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26-2. Así, por breuaje, «bebida que dan a las bestias, o para curarlas, o para engordarlas, con harina, aceite y otras cosas». (Covarrubias.) Breuajo es forma popular. Quevedo, en El Parnaso español, núm. 524 (romance LXXIV) la trae:


    «Bebí ayer, que fui goloso,
no sé qué purga o brebajo,
y tuve, sin ser posada,
más cámaras que palacio.»



Como el romance está asonantado en a-o, es de extrañar que las ediciones modernas impriman «brebaje». (N. del E.)

 

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28-8. Nada hemos hallado aún sobre la anécdota del [Marqués?] de Marinán, a que se refiere Cervantes. Quiñones de Benavente, en su entremés de Los sacristanes Cosquillas y Talegote, trae otra alusión a la frase:


    «Ni Herodías, ni Absalón,
que murió de repelón,
de mi asadura se ampare:
que ha de tener piu dinare
quien quisiere mi afición.»



(N. del E.)

 

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29-10. Mencionado repetidas veces en Cervantes. En el Quixote, I, 20, fol. 87 vuelto:

«Y aduierta vuestra merced, señor mio, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue assi como quiera; que fue vna sentencia de Caton Çonzorino Romano, que dize: Y el mal para quien le fuere a buscar», etc.



Véase también El rufián viudo, y el Quixote, I, 42, fol. 259 vuelto, entre otros lugares. (N. del E.)

 

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29-19. Falta un verso antes de éste; por ejemplo, el siguiente:

[que el seruicio del cauallo].
 

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33-1.

«En esta galera de pretensión de oficios temporales (digo, de corregimientos) bogamos tres géneros de gentes: Letrados, que en esto no lo somos; Soldados, que, como quien por huir de los trabajos y desasosiegos del mundo se casa, huyendo de la menor guerra, que es la de las armas, se vienen a meter en ésta, que es muy incomportable; y otros, Caballeros de espada y capa, que, con gana de comer y ambición de mandar, vienen a buscar oficios que les den mando sobre una ciudad y su tierra, porque sus patrimonios y rentas no bastan para se le dar sobre un lacayo y un paje. Todos estos tres géneros de gentes se comprehenden debajo de este famoso nombre: Cata-ribera


(Eugenio de Salazar, Carta en que se trata de los Catariberas; edición Gallardo, en el número 3.º de El Criticón.)                


«Yo, desuenturado, serui siempre a cata riberas y a gente aduenediza de racion y quitacion, tan misera y atenuada, que en pagar el almidonar vn cuello se consumia la mitad della», etc.


(Don Quixote, II, 34, fol. 93 vuelto.)                


(N. del E.)

 

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34-28. La peregrinación de las Siete Iglesias de Roma parece haber sido instituida por San Felipe Neri hacia el año 1559, y comprendía un circuito de cerca de diez y nueve kilómetros. Las siete iglesias eran las cinco basílicas mayores o patriarcales: primera, San Pietro; segunda, San Giovanni in Laterano; tercera, San Paolo fuori le Mura (Basilica Ostiensis); cuarta, Santa María Maggiore (en la cima del Esquilino); quinta, San Lorenzo (fuera de las murallas, y en el camino de Tívoli). Además de éstas, se incluían dos de las basílicas menores: sexta, Santa Croce in Gerusalemme (cerca del Anfiteatro Castrense); séptima, San Sebastiano (en la Vía Appia). A causa del apuro que representaba para muchos peregrinos el visitar este último templo, se substituyó por el de San Stéfano Rotondo, en el Celio. Sobre todo en el siglo XVI era muy popular esta peregrinación, y se cuenta que San Felipe Neri la hizo muchas veces acompañado de unos dos mil hombres. Véase The Life of Saint Philip Neri, from the Italian of Father Bacci, edited by F. J. Antrobus; Londres, 1902 (con buen índice). (N. del E.)

 

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35-29. Véase El rufián dichoso, nota 8-14 de nuestra edición, y Pedro de Urdemalas, 129-28. (N. del E.)

 

28

36-4. El texto: «oi». (N. del E.)

 

29

36-6. El texto: «oy». (N. del E.)

 

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36-12. El texto: «aquella». (N. del E.)