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21

Infiérese de la autoridad de Quintiliano que, siendo para los romanos, para quienes escribía, la lengua griega lo mismo que para nosotros la latina, cuando aprenden ésta nuestros niños, no deben olvidarse de la lengua patria: antes enseña la experiencia, que yendo ambas dos pareadas, son más sazonados y anticipados los conocimientos del latín. Por otra parte, es una curiosidad impertinente empeñarse en aprender idiomas extraños y olvidarse del propio.

 

22

Esta observación de Quintiliano comprobada con la práctica que él tenía, y con la experiencia de todos los días, nos enseña que el castigo y rigor del maestro sólo sirve para inspirar horror a las letras en el ánimo de quien todavía no puede conocer sus ventajas. Entiendan los ayos, maestros y preceptores, que su oficio no es domar potros ni domesticar tigres, sino formar el corazón y el ánimo de una naturaleza racional: arte, que en sentir de San Juan Crisóstomo, es mayor que la de todos los estatuarios.

 

23

Esta regla servía para los antiguos, que escribían en tablas y otras materias duras, y con punzones; pero siempre es muy útil para tomar pronta y fácilmente cualquier carácter de letra. Y adaptándola a nuestra manera de escribir, es lo mismo que si diésemos a un niño una muestra de letra gruesa calada, y primeramente le obligásemos por algunos días a seguir por encima de los mismos trazos, pero con la pluma seca, y después que la pasase con tinta llenando el calado de la letra. Este método, que no es nuevo, haría al niño en pocas semanas tomar cualquier carácter de letra.

 

24

Ya es muy antigua la dolencia de que escriba mal la gente de la alta esfera. Esta mala costumbre había cundido tanto, que ya se había tomado por un distintivo nada equívoco de hombres acomodados el escribir mal; pero ya en nuestro tiempo se ha llegado a conocer que uno de los principales adornos del hombre instruido es la caligrafía, habiendo innumerables colegios y escuelas, donde se enseña con el mejor gusto.

 

25

Porque uno de los medios de aprender algo en medio de tanto como se nos olvida, es leer con la pluma en la mano, para apuntar lo que sea más digno de observación; y si estas apuntaciones se hacen en letra confusa y mal formada, o no se entienden después, o causa fastidio el leerlas.

 

26

Por este lugar parece que los antiguos primeramente aprendían a conocer las letras, y después a escribirlas. Aprendidas éstas, juntaban las sílabas y toda la palabra, y luego la escribían. [Según noticia de] Rollin.

 

27

De esta autoridad se valen algunos para decir que los antiguos no observaban el mismo método que nosotros para enseñar a leer, que es tomando cada letra por sí, o deletreando, como decimos comúnmente; sino que ellos tomaban toda la sílaba entera, juntando todas las que forman vocablo, en esta forma: con-su-la-do. Este método seguramente es más compendioso y ocupa menos tiempo, pero como el oído del niño sólo percibe el sonido de la sílaba, verbigracia con, viene a olvidarse del de las letras, como yo mismo he tocado por la experiencia: como quiera que es muy distinto el sonido de la letra del de la sílaba. Así hay muchas cosas que a primera vista son buenas; pero tocadas por la experiencia, ofrecen inconvenientes.

 

28

Favorece tanto la experiencia a esta observación, que algunos a los sesenta años tienen muy presentes aquellas primeras sentencias que contenían los modelos o muestras con que aprendieron en la primera edad.

 

29

Como aquel verso antiguo: Fraxinus, fixa, ferox, infesta infinditur ossis29.1. Camerario. (N. del T.)

 

29.1

[Es un fragmento del poeta Acio. (N. del E.)]

 

30

Póngase el hombre más sabio del mundo, y de mejor modo de pensar, a formar un plan de cristiana educación, y veamos si puede dar reglas más adecuadas que este hombre pagano, para un punto de tanta consideración. No se ocultó a la observación de este hombre tan amante de la niñez, y versado en manejar la tierna edad, ninguno de aquellos vicios que, siendo fruto de una crianza libre y disoluta, se achacan comúnmente al trato con los demás niños; siendo innumerables los ejemplos que tenemos, de malograrse la buena doctrina de las escuelas con los malos ejemplos que sin ningún recato ofrecen los padres a los hijos.