y la redacción a mano propia.

     De cartas cifradas -la mayor parte de las veces originales, pero también copias- hay miles de ejemplos en el conjunto de la correspondencia. Debido a las, en la mayoría de los casos, enormes distancias a través de media Europa, a las con frecuencia difíciles condiciones climatológicas y a los viajes inseguros por tierra y por mar, era un problema hacer llegar el correo con seguridad a su lugar de destino. Los peligros aumentaban en los tiempos de crisis y de guerra, cuando los enemigos intentaban interceptar los correos y mensajeros, para descubrir los planes del enemigo. Eso se intentaba contrarrestar mediante el cifrado de las cartas, lo que no garantizaba ciertamente el secreto absoluto, pero suponía al menos un retraso de cerca de tres semanas, hasta que los expertos, que cada soberano importante tenía a su servicio, hubieran descifrado el código. Por eso era necesario inventar, una y otra vez, nuevas y refinadas claves de cifrado.

     Durante el reinado de Carlos se debieron utilizar varias decenas, a menudo distintas según el idioma y los destinatarios de la correspondencia. Después de llegar a la cancillería el escrito cifrado tenía que ser descifrado, antes de ser presentado al destinatario. La cifra aparecía a menudo al margen, a veces también entre líneas o en una hoja aparte. Por tener en cuenta la gran seguridad de la comunicación, había que conformarse con un mayor empleo de tiempo y con posibles contratiempos cuando, por ejemplo, el destinatario no podía recibir a tiempo la nueva clave, al haberse producido un cambio en la cifra.

     Aunque el trabajo de escribir la mayor parte de la correspondencia, en sus diversas escalas, recaía en los secretarios, se encuentran una y otra vez cartas manuscritas de cada uno de los corresponsales, y también del propio emperador. El escribirlas a mano podía tener diversas funciones. En cualquier caso, era un acto de cortesía contestar de puño y letra una carta del emperador, escrita a mano propia, aún cuando ese gesto suponía renunciar a la gran seguridad de una carta cifrada. Carlos V escribió de puño y letra a soberanos de otros países como, por ejemplo, al rey francés, para acentuar de una manera especial las estrechas y amistosas relaciones después de la conclusión de un tratado de paz. A la nobleza le expresaba mediante el escrito de puño y letra el favor imperial y su agradecimiento por servicios especiales, y se ahorraba con ello de vez en cuando recompensa material. Además, las cartas a mano servían para mantener en secreto el contenido ante el propio personal de la cancillería y ante el del destinatario, porque sólo podían ser abiertas y leídas personalmente por el receptor. Por último, la escritura de propia mano desempeñaba un papel importante en el proceso de formación de opinión política, sirviendo ésta para el intercambio de argumentos entre Carlos V y sus regentes. A una interpelación de Margarita, Carlos V, en 1525, contestó expresamente que sobre el contenido de las cartas escritas por el secretario se podía discutir ampliamente, pero que sus escritos de puño y letra mostraban su incuestionable e irrefutable voluntad. Y así, a menudo, terminaba el emperador un tema sometido a debate con una postdata escrita a mano, que no hacía más que repetir, más o menos literalmente, un párrafo de la carta del secretario.

     De la correspondencia política de Carlos V hay más de 120.000 cartas, que se conservan hoy en una gran cantidad de archivos europeos, sin que de ellas exista un completo y detallado sumario. Una edición crítica tradicional de semejante fondo bibliográfico archivado es impensable, en breve, debido a razones financieras.

     Un proyecto de investigación realizado en Constanza, bajo la dirección de Horst Rabe, se ha propuesto la modesta, aunque no por ello menos exigente tarea de establecer una lista pormenorizada de las cartas, así como extensos registros de nombres geográficos y de personas, y, en cualquier caso, preparar partes de la correspondencia especialmente importantes para su utilización en Internet. El proyecto de investigación de Constanza se terminó en 1999, después de cerca de 30 años de trabajo. Sus resultados facilitarán sustancialmente la futura investigación sobre la historia de Carlos V, sobre todo la hasta ahora tan dura y larga búsqueda de ejemplares de correspondencia, que pueden ser concluyentes para determinados temas de investigación.

     En el marco del proyecto se redactaron, en primer lugar, listas manuscritas o a máquina en los principales archivos europeos, indicando desde el lugar en que se encontraron hasta el número de folios; los lugares y fechas de la redacción exacta; los nombres o títulos de los remitentes y destinatarios así como las formas de transmisión (original, borrador, copia, sumario; cifrado o descifrado, manuscrito, etc.), y por separado para cada una de las cerca de 100.000 cartas registradas.

     Del aproximadamente sesenta por ciento de las cartas registradas en un sumario provisional se ha hecho, además, un duplicado en fotocopias o microfilmes. Este duplicado, al igual que las listas hechas en los archivos, están en la biblioteca universitaria de Constanza, dispuestas para su utilización científica.

     Por fin, una parte esencial de las listas de unas 35.000 cartas se ha elaborado críticamente o se han comentado y, mediante la elaboración de datos, preparado de tal forma que pueden utilizarse en Internet. La dirección de Internet es: http://www.ub.uni-konstanz.de:8080/polka/index.htm.

     A título de ejemplo han de señalarse las siguientes posibilidades de investigación por medio del ordenador:

     La rápida reconstrucción de determinada correspondencia, clasificada según determinados criterios relevantes desde el punto de vista de la investigación o relaciones de correspondencia, por ejemplo, de toda la correspondencia de una determinada época, o la correspondencia de determinadas personas como remitentes o destinatarios durante una época determinada, o las cartas manuscritas del emperador así como las de otros corresponsales.

     La identificación de nombres de personas y lugares, muy a menudo con ortografías diferentes.

     La subordinación de determinados -así llamados- dignatarios a determinadas personas y viceversa.

     Además, todos los nombres geográficos y de personas que aparecen en la correspondencia de Carlos V y del rey Fernando (copias de Viena HHStA, Hand-Scriften blau 595-597), se pueden demostrar.

     Ya que no es previsible que, debido a lo efímero de las generaciones de ordenadores de hoy día, se puedan garantizar a la larga los datos y las posibilidades de utilización en Internet - hay que pensar en un siglo o más- se ha hecho una mini tirada, impresa en papel, de los resultados del trabajo, que abarca veinte tomos: Karl V. Politische Korrespondenz. Brieflisten und Registro. Hrse. von Horst Rabe. Lo Bände, Konstanz, 1999. Particularmente los archivos de Viena, Bruselas y Simancas, determinantes en la investigación de la historia de Carlos V, cuentan con un ejemplar de esta publicación, pero también algunas bibliotecas nacionales o estatales, como las de Madrid, París, Berlín y Munich, así como una lista de bibliotecas universitarias más grandes.




1.       Traducción del alemán al español, realizada por Publio Fernández Morán



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