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ArribaAbajoCapitulo XLII

De los consejos que dio don Quixote a Sancho Pança antes que fuesse a gouernar la insula, con otras cosas bien consideradas


Con el felice y gracioso sucesso de la auentura de la Dolorida quedaron tan contentos los duques, que determinaron passar con las burlas adelante, viendo el acomodado sugeto que tenian para que se tuuiessen por veras; y assi, auiendo dado la traça y ordenes que sus criados y sus vassallos auian de guardar con Sancho en el gouierno de la insula prometida, otro dia, que fue el que sucedio al buelo de Clauileño, dixo el duque a Sancho que se adeliñasse y compusiesse para yr a ser gouernador; que ya sus insulanos le estauan esperando como el agua de mayo. Sancho se le humilló, y le dixo:

«Despues que baxé del cielo, y despues que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mi la gana que tenia tan grande de ser gouernador, porque ¿qué grandeza   -fol. 158v-   es mandar en un grano de mostaza, o qué dignidad o imperio el gouernar a media dozena de hombres tamaños como auellanas, que, a mi parecer, no auia mas en toda la tierra? Si vuestra550 señoria fuesse seruido de darme vna tantica parte del cielo, aunque no fuesse mas de media legua, la tomaria de mejor gana que la mayor insula del mundo.»

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«Mirad, amigo Sancho», respondio el duque, «yo no puedo dar parte del cielo a nadie, aunque no sea mayor que vna vña; que a solo Dios estan reseruadas essas mercedes y gracias. Lo que puedo dar, os doy, que es vna insula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada, y sobremanera fertil y abundosa, donde, si vos os sabeis dar maña, podeis con las riquezas de la tierra grangear las del cielo.»

«Aora bien», respondio Sancho, «venga essa insula; que yo pugnaré por ser tal gouernador, que, a pesar de vellacos, me vaya al cielo. Y esto no es por codicia que yo tenga de salir de mis casillas, ni de leuantarme a mayores, sino por el desseo que tengo de prouar a qué sabe el ser gouernador.»

«Si vna vez lo prouays, Sancho», dixo el duque, «comeros heis las manos tras el gouierno, por ser dulcissima cosa el mandar y ser obedecido. A buen seguro que quando vuestro dueño llegue a ser emperador, que lo sera sin duda, segun van encaminadas sus cosas, que no se lo arranquen comoquiera, y que le duela y le pese en la mitad del alma del tiempo que huuiere dexado de serlo.»

«Señor», replicó Sancho, «yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a vn hato de ganado.»

«Con vos me entierren, Sancho, que sabeis de todo», respondio el duque; «y yo espero que sereis tal gouernador como vuestro juyzio promete. Y quedese esto aqui, y aduertid que   —49→   mañana en esse mesmo dia aueis de yr al gouierno de la insula, y esta tarde os acomodarán del trage conueniente que aueis de lleuar, y de todas las cosas necessarias a vuestra partida.»

«Vistanme», dixo Sancho, «como quisieren; que de qualquier manera que vaya vestido, sere   -fol. 159r-   Sancho Pança.»

«Assi es verdad», dixo el duque; «pero los trages se han de acomodar con el oficio, o lo dignidad, que se professa; que no seria bien que vn jurisperito se vistiesse como soldado, ni vn soldado como vn sacerdote. Vos, Sancho, yreis vestido parte de letrado, y parte de capitan, porque en la insula que os doy tanto son menester las armas como las letras y las letras como las armas.»

«Letras», respondio Sancho, «pocas tengo, porque aun no se el A, B, C; pero bastame tener el Christus en la memoria para ser buen gouernador. De las armas manejaré las que me dieren, hasta caer, y Dios delante.»

«Con tan buena memoria,», dixo el duque, «no podra Sancho errar en nada.»

En esto, llegó don Quixote, y, sabiendo lo que passaua, y la celeridad con que Sancho se auia de partir a su gouierno, con licencia del duque, le tomó por la mano, y se fue con el a su estancia, con intencion de aconsejarle cómo se auia de auer en su oficio.

Entrados, pues, en su aposento, cerro tras si la puerta, y hizo casi por fuerça que Sancho   —50→   se sentase junto a el, y con reposada voz le dixo:

«Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo aya encontrado con alguna buena dicha, te aya salido a ti a recebir y a encontrar la buena ventura. Yo, que en mi buena suerte te tenia librada la paga de tus seruicios, me veo en los principios de auentajarme, y tu, antes de tiempo, contra la ley del razonable discurso, te vees premiado de tus desseos. Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfian, y no alcançan lo que pretenden; y llega otro, y sin saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron. Y aqui entra y encaxa bien el dezir que ay buena y mala fortuna en las pretensiones. Tu, que para mi, sin duda alguna, eres vn porro, sin madrugar ni trasnochar, y sin hazer diligencia alguna, con solo el aliento que te ha tocado   -fol. 159v-   de la andante caualleria, sin mas ni mas te vees gouernador de vna insula, como quien no dize nada. Todo esto digo, o Sancho, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, sino que des gracias al cielo, que dispone suauemente las cosas, y despues las daras a la grandeza que en si encierra la profession de la caualleria andante. Dispuesto, pues, el coraçon a creer lo que te he dicho, está, o hijo, atento a este tu Caton551, que quiere aconsejarte y ser norte y guia que te encamine y saque a seguro puerto deste mar proceloso, donde vas   —51→   a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino vn golfo profundo de confusiones.

»Primeramente, o hijo, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduria, y siendo sabio, no podras errar en nada.

»Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el mas dificil conocimiento que puede imaginarse; del conocerte saldra el no hincharte como la rana que quiso ygualarse con el buey; que si esto hazes, vendra552 a ser feos pies de la rueda de tu locura553 la consideracion de auer guardado puercos en tu tierra.»

«Assi es la verdad», respondio Sancho, «pero fue quando muchacho; pero despues, algo hombrecillo, gansos fueron los que guardé, que no puercos. Pero esto pareceme a mi que no haze al caso; que no todos los que gouiernan vienen de casta de reyes.»

«Assi es verdad», replicó don Quixote; «por lo qual los no de principios nobles deuen acompañar la grauedad del cargo que exercitan con vna blanda suauidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuracion maliciosa, de quien no ay estado que se escape.

»Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linage, y no te desprecies de dezir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondra a correrte, y preciate mas de ser humilde virtuoso que pecador soberuio. Inumerables   -fol. 160r-   son aquellos que de baxa estirpe   —52→   nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria, y desta verdad te pudiera traer tantos exemplos que te cansaran.

»Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud, y te precias de hazer hechos virtuosos, no ay para qué tener embidia a los que los554 tienen, principes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por si sola lo que la sangre no vale.

»Siendo esto assi, como lo es, que si acaso viniere a verte quando estes en tu insula alguno de tus parientes, no le desheches, ni le afrentes; antes le has de acoger, agasajar y regalar; que con esto satisfaras al cielo, que gusta que nadie se desprecie de lo que el hizo, y corresponderas a lo que deues a la naturaleza bien concertada.

»Si truxeres a tu muger contigo -porque no es bien que los que assisten a gouiernos de mucho tiempo esten sin las propias-, enseñala, doctrinala y desbastala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gouernador discreto, suele perder y derramar vna muger rustica y tonta.

«Si acaso enuiudares -cosa que pu[e]de suceder- y con el cargo mejorares de consorte, no la tomes tal, que te sirua de anzuelo y de caña de pescar, y del no quiero de tu capilla; porque en verdad te digo que de todo aquello que la muger del juez recibiere, ha de dar cuenta el marido en la residencia vniuersal, donde pagará con el quatro tanto en la   —53→   muerte las partidas de que no se huuiere hecho cargo en la vida.

»Nunca te guies por la ley del encaxe, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos.

»Hallen en ti mas compassion las lagrimas del pobre, pero no mas justicia, que las informaciones del rico.

»Procura descubrir la verdad por entre las promessas y dadiuas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre.

  -fol. 160v-  

»Quando pudiere y deuiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delinquente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compassiuo.

»Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dadiua, sino con el de la misericordia.

»Quando te sucediere juzgar algun pleyto de algun tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlos en la verdad del caso.

«No te ciegue la passion propia en la causa agena; que los yerros que en ella hizieres las mas vezes seran sin remedio, y si le tuuieren, sera a costa de tu credito y aun de tu hazienda.

»Si alguna muger hermosa veniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lagrimas, y tus oydos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razon en su llanto y tu bondad en sus suspiros.

»Al que has de castigar con obras no trates   —54→   mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.

»Al culpado que cayere debaxo de tu juridicion, considerale555 hombre miserable, sugeto a las condiciones de la deprauada naturaleza nuestra, y en todo quanto fuere de tu parte, sin hazer agrauio a la contraria, muestratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son yguales, mas resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia.

»Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, seran luengos tus dias, tu fama sera eterna, tus premios colmados, tu felizidad indezible, casarás tus hijos como quisieres, titulos tendran ellos y tus nietos, viuiras en paz, y beneplacito de las gentes, y en los vltimos pasos de la vida   -fol. 161r-   te alcançará el de la muerte en vejez suaue y madura, y cerrarán tus556 ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros neteçuelos. Esto que hasta aqui te he dicho son documentos que han de adornar tu alma; escucha aora los que han de seruir para adorno del cuerpo.»



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ArribaAbajoCapitulo XLIII

De los consejos segundos que dio don Quixote a Sancho Pança


¿Qvién oyera el passado razonamiento de don Quixote que no le tuuiera por persona muy cuerda y mejor intencionada? Pero como muchas vezes en el progresso desta grande historia queda dicho, solamente disparaua en tocandole en la caualleria, y en los demas discursos mostraua tener claro y desenfadado entendimiento, de manera, que a cada paso desacreditauan sus obras su juyzio, y su juyzio sus obras; pero en esta destos segundos documentos que dio a Sancho mostro tener gran donayre, y puso su discrecion y su locura en vn leuantado punto.

Atentissimamente le escuchaua Sancho y procuraua conseruar en la memoria sus consejos, como quien pensaua guardarlos y salir por ellos a buen parto de la preñez de su gouierno.

Prosiguio, pues, don Quixote, y dixo:

«En lo que toca a cómo has de gouernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las vñas, sin dexarlas crecer, como algunos hazen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las vñas largas les hermosean las manos, como si aquel escremento y añadidura que se dexan de cortar fuesse vña, siendo antes garras de cernicalo lagartigero: puerco y extraordinario abuso.

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»No andes, Sancho, desceñido y floxo; que el vestido descompuesto557 da indicios de animo desmaçalado, si ya la descompostura y floxedad no cae debaxo de socarroneria, como se juzgó en la de Iulio Cesar558.

»Toma con discrecion el pulso a lo que pudiere valer tu   -fol. 161v-   oficio, y si sufriere que des librea a tus criados, dasela honesta y prouechosa mas que vistosa y bizarra, y repartela entre tus criados y los pobres: quiero dezir, que si has de vestir seys pages, viste tres y otros tres pobres, y, assi, tendras pages para el cielo y para el suelo; y este nueuo modo de dar librea no la alcançan los vanagloriosos.

»No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villaneria. Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escu[c]has a ti mismo; que toda afectacion es mala.

»Come poco y cena mas poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estomago.

»Se templado en el beuer, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra.

»Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie.»

«Esso de erutar no entiendo», dixo Sancho.

Y don Quixote le dixo:

«Erutar, Sancho, quiere dezir regoldar; y este es vno de los mas torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy sinificatiuo;   —57→   y, assi, la gente curiosa se ha acogido al latin, y al regoldar dice erutar, y a los regueldos, erutaciones; y quando algunos no entienden estos terminos, importa poco, que el vso los yra introduziendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan, y esto es enriquezer la lengua sobre quien tiene poder el vulgo y el vso.»

«En verdad, señor», dixo Sancho, «que vno de los consejos y auisos que pienso lleuar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque lo suelo hazer muy a menudo.»

«Erutar, Sancho, que no regoldar», dixo don Quixote.

«Erutar dire de aqui adelante», respondio Sancho, «y a fee que no se me oluide.»

«Tambien, Sancho, no has de mezclar en tus platicas la muchedumbre de refranes que sueles; que puesto que los refranes son sentencias breues, muchas vezes los traes tan por los cabellos, que mas parecen disparates que sentencias.»

«Esso Dios lo puede remediar», respondio Sancho, «porque se mas refranes   -fol. 162r-   que vn libro, y vienenseme tantos juntos a la boca quando hablo, que riñen por salir vnos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendre cuenta de aqui adelante de dezir los que conuengan a la grauedad de mi cargo; que en casa llena presto se guisa la cena; y quien destaja no baraja; y a buen saluo está   —58→   el que repica; y el dar y el tener seso ha menester.»

«¡Esso si, Sancho!», dixo don Quixote. «¡Encaxa, ensarta, enhila refranes; que nadie te va a la mano! Castigame mi madre, y yo trompogelas559. Estoyte diziendo que escuses refranes, y en un instante has echado aqui vna letania dellos, que assi quadran con lo que vamos tratando como por los cerros de Vbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal vn refran traydo a proposito; pero cargar y ensartar refranes a troche moche haze la platica desmayada y baxa.

»Quando subieres a cauallo, no vayas echando el cuerpo sobre el arzon postrero, ni lleues las piernas tiessas y tiradas y desuiadas de la barriga del cauallo, ni tampoco560 vayas tan floxo, que parezca que vas sobre el ruzio; que el andar a cauallo a vnos haze caualleros, a otros cauallerizos561.

»Sea moderado tu sueño; que el que no madruga con el sol no goza del dia; y aduierte, o Sancho, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria, jamas llegó al termino que pide vn buen desseo.

»Este vltimo consejo que aora darte quiero -puesto que no sirua para adorno del cuerpo-, quiero que le lleues muy en la memoria, que creo que no te sera de menos prouecho que los que hasta aqui te he dado; y es que jamas te pongas a disputar de linages, a lo menos comparandolos entre si, pues, por fuerça,   —59→   en los que se comparan vno ha de ser el mejor, y del que abatieres seras aborrecido, y del que leuantares, en ninguna manera premiado.

  -fol. 162v-  

»Tu vestido sera calça entera, ropilla larga, herreruelo vn poco mas largo; greguescos, ni por pienso; que no les estan bien ni a los caualleros, ni a los gouernadores.

»Por aora, esto se me ha ofrecido, Sancho, que aconsejarte; andara el tiempo, y segun las ocasiones, assi seran mis documentos, como tu tengas cuydado de auisarme el estado en que te hallares.»

«Señor», respondio Sancho, «bien veo que todo quanto vuessa merced me ha dicho son cosas buenas, santas y prouechosas; pero ¿de qué han de seruir, si de ninguna me acuerdo? Verdad sea que aquello de no dexarme crecer las vñas, y de casarme otra vez, si se ofreciere, no se me passará del magin; pero essotros badulaques y enredos y reboltillos, no se me acuerda ni acordará mas dellos que de las nubes de antaño, y, assi, sera menester que se me den por escrito; que puesto que no se leer ni escriuir, yo se los dare a mi confessor para que me los encaxe y recapacite quando fuere562 menester.»

«¡Ha, pecador de mi», respondio don Quixote, «y qué mal parece en los gouernadores el no saber leer ni escriuir! Porque has de saber, o Sancho, que no saber vn hombre leer o ser çurdo arguye vna de dos cosas: o que fue hijo de padres demasi[a]do de humildes y baxos, o   —60→   el tan trauiesso y malo, que no pudo entrar en el [el] buen vso563, ni la buena doctrina. Gran falta es la que lleuas contigo, y, assi, querria que aprendiesses a firmar siquiera.»

«Bien se firmar mi nombre», respondio Sancho; «que quando fuy prioste en mi lugar aprendi a hazer vnas letras como de marca de fardo, que dezian que dezia mi nombre; quanto mas que fingire que tengo tullida la mano derecha, y hare que firme otro por mi; que para todo ay remedio, si no es para la muerte; y teniendo yo el mando y el palo, hare lo que quisiere; quanto mas que el que tiene el padre alcalde...564. Y siendo yo gouernador, que es mas que ser alcalde, ¡llegaos, que la dexan ver! No sino popen y caloñenme; que vendran por lana y bolueran   -fol. 163r-   trasquilados; y a quien Dios quiere bien, la casa le sabe; y las necedades del rico por sentencias passan en el mundo; y siendolo yo, siendo gouernador y juntamente liberal, como lo pienso ser, no aura falta que se me parezca. No sino hazeos miel, y paparos han moscas565; tanto vales quanto tienes, dezia vna mi aguela; y del hombre arraygado no te veras vengado.»

«¡O, maldito seas de Dios, Sancho!», dixo a esta sazon don Quixote. «¡Sesenta mil satanases te lleuen a ti y a tus refranes! Vna hora ha que los estás ensartando y dandome con cada vno tragos de tormento. Yo te asseguro que estos refranes te han de lleuar vn dia a la horca; por ellos te han de quitar el gouierno   —61→   tus vassallos, o ha de auer entre ellos comunidades. Dime: ¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato?; que para dezir yo vno, y aplicarle bien, sudo y trabajo como si cauasse.»

«Por Dios, señor nuestro amo», replicó Sancho, «que vuessa merced se quexa de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirua de mi hazienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno sino refranes y mas refranes? Y aora se me ofrecen quatro, que venian aqui pintiparados, o como peras en tabaque; pero no los dire, porque al buen callar llaman Sancho566

«Esse Sancho no eres tu», dixo don Quixote; «porque no solo no eres buen callar, sino mal hablar y mal porfiar; y, con todo esso, querria saber qué quatro refranes te ocurrian aora a la memoria, que venian aqui a proposito; que yo ando recorriendo la mia, que la tengo buena, y ninguno se me ofrece.»

«¿Qué mejores», dixo Sancho, «que “entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares”, y “a ydos de mi casa y ¿qué quereis con mi muger?, no ay responder”, y “si da el cantaro en la piedra, o la piedra en el cantaro, mal para el cantaro”, todos los quales vienen a pelo? Que nadie se tome con su gouernador, ni con el que le manda, porque saldra lastimado, como el que pone el dedo entre dos muelas cordales, y aunque no   -fol. 163v-   sean cordales, como sean muelas no importa; y a lo que   —62→   dixere el gouernador no ay que replicar, como al “salios de mi casa, y ¿qué quereis con mi muger?” Pues lo de la piedra en el cantaro, vn ciego lo vera. Assi, que es menester que el que vee la mota en el ojo ageno, vea la viga en el suyo, porque no se diga por el “espantose la muerta de la degollada”; y vuessa merced sabe bien que mas sabe el necio en su casa que el cuerdo en la agena.»

«Esso no, Sancho», respondio don Quixote; «que el necio en su casa ni en la agena sabe nada, a causa que sobre el cimiento567 de la necedad no assienta ningun discreto edificio. Y dexemos esto aqui, Sancho; que si mal gouernares, tuya sera la culpa, y mia la verguença; mas consuelome que he hecho lo que deuia en aconsejarte con las veras, y con la discrecion a mi possible; con esto salgo de mi obligacion, y de mi promessa. Dios te guie, Sancho, y te gouierne en tu gouierno, y a mi me saque del escrupulo que me queda que has de dar con toda la insula patas arriba, cosa que pudiera yo escusar con descubrir al duque quien eres, diziendole que toda essa gordura, y essa personilla que tienes, no es otra cosa que vn costal lleno de refranes y de malicias.»

«Señor», replicó Sancho, «si a vuessa merced le parece que no soy de pro para este gouierno, desde aqui le suelto; que mas quiero vn solo negro de la vña de mi alma que a todo mi cuerpo, y assi me sustentaré Sancho a secas con pan y cebolla como gouernador con   —63→   perdizes y capones; y mas, que mientras se duerme, todos son yguales, los grandes y los menores, los pobres y los ricos, y si vuessa merced mira en ello, vera que solo vuessa merced me ha puesto en esto de gouernar; que yo no se mas de gouiernos de insulas que un buytre, y si se imagina que por ser gouernador me ha de lleuar el diablo, mas me quiero yr Sancho al cielo que gouernador al infierno.»

«Por Dios, Sancho, dixo don Quixote, «que por solas estas vltimas razones que, has dicho juzgo que mereces ser gouernador de mil insulas; buen natural tienes, sin el qual no ay ciencia que valga; encomiendate a Dios, y procura no errar en la primera intencion;   -fol. 164r-   quiero dezir que siempre tengas intento y firme proposito de acertar en quantos negocios te ocurrieren, porque siempre fauorece el cielo los buenos desseos. Y vamonos a comer; que creo que ya estos señores nos aguardan.»



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ArribaAbajoCapitulo XLIV

Como Sancho Pança fue lleuado al gouierno, y de la estraña auentura que en el castillo sucedio a don Quixote


Dizen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escriuir este capitulo, no le traduxo su interprete como el le auia escrito, que fue vn modo de quexa que tuuo el moro de si mismo por auer tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quixote, por parecerle que siempre auia de hablar del y de Sancho, sin osar estenderse a otras digresiones y episodios mas graues y mas entretenidos, y dezia que el yr siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escriuir de vn solo sugeto, y hablar por las bocas de pocas personas era vn trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaua en el de su autor, y que, por huyr deste inconueniente, auia vsado en la primera parte del artificio de algunas nouelas, como fueron la del Curioso Impertinente, y la del Capitan cautiuo, que estan como separadas de la historia, puesto que las demas que alli se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quixote, que no podian dexar de escriuirse. Tambien penso, como el dize, que muchos, lleuados de la atencion que piden las hazañas de don Quixote, no la darian a las nouelas, y passarian por ellas, o con priessa, o con enfado, sin aduertir la gala   —65→   y artificio que en si contienen, el qual se mostrara bien al descubierto, quando por si solas, sin arrimarse a las locuras de don Quixote, ni a las sandezes de Sancho, salieran a luz. Y, assi, en esta segunda parte no quiso ingerir nouelas sueltas, ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciessen, nacidos de los mesmos sucessos que la verdad ofrece, y aun estos, limitadamente y con solas las palabras que bastan a declar[ar]los; y pues se contiene y cierra en los estrechos limites de la narracion, teniendo habilidad,   -fol. 164v-   suficiencia y entendimiento para tratar del vniuerso todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den alabanças no por lo que escriue, sino por lo que ha dexado de escriuir.

Y luego prosigue la historia diziendo que en acabando de comer don Quixote el dia que dio los consejos a Sancho568, aquella tarde se los dio escritos para que el buscasse quien se los leyesse; pero apenas se los huuo dado, quando se le cayeron y vinieron a manos del duque, que los comunicó con la duquessa, y los dos se admiraron de nueuo de la locura y del ingenio de don Quixote. Y, assi, lleuando adelante sus burlas, aquella tarde embiaron a Sancho con mucho acompañamiento al lugar que para el auia de ser insula569.

Acaecio, pues, que el que le lleuaua a cargo era vn mayordomo del duque, muy discreto y muy gracioso, que no puede auer gracia donde no ay discrecion, el qual auia hecho la persona   —66→   de la condessa Trifaldi, con el [do]nayre que queda referido, y, con esto, y con yr industriado de sus señores de cómo se auia de auer con Sancho, salio con su intento marauillosamente. Digo, pues, que acaecio que assi como Sancho vio al tal mayordomo, se le figuró en su rostro el mesmo de la Trifaldi, y, boluiendose a su señor, le dixo:

«Señor, o a mi me ha de lleuar el diablo de aqui de donde estoy en justo y en creyente570, o vuessa merced me ha de confessar que el rostro deste mayordomo del duque, que aqui está, es el mesmo de la Dolorida.»

Miró don Quixote atentamente al mayordomo, y, auiendole mirado, dixo a Sancho:

«No ay para que te lleue el diablo, Sancho, ni en justo ni en creyente -que no se lo que quieres dezir-; que el rostro de la Dolorida es el del mayordomo, pero no por esso el mayordomo es la Dolorida; que a serlo, implicaria contradicion muy grande, y no es tiempo aora de hazer estas aueriguaciones; que seria entrarnos en intricados laberintos. Creeme, amigo, que es menester rogar a nuestro Señor muy de veras que nos libre a los dos de malos hechizeros   -fol. 165r-   y de malos encantadores.»

«No es burla, señor», replicó Sancho, «sino que denantes le oi hablar, y no parecio sino que la voz de la Trifaldi me sonaua en los oydos. Aora bien, yo callaré; pero no dexaré de andar aduertido de aqui adelante, a ver si descubre otra señal que confirme o desfaga mi sospecha.»

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«Assi lo has de hazer, Sancho», dixo don Quixote, «y darasme auiso de todo lo que en este caso descubrieres, y de todo aquello que en el gouierno te sucediere.»

Salio, en fin, Sancho, acompañado de mucha gente, vestido a lo letrado, y encima vn gauan muy ancho de chamelote de aguas571, leonado, con vna montera de lo mesmo, sobre vn macho a la gineta, y, detras del, por orden del duque, yua el ruzio con jaezes y ornamentos jumentiles de seda, y flamantes. Boluia Sancho la cabeça de quando en quando a mirar a su asno, con cuya compañia yua tan contento, que no se trocara con el emperador de Alemaña.

Al despedirse de los duques les besó las manos, y tomó la bendicion de su señor, que se la dio con lagrimas, y Sancho la recibio con pucheritos.

Dexa, lector amable, yr en paz y en hora buena al buen Sancho, y espera dos fanegas de risa, que te ha de causar el saber cómo se portó en su cargo, y en tanto atiende a saber lo que le passó a su amo aquella noche; que si con ello no rieres, por lo menos desplegarás los labios con risa de ximia, porque los sucessos de don Quixote, o se han de celebrar con admiracion o con risa.

Cuentase, pues, que apenas se huuo partido Sancho, quando don Quixote sintio su soledad, y si le fuera possible reuocarle la comission y quitarle el gobierno, lo hiziera. Conocio la duquessa su melancolia, y preguntole que de qué   —68→   estaua triste; que si era por la ausencia de Sancho, que escuderos, dueñas y donzellas auia en su casa que le seruirian muy a satisfacion de su desseo.

«Verdad es, señora mia», respondio don Quixote, «que siento la ausencia de   -fol. 165v-   Sancho; pero no es essa la causa principal que me haze parecer que estoy triste, y de los muchos ofrecimientos que vuestra excelencia me haze solamente acepto y escojo el de la voluntad con que se me hazen; y en lo demas suplico a vuestra excelencia que dentro de mi aposento consienta y permita que yo solo sea el que me sirua.»

«En verdad», dixo la duquessa, «señor don Quixote, que no ha de ser assi: que le han de seruir quatro donzellas de las mias, hermosas como vnas flores.»

«Para mi», respondio don Quixote, «no seran ellas como flores, sino como espinas que me punzen el alma. Assi entrarán ellas en mi aposento, ni cosa que lo parezca, como bolar. Si es que vuestra grandeza quiere lleuar adelante el hazerme merced, sin yo merecerla, dexeme que yo me las aya conmigo y que yo me sirua de mis puertas adentro; que yo ponga vna muralla en medio de mis desseos y de mi honestidad, y no quiero perder esta costumbre por la liberalidad que vuestra alteza quiere mostrar conmigo. Y, en resolucion, antes dormire vestido que consentir que nadie me desnude.»

«¡No mas, no mas, señor don Quixote!»,   —69→   replicó la duquessa; «por mi digo que dare orden que ni aun vna mosca entre en su estancia, no que572 vna donzella; no soy yo persona que por mi se ha de descaualar la decencia del señor don Quixote; que, segun se me ha trasluzido, la que mas campea entre sus muchas virtudes es la de la honestidad. Desnudese vuessa merced y vistase a sus solas y a su modo, como y quando quisiere; que no aura quien lo impida, pues dentro de su aposento hallará los vasos necessarios al menester del que duerme a puerta cerrada, porque ninguna natural necessidad le obligue a que la abra. Viua mil siglos la gran Dulcinea del Toboso, y sea su nombre estendido por toda la redondez de la fierra, pues merecio ser amada de tan valiente y tan honesto cauallero, y los benignos cielos infundan en el coraçon de   -fol. 166r-   Sancho Pança, nuestro gouernador, vn desseo de acabar presto sus diciplinas, para que buelua a gozar el mundo de la belleza de tan gran señora.»

A lo qual dixo don Quixote:

«Vuestra altitud ha hablado como quien es; que en la boca de las buenas señoras no ha de auer ninguna573 que sea mala, y mas venturosa y mas conocida sera en el mundo Dulcinea por auerla alabado vuestra grandeza, que por todas las alabanças que puedan darle los mas eloquentes de la tierra.»

«Agora bien, señor don Quixote», replicó la duquessa, «la hora de cenar se llega y el duque deue de esperar; venga vuessa merced y   —70→   cenemos, y acostarase temprano; que el viage que ayer hizo de Candaya no fue tan corto, que no aya causado algun molimiento.

«No siento ninguno, señora», respondio don Quixote, «porque osaré jurar a vuestra excelencia que en mi vida he subido sobre bestia mas reposada, ni de mejor paso que Clauileño, y no se yo qué le pudo mouer a Malambruno para deshazerse de tan ligera y tan gentil caualgadura, y abrasarla assi, sin mas ni mas.»

«A esso se puede imaginar», respondio la duquessa, «que, arrepentido del mal que auia hecho a la Trifaldi y compañia, y a otras personas, y de las maldades574 que, como hechizero y encantador, deuia de auer cometido, quiso concluyr con todos los instrumentos de su oficio, y como a principal y que mas le traia dessassossegado, vagando de tierra en tierra, abrasó a Clauileño; que con sus abrasadas cenizas, y con el trofeo del cartel queda eterno el valor del gran don Quixote de la Mancha.»

De nueuo nueuas gracias dio don Quixote a la duquessa, y, en cenando don Quixote, se retiró en su oposento solo, sin consentir que nadie entrasse con el a seruirle: tanto se temia de encontrar ocasiones que le mouiessen o forçassen a perder el honesto decoro que a su señora Dulcinea guardaua, siempre puesta en la imaginacion la bondad de Amadis, flor y espejo de los andantes caualleros. Cerro tras si la   -fol. 166v-   puerta, y a la luz de dos velas de cera se desnudó, y al descalçarse -¡o desgracia indigna   —71→   de tal personal- se le soltaron, no su[s]piros, ni otra cosa que desacreditassen la limpieza de su policia, sino hasta dos dozenas de puntos de vna media, que quedó hecha zelosia. Afligiose en estremo el buen señor, y diera el por tener alli vn adarme de seda verde vna onça de plata; digo seda verde, porque las medias eran verdes.

Aqui exclamó Benengeli, y escriuiendo, dixo:

«¡O pobreza, pobreza, no se yo con qué razon se mouio aquel gran poeta cordoues, a llamarte dadiua santa desagradecida!575. Yo, aunque moro, bien se, por la comunicacion que he tenido con christianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fee, obediencia y pobreza; pero, con todo esso, digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere a contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dize vno de sus mayores santos: “Tened todas las cosas como si no las tuuiessedes”576, y a esto llaman pobreza de espíritu; pero tu, segunda pobreza, que eres de la que yo hablo, ¿por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos mas que con la otra gente? ¿Por qué los obligas a dar pantalia577 a los çapatos, y a que los botones de sus ropillas vnos sean de seda, otros de cerdas y otros de vidro? ¿Por qué sus cuellos, por la mayor parte, han de ser siempre escarolados, y no abiertos con molde?» Y en esto se echará de ver que es antiguo el vso del almidon y de los cuellos abiertos. Y prosiguió: «Miserable   —72→   del bien nacido que va dando pistos a su honra, comiendo mal, y a puerta cerrada, haziendo hipocrita al palillo de dientes578 con que sale a la calle despues de no auer comido cosa que le obligue a limpiarselos; miserable de aquel, digo, que tiene la honra espantadiza, y piensa que desde vna legua se le descubre el remiendo del çapato, el trassudor del sombrero, la hilaza del herreruelo y la hambre de su estomago!»

Todo esto se le renouo a don Quixote en la soltura de sus   -fol. 167r-   puntos; pero consolose con ver que Sancho le auia dexado vnas botas de camino, que penso ponerse otro dia.

Finalmente, el se recosto pensativo y pesaroso579, assi de la falta que Sancho le hazia, como de la inreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos aunque fuera con seda de otra color, que es vna de las mayores señales de miseria que vn hidalgo puede dar en el discurso de su prolixa estrecheza. Mató las velas, hazia calor y no podia dormir; leuantose del lecho y abrio vn poco la ventana de vna rexa que daua sobre un hermoso jardin, y al abrirla580, sintio y oyo que andaua y hablaua gente en el jardin. Pusose a escuchar atentamente; leuantaron la voz los de abaxo, tanto, que pudo oyr estas razones:

«No me porfies, o Emerencia, que cante, pues sabes que desde el punto que este forastero entró en este castillo, y mis ojos le miraron, yo no se cantar, sino llorar; quanto mas que el sueño de mi señora tiene mas de ligero que de   —73→   pessado, y no querria que nos hallasse aqui por todo el tesoro del mundo; y, puesto caso que durmiesse y no despertasse, en vano seria mi canto si duerme y no despierta para oyrle este nueuo581 Eneas, que ha llegado a mis regiones para dexarme escarnida582

«No des en esso, Altisidora amiga», respondieron; «que sin duda la duquessa y quantos ay en essa casa duermen, si no es el señor de tu coraçon y el despertador de tu alma; porque aora senti que abria la ventana de la reja de su estancia, y sin duda deue de estar despierto. Canta, lastimada mia, en tono baxo y suaue, al son de tu arpa, y quando la duquessa nos sienta, le echaremos la culpa al calor que haze.»

«No está en esso el punto, o Emerencia», respondio la Altisidora, «sino en que no querria que mi canto descubriesse mi coraçon y fuesse juzgada de los que no tienen noticia de las fuerças poderosas de amor por donzella antojadiza y liuiana. Pero venga lo que viniere; que mas vale verguença en cara que manzilla en coraçon.»

Y, en esto,   -fol. 167v-   sintio tocar vna harpa suauissimamente; oyendo lo qual quedó don Quixote pasmado, porque en aquel instante se le vinieron a la memoria las infinitas auenturas semejantes a aquella de ventanas, rejas y jardines, musicas, requiebros y desuanecimientos que en los sus desuanecidos libros de cauallerias auia leydo. Luego imaginó que alguna donzella de la duquessa estaua del enamorada, y que la   —74→   honestidad la forçaua a tener secreta su voluntad, temio no le rindiesse, y propuso en su pensamiento el no dexarse vencer; y, encomendandose de todo buen animo y buen talante a su señora Dulcinea del Toboso, determinó de escuchar la musica, y para dar a entender que alli estaua, dio vn fingido estornudo, de que no poco se alegraron las donzellas, que otra cosa no desseauan sino que don Quixote las oyesse.

Recorrida, pues, y afinada la harpa, Altisidora dio principio a este romance:


    ¡O tu, que estás en tu lecho,
entre sabanas de olanda,
durmiendo a pierna tendida
de la noche a la mañana,
   cauallero el mas valiente  5
que ha produzido la Mancha,
mas honesto y mas bendito
que el oro fino de Arabia!
   Oye a vna triste donzella,
bien crecida y mal lograda,  10
que en la luz de tus dos soles
se siente abrasar el alma.
   Tu buscas tus auenturas,
y agenas desdichas hallas;
das las feridas, y niegas  15
el remedio de sanarlas583.
   Dime, valeroso jouen,
que Dios prospere tus ansias,
si te criaste en la Libia,
o en las montañas de laca;  20
   si sierpes te dieron leche;
si a dicha fueron tus amas
la aspereza de las seluas
y el horror de las montañas.
—75→
   Muy bien puede Dulcinea,  25
donzella rolliza y sana,
preciarse de que ha rendido
a vna tigre y fiera braua.
-fol. 168r-
   Por esto sera famosa,
desde Henares a Xarama,  30
desde el Tajo a Mançanares,
desde Pisuerga hasta Arlanza.
    Trocárame584 yo por ella,
y diera encima vna saya
de las mas gayadas mias,  35
que de oro le adornan franjas.
    ¡O, quién se viera en tus braços,
o si no, junto a tu cama,
rascandote la cabeça,
y matandote la caspa585!  40
    Mucho pido, y no soy digna
de merced tan señalada:
los pies quisiera traerte;
que a vna humilde esto le basta.
   ¡O, qué de cofias te diera  45
qué de escarpines de plata,
qué de calças de damasco,
qué de herreruelos de olanda!
    ¡Qué de finissimas perlas,
cada qual como vna agalla,  50
que, a no tener compañeras,
las solas fueran llamadas!
   No mires de tu Tarpeya
este incendio que me abrasa,
Neron manchego del mundo,  55
ni le auiues con tu saña.
    Niña soy, pulzela tierna;
mi edad de quinze no passa;
catorze tengo y tres meses
te juro en Dios y en mi anima.  60
—76→
   No soy renca, ni soy coxa,
ni tengo nada de manca;
los cabellos, como lirios,
que, en pie, por el suelo arrastran.
   Y, aunque es mi boca aguileña,  65
y la nariz algo chata,
ser mis dientes de topacios
mi belleza al cielo ensalça.
    Mi voz, ya ves, si me escuchas,
que a la que es mas dulce yguala,  70
y soy de disp[o]sicion
algo menos que mediana.
    Estas y otras gracias miras586:
son despojos de tu aljaua;
desta casa soy donzella,  75
y Altisidora me llaman.

Aqui dio fin el canto de la malferida Altisidora, y començo el asombro del requirido don Quixote, el qual, dando vn gran suspiro, dixo entre si:

  -fol. 168v-  

«¡Que tengo de ser tan desdichado andante, que no ha de auer donzella que me mire que de587 mi no se enamore! ¡Que tenga de ser tan corta de ventura la sin par Dulcinea del Toboso, que no la han de dexar a solas gozar de la incomparable firmeza mia! ¿Qué la quereis, reynas? ¿A qué la perseguis, emperatrizes? ¿Para qué la acosays, donzellas de a catorze a quinze años? Dexad, dexad a la miserable que triunfe, se goze y vfane con la suerte que amor quiso darle en rendirle mi coraçon y entregarle mi alma. Mirad, caterba enamorada, que para sola Dulcinea soy de masa y de alfenique588, y para todas las demas soy de pedernal; para   —77→   ella589 soy miel, y para vosotras azibar; para mi sola Dulcinea es la hermosa, la discreta, la honesta, la gallarda y la bien nacida, y las demas, las feas, las necias, las liuianas y las de peor linage; para ser yo suyo, y no de otra alguna, me arrojó la naturaleza al mundo. Llore o cante Altisidora, desesperese madama por quien me aporrearon en el castillo del moro encantado; que yo tengo de ser de Dulcinea, cozido o asado590, limpio, bien criado y honesto, a pesar de todas las potestades hechizeras de la tierra.»

Y, con esto, cerro de golpe la ventana, y, despechado y pesaroso, como si le huuiera acontecido alguna gran desgracia, se acosto en su lecho, donde le dexaremos por aora, porque nos está llamando el gran Sancho Pança, que quiere dar principio a su famoso gouierno.



  —78→  

ArribaAbajoCapitulo XLV

De cómo el gran Sancho Pança tomó la possesion de su insula, y del modo que començo a gouernar


¡O perpetuo descubridor de los antipodas, hacha del mundo, ojo del cielo, meneo dulce de las cantimploras591, Timbrio aqui, Febo alli, tirador aca, medico aculla, padre de la poesia, inuentor de la musica, tu que siempre sales   -fol. 169r-   y aunque lo parece, nunca te pones! ¡A ti digo, o sol, con cuya ayuda el hombre engendra al hombre!592: a ti digo que me fauorezcas y alumbres la escuridad de mi ingenio, para que pueda discurrir por sus puntos en la narracion del gouierno del gran Sancho Pança; que, sin ti, yo me siento tibio, desmaçalado y confuso.

Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a vn lugar de hasta mil vezinos, que era de los mejores que el duque tenia; dieronle a entender que se llamaua la insula Barataria, o ya porque el lugar se llamaua Baratario, o ya por el barato con que se le auia dado el gouierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada, salio el regimiento del pueblo a recebirle; tocaron las campanas, y todos los vezinos dieron muestras de general alegria, y con mucha pompa le lleuaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego, con algunas ridiculas ceremonias, le entregaron las   —79→   llaues del pueblo, y le admitieron por perpetuo gouernador de la insula Barataria.

El trage, las barbas, la gordura y pequeñez del nueuo gouernador tenia admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabia, y aun a todos los que lo593 sabian, que eran muchos. Finalmente, en sacandole de la iglesia, le lleuaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella, y el mayordomo del duque le dixo:

«Es costumbre antigua en esta insula, señor gouernador, que el que viene a tomar possession desta famosa insula está obligado a responder a vna pregunta que se le hiziere, que sea algo intricada y dificultosa, de cuya respuesta el pueblo toma y toca el pulso del ingenio de su nueuo gouernador; y, assi, o se alegra, o se entristeze con su venida.»

En tanto que el mayordomo dezia esto a Sancho, estaua el mirando vnas grandes y muchas letras que en la pared frontera de su silla estauan escritas, y como el no sabia leer, preguntó que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estauan; fuele respondido:

«Señor, alli   -fol. 169v-   está escrito y notado el dia en que vuessa señoria tomó possession desta insula, y dize el epitafio594: «Oy dia, a tantos de tal mes y de tal año, tomó la possession desta insula el señor don Sancho Pança, que muchos años la goze.»

«Y ¿a quién llaman don Sancho Pança?», preguntó Sancho.

«A vuessa señoria», respondio el mayordomo;   —80→   «que en esta insula no ha entrado otro Pança, sino el que está sentado en essa silla.»

«Pues aduertid, hermano», dixo Sancho, «que yo no tengo don, ni en todo mi linage le ha auido: Sancho Pança me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi aguelo, y todos fueron Panças sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta insula deue de auer mas dones que piedras; pero basta, Dios me entiende, y podra ser que si el gouierno me dura quatro dias, yo escardaré estos dones, que por la muchedumbre deuen de enfadar como los mosquitos. Passe adelante con su pregunta el señor mayordomo; que yo respondere lo mejor que supiere, ora se entristezca, o no se entristezca el pueblo.»

A este instante entraron en el juzgado dos hombres, el vno vestido de labrador, y el otro de sastre, porque traia vna[s] tijeras en la mano; y el sastre dixo:

«Señor gouernador, yo y este hombre labrador venimos ante vuessa merced en razon que este buen hombre llegó a mi tienda ayer -que yo, con perdon de los presentes, soy sastre examinado, que Dios sea bendito-, y, poniendome vn pedaço de paño en las manos, me pr[e]guntó: «Señor, ¿auria en este595 paño harto para hazerme vna caperuza?» Yo, tanteando el paño, le respondi que si; el deuiose de imaginar, a lo que yo imagino, e imaginé bien, que, sin duda, yo le queria hurtar alguna parte del paño, fundandose en su malicia y en la   —81→   mala opinion de los sastres; y replicome que mirasse si auria para dos. Adiuinele el pensamiento, y dixele que si; y el, cauallero en su dañada y primera intencion, fue añadiendo caperuzas, y yo añadiendo sies, hasta que llegamos a cinco caperuzas, y aora en este punto acaba de venir por ellas; yo se las doy, y no me quiere pagar la hechura; antes me pide que le pague o buelua su paño.»

«¿Es todo esto assi, hermano?» preguntó Sancho.

«Si señor», respondio el hombre; «pero hagale   -fol. 170r-   vuessa merced que muestre las cinco caperuzas que me ha hecho.»

«De buena gana», respondio el sastre.

Y, sacando encontinente la mano debaxo del herreruelo, mostro en ella cinco caperuzas puestas en las cinco cabeças de los dedos de la mano, y dixo:

«E aqui las cinco caperuzas que este buen hombre me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño, y yo daré la obra a vista de veedores del oficio.»

Todos los presentes se rieron de la multitud de las caperuzas, y del nueuo pleyto. Sancho se puso a considerar vn poco, y dixo:

«Pareceme que en este pleyto no ha de auer largas dilaciones, sino juzgar luego a juyzio de buen varon, y, assi, yo doy por sentencia que el sastre pierda las hechuras, y el labrador el paño, y las caperuzas se lleuen a los presos de la carcel, y no aya mas.»

  —82→  

Si la sentencia passada596 de la bolsa del ganadero mouio a admiracion a los circunstantes, esta les prouocó a risa; pero, en fin, se hizo lo que mandó el gouernador; ante el qual se presentaron dos hombres ancianos, el vno traia vna cañaheja por baculo, y el sin baculo dixo:

«Señor, a este buen hombre le presté dias ha 10 escudos de oro en oro, por hazerle plazer y buena obra, con condicion que me los boluiesse quando se los pidiesse. Passaronse muchos dias sin pedirselos, por no ponerle en mayor necessidad, de boluermelos, que la que el tenia quando yo se los presté: pero por parecerme que se descuydaua en la paga, se los he pedido vna y muchas vezes, y no solamente no me los buelue, pero me los niega, y dize que nunca tales 10 escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha buelto. Yo no tengo testigos ni del prestado, ni de la buelta, porque no me los ha buelto. Querria que vuessa merced le tomasse juramento y, si jurare que me los ha buelto, yo se los perdono para aqui y para delante de Dios.»

«¿Qué dezys vos a esto, buen viejo del baculo?», dixo Sancho.

A lo que dixo el viejo:

«Yo, señor, confiesso que me los prestó, y baxe vuessa merced essa vara, y, pues el lo dexa en mi juramento, yo juraré como se los he buelto y pagado real y verdaderamente.»

  —83→  

Baxó el gouernador la vara, y, en tanto, el viejo del baculo   -fol. 170v-   dio el baculo al otro viejo, que se le tuuiesse en tanto que juraua, como si le embaraçara mucho, y luego puso la mano en la cruz de la vara, diziendo que era verdad, que se le auian prestado aquellos diez escudos que se le pedian; pero que el se los auia buelto de su mano a la suya, y que por no caer en ello se los boluia a pedir por momentos. Viendo lo qual el gran gouernador, preguntó al acreedor qué respondia a lo que dezia su contrario; y dixo que sin duda alguna su deudor deuia de dezir verdad, porque le tenia por hombre de bien y buen christiano, y que a el se le deuia de auer oluidado el cómo y quándo se los auia buelto, y que desde alli en adelante jamas le pidiria nada. Tornó a tomar su baculo el deudor, y, baxando la cabeça, se salio del juzgado. Visto lo qual Sancho, y que sin mas ni mas se yua, y viendo tambien la paciencia del demandante, inclinó la cabeça sobre el pecho, y, poniendose el indice de la mano derecha sobre las cejas y las narizes, estuuo como pensatiuo vn pequeño espacio, y luego alçó la cabeça y mandó que le llamassen al viejo del baculo, que ya se auia ydo. Truxeronsele, y, en viendole Sancho, le dixo:

«Dadme, buen hombre, esse baculo; que le he menester.»

«De muy buena gana», respondio el viejo: «ele aqui, señor.»

Y pusosele en la mano.

  —84→  

Tomole Sancho, y, dandosele al otro viejo, le dixo:

«Andad con Dios, que ya vais pagado.»

«¿Yo, señor?», respondio el viejo. «Pues ¿vale esta cañaheja 10 escudos de oro?»

«Si», dixo el gouernador, «o si no, yo soy el mayor porro del mundo, y aora se vera si tengo yo caletre para gouernar todo vn reyno.»

Y mandó que alli delante de todos se rompiesse y abriesse la caña. Hizose assi, y en el coraçon della hallaron 10 escudos en oro.

Quedaron todos admirados, y tuuieron a su gouernador por vn nueuo Salomon. Preguntaronle de dónde auia colegido que en aquella cañaheja estauan aquellos 10 escudos, y respondio que de auerle visto dar el viejo que juraua, a su contrario, aquel baculo en tanto que hazia el juramento, y jurar que se los auia dado real y verdaderamente,   -fol. 171r-   y que, en acabando de jurar, le tornó a pedir el baculo, le vino a la imaginacion que dentro del estaua la paga de lo que pedian. De donde se podia colegir que los que gouiernan, aunque sean vnos tontos, tal vez los encamina Dios en sus juyzios; y mas, que el auia oydo contar otro caso como aquel al cura de su lugar, y que el tenia tan gran memoria, que a no oluidarsele todo aquello de que queria acordarse, no huuiera tal memoria en toda la insula. Finalmente, el vn viejo corrido, y el otro pagado, se fueron, y los presentes quedaron admirados. Y el que escriuia las palabras, hechos y mouimientos   —85→   de Sancho, no acabaua de determinarse si le tendria y pondria por tonto, o por discreto597.

Luego, acabado este pleyto, entró en el juzgado vna muger, assida fuertemente de vn hombre vestido de ganadero rico, la qual venia dando grandes vozes, diziendo:

«¡Iusticia, señor gouernador, iusticia, y si no la hallo en la tierra, la yre a buscar al cielo! Señor gouernador de mi anima, este mal hombre me ha cogido en la mitad desse campo, y se ha aprouechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lauado, y, desdichada de mi, me ha lleuado lo que yo tenia guardado mas de veynte y tres años ha, defendiendolo de moros y christianos, de naturales y estrangeros, y yo, siempre dura como vn alcornoque, conseruandome entera como la salamanquesa en el fuego, o como la lana entre las çarças, para que este buen hombre llegasse aora con sus manos limpias a manosearme.»

«Aun esso está por aueriguar, si tiene limpias o no las manos este galan», dixo Sancho.

Y, boluiendose al hombre, le dixo qué dezia y respondia a la querella de aquella muger; el qual, todo turbado, respondio:

«Señores, yo soy vn pobre ganadero de ganado de cerda, y esta mañana salia deste lugar, de vender, con perdon sea598 dicho, quatro puercos, que me lleuaron de alcaualas y socaliñas poco menos de lo que ellos valian; boluiame a mi aldea, topé en el camino a esta   —86→   buena dueña, y   -fol. 171v-   el diablo, que todo lo añasca y todo lo cueze, hizo que yogassemos juntos; paguele lo soficiente, y ella, mal contenta, assio de mi, y no me ha dexado hasta traerme a este puesto. Dize que la forçe, y miente, para el juramento que hago o pienso hazer; y esta es toda la verdad, sin faltar meaja.»

Entonces el gouernador le preguntó si traia consigo algun dinero en plata. El dixo que lo hasta veynte ducados tenia en el seno en vna bolsa de cuero; mandó que la sacasse y se la entregasse assi como estaua a la querellante; el lo hizo temblando, tomola [la] muger, y, haziendo mil zalemas a todos, y, rogando a Dios por la vida y salud del señor gouernador, que assi miraua por las huerfanas menesterosas y donzellas; y599, con esto, se salio del juzgado, lleuando la bolsa assida con entrambas manos, aunque primero miró si era de plata la moneda que lleuaua dentro.

Apenas salio, quando Sancho dixo al ganadero, que ya se le saltauan las lagrimas, y los ojos y el coraçon se yuan tras su bolsa:

«Buen hombre, yd tras aquella muger, y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y bolued aqui con ella.»

Y no lo dixo a tonto ni a sordo, porque luego partio como vn rayo y fue a lo que se le mandaua. Todos los presentes estauan suspensos, esperando el fin de aquel pleyto, y de alli [a] poco boluieron el hombre y la muger, mas assidos y aferrados que la vez primera,   —87→   ella la saya leuantada, y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitarsela, mas no era possible, segun la muger la defendia, la qual daua vozes, diziendo:

«¡Justicia de Dios, y del mundo! ¡Mire vuessa merced, señor gouernador, la poca verguença y el poco temor deste desalmado, que en mitad de poblado y en mitad de la calle me ha querido quitar la bolsa que vuessa merced mandó darme!»

«Y ¿haosla quitado?», preguntó el gouernador.

«¿Cómo quitar?», respondio la muger; «antes me dexara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña; otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desuenturado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, maços y escoplos no seran   -fol. 172r-   bastantes a sacarmela de las vñas, ni aun garras de leones; antes el anima de en mitad en mitad de las carnes!»

«Ella tiene razon», dixo el hombre, «y yo me doy por rendido y sin fuerças, y confiesso que las mias no son bastantes para quitarsela, y déxola600

Entonces el gouernador dixo a la muger:

«Mostrad, honrada y valiente, essa bolsa.»

Ella se la dio luego, y el gouernador se la boluio al hombre y dixo a la esforçada, y no forçada:

«Hermana mia, si el mismo aliento y valor que aueis mostrado para defender esta bolsa le mostrarades, y aun la mitad menos, para defender   —88→   vuestro cuerpo, las fuerças de Hercules no os hizieran fuerça; andad con Dios y mucho de en hora mala, y no pareis en toda esta insula ni en seys leguas a la redonda, so pena de docientos açotes. ¡Andad luego, digo, churrillera601, desuergonçada y embaydora!»

Espantose la muger y fuesse cabizbaxa y mal contenta, y el gouernador dixo al hombre:

«Buen hombre, andad con Dios a vuestro lugar con vuestro dinero, y de aqui adelante, si no le quereis perder, procurad que no os venga602 en voluntad de yogar con nadie.»

El hombre le dio las gracias lo peor que supo y fuesse, y los circunstantes quedaron admirados de nueuo de los juyzios y sentencias de su nueuo gouernador603. Todo lo qual notado de su coronista fue luego escrito al duque, que con gran desseo lo estaua esperando.

Y quedese aqui el buen Sancho; que es mucha la priessa que nos da su amo, alboroçado con la musica de Altisidora.



  —89→  

ArribaAbajoCapitulo XLVI

Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibio don Quixote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora


Dexamos604 al gran don Quixote embuelto en los pensamientos que le auia605 causado la musica de la enamorada donzella Altisidora. Acostose con ellos, y como si fueran pulgas, no le dexaron dormir ni sossegar un punto, y juntauansele los que le faltauan de sus medias; pero como   -fol. 172v-   es ligero el tiempo y no ay barranco que le detenga, corrio cauallero en las horas, y con mucha presteza llegó la de la mañana. Lo qual visto por don Quixote, dexó las blandas plumas, y no nada perezoso, se vistio su acamuçado vestido y se calçó sus botas de camino, por encubrir la desgracia de sus medias; arrojose encima su manton de escarlata y pusose en la cabeça vna montera de terciopelo verde, guarnecida de pasamanos de plata, colgo el taheli de sus ombros con su buena y tajadora espada, assio vn gran rosario que consigo contino traia, y, con gran prosopopeya y contoneo salio a la antesala, donde el duque y la duquessa estauan ya vestidos y como esperandole, y al passar por vna galeria, estauan aposta esperandole Altisidora y la otra donzella su amiga; y assi como Altisidora vio a don Quixote, fingio desmayarse, y su amiga la recogio en sus faldas, y con gran presteza la yua a   —90→   desabrochar el pecho. Don Quixote que lo vio, llegandose a ellas, dixo:

«Ya se yo de qué proceden estos accidentes.»

«No se yo de qué», respondio la amiga, «porque Altisidora es la donzella mas sana de toda esta casa, y yo nunca la he sentido vn ¡ay! en quanto ha que la conozco; que mal ayan quantos caualleros andantes ay en el mundo, si es que todos son desagradecidos. Vayase vuessa merced, señor don Quixote; que no boluera en si esta pobre niña en tanto que vuessa merced aqui estuuiere.

A lo que respondio don Quixote:

«Haga vuessa merced, señora, que se me ponga vn laud esta noche en mi aposento; que yo consolaré lo mejor que pudiere a esta lastimada donzella; que en los principios amorosos los desengaños prestos suelen ser remedios calificados.»

Y, con esto, se fue, por que no fuesse notado de los que alli le viessen. No se huuo bien apartado, quando, boluiendo en si la desmayada Altisidora, dixo a su compañera:

«Menester sera que se le ponga el laud; que sin duda don Quixote quiere darnos musica, y no sera mala, siendo suya.»

Fueron luego   -fol. 173r-   a dar cuenta a la duquessa de lo que passaua, y del laud que pedia don Quixote, y ella, alegre sobremodo, concerto606 con el duque y con sus donzellas de hazerle vna burla que fuesse mas risueña que dañosa, y   —91→   con mucho contento esperauan la noche, que se vino tan apriessa como se auia venido el dia, el qual passaron los duques en sabrossas platicas con don Quixote. Y la duquessa aquel dia real y verdaderamente despachó a vn page suyo, que auia hecho en la selua la figura encantada de Dulcinea, a Teresa Pança, con la carta de su marido Sancho Pança, y con el lio de ropa que auia dexado para que se le embiasse, encargandole le tru[x]esse buena relacion de todo lo que con ella passasse.

Hecho esto, y llegadas las onze horas de la noche, halló don Quixote vna vihuela en su aposento; templola, abrio la rexa, y sintio que andaua gente en el jardin, y, auiendo recorrido los trastes de la vihuela, y afinandola lo mejor que supo, escupio y remondose el pecho, y luego, con vna voz ronquilla aunque entonada, cantó el siguiente romance, que el mismo aquel dia auia compuesto:


   Suelen las fuerças de amor
sacar de quicio a las almas,
tomando por instrumento
la ociosidad descuydada.
   Suele el coser y el labrar  5
y el estar siempre ocupada
ser antidoto al veneno
de las amorosas ansias.
   Las donzellas recogidas
que aspiran a ser casadas...  10
la honestidad es la dote
y voz de sus alabanças.
—92→
   Los andantes caualleros
y los que en la Corte andan
requiebranse con las libres;  15
con las honestas se casan.
   Ay amores de Leuante,
que entre huespedes se tratan,
que llegan presto al Poniente,
porque en el partirse acaban.  20
   El amor recien venido
que oy llegó, y se va mañana,
las imagines no dexa
bien impressas en el alma.
-fol. 173v-
    Pintura sobre pintura,  25
ni se muestra ni señala;
y do ay primera belleza,
la segunda no haze baça.
    Dulcinea del Toboso
del alma en la tabla rasa  30
tengo pintada, de modo
que es impossible borrarla.
   La firmeza en los amantes
es la parte mas preciada,
por quien haze Amor milagros,  35
y assi607 mesmo los leuanta.

Aqui llegaua don Quixote de su canto, a quien estauan escuchando el duque y la duquessa, Altisidora y casi toda la gente del castillo, quando de improuiso, desde encima de vn corredor que sobre la rexa de don Quixote a plomo caia, descolgaron vn cordel donde venian mas de cien [cen]cerros assidos, y luego tras ellos derramaron vn gran saco de gatos, que assimismo traian cencerros menores atados a las colas. Fue tan grande el ruydo de los cencerros y el mayar de los gatos, que aunque   —93→   los duques auian sido inuentores de la burla, todavia les sobresaltó, y, temeroso don Quixote, quedó pasmado; y quiso la suerte que dos o tres gatos se entraron por la rexa de su estancia, y, dando de vna parte a otra, parecia que vna region608 de diablos andaua en ella. Apagaron las velas que en el aposento ardian, y andauan buscando por do escaparse; el descolgar y subir del cordel de los grandes cencerros no cessaua; la mayor parte de la gente del castillo, que no sabia la verdad del caso, estaua suspensa y admirada.

Leuantose don Quixote en pie, y, poniendo mano a la espada, començo a tirar estocadas por la rexa y a dezir a grandes vozes:

«¡Afuera malignos encantadores, afuera canalla hechizeresca; que yo soy don Quixote de la Mancha, contra quien no valen ni tienen fuerça vuestras malas intenciones!»

Y, boluiendose a los gatos que andauan por el aposento, les tiró muchas cuchilladas; ellos acudieron a la rexa, y por alli se salieron, aunque vno, viendose tan acosado de las cuchilladas de don Quixote, le saltó al rostro y le assio de las narizes con las vñas y los dientes, por cuyo dolor don Quixote començo a dar los mayores gritos que pudo.   -fol. 174r-   Oyendo lo qual el duque y la duquessa, y considerando lo que podia ser, con mucha presteza acudieron a su estancia, y, abriendo con llaue maestra, vieron al pobre cauallero pugnando con todas sus fuerças por arrancar el gato de su rostro. Entraron con   —94→   luzes, y vieron la desigual pelea; acudio el duque a despartirla, y don Quixote dixo a vozes:

«¡No me le quite nadie, dexenme mano a mano con este demonio, con este hechizero, con este encantador; que yo le dare a entender de mi a el, quién es don Quixote de la Mancha!»

Pero el gato, no curandose destas amenazas, gruñia y apretaua; mas, en fin, el duque se le desarraygó y le echó por la rexa.

Quedó don Quixote acriuado el rostro y no muy sanas las narizes, aunque muy despechado porque no le auian dexado fenecer la batalla que tan trabada tenia con aquel malandrin encantador. Hizieron traer azeyte de Aparicio609, y la misma Altisidora, con sus blanquis[i]mas manos, le puso vnas vendas por todo lo herido, y, al ponerselas, con voz baxa le dixo:

«Todas estas malandanças te suceden, empedernido cauallero, por el pecado de tu dureza y pertinacia; y plega a Dios que se le oluide a Sancho tu escudero el agotarse, porque nunca salga de su encanto esta tan amada tuya Dulcinea, ni tu la610 gozes, ni llegues a talamo con ella, a lo menos viuiendo yo, que te adoro.»

A todo esto no respondió don Quixote otra palabra, si no fue dar un profundo suspiro, y luego se tendio en su lecho, agradeciendo a los duques la merced, no porque el tenia temor de aquella canalla gatesca, encantadora y cencerruna, sino porque auia conocido la buena   —95→   intencion con que auian venido a socorrerle. Los duques le dexaron sossegar y se fueron pesarosos del mal sucesso de la burla; que no creyeron que tan pesada y costosa le saliera a don Quixote aquella auentura: que le costo cinco dias de encerramiento y de cama, donde le sucedio otra auentura mas gustosa que la pasada, la qual no quiere su historiador contar aora, por acudir a Sancho Pança, que andaua muy solicito y muy gracioso en su gouierno.