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En un trabajo reciente, Duviols (1993: 54-56) objeta la autenticidad indígena del famoso cuadro dibujado por Pachacuti Yamqui, atribuyendo toda su organización a criterios propios del discurso evangelizador de principios del XVII. Si bien es innegable una intención conciliadora con la doctrina cristiana en el texto de la Relación..., lo que aquí nos interesa son las connotaciones culturales andinas de sólo algunos de los símbolos allí representados y la posibilidad de lectura que tales símbolos ofrecen en los Comentarios fuera del conocido repertorio europeo de la época.

 

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Hay una interpolación posible de un pasaje de los Diálogos de amor en relación con el tema: «El semen que la tierra recibe del cielo, es el rocio, y el agua llouediza, el qual, con los rayos solares, y lunares, y de los otros planetas y estrellas fixas, engendra en la tierra y en la mar, todas las especies, è individuos de los cuerpos» (Garcilaso de la Vega 1590: f. 61). Esta cosmogonía generativa, sin embargo, plantea un juego de relaciones en que participan elementos celestiales exclusivamente masculinos y terrestres femeninos, de acuerdo con lo expresado en otras partes del «Diálogo segundo». Así, el rocío sería el semen masculino y fecundador de la tierra, lo que contrasta con la idea implícita en Valera del rocío como elemento femenino que Ch'aska esparce al sacudir los cabellos. Nuevamente, resulta difícil reducir tajantemente el sistema cosmogónico y religioso de los Comentarios al solo modelo de los Diálogos de amor.

 

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Ésta, como señalaba antes, es una elaboración a partir de Molina desarrollada por Zuidema y que no discutiré en detalle aquí. No olvidemos, sin embargo, que Molina menciona constantemente que durante los rituales solían sacarse las imágenes del «Hazedor, Sol y Trueno», pero que también, hacia el final de su Ritos y fábulas de los incas, en la descripción del Qhapaq Raymi, en que se armaba como «caballeros» a los jóvenes nobles, «llegaban [los armados caballeros] al Cuzco, a la plaza llamada Auquispa, a do estaba la figura o estatua del Hacedor, Sol, Luna y Trueno, y el Inca asentado junto a la estatua del Sol; y como iban entrando por su orden, iban haciendo la mocha [adoración] al hacedor y Sol y demás huacas y al Inca...» ( 1959: 75, énfasis agregado). Es decir, la Luna constituía también una divinidad mayor, lo que apoyaría en última instancia la tesis de la medición del tiempo a partir de observaciones no sólo solares, sino también lunares y siderales planteada por Zuidema. Para más detalles puede verse su trabajo (1982) sobre el papel de las Pléyades y la Cruz del Sur en el calendario inca.

 

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Así ocurre, por ejemplo, en Cieza (El Señorío de los Incas, Cap. 3), Molina, «el Cuzqueño» (Ritos y fábulas de los incas, Cap. 1), Acosta (Historia natural y moral de las Indias, Libro VI, Cap. XIX), Anello Oliva (Historia del Reyno y provincias del Perú, Libro I, Cap. II), Betanzos (Suma y narración de los incas, Cap. 1), Gómara (Historia general de las Indias, Cap. CXXII), Sarmiento de Gamboa (Historia éndica. Cap. 6), y el mismo Garcilaso (Comentarios I, III, XXV).

 

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Se ha visto también en esta presentación del salvajismo anterior a la civilización la presencia de la literatura de los anticuarios venecianos a partir de su negación de la Edad de Oro como etapa previa a la creación del Estado (cf. Asensio 1954). También son visibles las ideas del filósofo francés Jean Bodin (nombrado por el mismo Garcilaso), quien en su Methodus ad facilem historiarum cognitionem (1566) dedica un capítulo («Refutación a los que admiten las cuatro monarquías y la Edad de Oro») especialmente a contradecir la existencia de una Edad de Oro, proponiendo que los hombres fueron gradualmente traídos a la vida humana desde un periodo de salvajismo y desorden generalizados. El tópico se remonta a la Retórica de Cicerón, cuyo «Proemio» se encarga las Casas ([1552]1976: 13-14) de citar largamente, y constituía una lectura frecuente entre los letrados de la época. Pero estas referencias entre varias tautológicas posibles, resultan sólo complementarias de la que aquí interesa como viable en función de los referentes andinos de la obra.

 

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Autores como Waman Puma ([1615] 1980: 655), fuertemente críticos de la administración colonial, no dudan en tipificar a los españoles como animales que se alimentan de los andinos, con lo cual inauguran una vuelta a la «primera edad de oscuridad y anticultura» ( Classen: 124, trad. mía).

 

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Esta conceptualización de la administración colonial como caos se da dosificada pero continuamente en el lamento por el orden perdido. Al hablarse, por ejemplo, sobre los distintivos de plumas que los indios llevaban como señal de identidad étnica y geográfica en tiempos de los incas, se dice: «Por estas diuisas y otras semejantes, que en tiempo de los Incas trayan en las cabeças, era conoscido cada Yndio de que prouincia y nacion era. En mi tiempo también andauan todos con sus diuiças, aora me dizen, que ya està todo confundido» (I, VIII, IV, f. 201). Esta imagen del caos colonial prevalece también en Waman Puma, quien se refiere al gobierno de Toledo en estos términos: «Cómo don Francisco de Toledo [...] a causado gran daño y pleytos y perdiciones de los yndios. Y cómo se perderá la tierra y quedará solitario y despoblado todo el rreyno y quedará muy pobre el rrey. Por causa del dicho corregidor, padre, comendero y demás españoles que rroban a los yndios sus haziendas y tierras y casas y sementeras y pastos y sus mugeres y hijas, por ací casadas o donzellas, todos paren ya mestizos y cholos. Ay clérigo que tiene uey[n]te hijos y no ay remedio» (413-414). Las descripciones de este tipo abundan a lo largo de la obra.

 

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El texto de la prohibición es reproducido en Valcárcel (1939) y también en Delgado (471-472). La segunda edición de los Comentarios, de 1722-23, que fue la que presumiblemente manejó buena parte del público del XVIII, respeta en gran medida la puntuación y la ortografía del original, según he podido comprobar. Esto no contradice, sino más bien apoya nuestras hipótesis acerca de los significados subtextuales de los Comentarios si se trata de someterlos al problema de la recepción, tarea de la que nos ocuparemos próximamente.

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