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11

Obra citada. (N. del T.)

 

12

Libro II, cap. XV. (N. del T.)

 

13

Libro II, cap. XV. (N. del T.)

 

14

Montaigne, por M. Lanusse, pág. 68. París, 1895. (N. del T.)

 

15

No hay ni una sola página de sus escritos en que no se sienta latir el corazón de un hombre honrado, y esto es sin duda lo que constituye en ellos el primer encanto. Se ve que se mezcló en las guerras civiles impulsado por los motivos más puros, obedeciendo a su conciencia, y como él mismo lo declara, «persuadido de que el buen ciudadano debe mostrarse celoso por las cosas públicas, mirar al porvenir y no resignarse a ir viviendo en medio de servidumbres deshonrosas». -Augusto Trognon, Etudes sur l'Histoire de France et sur quelques points de l'Histoire moderne, págs. 274 y 275. París, 1836. (N. del T.)

 

16

María de Jars, señorita de Gournay, nació en París en 1556; habiendo leído a los diez y ocho años los primeros libros de los Ensayos, su autor le inspiró una adoración verdadera. En 1588 conoció a Montaigne en París, y cuando éste volvió a Gascuña insertó en las adiciones manuscritas de su obra un elogio de su joven admiradora. (Véase lib. II, cap. XVII.) (N. del T.)

 

17

Puede leerse su elogio en el lib. II, cap. XVII, al final. (N. del T.)

 

18

Este honor le fue otorgado durante su viaje a Italia. (N. del T.)

 

19

Cuatro meses después de la muerte de Montaigne, su viuda solicitó y obtuvo que sus restos fueran trasladados a la iglesia de los Bernardos de Burdeos. (N. del T.)

 

20

Lib. I, cap. IV. (N. del T.)