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ArribaAbajoCuaderno de Berlín (1986-1987)




ArribaAbajoConsejos para extranjeros


ArribaAbajoEn la ciudad donde no puedas
decir la verdad,
decirla.
En la ciudad donde puedas
decir la verdad, trabajar
para convertirla en mentira.




ArribaAbajoLos tendones de la vigilia

Días hay que pasan como una caricia descuidada, con el santo ido al cielo, con el alma puesta en otra parte. Días en vilo, ingrávidos, sin sombra. Días en que el latido se ha agazapado en algún corazón remoto y subsiste, incontaminado pero inútil, apenas como contracción. Días ensimismados como la galería de una mina. Días como expulsados de un jardín.

Vivir es un inacabado, inacabable, horadado movimiento de erguirse. Lo peor es que flaqueen los tendones de la vigilia.




ArribaAbajoPoema del desconsuelo

Llamo corazón a lo que se emparenta con la llama. Y en consecuencia, inevitablemente, con la ceniza.

Estoy de pie como tallo al que hubieran raspado todas las hojas y todas las yemas.

La soledad de esas comidas sentado a solas ante una mesa blanca, chirriantes ritos de comunión estrangulada, esas comidas agrias que no pueden compartirse...

Inmenso grito de angustia, semejante a un viento helado, que se cuela por todos los resquicios de la creación.

¿Pues qué clave enrevesada enlaza las geometrías interiores y exteriores del hombre? (¿O no hay clave ninguna, sino sólo caos y ruina y torpe desolación sin espinazo?)

Donde acaba el extravío comienza la desolación. Y quién narrará la desolación de las cimas.

Consuelo. Dos dulces manos cortadas no pueden traer consuelo. No pueden traer alivio. ¿De qué nos serviría? Íntegra tierra mansa, unánime bestia moribunda.
                    ¿Qué pueden traer dos manos en vela
                      al corazón insumiso de la noche?

Remoto núcleo de calor rodeado por una costra impenetrable de cenizas:
                    hay una almendra en el centro de la tierra.




ArribaAbajoEncuentro con el Ángel

Hoy he conocido al Ángel.

Ganas dan de llorar. Qué terca criaturilla miserable, desaseada, vanidosa. Qué plumas grasientas de superviviente de marea negra, qué calva vergonzante cubierta de pelo ralo y engominado, qué barriguilla lúbrica, qué falta de dignidad, qué intentos de cohecho, qué groseras familiaridades, qué burdo narcisismo y qué tartajeo. Por no hablar de la ridícula estatura de corneja...

No me cautivan las aventuras de la humillación. Me negué a decirle mi nombre.






ArribaAbajoEnero es agua en el canal de Landwehr


ArribaAbajoEl teniente de cazadores ordenó:
«La puerca tiene que nadar».
El cazador Runge regresó una hora después:
«La puerca ya está nadando».
Berlín, 1919.
Enero es agua en el canal de Landwehr
donde van borrándose las manos
de Rosa Luxemburg.






ArribaAbajoEscena de infancia


ArribaAbajoDe niño encendí hogueras
para quemar lombrices de tierra vivas.
Veraneaba entonces en el valle de Hecho.

La crueldad de quienes
torturaban sapos me asqueaba,
alguna vez llegamos a las manos.

Lombrices: carne
rosa hasta la indefensión, universales anillos
de sufrimiento mudo.

Se retorcían como seres humanos.






ArribaAbajoOn Liberty


ArribaAbajoUna voz ladra: recógete en un cubo,
y él lo hace.
La voz: recógete en un vaso,
y lo hace.
La voz: en un dedal,
y lo hace.
Y por no molestar, con cuello dócil
ejecuta el siguiente movimiento
antes de que la voz ladre de nuevo.






ArribaAbajoHéroe caído en indecorosa postura


ArribaAbajoIntentaba
injertar alambradas en la barba de un Marx
propenso a la calvicie.
Al ejecutar su alta y noble misión
se estrelló desde lo alto de los siglos.
Sus superiores hanlo condecorado
póstumamente.
Es altamente improbable que nos deje
descansar en paz.






ArribaAbajoEs mucho más importante desenterrar a una corneja que mandarle una petición al presidente


ArribaAbajoHe vivido en la Prusia de las VEB1.
Un país donde a veces
se siente la necesidad de ser malvado.
Tanta vie en rose está pidiendo a gritos
un buen chafarrinón; y uno comprende
la impaciencia de los intelectuales
y siente algo así como simpatía de casta.

Cosas archisabidas. Mutatis mutandis, pueden leerse
en autores de éxito como Milan Kundera.

Pero ocurre que enfrente está el otro mundo
—cosa que no menciono por amor a la simetría.
El mundo donde los escuadrones de la muerte
masacran a cientos de campesinos si hay que arrancar de raíz
todo brote de sindicalismo agrario.
Donde se arrasan selvas grandes como continentes
para que bienolientes niñatos calzados con playeras sin calcetines
puedan atiborrarse de hamburguesas baratas.
El mundo de la «calidad de vida»
cuya garantía última se cuantifica en megatones.
El vampirismo. El soborno. El exterminio.

Y entonces uno siente,
además de la necesidad de ser malvado,
la de ser bueno.






ArribaAbajoYo celebro


ArribaAbajoCanto
mientras mi jardín se agosta.

Canto
mientras agonizan mis animales mis padres y mis hijos.

Canto
mientras mueren mares que no he navegado
selvas que no he hollado
ciudades que no he conocido.

Canto
con mi dulce cósmica expansiva
carraspera de cadáver más brillante.






ArribaAbajoA Juan Ramón Jiménez, absorto en New York


ArribaAbajoYo hablaría del alma
si no fuese un aceite caedizo y doloroso.

Hablaría del ángel
si no estuviesen químicamente ardiendo las cuatro esquinas del cielo.

Hablaría de la rosa
blanca y de la rosa amarilla y de la roja
si no urdiese la espina el tejido mismo de la carne.






ArribaAbajoJustificación de la poesía


ArribaAbajoLa poesía es injustificable.
La tensión de las sílabas no es ni con mucho tan alta
como la de las zumbantes torres eléctricas hincadas en el lomo de la tierra.
La energía represada en los versos resulta ridícula
en comparación con la embalsada por la presa.
La canción y el cirujano prestan ayuda a la vida
—¿quién preferiría la de la canción?
La poesía tiene manos de nieve,
tiene manos de cebolla, tiene manos de arena.
Su respuesta al último para qué
es un silencio
ensimismado de angustia y de esperanza.

La respuesta del ser humano
al último para qué
es también un silencio
ensimismado de angustia y de esperanza.
El ser humano es injustificable.






ArribaAbajoIncredulidad


ArribaAbajoNo eres
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu cuerpo
tendido e irradiante junto al mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus manos
hasta inundar todas las alcobas de mi vida,
no es posible el latido de tu sueño
cuando convoca
paisajes como caricias, dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y maravilla,
no es posible la paz de tu vientre rubio
si te busco debajo de las sábanas.
Desnuda no eres posible. Junto a mí, no es posible.
Eres lo más real y no es posible.






ArribaAbajoManantial de lo habitable



1

ArribaAbajoCuando estás
cuando no estás

por detrás de tus ojos busco
siempre la misma voz
en tus palabras
siempre el mismo tacto

siempre la misma comunión rasgada.


2

Desbordas
el espacio cercenado
la libertad contrita
el parco viático visible

desmientes a
la inercia
limitas
las dudosas
prerrogativas del absoluto

en la caricia tus dedos
son una llave

tu cuerpo un manantial de lo habitable.




ArribaAbajoActo de presencia

Esas albas exangües en una alcoba de plomo, después de que a lo largo de toda una noche hierática la avispa nos haya embutido en la boca los huevos amarillos de la muerte; esas albas de acidia en que querría desabrocharte el mundo y apagarme en tu carne.

Pero tu piel constante me recuerda siempre a tiempo cómo la poesía es una disciplina de la presencia. La remisión inacabable del allende al aquende.






ArribaAbajoSäulenmensa HUB


ArribaAbajoEncima de la mesa
tazas de café, un tiesto con violetas, cuadernos abiertos.
Cuatro estudiantes africanos
y una estudiante alemana. Ella
les explica análisis matemático
(menos a uno, notoriamente distraído).
También a mí me hace fruncir el ceño
el arte afirmativo. Pero en Berlín,
cuarenta y nueve años y once meses
después de la
Kristallnacht.






ArribaAbajoPlaceres


ArribaAbajoHe comprado dos cuadernos de notas
buenos y muy baratos.
He visto una fuente de bronce
que representa a una mujer y un hombre
desnudos dentro de una pequeña bañera
mirándose a los ojos,
entre los dos robustos cuerpos una tabla
que hace las veces de mesa, en las manos
copas de vino,
en la izquierda del hombre una rosa.
He reparado en la poco llamativa
hermosura de la fuente
que ya había visto otras veces.

Placeres
para toda la tarde.






ArribaAbajoNos tornaríamos humanos


ArribaAbajoEl pan incandescente de la fraternidad.
Si comiéramos de él nos abrasaría la boca.
Si comiéramos de él nos desgarraría los miembros.
Si comiéramos de él se quebraría el anillo.
Si comiéramos de él nos tornaríamos humanos.






ArribaAbajoMaterial móvil (1987-1988)




ArribaAbajoHe visto demasiado




1

ArribaAbajoYo he visto demasiado.

Ya no basta
que me desordenéis las fichas o los versos.

Ya no basta
que deportéis ciudades,
carbonicéis bosques, estranguléis ríos.

Ya no basta
embadurnar de sangre lo encalado
o adoquinar con cráneos mercados y zaguanes.

Ya no basta
que me raspéis la retina
o me aplastéis los dedos.

Ya no basta
descuartizarme
y dispersar mis miembros a capricho.

Os digo
que he visto demasiado.


2

La cámara avanza con lentitud lacerante

en interminables hileras de frascos con formol
los fetos monstruosos
que dieron a luz muchachas vietnamitas
afectadas por el eficaz defoliante agente naranja
pródigo en dioxina
con que el ejército de los Estados Unidos de América
arrasó la mitad de las selvas del país

fetos con dos cabezas
amarillos cíclopes diminutos
bracitos como alambres retorcidos
piernecillas dobles triples cuádruples
vagos esbozos híbridos de bueyes
de peces de bejucos de moluscos
trofeos ambiguos
de alguna pavorosa cacería trashumana

la rebeldía elemental de un pueblo se castiga
con un buen aguacero de mutaciones genéticas
durante dos o tres generaciones
y no pare usted de contar

de madrugada paren monstruos
las sedeñas muchachas de Hanoi
si uno sólo de ellos llorase
saltaría en pedazos el planeta
de madrugada

es la una de la noche apago el televisor
aún me extraviaré un buen rato
en las desconstructivas sutilezas
de Jacques Derrida y de Paul De Man

pero quiénes son en realidad los monstruos
y cuántos hemos nacido
muertos.


3

Inerme.

Quién confundiría con un hombre ileso
a un desollado cubierto con su piel.

Indemne.

Retornas
desde la noche cerrada de la sangre.

Inerme.

Alma en vilo, cuerpo en vilo,
rebelión en vilo trizada contra el muro.

Indemne.

La tortura, ese lacio sonsonete
al que ya nadie presta atención.

Inerme.

Tus manos ensangrentadas
contra lo irremediable.

Inerme.
Inerme.
Inerme.


4

«Y alimentaban a los hijos con los nietos»

Heiner Müller                



Yo sé de gentes a quienes degüellan
por lo menos tres veces cada noche
y no pueden dormir.

He visto prótesis de sal
en cuerpos que reniegan de la infancia.
Sé de ojos que revientan de tristeza.

Sé de los muchos mundos de este mundo
donde pocos
crucifican a muchos.

Sé que no dignifica el sufrimiento
y sé la radical indignidad
de quienes no sufrimos.

Cuesta trabajo matar a dentelladas.
Mas casi es de mal gusto andar con dengues
cuando uno asesina simplemente comprando
en grandes almacenes impecables
(Jerry ya nunca sale de casa
sin su tarjeta American Express).

A veces no sé qué hacer con tantos hechos.
Si ellos son los muertos yo estoy vivo.
Si ellos los vivos, yo el muerto.

Resulta inexpugnable la posición de los muertos.
Los vivos son vulnerables en extremo.
Pero en cuanto los muertos empiezan
a tentarse las costillas, entonces
son vulnerables de nuevo.


5

Dije: altas, feroces
son las tierras
del nacimiento.

Las derrotas de los campesinos
escarnecen
las victorias de los generales.

De entre las maneras de ser fiel
prefiero las amapolas
y la venganza.




ArribaAbajoBruselas, 1988



1

ArribaAbajoLa muerte tiene la última palabra.

Las autopistas:
cinturones de castidad.
Protegen la perenne virginidad de Europa.
Ya he perdido la cuenta, mas recuerdo
que al desflorar a esta doncella
salta la sangre de otros.

Con Mete y Nevin, amigos turcos, visito
la exposicióndeesasquehacenépoca
sobre los aztecas.
Abarrota las salas un público cultísimo.

Raza roja, ergo predestinada al tormento.
Los cuerpos a la mina o al cuchillo o al fuego,
al museo los tesoros culturales.
Cada cosa en su sitio.
De esta doncella dirían los alemanes
—otro pueblo cultísimo
rico en catástrofes, poderoso en metáforas—
que tiene pelos en los dientes.

Y la cena en el restaurante vietnamita
estaba para chuparse los dedos.
Las ventajas del imperialismo
son gastronómicamente indiscutibles.
El sabor de la leche de soja
recuerda vagamente al de la horchata.

Mi muerte tiene la última palabra.


2

En este laberinto intestinal de calles
seguir el rastro de algo
que llamamos futuro

el soliloquio de la violencia me amodorra
no podría respirar
sin esta lámina fría
hundida en mi costado

seguirle el rastro
no es difícil
reconstruir
el pánico
las vacilaciones en las encrucijadas
las vaharadas de muerte que erizan el cabello

ya no podría respirar
si en cada pulmón no floreciese pujante
la rama de la traición

no es difícil seguirlo
va perdiendo
cada vez más sangre

Hay presas constituidas por la fuga
yo
cartografío un territorio
que se deshace a mis espaldas.


3

He visto
desiertas
todas las carreteras de Europa.

(Las ciudades pendían de su extremo
como muertos apéndices).

Las he visto
bañadas
por una película finísima de sangre.
En los vertederos las ratas
disputaban su alimento a las panteras.

La unión de todas las arterias venas capilares
de un solo cuerpo humano
mide muchos kilómetros.


4

Gobiernos optimistas conjeturan el comunismo
de aquí a doscientos años. Gobiernos aún más optimistas
consagran lo mejor de sus esfuerzos
a masacrar campesinos (política exterior)
y a quitar a quien no tiene para dar a quien tiene
(política interior). En el resto de los gobiernos
va abriéndose paso inapelablemente
la auténtica tercera vía: canibalismo
en pasado, presente y futuro.

El Santo Padre afirma que usar cualquier método anticonceptivo
es oponerse a la idea misma
de la santidad de Dios. Su teólogo personal,
monseñor Scaffarra, habla sin tanto eufemismo:
tomar la píldora o calzarse un preservativo
es homicidio. En los próximos cuarenta años
la población de Nigeria crecerá
de 95 a 301 millones (tasa de fertilidad
superior a seis niños por mujer). Cabe suponer
que los nigerianos apenas oponen resistencia
a la idea misma de la santidad de Dios.

Mi hermano biólogo me escribe
que hindúes y nepalíes se saludan
exclamando namasta, que significa
saludo a los dioses que haya en ti.
¿Dioses dentro de mí?
En una cuarta parte de los cuerpos
los habrá eliminado el agua clorada,
en las tres cuartas partes restantes
se los habrá comido el hambre.
Corren malos tiempos para los dioses.

Me avergüenzan
mis dioses, mi clase, mi nación, mi continente
y la especie animal de nariz triste
a la que pertenezco.


5

En este bendito jardín de las delicias
que florece tras setos de alambre de espinos
protegido por trincheras de cemento armado
confieso que la hermenéutica—
para consagrarse a la hermenéutica hacen falta
intestinos más fuertes que los míos.


6

El sufrimiento hiende la mirada.

Europa es una flor
carnívora y hedionda.

Ha devorado el mundo. Ha devorado
su invernadero. Ha devorado el tallo.
Se devora a sí misma:
lancinante
perfección caníbal de la nada.




ArribaAbajoSalvación del resto



1

ArribaAbajoAsomarse al borbotón de la muerte
desde un cuerpo arrasado

sin las almenas del temblor
sin senderos internos
sin los ríos y avenidas límpidas que salvan

beber sangre
beber enfermedades pragmáticas
beber agua de desesperación
en los ojos amarillos de esa mujer cosida
o dulce cicatriz

ser expelido por el propio aliento

reintegrarme al nido de la angustia
que nunca abandonara.


2

El olor de la orina de mi abuela
que se ha meado en la cama
llena el cuarto
su calor impregna el calor de mis manos.

No me hablen de héroes.
Yo no voy a olvidar el color de esta orina
ni el cristal de vergüenza que velaba sus ojos.


3

El resto de la muerte en la escudilla.
El resto de la entrega en tus muñecas.

Apegarnos al resto. (Es menester salvar
lo que podría salvarnos).

Un rebañado, irreconocible
resto de comunidad en los rincones
más soleados y lentos de la plaza.
El resto del miedo en tu abrazo sonámbulo.
El resto irrestañable del amor en tus manos
dulces de paciencia y humilladas de artrosis.

En la escudilla, el resto de la muerte. Cuando
mueres querría
caber en la muerte de todos
los seres del mundo
y contenerla.


4

Aquí he venido a morir. Bajo
los ojos. Rehúso la mirada de los vivos.

Tienes los labios hinchados. En las fosas nasales
algodón. Cuerpo presente. Intocable
tras los cristales, porque la ley mortal
de esta ciudad estéril prohíbe el contacto con la muerte.
¿Quién ha vedado besar labios hinchados?
Aquí he venido a morir y no es posible.

No he conocido un ser con menos culpa. Las últimas semanas
creías que una servilleta de papel
agujereada, zarcillo salutífero,
te ayudaba a expulsar a los muertos del mundo
concitados en tu vientre y tu garganta.
Demencia senil, dicen. El nombre
común de una destrucción y una distancia.
Carraspeabas y tosías muertos,
dulce mía, ya novia
de diecinueve mayos, ya niña azul.
Esos muertos del mundo que apenas eran tuyos
sino mucho más míos. Hasta esa carga
hubieras querido ahorrarnos.
No he conocido un ser con menos culpa.

Bajo los ojos, el cerco
común de una distancia y de una destrucción.
Arco ciego el umbral de las palabras. Las tuyas
anotadas (doce de enero,
ocho días antes de tu tránsito):

Esto son cosas que se dicen y no se creen.
Hemos llegado a una vida que nadie sabe nada,
nadie comprende nada

y que todo hay que hacerlo.

Alzo los ojos. Fronda de silencio. Reingreso
en la mirada vacía de los vivos.

Abierta la memoria, ciudad torpe
animal desventrado
barranco en llanto.




ArribaAbajoDonde es posible la vida (1987-1988)




ArribaAbajoNacimiento telúrico


ArribaAbajoNace dentro de la muerte de su madre,
en un vientre de escombros,
sin rescate posible.

La querida familia le somete
a un bautismo purísimo
con aceite industrial.

La muerte, incestuosa, tiende al niño
un puñado violento de raíces.
Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los
vivientes que reptan sobre la tierra.




ArribaAbajoMi vida entre los muertos [selección]



1

De modo que por fin vas a empezar,
virtuoso de la lezna,
con tus coplas.

El momento no está mal elegido.
Pero tu propia voracidad te traiciona.

Una rosa de talidomida te horada el pecho
para que quepa un puño
o un feto inflamado
o un tubérculo.


3

Aquel guardián me dijo: es casi gratis
y confortable nuestra brutal sinfonía, asómate.

Advertí pronto la rotundidad del engaño:
yo ya siempre había estado dentro.

Sigo dando fe del estómago externo
donde ácidos rabiosos nos corroen los párpados.


4

Yo a la muerte no le regalo nada.
Ni un cabello. Ni el beso de una vieja.
Ni una preposición.
Ya el alquiler que pago es exorbitante.

La muerte, grasa en la colisión de clases.
La muerte, grasa en las articulaciones del hastío.

Y un tajo por distracción puede
cercenar la garganta a una ciudad, y la gangrena
cebarse en otra.

El canto del gallo me ha abrasado la lengua.
Comienza un día con suburbios atroces.


5

Comienzo
reventándome los ojos

fuerzo
el desgajado laberinto de mis venas

trazo con la cuchilla sobre mi piel negra
las runas del dolor

me interno exangüe en mi vientre
donde nada madura

pero no reconozco mis entrañas

y se me escapa la cálida
intimidad presentida de la muerte.


6

Los muertos:
sus gruesas lenguas de arcilla
su exagerada sed de conocimiento
sus pensamientos de cal
su compañía ígnea.

Abruma a veces
la fidelidad canina de los muertos.
Algunos son pura columna vertebral
algunos son puro presentimiento atónito.

Yo permanezco dulcemente en sus costillas.


8

Los orgasmos de los muertos desvencijan las ciudades.
Los sonámbulos se acuclillan para rebañar la catástrofe.

Yo no he malbaratado las palabras, pero aún
he de quemar esos lentos cuadernos
donde se sedimenta la muerte.


9

El cielo despilfarra suficiencia agria.
Una mitología de cañones recortados
te venera las sienes.

Tres cosas te salvan:
la vergüenza, la vergüenza y la vergüenza.
Morir es un modo de pedir perdón.

No pueden mantenerse largo tiempo
los pactos de no agresión con la esperanza.

Pero tu rostro hierve.


10

Terraza con dulzura violeta.
Crepúsculo encomiable. Café helado, lentísimo.
Comunidad mentida que irradia calor falso.
De repente el ladrido
me ha arrancado de cuajo la garganta.


11

Desierto
de espaldas heridas,
de manos suaves,
de irrefutable tibieza.

Reconozco el dulzor de la estructura.
Reconozco la impertinencia de las sendas.

El rastro de una víbora sobre las dunas.
La soledad —mullida con delación.
Desierto dulce como la vulva
de la mujer que amo.


12

Desde cuántos lugares
he intentado arribar a tu playa blanca.
Hacia cuántos destinos imposibles
me rechazaba
una y otra vez el filo de los pájaros.

Noche asestada.
Un fanal amarillo en la playa desierta.
Apenas oigo el mar sobre tu vientre.


15

Y cuando el musculoso chorro de tiniebla
surte de nuestra entraña
y nos ahoga, encharcando
la respiración y el grito, ¿quién
osará todavía referirse al
hombre,
esa larga pulsación extravasada,
ese centón resabiado de locura,
ese ojo sumergido,
ese muñón?


16

Sin salvaguardia soñamos
el lento sueño adiposo del veneno.
La mudez nos abriga.

Una mano atroz
afila el cuerno del amo
por si los sacrificios numerosos.

Desmesurada noche
con madrigueras lacónicas
para animales tullidos.


18

La eternidad, esa pantalla triste.
Ese pulido soliloquio del hastío.

La usura ha recobrado su elegancia sarnosa.

La sangre de los mártires no tiene ni siquiera
dos dedos de espesor.


19

Que asciendan lentas las palabras, lentas.
Bien lastradas de cieno. Bien lastradas de besos.
Que asciendan las palabras retardadas
por siglos de obediencias indebidas.
Y que severamente lastren al cadáver bailón
en cuanto empiecen a entrarle ganas
de entregarse frenético
a las sólitas piruetas.


20

Deja que sigan aullando los cuchillos
mientras el veredicto al mejor postor
inacabablemente confirma su inocencia.
La muerte continúa desovando en mis ojos.

Honor leproso
este estar medio vivo entre los muertos.




ArribaAbajoEl largo aliento



1

ArribaAbajoLo transmite por ejemplo
el beso de nutrición con que una mujer
comunica comida ya mascada al hijo.


2

Lo transmite cualquier persona
al enseñar a leer a otra persona.
Palabras que son actos entre otros actos.


3

Lo transmiten las manos de quienes saben ver
la belleza dentro de la agonía,
el veneno dentro de la belleza.
Y el esplendor del mundo refractado
en el turbio trabajo inacabable
de nuestro llegar a ser.


4

Atroz la gana de libertad
no menos que el llanto de hambre de las crías.
Para escapar del cepo la raposa se roe
su propia pata.


5

ArribaAbajoFraternidad:
no sólo he soñado con ella.

Y el viento sopla tan fuerte
que arranca ramas de los árboles
y sopla a veces tan fuerte que los tumba.

Yo también he escrito
contra el mundo simétrico.


6

Las palabras. Sé que quedan las palabras
echando raíces en la carne, afirmándola
contra la piadosa erosión del tiempo
y la terca mirada blanca de la muerte.




ArribaAbajoLa lengua de la muerte (1987-1988)




ArribaAbajoRecuento


ArribaAbajoEl óxido de la posesión me suelda la lengua.

La saliva de los imbéciles apuntala los arcos de triunfo.

Un escalofrío seccionado recorre el estiércol.

El fósforo seca la piel de las mujeres.

La exquisitez de los torturadores turba.

Enterramos al siglo en ataúd de plomo.

La lengua de la muerte se introduce en las ingles.




ArribaAbajoAndré Breton, erecto post-mortem


«Desear el asombro desertiza»

Pedro Provencio                



ArribaAbajoLa Fundación Banco Exterior
lo anuncia en desplegables a todo color
en el diario de mayor tirada.
Azafatas reparten sonrisas de alquiler.
El surrealismo: un capítulo
—de los que entran seguro en el examen—
en el manual de marketing.

Hay que poder plantar flores de sal al margen
de un río clandestino.
Hay que poder llorar de rabia
devolver el aceite del estrangulador
abrigarnos con la compasión de las víctimas.
Pero André Breton infalible
mente extraviado en un rigor desierto.
Desdén arado por su propio asombro.

Hay que poder olvidar la rabia y las monedas.
Entre las tumbas hurgan voraces los colonos.
Cuídate: no es cierto, nunca es cierto
que un muerto no tenga nada que perder.




ArribaAbajoArquitectura interior


ArribaAbajoExcavaste en ti mismo
alcobas, escaleras, alacenas. Dispusiste
cierto complejo equilibrio entre las cavidades.
Las comunicaste
mediante los pasadizos adecuados.
Decoraste con gusto y sobriedad
los interiores, y colocaste una buena cerradura
en la puerta que daba al exterior.
Luego has tirado la llave.

Y hoy afirmas
que eres un ser de una pieza, macizo, irreversible,
enteramente libre de oquedades.




ArribaAbajoLas manos cortadas


«Va a ser entonces / cuando vas de verdad a tener manos»

Antonio Gamoneda                



ArribaAbajoVendrá la revolución, quiero decir:
viviremos hacia ella.
Vendrá con su rostro de ramas rotas
que no reconoceremos.

Vendrá a destiempo y herirá sin séquito.
Ignorará los cálculos, confundirá los datos.
Serán torpes al señalar
sus brazos de agua salobre.

Si te robaron la cosecha
no te la devolverá.
Si emparedaron tu amor
seguirás sin saber amar.
Si mataron a tus hijos
seguirán muertos.

Vendrá la revolución a trancos imposibles
y no restituirá las manos cortadas.




ArribaAbajoRosa de ausencia



1

ArribaAbajoEsperábamos la noche.

Tanto habíamos crecido,
tanto nos había gastado
amar y combatir a los animales de sombra
—la lengua cálida y rasposa
como un consejo indescifrable,
la música sin envidia de sus pasos.
Tanto habíamos gritado desde entonces.

(Recuerdo a alguien diciendo:
unas notas de saxo que te explican
tu vida entera.
Comprender, comprender.
He amado un estertor).

La noche no acababa de bajar.


2

Había que bajar a la boca amarga.
Escuchar, en tanto que ella misma
se empozaba en sus signos.
(Ahora el piano, única
llave para la oscuridad,
diamante que cortará diamante).
Había que escuchar los pasos gatunos,
besar la boca desconocida, ser dignos
de la agonía diáfana que duraba muy lejos.


3

Rosa de ausencia.
Una noche más pura
supo circunscribirte.



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