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El padre Valdivia, por su parte, enviaba a España todos los documentos que hacían a la defensa de su causa. En 1613, como contamos, hizo levantar dos informaciones para probar los servicios que había prestado a la pacificación de Chile, y encontró testigos que corroboraran sus asertos; pero después del parlamento de Paicaví, y sobre todo después de los asesinatos de Elicura, se levantó una opinión tan adversa que ya casi no pudo contar más que con el apoyo de los religiosos de su orden. Así, en los voluminosos legajos de correspondencia de los militares y funcionarios que entonces había en Chile, sólo hemos hallado, según dijimos, una carta del capitán don Diego Flores de León que sea favorable al padre Valdivia y, en cierta manera, contraria al gobernador Ribera, de quien dice que estaba viejo y poco apto para el servicio militar. Cuando el padre visitador se convenció de que no podía levantar informaciones ni hallar testigos que abonasen su conducta, como había hallado en 1612, escribía al Rey estas palabras: «Bien sé que se hacen informaciones y se piden cartas a cabildos pidiendo se torne a la guerra ofensiva. Yo soy un religioso solo que no puedo hacer informaciones ni las he menester, porque lo que digo es la verdad». Carta al Rey, de 7 de septiembre de 1615.

Ribera, por su parte, informaba al Rey que el padre visitador no perdonaba arbitrios para procurarse testimonios que abonaran su conducta, que pedía empeñosamente a sus parciales, y entre otros al capitán Flores de León, que escribiesen en contra del Gobernador, y que para acreditar su sistema ante el soberano no retrocedía ante ningún medio por velado que fuese. En carta de 25 de octubre de 1613 contaba que el padre Valdivia había hecho que algunos capitanes firmasen una relación de los sucesos de la guerra sin permitirles que la leyeran, y diciéndoles que el Gobernador mandaba que pusieran sus firmas. Y en 2 de febrero de 1616 le decía lo que sigue: «Convendrá que Vuestra Majestad mande que se mire mucho en esto (en los informes del padre Valdivia y de sus agentes) porque estos padres andan recogiendo papeles de gentes ignorantes y de pocas obligaciones y de cuantos topan por los tambos sólo a fin de sustentar su opinión. En esta ciudad (Concepción) he averiguado cómo el padre Valdivia envió una carta a nombre de un alférez don Diego de Sanhueza al Virrey, y escribió en ella lo que le pareció, y conforme a esto se debe recelar habrá enviado otras muchas en nombre de otras personas que no lo habrán imaginado; y acá no se sabe que ningún hombre de consideración sea de su opinión».

Algunos años más tarde, el capitán Flores de León hacía levantar una voluminosa información de sus servicios, cuyo resumen se publicó en un opúsculo de 11 hojas en folio, impreso, sin duda, en muy pocos ejemplares. En los que fueron presentados al Consejo de Indias, el interesado puso una nota manuscrita en que dice que él fue el verdadero autor de la guerra defensiva, por más que en ello aparezca antes que todo el nombre del padre Valdivia; pero, agrega, por «los inconvenientes y que se han mudado los tiempos y no se muda la inclinación bélica de los enemigos, ha mudado de parecer y pidió se haga la guerra a fuego y sangre, y se den por esclavos los cautivos, y que se pueble Valdivia y las demás ciudades que se perdieron con la muerte que dieron los indios al gobernador Martín García de Loyola». Por lo demás, la información de servicios de Flores de León, como los otros documentos de esta especie, está recargada de exageraciones para probar la importancia del interesado. Así se comprende que éste se pretenda autor del proyecto de guerra defensiva.



 

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Carta de Ribera al Rey, de 30 de octubre de 1613.



 

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La correspondencia de Ribera al Rey habla algunas veces de estas deserciones. En 17 de abril de 1613 dice que del fuerte de Arauco se habían huido el mes anterior seis soldados en un buque que fue a dejar trigo a la plaza. En 13 de abril de 1615 dice que en esos mismos días se habían fugado otros de Yumbel. En otras cartas refiere que algunas de las correrías de los indios de guerra eran capitaneadas por desertores del ejército español.



 

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Carta citada de Alonso de Ribera al Rey, de 30 de octubre de 1613.



 

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El padre Sosa publicó en Madrid en 1616 la segunda de esas piezas con el título de Memorial del peligroso estado espiritual i temporal del reino de Chile. Es excesivamente raro, pero casi no tiene interés histórico alguno.



 

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Memorial de Pedro Cortés presentado al Rey en mayo de 1614. El viejo militar dice allí que, a pesar de sus ochenta años, ha emprendido el viaje a España «con celo de la honra de Dios Nuestro Señor y del servicio de Su Majestad», y llevando consigo a su hijo don Juan Cortés Monroy, capitán de infantería del ejército de Chile, para que en caso de que muriese en el desempeño de su misión, este hijo diera los informes convenientes sobre la materia.



 

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Para reunir y condensar estas noticias precisas acerca de aquellos aprestos, me ha sido forzoso examinar voluminosos expedientes de acuerdos y de informes de la Junta de Guerra del Consejo de Indias, y muchas comunicaciones emanadas de ese cuerpo o dirigidas a él. Ya veremos el resultado práctico de tantas y tan laboriosas tramitaciones.



 

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Don Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache (o de Squilacce), conde de Simari y de Mayalde, comendador de Aruega, caballero de la orden de Santiago y más tarde de la del Toisón de Oro, gentilhombre de la cámara del Rey, era de la familia de los Borgia de Roma, descendiente del papa Alejandro VI, y nieto de san Francisco de Borja. Fue nombrado virrey del Perú en febrero de 1614; pero dilató su viaje hasta la flota del año siguiente para que llegase al marqués de Montes Claros la noticia de su nombramiento, y dar tiempo a éste a fin de que hiciera sus aprestos para la entrega del mando. Es autor de numerosas poesías líricas, de un mal poema épico titulado Nápoles recuperada, y de varias otras obras en prosa y verso. Se hallan muestras más o menos extensas de sus poesías en casi todas las compilaciones de poetas castellanos; pero existen, además, ediciones especiales, entre las cuales la más completa y la más buscada, pero también la más rara, es la de Amberes de 1663, seguramente mandada hacer por sus herederos (el Príncipe había muerto en 1658), cuyo frontispicio es un grabado hecho por un dibujo del célebre pintor Rubens, muerto más de veinte años antes. El retrato del príncipe de Esquilache, grabado en cobre, fue publicado por López de Sedano en el tomo IX de su Parnaso Español, Madrid, 1778.



 

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Real cédula expedida en Madrid a 4 de marzo de 1615. Esta real cédula ha sido publicada íntegra por don Miguel L. Amunátegui en las pp. 306-309 del tomo II de La cuestión de límites tantas veces citada por la considerable cantidad de documentos que ha dado a luz.



 

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Según los documentos de esa época, debían hallarse unos quinientos españoles, hombres y mujeres, cautivos entre los indios. Eran los prisioneros tomados en las ciudades destruidas y en algunos de los combates subsiguientes. Sin embargo, muchos de ellos habían sido rescatados, algunos otros habían huido del poder de los indios; y el número de los que quedaban en cautiverio era enteramente desconocido, pero se le exageraba antojadizamente. En 1619 se formó una lista nominal tan completa como era posible de los prisioneros españoles que no habían vuelto del cautiverio, y sólo se pudieron anotar ciento tres personas.



 
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