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ArribaAbajoTomo II

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ArribaAbajoQvarto libro de Galatea

Con gran desseo esperaua la hermosa Theolinda el venidero dia, para despedirse de Galatea y Florisa y acabar de buscar por todas las riberas de Tajo a su querido Artidoro, con intencion de fenecer la vida en triste y amarga soledad, si fuesse tan corta de ventura que del amado pastor alguna nueua no supiesse. Llegada, pues, la hora desseada, quando el sol començaua a tender sus rayos por la faz de la tierra, ella se leuantó, y, con lagrimas en sus ojos, pidio licencia a las dos pastoras para proseguyr su demanda, las quales con muchas razones la persuadieron que en su compañia algunos dias mas esperasse, offreciendole Galatea de embiar algun pastor de los de su padre a buscar a Artidoro por todas las riberas de Tajo y por donde se imaginasse que podria ser hallado. Theolinda agradecio sus offrecimientos, pero no   -[fol. 173v]-   quiso hazer lo que le pedian; antes, despues de hauer mostrado, con las mejores palabras   —6→   que supo, la obligacion en que quedaua de seruir todos los dias de su vida las obras que dellas hauia rescebido, abraçandolas con tierno sentimiento, les rogaua que vna sola hora no la detuuiessen. Viendo, pues, Galatea y Florisa quan en vano trabajauan en pensar detenerla, le encargaron que de qualquier successo bueno o malo que en aquella amorosa demanda le sucediesse, procurasse de auisarlas, certificandola del gusto que de su contento o la pena que de su desgracia rescibirian. Theolinda se offrecio ser ella mesma quien las nueuas de su buena dicha truxesse, pues las malas no tendria sufrimiento la vida para resistirlas, y assi, seria escusado que della saberse pudiessen. Con esta promessa de Theolinda se satisfizieron Galatea y Florisa, y determinaron de acompañarla algun trecho fuera del lugar, y assi, tomando las dos solos sus cayados, y hauiendo proueydo el çurron de Theolinda de algunos regalos para el trabajoso   -fol. 174r-   camino, se salieron con ella del aldea a tiempo que ya los rayos del sol mas derechos y con mas fuerças començauan a herir la tierra. Y hauiendola acompañado casi media legua del lugar, al tiempo que ya querian boluerse y dexarla, vieron atrauessar por vna quebrada que poco desuiada dellas estaua, quatro hombres de a cauallo y algunos de a pie, que luego conoscieron ser caçadores en el ábito y en los alcones y perros que lleuauan; y estandolos con atencion mirando, por ver si los conoscian, vieron salir de entre vnas espessas matas que cerca de   —7→   la quebrada estauan, dos pastoras de gallardo talle y brio. Trayan los rostros reboçados con dos blancos lienços; y alçando la vna dellas la voz, pidio a los caçadores que se detuuiessen, los quales assi lo hizieron, y llegandose entrambas a vno dellos, que en su talle y postura el principal de todos parecia, le asieron las riendas del cauallo y estuuieron vn poco hablando con el, sin que las tres pastoras pudiessen oyr palabra de las que dezian,   -fol. 174v-   por la distancia del lugar, que lo estoruaua. Solamente vieron que, a poco espacio que con el hablaron, el cauallero se apeó, y hauiendo, a lo que juzgarse pudo, mandado a los que le acompañauan que se boluiessen, quedando sólo vn moço con el cauallo, trabó a las dos pastoras de las manos, y poco a poco començo a entrar con ellas por medio de vn cerrado bosque que alli estaua; lo qual visto por las tres pastoras Galatea, Florisa y Theolinda, determinaron de ver, si pudiessen, quien eran las disfraçadas pastoras y el cauallero que las lleuaua, y assi, acordaron de rodear por vna parte del bosque, y mirar si podian ponerse en alguna que pudiesse serlo, para satisfazerles de lo que desseauan. Y haziendolo assi como pensado lo hauian, atajaron al cauallero y a las pastoras, y mirando Galatea por entre las ramas lo que hazian, vio que, torziendo sobre la mano derecha, se emboscauan en lo mas espesso del bosque, y luego por sus mesmas pisadas les fueron siguiendo, hasta   -fol. 175r-   que el cauallero y las pastoras, pareciendoles estar bien   —8→   adentro del bosque, en medio de vn estrecho pradezillo, que de infinitas breñas estaua rodeado, se pararon. Galatea y sus compañeras se llegaron tan cerca, que, sin ser vistas ni sentidas, veyan todo lo que el cauallero y las pastoras hazian y dezian; las quales, hauiendo mirado a vna y a otra parte, por ver si podrian ser vistas de alguno, asseguradas desto, la vna se quitó el reboço, y a penas se le huuo quitado, quando de Theolinda fue conoscida, y llegandose al oydo de Galatea, le dixo con la mas baxa voz que pudo:

-Estrañissima ventura es esta, porque, si no es que con la pena que traygo he perdido el conoscimiento, sin duda alguna aquella pastora que se ha quitado el reboço es la bella Rosaura, hija de Roselio, señor de vna aldea que a la nuestra está vezina, y no se que pueda ser la causa que la aya mouido a ponerse en tan estraño trage y a dexar su tierra, cosas que tan en perjuyzio de su honestidad se declaran. Mas, ¡ay, desdichada!   -fol. 175v-   -añadio Theolinda-, que el cauallero que con ella está es Grisaldo, hijo mayor del rico Laurencio, que junto a esta vuestra aldea tiene otras dos suyas.

-Verdad dizes, Theolinda -respondio Galatea-, que yo le conozco; pero calla y sossiegate, que presto veremos con que intento ha sido aqui su venida.

Quietóse con esto Theolinda, y con atencion se puso a mirar lo que Rosaura hazía, la qual, llegandose al cauallero, que de edad de veynte   —9→   años parecia, con voz turbada y ayrado semblante le començo a dezir:

-En parte estamos, fementido cauallero, donde podre tomar de tu desamor y descuydo la desseada vengança. Pero aunque yo la tomasse de ti tal que la vida te costasse, poca recompensa sería al daño que me tienes hecho. Vesme aqui, desconocido Grisaldo, desconoscida por conoscerte; ves aqui que ha mudado el trage por buscarte la que nunca mudó la voluntad de quererte. Considera, ingrato y desamorado, que la que a penas en su casa y con sus criadas sabia mouer el passo, agora por tu causa anda de valle en valle y de   -fol. 176r-   sierra en sierra con tanta soledad buscando tu compañia.

Todas estas razones que la bella Rosaura dezia, las escuchaua el cauallero con los ojos hincados en el suelo, y haziendo rayas en la tierra con la punta de vn cuchillo de monte que en la mano tenia. Pero, no contenta Rosaura con lo dicho, con semejantes palabras prosiguio su plática:

-Dime: ¿conoces, por ventura, conoces, Grisaldo, que yo soy aquella que no ha mucho tiempo que enxugó tus lagrimas, atajó tus sospiros, remedió tus pen(n)as, y, sobre todo, la que creyo tus palabras? ¿O, por suerte, entiendes tu que eres aquel a quien parecian cortos y de ninguna fuerça todos los juramentos que imaginarse podian, para assegurarme la verdad con que me engañauas? ¿Eres tu acaso, Grisaldo, aquel cuyas infinitas lagrimas ablandaron la dureza   —10→   del honesto coraçon mio? Tu eres, que ya te veo, y yo soy, que ya me conozco. Pero si tu eres, Grisaldo, el que yo creo, y yo soy Rosaura, la que tu imaginas, cumpleme la palabra que me diste; darte he   -fol. 176v-   yo la promessa que nunca te he negado. Hanme dicho que te casas con Leopersia, la hija de Marcelio, tan a gusto tuyo, que eres tu mesmo el que la procuras; si esta nueua me ha dado pesadumbre, bien se puede ver por lo que he hecho por venir a estoruar el cumplimiento della; y si tu la puedes hazer verdadera, a tu consciencia lo dexo. ¿Que respondes a esto, enemigo mortal de mi descanso? ¿Otorgas, por ventura, callando, lo que por el pensamiento sería justo que no te passasse? Alça los ojos ya, y ponlos en estos que por su mal te miraron; leuantalos, y mira a quien engañas, a quien dexas y a quien oluidas. Verás que engañas, si bien lo consideras, a la que siempre te trató verdades, dexas a quien ha dexado a su honra y a si mesma por seguirte, oluidas a la que jamas te apartó de su memoria. Considera, Grisaldo, que en nobleza no te deuo nada, y que en riqueza no te soy desigual, y que te auentajo en la bondad del ánimo y en la firmeza de la fe. Cumpleme, señor, la que me diste, si te precias de cauallero,   -fol. 177r-   y no te desprecias de christiano. Mira que, si no correspondes a lo que me deues, que rogaré al cielo que te castigue, al fuego que te consuma, al ayre que te falte, al agua que te anegue, a la tierra que no te sufra, y a mis parientes que me venguen. Mira que, si faltas a   —11→   la obligacion que me tienes, que has de tener en mi vna perpetua turbadora de tus gustos en quanto la vida me durare; y aun despues de muerta, si ser pudiere, con continuas sombras espantaré tu fementido espiritu, y con espantosas visiones atormentaré tus engañadores ojos. Aduierte que no pido sino lo que es mio, y que tu ganas en darlo lo que en negarlo pierdes. Mueue agora tu lengua para desengañarme de quantas [vezes] la has mouido para offenderme.

Calló diziendo esto la hermosa dama, y estuuo vn poco esperando a ver lo que Grisaldo respondia; el qual, leuantando el rostro, que hasta alli inclinado hauia tenido, encendido con la verguença que las razones de Rosaura le hauian causado, con sossegada voz le respondio desta manera:

  -fol. 177v-  

-Si yo quisiesse negar, ¡o Rosaura!, que no te soy deudor de mas de lo que dizes, negaria assimesmo que la luz del sol no es clara, y aun diria que el fuego es frio y el ayre duro. Assi que en esta parte confiesso lo que te deuo, y que estoy obligado a la paga. Pero que yo confiesse que puedo pagarte como quieres, es impossible, porque el mandamiento de mi padre lo ha prohibido, y tu riguroso desden impossibilitado; y no quiero en esta verdad poner otro testigo que a ti mesma, como a quien tambien sabe quantas vezes y con quantas lagrimas rogue que me aceptasses por esposo, y que fuesses seruida que yo cumpliesse la palabra que de serlo te hauia dado; y tu, por las causas   —12→   que te imaginaste, o por parecerte ser bien corresponder a las vanas promessas de Artandro, jamas quisiste que a tal execucion se llegasse: antes de dia en dia me yuas entretiniendo y haziendo prueuas de mi firmeza, pudiendo assegurarla de todo punto con admitirme por tuyo. Tambien sabes, Rosaura, el desseo que mi padre tenia de ponerme en estado, y la priessa   -fol. 178r-   que daua a ello, trayendo los ricos honrosos casamientos que tu sabes, y como yo con mil escusas me apartaua de sus importunaciones, dandotelas siempre a ti para que no dilatasses mas lo que tanto a ti conuenia y yo desseaua; y que, al cabo de todo esto, te dixe vn dia que la voluntad de mi padre era que yo con Leopersia me casasse; y tu, en oyendo el nombre de Leopersia, con vna furia desesperada me dixiste que mas no te hablasse, y que me casasse norabuena con Leopersia o con quien mas gusto me diesse. Sabes tambien que te persuadi muchas vezes que dexasses aquellos celosos deuaneos, que yo era tuyo, y no de Leopersia, y que jamas quisiste admitir mis disculpas ni condescender con mis ruegos: antes, perseuerando en tu obstinacion y dureza, y en fauorescer a Artandro, me embiaste a dezir que te daria gusto en que jamas te viesse. Yo hize lo que me mandaste, y, por no tener occasion de quebrar tu mandamiento, viendo tambien que cumplia el de mi padre, determiné de desposarme   -fol. 178v-   con Leopersia, o, a lo menos, desposaréme mañana, que assí está concertado entre sus parientes   —13→   y los mios; porque veas, Rosaura quan disculpado estoy de la culpa que me pones, y quan tarde has tu venido en conoscimiento de la sinrazon que conmigo vsauas. Mas porque no me juzgues de aqui adelante por tan ingrato como en tu imaginacion me tienes pintado, mira bien si ay algo en que yo pueda satisfazer tu voluntad, que, como no sea casarme contigo, auenturaré por seruirte la hazienda, la vida y la honra.

En tanto que estas palabras Grisaldo dezia, tenia la hermosa Rosaura los ojos clauados en su rostro, vertiendo por ellos tantas lagrimas, que dauan bien a entender el dolor que en el alma sentia; pero viendo ella que Grisaldo callaua, dando vn profundo y doloroso sospiro, le dixo:

-Como no puede caber en tus verdes años tener, ¡o Grisaldo!, larga y conoscida experiencia de los infinitos accidentes amorosos, no me marauillo que vn pequeño desden mio te aya puesto en la libertad   -fol. 179r-   que publicas; pero si tu conoscieras que los celosos temores son espuelas que hazen salir al amor de su passo, vieras claramente que, los que yo tuue de Leopersia, en que yo mas te quisiesse redundauan. Mas como tu tratauas tan de passatiempo mis cosas, con la menor occasion que te imaginaste, descubriste el poco amor de tu pecho y confirmaste las verdaderas sospechas mias, y en tal manera, que me dizes que mañana te casas con Leopersia. Pero yo te certifico que, antes que a   —14→   ella lleues al talamo, me has de lleuar a mi a la sepoltura, si ya no eres tan cruel que niegues de darla al cuerpo de cuya alma fuyste siempre señor absoluto. Y porque claro conozcas y veas que, la que perdio por ti su honestidad y puso en detrimento su honra, tendra en poco perder la vida, este agudo puñal que aqui traygo pondra en effecto mi desesperado y honroso intento, y será testigo de la crueldad que en esse tu fementido pecho encierras.

Y diziendo esto, sacó del seno vna desnuda daga, y con gran celeridad   -fol. 179v-   se yua a passar el coraçon con ella, si con mayor presteza Grisaldo no le tuuiera el braço y la reboçada pastora su compañera no aguijara a abraçarse con ella. Gran rato estuuieron Grisaldo y la pastora primero que quitassen a Rosaura la daga de las manos, la qual a Grisaldo dezia:

-¡Dexame, traydor enemigo, acabar de vna vez la tragedia de mi vida, sin que tantas tu desamorado desden me haga prouar la muerte!

-Essa no gustarás tu por mi occasion -replicó Grisaldo-, pues quiero que mi padre falte antes [a] la palabra que por mi a Leopersia tiene dada, que faltar yo vn punto a lo que conozco que te deuo. Sossiega el pecho, Rosaura, pues te asseguro que este mio no sabra dessear otra cosa que la que fuere de tu contento.

Con estas enamoradas razones de Grisaldo resuscitó Rosaura de la muerte de su tristeza a la vida de su alegria, y, sin cessar de llorar, se hincó de rodillas ante Grisaldo, pidiendole las   —15→   manos en señal de la merced que le hazía. Grisaldo hizo lo mesmo, y, echandole   -fol. 180r-   los braços al cuello, estuuieron gran rato sin poderse hablar el vno al otro palabra, derramando entrambos cantidad de amorosas lagrimas. La pastora arreboçada, viendo el felix successo de su compañera, fatigada del cansancio que hauia tomado en ayudar a quitar la daga a Rosaura, no pudiendo mas sufrir el velo, se le quitó, descubriendo vn rostro tan parescido al de Theolinda, que quedaron admiradas de verle Galatea y Florisa; pero mas lo fue Theolinda, pues, sin poderlo dissimular, alçó la voz, diziendo:

-¡O cielos!, y ¿que es lo que veo? ¿No es, por ventura, esta mi hermana Leonarda, la turbadora de mi reposo? Ella es, sin duda alguna.

Y, sin mas detenerse, salio de donde estaua, y con ella Galatea y Florisa. Y como la otra pastora viesse a Theolinda, luego la conoscio, y con abiertos braços se fueron la vna a la otra, admiradas de hauerse hallado en tal lugar y en tal sazon y coyuntura. Viendo, pues, Grisaldo y Rosaura lo que Leonarda con Theolinda hazía, y que hauian sido descubiertos de las pastoras   -fol. 180v-   Galatea y Florisa, con no poca verguença de que los huuiessen hallado de aquella suerte, se leuantaron, y, limpiandose las lagrimas, con dissimulacion y comedimiento rescibieron a las pastoras, que luego de Grisaldo fueron conoscidas. Mas la discreta Galatea, por boluer en siguridad el disgusto que, quiça, de su vista los dos enamorados hauian recibido, con aquel   —16→   donayre con que ella todas las cosas dezia, les dixo:

-No os pese de nuestra venida, venturosos Grisaldo y Rosaura, pues sólo seruira de acrescentar vuestro contento, pues se ha comunicado con quien siempre le tendra en seruiros. Nuestra ventura ha ordenado que os viessemos, y en parte donde ninguna se nos ha encubierto de vuestros pensamientos, y pues el cielo los ha traydo a término tan dichoso, en satisfacion dello, assegurad vuestros pechos y perdonad nuestro atreuimiento.

-Nunca tu presencia, hermosa Galatea -respondio Grisaldo-, dexó de dar gusto do quiera que estuuiesse; y siendo esta verdad tan conoscida, antes   -fol. 181r-   quedamos en obligacion a tu vista, que con dessabrimiento de tu llegada.

Con estas passaron otras algunas comedidas razones, harto differentes de las que entre Leonarda y Theolinda passauan, las quales, despues de hauerse abraçado vna y dos vezes, con tiernas palabras mezcladas con amorosas lagrimas, la cuenta de su vida se demandauan, tiniendo suspensos mirandolas a todos los que alli estauan, porque se parescian tanto, que casi no se podian dezir semejantes, sino vna mesma cosa; y si no fuera porque el trage de Theolinda era differente del de Leonarda, sin duda alguna que Galatea y Florisa no supieran differenciallas, y entonces vieron con quanta razon Artidoro se hauia engañado en pensar que Leonarda Theolinda fuesse. Mas viendo Florisa que   —17→   el sol estaua hazia la mitad del cielo, y que sería bien buscar alguna sombra que de sus rayos las defendiesse, o a lo menos, boluerse a la aldea, pues, faltandoles la occasion de apascentar sus ouejas, no deuian estarse tanto en el prado, dixo a Theolinda   -fol. 181v-   y a Leonarda:

-Tiempo aura, pastoras, donde con mas comodidad podays satisfazer nuestros desseos y daros mas larga cuenta de vuestros pensamientos, y por agora busquemos a do passar el rigor de la siesta que nos amenaza: o en vna fresca fuente que está a la salida del valle que atras dexamos, o tornandonos a la aldea, donde será Leonarda tratada con la voluntad que tu, Theolinda, de Galatea y de mi conoces. Y si a vosotras, pastoras, hago sólo este offrecimiento, no es porque me oluide de Grisaldo y Rosaura, sino porque me parece que a su valor119y merescimiento no puedo offrecerles mas del desseo.

-Esse no faltará en mi mientras la vida me durare -respondio Grisaldo- de hazer, pastora, lo que fuere en tu seruicio, pues no se deue pagar con menos la voluntad que nos muestras. Mas, por parecerme que será bien hazer lo que dizes, y por tener entendido que no ignorays lo que entre mi y Rosaura ha passado, no quiero deteneros ni detenerme en referirlo. Sólo os ruego   -fol. 182r-   seays seruidas de lleuar a Rosaura en vuestra compañia a vuestra aldea, en tanto que yo aparejo en la mia algunas cosas que son necessarias para concluyr lo que nuestros coraçones   —18→   dessean. Y porque Rosaura quede libre de sospecha, y no la pueda tener jamas de la fe de mi pensamiento, con voluntad considerada mia, siendo vosotras testigos della, le doy la mano de ser su verdadero esposo.

Y, diziendo esto, tendio la suya y tomó la de la bella Rosaura. Y ella quedó tan fuera de si de ver lo que Grisaldo hazía, que a penas pudo responderle palabra, sino que se dexó tomar la mano, y, de alli a vn pequeño espacio, dixo:

-A terminos me hauia traydo el amor, Grisaldo, señor mio, que, con menos que por mi hizieras, te quedara perpetuamente obligada; pero, pues tu has querido corresponder antes a ser quien eres que no a mi merescimiento, hare yo lo que en mi es, que es darte de nueuo el alma, en recompensa deste beneficio, y despues el cielo de tan agradescida voluntad te dè la   -fol. 182v-   paga.

-No mas -dixo a esta sazon Galatea-, no mas, señores, que, adonde andan las obras tan verdaderas, no han de tener lugar los demasiados comedimientos. Lo que resta es rogar al cielo que trayga a dichoso fin estos principios, y que en larga y saludable paz gozeys vuestros amores. Y en lo que dizes, Grisaldo, que Rosaura venga a nuestra aldea, es tanta la merced que en ello nos hazes, que nosotras mesmas te lo suplicamos.

-De tan buena gana yre en vuestra compañia -dixo Rosaura-, que no se con que la encarezca mas que con deziros que no sentire mucho   —19→   el ausencia de Grisaldo, estando en vuestra compañia.

-Pues, ¡ea! -dixo Florisa-, que el aldea es lexos y el sol mucho, y nuestra tardança de boluer a ella notada. Vos, señor Grisaldo, podeys yr a hazer lo que os conuiniere, que en casa de Galatea hallareys a Rosaura, y a estas, vna pastora, que no merescen ser llamadas dos las que tanto se parecen.

-Sea como quereys -dixo Grisaldo.

Y tomando a Rosaura de la mano, se salieron todos del bosque,   -fol. 183r-   quedando concertado entre ellos que otro dia embiaria Grisaldo vn pastor, de los muchos de su padre, a auisar a Rosaura de lo que hauia de hazer, y que, embiando aquel pastor, sin ser notado podria hablar a Galatea o a Florisa, y dar la orden que mas conuiniesse. A todas parecio bien este concierto, y hauiendo salido del bosque, vio Grisaldo que le estaua esperando su criado con el cauallo; y abraçando de nueuo a Rosaura, y despidiendose de las pastoras, se fue acompañado de lagrimas y de los ojos de Rosaura, que nunca del se apartaron hasta que le perdieron de vista. Como las pastoras solas quedaron, luego Theolinda se apartó con Leonarda, con desseo de saber la causa de su venida, y Rosaura assimesmo fue contando a Galatea y Florisa la occasion que la hauia mouido a tomar el ábito de pastora y a venir a buscar a Grisaldo, diziendo:

-No os causara admiracion, hermosas pastoras, el verme a mi en este trage, si supierades   —20→   hasta do se estiende la poderosa fuerça de amor,   -fol. 183v-   la qual no sólo haze mudar el vestido a los que bien quieren, sino la voluntad y el alma de la manera que mas es de su gusto; y huuiera yo perdido el mio eternamente, si de la inuencion deste trage no me huuiera aprouechado, porque sabreys, amigas, que, estando yo en el aldea de Leonarda, de quien mi padre es señor, vino a ella Grisaldo con intencion de estarse alli algunos dias occupado en el sabroso exercicio de la caça, y, por ser mi padre muy amigo del suyo, ordenó de hospedarle en casa y de hazerle todos los regalos que pudiesse. Hizolo assi, y la venida de Grisaldo a mi casa fue para sacarme a mi della, porque, en effecto, aunque sea a costa de mi verguença, os aure de dezir que la vista, la conuersacion, el valor de Grisaldo, hizieron tal impression en mi alma, que, sin saber como, a pocos dias que el alli estuuo, yo no estuue mas en mi, ni quise ni pude estar sin hazerle señor de mi libertad; pero no fue tan arrebatadamente que primero no estuuiesse satisfecha que la voluntad de Grisaldo   -fol. 184r-   de la mia vn punto no discrepaua, segun el me lo dio a entender con muchas y muy verdaderas señales. Enterada, pues, yo en esta verdad, y viendo quan bien me estaua tener a Grisaldo por esposo, vine a condescender con sus desseos, y a poner en effecto los mios. Y assi, con la intercession de vna donzella mia, en vn apartado corredor nos120 vimos Grisaldo y yo muchas vezes, sin que nuestra estada solos a mas se estendiesse   —21→   que a vernos y a darme el la palabra que oy con mas fuerça delante de vosotras me ha tornado a dar. Ordenó, pues, mi triste ventura que, en el tiempo que yo de tan dulce estado gozaua, vino assimesmo a visitar a mi padre vn valeroso cauallero aragones que Artandro se llama, el qual, vencido, a lo que el mostro, de mi hermosura -si alguna tengo-, con grandissima solicitud procuró que yo con el me casasse sin que mi padre lo supiesse. Hauia en este medio procurado Grisaldo traer a effecto su proposito, y mostrandome yo algo mas dura de lo que fuera menester, le yua entretiniendo con palabras, con intencion que   -fol. 184v-   mi padre saliesse al camino de casarme, y que entonces Grisaldo me pidiesse por esposa; pero no queria el hazer esto, porque sabía que la voluntad de su padre era casarle con la rica y hermosa Leopersia, que bien deueys conocerla por la fama de su riqueza y hermosura. Vino esto a mi noticia, y tomé occasion de pedirle celos, aunque fingidos, sólo por hazer prueua de la entereza de su fe, y fuy tan descuydada, o, por mejor dezir, tan simple, que, pensando que grangeaua algo en ello, comence a hazer algunos fauores a Artandro, lo qual visto por Grisaldo, muchas vezes me significó la pena que rescibia de lo que yo con Artandro passaua, y aun me auisó que, si no era mi voluntad de que el me cumpliesse la palabra que me hauia dado, que no podia dexar de obedecer a la de su padre. A todas estas amonestaciones y auisos respondi yo sin ninguno, llena de   —22→   soberuia y arrogancia, confiada en que los lazos que mi hermosura hauian echado al alma de Grisaldo no podian tan facilmente ser rompidos ni   -fol. 185r-   aun tocados de otra qualquier belleza; mas saliome tan al reues mi confiança como me lo mostro presto Grisaldo, el qual, cansado de mis necios y esquiuos desdenes, tuuo por bien de dexarme y venir obediente al mandado de su padre. Pero a penas se huuo el partido de mi aldea y apartado de mi presencia, quando yo conoci el error en que hauia caydo, y, con tanto ahinco me començo a fatigar el ausencia de Grisaldo y los celos de Leopersia, que el ausencia del me acabaua y los celos della me consumian. Considerando, pues, que, si mi remedio se dilataua, hauia de dexar por fuerça en las manos del dolor la vida, determiné de auenturar a perder lo menos, que a mi parecer era la fama, por ganar lo mas, que es a Grisaldo; y assi, con escusa que di a mi padre de yr a ver vna tia mia, señora de otra aldea a la nuestra cercana, sali de mi casa acompañada de muchos criados de mi padre, y, llegada en casa de mi tia, le descubri todo el secreto de mi pensamiento, y le rogue fuesse seruida de que yo   -fol. 185v-   me pusiesse en este ábito y viniesse a hablar a Grisaldo, certificandole que, si yo mesma no venia, que tendrian mal successo mis negocios. Ella me lo concedio, con condicion que truxesse a Leonarda conmigo, como persona de quien ella mucho se fiaua, y embiando por ella a nuestra aldea, y acomodandome destos vestidos, y aduirtiendonos de   —23→   algunas cosas que las dos hauiamos de hazer, nos despedimos della aura ocho dias, y auiendo seys que llegamos a la aldea de Grisaldo, jamas hemos podido hallar lugar de hablarle a solas, como yo desseaua, hasta esta mañana que supe que venia a caça, y le aguardé en el mesmo lugar adonde el se despidio, y he passado con el todo lo que vosotras, amigas, haueys visto, del qual venturoso sucesso quedo tan contenta, quanto es razon lo quede la que tanto lo desseaua. Esta es, pastoras, la historia de mi vida, y si os he cansado en contarosla, echad la culpa al desseo que teniades de saberla, y al mio, que no pudo hazer menos de satistazeros.

-Antes quedamos tan obligadas   -fol. 186r-   -respondio Florisa- a la merced que nos has hecho, que, aunque siempre nos occupemos en seruirla, no saldremos de la deuda.

-Yo soy la que quedo en ella -replicó Rosaura-, y la que procuraré pagarla como mis fuerças alcançaren. Pero, dexando esto aparte, bolued los ojos, pastoras, y vereys los de Theolinda y Leonarda tan llenos de lagrimas, que moueran a los vuestros a no dexar de acompañarlos en ellas.

Boluieron Galatea y Florisa a mirarlas, y vieron ser verdad lo que Rosaura dezia; y lo que el llanto de las dos hermanas causaua, era que, despues de hauerle dicho Leonarda a su hermana todo lo que Rosaura hauia contado a Galatea y a Florisa, le dixo:

-Sabras, hermana, que, assi como tu faltaste   —24→   de nuestra aldea, se imaginó que te hauia lleuado el pastor Artidoro, que aquel mesmo dia faltó el tambien, sin que de nadie se despidiera. Confirmé yo esta opinion en mis padres, porque les conte lo que con Artidoro hauia passado en la floresta. Con este indicio crescio la sospecha, y mi padre procuraua venir   -fol. 186v-   en tu busca y de Artidoro, y en effecto lo pusiera por obra, si de alli a dos dias no viniera a nuestra aldea vn pastor que, al momento que fue visto, todos le tuuieron por Artidoro. Llegando estas nueuas a mi padre de que alli estaua el robador tuyo, luego vino con la justicia adonde el pastor estaua, al qual le preguntaron si te conoscia, o adonde te hauia lleuado. El pastor nego con juramento que en toda su vida te hauia visto, ni sabía que era lo que le preguntauan. Todos los que estauan presentes se marauillaron de ver que el pastor negaua conocerte, hauiendo estado diez dias en el pueblo, y hablado y baylado contigo muchas vezes, y sin duda alguna creyeron todos que Artidoro era culpado en lo que se le imputaua, y, sin querer admitir disculpa suya ni escucharle palabra, le lleuaron a la prision, donde estuuo algunos dias sin que ninguno le hablasse, al cabo de los quales, yendole a tomar su confission, tornó a jurar que no te conoscia y que en toda su vida hauia estado mas de aquella   -fol. 187r-   vez en nuestra aldea, y que mirassen, y esto otras vezes lo hauia dicho, que aquel Artidoro que ellos pensauan ser el, por ventura no fuesse vn hermano suyo que le parecia en tanto estremo,   —25→   como descubriria la verdad quando les mostrasse que se hauian engañado tiniendo a el por Artidoro, porque el se llamaua Galercio, hijo de Briseno, natural de la aldea de Grisaldo. Y, en effecto, tantas demonstraciones dio y tantas prueuas hizo, que conocieron claramente todos que el no era Artidoro, de que quedaron mas admirados, y dezian que tal marauilla como la de parecernos yo a ti, y Galercio a Artidoro, no se hauia visto en el mundo. Esto que de Galercio se publicaua me mouio a yr a verle muchas vezes a do estaua preso, y fue la vista de suerte, que quedé sin ella, a lo menos para mirar cosas que me den gusto en tanto que a Galercio no viere. Pero lo que mas mal ay en esto, hermana, es que el se fue de la aldea sin que supiesse que lleuaua consigo mi libertad, ni yo tuue lugar jamas de dezirselo, y   -fol. 187v-   assi, me quedé con la pena que imaginarse puede, hasta que la tia de Rosaura me embió a pedir a mi padre por algunos dias, todo a fin de venir a acompañar a Rosaura, de lo que recebi summo contento, por saber que veniamos a la aldea de Galercio, y que alli le podria hazer sabidor de la deuda en que me estaua. Pero he sido tan corta de ventura, que ha quatro dias que estamos en su aldea, y nunca le he visto, aunque he preguntado por el, y me dizen que está en el campo con su ganado. He preguntado tambien por Artidoro, y hanme dicho que, de vnos dias a esta parte, no parece en el aldea; y, por no apartarme de Rosaura, no he tenido lugar de yr a buscar a   —26→   Galercio, del qual podria ser saber nueuas de Artidoro. Esto es lo que a mi me ha succedido, y lo demas que has visto, con Grisaldo, despues que faltas, hermana, del aldea.

Admirada quedó Theolinda de lo que su hermana le contaua; pero, quando llegó a saber que en el aldea de Artidoro no se sabía del nueua alguna, no pudo tener   -fol. 188r-   las lagrimas, aunque en parte se consolo, creyendo que Galercio sabria nueuas de su hermano, y assi, determinó de yr otro dia a buscar a Galercio, do quiera que estuuiesse. Y hauiendole contado con la mas breuedad que pudo a Leonarda todo lo que le hauia succedido despues que en busca de Artidoro andaua, abraçandola otra vez, se boluio a donde las pastoras estauan, que, vn poco desuiadas del camino, yuan por entre vnos arboles que del calor del sol vn poco las defendian, y, en llegando a ellas, Theolinda les conto todo lo que su hermana le hauia dicho, con el successo de sus amores y la semejança de Galercio y Artidoro, de que no poco se admiraron, aunque dixo, Galatea:

Quien vee la semejança tan estraña que ay entre ti, Theolinda, y tu hermana, no tiene de que marauillarse aunque otras vea, pues ninguna, a lo que yo creo, a la vuestra yguala.

-No ay duda -respondio Leonarda- sino que la que ay entre Artidoro y Galercio es tanta, que, si a la nuestra no excede, a lo   -fol. 188v-   menos, en ninguna cosa se queda atras.

-Quiera el cielo -dixo Florisa- que, assi   —27→   como los quatro os semejays vnos a otros, assi os acomodeys y parezcays en la ventura, siendo tan buena la que la fortuna conceda a vuestros desseos, que todo el mundo embidie vuestros contentos, como admira vuestras semejanças.

Replicara a estas razones Theolinda, si no lo estoruara vna voz que oyeron, que dentre los arboles salia, y parandose todas a escucharla, luego conoscieron ser del pastor Lauso, de que Galatea y Florisa grande contento rescibieron, porque en estremo desseauan saber de quien andaua Lauso enamorado, y creyeron que desta duda las sacaria lo que el pastor cantasse; y por esta occasion, sin mouerse de donde estauan, con grandissimo silencio le escucharon. Estaua el pastor sentado al pie de vn verde sauze, acompañado de solos sus pensamientos y de vn pequeño rabel, al son del qual desta manera cantaua:

  -fol. 189r-  


LAVSO


    Si yo dixere el bien del pensamiento,
en mal se buelua quanto bien posseo,
que no es para dezirse el bien que siento.

    De mi mesmo se encubra mi desseo,
enmudezca la lengua en esta parte,  5
y en el silencio ponga su tropheo.

    Pare aqui el artificio, cesse el arte
de exagerar el gusto qu’en vna alma
con mano liberal amor reparte.
—28→

    Baste dezir que en sossegada calma  10
passo el mar amoroso, confiado
de honesto triumpho y vencedora palma.

    Sin saberse la causa, lo causado
se sepa, que es vn bien tan sin medida,
que sólo para el alma es reseruado.  15

    Ya tengo nueuo ser, ya tengo vida,
ya puedo cobrar nombre en todo el suelo
de illustre y clara fama conoscida,

    qu’el limpio intento, el amoroso celo
que encierra el pecho enamorado mio,  20
alçarme puede al mas subido cielo.

    En ti, Silena, espero; en ti confio,
-fol. 189v-
Silena, gloria de mi pensamiento,
norte por quien se rige mi aluedrio.

    Espero qu’el sin par entendimiento  25
tuyo leuantes a entender que valgo
por fe lo que no está en merescimiento.

    Confio que tendras, pastora, en algo,
despues de hazerte cierta la experiencia,
la sana voluntad de vn pecho hidalgo.  30

    ¿Que bienes no assegura tu presencia?
¿Que males no destierra? Y ¿quien sin ella
sufrira vn punto la terrible ausencia?

    ¡O mas que la belleza misma bella,
mas que la propria discrecion discreta,  35
sol a mis ojos, y a mi mar estrella!

    No la que fue de la nombrada Creta
robada por el falso hermoso toro
ygualó a tu hermosura tan perfecta;
—29→

    ni aquellla que en sus faldas granos de oro  40
sintio llouer, por quien despues no pudo
guardar el virginal rico thesoro;

    ni aquella que, con braço ayrado y crudo,
en la sangre castissima del pecho
tiñó el puñal, en su limpieza, agudo;  45
-fol. 190r-

    ni aquella que a furor mouio y despecho
contra Troya los griegos coraçones,
por quien fue el Ilion roto y deshecho;

    ni la que los latinos esquadrones
hizo mouer contra la theucra gente,  50
a quien Iuno causó tantas passiones;

    ni menos la que tiene differente
fama de la entereza y el tropheo
con que su honestidad guardó excelente:

    digo de aquella que lloró a Sicheo,  55
del mantuano Thytiro notada
de vano antojo y no cabal desseo;

    no en quantas tuuo hermosas la passada
edad, ni la presente tiene agora,
ni en la de por venir será hallada  60

    quien llegasse ni llegue a mi pastora
en valor, en saber, en hermosura,
en merecer del mundo ser señora.

   ¡Dichoso aquel que con firmeza pura
fuere de ti, Silena, bien querido,  65
sin gustar de los celos la amargura!

    ¡Amor, que a tanta alteza me has subido,
no me derribes con pesada mano
-fol. 190v-
a la baxeza escura del oluido!
¡Se conmigo señor, y no tyrano!  70

  —30→  

No cantó mas el enamorado pastor, ni, por lo que cantado hauia, pudieron las pastoras venir en conocimiento de lo que desseauan; que, puesto que Lauso nombró a Silena en su canto, por este nombre no fue la pastora conoscida, y assi imaginaron que, como Lauso hauia andado por muchas partes de España, y aun de toda la Asia y Europa, que alguna pastora forastera sería la que hauia rendido la libre voluntad suya. Mas boluiendo a considerar que le hauian visto pocos dias atras triumphar de la libertad y hazer burla de los enamorados, sin duda alguna creyeron que con disfraçado nombre celebraua alguna conocida pastora a quien hauia hecho señora de sus pensamientos; y assi, sin satisfazerse en su sospecha, se fueron hazia el aldea, dexando al pastor en el mesmo lugar do se estaua. Mas, no huuieron andado mucho, quando vieron venir de lexos algunos pastores,   -fol. 191r-   que luego fueron conoscidos, porque eran Tyrsi, Damon, Elicio, Erastro, Arsindo, Francenio, Crysio, Orompo, Daranio, Orfenio y Marsil[i]o, con todos los mas principales pastores de la aldea, y entre ellos el desamorado Lenio, con el lastimado Silerio, los quales salian a tener la siesta a la fuente de las Piçarras, a la sombra que en aquel lugar hazian las entricadas ramas de los espessos y verdes arboles; y, antes que los pastores llegassen, tuuieron cuydado Theolinda, Leonarda y Rosaura de reboçarse cada vna con vn blanco lienço, porque de Tyrsi y Damon no fuessen conocidas. Los pastores llegaron,   —31→   haziendo cortés rescibimiento a las pastoras, combidandolas que en su compañia la siesta passar quisiessen; mas Galatea se escusó con dezir que aquellas forasteras pastoras que con ella venian tenian necessidad de yr a la aldea. Con esto se despidio dellos, lleuando tras si las almas de Elicio y Erastro, y aun las encubiertas pastoras los desseos de conoscerlas de quantos alli estauan. Ellas se fueron   -fol. 191v-   al aldea, y los pastores a la fresca fuente; pero, antes que alla llegassen, Silerio se despidio de todos, pidiendo licencia para boluerse a su hermita, y puesto que Tyrsi, Damon, Elicio y Erastro le rogaron que por aquel dia con ellos se quedasse, jamas lo pudieron acabar con el, antes, abraçandolos a todos, se despidio, encargando y rogando a Erastro que no dexasse de verle todas las vezes que por su hermita passasse. Erastro se lo prometio; y con esto, torciendo el camino, acompañado de su continua pesadumbre, se boluio a la soledad de su hermita, dexando a los pastores no sin dolor de ver la estrecheza de vida que en tan verdes años hauia escogido; pero mas se sentia entre aquellos que le conoscian y sabian la calidad y valor de su persona. Llegados los pastores a la fuente, hallaron en ella a tres caualleros y a dos hermosas damas que de camino venian, y fatigados del cansancio y combidados del ameno y fresco lugar, les parecio ser bien dexar el camino que lleuauan y passar alli las calurosas   -fol. 192r-   horas de la siesta. Venian con ellos algunos criados, de manera que, en su   —32→   apariencia, mostrauan ser personas de calidad. Quisieran los pastores, assi como los vieron, dexarles el lugar desocupado; pero vno de los caualleros, que el principal parescia, viendo que los pastores de comedidos se querian yr a otra parte, les dixo:

-Si era, por ventura, vuestro contento, gallardos pastores, passar la siesta en este deleytoso sitio, no os lo estorue nuestra compañia, antes nos haced merced de que con la vuestra augmenteys nuestro contento, pues no promete menos vuestra gentil dispusicion y manera; y siendo el lugar, como lo es, tan acomodado para mayor cantidad de gente, hareys agrauio a mi y a estas damas si no venis en lo que yo en su nombre y el mio os pido.

-Con hazer, señor, lo que nos mandas -respondio Elicio-, cumpliremos nuestro desseo, que por agora no se estendia a mas que venir a este lugar a passar en el en buena conuersacion las enfadosas horas de la siesta, y, aunque fuera differente nuestro intento, le torcieramos   -fol. 192v-   sólo por hazer lo que pides.

-Obligado quedo -respondio el cauallero- a muestras de tanta voluntad; y, para mas certitificarme y obligarme con ella, sentaos, pastores, al rededor desta fresca fuente, donde, con algunas cosas que estas damas traen para regalo del camino, podays despertar la sed y mitigarla en las frescas aguas que esta clara fuente nos offrece.

Todos lo hizieron assi, obligados de su buen   —33→   comedimiento. Hasta este punto hauian tenido las damas cubiertos los rostros con dos ricos antifazes; pero viendo que los pastores se quedauan, se descubrieron, descubriendo vna belleza tan estraña, que en gran admiracion puso a todos los que la vieron, pareciendoles que, despues de la de Galatea, no podia hauer en la tierra otra que se ygualasse. Eran las dos damas ygualmente hermosas, aunque la vna dellas, que de mas edad parescia, a la mas pequeña en cierto donayre y brio se auentajaua. Sentado[s], pues, y acomodados todos, el segundo cauallero, que hasta entonces ninguna cosa   -fol. 193r-   hauia hablado, dixo:

-Quando me paro a considerar, agradables pastores, la ventaja que haze al cortesano y soberuio trato el pastoral y humilde vuestro, no puedo dexar de tener lástima a mi mesmo, y a vosotros vna honesta embidia.

-¿Porque dizes esso, amigo Darintho? -dixo el otro cauallero.

-Digolo, señor -replicó estotro-, porque veo con quanta curiosidad vos y yo, y los que siguen el trato nuestro, procuramos adornar las personas, sustentar los cuerpos y augmentar las haziendas, y quan poco viene a luzirnos, pues la purpura, el oro, el brocado que sobre nuestros cuerpos hechamos, como121los rostros estan marchitos de los mal degiridos manjares, comidos a desoras, y tan costosos como mal gastados, ninguna cosa nos adornan, ni pulen, ni son parte para que mas bien parezcamos a los ojos   —34→   de quien nos mira, todo lo qual puedes ver differente en los que siguen el rustico exercicio del campo, haziendo experiencia en los que tienes delante, los quales podria ser, y aun es assi, que se huuiessen sustentado y sustentan de manjares simples   -fol. 193v-   y en todo contrarios de la vana compostura de los nuestros; y, con todo esso, mira el moreno de sus rostros, que promete mas entera salud que la blancura quebrada de los nuestros, y quan bien les está a sus robustos y sueltos miembros vn pellico de blanca lana, vna caperuza parda y vnas antiparas de qualquier color que sean, y con esto a los ojos de sus pastoras deuen de parecer mas hermosos que los vizarros cortesanos a los de las retiradas damas. ¿Que te diria, pues, si quisiesse, de la senzillez de su vida, de la llaneza de su condicion y de la honestidad de sus amores? No te digo mas sino que conmigo puede tanto lo que de la vida pastoral conozco, que de buena gana trocaria la mia con ella.

-En deuda te estamos los pastores -dixo Elicio- por la buena opinion que de nosotros tienes; pero, con todo esso, te se dezir que ay en la rustica vida nuestra tantos resbaladeros y trabajos, como se encierran en la cortesana vuestra.

-No podre yo dexar de venir en lo que dizes, amigo -replicó Darintho-,   -fol. 194r-   porque ya se sabe bien que es vna guerra nuestra vida sobre la tierra. Pero, en fin, en la pastoral ay menos que en la ciudadana, por estar mas libre de occasiones que alteren y desassossieguen el espiritu.

  —35→  

-Quan bien se conforma con tu opinion, Darintho -dixo Damon-, la de vn pastor amigo mio que Lauso se llama, el qual, despues de hauer gastado algunos años en cortesanos exercicios, y algunos otros en los trabajosos del duro Marte, al fin se ha reduzido a la pobreza de nuestra rustica vida, y, antes que a ella viniesse, mostro dessearlo mucho, como parece por vna cancion que compuso y embió al famoso Larsileo, que en los negocios de la corte tiene larga y exercitada experiencia; y por hauerme a mi parecido bien, la tomé toda en la memoria, y aun os la dixera, si imaginara que a ello me diera lugar el tiempo, y a vosotros no os cansara el escucharla.

-Ninguna otra cosa nos dara mas gusto que escucharte, discreto Damon -respondio Darintho, llamando a Damon por su nombre, que   -fol. 194v-   ya le sabia, por hauerle oydo nombrar a los otros pastores, sus amigos-; y assi, yo de mi parte te ruego nos digas la cancion de Lauso, que pues ella es hecha, como dizes, a mi proposito, y tu la has tomado de memoria, impossible será que dexe de ser buena.

Començaua Damon a arrepentirse de lo que hauia dicho, y procuraua escusarse de lo prometido; mas los caualleros y damas se lo rogaron tanto, y todos los pastores, que el no pudo escusar el dezirla; y assi, hauiendose sossegado vn poco, con gentil donayre122y gracia dixo desta manera:

  —36→  


DAMON


    El vano imaginar de nuestra mente,
de mil contrarios vientos arrojada
aca y alla con curso pressuroso;
la humana condicion, flaca, doliente,
en caducos plazeres occupada,  5
do busca, sin hallarle, algun reposo;
el falso, el mentiroso
mundo, prometedor de alegres gustos;
-fol. 195r-
la voz de sus sirenas,
mal escuchada a penas  10
quando cambia su gusto en mil disgustos;
la Babylonia, el caos que miro y leo
en todo quanto veo;
el cauteloso trato cortesano,
junto con mi desseo,  15
puesto han la pluma en la cansada mano.

    Quisiera yo, señor, que alli llegara
do llega mi desseo, el corto huelo
de mi grossera mal cortada pluma,
sólo para que luego se occupara  20
en leuantar al mas subido buelo
vuestra rara bondad y virtud summa123.
Mas ¿quien ay que presuma
echar sobre sus hombros tanta carga,
si no es vn nueuo Adlante,  25
en fuerças tan bastante
que poco el cielo le fatiga y carga?
Y aun le será forçoso que se ayude
y el graue peso mude
sobre los braços de otro Alcides nueuo;  30
-fol. 195v-
y, aunque se encorbe y sude,
yo tal fatiga por descanso aprueuo.
—37→

    Ya que a mis fuerças esto es impossible
y el inutil desseo doy por muestra
de lo que encierra el justo pensamiento,  35
veamos si, quiça, será possible
mouer la flaca mal contenta diestra
a mostrar por enigma algun contento;
mas tan sin fuerças siento
mi fuerça en esto, que será forçoso  40
que apliqueys los oydos
a los tristes gemidos
de vn desdeñado pecho congoxoso,
a quien el fuego, el ayre, el mar, la tierra
hazen contino guerra,  45
todos en su desdicha conjurados,
que se remata y cierra
con la corta ventura de sus hados.

    Si esto no fuera, facil cosa fuera
tender por la region del gusto el passo,  50
y reduzir cien mil a la memoria,
-fol. 196r-
pintando el monte, el rio y la ribera
do amor, el hado, la fortuna y caso
rindieron a vn pastor toda su gloria.
Mas desta dulce historia  55
el tiempo triumpha, y sólo queda della
vna pequeña sombra,
que aora espanta, assombra
al pensamiento que mas piensa en ella:
condicion propria de la humana suerte,  60
que el gusto nos conuierte
en pocas horas en mortal disgusto,
y nadie aura que acierte
en muchos años con vn firme gusto.

    Buelua y rebuelua; en alto suba, o baxe  65
el vano pensamiento al hondo abysmo;
corra en vn punto desde Tyle a Batro,
qu’el dira, quanto mas sude y trabaje,
y del término salga de si mismo,
—38→
puesto en la esphera o en el cruel Baratro:  70
¡o vna, y tres, y quatro,
cinco, y seys y mas vezes venturoso
el simple ganadero,
-fol. 196v-
que, con vn pobre apero,
viue con mas contento y mas reposo  75
qu’el rico Crasso o el auariento Mida,
pues con aquella vida
robusta, pastoral, senzilla y sana,
de todo punto oluida
esta misera falsa cortesana!  80

    En el rigor del erizado inuierno,
al tronco entero de robusta enzina,
de Bulcano abraçada, se calienta
y alli en sossiego trata del gouierno
mejor de su ganado, y determina  85
dar de si al cielo no entricada cuenta.
Y quando ya se ahuyenta
el encogido, esteril, yerto frio,
y el gran señor de Delo
abrasa el ayre, el suelo,  90
en el margen sentado de algun rio,
de verdes sauzes y alamos cubierto,
con rustico concierto
suelta la voz o toca el caramillo,
y a vezes se vee cierto  95
-fol. 176r [197r]-
las aguas detenerse por oyllo.

    Poco alli le fatiga el rostro graue
del priuado, que muestra en apariencia
mandar alli do no es obedecido,
ni el alto exagerar con voz suaue  100
del falso adulador, que, en poca ausencia,
muda opinion, señor, vando y partido;
ni el desden sacudido
del sotil secretario le fatiga,
ni la altiuez honrada  105
—39→
de la llaue dorada124,
ni de los varios principes la liga,
ni del manso ganado vn punto parte,
porque el furor de Marte
a vna y a otra parte suene ayrado,  110
regido por tal arte,
que apenas su sequaz se ve medrado.

    Reduze a poco espacio sus pisadas,
del alto monte al apacible llano,
desde la fresca fuente al claro rio,  115
sin que, por ver las tierras apartadas,
-fol. 176v [197v]-
las mouibles campañas de Oceano
are con loco antiguo desuario.
No le leuanta el brio
saber qu’el gran monarca inuicto viue  120
bien cerca de su aldea,
y aunque su bien dessea,
poco disgusto en no verle rescibe;
no como el ambicioso entremetido,
que con seso perdido  125
anda tras el fauor, tras la priuança,
sin nunca hauer teñido
en turca o (en) mora sangre espada o lança.

    No su semblante o su color se muda
porque mude color, mude semblante  130
el señor a quien sirue, pues no tiene
señor que fuerce a que con lengua muda
siga, qual Clicie125 a su dorado amante,
el dulce o amargo gusto que le viene.
No le vereys que pene  135
de temor que vn descuydo, vna nonada,
en el ingrato pecho
del señor el derecho
-fol. 198r-
borre de sus seruicios, y sea dada
de breue despedida la sentencia.  140
No muestra en apariencia
otro de lo que encierra el pecho sano:
—40→
que la rustica sciencia
no alcança el falso trato cortesano.

    ¿Quien tendra vida tal en menos precio?  145
¿Quien no dira que aquella sola es vida
que al sossiego del alma se encamina?
El no tenerla el cortesano en precio,
haze que su bondad sea conoscida
de quien aspira al bien, y al mal declina.  150
¡O vida, do se afina
en soledad el gusto acompañado!
¡O pastoral baxeza,
mas alta que la alteza
del cetro mas subido y leuantado!  155
¡O flores olorosas, o sombrios
bosques, o claros rios!
¡Quien gozar os pudiera vn breue tiempo,
sin que los males mios
turbassen tan honesto passatiempo!  160
-fol. 198v-

    ¡Cancion, a parte vas do seran luego
conocidas tus faltas y tus obras!126
Mas di, si aliento cobras,
con rostro humilde endereçado a ruego:
«¡Señor, perdon, porque, el que aca me embia,  165
en vos y en su desseo se confia!»

-Esta es, señores, la cancion de Lauso -dixo Damon en acabandola-, la qual fue tan celebrada de Larsileo127, quanto bien admitida de los que en aquel tiempo la vieron.

-Con razon lo puedes dezir -respondio Darintho-, pues la verdad y artificio suyo es digno de justas alabanças.

-Estas canciones son las de mi gusto -dixo a este punto el desamorado Lenio-, y no aquellas, que a cada passo llegan a mis oydos, llenas   —41→   de mil simples conceptos amorosos, tan mal dispuestos e intricados, que osaré jurar que ay algunas que, ni las alcança quien las oye, por discreto que sea, ni las entiende quien las hizo. Pero no menos fatigan otras que se ençarçan en dar alabanças a Cupido, y en exagerar su poder, su valor, sus marauillas   -fol. 199r-   y milagros, haziendole señor del cielo y de la tierra, dandole otros mil attributos de potencia, de mando y señorio. Y lo que mas me cansa de los que las hazen, es que, quando hablan de amor, entienden de vn no se quien que ellos llaman Cupido, que la mesma significacion del nombre nos declara quien es el, que es vn apetito sensual y vano, digno de todo vituperio.

Habló el desamorado Lenio, y en fin huuo de parar en dezir mal de amor; pero como todos los mas que alli estauan conoscian su condicion, no repararon mucho en sus razones, si no fue Erastro, que le dixo:

-¿Piensas, Lenio, por ventura, que siempre estás hablando con el simple Erastro, que no sabe contradezir tus opiniones ni responder a tus argumentos? Pues quierote aduertir que te será sano el callar por agora, o, a lo menos, tratar de otras cosas que de dezir mal de amor, si ya no gustas que la discrecion y sciencia de Tyrsi y de Damon te alumbren de la ceguedad en que estás, y te muestren a la clara lo que ellos entienden y   -fol. 199v-   lo que tu deues entender del amor y de sus cosas.

-¿Que me podran ellos dezir que yo no   —42→   sepa? -dixo Lenio-. ¿O que les podre yo replicar que ellos no ignoren?

-Soberuia es essa, Lenio -respondio Elicio-, y en ella muestras quan fuera vas del camino de la verdad de amor, y que te riges mas por el norte de tu parecer y antojo, que no por el que te deuias regir, que es el de la verdad y experiencia.

-Antes, por la mucha que yo tengo de sus obras -respondio Lenio-, le soy tan contrario como muestro y mostraré mientras la vida me durare.

-¿En que fundas tu razon? -dixo Tyrsi.

-¿En que, pastor? -respondio Lenio-. En que, por los effectos que haze, conozco quan mala es la causa que los produze.

-¿Quales son los effectos de amor que tu tienes por tan malos? -replicó Tyrsi.

-Yo te los dire, si con atencion me escuchas -dixo Lenio-. Pero no querria que mi plática enfadasse los oydos de los que estan presentes, pudiendo passar el tiempo en otra conuersacion de mas gusto.

-Ninguna cosa aura que sea mas del nuestro -dixo Darintho- que oyr tratar desta materia, especialmente entre   -fol. 200r-   personas que tan bien sabran defender su opinion; y assi, por mi parte, si la destos pastores no lo estorua, te ruego, Lenio, que sigas adelante la començada plática.

-Esso hare yo de buen grado -respondio Lenio-, porque pienso mostrar claramente en ella quantas razones me fuerçan a seguir la   —43→   opinion que sigo y a vituperar qualquiera otra que a la mia se oppusiere.

-Comiença, pues, ¡o Lenio! -dixo Damon-, que no estaras mas en ella de quanto mi compañero Tyrsi descubra la suya.

A esta sazon, ya que Lenio se preparaua a dezir los vituperios de amor, llegaron a la fuente el venerable Aurelio, padre de Galatea, con algunos pastores, y con el assimesmo venian Galatea y Florisa, con las tres reboçadas pastoras Rosaura, Theolinda y Leonarda, a las quales, hauiendolas topado a la entrada de la aldea, y sabiendo dellas la junta de pastores que en la fuente de las Piçarras quedaua, a ruego suyo las hizo boluer, fiadas las forasteras pastoras en que, por sus reboços, no serian de alguno conoscidas. Leuantaronse todos a rescebir   -fol. 200v-   a Aurelio y a las pastoras, las quales se sentaron con las damas, y Aurelio y los pastores con los demas pastores. Pero quando las damas vieron la singular belleza de Galatea, quedaron tan admiradas, que no podian apartar los ojos de mirarla. No lo fue menos Galatea de la hermosura dellas, especialmente de la que de mayor edad parescia. Passó entre ellas algunas palabras de comedimiento; pero todo cessó quando supieron lo que entre el discreto Tyrsi y el desamorado Lenio estaua concertado, de lo que se holgo infinito el venerable Aurelio, porque en estremo desseaua ver aquella junta y oyr aquella disputa; y mas entonces, donde tendria Lenio quien tambien le supiesse responder. Y assi, sin mas   —44→   esperar, sentandose Lenio en vn tronco de vn desmochado olmo, con voz al principio baxa, y despues sonora, desta manera començo a dezir:

-Ya casi adiuino, valerosa y discreta compañia, como (a)ya en vuestro entendimiento   -fol. 201r-   me vays juzgando por atreuido y temerario, pues con el poco ingenio y menos experiencia que puede prometer la rustica vida en que yo algun tiempo me he criado, quiero tomar contienda, en materia tan ardua como esta, con el famoso Tyrsi, cuya criança en famosas academias y cuyos bien sabidos estudios no pueden assegurar en mi pretension sino segura pérdida. Pero confiado que, a las vezes, la fuerça del natural ingenio, adornado con algun tanto de experiencia, suele descubrir nueuas sendas con que facilitan las sciencias por largos años sabidas, quiero atreuerme oy a mostrar en público las razones que me han mouido a ser tan enemigo de amor, que he merescido por ello alcançar renombre de desamorado. Y aunque otra cosa no me mouiera a hazer esto sino vuestro mandamiento, no me escusara de hazerla, quanto mas que no será pequeña la gloria que de aqui he de granjear, aunque pierda la empresa, pues al fin dira la fama que tuue ánimo para competir con el nombrado   -fol. 201v-   Tyrsi. Y assi, con este presupuesto, sin querer ser fauorescido si no es de la razon que tengo, a ella sola inuoco, y ruego dè tal fuerça a mis palabras y argumentos, que se muestre en ellas y en ellos la que tengo para ser tan enemigo del amor como publico. Es,   —45→   pues, amor, segun he oydo dezir a mis mayores, vn desseo de belleza, y esta difinicion le dan, entre otras muchas, los que en esta question han llegado mas al cabo. Pues si se me concede que el amor es desseo de belleza, forçosamente se me ha de conceder que, qual fuere la belleza que se amare, tal será el amor con que se ama. Y porque la belleza es en dos maneras, corporea e incorporea, el amor que la belleza corporal amare como vltimo fin suyo, este tal amor no puede ser bueno, y este es el amor de quien yo soy enemigo. Pero, como la belleza corporea se diuide assimesmo en dos partes, que son en cuerpos viuos y en cuerpos muertos, tambien puede hauer amor de belleza corporal que sea bueno. Muestrase la vna parte de la belleza corporal en cuerpos viuos de varones y de hembras, y esta consiste en que todas   -fol. 202r-   las partes del cuerpo sean de por si buenas, y que todas juntas hagan vn todo perfecto y formen vn cuerpo proporcionado de miembros y suauidad de colores. La otra belleza de la parte corporal no viua, consiste en pinturas, estatuas, edificios, la qual belleza puede amarse sin que el amor con que se amare se vitupere. La belleza incorporea se diuide tambien en dos partes, en las virtudes y sciencias del ánima; y el amor que a la virtud se tiene, necessariamente ha de ser bueno, y ni mas ni menos el que se tiene a las virtuosas sciencias y agradables estudios. Pues como sean estas dos suertes de belleza la causa que engendra el   —46→   amor en nuestros pechos, siguese que, en el amar la vna o128 la otra, consista ser el amor bueno o malo. Pero como la belleza incorporea se considera con los ojos del entendimiento, limpios y claros, y la belleza corporea se mire con los ojos corporales, en comparacion de los incorporeos, turbios y ciegos, y como sean mas prestos los ojos del cuerpo a mirar la belleza presente corporal, que agrada, que no los del entendimiento a considerar la ausente incorporea, que glorifica, siguese   -fol. 202v-   que mas ordinariamente aman los mortales la caduca y mortal belleza, que los destruye, que no la singular y diuina, que los mejora. Pues deste amor o dessear la corporal belleza, han nascido, nascen y nasceran en el mundo assolacion de ciudades, ruyna de estados, destruycion de imperios y muertes de amigos; y quando esto generalmente no suceda, ¿que desdichas mayores, que tormentos mas graues, que incendios, que celos, que penas, que muertes puede imaginar el humano entendimiento que a las que padece el miserabre amante puedan compararse? Y es la causa desto que, como toda la felicidad del amante consista en gozar la belleza que dessea, y esta belleza sea impossible posseerse y gozarse enteramente, aquel no poder llegar al fin que se dessea, engendra en el los sospiros, las lagrimas, las quexas y dessabrimientos. Pues, que sea verdad que la belleza de quien hablo no se puede gozar perfecta y enteramente, está manifiesto y claro, porque no está en mano del   —47→   hombre gozar   -fol. 203r-   cuplidamente cosa que esté fuera del y no sea toda suya; porque las estrañas, conoscida cosa es que estan siempre debaxo del arbitrio de la que llamamos fortuna y caso, y no en poder de nuestro aluedrio. Y assi, se concluye que, donde ay amor, ay dolor, y quien esto negasse, negaria assimesmo que el sol es claro y que el fuego abrasa. Mas, porque se venga con mas facilidad en conocimiento de la amargura que amor encierra, por las passiones del ánimo discurriendo se verá clara la verdad que sigo. Son, pues, las passiones del ánimo, como mejor vosotros sabeys, discretos caualleros y pastores, quatro generales, y no mas: dessear demasiado, alegrarse mucho, gran temor de las futuras miserias, gran dolor de las presentes calamidades; las quales passiones, por ser como vientos contrarios que la tranquilidad del ánima perturban, con mas proprio vocablo, perturbaciones son llamadas. Y destas perturbaciones, la primera es propria del amor, pues el amor no es otra cosa   -fol. 203v-   que desseo; y assi, es el desseo principio y origen de do todas nuestras passiones proceden, como qualquier arroyo de su fuente, y de aqui viene que todas las vezes que el desseo de alguna cosa se enciende en nuestros coraçones, luego nos mueue a seguirla y a buscarla, y buscandola y siguiendola, a mil desordenados fines nos conduce. Este desseo es aquel que incita al hermano a procurar de la amada hermana los abominables abraços, la madrastra del alnado, y, lo que peor es,   —48→   el mesmo padre de la propria hija; este desseo es el que nuestros pensamientos a dolorosos peligros acarrea: ni aprouecha que le hagamos obstaculo con la razon, que, puesto que nuestro mal claramente conozcamos, no por esso sabemos retirarnos del. Y no se contenta amor de tenernos a vna sola voluntad atentos: antes, como del desseo de las cosas, como ya está dicho, todas las passiones nascen, assi, del primer desseo que nasce en nosotros, otros mil se deriuan, y estos son en los enamorados no menos diuersos que infinitos. Y aunque   -fol. 204r-   todas las mas de las vezes miren a vn solo fin, con todo esso, como son diuersos los objectos y diuersa la fortuna de los amadores de cada vno, sin duda alguna, diuersamente se dessea. Ay algunos que, por llegar a alcançar lo que dessean, ponen toda su fuerça en vna carrera, en la qual ¡o quantas y quan duras cosas se encuentran, quantas vezes se cae, y quantas agudas espinas atormentan sus pies, y quantas vezes primero se pierde la fuerça y el aliento, que den alcance a lo que procuran! Algunos otros ay que ya de la cosa amada son posseedores, y ninguna otra dessean ni piensan, sino en mantenerse en aquel estado, y, tiniendo en esto sólo occupados sus pensamientos, y en esto sólo todas sus obras y tiempo consumido, en la felicidad son miseros, en la riqueza pobres, y en la ventura desuenturados. Otros, que ya estan fuera de la possession de sus bienes, procuran tornar a ellos, vsando para ello mil ruegos, mil promessas, mil   —49→   condiciones, infinitas lagrimas,   -fol. 204v-   y al cabo, en estas miserias occupandose, se ponen a terminos de perder la vida. Mas no se ven estos tormentos en la entrada de los primeros desseos, porque entonces el engañoso amor nos muestra vna senda por do entremos, al parecer ancha y espaciosa, la qual despues poco a poco se va cerrando, de manera que, para boluer ni passar adelante, ningun camino se offrece. Y assi, engañados y atraydos los miseros amantes con vna dulce y falsa risa, con vn solo boluer de ojos, con dos mal formadas palabras que en sus pechos vna falsa y flaca esperança engendran, arrojanse luego a caminar tras ella, aguijados del desseo, y despues, a poco trecho y a pocos dias, hallando la senda de su remedio cerrada y el camino de su gusto impedido, acuden luego a regar su rostro con lagrimas, a turbar el ayre con sospiros, a fatigar los oydos con lamentables quexas; y lo peor es que, si acaso con las lagrimas, con los sospiros y con las quexas no puede venir al fin de lo que dessea, luego muda estilo, y procura   -fol. 205r-   alcançar por malos medios lo que por buenos no puede. De aqui nascen los odios, las iras, las muertes, assi de amigos como de enemigos; por esta causa se han visto, y se veen a cada passo, que las tiernas y delicadas mugeres se ponen a hazer cosas tan estrañas y temerarias, que aun sólo el imaginarlas pone espanto; por esta se veen los sanctos y conjugales lechos de roxa sangre bañados, hora de la triste mal aduertida esposa,   —50→   hora del incauto y descuydado marido. Por venir al fin deste desseo, es traydor el hermano al hermano, el padre al hijo y el amigo al amigo. Este rompe enemistades, atropella respectos, traspassa leyes, oluida obligaciones y solicita parientas. Mas porque claramente se vea quanta es la miseria de los enamorados, ya se sabe que ningun apetito tiene tanta fuerça en nosotros, ni con tanto impetu al objecto propuesto(le) nos lleua, como aquel que de las espuelas de amor es solicitado: y de aqui viene que ninguna alegria   -fol. 205v-   o contento passa tanto del deuido término, como aquella del amante quando viene a conseguir alguna cosa de las que dessea. Y esto se vee, porque ¿que persona aura de juyzio, si no es el amante, que tenga a summa felicidad vn tocar la mano de su amada, vna sortijuela suya, vn breue amoroso boluer de ojos y otras cosas semejantes, de tan poco momento, qual las considera vn entendimiento desapassionado? Y no por estos gustos tan colmados que, a su parecer, los amantes consiguen, se ha de dezir que son felices y bienauenturados, porque no ay ningun contento suyo que no venga acompañado de innumerables disgustos y sinsabores, con que amor se los agua y turba, y nunca llegó gloria amorosa adonde llega y alcança la pena. Y es tan mala el alegria de los amantes, que los saca fuera de si mesmos, tornandolos descuydados y locos, porque, como ponen todo su intento y fuerças en mantenerse en aquel gustoso estado que ellos   —51→   se imaginan, de toda otra cosa se descuydan, de que no poco daño se les sigue, assi de hazienda como de honra   -fol. 206r-   y vida, pues, a trueco de lo que he dicho, se hazen ellos mesmos esclauos de mil congoxas y enemigos de si proprios, pues que, quando succede que, en medio de la carrera de sus gustos, les toca el hierro frio de la pesada lança de los celos, alli se les escurece el cielo, se les turba el ayre, y todos los elementos se les bueluen contrarios. No tienen entonces de quien esperar contento, pues no se le puede dar el conseguir el fin que dessean; alli acude el temor contino, la desesperacion ordinaria, las agudas sospechas, los pensamientos varios, la solicitud sin prouecho, la falsa risa y el verdadero llanto, con otros mil estraños y terribles accidentes que le consumen y atierran. Todas las occasiones de la cosa amada les fatigan: si mira, si rie, si torna, si buelue, si calla, si habla; y finalmente, todas las gracias que le mouieron a querer bien, son las mesmas que atormentan al amante celoso. ¿Y quien no sabe que si la ventura a manos llenas no fauoresce a los amorosos principios, y con presta diligencia a dulce fin los conduze, quan costosos le son al amante qualesquier   -fol. 206v-   otros medios que el desdichado pone para conseguyr su intento? ¿Que de lagrimas derrama, que de sospiros esparce, quantas cartas escribe, quantas noches no duerme, quantos y quan contrarios pensamientos le combaten, quantos recelos le fatigan y quantos temores le sobresaltan? ¿Ay, por ventura,   —52→   Tantalo que mas fatiga tenga entre las aguas y el mançano puesto, que la que tiene el miserable amante entre el temor y la esperança colocado? Son los seruicios del amante no fauorescido los cantaros de las hijas de Danao, tan sin prouecho derramados, que jamas llegan a conseguyr vna minima parte de su intento. ¿Ay aguila que assi destruya las entrañas de Tycio, como destruyen y roen los celos las del amante celoso? ¿Ay piedra que tanto cargue las espaldas de Sisifo, como carga el temor contino los pensamientos de los enamorados? ¿Ay rueda de Ixion que mas presto se buelua y atormente, que las prestas y varias imaginaciones de los temerosos amantes? ¿Ay Minos ni Radamanto que assi castiguen y apremien   -fol. 207r-   las desdichadas condemnadas almas, como castiga y apremia el amor al enamorado pecho que al insufrible mando suyo está subjeto? No ay cruda Megera, ni rabiosa Thesifon, ni vengadora Alecto que assi maltraten el ánima do se encierran, como maltrata esta furia, este desseo a los sin ventura que le reconocen por señor y se le humillan como vassallos, los quales, por dar alguna disculpa de las locuras que hazen, dizen, o, a lo menos, dixeron los antiguos gentiles que aquel instinto que incita y mueue al enamorado para amar mas que a su propria vida la agena, era vn dios a quien pusieron por nombre Cupido, y que assi, forçados de su deidad, no podian dexar de seguyr y caminar tras lo que el queria. Mouioles a dezir esto y a dar nombre de dios a   —53→   este desseo, el ver los effectos sobrenaturales que haze en los enamorados. Sin duda, parece que es sobrenatural cosa estar vn amante en vn instante mesmo temeroso y confiado, arder lexos de su amada, y elarse quando mas cerca della, mudo quando   -fol. 207v-   parlero, y parlero quando mudo. Estraña cosa es assimesmo seguir a quien me huye, alabar a quien me vitupera, dar vozes a quien no me escucha, seruir a vna ingrata, y esperar en quien jamas promete ni puede dar cosa que buena sea.

»¡O amarga dulçura, o venenosa medicina de los amantes no sanos, o triste alegria, o flor amorosa que ningun fruto señalas, si no es de tardo arrepentimiento! Estos son los effectos deste dios imaginado; estas son sus hazañas y marauillosas obras. Y aun tambien puede verse en la pintura con que figurauan a este su vano dios quan vanos ellos andauan: pintauanle niño desnudo, alado, vendados los ojos, con arco y saetas en las manos, por darnos a entender, entre otras cosas, que, en siendo vno enamorado, se buelue de la condicion de vn niño simple y antojadizo, que es ciego en las pretensiones, ligero en los pensamientos, cruel en las obras, desnudo y pobre de las riquezas del entendimiento. Dezian assimesmo que, entre las   -fol. 208r-   saetas suyas, tenia dos, la vna de plomo y la otra de oro, con las quales differentes effectos hazía, porque la de plomo engendraua odio en los pechos que tocaua, y la de oro, crescido amor en los que heria, por sólo auisarnos que el oro rico   —54→   es aquel que haze amar, y el plomo pobre aborrecer, y por esta occasion no en valde cantan los poetas [a] Atalante vencida de tres hermosas mançanas de oro, y a la bella Danae preñada de la dorada lluuia, y al piadoso Eneas descender al infierno con el ramo de oro en la mano. En fin, el oro y la dadiua es vna de las mas fuertes saetas que el amor tiene, y con la que mas coraçones subjeta; bien al reues de la de plomo, metal baxo y menospreciado, como lo es la pobreza, la qual antes engendra odio y aborrecimiento donde llega, que otra beneuolencia alguna. Pero si las razones hasta agora por mi dichas no bastan a persuadir la que yo tengo de estar mal con este perfido amor de quien trato, oy[d] en algunos exemplos verdaderos y passados   -fol. 208v-   los effectos suyos, y vereys, como yo veo, que no vee ni tiene ojos de entendimiento el que no alcança la verdad que sigo. Veamos, pues: ¿quien sino este amor es aquel que al justo Loth hizo romper el casto intento y violar a las proprias hijas suyas? Este es, sin duda, el que hizo que el escogido Dauid fuesse adúltero y homicida; y el que forço al libidinoso Amon a procurar el torpe ayuntamiento de Thamar, su querida hermana; y el que puso la cabeça del fuerte Sanson en las traydoras faldas de Dalida129, por do, perdiendo el su fuerça, perdieron los suyos su amparo, y, al cabo, el y otros muchos la vida; este fue el que mouio la lengua de Herodes para prometer a la bayladora niña la cabeça del precursor de la vida; este haze que se dude de la   —55→   saluacion del mas sabio y rico rey de los reyes, y aun de todos los hombres; este reduxo los fuertes braços del famoso Hercules, acostumbrados a regir la pesada maça, a torcer vn pequeñuelo huso y a exercitarse en mugeriles exercicios; este hizo que la furiosa y enamorada   -fol. 209r-   Medea esparciesse por el ayre los tiernos miembros de su pequeño hermano; este cortó la lengua a Progne, [arrastró] a Ipolito130, infamó a Pasiphae, destruyó a Troya, mató a Egysto; este hizo cessar las començadas obras de la nueua Carthago, y que su primera reyna passasse su casto pecho con la aguda espada; este puso en las manos de la nombrada y hermosa Sofonisba el vaso del mortifero veneno que le acabó la vida; este quitó la suya al valiente Turno, y el reyno a Tarquino, el mando a Marco Antonio, y la vida y la honra a su amiga; este, en fin, entregó nuestras Españas a la barbara furia agarena, llamada a la vengança del desordenado amor del miserable Rodrigo. Mas, porque pienso que primero nos cubriria la noche con su sombra, que yo acabasse de traeros a la memoria los exemplos que se offrecen a la mia de las hazañas que el amor ha hecho y cada dia haze en el mundo131, no quiero passar mas adelante en ellos, ni aun en la començada plática, por dar lugar a que el famoso   -fol. 209v-   Tyrsi me responda, rogandoos primero, señores, no os enfade oyr vna cancion que dias ha tengo hecha en vituperio deste mi enemigo, la qual, si bien me acuerdo, dize desta manera:

  —56→  

    Sin que me pongan miedo el yelo y fuego,
el arco y flechas del amor tyrano,
en su deshonra he de mouer mi lengua,
que ¿quien ha de temer a vn niño ciego,
de vario antojo y de juyzio insano,  5
aunque mas amenaze daño y mengua?
Mi gusto cresce y el dolor desmengua
quando la voz leuanto
al verdadero canto
qu’en vituperio del amor se forma,  10
con tal verdad, con tal manera y forma,
que a todo el mundo su maldad descubre,
y claramente informa
del cierto daño qu’el amor encubre.

    Amor es fuego que consume al alma,  15
yelo que yela, flecha que abre el pecho
-fol. 210r-
que de sus mañas viue descuydado;
turbado mar do no se ha visto calma,
ministro de ira, padre del despecho,
enemigo en amigo disfraçado,  20
dador de escasso bien y mal colmado,
affable, lisongero,
tyrano crudo y fiero,
y Circe engañadora que nos muda
en varios mostruos, sin que humana ayuda  25
pueda al passado ser nuestro boluernos,
aunque ligera acuda
la luz de la razon a socorrernos;

    yugo que humilla al mas erguido cuello,
blanco a do se encaminan los desseos  30
del ocio blando sin razon nascidos,
red engañosa de sotil cabello
que cubre y prende en torpes actos feos
los que del mundo son en mas tenidos,
sabroso mal de todos los sentidos,  35
ponçoña disfraçada
qual pildora dorada,
—57→
rayo que adonde toca abrasa y hiende,
-fol. 210v-
ayrado braço que a traycion offende,
verdugo del captiuo pensamiento  40
y del que se defiende
del dulce halago de su falso intento;

    daño que aplaze en los principios, quando
se regala la vista en el subjeto,
que, qual el cielo, bello le parece;  45
mas tanto quanto mas passa mirando,
tanto mas pena en público y secreto
el coraçon, que todo lo padece.
Mudo, hablador, parlero que enmudece,
cuerdo que desatina,  50
pura total ruyna
de la mas concertada alegre vida,
sombra de bien en males conuertida,
buelo que nos leuanta hasta la esphera,
para que en la cayda  55
quede viuo el pesar y el gusto muera;

    inuisible ladron que nos destruye
y roba lo mejor de nuestra hazienda,
lleuandonos el alma a cada passo;
-fol. 211r-
ligereza que alcança al que mas huye,  60
enigma que ninguno ay que la entienda,
vida que de contino está en traspasso,
guerra elegida y que nasce a caso,
tregua que poco dura,
amada desuentura,  65
preñez que por jamas a sazon llega,
enfermedad que al ánima se pega,
cobarde que se arroja al mal y atreue,
deudor que siempre niega
la deuda aueriguada que nos deue,  70

    cercado laberintho do se anida
vna fiera cruel que se sustenta
de rendidos humanos coraçones,
—58→
lazo donde se enlaza nuestra vida,
señor que al mayordomo pide cuenta  75
de las obras, palabras e intenciones;
codicia de mil varias pretensiones,
gusano que fabrica
estancia pobre o rica,
do poco espacio habita, y al fin muere;  80
querer que nunca sabe lo que quiere,
-fol. 211v-
nuue que los sentidos escurece,
cuchillo que nos hiere.
Este es (el) amor. ¡Seguilde, si os parece!

Con esta cancion acabó su razonamiento el desamorado Lenio, y con ella y con el dexó admirados a algunos de los que presentes estauan, especialmente a los caualleros, pareciendoles que, lo que Lenio hauia dicho, de mas caudal que de pastoril ingenio parecia, y con gran desseo y atencion estauan esperando la respuesta de Tyrsi, prometiendose todos en su imaginacion que, sin duda alguna, a la de Lenio haria ventaja, por la que Tyrsi le hazía en la edad y en la experiencia, y en los mas acostumbrados estudios, y assimesmo les asseguraua esto porque desseauan que la opinion desamorada de Lenio no preualeciesse. Bien es verdad que la lastimada Theolinda, la enamorada Leonarda, la bella Rosaura y aun la dama que con Darintho y su compañero venía, claramente vieron figurados en el discurso de Lenio mil puntos de los sucessos   -fol. 212r-   de sus amores, y esto fue quando llegó a tratar de lagrimas y sospiros, y de quan caros se comprauan los contentos amorosos. Solas la hermosa Galatea y la discreta Florisa yuan fuera   —59→   desta cuenta, porque hasta entonces no se la hauia tornado amor de sus hermosos y rebeldes pechos; y assi estauan atentas, no mas de a escuchar la agudeza con que los dos famosos pastores disputauan, sin que de los effectos de amor que oyan viessen alguno en sus libres voluntades. Pero siendo la de Tyrsi reduzir a mejor término la opinion del desamorado pastor, sin esperar ser rogado, tiniendo de su boca colgados los animos de los circunstantes, puniendose frontero de Lenio, con suaue y leuantado tono, desta manera començo a dezir:

-Si la agudeza de tu buen ingenio, desamorado pastor, no me assegurara que con facilidad puede alcançar la verdad, de quien tan lexos agora se halla, antes que ponerme en trabajo de contradezir tu opinion, te dexara   -fol. 212v-   con ella por castigo de tus sinrazones. Mas porque me aduierten las que en vituperio del amor has dicho los buenos principios que tienes para poder reduzirte a mejor proposito, no quiero dexar con mi silencio, a los que nos oyen, escandalizados, al amor, desfauorescido, y a ti, pertinaz y vanaglorioso. Y assi, ayudado del amor, a quien llamo, pienso en pocas palabras dar a entender quan otras son sus obras y effectos de los que tu del has publicado, hablando sólo del amor que tu entiendes, el qual tu definiste diziendo que era vn desseo de belleza, declarando assimesmo que cosa era belleza, y poco despues desmenuzaste todos los effectos que el amor, de quien hablamos, hazía en los enamorados   —60→   pechos, confirmandolo al cabo con varios y desdichados sucessos por el amor causados. Y, aunque la diffinicion que del amor hiziste sea la mas general que se suele dar, todavia no lo es tanto que no se pueda contradezir, porque amor y desseo son dos cosas differentes, que no todo lo que se ama se dessea,   -fol. 213r-   ni todo lo que se dessea se ama. La razon está clara en todas las cosas que se posseen, que entonces no se podra dezir que se dessean, sino que se aman, como el que tiene salud no dira que dessea la salud, sino que la ama, y el que tiene hijos no podra dezir que dessea hijos, sino que ama los hijos; ni tampoco las cosas que se dessean se pueden dezir que se aman, como la muerte de los enemigos, que se dessea y no se ama. Y assi que, por esta razon, el amor y desseo vienen a ser differentes affectos de la voluntad. Verdad es que amor es padre del desseo, y, entre otras difiniciones que del amor se dan, esta es vna: amor es aquella primera mutacion que sentimos hazer en nuestra mente, por el apetito que nos conmueue y nos tira a si, y nos deleyta y aplaze; y aquel plazer engendra mouimiento en el ánimo, el qual mouimiento se llama desseo; y, en resolucion, desseo es mouimiento del apetito acerca de lo que se ama, y vn querer de aquello que se possee, y el objecto suyo, es el bien; y como se hallan diuersas especies   -fol. 213v-   de desseos, (y) el amor es vna especie de desseo que atiende y mira al bien que se llama bello. Pero para mas clara difinicion y diuersion del   —61→   amor, se ha de entender que en tres maneras se diuide: en amor honesto, en amor vtil y en amor deleytable. Y a estas tres suertes de amor se reduzen quantas maneras de amar y dessear pueden caber en nuestra voluntad, porque el amor honesto mira a las cosas del cielo, eternas y diuinas; el vtil, a las de la tierra, alegres y perecederas, como son las riquezas, mandos y señorios; el deleytable, a las gustosas y plazenteras, como son las bellezas corporales viuas que tu, Lenio, dixiste. Y qualquiera suerte destos amores que he dicho, no deue ser de ninguna lengua vituperada, porque el amor honesto siempre fue, es y ha de ser limpio, senzillo, puro y diuino, y que sólo en Dios para y sossiega; el amor prouechoso, por ser, como es, natural, no deue condemnarse; ni menos el deleytable, por ser mas natural que el prouechoso. Que sean naturales estas dos suertes de   -fol. 214r-   amor en nosotros, la experiencia nos lo muestra claro, porque luego que el atreuido primer padre nuestro passó el diuino mandamiento, y de señor quedó hecho sieruo, y de libre esclauo, luego conoscio la miseria en que hauia caydo y la pobreza en que estaua, y assi tomó en el momento las hojas de los arboles que le cubriessen, y sudó y trabajó, rompiendo la tierra para sustentarse y viuir con la menos incomodidad que pudiesse, y tras esto, obedeciendo mejor a su Dios en ello que en otra cosa, procuró tener hijos, y perpetuar y dilatar en ellos la generacion humana; y assi como por su inobediencia entró la muerte en el   —62→   y por el en todos sus descendientes, assi heredamos juntamente todos sus affectos y passiones, como eredamos su mesma naturaleza; y como el procuró remediar su necessidad y pobreza, tambien nosotros no podemos dexar de procurar y dessear remediar la nuestra. Y de aqui nasce el amor que tenemos a las cosas vtiles a la vida humana, y tanto quanto mas alcançamos dellas, tanto mas   -fol. 214v-   nos parece que remediamos nuestra falta, y por el mesmo consiguiente heredamos el desseo de perpetuarnos en nuestros hijos, y deste desseo se sigue el que tenemos de gozar la belleza viua corporal, como solo y verdadero medio que tales desseos a dichoso fin conduze. Assi que este amor deleytable, solo y sin mezcla de otro accidente, es digno antes de alabança que de vituperio, y este es el amor que tu, Lenio, tienes por enemigo, y causalo que no le entiendes ni conoces, porque nunca le has visto solo y en su mesma figura, sino siempre acompañado de desseos perniciosos, lasciuos y mal colocados. Y esto no es culpa de amor, que siempre es bueno, sino de los accidentes que se le llegan, como vemos que acaece en algun caudaloso rio, el qual tiene su nascimiento de alguna liquida y clara fuente que siempre claras y frescas aguas le va ministrando, y, a poco espacio que de la limpia madre se alexa, sus dulces y cristalinas aguas en amargas y turbias son conuertidas, por los muchos y   -fol. 215r-   no limpios arroyos que de vna y otra parte se le juntan. Assi que este primer mouimiento -amor   —63→   o desseo, como llamarlo quisieres -no puede nascer sino de buen principio, y aun dellos es el conocimiento de la belleza, la qual, conoscida por tal, casi parece impossible que de amar se dexe. Y tiene la belleza tanta fuerça para mouer nuestros animos, que ella sola fue parte para que los antiguos philosophos, ciegos y sin lumbre de fe que los encaminasse, lleuados de la razon natural, y traydos de la belleza que en los estrellados cielos y en la máquina y redondez de la tierra contemplauan, admirados de tanto contento y hermosura, fueron con el entendimiento rastreando, haziendo escala por estas causas segundas, hasta llegar a la primera causa de las causas, y conoscieron que hauia vn solo principio sin principio de todas las cosas. Pero lo que mas los admiró y leuantó la consideracion, fue ver la compostura del hombre, tan ordenada, tan perfecta y tan hermosa, que le vinieron a llamar mundo abreuiado,   -fol. 215v-   y assi es verdad, que, en todas las obras hechas por el mayordomo de Dios, naturaleza, ninguna es de tanto primor ni que mas descubra la grandeza y sabiduria de su hazedor, porque en la figura y compostura del hombre se cifra y cierra la belleza que en todas las otras partes della se reparte, y de aqui nasce que esta belleza conoscida se ama, y como toda ella mas se muestre y resplandezca en el rostro, luego como se ve vn hermoso rostro, llama y tira la voluntad a amarle. De do se sigue que, como los rostros de las mugeres hagan tanta ventaja en hermosura al   —64→   de los varones, ellas son las que son de nosotros mas queridas, seruidas y solicitadas, como a cosa en quien consiste la belleza que naturalmente mas a nuestra vista contenta. Pero viendo el hazedor y criador nuestro que es propria naturaleza del ánima nuestra estar contino en perpetuo mouimiento y desseo, por no poder ella parar sino en Dios, como en su proprio centro, quiso, porque no se arrojasse a rienda suelta a dessear las cosas perecederas y vanas, y   -fol. 216r-   esto sin quitarle la libertad del libre aluedrio, ponerle encima de sus tres potencias vna despierta centinela que la auisasse de los peligros que la contrastauan y de los enemigos que la perseguian, la qual fue la razon, que corrige y enfrena nuestros desordenados desseos. Y viendo assimesmo que la belleza humana hauia de lleuar tras si nuestros affectos e inclinaciones, ya que no le parecio quitarnos este desseo, a lo menos quiso templarle y corregirle, ordenando el sancto yugo del matrimonio, debaxo del qual al varon y a la hembra los mas de los gustos y contentos amorosos naturales le son licitos y deuidos. Con estos dos remedios, puestos por la diuina mano, se viene a templar la demasia que puede hauer en el amor natural, que tu, Lenio, vituperas, el qual amor de si es tan bueno, que, si en nosotros faltasse, el mundo y nosotros acabariamos. En este mesmo amor de quien voy hablando estan cifradas todas las virtudes, porque el amor es templança, que el amante, conforme la casta voluntad de la cosa amada, la suya tiempla;   —65→   es   -fol. 216v-   fortaleza, porque el enamorado qualquier variedad puede sufrir por amor de quien ama; es justicia, porque con ella a la que bien quiere sirue, forçandole la mesma razon a ello; es prudencia, porque de toda sabiduria está el amor adornado. Mas yo te demando, ¡o Lenio!, tu que has dicho que el amor es causa de ruyna de imperios, destruycion de ciudades, de muertes de amigos, de sacrilegos hechos, inuentor de trayciones, transgressor de leyes, digo que te demando que me digas qual loable cosa ay oy en el mundo, por buena que sea, que el vso della no pueda en mal ser conuertida. Condemnese la philosofia, porque muchas vezes nuestros defectos descubre, y muchos philosophos han sido malos; abrasense las obras de los heroycos poetas, porque con sus satiras y versos los vicios reprehenden y vituperan; vituperese la medicina, porque los venenos descubre; llamese inutil la eloquencia, porque algunas vezes ha sido tan arrogante, que ha puesto en duda la verdad conoscida; no se forjen armas, porque   -fol. 217r-   los ladrones y los homicidas las vsan; no se fabriquen casas, porque puedan caer sobre sus habitadores; prohibanse la variedad de los manjares, porque suelen ser causa de enfermedad; ninguno procure tener hijos, porque Edipo, instigado de cruelissima furia, mató a su padre, y Oreste hirio el pecho de la madre propria; tengase por malo el fuego, porque suele abrasar las casas y consumir las ciudades; desdeñese el agua, porque con ella se anegó toda la tierra; condemnense,   —66→   en fin, los elementos, porque pueden ser de algunos peruersos peruersamente vsados, y desta manera qualquier cosa buena puede ser en mala conuertida, y proceder della effectos malos, si en las manos de aquellos son puestas que, como irracionales sin mediocridad, del apetito gouernar se dexan. Aquella antigua Carthago, émula del imperio romano; la belicosa Numancia, la adornada Corintho, la soberuia Thebas, la docta Atenas y la ciudad de Dios, Hierusalem, que fueron vencidas y assoladas: digamos por esso que el   -fol. 217v-   amor fue causa de su destruycion y ruyna. Assi que deurian los que tienen por costumbre de dezir mal de amor, dezirlo dellos mesmos, porque los dones de amor, si con templança se vsan, son dignos de perpetua alabança, pues siempre los medios fueron alabados en todas las cosas, como vituperados los estremos; que si abraçamos la virtud mas de aquello que basta, el sabio grangeara nombre de loco, y el justo de iniquo. Del antiguo Cremo tragico132 fue opinion que, como el vino mezclado con el agua es bueno, assi el amor templado es prouechoso, lo que es al reues en el immoderado. La generacion de los animales racionales y brutos sería ninguna si el amor no procediesse, y faltando en la tierra, quedaria desierta y vacua. Los antiguos creyeron que el amor era obra de los dioses, dada para conseruacion y cura de los hombres. Pero viniendo a lo que tu, Lenio, dixiste de los tristes y estraños effectos que el amor en los enamorados pechos haze, tiniendolos siempre   —67→   en continas lagrimas, profundos   -fol. 218r-   sospiros, desesperadas imaginaciones, sin co[n]cederles jamas vna hora de reposo, veamos, por ventura, ¿que cosa puede dessearse en esta vida que el alcançarla no cueste fatiga y trabajo? Y tanto quanto mas es de valor la cosa, tanto mas se ha de padecer y se padece por ella, porque el desseo presupone falta de lo desseado, y hasta conseguirlo es forçosa la inquietud del ánimo nuestro, pues si todos los desseos humanos se pueden pagar y contentarse sin alcançar de todo punto lo que dessean, con que se les de parte dello, y con todo esso se padece por conseguirla, ¿que mucho es que, por alcançar aquello que no puede satisfazer ni contentar al desseo sino con ello mesmo, se padezca, se llore, se tema y se espere? El que dessea señorios, mandos, honras y riquezas, ya que ve que no puede subir al vltimo grado que quisiera, como llegue a ponerse en algun buen punto, queda en parte satisfecho, porque la esperança que le falta de no poder subir a mas, le haze parar donde puede y como mejor puede,   -fol. 218v-   todo lo qual es contrario en el amor, porque el amor no tiene otra paga ni otra satisfacion sino el mesmo amor, y el proprio es su propria y verdadera paga. Y por esta razon es impossible que el amante esté contento hasta que a la clara conozca que verdaderamente es amado, certificandole desto las amorosas señales que ellos saben. Y assi estiman en tanto vn regalado boluer de ojos, vna prenda qualquiera que sea de su amada, vn no se que de risa, de   —68→   habla, de burlas, que ellos de veras toman, como indicios que le[s] van assegurando la paga que dessean, y assi, todas las vezes que ven señales en contrario destas, esle fuerça al amante lamentarse y affligirse, sin tener medio en sus dolores, pues no le puede tener en sus contentos, quando la fauorable fortuna y el blando amor se los concede. Y como sea hazaña de tanta dificultad reduzir vna voluntad agena a que sea vna propria con la mia, y juntar dos differentes almas en tan dissoluble ñudo y estrecheza que de las dos sean vno los pensamientos   -fol. 219r-   y vna todas las obras, no es mucho que, por conseguir tan alta empresa, se padezca mas que por otra cosa alguna, pues, despues de conseguida, satisfaze y alegra sobre todas las que en esta vida se dessean. Y no todas vezes son las lagrimas con razon y causa derramadas, ni esparzidos los sospiros de los enamorados, porque si todas sus lagrimas y sospiros se causaron de ver que no se responde a su voluntad como se deue y con la paga que se requiere, auria de considerar primero adonde leuantaron la fantasia, y, si la subieron mas arriba de lo que su merescimiento alcança, no es marauilla que, qual nueuos Icaros, caygan abrasados en el rio de las miserias, de las quales no tendra la culpa amor, sino su locura. Con todo esso, yo no niego, sino affirmo, que el desseo de alcançar lo que se ama por fuerça ha de causar pesadumbre, por la razon de la carestia que presupone, como ya otras vezes he dicho; pero tambien digo que el conseguirla   —69→   sea de grandissimo gusto y contento, como lo es al cansado   -fol. 219v-   el reposo y la salud al enfermo. Iunto con esto, confiesso que si los amantes señalassen, como en el vso antiguo, con piedras blancas y negras sus133tristes o dichosos dias, sin duda alguna que serian mas las infelices; mas tambien conozco que la calidad de sola vna blanca piedra haria ventaja a la cantidad de otras infinitas negras. Y por prueua desta verdad, vemos que los enamorados jamas de serlo se arrepienten; antes, si alguno les prometiesse librarles de la enfermedad amorosa, como a enemigo le desecharian, porque aun el sufrirla les es suaue. Y por esto, ¡o amadores!, no os impida ningun temor para dexar de offreceros y dedicaros a amar lo que mas os pareciere difficultoso, ni os quexeys ni arrepintays si a la grandeza vuestra las cosas baxas haueys leuantado, que amor yguala lo pequeño a lo sublime, y lo menos a lo mas, y con justo acuerdo tiempla las diuersas condiciones de los amantes, quando con puro affecto la gracia suya en sus coraçones rescibe. No cedays a los peligros,   -fol. 220r-   porque la gloria será tanta que quite el134 sentimiento de todo dolor. Y como a los antiguos capitanes y emperadores, en premio de sus trabajos y fatigas, les eran, segun la grandeza de sus victorias, aparejados triumphos, assi a los amantes les estan guardados muchedumbre de plazeres y contentos, y como a aquellos el glorioso rescibimiento les hazía oluidar todos los incommodos y disgustos passados, assi al   —70→   amante de la amada amado. Los espantosos sueños, el dormir no seguro, las veladas noches, los inquietos dias, en summa tranquilidad y alegria se conuierten. De manera, Lenio, que si por sus effectos tristes les condemnas, por los gustosos y alegres les deues de absoluer; y, a la interpretacion que135 diste de la figura de Cupido, estoy por dezir que vas tan engañado en ella, como136 casi en las demas cosas que contra el amor has dicho, porque pintanle niño, ciego, desnudo, con las alas y saetas, [y] no quiere significar otra cosa, sino que el amante ha de ser niño en no tener condicion doblada,   -fol. 220v-   sino pura y senzilla; ha de ser ciego a todo qualquier otro objecto que se le offreciere, si no es a aquel a quien ya supo mirar y entregarse; ha de ser desnudo, porque no ha de tener cosa que no sea de la que ama; ha de tener alas de ligereza, para estar prompto a todo lo que por su parte se le quisiere mandar; pintanle con saetas, porque la llaga del enamorado pecho ha de ser profunda y secreta, y que a penas se descubra sino a la mesma causa que ha de remedialla. Que el amor hiera con dos saetas, las quales obran en differentes maneras, es darnos a entender que, en el perfecto amor, no ha de hauer medio de querer y no querer en vn mesmo punto, sino que el amante ha de amar enteramente, sin mezcla de alguna tibieza. En fin, ¡o Lenio!, este amor es el que, si consumio a los troyanos, engrandecio a los griegos; si hizo cessar las obras de Carthago, hizo crescer los edificios de Roma; si quitó el   —71→   reyno a Tarquino, reduxo a libertad la republica. Y aunque pudiera traer aqui muchos exemplos   -fol. 221r-   en contrario de los que tu truxiste de los effectos buenos que el amor haze, no me quiero occupar en ellos, pues de si son tan notorios; sólo quiero rogarte te dispongas a creer lo que he mostrado, y que tengas paciencia para oyr vna cancion mia, que parece que en competencia de la tuya se hizo; y si por ella y por lo que te he dicho no quisieres reduzirte a ser de la parte de amor, y te pareciere que no quedas satisfecho de las verdades que del he declarado, si el tiempo de agora lo concede, o en otro qualquiera que tu escogieres y señalares, te prometo de satisfazer a todas las réplicas y argumentos que en contrario de los mios dezir quisieres; y, por agora, estáme atento, y escucha:




CANCION DE TYRSI


    Salga del limpio enamorado pecho
la voz sonora, y, en suaue accento,
cante de amor las altas marauillas,
de modo que contento y satisfecho
quede el mas libre y suelto pensamiento,  5
-fol. 221v-
sin que las sienta con no mas de oyllas.
Tu, dulce amor, que puedes referillas
por mi lengua, si quieres,
tal gracia le concede,
que con la palma quede  10
de gusto y gloria por dezir quien eres,
que, si me ayudas, como yo confio,
veráse en presto buelo
subir al cielo tu valor y el mio.
—72→

    Es el amor principio del bien nuestro,  15
medio por do se alcança y se grangea
el mas dichoso fin que se pretende,
de todas sciencias sin ygual maestro;
fuego que, aunque de yelo vn pecho sea,
en claras llamas de virtud le enciende;  20
poder que al flaco ayuda, al fuerte offende;
rayz de adonde nasce
la venturosa planta
que al cielo nos leuanta
con tal fruto, que al alma satisfaze  25
de bondad, de valor, de honesto zelo,
de gusto sin segundo,
-fol. 222r-
que alegra al mundo y enamora al cielo;

    cortesano, galan, sabio, discreto,
callado, liberal, manso, esforçado;  30
de aguda vista, aunque de ciegos ojos;
guardador verdadero del respecto,
capitan que en la guerra do ha triumphado
sola la honra quiere por despojos;
flor que cresce entre espinas y entre abrojos,  35
que a vida y alma adorna;
del temor enemigo,
de la esperança amigo,
huesped que mas alegra quando torna,
instrumento de honrosos ricos bienes,  40
por quien se mira y medra
la honrosa yedra en las honradas sienes;

    instinto natural que nos conmueue
a leuantar los pensamientos, tanto
que a penas llega alli la vista humana;  45
escala por do sube, el que se atreue,
a la dulce region del cielo sancto;
sierra en su cumbre deleytosa y llana,
-fol. 222v-
facilidad que lo intricado allana,
norte por quien se guia  50
—73→
en este mar insano
el pensamiento sano,
aliuio de la triste fantasia,
padrino que no quiere nuestra affrenta;
farol que no se encubre,  55
mas no descubre el puerto en la tormenta;

    pintor que en nuestras ánimas retrata,
con apacibles sombras y colores,
ora mortal, ora immortal belleza;
sol que todo ñublado desbarata,  60
gusto a quien son sabrosos los dolores;
espejo en quien se ve naturaleza
liberal, que en su punto la franqueza
pone con justo medio;
espiritu de fuego  65
que alumbra al que es mas ciego,
del odio y del temor solo remedio;
Argos que nunca puede estar dormido,
por mas que a sus orejas
lleguen consejas de algun dios fingido;  70
-fol. 223r-

    exército de armada infanteria
que atropella cien mil difficultades,
y siempre queda con victoria y palma;
morada adonde assiste el alegria;
rostro que nunca encubre las verdades,  75
mostrando claro lo que está en el alma;
mar donde la tormenta es dulce calma,
con sólo que se espere
tenerla en tiempo alguno;
refrigerio oportuno  80
que cura al desdeñado quando muere;
en fin, amor es vida, es gloria, es gusto,
almo feliz sossiego.
¡Seguilde luego, qu’el seguirle es justo!

El fin del razonamiento y cancion de Tyrsi,   —74→   fue principio para confirmar de nueuo en todos la opinion que de discreto tenia, si no fue en el desamorado Lenio, a quien no parecio tambien su respuesta, que le satisfiziesse al entendimiento y le mudasse de su primer proposito. Viose esto claro, porque ya yua dando muestras de querer responder y   -fol. 223v-   replicar a Tyrsi, si las alabanças que a los dos dauan Darintho y su compañero, y todos los pastores y pastoras presentes, no lo estoruaran, porque, tomando la mano el amigo de Darintho, dixo:

-En este punto acabo de conoscer cómo la potencia y sabiduria de amor por todas las partes de la tierra se estiende, y que, donde mas se affina y apura, es en los pastorales pechos, como nos lo ha mostrado lo que hemos oydo al desamorado Lenio y al discreto Tyrsi, cuyas razones y argumentos, mas parescen de ingenios entre libros y las aulas criados, que no de aquellos que entre pagizas cabañas son crescidos. Pero no me marauillaria yo tanto desto si fuesse de aquella opinion del que dixo que el saber de nuestras almas era acordarse de lo que ya sabian, prosuponiendo que todas se crian enseñadas; mas quando veo que deuo seguir el otro mejor parecer del que affirmó que nuestra alma era como vna tabla rasa, la qual no tenia ninguna cosa   -fol. 224r-   pintada, no puedo dexar de admirarme de ver cómo aya sido impossible que en la compañia de las ouejas, en la soledad de los campos, se puedan aprender las sciencias que a penas saben disputarse en las nombradas vniuersidades,   —75→   si ya no quiero persuadirme a lo que primero dixe, que el amor por todo se estiende y a todos se comunica, al caydo leuanta, al simple auisa y al auisado perfeciona.

-Si conoscieras, señor -respondio a esta sazon Elicio-, cómo la criança del nombrado Tyrsi no ha sido entre los arboles y florestas, como tu imaginas, sino en las reales cortes y conoscidas escuelas, no te marauillaras de lo que ha dicho, sino de lo que ha dexado de dezir. Y aunque el desamorado Lenio, por su humildad, ha confessado que la rusticidad de su vida pocas prendas de ingenio puede prometer, con todo esso, te asseguro que los mas floridos años de su edad gastó, no en el exercicio de guardar las cabras en los montes, sino en las riberas del claro Tormes, en loables estudios y discretas   -fol. 224v-   conuersaciones. Assi, que si la plática que los dos han tenido de mas que de pastores te parece, contemplalos como fueron, y no como agora son. Quanto mas, que hallarás pastores en estas nuestras riberas, que no te causarán menos admiracion, si los oyes, que los que aora has oydo, porque en ellas apascientan sus ganados los famosos y conoscidos Eranio, Siraluo, Filardo, Siluano, Lisardo y los dos Matuntos, padre y hijo, vno en la lira y otro en la poesia sobre todo estremo estremados. Y, para remate de todo, buelue los ojos y conoce al conoscido Damon, que presente tienes, donde puede parar tu desseo, si dessea conoscer el estremo de discredion y sabiduria.

  —76→  

Responder queria el cauallero a Elicio, quando vna de aquellas damas que con el venian dixo a la otra:

-Pareceme, señora Nisida, que, pues el sol va ya declinando, que sería bien que nos fuessemos, si hauemos de llegar mañana adonde dizen que está nuestro padre.

No huuo bien dicho esto la dama, quando Darintho y su compañero la miraron, mostrando que   -fol. 225r-   les hauia pesado de que huuiesse llamado por su nombre a la otra. Pero ansi como Elicio oyo el nombre de Nisida, le dio el alma si era aquella Nisida de quien el hermitaño Silerio tantas cosas hauia contado, y el mismo pensamiento les vino a Tyrsi, Damon y a Erastro; y, por certificarse Elicio de lo que sospechaua, dixo:

-Pocos dias ha, señor Darintho, que yo y algunos de los que aqui estamos oymos nombrar el nombre de Nisida, como aquella dama agora ha hecho; pero de mas lagrimas acompañado y con mas sobresaltos referido.

-¿Por ventura -respondio Darintho- ay alguna pastora en estas vuestras riberas que se llame Nisida?

-No -respondio Elicio-; pero esta que yo digo en ellas nascio, y en las apartadas del famoso Sebeto137 fue criada.

-¿Que es lo que dizes, pastor? -replicó el otro cauallero.

-Lo que oyes -respondio Elicio-, y lo que mas oyras, si me asseguras vna sospecha que tengo.

  —77→  

-Dimela -dixo el cauallero-, que podria ser se te satisfiziesse.

A esto replicó Elicio:

-¿A dicha, señor, tu proprio nombre   -fol. 225v-   es Timbrio?

-No te puedo negar essa verdad -respondio el otro-, porque Timbrio me llamo, el qual nombre quisiera encubrir hasta otra sazon mas oportuna; mas la voluntad que tengo de saber porque sospechaste que assi me llamaua, me fuerça a que no te encubra nada de lo que de mi saber quisieres.

-Segun esso, tampoco me negarás -dixo Elicio- que esta dama que contigo traes se llame Nisida, y aun, por lo que yo puedo conjeturar, la otra se llama Blanca, y es su hermana.

-En todo has acertado -respondio Timbrio-; pero, pues yo no te he negado nada de lo que me has preguntado, no me niegues tu la causa que te ha mouido a preguntarmelo.

-Ella es tan buena, y será tan de tu gusto -replicó Elicio- qual lo verás antes de muchas horas.

Todos los que no sabian lo que el hermitaño Silerio a Elicio, Tyrsi, Damon y Erastro hauia contado, estauan confusos oyendo lo que entre Timbrio y Elicio passaua; mas a este punto dixo Damon, boluiendose a Elicio:

-No entretengas, ¡o Elicio!, las buenas nueuas que puedes   -fol. 226r-   dar a Timbrio.

-Y aun yo -dixo Erastro- no me detendre   —78→   vn punto de yr a darselas al lastimado Silerio, del hallazgo de Timbrio.

-¡Sanctos cielos! ¿Y que es lo que oygo -dixo Timbrio-, y que es lo que dizes, pastor? ¿Es por ventura esse Silerio que has nombrado el que es mi verdadero amigo, el que es la mitad de mi alma, el que yo desseo ver mas que otra cosa que me pueda pedir el desseo? ¡Sacame desta duda luego, assi crezcan y multipliquen tus rebaños de manera que te tengan embidia todos los vezinos ganaderos!

-No te fatigues tanto, Timbrio -dixo Damon-, que el Silerio que Erastro dize es el mesmo que tu dizes, y el que dessea saber mas de tu vida que sostener y augmentar la suya propria, porque, despues que te partiste de Napoles, segun el nos ha contado, ha sentido tanto tu ausencia, que la pena della, con la que le causauan otras pérdidas que el nos conto, le ha reduzido a terminos que en vna pequeña hermita, que poco menos de vna legua está de aqui distante, passa la mas estrecha vida   -fol. 226v-   que imaginarse puede, con determinacion de esperar alli la muerte, pues de saber el successo de tu vida no podia ser satisfecho. Esto sabemos cierto Tyrsi, Elicio, Erastro y yo, porque el mesmo nos ha contado la amistad que contigo tenia, con toda la historia de los casos a entrambos succedidos, hasta que la fortuna por tan estraños accidentes os apartó, para apartarle a el a viuir en tan estraña soledad, que te causará admiracion quando le veas.

  —79→  

-Veale yo, y llegue luego el vltimo remate de mis dias -dixo Timbrio-; y assi, os ruego, famosos pastores, por aquella cortesia que en vuestros pechos mora, que satisfagays este mio con dezirme adonde está essa hermita adonde Silerio viue.

-Adonde muere, podras mejor dezir -dixo Erastro-; pero de aqui adelante viuira con las nueuas de tu venida; y pues tanto su gusto y el tuyo desseas, leuantate y vamos, que, antes que el sol se ponga, te pondre con Silerio; mas ha de ser con condicion que en el camino nos cuentes todo lo   -fol. 227r-   que te ha succedido despues que de Napoles te partiste, que de todo lo demas, hasta aquel punto, satisfechos estan algunos de los presentes.

-Poca paga me pides -respondio Timbrio- para tan gran cosa como me offreces, porque, no digo yo contarte esso, pero todo aquello que de mi saber quisieres.

Y mas, boluiendose a las damas que con el venian, les dixo:

-Pues con tan buena occasion, querida y señora Nisida, se ha rompido el prosupuesto que trayamos de no dezir nuestros proprios nombres, con el alegria que requiere la buena nueua que nos han dado, os ruego que no nos detengamos, sino que luego vamos a ver a Silerio, a quien vos y yo deuemos las vidas y el contento que posseemos.

-Escusado es, señor Timbrio -respondio Nisida-, que vos me rogueys que haga cosa que   —80→   tanto desseo, y que tan bien me está el hazerla. Vamos en hora buena, que ya cada momento que tardare de verle se me hara vn siglo.

Lo mesmo dixo la otra dama, que era su hermana Blanca, la mesma que Silerio hauia dicho,   -fol. 227v-   y la que mas muestras dio de contento. Sólo Darintho, con las nueuas de Silerio, se puso tal, que los labios no mouia; antes, con vn estraño silencio, se leuantó, y mandando a vn su criado que le truxesse el cauallo en que alli hauia venido, sin despedirse de ninguno, subio en el, y, boluiendo las riendas, a passo tirado se desuió de todos. Quando esto vio Timbrio, subio en otro cauallo, y con mucha priessa siguio a Darintho hasta que le alcançó; y, trabando por las riendas del cauallo, le hizo estar quedo, y alli estuuo con el hablando vn buen rato, al cabo del qual Timbrio se boluio adonde los pastores estauan, y Darintho siguio su camino, embiando a disculparse con Timbrio del hauerse partido sin despedirse dellos. En este tiempo Galatea, Rosaura, Theolinda, Leonarda y Florisa a las hermosas Nisida y Blanca se llegaron, y la discreta Nisida, en breues razones, les conto la amistad tan grande que entre Timbrio y Silerio hauia, con mucha parte de los successos por ellos passados; pero, con la buelta   -fol. 228r-   de Timbrio, todos quisieron ponerse en camino para la hermita de Silerio; sino que a la mesma sazon llegó a la fuente vna hermosa pastorcilla de hasta edad de quinze años, con su çurron al hombro y cayado en la mano, la qual, como vio tanta y   —81→   tan agradable compañia, con lagrimas en los ojos, les dixo:

-Si por ventura ay entre vosotros, señores, quien de los estraños effectos y casos de amor tenga alguna noticia, y las lagrimas y sospiros amorosos le suelen enternecer el pecho, acuda quien esto siente a ver si es possible remediar y detener las mas amorosas lagrimas y profundos sospiros que jamas de ojos y pechos enamorados salieron. Acudid, pues, pastores, a lo que os digo; vereys cómo, con la experiencia de lo que os muestro, hago verdaderas mis palabras.

Y, en diziendo esto, boluio las espaldas, y todos quantos alli estauan la siguieron. Viendo, pues, la pastora que la seguian, con pressuroso passo se entró por entre vnos arboles que   -fol. 228v-   a vn lado de la fuente estauan, y, no huuo andado mucho, quando, boluiendose a los que tras ella yuan, les dixo:

-Veys alli, señores, la causa de mis lagrimas, porque aquel pastor que alli parece es vn hermano mio, que, por aquella pastora ante quien está hincado de hinojos, sin duda alguna el dexará la vida en manos de su crueldad.

Boluieron todos los ojos a la parte que la pastora señalaua, y vieron que, al pie de vn verde sauze, estaua arrimada vna pastora, vestida como caçadora nimpha, con vna rica aljaua que del lado le pendia y vn encoruado arco en las manos, con sus hermosos y ruuios cabellos cogidos con vna verde guirnalda. El pastor estaua ante ella de rodillas, con vn cordel echado a la   —82→   garganta y vn cuchillo desembaynado en la derecha mano, y con la yzquierda tenia asida a la pastora de vn blanco cendal que encima de los vestidos traya. Mostraua la pastora ceño en su rostro, y estar disgustada de que el pastor alli por fuerça la detuuiesse. Mas quando ella vio que la estauan mirando,   -fol. 229r-   con grande ahinco procuraua desasirse de la mano del lastimado pastor, que con abundancia de lagrimas, tiernas y amorosas palabras, la estaua rogando que siquiera le diesse lugar para poderle significar la pena que por ella padecia. Pero la pastora, desdeñosa y ayrada, se apartó del, a tiempo que ya todos los pastores llegauan cerca; tanto, que oyeron al enamorado moço que en tal manera a la pastora hablaua:

-¡O ingrata y desconocida Gelasia, y con quan justo título has alcançado el renombre de cruel que tienes! Buelue, endurescida, los ojos a mirar al que por mirarte está en el estremo de dolor que imaginarse puede. ¿Porque huyes de quien te sigue? ¿Porque no admites a quien te sirue? Y ¿porque aborreces al que te adora? ¡O, sin razon, enemiga mia, dura qual leuantado risco, ayrada qual offendida sierpe, sorda qual muda selua, esquiua como rustica, rustica como fiera, fiera como tigre, tigre que en mis entrañas se ceba! ¿Será possible que mis lagrimas no te ablanden, que mis sospiros   -fol. 229v-   no te apiaden, y que mis seruicios no te mueuan? Si que será possible, pues ansi lo quiere mi corta y desdichada, suerte, y aun será tambien possible que tu no   —83→   quieras apretar este lazo que a la garganta tengo, ni atrauessar este cuchillo por medio deste coraçon que te adora. Buelue, pastora, buelue, y acaba la tragedia de mi miserable vida, pues con tanta facilidad puedes añudar este cordel a mi garganta o ensangrentar este cuchillo en mi pecho.

Estas y otras semejantes razones dezia el lastimado pastor, acompañadas de tantos sollozos y lagrimas, que mouia a compassion a todos quantos le escuchauan. Pero no por esto la cruel y desamorada pastora dexaua de seguir su camino, sin querer aun boluer los ojos a mirar al pastor que por ella en tal estado quedaua, de que no poco se admiraron todos los que su ayrado desden conoscieron, y fue de manera que hasta al desamorado Lenio le parecio mal la crueldad de la pastora. Y ansi, el con el anciano Arsindo se adelantaron a rogarla tuuiesse   -fol. 230r-   por bien de boluer a escuchar las quexas del enamorado moço, aunque nunca tuuiesse intencion de remediarlas. Mas no fue possible mudarla de su proposito; antes les rogo que no la tuuiessen por descomedida en no hazer lo que le mandauan, porque su intencion era de ser enemiga mortal del amor y de todos los enamorados, por muchas razones que a ello la mouian, y vna dellas era hauerse desde su niñez dedicado a seguir el exercicio de la casta Diana: añadiendo a estas tantas causas para no hazer el ruego de los pastores, que Arsindo tuuo por bien de dexarla y boluerse, lo que no hizo el   —84→   desamorado Lenio, el qual, como vio que la pastora era tan enemiga del amor como parecia, y que tan de todo en todo con la condicion desamorada suya se conformaua, determinó de saber quien era y de seguir su compañia por algunos dias, y assi le declaró cómo el era el mayor enemigo que el amor y los enamorados tenian, rogandole que, pues tanto en las   -fol. 230v-   opiniones se conformauan, tuuiesse por bien de no enfadarse con su compañia, que no sería mas de lo que ella quisiesse.

La pastora se holgo de saber la intencion de Lenio, y le concedio que con ella viniesse hasta su aldea, que dos leguas de la de Lenio era. Con esto se despidio Lenio de Arsindo, rogandole que le disculpasse con todos sus amigos y les dixesse la causa que le hauia mouido a yrse con aquella pastora, y, sin esperar mas, el y Gelasia alargaron el passo, y en poco rato desaparecieron. Quando Arsindo boluio a dezir lo que con la pastora hauia passado, halló que todos aquellos pastores hauian llegado a consolar al enamorado pastor, y que las dos de las tres reboçadas pastoras, la vna estaua desmayada en las faldas de la hermosa Galatea, y la otra abraçada con la bella Rosaura, que assimesmo el rostro cubierto tenia. La que con Galatea estaua era Theolinda, y la otra, su hermana Leonarda, las quales, assi como vieron al desesperado pastor que con Gelasia hallaron, vn celoso y enamorado   -fol. 231r-   desmayo les cubrio el coraçon, porque Leonarda creyo que el pastor era su querido   —85→   Galercio, y Theolinda tuuo por verdad que era su enamorado Artidoro; y como las dos le vieron tan rendido y perdido por la cruel Gelasia, llególes tan al alma el sentimiento, que, sin sentido alguno, la vna en las faldas de Galatea, la otra en los braços de Rosaura, desmayadas cayeron. Pero, de alli a poco rato, boluiendo en si Leonarda, a Rosaura dixo:

-¡Ay, señora mia, y cómo creo que todos los passos de mi remedio me tiene tomados la fortuna, pues la voluntad de Galercio está tan agena de ser mia, como se puede ver por las palabras que aquel pastor ha dicho a la desamorada Gelasia! Porque te hago saber, señora, que aquel es el que ha robado mi libertad, y aun el que ha de dar fin a mis dias.

Marauillada quedó Rosaura de lo que Leonarda dezia, y mas lo fue quando, hauiendo tambien buelto en si Theolinda, ella y Galatea la llamaron, y juntandose todas con Florisa y Leonarda, Theolinda dixo como aquel pastor   -fol. 231v-   era el su desseado Artidoro. Pero aun no le huuo bien nombrado, quando su hermana le respondio que se engañaua, que no era sino Galercio, su hermano.

-¡Ay, traydora Leonarda! -respondio Theolinda-. ¿Y no te basta hauerme vna vez apartado de mi bien, sino, agora que le hallo, quieres dezir que es tuyo? Pues desengañate, que en esto no te pienso ser hermana, sino declarada enemiga.

-Sin duda que te engañas, hermana -respondio   —86→   Leonarda-, y no me marauillo, que en esse mesmo error cayeron todos los de nuestra aldea, creyendo que este pastor era Artidoro, hasta que claramente vinieron a entender que no era sino su hermano Galercio, que tanto se parece el vno al otro como nosotras la vna a la otra, y aun, si puede hauer mayor semejança, mayor semejança tienen.

-No lo quiero creer -respondio Theolinda-, porque, aunque nosotras nos parecemos tanto, no tan facilmente se hallan estos milagros en naturaleza; y assi, te hago saber que, en tanto que la experiencia no me haga mas cierta de la verdad que tus palabras   -fol. 232r-   me hazen, yo no pienso dexar de creer que aquel pastor que alli veo es Artidoro; y si alguna cosa me lo pudiera poner en duda, es no pensar que de la condicion y firmeza que yo de Artidoro tengo conocida, se puede esperar o temer que tan presto aya hecho mudança y me oluide.

-Sossegaos, pastoras -dixo entonces Rosaura-, que yo os sacaré presto de la duda en que estays.

Y, dexandolas a ellas, se fue adonde el pastor estaua dando a aquellos pastores cuenta de la estraña condicion de Gelasia y de las infinitas sinrazones que con el vsaua. A su lado tenia el pastor la hermosa pastorcilla que dezia que era su hermano, a la qual llamó Rosaura, y, apartandose con ella a vn cabo, la importunó y rogo le dixesse como se llamaua su hermano, y si tenia otro alguno que le pareciesse, a lo qual la   —87→   pastora respondio que se llamaua Galercio, y que tenia otro, llamado Artidoro, que le parecia tanto, que a penas se differenciauan, si no era por alguna señal de los vestidos o por el organo de la voz, que   -fol. 232v-   en algo differia. Preguntóle tambien que se hauia hecho Artidoro. Respondiole la pastora que andaua en vnos montes algo de alli apartados, repastando parte del ganado de Grisaldo con otro rebaño de cabras suyas, y que nunca hauia querido entrar en el aldea ni tener conuersacion con hombre alguno despues que de las riberas de Henares hauia venido; y con estas le dixo otras particularidades, tales que Rosaura quedó satisfecha de que aquel pastor no era Artidoro, sino Galercio, como Leonarda hauia dicho y aquella pastora dezia, de la qual supo el nombre, que se llamaua Maurisa; y, trayendola consigo adonde Galatea y las otras pastoras estauan, otra vez, en presencia de Theolinda y Leonarda, conto todo lo que de Artidoro y Galercio sabia, con lo que quedó Theolinda sossegada, y Leonarda descontenta, viendo quan descuydadas estauan las mientes de Galercio de pensar en cosas suyas. En las pláticas que las pastoras tenian, acerto que Leonarda llamó por su nombre   -fol. 233r-   a la encubierta Rosaura, y, oyendolo Maurisa, dixo:

-Si yo no me engaño, señora, por vuestra causa ha sido aqui mi venida y la de mi hermano.

-¿En que manera? -dixo Rosaura.

-Yo os lo dire, si me days licencia de que a solas os lo diga -respondio la pastora.

  —88→  

-De buena gana -replicó Rosaura.

Y, apartandose con ella, la pastora le dixo:

Sin duda alguna, hermosa señora, que a vos y a la pastora Galatea mi hermano y yo con vn recaudo de nuestro amo Grisaldo venimos.

-Assi deue ser -respondio Rosaura.

Y, llamando a Galatea, entrambas escucharon lo que Maurisa de Grisaldo dezia, que fue auisarles cómo de alli a dos dias vendria con dos amigos suyos a lleuarla en casa de su tia, adonde en secreto celebrarian sus bodas, y juntamente con esto dio de parte de Grisaldo a Galatea vnas ricas joyas de oro, como en agradecimiento de la voluntad que de hospedar a Rosaura hauia mostrado. Rosaura y Galatea agradecieron a Maurisa el buen auiso, y, en pago del, la discreta Galatea queria partir con   -fol. 233v-   ella el presente que Grisaldo le hauia embiado; pero nunca Maurisa quiso rescebirlo. Alli de nueuo se tornó a informar Galatea de la semejança estraña que entre Galercio y Artidoro hauia. Todo el tiempo que Galatea y Rosaura gastauan en hablar a Maurisa, le entretenian Theolinda y Leonarda en mirar a Galercio; porque, cebados los ojos de Theolinda en el rostro de Galercio, que tanto al de Artidoro semejaua, no podia apartarlos de mirar, y como los de la enamorada Leonarda sabian lo que mirauan, tambien le era impossible a otra parte boluerlos. A esta sazon ya los pastores hauian consolado a Galercio, aunque, para el mal que el padecia, qualesquier consejos y consuelos tenia por vanos y escusados,   —89→   todo lo qual redundaua en daño de Leonarda. Rosaura y Galatea, viendo que los pastores hazia ella se venian, despidieron a Maurisa, diziendole que dixesse a Grisaldo como Rosaura estaria en casa de Galatea. Maurisa se despidio dellas, y, llamando   -fol. 234r-   a su hermano en secreto, le conto lo que con Rosaura y Galatea passado hauia, y [a]ssi con buen comedimiento se despidio de ellas y de los pastores, y con su hermana dio la buelta a su aldea. Pero las enamoradas hermanas Theolinda y Leonarda, que vieron que, en yrse Galercio, se les yua la luz de sus ojos y la vida de su vida, entrambas a dos se llegaron a Galatea y a Rosaura, y les rogaron les diessen licencia para seguir a Galercio, dando por escusa Theolinda que Galercio le diria adonde Artidoro estaua, y Leonarda que podria ser que la voluntad de Galercio se trocasse, viendo la obligacion en que la estaua. Las pastoras se la concedieron, con la condicion que antes Galatea a Theolinda hauia pedido, que era que de todo su bien o su mal la auisasse. Tornóselo a prometer Theolinda de nueuo, y de nueuo despidiendose, siguio el camino que Galercio y Maurisa lleuauan. Lo mesmo hizieron luego, aunque por differente parte, Timbrio, Tyrsi, Damon, Orompo, Crysio, Marsil[i]o y Orfenio,   -fol. 234v-   que a la hermita de Silerio con las hermosas hermanas Nisida y Blanca se encaminaron, hauiendo primero ellos y ellas despedidose del venerable Aurelio, y de Galatea, Rosaura y Florisa, y ansimismo de Elicio y Erastro, que no quisieron dexar de boluer con   —90→   Galatea, offreciendose Aurelio que, en llegando a su aldea, yria luego con Elicio y Erastro a buscarlos a la hermita de Silerio, y lleuaria algo con que satisfazer la incommodidad que para agasaj(er)ar tales huespedes Silerio tendria. Con este prosupuesto, vnos por vna y otros por otra parte se apartaron, y echando al despedirse menos al anciano Arsindo, miraron por el, y vieron que, sin despedirse de ninguno, yua ya lexos por el mesmo camino que Galercio y Maurisa138 y las reboçadas pastoras lleuauan, de que se marauillaron. Y viendo que ya el sol apressuraua su carrera para entrarse por las puertas de occidente, no quisieron detenerse alli mas, por llegar al aldea antes que las sombras de la noche. Viendose, pues, Elicio y Erastro ante la señora de sus   -fol. 235r-   pensamientos, por mostrar en algo lo que encubrir no podian, y por aligerar el cansancio del camino, y aun por cumplir el mandado de Florisa, que les mandó que, en tanto que a la aldea llegauan, algo cantassen, al son de la çampoña de Florisa, desta manera començo a cantar Elicio, y a responderle Erastro:




ELICIO
    El que quisiere ver la hermosura
mayor que tuuo, o tiene, o terna el suelo;
el fuego y el crisol donde se apura
la blanca castidad, el limpio zelo,
todo lo que el valor sea139y cordura,  5
y cifrado en la tierra vn nueuo cielo,
—91→
juntas en vno alteza y cortesia,
venga a mirar a la pastora mia.


ERASTRO

    Venga a mirar a la pastora mia
quien quisiere contar de gente en gente  10
que vio otro sol que daua luz al dia,
mas claro qu’el que sale del oriente.
Podra dezir como su fuego enfria
-fol. 235v-
y abrasa al alma que tocar se siente
del viuo rayo de sus ojos bellos,  15
y que no ay mas que ver despues de vellos.


ELICIO

    Y que no ay mas que ver despues de vellos
sabenlo bien estos cansados ojos,
ojos que, por mi mal, fueron tan bellos,
occasion principal de mis enojos.  20
Vilos, y vi que se abrasaua en ellos
mi alma, y que entregaua los despojos
de todas sus potencias a su llama,
que me abrasa y me yela, arroja y llama.


ERASTRO

    Que me abrasa y me yela, arroja y llama  25
esta dulce enemiga de mi gloria,
de cuyo illustre ser puede la fama
hazer estraña y verdadera historia.
Sólo sus ojos, do el amor derrama
toda su gracia y fuerça mas notoria,  30
daran materia que leuante al cielo
la pluma del mas baxo humilde buelo.
—92→


ELICIO

    La pluma del mas baxo humilde buelo,
-fol. 236r-
si quiere leuantarse hasta la esphera,
cante la cortesia y justo zelo  35
desta fenix sin par, sola y primera,
gloria de nuestra edad, honra del suelo,
valor del claro Tajo y su ribera,
cordura sin ygual, rara belleza
donde mas se estremó naturaleza.  40


ERASTRO

    Donde mas se estremó naturaleza,
donde ha ygualado al pensamiento el arte,
donde juntó el valor y gentileza
que en diuersos subjetos se reparte,
y adonde la humildad con la grandeza  45
occupan solas vna mesma parte,
y adonde tiene amor su aluergue y nido,
la bella ingrata mi enemiga ha sido.


ELICIO

    La bella ingrata mi enemiga ha sido
quien quiso, pudo, y supo en vn momento  50
tenerme de vn sotil cabello asido
el libre vagaroso pensamiento.
Y aunque al estrecho lazo estoy rendido,
tal gusto y gloria en las prisiones siento,
-fol. 236v-
que estiendo el pie y el cuello a las cadenas,  55
llamando dulces tan amargas penas.
—93→


ERASTRO

    Llamando dulces tan amargas penas
passo la corta fatigada vida,
del alma triste sustentada a penas,
y aun a penas del cuerpo sostenida.  60
Offreciole fortuna a manos llenas
a mi breue esperança fe cumplida.
¿Que gusto pues, que gloria o bien se offrece,
do mengua la esperança y la fe crece?


ELICIO

    Do mengua la esperança y la fe crece,  65
se descubre y parece el alto intento
del firme pensamiento enamorado,
que sólo confiado en amor puro,
viue cierto y seguro de vna paga
que al alma satisfaga limpiamente.  70


ERASTRO

    El misero doliente a quien subjeta
la enfermedad y aprieta, se contenta,
quando mas le atormenta el dolor fiero,
con qualquiera ligero breue aliuio;
mas, quando ya mas tibio el daño toca,  75
-fol. 237r-
a la salud inuoca y busca entera.
Assi desta manera el tierno pecho
del amador, deshecho en llanto triste,
dize que el bien consiste de su pena
en que la luz serena de los ojos,  80
—94→
a quien dio los despojos de su vida,
le mire con fingida o cierta muestra;
mas luego amor le adiestra y le desmanda,
y mas cosas demanda que primero.


ELICIO

    Ya traspone el otero el sol hermoso,  85
Erastro, y a reposo nos combida
la noche denegrida que se acerca.


ERASTRO

    Y el aldea esta cerca, y yo cansado.


ELICIO

    Pongamos, pues, silencio al canto vsado.

Bien tomaran por partido los que escuchando a Elicio y a Erastro yuan que mas el camino se alargara, por gustar mas del agradable canto de los enamorados pastores. Pero el cerrar de la noche, y el llegar a la aldea, hizo que del cessassen, y que Aurelio, Galatea, Rosaura y Florisa en su casa se recogiessen. Elicio y Erastro hizieron lo mesmo en las   -fol. 237v-   suyas, con intencion de yrse luego adonde Tyrsi y Damon y los demas pastores estauan, que assi quedó concertado entre ellos y el padre de Galatea. Sólo esperauan   —95→   a que la blanca luna desterrasse la escuridad de la noche, y, assi como ella mostro su hermoso rostro, ellos se fueron a buscar a Aurelio, y todos juntos la buelta de la hermita se encaminaron, donde les succedio lo que se verá en el siguiente libro.


 
 
FIN DEL QUARTO LIBRO