111
El pesado buey quisiera llevar la ligera silla; el caballo tirar del arado. HORACIO, Epíst., I, 14, 43. (N. del T.)
112
Estupefacto, la voz se apaga en mi garganta y se erizan mis cabellos. VIRGILIO, Eneida, II, 77. (N. del T.)
113
El miedo que horroriza de todo hasta de aquello que pudiera socorrerle, QUINTO CURCIO, III, 1. (N. del T.)
114
El horror ha alejado la energía lejos de mi corazón. ENNIO, apud CIC., Tuscut. quaest., VI, 8. (N. del T.)
115
El hombre debe siempre esperar su fin. Nadie puede considerarse dichoso antes del último instante de su vida. OVIDIO, Metam., III, 135. (N. del T.)
116
Tan cierto es que una fuerza secreta se burla de las cosas humanas, se complace como jugando en romper las hachas consulares y pisotea el orgullo de nuestro esplendor. LUCRECIO, V, 1231. (N. del T.)
117
¡Ay!, yo he vivido un día de más, que no hubiera debido vivir. MACROBIO, Saturnales, 11, 7. (N. del T.)
118
Porque entonces la necesidad arranca palabras sinceras de nuestros pechos; entonces la máscara cae y el hombre solo aparece. LUCRECIO, III, 57. (N. del T.)
119
No nos detengamos en esas fugaces bagatelas. SÉNECA, Epíst. 117. (N. del T.)
120
Montaigne emplea casi siempre la palabra virtud en la acepción latina, más amplia y comprensiva que la actual; lo mismo expresa con ella la fuerza, vigor y valor, que la integridad de ánimo y bondad de vida. (N. del T.)