Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

La devoción de la Cruz

Comedia famosa


Pedro Calderón de la Barca



[Indicaciones de foliación en nota.1]



PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
 

 
EUSEBIO.
LISARDO.
CURCIO,   viejo.
OCTAVIO.
CELIO.
RICARDO.
ARMINDA.
GIL,   gracioso.
MENGA.
JULIA.
Villanos.
ALBERTO.
Bandoleros.
[CHILINDRINA.]
[BLAS.]
[TIRSO.]
[TORIBIO.]





ArribaAbajoJornada I

 

Dentro.

 
MENGA
¡Verá por dó va la burra!
GIL
¡Lo demonio, jo mohína!
MENGA
Ya verás por do camina:
¡arre acá!
GIL
¡El diabro me aburra!,
¿no hay quien una cola tenga, 5
pudiendo tenerla mil?
 

(Salen.)

 
MENGA
¡Buena hacienda has hecho, Gil!
GIL
¡Buena hacienda has hecho, Menga,
que tú la culpa tuviste!
Que como ibas caballera, 10
que en el hoyo se metiera
al oído le dijiste
por hacerme regañar.
MENGA
Por verme caer a mí
se lo dijiste, eso sí. 15
GIL
¿Cómo la hemos de sacar?
MENGA
¿Pues en el lodo la dejas?
  -103r-  
GIL
No puede mi fuerza sola.
MENGA
Yo tiraré de la cola;
tira tú de las orejas. 20
GIL
Mejor remedio sería
hacer el que aprovechó
a un coche que se atascó
en la corte esotro día.
Este coche, Dios delante, 25
que arrastrado de dos potros,
parecía entre los otros
pobre coche vergonzante,
y por maldición muy cierta
de sus padres, ¡hado esquivo!, 30
iba de estribo en estribo,
ya que no de puerta en puerta.
En un arroyo atascado,
con ruegos el caballero,
con azotes el cochero, 35
ya por fuerza, ya por grado,
ya por gusto, ya por miedo,
que saliesen procuraban,
por recio que lo mandaban,
mi coche quedo que quedo. 40
Viendo que no importa nada
cuantos remedios hicieron,
delante el coche pusieron
un harnero de cebada.
Los caballos, por comer, 45
de tal manera tiraron,
que tosieron y arrancaron,
y esto podemos hacer.
MENGA
¡Que nunca valen dos cuartos
tus cuentos!
GIL
Menga, yo siento
50
ver un animal hambriento,
donde hay animales hartos.
MENGA
Voy al camino a mirar
si pasa de nuestra aldea
gente, cualquiera que sea, 55
porque te venga a ayudar,
pues te das tan pocas mañas.
GIL
¿Vuelve, Menga, tu porfía?
MENGA
¡Ay burra del alma mía!

 (Vase.) 

GIL
¡Ay burra de mis entrañas! 60
Tú fuiste la más honrada
burra de toda la aldea;
que no ha habido quien te vea
nunca mal acompañada.
No eras nada callejera, 65
di mijor gana te estabas
en tu pesebre, que andabas
cuando te llevaban fuera.
Pues ¿altanera y liviana?
Bien me atrevo a jurar yo, 70
que ninguno burro la vio
asomada a la ventana.
Ya sé que no merecía
tu lengua desdicha tal;
pues jamás para habrar mal 75
dijo «aquesta boca es mía».
Pues como a ella le sobre
de lo que comiendo está,
luego al punto se lo da
a alguna borrica pobre. 80
 

(Dentro ruido.)

 
Mas ¿qué ruido es este? Allí
de dos caballos se apean
dos hombres, y hacia mí vienen,
después que atados los dejan.
¡Descoloridos, y al campo 85
de mañana! Cosa es cierta,
que comen barro o están
opilados. Mas ¿si fueran
bandoleros?, ¡aquí es ello!
Pero lo que fuere sea, 90
aquí me escondo, que andan,
que corren, que salen, que entran.
  -103v-  
 

(Salen LISARDO y EUSEBIO.)

 
LISARDO
No pasemos adelante,
porque esta estancia encubierta
y apartada del camino, 95
es para mi intento buena.
Sacad, Eusebio, la espada,
que yo de aquesta manera
a los hombres como vós
saco a reñir.
EUSEBIO
Aunque tenga
100
bastante causa en haber
llegado al campo, quisiera
saber lo que a vós os mueve.
Decid, Lisardo, la queja
que de mí tenéis.
LISARDO
Son tantas,
105
que falta voz a la lengua,
razones a la razón,
al sufrimiento paciencia.
Quisiera, Eusebio, callarlos,
y aun olvidarlos quisiera; 110
porque cuando se repite
hace de nuevo la ofensa.
¿Conocéis estos papeles?
EUSEBIO
Arrojaldos en la tierra,
yo los alzaré.
LISARDO
Tomad,
115
¿qué os suspendéis? ¿qué os altera?
EUSEBIO
¡Mal haya el hombre, mal haya
mil veces aquel que entrega
sus secretos a un papel!
Porque es disparada piedra, 120
que se sabe quién la tira,
y no se sabe a quién llega.
LISARDO
¿Habeislos ya conocido?
EUSEBIO
Todos están de mi letra,
que no la puedo negar. 125
LISARDO
Pues yo soy Lisardo, en Sena2,
hijo de Lisardo Curcio.
Bien excusadas grandezas
de mi padre consumieron
en breve tiempo la hacienda 130
que los suyos le dejaron;
que no sabe cuánto yerra
quien, por excesivos gastos,
pobres a sus hijos deja.
Pero la necesidad, 135
aunque ultraje la nobleza,
no excusa de obligaciones
a los que nacen con ellas.
Julia, pues, ¡saben los cielos
cuánto en nombrarla me pesa!, 140
o no supo conservallas,
o no llegó a conocellas.
Pero, al fin, Julia es mi hermana,
¡pluguiera a Dios no lo fuera!,
y advertid que no se sirven 145
las mujeres de sus prendas
con amorosos papeles,
con razones lisonjeras,
con ilícitos recados,
ni con infames terceras. 150
No os culpo en el todo a vós,
que yo confieso que hiciera
lo mismo, a darme una dama
para servirla licencia.
Pero cúlpoos en la parte 155
de ser mi amigo, y en esta
con más culpa os comprende
la culpa que tuvo ella.
Si mi hermana os agradó
para mujer (que no era 160
posible, ni yo lo creo,
que os atrevierais a vella
con otro fin, ni aun con este;
pues, ¡vive Dios!, que quisiera
antes que con vós casada, 165
mirarla a mis manos muerta);
-104r-
en fin, si vós la eligistes
para mujer, justo fuera
descubrir vuestros deseos
a mi padre, antes que a ella. 170
Este era término justo,
y entonces mi padre viera
si le estaba bien el darla,
que pienso que no os la diera;
porque un caballero pobre, 175
cuando en cosas como estas
no puede medir iguales
la calidad y la hacienda,
por no deslucir su sangre
con una hija doncella, 180
hace sagrado un convento,
que es delito la pobreza.
Aqueste a Julia mi hermana
con tanta priesa la espera,
que mañana ha de ser monja, 185
por voluntad o por fuerza.
Y porque no será bien
que una religiosa tenga
prendas de tan loco amor
y de voluntad tan necia, 190
a vuestras manos las vuelvo,
con resolución tan ciega,
que no solo he de quitarlas,
mas también la causa dellas.
Sacad la espada, y aquí 195
el uno de los dos muera,
vós, porque no la sirváis,
o yo, porque no lo vea.
EUSEBIO
Tened, Lisardo, la espada,
y pues yo he tenido flema 200
para oír desprecios míos,
escuchadme la respuesta,
y aunque el discurso sea largo,
de mi suceso, y parezca
que estando solos los dos, 205
es demasiada paciencia;
pues que ya es fuerza reñir,
y morir el uno es fuerza,
por si los cielos permiten,
que yo el desdichado sea, 210
oíd prodigios que admiran
y maravillas que elevan;
que no es bien que con mi muerte
eterno silencio tengan.
Yo no sé quién fue mi padre, 215
pero sé que la primera
cuna fue el pie de una cruz,
y el primer lecho una piedra.
Raro fue mi nacimiento,
según los pastores cuentan, 220
que desta suerte me hallaron
en la falda de esas sierras.
Tres días dicen que oyeron
mi llanto, y que a la aspereza
donde estaba no llegaron 225
por el temor de las fieras;
mas ninguna me hizo mal;
pero ¿quién duda que era
por respeto de la cruz
que tenía en mi defensa?. 230
Hallome un pastor, que acaso
buscó una perdida oveja
en la aspereza del monte,
y trayéndome al aldea
de Eusebio, que no sin causa 235
estaba entonces en ella,
le contó mi prodigioso
nacimiento, y la clemencia
del cielo asistió a la suya.
Mandó, en fin, que me trujeran 240
a su casa, y como a hijo
me dio la crïanza en ella.
Eusebio soy de la Cruz,
por su nombre, y por aquella
que fue mi primera guía 245
y fue mi guarda primera.
-104v-
Tomé por gusto las armas,
por pasatiempo las letras;
murió Eusebio, y yo quedé
heredero de su hacienda. 250
Si fue prodigioso el parto,
no lo fue menos la estrella,
que enemiga me amenaza
y piadosa me reserva.
Bello infante era en los brazos 255
del ama, cuando mi fiera
condición, bárbara en todo,
dio de sus rigores muestra.
Pues con solas las encías,
no sin diabólica fuerza, 260
partí el pecho de quien tuve
el dulce alimento; y ella,
del dolor desesperada
y de la cólera ciega,
en un pozo me arrojó, 265
sin que ninguno supiera
de mí; oyéndome reír,
bajaron a él, y cuentan
que estaba sobre las aguas,
y que con las manos tiernas 270
tenía una formada cruz,
y sobre los labios puesta.
Un día que se abrasaba
la casa, y la llama fiera
cerraba el paso a la vida, 275
y a la salida la puerta,
entre las llamas estuve
libre, sin que me ofendieran,
y advertí después dudando
que haya en el fuego clemencia, 280
que era día de la Cruz.
Tres lustros contaba apenas,
cuando por el mar fui a Roma,
y en una brava tormenta,
desesperada mi nave, 285
chocó en una oculta peña;
en pedazos dividida,
por los costados abierta,
abrazado de un madero
salí venturoso a tierra; 290
y este madero tenía
forma de cruz. Por las sierras
de esos montes caminaba
con otro hombre, y en la senda
que dos caminos partía, 295
una cruz estaba puesta.
En tanto que me quedé
haciendo oración en ella,
se adelantó el compañero;
y después, dándome priesa 300
para alcanzalle, le hallé
muerto en las manos sangrientas
de bandoleros. Un día,
riñendo en una pendencia,
de una estocada caí, 305
sin que hiciese resistencia
en la tierra; y cuando todos
pensaron hallarla ajena
de remedio, solo hallaron
señal de la punta fiera 310
en una cruz que traía
al cuello, que en mi defensa
recibió el golpe. Cazando
una vez por la aspereza
deste monte, se cubrió 315
el cielo de nubes negras,
y publicando con truenos
al mundo espantosa guerra,
lanzas arrojaba en agua,
balas disparaba en piedras. 320
Todos hicieron las hojas
contra las nubes defensa,
siendo ya tiendas de campos
las más ocultas malezas;
y un rayo, que fue en el viento 325
caliginoso cometa,
-105r-
volvió3 en ceniza los dos
que de mí estaban más cerca.
Ciego, turbado y confuso,
vuelvo a mirar lo que era, 330
y hallé a mi lado una cruz,
que yo pienso que es la misma
que asistió a mi nacimiento,
y la que yo tengo impresa
en los pechos, pues los cielos 335
me han señalado con ella
para públicos efetos
de alguna cosa secreta.
Pero aunque no sé quién soy,
tal espíritu me alienta, 340
tal inclinación me anima
y tal animo me fuerza,
que por mí me da valor
para que a Julia merezca;
porque no es más la heredada, 345
que la adquirida nobleza.
Este soy, y aunque conozco
la razón, y aunque pudiera
dar satisfación bastante
a vuestro agravio, me ciega 350
tanto la pasión de veros
hablando de esa manera,
que ni os quiero dar disculpa,
ni os quiero admitir la queja.
Y pues queréis estorbar 355
que yo su marido sea,
aunque su casa la guarde,
aunque un convento la tenga,
de mí no ha de estar segura,
y la que no ha sido buena 360
para mujer, lo será
para amiga; así desea,
desesperado mi amor
y ofendida mi paciencia,
castigar vuestro desprecio, 365
y satisfacer mi afrenta.
 

(Sacan las espadas, riñen y LISARDO cae en el suelo, y procura levantarse, y torna a caer.)

 
LISARDO
Eusebio, donde el acero
ha de hablar, calle la lengua.
¡Herido estoy!
EUSEBIO
¿Y no muerto?
LISARDO
No, que en los brazos me queda 370
aliento para... ¡Ay de mí!
Faltó a mis plantas la tierra.
EUSEBIO
Y falte a tu voz la vida.
LISARDO
No me permitas que muera
sin confesión.
EUSEBIO
¡Muere, infame!
375
LISARDO
No me mates, por aquella
cruz en que Cristo murió.
EUSEBIO
Aquesa voz te defienda
de la muerte. Alza del suelo,
que cuando por ella ruegas, 380
falta rigor a la ira,
y falta a los brazos fuerza.
Alza del suelo.
LISARDO
No puedo,
porque ya en mi sangre envuelta
voy despreciando la vida, 385
y el alma pienso que espera
a salir, porque entre tantas
no sabe cuál es la puerta.
EUSEBIO
Pues fíate de mis brazos,
y anímate, que aquí cerca 390
unos penitentes monjes
viven en oscuras cuevas,
donde podrás confesarte
si vivo a sus puertas llegas.
LISARDO
Pues yo te doy mi palabra, 395
por esa piedad que muestras,
que si yo merezco verme
en la divina presencia
de Dios, pediré que tú
sin confesarte no mueras. 400
  -105v-  
 

(Llévale en los brazos, y sale GIL de donde estaba escondido, y TIRSO, BLAS, y MENGA y TORIBIO.)

 
GIL
¿Han visto lo que le debe?
La caridad está buena;
pero yo se la perdono.
¡Matarlo, y llevarlo a cuestas!
TORIBIO
¿Aquí dices que quedaba? 405
MENGA
Aquí se quedó con ella.
TIRSO
Mírale allí embelesado.
MENGA
Gil, ¿qué miras?
GIL
¡Ay Menga!
TIRSO
¿Qué te ha sucedido?
GIL
¡Ay Tirso!
TORIBIO
¿Qué has visto?
GIL
¡Ay Toribio!
410
BLAS
¿Qué es lo que tienes?
GIL
¡Ay Blas!
No lo sé más que una bestia.
Matole y cargó con él;
sin duda a salar le lleva.
MENGA
¿Quién le mato?
GIL
¿Qué sé yo?
415
TIRSO
¿Quién murió?
GIL
No sé quién era.
TORIBIO
¿Quién cargó?
GIL
¿Qué sé yo quién?
BLAS
¿Y quién le llevó?
GIL
Quien quiera.
Pero, porque lo sepáis,
venid todos.
TIRSO
¿Dó nos llevas?
420
GIL
No lo sé, pero venid,
que los dos van aquí cerca.
 

(Vanse todos y salen ARMINDA y JULIA.)

 
JULIA
Déjame, Arminda, llorar,
una libertad perdida;
pues donde acaba la vida, 425
también acaba el pesar.
¿Nunca has visto de una fuente
bajar un arroyo manso,
siendo apacible descanso,
el valle4 de su corriente; 430
y cuando le juzgan falto
de fuerza a las flores bellas,
pasa por encima dellas
rompiendo por lo más alto?
Pues mis penas, mis enojos 435
la misma experiencia han hecho:
detuviéronse en el pecho,
y salieron por los ojos.
Deja que llore el rigor
de un padre.
ARMINDA
Señora, advierte...
440
JULIA
¿Qué más venturosa suerte
hay, que morir de dolor?
Pena que deja vencida
la vida, o ser gloria ordena;
que no es muy grande la pena, 445
que no acaba con la vida.
ARMINDA
¿Qué novedad obligó
tu llanto?
JULIA
¡Ay, Arminda mía!
Cuantos papeles tenía
de Eusebio, Lisardo halló 450
en mi escritorio.
ARMINDA
¿Pues él
supo que estaban allí?
JULIA
Como aqueso contra mí
hará mi estrella cruel.
Yo, (¡ay de mí!), cuando le vía 455
el cuidado con que andaba,
pensé que lo sospechaba,
pero no que lo sabía.
Llegó a mí descolorido,
y entre apacible y airado, 460
me dijo que había jugado,
-106r-
Arminda, y que había perdido,
que una joya le prestase
para volver a jugar:
por presto que la iba a dar, 465
no aguardó a que la sacase.
Tomó él la llave, y abrió
con una cólera inquieta,
y en la primera naveta
con los papeles topó. 470
Miróme y volvió a cerrar,
y sin decir nada, ¡ay Dios!,
buscó a mi padre, y los dos
(¿quién duda para tratar
mi muerte?) gran rato hablaron 475
cerrados en su aposento.
Salieron, y hacia el convento
los dos sus pasos guiaron,
según Octavio me dijo.
Y si lo que está tratado, 480
ya mi padre ha efetuado,
con justa causa me aflijo;
porque si de aquesta suerte,
que olvide5 a Eusebio desea,
antes que monja me vea, 485
yo misma me daré muerte.
 

(Sale EUSEBIO.)

 
EUSEBIO

  ([Aparte.] 

Ninguno tan atrevido,
si no tan desesperado,
viene a tomar por sagrado
la casa del ofendido. 490
Antes que sepa la muerte
de Lisardo, Julia bella,
hablar quisiera con ella,
porque a mi tirana suerte
algún remedio consigo 495
si, ignorando mi rigor,
puede obligarle el amor
a que se vaya conmigo;
y cuando llegue a saber
de Lisardo el hado injusto, 500
hará de la fuerza gusto
mirándose en mi poder.)
Hermosa Julia.
JULIA
¿Qué es esto?
¿Tú en esta casa?
EUSEBIO
El rigor
de mi desdicha y tu amor 505
en tal peligro me ha puesto.
JULIA
Pues ¿cómo has entrado aquí
y emprendes tan loco extremo?
EUSEBIO
Como la muerte no temo...
JULIA
¿Qué es lo que intentas así? 510
EUSEBIO
Hoy obligarte deseo,
Julia, porque agradecida
des a mi amor nueva vida,
nueva gloria a mi deseo.
Yo he sabido cuánto ofende 515
a tu padre mi cuidado,
que a su noticia ha llegado
nuestro amor, y que pretende
que tú recibas mañana
el estado que desea, 520
para que mi dicha sea,
cuanto mi esperanza, vana.
Si ha sido gusto, si ha sido
amor el que me has mostrado,
si es verdad que me has amado, 525
si es cierto que me has querido,
vente conmigo, pues ves
que no tiene resistencia
de tu padre la obediencia;
deja tu casa, y después, 530
que habrá mil remedios piensa;
pues en mi poder es justo
que haga de la fuerza gusto,
y obligación de la ofensa.
Villas tengo en que guardarte, 535
gente con que defenderte,
hacienda para ofrecerte,
-106v-
y un alma para adorarte.
Si darme vida deseas,
si es verdadero tu amor, 540
atrévete, o el dolor
hará que mi muerte veas.
JULIA
¡Oye, Eusebio!
ARMINDA
Mi señor
viene, señora.
JULIA
¡Ay de mí!
EUSEBIO
¿Pudiera hallar contra mí 545
la fortuna más rigor?
JULIA
¿Podrá salir?
ARMINDA
No es posible
que se vaya, porque ya
llamando a la puerta está.
JULIA
¡Grave mal!
EUSEBIO
¡Pena terrible!
550
¿Qué haré?
JULIA
Esconderse es ya forzoso.
EUSEBIO
¿Dónde?
JULIA
En aquese aposento.
ARMINDA
Presto, que sus pasos siento.
 

(Escóndese EUSEBIO, y sale CURCIO, viejo venerable, padre de JULIA.)

 
CURCIO
Hija, si por el dichoso
estado que tú codicias, 555
y que ya seguro tienes,
no das a mis parabienes
la vida, y alma en albricias,
del deseo que he tenido
no agradeces el cuidado. 560
Todo queda efetuado,
y todo tan prevenido,
que solo falta ponerte
la más bizarra y hermosa,
para ser de Cristo esposa, 565
¡mira que dichosa suerte!,
hoy aventajas a todas
cuantas saben envidiar,
pues te verán celebrar
aquestas divinas bodas. 570
¿Qué dices?
JULIA

  [Aparte.] 

¿Qué puedo hacer?
EUSEBIO

  [Aparte.]  

Yo me doy la muerte aquí,
si ella le dice que sí.
JULIA

  ([Aparte.] 

No sé cómo responder.)
Bien, señor, la autoridad 575
de padre, que es preferida,
imperio tiene en la vida,
pero no en la libertad.
¿Pues que supiera antes yo
tu intento, no fuera bien? 580
¿Y que tú, señor, también
supieras mi gusto?
CURCIO
No,
que sola mi voluntad,6
en lo justo o en lo injusto
has de tener por tu gusto. 585
JULIA
Solo tiene libertad
un hijo para escoger
estado; que el hado impío
no fuerza el libre albedrío.
Déjame pensar y ver 590
despacio eso, y no te espante
ver que término te pida,
que el estado de una vida
no se toma en un instante.
CURCIO
Basta, que yo le he mirado, 595
y yo por ti he dado el sí.
JULIA
Pues si tú vives por mí,
toma también el estado.
CURCIO
¡Calla infame!, ¡Calla loca!;
que haré de aquese cabello 600
un lazo para tu cuello,
o sacaré de tu boca
con mis manos la atrevida
lengua, que de oír me ofendo.
JULIA
La libertad te defiendo, 605
señor, pero no la vida.
-107r-
Acaba su curso triste,
y acabará tu pesar;
que mal te puedo negar
la vida que tú me diste: 610
la libertad que me dio
el cielo, es la que te niego.
CURCIO
En este punto a creer llego
lo que el alma sospechó,
que no fue buena tu madre, 615
y manchó mi honor alguno;
que hoy el error7 importuno,
ofende el honor de un padre
a quien el sol lo igualó
con resplandor y belleza, 620
sangre, honor, lustre y nobleza.
JULIA
Eso he entendido yo,
por eso no he respondido.
CURCIO
Arminda, salte allá fuera.
 

[Vase ARMINDA.]

 
Y ya que mi pena fiera 625
tantos años he tenido
secreta, de mis enojos
la ciega pasión obliga
a que la lengua te diga
lo que te han dicho los ojos. 630
La señoría de Sena,
por dar a mi sangre fama,
en su nombre me envió
a dar la obediencia al Papa
Urbano Tercio. Tu madre, 635
que con opinión de santa
fue en Sena común ejemplo
de las matronas romanas,
y aun de las nuestras (no sé
cómo mi lengua la agravia; 640
mas, ¡ay infelice!, tanto
la satisfación engaña),
en Sena quedó, y yo estuve
en Roma con la embajada
ocho meses, porque entonces 645
por concierto se trataba
que esta señoría fuese
del Pontífice: Dios haga
lo que a su estado convenga,
que aquí importa poco, o nada. 650
Volví a Sena, y hallé en ella...
Aquí el aliento me falta,
aquí la lengua enmudece,
aquí el ánimo desmaya.
Hallé, ¡ay injusto temor!, 655
a tu madre tan preñada,
que para el infame parto8
cumplía las nueve faltas.
Ya me había prevenido
por sus mentirosas cartas 660
esta desdicha, diciendo
que, cuando me fui, quedaba
con sospecha; y yo la tuve
de mi deshonra tan clara,
que discurriendo en mi agravio 665
imaginé mi desgracia.
No digo que verdad sea,
pero quien nobleza trata,
no ha de aguardar a creer
que el imaginar le basta. 670
¿Qué importa que un noble sea
desdichado, (¡oh ley tirana
de honor!, ¡oh bárbaro fuero
del mundo!), si la ignorancia
le disculpa? Mienten, mienten 675
las leyes; porque no alcanza
los misterios al efeto
quien no previene la causa.
¿Qué ley culpa a un inocente?
¿Qué opinión a un libre agravia? 680
Miente otra vez; que no es
deshonra, sino desgracia.
¡Bueno es que en leyes de honor
le comprenda tanta infamia,
al Mercurio que le roba, 685
como al Argos que le guarda!
-107v-
¿Qué deja el mundo, qué deja,
si así al inocente infama,
de deshonra para aquel,
que lo sabe y que lo calla? 690
Yo entre tantos pensamientos,
yo entre confusiones tantas,
ni vi regalo en la mesa,
ni hice descanso en la cama.
Tan desabrido conmigo 695
estuve, que me trataba
como ajeno el corazón,
y como a tirano el alma.
Y aunque a veces discurría
en su abono, y aunque hallaba 700
verosímil la disculpa,
pudo en mí tanto la instancia
del temor que me ofendía,
que con saber que fue casta,
tomé de mis pensamientos, 705
no de sus culpas, venganza.
Y porque con más secreto
fuese, previne una caza
fingida, porque a un celoso
solo lo fingido agrada. 710
Al monte fui, y cuando todos
entretenidos estaban
en su alegre regocijo,
con amorosas palabras,
(¡qué bien las dice quien miente!, 715
¡qué bien las cree quien ama!),
llevé a Rosmira, su madre,
por una senda apartada
del camino, y divertida
llegó a una secreta estancia 720
deste monte, a cuyo albergue
el sol ignora la entrada,
porque se la defendían
rústicamente enlazadas,
por no decir que amorosas, 725
árboles, hojas y ramas.
Aquí, pues, donde apenas
huella9 imprimió mortal planta,
solos los dos...
 

(Sale ARMINDA.)

 
ARMINDA
Si el valor
que el noble pecho acompaña, 730
señor, y si la experiencia
que te han dado honrosas canas,
en la desdicha presente
no te niega o no te falta,
examen será el valor 735
de tu ánimo.
CURCIO
¿Qué causa
te obliga a que así interrompas
mi razón?
ARMINDA
Señor...
CURCIO
Acaba,
que más la duda ofende.
JULIA
¿Por qué te suspendes? Habla. 740
ARMINDA
No quisiera ser la voz
de mi pena y tu desgracia.
CURCIO
No temas decirla tú,
pues yo no temo escuchalla.
ARMINDA
A Lisardo, mi señor... 745
EUSEBIO

  [Aparte.] 

Esto solo me faltaba.
ARMINDA
...bañado en su sangre traen
en una silla por andas,
cuatro rústicos pastores,
muerto (¡ay Dios!) a puñaladas; 750
mas ya a tu presencia llega:
no le veas.
CURCIO
¡Cielos! ¿Tantas
penas para un desdichado?
¡Ay de mí!
 

(Salen los villanos con LISARDO en una silla, ensangrentado el rostro.)

 
JULIA
Pues ¿qué inhumana
-108r-
fuerza ensangrentó la ira 755
en su pecho? ¿Qué tirana
mano se bañó en mi sangre,
contra su inocencia airada?
¡Ay de mí!
ARMINDA
Mira señora...
BLAS
No llegues a verle.
CURCIO
Aparta.
760
TIRSO
Detente, señor.
CURCIO
Octavio,
no puede sufrirlo el alma.
Dejadme ver ese cadáver frío,
depósito infeliz de heladas venas,
ruina del tiempo, estrago del impío 765
hado, teatro funesto de mis penas;
¿Qué tirano rigor, ¡ay hijo mío!,
trágico monumento en las arenas
construyó porque hiciese en quejas vanas
mortaja triste de mis blancas canas? 770
¡Ay, amigos! Decid: ¿quién fue homicida
de un hijo en cuya vida yo animaba?
MENGA
Gil lo dirá, que al verle dar la herida,
oculto en unos árboles estaba.
CURCIO
Di, amigo, di, ¿quién me quitó esta vida? 775
GIL
Yo solo sé que Eusebio le llamaba,
cuando con él reñía.
CURCIO
¿Hay más deshonra?
Eusebio me ha quitado vida y honra.

 [A JULIA.] 

Disculpa agora tú de sus crüeles
deseos la ambición; di que concibe 780
casto amor, pues a falta de papeles,
lascivos gustos con su sangre escribe.
JULIA
Señor...
CURCIO
No me respondas como sueles;
a tomar estado te apercibe,
o apercibe también a tu hermosura, 785
con Lisardo temprana sepultura.
Los dos a un tiempo el sentimiento esquivo,
en este día sepultar concierta,
él muerto al mundo, en mi memoria vivo,
tú, viva al mundo, en mi memoria muerta. 790
Y en tanto que el entierro os apercibo,
porque no huyas cerraré esta puerta;
queda con él, porque de aquesa suerte
liciones al morir te dé su muerte.
  -108v-  
 

(Vanse todos, y queda JULIA en medio de LISARDO y EUSEBIO, que sale por otra puerta.)

 
JULIA
Mil veces procuro hablarte, 795
tirano Eusebio, y mil veces
el alma duda, el aliento
falta, y la lengua enmudece.
No sé, no sé cómo pueda
hablar, porque a un tiempo vienen 800
envueltas iras piadosas
entre verdades crüeles.
Quisiera cerrar los ojos
a aquesta sangre inocente
que está pidiendo venganza 805
desperdiciando claveles.
Y quisiera hallar disculpa
en las lágrimas que viertes,
que al fin heridas y ojos
son bocas que nunca mienten. 810
Y en una mano el amor,
y en otra el rigor presente,
quisiera a un tiempo, quisiera
castigarte y defenderte.
Y entre ciegas confusiones 815
de pensamientos tan fuertes,
la clemencia me combate,
el sentimiento me vence.
¿Desta suerte solicitas
obligarme?, ¿desta suerte, 820
Eusebio, en vez de finezas
con crueldades me pretendes?
Cuando de mi boda el día
resuelta espera, ¡quieres
que en vez de apacibles bodas, 825
tristes obsequias celebre!
Cuando por tu gusto era
a mi padre inobediente,
¡funestos lutos me das,
en vez de galas alegres! 830
Cuando, arriesgando mi vida,
hice posible el quererte,
¡en vez de tálamo, (¡ay cielos!)
un sepulcro me previenes!
Y cuando mi mano ofrezco, 835
despreciando inconvenientes,
de honor10, ¡la tuya bañada
en mi sangre me la ofreces!
¿Qué gusto tendré en tus brazos,
si para llegar a verme, 840
dando vida a nuestro amor,
voy tropezando en la muerte?
¿Qué dirá el mundo de mí,
sabiendo que tengo siempre,
si no presente el agravio, 845
quien le cometió presente?
Pues cuando quiera el olvido
sepultarle, solo el verte
entre mis brazos será
memoria con que me acuerde. 850
Yo entonces, yo, aunque te adore,
los amorosos placeres
trocaré en iras, pidiendo
venganzas, pues ¿cómo quieres,
que viva sujeta un alma 855
a efetos tan diferentes
que esté esperando el castigo,
deseando que no llegue?
Basta, por lo que te quise,
perdonarte, sin que esperes 860
verme en tu vida, ni hablarme.
Esa ventana, que tiene
salida al jardín, podrá
darte paso; por ahí puedes
escaparte; huye el peligro, 865
porque, si mi padre viene
no te halle aquí. Vete, Eusebio,
y mira que no te acuerdes
de mí, que hoy me pierdes tú,
porque quisiste perderme. 870
Vete, y vive tan dichoso,
-109r-
que tengas felicemente
bienes, sin que a los pesares
pagues pensión de los bienes.
Que yo haré para mi vida 875
una celda, prisión breve,
si no sepulcro, pues ya
mi padre enterrarme quiere.
Allí lloraré desdichas
de un hado tan inclemente, 880
de una fortuna tan fiera,
de una inclinación tan fuerte,
de un planeta tan opuesto,
de una estrella tan rebelde,
de un amor tan desdichado, 885
de una mano tan aleve,
que me ha quitado la vida
y no me ha dado la muerte,
porque entre tantos pesares
siempre viva y muera siempre. 890
EUSEBIO
Si acaso más que tus voces,
son ya tus manos crüeles,
para tomar la venganza,
rendido a tus pies me tienes.
Preso me trae mi delito, 895
tu amor es la cárcel fuerte,
las cadenas son mis yerros,
prisiones que el alma teme.
Verdugo es mi pensamiento,
si son tus ojos los jueces, 900
y ellos me dan la sentencia,
por fuerza será de muerte.
Mas diga entonces la fama
en su pregón: «Este muere
porque quiso», pues que solo 905
es mi delito quererte.
No pienso darte disculpa,
no parezca que la tiene
tan grande error; solo quiero
que me mates y te vengues. 910
Toma esta daga, y con ella
rompe un pecho que te ofende,
saca un alma que te adora,
y tu misma sangre vierte.
Y si no quieres matarme, 915
para que a vengarse llegue
tu padre, diré que estoy
en tu aposento.
JULIA
¡Detente!
Y por última razón,
que he de hablarte eternamente, 920
¿has de hacer lo que te digo?
EUSEBIO
Yo lo concedo.
JULIA
Pues vete
adonde guardes tu vida.
Hacienda tienes, y gente
que la podrá defender. 925
EUSEBIO
Mejor será que yo quede
sin ella; porque si vivo,
será imposible que deje
de adorarte, y no has de estar,
aunque un convento te encierre, 930
segura.
JULIA
Guárdate tú,
que yo sabré defenderme.
EUSEBIO
¿Volveré yo a verte?
JULIA
No.
EUSEBIO
¿No hay remedio?
JULIA
No le esperes.
EUSEBIO
¿Que al fin me aborreces ya? 935
JULIA
Haré por aborrecerte.
EUSEBIO
¿Olvidarasme?
JULIA
No sé.
EUSEBIO
¿Verete yo?
JULIA
Eternamente.
EUSEBIO
Pues ¿aquel pasado amor...?
JULIA
Pues ¿esta sangre presente...? 940
La puerta abren; vete, Eusebio.
EUSEBIO
Iré por obedecerte.
¡Que no he de volver a verte!
JULIA
¡Que no has de volver a verme!
 

(Ruido dentro, vanse cada uno por su puerta y llevan el cuerpo.)

 

Indice Siguiente