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El presente trabajo constituye una versión parcial y sumaria de un libro en preparación. Las citas extraídas de los Comentarios Reales llevarán la notación correspondiente a la Parte, Libro y Capítulo en cifras romanas. Los nombres en quechua que no deriven de citas y referencias directas a textos seguirán la ortografía del Alfabeto Oficial de 1975 revisada por el Primer Taller de Escritura Quechua y Aymara en 1983.

 

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Un resumen de la discusión sobre el tema de la «historicidad» del Inca Garcilaso puede verse en Sáenz de Santa María (1960), incluyendo los debates iniciales desde fines del siglo XIX. Un recuento de los debates más recientes está aún por hacerse, pero tratan el tema con suficiente solvencia Pease (1984) y Durand (1990) en favor de la veracidad de algunas informaciones contenidas en los Comentarios.

 

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Abreviemos con una lista de textos indispensables el estudio de la tradición europea en los Comentarios: para hablar de la historiografía y el estilo renacentista de la narración histórica, pueden verse Arocena (1949), Durand (1948, 1988 y 1988a), Crowley (1971), Rodríguez-Vecchini (1982, aunque directamente relacionado con La Florida y su sistema de argumentación mediante fuentes orales y escritas anteriores, tema que se aplica también para los Comentarios) y Pailler (1992 y 1994, sobre la semejanza de ciertos pasajes de los Comentarios con algunas historias del mundo clásico greco-latino). Para hablar de la concepción neoplatónica, Ibérico (1939), Durand (1988), Miró Quesada (Cap. V), Jákfalvi-Leyva (1984, a partir sobre todo de la traducción de los Diálogos de amor) y MacCormack (1990, especialmente el Capítulo VIII, sobre el sistema religioso incaico en los Comentarios). Para hablar del saber filológico, Durand (1949), Miró-Quesada (Cap. VIII) y Zamora (Caps. I-IV), y de la tradición agustiniana, Duviols (1964). Por último, para hablar de la literatura de los anticuarios venecianos, Asensio (1954); de las alusiones bíblicas, Ilgen (1974); y de la tradición utópica, Menéndez y Pelayo (1913, t. II: 145-148), Cox (1965; Cap. 3) Durán Luzio (1976) y Zamora (Cap. VI). Naturalmente, esta lista no agota los temas nombrados, pero sirve como material básico e inevitable para desarrollos más globalizadores y para una clasificación inicial de la crítica garcilacista más difundida hasta el momento.

 

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Cito a Durand para apreciar así el alcance de sus afirmaciones:

Tengo el convencimiento de que, en un principio, el Inca Garcilaso no redactó los Comentarios Reales en la parte referente a la historia política de las conquistas y guerras de los Incas, sino que todo ello fueron adiciones posteriores. Creo que esto puede echar mucha luz, en el futuro, acerca de la estructura literaria de la obra. Puede explicar, además, por qué la obra tiene un interés de lectura desigual y hasta una técnica narrativa distinta. Me baso en una carta-dedicatoria a Felipe II, fechada en las Posadas, en el año de 1589, en la cual dice el Inca Garcilaso: 'Concluida esta relación de la Florida, entenderé en dar otra de las costumbres, ritos y ceremonias que, en la gentilidad de los Incas, señores que fueron del Pirú, se guardaban en sus reinos, para que Vuestra Majestad las lea desde su origen y principios'. Quiere decir [...] que no habla de la conquista, como lo hablará después, cuando en La Florida [1605], en el Proemio, anuncia los Comentarios Reales, y dice que viene 'trabajando, forjando y limando la del Perú, del origen de los reyes Incas, de sus antiguallas, idolatrías y conquistas, sus leyes y el orden de su gobierno en paz y en guerra'. Hay, pues, un complicado proceso en la elaboración de su obra, proceso que es necesario estudiar.


(1955: 76-77, itálicas en el original)                


La hipótesis se corrobora con un pasaje de los Diálogos de Amor, el primer libro escrito (o traducido, más bien) por Garcilaso a partir de la versión existente en italiano del filósofo judío Jehudah Abarbanel, más conocido en España como León Hebreo. Publicados en 1590, los Diálogos llevan otra dedicatoria a Felipe II (fechada en Montilla en 1586) en la cual se anuncia el plan inicial de los posteriores Comentarios, señalándose que «pretendo passar adelante a tratar sumariamente de la cõquista de mi tierra, alargándome mas en las costumbres, ritos, y cerimonias della, y en sus antiguallas» (f. s/n). No se menciona, pues, un plan que contenga el relato sobre las expansiones y conquistas de los incas sobre los territorios que más tarde formarían parte del Tawantinsuyu.

 

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A pesar de la mayor cercanía que ofrecen la Suma... de Betanzos y la Ynstruçion... de Titu Cusi Yupanqui con respecto a un supuesto original oral o recitado, que Lienhard (1989), por su lado, llama «homenaje ritual al inca», tales textos constituyen un conjunto de entrecruzamientos discursivos en que las voces de los traductores y escribientes (como en el caso de la Ynstruçion...) aparecen frecuentemente y hacen difícil discernir lo que había constituido exclusivamente el cantar «épico» del que partieron. Se trata, más bien, como el mismo Lienhard señala en 1992, de textos «amestizados» que sirven para ilustrar un proceso más complejo que el de la simple traducción literal. Por otro lado, aunque la existencia de los llamados cantares o poemas históricos incaicos es un tema de polémica aún no cerrada, conviene apuntar que la hipótesis acerca de su existencia, sobre todo la que relaciona su estructuración a partir de la ayuda mnemotécnica de quipus, propone sus funciones políticas inmediatas y su naturaleza eminentemente ritual, y por lo tanto muy distinta de la que conocemos de los cantares de gesta europeos o los poemas orales del mundo clásico que derivaron siglos más tarde en las versiones escritas de los cantos homéricos, por ejemplo (v. especialmente el artículo de F. Lisi citado en la Bibliografía). Para una discusión sobre el uso del quipu como sistema de ayuda a la memoria histórica y no sólo estadística o numérica puede verse Radicati di Primeglio 1984.

 

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Tales capítulos son, en el Libro I, los números 15 a 25 (relativos a las conquistas de Manco Capac); en el Libro II, el número 16 (relativo a Sinchi Roca) y los números 17 a 20 (relativos a Lloque Yupanqui); en el Libro III, los Capítulos 1 a 9 (relativos a Mayta Capac) y 10 a 15 (relativos a Capac Yupanqui); en el Libro IV, los Capítulos 15 a 19 (relativos a Inca Roca) y 20 a 24 (relativos a Yahuar Huacac); en el Libro V, los Capítulos 17 a 20 y 25 a 29 (relativos al Inca Viracocha); en el Libro VI, los Capítulos 10 al 9 y 29 a 36 (relativos a Pachacutec); en el Libro VII, los capítulos 13 a 20 (relativos a Inca Yupanqui); en el Libro VIII, los Capítulos 1 a 8 (también relativos a Inca Yupanqui); y en el Libro IX, los Capítulos 1 a 15 (relativos a Huayna Capac). La numeración en arábigos, como resulta obvio, obedece sólo a criterios operativos para la lista ofrecida.

 

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El dato parece ser plenamente cierto al menos para el caso de la Segunda Parte, según revela Durand:

No sólo es 'muy probable que su hijo -Diego de Vargas- o Sevillano le sirviesen de pendolistas' a Garcilaso. Refiriéndose a Diego dice un contemporáneo suyo, Íñigo Córdova Ponce de León: 'murió de más de 70 años y juzgo que fue en el de 1652; cuando moço trató de la valentia, después le vi recogido y compuesto; díjome muchas veces q. él habla escrito [«copiado»] los Coments. Rs. q. son los libros que su padre Garcilaso abía escrito de la Indias y q. él [Diego] los había escrito todos de su mano'. El pasaje es ambiguo, pero queda aclarado si recordamos que en su vejez Garcilaso no podía escribir «por temblalle la mano».


(Durand, «Respuesta» a Migliorini y Olschki 1948: 168)                


Este «temblalle la mano» aparece en un documento del 20 de agosto de 1615, ocho meses antes de su muerte, según menciona Durand a partir de los documentos inéditos que publica José de la Torre y del Cerro (1935), en que se basa Durand para su propia «Biblioteca del Inca» (1948). Añade Durand que:

En un grabado facsimilar del documento núm. 120 de esta misma colección [de Torre y Cerro sobre Garcilaso], fechado en mayo de 1615, puede verse lo temblona que era la letra del Inca, como también en otro grabado, correspondiente al documento núm. 94, junio de 1609, es decir, del tiempo en que el Inca escribía su Historia general del Perú.


(Durand 1948: 242)                


 

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A esto se añade el hecho en la edición de Rosenblat de un uso injustificado de las mayúsculas, que convierten a «nuestro padre el Sol» y a «su dios» del original en «Nuestro Padre el Sol» y «su Dios», por lo que el deslizamiento semántico hacia referentes cristianos se facilita enormemente (de «Nuestro Padre» al «Padre Nuestro» hay sólo una metátesis sememática de por medio). En este pasaje de los Comentarios de 1609, además, el único «Dios» con mayúscula es el cristiano. Esto puede llevar en las ediciones modernas a una lectura que privilegie en el fragmento citado el sentido de la cristianización de los incas y la importancia del Sol como divinidad mayor del panteón presentado en los Comentarios. Ante tal interpretación conviene preguntarse siempre qué edición se está leyendo, y si no se están interpolando significados generales, aunque relativos, de la obra a aspectos particulares que merecen una atención más individual.

 

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Es cierto que muchas ediciones del XVI y el XVII abundan en una distribución arbitraria de signos de puntuación. En este sentido, cabe siempre preguntarse qué tanto control pudo tener Garcilaso sobre las pruebas de galera en las que su manuscrito (enviado de Córdoba a Lisboa, y que no ha sobrevivido hasta nuestros días, que se sepa) quedó convertido luego de la redacción y corrección de la obra. Muchas veces, los copistas y tipeadores alteraban los manuscritos a su disposición, y esto motiva la profusión de comas y dos puntos que también se encuentra en cualquiera de las primeras ediciones de las historias de Gómara, Román, Acosta, Cieza y otros, que sirvieron de fuente escrita directa para los Comentarios. Sin embargo, un análisis detenido permite ver que la distribución prosódica de los textos de estos autores raramente coincide con las resonancias paralelísticas que aquí señalamos. Si bien muchos otros pasajes de los Comentarios cuentan con esta abundancia de signos de puntuación, es demasiado curiosa la coincidencia que para los capítulos «guerreros» funciona convenientemente según las resonancias de un recitado ficcionalmente «incaico».

 

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En este sentido, los estudios de Husson (1985 y 1993) sobre las características de la poesía quechua a partir de los textos citados por Waman Puma en su Nueva coronica, resultan una referencia imprescindible. Dada la transcripción en quechua de numerosos poemas en el texto de Waman Puma, resulta posible proponer, como hace Husson, una serie de características que son propias del arte verbal andino prehispánico. Como rasgo más notorio aparece precisamente el de la organización de la poesía quechua en pares o «dobletes» de complementariedad sintáctico/semántica. Para desarrollar sólo un ejemplo, citaremos el caso de los fragmentos de un poema analizado y traducido por Husson, en el cual los dobletes se presentan con elementos paralelos en su interior, de los cuales el segundo desarrolla o implica una ligera variación del primero:

Unuy rirpu llullan kanki [Cual] reflejo de las aguas, eres ilusión
Yakuy rirpu pallqun kanki [Cual] reflejo de las linfas, eres apariencia

Chay asiq nawi[y]kita yuyarispa utinipuni Al pensar en tus ojos risueños, me quedo atónito
Chay puqllay nawi[y]kita yuyarispa Al pensar en tus ojos risueños, caigo
unquyman chayani enfermo

Unuy wiqillam apariwan, Oleadas de lágrimas me llevan,
Yakuy parallam pusariwan, Torrentes de lluvia me arrastran,

Chay llikllaykita rikuykuspa, Al acordarme de tu manta,
Chay aqsuykita qawaykuspa. Al recordar tu saya.
(Husson 1993: 65-66; los fragmentos aparecen originalmente en un poema de la Nueva coronica de Waman Puma: 290)                


Vemos que las parejas de versos constituyen dobletes en los que se dan una dualidad y una complementariedad propias de la poesía quechua prehispánica, lo que facilita enormemente el recitado, su forma de transmisión por excelencia. Dado que los versos en quechua carecen de rima y de un número fijo de sílabas (aunque los tetrasilábicos aparecen con alguna frecuencia en otras composiciones), es previsible que su traducción pierda el sentido versal según las normas del castellano de la época, sobre todo si la traducción se hace directamente en prosa.

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