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1

Cuyas actas pueden verse ahora en Edad de oro, 9 (1990).

 

2

El texto de la intervención del Profesor Jammes no está recogido en el citado volumen de Edad de Oro.

 

3

La aplicación disparatada de la referencia hiperbólica al gerifalte que encontramos cuando Sancho declara que zapatea como un gerifalte tiene un claro sabor tradicional. Véase, aunque con otro matiz, el dicho atribuido a un alabardero, quien afirma que con tres o cuatro años de gramática que piensa dar a un hijo suyo, tiene esperanza de que éste descuelle y sea un «águila» al sucederle en el oficio; en Melchor de Santa Cruz, Floresta española, IX, 1 (Madrid: Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1953), p. 236. El eco de este chiste se capta claramente en la famosa carta que Pablos recibe de su tío, en el Buscón.

 

4

El papel contrapuntístico asignado a las incursiones de Sancho en el terreno de la alusión procaz no se limita, por supuesto, a sus salidas frente a una mujer joven y hermosa. Piénsese, por ejemplo, en la crudeza de su comentario sobre el nombre de la condesa «Tres Faldas, o tres Colas», para el que Cervantes está aprovechando un equívoco tradicional (como lo demuestran dos de los chistes recogidos por Melchor de Santa Cruz, en las págs. 92 y 135). La fuerte carga erótica de los comentarios que le inspiran respectivamente Dorotea, Quiteria, las desenvueltas damas barcelonesas que bailan con don Quijote y Altisidora justifica sin embargo, creo yo, el tratamiento aparte que aquí les estoy reservando.

 

5

DQ, I, 30; t. I, p. 376 (cito por la ed. de Luis A. Murillo en Clásicos Castalia, 1986].) En su edición del Quijote (Madrid: Atlas, 1947-49), II, 462-63, Rodríguez Marín aduce cuatro ejemplos -dos de ellos del siglo XVI- que demuestran que el chiste era tradicional.

 

6

No resulta nada fácil averiguar si con estas palabras, que en seguida se califican de descompuestas, Sancho se está exclusivamente refiriendo a la prostitución a propósito de Dorotea -justo antes, se acaba de señalar que la conducta de ésta le parece «más de dama cortesana que de reina»- lo que equivale a tratar de rechazo de rufián a don Fernando, o si incluye a don Quijote en alguna de estas poco recomendables categorías, según parecen dar a entender su sarcástica referencia a lo inútil que ha quedado la intervención de su señor y la virulencia con la que éste reacciona. No permiten resolver el problema ni la variante recogida en Correas, citada en nota por muchos editores modernos, -Cada puta hile y coma, y el rufián que aspe y devane (Vocabulario de refranes, ed. de Louis Combet [Bordeaux: Institut d'Etudes Ibériques de Ibéro-Américains de l'Université de Bordeaux, 1967, p. 378a), ni la menos conocida que aparece glosada en Sebastián de Horozco: Cuando la puta hila y el rufián devana, poco al oficio se gana (los detestables versos de la glosa rezan lo siguiente: «Cuando ya nos acogemos / a usar del menester / señal es que ya tenemos / necesidad que busquemos / remedio para comer. / Bien parece que no enhila / la pobre puta ni gana / y el rufián menos ensila / cuando ya la triste hila / y el pobre rufián devana». (Teatro universal de proverbios, ed. de José Luis Alonso Hernández [Salamanca-Groningen, 1986], núm. 2450, p. 492.)

 

7

Louis Combet, Cervantès ou les incertitudes du désir (Lyon: Presses Universitaires de Lyon, 1980), p. 285.

 

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Creo, con Giuseppe Di Stefano, que las raíces arcaicas de Sancho calan más hondo de lo que se ha dado a entender en las consideraciones que se han dedicado a sus puntos de contacto con las figuras del bobo o del pastor de los dramaturgos prelopistas. Véanse las sugestivas reflexiones que dedica al tema en «La nobildonna e li dilettevoli tragressioni dello scudiero: Sancho Panza alla corte dei duchi», en I codici della trasgressività in area ispanica, Actas del Convegno di Verona (12-13-14 giugno 1980), pp. 53-62.

 

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Sabido es que las bodas reales y aristocráticas admitían con frecuencia el contrapunto de representaciones de bodas aldeanas, no exentas de alusiones salaces, en particular en los conocidos inventarios de las arras que recibe la novia, como se desprende elocuentemente del muestrario reunido por J. P. Wickersham Crawford en «Early Spanish Wedding Plays», RRQ, 12 (1921), 370-84. Las disonantes transgresiones de los elogios sanchescos están desempeñando un papel parecido en los preliminares de las bodas del rico Camacho. Sobre las bodas rústicas, sigue siendo fundamentales las aportaciones de Noël Salomon, en Recherches sur le thème paysan dans la comedia au temps de Lope de Vega (Bordeaux: Féret et Fils, 1965), especialmente pp. 42-48 y 684-711, aunque el tratamiento reservado allí a los aspectos propiamente eróticos del tema es, a mi juicio, uno de los puntos flojos del libro.

 

10

La aplicación de este concepto a una mujer parece tan impropio como lo es, en las mismas circunstancias, la del modismo «de pelo en pecho», socarronamente integrado, según sabemos, en el retrato de Aldonza Lorenzo. Pese a sus notables divergencias de sentido y de fondo, no deja de haber significativos puntos de contacto entre las presentaciones sanchescas de la hombruna labradora del Toboso y la de la hermosa novia de Camacho.