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Carta de Alonso de Ribera al padre Valdivia, de 6 de febrero de 1614, reproducida por el padre Gaspar Sobrino en uno de los memoriales que el año siguiente presentó al Rey en Madrid.



 

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El padre Lozano, en el libro VII, capítulo 15 de la obra citada, ha dado cuenta de este hecho; pero, aunque su relación es muy amplia y difusa, deja ver que no ha querido o no ha podido dar luz completa sobre las causas y el desenlace de esta competencia entre el Obispo y el provincial. Por lo demás, ese cronista se pone decididamente de parte del superior de los jesuitas, demostrando mucha pasión contra el Obispo, lo que hace sospechosa su relación, inclinando al historiador a no pronunciar su juicio por deficiencia de pruebas. Por otra parte, el asunto es de muy poca importancia. El lector puede hallar las páginas del padre Lozano que a él se refieren, reproducidas por don Miguel L. Amunátegui en Los precursores de la independencia, tomo II, cap. 4, § 13.



 

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El padre Valdivia dio cuenta prolija al Virrey de los diversos motivos que había tenido para renunciar a toda injerencia en el gobierno eclesiástico del obispado de Concepción; pero no he podido conocer ese documento. En cambio, he visto dos cartas del mismo padre al Rey, escritas en los primeros días de septiembre, en las cuales, «por no cansar a Su Majestad» le informa sólo de una de las razones de su renuncia en los términos siguientes:

«Sin haber llegado bula de Su Santidad ni cédula de Su Majestad para que se deshaga esta catedral (la de Concepción) que aquí está entablada y que cesen dos canónigos que aquí había, y poder gozar el Obispo de la renta de ambos obispados, ha deshecho esta catedral y desposeído dos canónigos que en ella había sirviéndola, y ha declarado ser todo un obispado, y (al marcharse al Perú) dejó nombrado al cabildo eclesiástico de Santiago por Gobernador del obispado junto con el otro, y extendida la jurisdicción del provisor y vicario general de la ciudad de Santiago a todo él, y nombrado un visitador para Concepción sin declarar qué jurisdicción es la que me deja. Habiendo yo visitado este obispado he hallado gran desventura y miseria. Los indios, aun los más infelices, y aun los que están bautizados, viven casados con cuatro y cinco mujeres, sin iglesias, ni ornamentos. Los clérigos tan tasados que siendo incapaces por no saber latín, ni tener una Suma de casos de conciencia, ni saber qué cosa es, si para remedio importa mudar alguno, no hay con quien suplillo». El padre Valdivia agrega que, no teniendo poder suficiente para remediar este estado de cosas, ha preferido renunciar las limitadas facultades que le dejaba el Obispo. Carta del padre Valdivia al Rey, escrita en Concepción el 1 de septiembre de 1613.



 

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Ribera cuenta este hecho en su carta al Rey, de 15 de noviembre de 1614, como ocurrido el 19 de mayo de ese mismo año. Probablemente es el mismo que refiere el padre Rosales en el capítulo 16 del libro VI diciendo que estuvo a punto de caer en manos de los indios el padre Vicente Modollel, que gozaba de gran reputación de predicador. Por lo demás, lances de esa naturaleza debían ser frecuentes en aquella guerra en que se repetían unos tras otros esos ataques con caracteres y rasgos tan semejantes, que pretender referirlos con los pormenores que hallamos en los documentos, sería fatigar al lector corriendo el riesgo de contar las mismas operaciones como ocurridas en diversos días.



 

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Carta de Ribera al Rey, de Concepción, 30 de octubre de 1613.



 

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Carta de Ribera al Rey, de la estancia de Buena Esperanza, a 22 de marzo de 1614. Esta carta, llena de noticias sobre estos repetidos ataques de los indios, fue escrita en su mayor parte el 1 de enero, pero completada con la relación de los sucesos siguientes en 15 de febrero y 22 de marzo. El indio canjeado fue Licanlebo, padre de Pailahuala. Los indios entregaron por él a fray Juan Falcón, lego dominicano que había caído prisionero en Valdivia en 1599, y que después de quince años de duro cautiverio, pudo suministrar noticias muy interesantes de lo que ocurría entre los enemigos.



 

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El gobernador Ribera en su correspondencia al Rey, da cuenta particular de cada uno de estos ataques señalando la fecha del día en que se verificaban, los daños que causaba el enemigo y los caballos que se llevaba. A su juicio, aquel estado de cosas demostraba que no se había avanzado nada en la pacificación del país por medio del sistema de guerra patrocinado por el padre Valdivia. Este último, por su parte, lleno de ilusiones sobre los benéficos resultados de ese sistema, sostenía que, a pesar de las contrariedades que experimentaba, la paz era ya un hecho. En carta al Rey de 7 de septiembre de 1615 le decía a este respecto lo que sigue: «El enemigo no nos puede ofender por parte alguna, y no entrándole a ofender, se ha de ir experimentando la quietud como ya se ha visto. Los que piden se torne a la guerra ofensiva no tienen más motivos que haber habido algunos ladrones que vienen a hurtar, o tropillas de salteadores, las cuales siempre han quedado en los fines de las guerras por largos años. Pero como éstas no han dado de ordinario sino en los indios de Arauco, no son de consideración».



 

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Carta de Ribera al Rey, de Concepción a 13 de abril de 1615.



 

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Carta del padre Valdivia al rey de 7 de septiembre de 1613.



 

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Contestando Alonso de Ribera en 16 de agosto de 1616 los cargos que el padre Valdivia y sus agentes le hacían cerca del virrey del Perú, decía lo que sigue: «Yo no le he quitado mano (autoridad) ninguna, antes este verano pasado le envié a llamar por mis cartas muchas veces, diciéndole que saliese conmigo a la campaña para que teniendo las cosas presentes tratásemos de ellas como más conviniese al servicio de Su Majestad y siempre se excusó y no quiso ir, y ha muchos días que no trata de nada, sino solamente de escribir lo que le parece y contra quién le parece, muy fiado en la elocuencia de sus cartas y relaciones, porque entiende que con ellas ha de hacer creer lo que él quiere aunque no sea así».



 
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