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771

Todas las energías del alma se debilitan y disgregan bajo la acción de aquella ponzoña. LUCRECIO, III, 498. (N. del T.)

 

772

Aquel virus, al extenderse por todo el cuerpo, agita y conturba el alma, como las olas espumosas revueltas por los huracanes hierven en el mar tempestuoso. LUCRECIO, III, 491. (N. del T.)

 

773

Con frecuencia durante una enfermedad el alma está perturbada, presa del delirio o de los accesos de la locura; muchas veces la invade un letargo intenso; los ojos se cierran, la cabeza se hunde, y sobreviene el profundo y eterno sueño. LUCRECIO, III, 461. (N. del T.)

 

774

Insensato es creer que lo mortal esté unido a lo eterno, formando un todo acorde, funcionando armónicamente. Porque, ¿puede darse algo más diverso, o si se quiere más opuesto y discorde entre sí que lo que es mortal y lo que es inmortal y perenne, para que ambas cosas se avengan estar juntas y expuestas a los combates crueles de la vida? LUCRECIO, III, 801. (N. del T.)

 

775

Sucumbe con él agobiada bajo el peso de los años. LUCRECIO, III, 459. (N. del T.)

 

776

Cic. de Divinat., II, 58. Montaigne explica las palabras de Cicerón antes de citarla. (N. del T.)

 

777

Así, como prueba de esta falta de enlace, nótase que a veces se padece una enfermedad dolorosa en los pies sin que la cabeza sufra la más leve alteración. LUCRECIO, III, 111. (N. del T.)

 

778

Nos halagan con promesas agradables, cuya verdad no nos prueban. SÉNECA, Epíst., 102. (N. del T.)

 

779

La inmortalidad del alma es una cosa que nos importa tanto, y que nos toca tan profundamente que precisa haber perdido todo sentimiento para permanecer en la indiferencia en punto a saber lo que es. PASCAL. (N. del T.)

 

780

No son verdades probadas, son ficciones de nuestro deseo. CICERÓN, Academ., II, 38. (N. del T.)