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  —96→     —97→     -[fol. 238r]-  

ArribaAbajoQvinto libro de Galatea

Era tanto el desseo que el enamorado Timbrio y las dos hermosas hermanas Nisida y Blanca lleuauan de llegar a la hermita de Silerio, que la ligereza de los passos, aunque era mucha, no era possible que a la de la voluntad llegasse; y, por conoscer esto, no quisieron Tyrsi y Damon importunar a Timbrio cumpliesse la palabra que hauia dado de contarles en el camino todo lo por el succedido despues que se apartó de Silerio. Pero todavia, lleuados del desseo que tenian de saberlo, se lo yuan ya a preguntar, si en aquel punto no hiriera en los oydos de todos vna voz de vn pastor que, vn poco apartado del camino, entre vnos verdes arboles, cantando estaua, que luego, en el son no muy concertado de la voz, y en lo que cantaua, fue de los mas que alli venian conoscido, principalmente de su amigo Damon, porque era el pastor Lauso el que, al son de vn pequeño   -[fol. 238v]-   rabel, vnos versos dezia; y por ser el pastor tan conoscido, y saber ya todos la mudança que de   —98→   su libre voluntad hauia hecho, de comun parecer, recogieron el passo y se pararon a escuchar lo que Lauso cantaua, que era esto:




LAVSO


    ¿Quien mi libre pensamiento
me le vino a sugetar?
¿Quien pudo en flaco cimiento
sin ventura fabricar
tan altas torres de viento?  5
¿Quien rindio mi libertad,
estando en seguridad
de mi vida satisfecho?
¿Quien abrio y rompio mi pecho,
y robó mi voluntad?  10

    ¿Donde está la fantasia
de mi esquiua condicion?
¿Do el alma que ya fue mia,
y donde mi coraçon,
que no está donde solia?  15
-fol. 239r-
Mas yo todo ¿donde estoy,
donde vengo, o adonde voy?
A dicha, ¿se yo de mi?
¿Soy, por ventura, el que fuy,
o nunca he sido el que soy?  20

    Estrecha cuenta me pido,
sin poder auerigualla,
pues a tal punto he venido,
que, aquello que en mi se halla,
es sombra de lo que he sido.  25
No me entiendo de entenderme,
ni me valgo por140 valerme,
y, en tan ciega confusion,
—99→
cierta está mi perdicion,
y no pienso de perderme.  30

    La fuerça de mi cuydado,
y el amor que lo consiente,
me tienen en tal estado,
que adoro el tiempo pre(n)sente,
y lloro por el passado.  35
Veome en este morir,
-fol. 239v-
y en el passado, viuir;
y en este adoro mi muerte,
y en el passado, la suerte,
que ya no puede venir.  40

   En tan estraña agonia,
el sentido tengo ciego,
pues, viendo que amor porfia
y que estoy dentro del fuego,
aborrezco el agua fria,  45
que, si no es la de mis ojos,
qu’el fuego augmenta y despojos,
en esta amorosa fragua,
no quiero ni busco otro agua
ni otro aliuio a mis enojos.  50

    Todo mi bien començara,
todo mi mal feneciera,
si mi ventura ordenara
que de ser mi fe sincera
Silena se assegurara.  55
Sospiros, asseguralda;
ojos mios, enteralda,
-fol. 240r-
llorando en esta verdad;
pluma, lengua, voluntad,
en tal razon confirmalda.  60

No pudo ni quiso el pressuroso Timbrio aguardar a que mas adelante el pastor Lauso   —100→   con su canto passasse, porque, rogando a los pastores que el camino de la hermita le enseñassen, si ellos quedarse querian, hizo muestras de adelantarse, y assi todos le siguieron, y passaron tan cerca de donde el enamorado Lauso estaua, que no pudo dexar de sentirlo y de salirles al encuentro, como lo hizo, con cuya compañia todos se holgaron, especialmente Damon, su verdadero amigo, con el qual se acompañó todo el camino que desde alli a la hermita hauia, razonando en diuersos y varios acaecimientos que a los dos hauian succedido despues que dexaron de verse, que fue desde el tiempo que el valeroso y nombrado pastor Astraliano hauia dexado los cisalpinos pastos por yr a reduzir aquellos que del famoso hermano y de la verdadera   -fol. 240v-   religion se hauian reuelado141, y al cabo vinieron a reduzir su razonamiento a tratar de los amores de Lauso, preguntandole ahincadamente Damon que le dixesse quien era la pastora que con tanta facilidad(e) la libre voluntad le hauia rendido. Y quando esto no pudo saber de Lauso, le rogo que, a lo menos, le dixesse en que estado se hallaua, si era de temor o de esperança, si le fatigaua ingratitud o si le atormentauan celos. A todo lo qual le satisfizo bien Lauso, contandole algunas cosas que con su pastora le hauian sucedido, y, entre otras, le dixo cómo hallandose vn dia celoso y desfauorescido, hauia llegado a terminos de desesperarse o de dar alguna muestra que en daño de su persona y en el del credito y honra de su pastora   —101→   redundasse; pero que todo se remedió con hauerla el hablado, y hauerle ella assegurado ser falsa la sospecha que tenia, confirmando todo esto con darle vn anillo de su mano, que fue parte para boluer a mejor discurso su entendimiento y para solemnizar aquel fauor con   -fol. 241r-   vn soneto, que de algunos que le vieron fue por bueno estimado. Pidio entonces Damon a Lauso que le dixesse, y assi, sin poder escusarse, le huuo de dezir, que era este:




LAVSO


    ¡Rica y dichosa prenda que adornaste
el precioso marfil, la nieue pura!
¡Prenda que de la muerte y sombra escura
a (la) nueua luz y vida me tornaste!

    El claro cielo de tu bien trocaste  5
con el infierno de mi desuentura,
porque viuiesse en dulce paz segura
la esperança que en mi resuscitaste.

    Sabes quanto me cuestas, dulce prenda,
el alma, y aun no quedo satisfecho,  10
pues menos doy de aquello que rescibo.

    Mas porque el mundo tu valor entienda,
se tu mi alma, encierrate en mi pecho;
veran cómo por ti sin alma viuo.

Dixo Lauso el soneto, y Damon le tornó a rogar que, si otra alguna cosa a su pastora hauia   —102→     -fol. 241v-   escripto, se la dixesse, pues sabía de quanto gusto le eran a el oyr sus versos. A esto respondio Lauso:

-Esso será, Damon, por hauerme sido tu maestro en ellos, y el desseo que tienes de ver lo que en mi aprouechaste, te haze dessear oyrlos; pero, sea lo que fuere, que ninguna cosa de las que yo pudiere te ha de ser negada, y ansi te digo que, en estos mesmos dias, quando andaua celoso y mal seguro, embié estos versos a mi pastora:




LAVSO A SILENA


    En tan notoria simpleza,
nascida de intento sano,
el amor rige la mano,
y la intencion tu belleza.
El amor y tu hermosura,  5
Silena, en esta occasion,
juzgarán a discrecion
lo que tendras tu a locura.

    El me fuerça y ella mueue
a que te adore y escriba;  10
-fol. 242r-
y como en los dos estriba
mi fe, la mano se atreue.
Y aunque en esta graue culpa
me amenaza tu rigor,
mi fe, tu hermosura, amor,  15
daran del yerro disculpa.

    Pues con vn arrimo tal,
puesto que culpa me den,
—103→
bien podre dezir el bien
que ha nascido de mi mal,  20
el qual bien, segun yo siento,
no es otra cosa, Silena,
sino que tenga en la pena
vn estraño sufrimiento.

    Y no lo encarezco poco  25
este bien de ser sufrido,
que, si no lo huuiera sido,
ya el mal me tuuiera loco.
Mas, mis sentidos, de acuerdo
todos, han dado en dezir  30
que, ya que aya de morir,
-fol. 242v-
que muera sufrido y cuerdo.

    Pero, bien considerado,
mal podra tener paciencia
en la amorosa dolencia  35
vn celoso y desamado;
que, en el mal de mis enojos,
todo mi bien desconcierta
tener la esperança muerta
y el enemigo a los ojos.  40

    Gozes, pastora, mil años
el bien de tu pensamiento,
que yo no quiero contento
granjeado con tus daños.
Sigue tu gusto, señora,  45
pues te parece tan bueno,
que yo por el bien ageno
no pienso llorar agora.

    Porque fuera liuiandad
entregar mi alma al alma  50
que tiene por gloria y palma
-fol. 243r-
el no tener libertad.
—104→
Mas, ¡ay!, que fortuna quiere,
y el amor que viene en ello,
que no pueda huyr el cuello  55
del cuchillo que me hiere.

    Conozco claro que voy
tras quien ha de condemnarme,
y, quando pienso apartarme,
mas quedo y mas firme estoy.  60
¿Que lazos, que redes tienen,
Silena, tus ojos bellos,
que quanto mas huygo dellos,
mas me enlazan y detienen?

    ¡Ay, ojos, de quien recelo  65
que, si soy de vos mirado,
es por crecerme el cuydado
y por menguarme el consuelo!
Ser vuestras vistas fingidas
conmigo, es pura verdad,  70
pues pagan mi voluntad
con prendas aborrecidas.
-fol. 243v-

    ¡Que recelos, que temores
persiguen mi pensamiento,
y que de contrarios siento  75
en mis secretos amores!
Dexame, aguda memoria;
oluidate, no te acuerdes
del bien ageno, pues pierdes
en ello tu propria gloria.  80

    Con tantas firmas affirmas
el amor que está en tu pecho,
Silena, que, a mi despecho,
siempre mis males confirmas.
¡O perfido amor cruel!  85
¿Qual ley tuya me condemna
—105→
que de yo el alma a Silena
y que me niegue vn papel?

    No mas, Silena, que toco
en puntos de tal porfia,  90
qu’el menor dellos podria
dexarme sin vida o loco.
No passe de aqui mi pluma,
-fol. 244r-
pues tu la hazes sentir
que no puede reduzir  95
tanto mal a breue summa.

En lo que se detuuo Lauso en dezir estos versos y en alabar la singular hermosura, discrecion, donayre, honestidad y valor de su pastora, a el y a Damon se les aligeró la pesadumbre del camino y se les passó el tiempo sin ser sentido, hasta que llegaron junto de la hermita de Silerio, en la qual no querian entrar Timbrio, Nisida y Blanca, por no sobresaltarle con su no pensada venida. Mas la suerte lo ordenó de otra manera, porque, hauiendose adelantado Tyrsi y Damon a ver lo que Silerio hazía, hallaron la hermita abierta, y sin ninguna persona dentro; y estando confusos, sin saber donde podria estar Silerio a tales horas, llegó a sus oydos el son de su harpa, por do entendieron que el no deuia estar lexos, y, saliendo a buscarle, guiados por el sonido de la harpa, con el resplandor claro de la luna vieron que estaua sentado   -fol. 244v-   en el tronco de vn oliuo, solo y sin otra compañia que la de su harpa, la qual tan dulcemente tocaua, que, por gozar de tan suaue armonia, no quisieron los pastores llegar luego a hablarle, y mas quando   —106→   oyeron que con estremada voz estos versos començo a cantar:




SILERIO


    Ligeras horas del ligero tiempo,
para mi pereçosas y cansadas:
si no estays en mi daño conjuradas,
parezcaos ya que es de acabarme tiempo.

    Si agora me acabays, hareyslo a tiempo  5
que estan mis desuenturas mas colmadas-;
mirad que menguarán si soys pesadas,
qu’el mal se acaba si da tiempo al tiempo.

    No os pido que vengays dulces, sabrosas,
pues no hallareys camino, senda o passo  10
de reduzirme al ser que ya he perdido.

    ¡Horas a qualquier otro venturosas!
¡Aquella dulce del mortal traspasso,
aquella de mi muerte sola os pido!

  -fol. 245r-  

Despues que los pastores escucharon lo que Silerio cantado hauia, sin que el los viesse, se boluieron a encontrar los demas que alli venian, con intencion que Timbrio hiziesse lo que agora oyreys, que fue que, hauiendole dicho de la manera que hauian hallado a Silerio, y en el lugar do quedaua, le rogo Tyrsi que, sin que ninguno dellos se le diesse a conoscer, se fuessen llegando poco a poco hazia el, ora les viesse o no, porque, aunque la noche hazía clara, no por esso seria alguno conoscido, y que hiziesse   —107→   ansimesmo que Nisida o el algo cantassen, y todo esto hazia por entretener el gusto que de su venida hauia de rescibir Silerio. Contentóse Timbrio dello, y diziendoselo a Nisida, vino en su mesmo parescer. Y assi, quando a Tyrsi le parescio que estauan ya tan cerca que de Silerio podian ser oydos, hizo a la bella Nisida que començasse, la qual, al son del rabel del celoso Orfen[i]o, desta manera començo a cantar:

  -fol. 245v-  


NISIDA


    Aunque es el bien que posseo
tal que al alma satisfaze,
le turba en parte y deshaze
otro bien que vi y no veo:
que amor y fortuna escassa,  5
enemigos de mi vida,
me dan el bien por medida,
y el mal sin término o tassa.

    En el amoroso estado,
aunque sobre el merescer,  10
tan solo viene el plazer,
quanto el mal acompañado.
Andan los males vnidos,
sin vn momento apartarse;
los bienes, por acabarse,  15
en mil partes diuididos.

    Lo que cuesta -si se alcança-
del amor algun contento,
declarelo el sufrimiento,
el amor y la esperança.  20
—108→
-fol. 246r-
Mil penas cuesta vna gloria;
vn contento, mil enojos:
sabenlo bien estos ojos
y mi cansada memoria,

    la qual se acuerda contino  25
de quien pudo mejoralla,
y para hallarle no halla
alguna senda o camino.
¡Ay, dulce amigo de aquel
que te tuuo por tan suyo  30
quanto el se tuuo por tuyo
y quanto yo lo soy del!

    Mejora con tu presencia
nuestra no pensada dicha,
y no la buelua en desdicha  35
tu tan larga esquiua ausencia.
A duro mal me prouoca
la memoria, que me acuerda
que fuyste loco y yo cuerda,
y eres cuerdo y yo estoy loca.  40
-fol. 246v-

    Aquel que, por buena suerte,
tu mesmo quisiste darme,
no ganó tanto en ganarme,
quanto ha perdido en perderte.
Mitad de su alma fuyste,  45
y medio por quien la mia
pudo alcançar la alegria
que tu ausencia tiene triste.

Si la estremada gracia con que la hermosa Nisida cantaua causó admiracion a los que con ella yuan, ¿que causaria en el pecho de Silerio, que, sin faltar punto, notó y escuchó todas las circunstancias de su canto? Y como tenia tan en   —109→   el alma la voz de Nisida, a penas llegó a sus oydos el accento suyo, quando el se començo a alborotar, y a suspender y enagenar de si mesmo, eleuado en lo que escuchaua; y aunque verdaderamente le parecio que era la voz de Nisida aquella, tenia tan perdida la esperança de verla -y mas en semejante lugar-, que en ninguna manera podia assegurar su sospecha. Desta suerte   -fol. 247r-   llegaron todos donde el estaua, y, en saludandole, Tyrsi le dixo:

-Tan afficionados nos dexaste, amigo Silerio, de la condicion y conuersacion tuya, que, atraydos Damon y yo de la experiencia, y toda esta compañia de la fama della, dexando el camino que lleuauamos, te hemos venido a buscar a tu hermita, donde no hallandote, como no te hallamos, quedara sin cumplirse nuestro desseo, si el son de tu harpa y el de tu estimado canto aqui no nos huuiera encaminado.

-Harto mejor fuera, señores -respondio Silerio-, que no me hallarades, pues en mi no hallareys sino occasiones que a tristeza os mueua[n], pues la que yo padezco en el alma, tiene cuydado el tiempo cada dia renouarla, no sólo con la memoria del bien passado, sino con las sombras del presente, que al fin lo seran, pues de mi ventura no se puede esperar otra cosa que bienes fingidos y temores ciertos.

Lástima pusieron las razones de Silerio en todos los que le conoscian, principalmente en Timbrio, Nisida y Blanca, que tanto le amauan,   -fol. 247v-   y luego quisieran darsele a conoscer, si no fuera   —110→   por no salir de lo que Tyrsi les hauia rogado; el qual hizo que todos sobre la verde yerua se sentassen, y de manera que los rayos de la clara luna hiriessen de espaldas los rostros de Nisida y Blanca, porque Silerio no los conosciesse. Estando, pues, desta suerte, y despues que Damon a Silerio hauia dicho algunas palabras de consuelo -porque el tiempo no se passasse todo en tratar en cosas de tristeza, y por dar principio a que la de Silerio feneciesse-, le rogo que su harpa tocasse, al son de la qual el mesmo Damon cantó este soneto:




DAMON


    Si el aspero furor del mar ayrado
por largo tiempo en su rigor durasse,
mal se podria hallar quien entregasse
su flaca naue al pielago alterado.

    No permanesce siempre en vn estado  5
el bien ni el mal, que el vno y otro vase;
porque si huyesse el bien, y el mal quedasse,
ya sería el mundo a confusion tornado.
-fol. 248r-

    La noche al dia, y el calor al frio,
la flor al fruto van en seguimiento,  10
formando de contrarios ygual tela.

    La sugecion se cambia en señorio,
en plazer el pesar, la gloria en viento,
chè per tal variar natura è bella142.

Acabó Damon de cantar, y luego hizo de señas   —111→   a Timbrio que lo mesmo hiziesse, el qual, al proprio son de la harpa de Silerio, dio principio a vn soneto que en el tiempo del heruor de sus amores hauia hecho, el qual de Silerio era tan sabido como del mesmo Timbrio:




TIMBRIO


    Tan bien fundada tengo la esperança,  15
que, aunque mas sople riguroso viento,
no podra desdezir de su cimiento:
tal fe, tal suerte y tal valor alcança.

No pudo acabar Timbrio el començado soneto, porque el oyr Silerio su voz y el conocerle todo fue vno, y, sin ser parte a otra cosa,   -fol. 248v-   se leuantó de do sentado estaua y se fue a abraçar del cuello de Timbrio, con muestras de tan estraño contento y sobresalto, que, sin hablar palabra, se transpuso y estuuo vn rato sin acuerdo, con tanto dolor de los presentes, temerosos de algun mal successo, que ya condenauan por mala el astucia de Tyrsi; pero quien mas estremos de dolor hazía era la hermosa Blanca, como aquella que tiernamente le amaua. Acudio luego Nisida y su hermana a remediar el desmayo de Silerio, el qual, a cabo de poco espacio, boluio en si, diziendo:

-¡O poderoso cielo! ¿Y es possible que el que tengo presente es mi verdadero amigo Timbrio? ¿Es Timbrio el que oygo? ¿Es Timbrio el   —112→   que veo? Si es, si no me burla mi ventura, y mis ojos no me engañan.

-Ni tu ventura te burla, ni tus ojos te engañan, dulce amigo mio -respondio Timbrio-, que yo soy el que sin ti no era, y el que no lo fuera jamas si el cielo no permitiera que te hallara. Cessen ya tus lagrimas, Silerio amigo, si por mi las has derramado, pues ya me tienes presente; que yo   -fol. 249r-   atajaré las mias, pues te tengo delante, llamandome el mas dichoso de quantos viuen en el mundo, pues mis desuenturas y aduersidades han traydo tal descuento, que goza mi alma de la possession de Nisida, y mis ojos de tu presencia.

Por estas palabras de Timbrio, entendio Sileno que la que cantado auia y la que alli estaua era Nisida; pero certificóse mas en ello quando ella mesma le dixo:

-¿Que es esto, Silerio mio? ¿Que soledad y que ábito es este, que tantas muestras dan de tu descontento? ¿Que falsas sospechas o que engaños te han conduzido a tal estremo, para que Timbrio y yo le tuuiessemos de dolor toda la vida, ausentes de ti, que nos la diste.

-Engaños fueron, hermosa Nisida -respondio Silerio-; mas por hauer traydo tales desengaños, seran celebrados de mi memoria el tiempo que ella me durare.

Lo mas deste tiempo, tenia Blanca asida vna mano de Silerio, mirandole atentamente al rostro, derramando algunas lagrimas, que de la alegria y lástima de su coraçon dauan manifiesto   —113→   indicio.   -fol. 249v-   Largo sería de contar las palabras de amor y contento que entre Silerio, Timbrio, Nisida y Blanca passaron, que fueron tan tiernas y tales, que todos los pastores que las escuchauan tenian los ojos bañados en lagrimas de alegria. Conto luego Silerio breuemente la occasion que le hauia mouido a retirarse en aquella hermita, con pensamiento de acabar en ella la vida, pues de la dellos no143 hauia podido saber nueua alguna, y todo lo que dixo fue occasion de auiuar mas en el pecho de Timbrio el amor y amistad que a Silerio tenia, y en el de Blanca la lástima de su miseria. Y assi como acabó de contar Silerio lo que despues que partio de Napoles le hauia succedido, (y assi) rogo a Timbrio que lo mesmo hiziesse, porque en estremo lo desseaua, y que no se recelasse de los pastores que estauan presentes, que todos ellos, o los mas, sabian ya su mucha amistad y parte de sus successos. Holgose Timbrio de hazer lo que Silerio pedia, y mas se holgaron los pastores, que ansimesmo lo   -fol. 25r [250r]-   desseauan, que ya, porque Tyrsi se lo hauia contado, todos sabian los amores de Timbrio y Nisida, y todo aquello que el mesmo Tyrsi de Silerio hauia oydo. Sentados, pues, todos, como ya he dicho, en la verde yerua, con marauillosa144atencion estauan esperando lo que Timbrio diria, el qual dixo:

-Despues que la fortuna me fue tan fauorable y tan aduersa, que me dexó vencer a mi enemigo, y me vencio con el sobresalto de la falsa nueua de la muerte de Nisida, con el dolor   —114→   que pensar se puede, en aquel mesmo instante me parti para Napoles, y confirmandose alli el desdichado successo de Nisida, por no ver las casas de su padre, donde yo la hauia visto, y porque las calles, ventanas y otras partes donde yo la solia ver no me renouassen continuamente la memoria de mi bien passado, sin saber que camino tomasse, y sin tener algun discurso mi aluedrio, sali de la ciudad, y a cabo de dos dias llegué a la fuerte Gaeta, donde hallé vna naue que ya queria desplegar las velas al viento para partirse a   -fol. 25v [250v]-   España. Embarquéme en ella, no mas de por huyr la odiosa tierra donde dexaua mi cielo; mas, a penas los diligentes marineros çarparon los ferros y descogieron las velas, y al mar algun tanto se alargaron, quando se leuantó vna no pensada y subita borrasca, y vna rafiga de viento inuistio las velas del nauio con tanta furia, que rompio el arbol del trinquete, y la vela meçana abrio de arriba a baxo. Acudieron luego los prestos marineros al remedio, y, con difficultad grandissima, amaynaron todas las velas, porque la borrasca crescia, y la mar començaua a alterarse, y el cielo daua señales de durable y espantosa fortuna. No fue boluer al puerto possible, porque era maestral el viento que soplaua, y con tan grande violencia, que fue forçoso poner la vela de trinquete al arbol mayor y amollar -como dizen- en popa, dexandose lleuar donde el viento quisiesse. Y assi, començo la naue, lleuada de su furia, a correr por el leuantado mar con tanta ligereza,   —115→   que, en dos dias que duró el maestral, discurrimos   -fol. 251r-   por todas las islas de aquel derecho, sin poder en ninguna tomar abrigo, passando siempre a vista dellas, sin que Estrombalo nos abrigasse, ni Lipar nos acogiese, ni el Cimbalo, Lampadosa ni Pantanalea145 siruiessen para nuestro remedio; y passamos tan cerca de Berberia, que los recien derribados muros de la Goleta se descubrian, y las antiguas ruynas de Carthago se manifestauan. No fue pequeño el miedo de los que en la naue yuan, temiendo que, si el viento algo mas reforçaua, era forçoso embestir en la enemiga tierra; mas, quando desto estauan mas temerosos, la suerte, que mejor nos la tenia guardada, o el cielo, que escuchó los votos y promesas que alli se hizieron, ordenó que el maestral se cambiasse en vn mediodia tan reforçado, y que tocaua en la quarta del xaloque, que en otros dos dias nos boluio al mesmo puerto de Gaeta, donde hauiamos partido, con tanto consuelo de todos, que algunos se partieron a cumplir las romerias y promesas que en el peligro passado hauian hecho.   -fol. 251v-   Estuuo alli la naue otros quatro dias reparandose de algunas cosas que le faltauan, al cabo de los quales tornó a seguir su viage, con mas sossegado mar y próspero viento, lleuando a vista la hermosa ribera de Genoua, llena de adornados jardines, blancas casas y relumbrantes chapiteles, que, heridos de los rayos del sol, reberueran con tan encendidos rayos, que a penas dexan mirarse. Todas estas cosas que desde la naue se mirauan,   —116→   pudieran causar contento, como le causauan a todos los que en la naue yuan, sino a mi, que me era occasion de mas pesadumbre. Sólo el descanso que tenia era entretenerme lamentando mis penas, cantandolas o, por mejor dezir, llorandolas al son de vn laud de vno de aquellos marineros. Y, vna noche, me acuerdo -y aun es bien que me acuerde, pues en ella començo a amanecer mi dia -que, estando sossegado el mar, quietos los vientos, las velas pegadas a los arboles, y los marineros, sin cuydado alguno, por differentes partes del nauio tendidos,   -fol. 252r-   y el timonero casi dormido por la bonança que hauia y por la que el cielo le asseguraua, en medio deste silencio, y en medio de mis imaginaciones, como mis dolores no me dexauan entregar los ojos al sueño, sentado en el castillo de popa, tomé el laud y comence a cantar vnos versos que aure de repetir agora, porque se aduierta de que estremo de tristeza y quan sin pensarlo me passó la suerte al mayor de alegria que imaginar supiera. Era, si no me acuerdo mal, lo que cantaua, esto:




TIMBRIO


    Agora que calla el viento
y el sesgo mar está en calma,
no se calle mi tormento:
salga con la voz el alma,
para mayor sentimiento.  5
—117→
Que, para contar mis males,
mostrando en parte que son,
por fuerça han de dar señales
el alma y el coraçon
-fol. 252v-
de viuas ansias mortales.  10

    Lleuóme el amor en buelo
por vno y otro dolor
hasta ponerme en el cielo,
y agora muerte y amor
me’an derribado en el suelo.  15
Amor y muerte ordenaron
vna muerte y amor tal,
qual en Nisida causaron,
y de mi bien y su mal
eterna fama ganaron.  20

    Con nueua voz y terrible,
de oy mas, y en son espantoso,
hara la fama creyble
qu’el amor es poderoso
y la muerte es inuencible.  25
De su poder satisfecho
quedará el mundo, si aduierte
que hazaña los dos han hecho,
que vida lleuó la muerte,
que tal tiene amor mi pecho.  30
-fol. 253r-

    Mas creo, pues no he venido
a morir o estar mas loco
con el daño que he sufrido,
o que muerte puede poco,
o que no tengo sentido.  35
Que, si sentido tuuiera,
segun mis penas crescidas
me persiguen donde quiera,
aunque tuuiera mil vidas,
cien mil vezes muerto fuera.  40
—118→

Mi victoria tan subida,
fue con muerte celebrada
de la mas illustre vida
que en la presente o passada
edad fue ni es conoscida.  45
Della lleué por despojos
dolor en el coraçon,
mil lagrimas en los ojos,
en el alma confusion,
y en el firme pecho enojos.  50

    ¡O fiera mano enemiga!
-fol. 253v-
¡Cómo, si alli me acabaras,
te tuuiera por amiga,
pues, con matarme, estoruaras
las ansias de mi fatiga!  55
¡O! ¡Quan amargo descuento
truxo la victoria mia,
pues pagaré, segun siento,
el gusto solo de vn dia
con mil siglos de tormento!  60

    ¡Tu, mar, que escuchas mi llanto;
tu, cielo, que le ordenaste;
amor, por quien lloro tanto;
muerte, que mi bien lleuaste,
acabad ya mi quebranto!  65
¡Tu, mar, mi cuerpo rescibe;
tu, cielo, acoje mi alma;
tu, amor, con la fama escribe
que muerte lleuó la palma
desta vida que no viue!  70

    ¡No os descuydeys de ayudarme,
mar, cielo, amor y la muerte!
-fol. 254r-
¡Acabad ya de acabarme,
que será la mejor suerte
que yo espero y podreys darme!  75
—119→
Pues si no me anega el mar,
y no me recoge el cielo,
y el amor ha de durar,
y de no morir recelo,
no se en que aure de parar.  80

»Acuerdome que llegaua a estos vltimos versos que he dicho, quando, sin poder passar adelante, interrompido de infinitos sospiros y sollozos que de mi lastimado pecho despedia, aquexado de la memoria de mis desuenturas, del puro sentimiento dellas, vine a perder el sentido, con vn parasismo tal, que me tuuo vn buen rato fuera de todo acuerdo; pero ya, despues que el amargo accidente huuo passado, abri mis cansados ojos, y halléme puesta la cabeça en las faldas de vna mujer vestida en ábito de peregrina, y a mi lado estaua otra con el mesmo trage adornada, la qual, estando   -fol. 254v-   de mis manos asida, la vna y la otra tiernamente llorauan. Quando yo me vi de aquella manera, quedé admirado y confuso, y estaua dudando si era sueño aquello que veya, porque nunca tales mugeres hauia visto jamas en la naue despues que en ella andaua; pero desta confusion me sacó presto la hermosa Nisida, que aqui está, que era la peregrina que alla estaua, diziendome: “¡Ay Timbrio, verdadero señor y amigo mio! ¿Que falsas imaginaciones o que desdichados accidentes han sido parte para poneros donde agora estays, y para que yo y mi hermana tuuiessemos tan poca cuenta con lo que a nuestras honras deuiamos, y que, sin mirar en inconuiniente   —120→   alguno, ayamos querido dexar nuestros amados padres y nuestros vsados trages, con intencion de buscaros y desengañaros de tan incierta muerte mia, que pudiera causar la verdadera vuestra?” Quando yo tales razones oy, de todo punto acabé de creer que soñaua, y que era alguna vision aquella que delante los ojos tenia, y que la continua   -fol. 255r-   imaginacion, que de Nisida no se apartaua, era la causa que alli a los ojos viua la representase. Mil preguntas les hize, y a todas ellas enteramente me satisfizieron, primero que pudiesse sossegar el entendimiento y enterarme que ellas eran Nisida y Blanca. Mas quando yo fuy conosciendo la verdad, el gozo que senti fue de manera, que tambien me puso en condicion de perder la vida, como el dolor passado hauia hecho. Alli supe de Nisida cómo el engaño y descuydo que tuuiste, ¡o Silerio!, en hazer la señal de la toca, fue la causa para que, creyendo algun mal successo mio, le succedi[e]sse el parasismo y desmayo, tal que todos creyeron que era muerta, como yo lo pense, y tu, Silerio, lo creyste. Dixome tambien cómo, despues de buelta en si, supo la verdad de la victoria mia, junto con mi subita y arrebatada partida, y la ausencia tuya, cuyas nueuas la pusieron en estremo de hazer verdaderas las de su muerte. Pero ya que al vltimo término no la llegaron, hizieron con ella y con su hermana, por   -fol. 255v-   industria de vna ama suya que con ellas venia, que, vistiendose en abitos de peregrinas, desconocidamente se saliessen de con sus padres   —121→   vna noche que llegauan junto a Gaeta, a la buelta que a Napoles se boluian; y fue a tiempo que la naue donde yo estaua embarcado, despues de reparada de la passada tormenta, estaua ya para partirse; y diziendo al capitan que querian passar en España, para yr a Sanctiago de Galicia, se concertaron con el y se embarcaron, con prosupuesto de venir a buscarme a Xerez, do pensauan hallarme o saber de mi nueua alguna, y en todo el tiempo que en la naue estuuieron, que sería quatro dias, no hauian salido de vn aposento que el capitan en la popa les hauia dado, hasta que, oyendome cantar los versos que os he dicho, y conosciendome en la voz y en lo que en ellos dezia, salieron al tiempo que os he contado, donde, solemnizando con alegres lagrimas el contento de hauernos hallado, estauamos mirando los vnos a los otros, sin saber con que palabras engrandecer nuestra nueua y no pensada   -fol. 256r-   alegria, la qual se acrescentara mas y llegara al término y punto que agora llega, si de ti, amigo Silerio, alli supieramos nueua alguna; pero, como no ay plazer que venga tan entero que de todo en todo al coraçon satisfaga, en el que entonces teniamos, no sólo nos faltó tu presencia, pero aun las nueuas della. La claridad de la noche, el fresco y agradable viento, que en aquel instante començo a herir las velas próspera y blandamente, el mar tranquilo y desembaraçado cielo, parece que todos juntos, y cada vno por si, ayudauan a solemniçar la alegria de nuestros coraçones.

  —122→  

»Mas la fortuna variable, de cuya condicion no se puede prometer firmeza alguna, embidiosa de nuestra ventura, quiso turbarla con la mayor desuentura que imaginarse pudiera, si el tiempo y los prosperos successos no la huuieran reduzido a mejor término. Succedio, pues, que, a la sazon que el viento començaua a refrescar, los solicitos marineros yzaron mas todas las velas, y, con general alegria de todos, seguro y próspero   -fol. 256v-   viaje se assegurauan. Vno dellos, que a vna parte de la proa yua sentado, descubrio, con la claridad de los baxos rayos de la luna, que quatro baxeles de remo, a larga y tirada boga, con gran celeridad y priessa, hazia la naue se encaminauan, y al momento conoscio ser de contrarios, y con grandes vozes començo a gritar: “¡Arma, arma, que baxeles turquescos se descubren!” Esta voz y subito alarido puso tanto sobresalto en todos los de la naue, que, sin saber darse maña en el cercano peligro, vnos a otros se mirauan; mas el capitan della, que en semejantes occasiones algunas vezes se hauia visto, viniendose a la proa, procuró reconoscer que tamaño de baxeles y quantos eran, y descubrio dos mas que el marinero, y conoscio que eran galeotas forçadas, de que no poco temor deuio de rescibir; pero, dissimulando lo mejor que pudo, mandó luego alistar la artilleria y cargar las velas todo lo mas que se pudiesse la buelta de los contrarios baxeles, por ver si podria entrarse entre ellos y jugar de todas   -fol. 257r-   bandas la artilleria. Acudieron luego todos a las armas,   —123→   y, repartidos por sus postas como mejor se pudo, la venida de los enemigos esperauan.

»¡Quien podra significaros, señores, la pena que yo a esta sazon tenia, viendo con tanta celeridad turbado mi contento y tan cerca de poder perderle, y mas quando vi que Nisida y Blanca se mirauan, sin hablarse palabra, confusas del estruendo y vozeria que en la naue andaua, y viendome a mi rogarles que en su aposento se encerrassen y rogassen a Dios que de las enemigas manos nos librasse! Passo y punto fue este, que desmaya la imaginacion quando del se acuerda la memoria. Sus descubiertas lagrimas, y la fuerça que yo me hazía por no mostrar las mias, me tenian de tal manera, que casi me oluidaua de lo que deuia hazer, o146 quien era, y a lo que el peligro obligaua. Mas, en fin, las hize retraer a su estancia casi desmayadas, y, cerrandolas por defuera, acudi a ver lo que el capitan ordenaua, el qual, con prudente solicitud, todas las cosas al caso necessarias   -fol. 257v-   estaua proueyendo, y dando cargo a Darintho -que es aquel cauallero que oy se partio de nosotros- de la guarda del castillo de proa, y encomendandome a mi el de popa, el, con algunos marineros y passageros, por todo el cuerpo de la naue, a vna y otra parte discurria. No tardaron mucho en llegar los enemigos, y tardó harto menos en calmar el viento, que fue la total causa de la perdicion nuestra. No osaron los enemigos llegar a bordo, porque, viendo que el viento calmaua, les parecio mejor aguardar el   —124→   dia para embestirnos. Hizieronlo assi, y, el dia venido, aunque ya los hauiamos contado, acabamos de ver que eran quinze baxeles gruessos los que cercados nos tenian, y entonces se acabó de confirmar en nuestros pechos el temor de perdernos. Con todo esso, no desmayando el valeroso capitan ni alguno de los que con el estauan, esperó a ver lo que los contrarios harian, los quales, luego como vino la mañana, echaron de su capitana vna barquilla al agua, y con vn renegado embiaron   -fol. 258r-   a dezir a nuestro capitan que se rindiesse, pues veya ser impossible defenderse de tantos baxeles, y mas que eran todos los mejores de Argel, amenazandole de parte de Arnautmami147, su general, que, si disparaua alguna pieça el nauio, que le hauia de colgar de vna entena en cogiendole, y añadiendo a estas otras amenazas. El renegado le persuadia que se rindiesse; mas, no quiriendolo hazer el capitan, respondio al renegado que se alargasse de la naue, si no, que le hecharia a fondo con la artilleria. Oyo Arnaute esta respuesta, y luego, ceuando el nauio por todas partes, començo a jugar desde lexos el artilleria con tanta priessa, furia y estruendo, que era marauilla. Nuestra naue començo a hazer lo mesmo, tan venturosamente, que a vno de los baxeles que por la popa la combatian echó a fondo, porque le acerto con vna bala junto a la cinta, de modo que, sin ser socorrido, en breue espacio se le sorbio el mar. Viendo esto los turquos, apressuraron el combate, y en quatro horas nos enuistieron   —125→     -fol. 258v-   quatro vezes, y otras tantas se retiraron, con mucho daño suyo, y no con poco nuestro.

»Mas, por no yros cansando contandoos particularmente las cosas sucedidas en este combate, sólo dire que, despues de hauernos combatido diez y seys horas, y despues de hauer muerto nuestro capitan y toda la mas gente del nauio, a cabo de nueue asaltos que nos dieron, al vltimo dellos entraron furiosamente en el nauio. Tampoco, aunque quiera, no podre encarecer el dolor que a mi alma llegó quando vi que las amadas prendas mias, que aora tengo delante, hauian de ser entonces entregadas y venidas a poder de aquellos crueles carniceros. Y assi, lleuado de la ira que este temor y consideracion me causaua, con pecho desarmado, me arrojé por medio de las barbaras espadas, desseoso de morir al rigor de sus filos antes que ver a mis ojos lo que esperaua. Pero succediome al reues mi pensamiento, porque, abraçandose conmigo tres membrudos turcos, y yo forcejando con ellos, de tropel venimos a   -fol. 259r-   dar todos en la puerta de la camara donde Nisida y Blanca estauan, y con el impetu del golpe se rompio y abrio la puerta, que hizo manifiesto el thesoro148 que alli estaua encerrado, del qual codiciosos los enemigos, el vno dellos asio a Nisida y el otro a Blanca, y yo, que de los dos me vi libre, al otro que me tenia hize dexar la vida a mis pies, y de los dos pensaua hazer lo mesmo, si ellos, aduertidos del peligro, no dexaran la presa de las damas, y con dos grandes   —126→   heridas no me derribaran en el suelo, lo qual visto por Nisida, arrojandose sobre mi herido cuerpo, con lamentables vozes pedia a los dos turcos que la acabassen.

»En este instante, atraydo de las vozes y lamento de Blanca y Nisida, acudio a aquella estancia Arnaute, el general de los baxeles, e informandose de los soldados de lo que passaua, hizo lleuar a Nisida y a Blanca a su galera, y a ruegos de Nisida mandó tambien que a mi me lleuassen, pues no estaua aun muerto. Desta manera, sin tener yo sentido alguno, me lleuaron a la   -fol. 259v-   enemiga galera capitana, donde fuy luego curado con alguna diligencia, porque Nisida hauia dicho al capitan que yo era hombre principal y de gran rescate, con intencion que, cebados de la codicia y del dinero que de mi podrian hauer, con algo mas recato mirassen por la salud mia. Succedio, pues, que, estando curandome las heridas, con el dolor dellas bolui en mi acuerdo, y boluiendo los ojos a vna parte y a otra, conosci que estaua en poder de mil enemigos, y en el baxel contrario; pero ninguna cosa me llegó tan al alma como fue ver en la popa de la galera a Nisida y Blanca, sentadas a los pies del perro general, derramando por sus ojos infinitas lagrimas, indicios del interno dolor que padecian. No el temor de la affrentosa muerte que esperaua quando tu della, buen amigo Silerio, en Cataluña, me libraste; no la falsa nueua de la muerte de Nisida, de mi por verdadera creyda; no el dolor de mis mortales   —127→   heridas ni otra qualquiera afflicion que imaginar pudiera me causó ni causará   -fol. 260r-   mas sentimiento, que el que me vino de ver a Nisida y Blanca en poder de aquel barbaro descreydo, donde a tan cercano y claro peligro estauan puestas sus honras. El dolor deste sentimiento hizo tal operacion en mi alma, que torné de nueuo a perder los sentidos, y a quitar la esperança de mi salud y vida al cirujano que me curaua, de tal modo que, creyendo que era muerto, paró en medio de la cura, certificando a todos que ya yo desta vida hauia passado. Oydas estas nueuas por las dos desdichadas hermanas, digan ellas lo que sintieron, si se atreuen, que yo sólo se dezir que despues supe que, leuantandose las dos de do estauan, tirando de sus rubios cabellos y arañando sus hermosos rostros, sin que nadie pudiesse detenerlas, vinieron adonde yo desmayado estaua, y alli començaron a hazer tan lastimero llanto, que a los mesmos pechos de los crueles barbaros enternecieron. Con las lagrimas de Nisida que en el rostro me cayan, o por las ya frias y enconadas heridas, que gran dolor   -fol. 260v-   me causauan, torné a boluer de nueuo en mi acuerdo, para acordarme de mi nueua desuentura. Passaré en silencio agora las lastimeras y amorosas palabras que en aquel desdichado punto entre mi y Nisida passaron, por no entristezer tanto el alegre en que aora nos hallamos, ni quiero dezir por extenso los trances que ella me conto que con el capitan hauia passado, el qual, vencido de su hermosura, mil   —128→   promesas, mil regalos, mil amenazas le hizo porque viniesse a condecender con la desordenada149 voluntad suya; pero mostrandose ella con el tan esquiua como honrada, y tan honrada como esquiua, pudo todo aquel dia y otra noche siguiente defenderse de las pesadas importunaciones del cosario. Mas como la continua presencia de Nisida yua cresciendo en el por puntos el libidinoso desseo, sin duda alguna se pudiera temer, como yo temia, que, dexando los ruegos y vsando la fuerça, Nisida perdiera su honra, o la vida, que era lo mas cierto que de su bondad se podia esperar.

»Pero, cansada ya   -fol. 261r-   la fortuna de hauernos puesto en el mas baxo estado de miseria, quiso darnos a entender ser verdad lo que de la instabilidad suya se pregona, por vn medio que nos puso en terminos de rogar al cielo que en aquella desdichada suerte nos mantuuiesse, a trueco de no perder la vida sobre las hinchadas hondas del mar ayrado, el qual, a cabo de dos dias que captiuos fuymos, y a la sazon que lleuauamos el derecho viaje de Berueria, mouido de vn furioso xaloque, començo a hazer montañas de agua y a açotar con tanta furia la cosaria armada, que, sin poder los cansados remeros aprouecharse de los remos, affrenillaron y acudieron al vsado remedio de la vela del trinquete al arbol, y a dexarse lleuar por donde el viento y mar quisiesse; y de tal manera crescio la tormenta, que, en menos de media hora, esparciò y apartó a differentes partes los baxeles, sin que   —129→   ninguno pudiesse tener cuenta con seguir su capitan: antes, en poco rato diuididos todos, como he dicho, vino nuestro baxel a quedar solo y a   -fol. 261v-   ser el que mas el peligro amenazaua, porque començo a hazer tanta agua por las costuras, que, por mucho que por todas las camaras de popa, proa y mediania le agotauan, siempre en la centina150 llegaua el agua a la rodilla; y añadiose a toda esta desgracia sobreuenir la noche, que en semejantes casos, mas que en otros algunos, el medroso temor acrescienta, y vino con tanta escuridad y nueua borrasca, que de todo en todo todos desesperamos de remedio. No querays mas saber, señores, sino que los mesmos turcos rogauan a los christianos que yuan al remo captiuos que inuocassen y llamassen a sus sanctos y a su Christo para que de tal desuentura los librasse; y no fueron tan en vano las plegarias de los miseros christianos que alli yuan, que, mouido el alto cielo dellas, dexasse sossegar el viento: antes le crescio con tanto impetu y furia, que, al amanescer del dia, que sólo pudo conoscerse por las horas del relox de ar(r)ena, por quien se rigen, se halló el mal gouernado baxel en la costa de   -fol. 262r-   Cataluña, tan cerca de tierra y tan sin poder apartarse della, que fue forçoso alçar vn poco mas la vela para que con mas furia embistiesse en vna ancha playa que delante se nos offrecia: que el amor de la vida les hizo parecer dulce a los turcos la esclauitud que esperauan.

»A penas huuo la galera embestido en tierra,   —130→   quando luego acudio a la playa mucha gente armada, cuyo trage y lengua dio a entender ser catalanes, y ser de Cataluña aquella costa, y aun aquel mesmo lugar donde, a riesgo de la tuya, amigo Silerio, la vida mia escapaste. ¡Quien pudiera exagerar agora el gozo de los c[h]ristianos, que del insufrible y pesado yugo del amargo captiuerio veyan libres y desembaraçados sus cuellos, y las plegarias y ruegos que los turcos, poco antes libres y señores, hazian a sus mesmos esclauos, rogandoles fuessen parte para que de los indignados christianos mal tratados no fuessen, los quales ya en la playa los esperauan, con desseo de vengarse de la offensa que estos mesmos turcos les hauian hecho, saqueandoles   -fol. 262v-   su lugar, como tu, Silerio, sabes! Y no les salio vano el temor que tenian, porque, en entrando los del pueblo en la galera, que encallada en la arena estaua, hizieron tan cruel matança en los cosarios, que muy pocos quedaron con la vida; y, si no fuera que les cego la codicia de robar la galera, todos los turcos en aquel primero impetu fueran muertos. Finalmente, los turcos que quedaron y christianos captiuos que alli veniamos, todos fuymos saqueados, y si los vestidos que yo traya no estuuieran sangrentados, creo que aun no me los dexaran. Darintho, que tambien alli venia, acudio luego a mirar por Nisida y Blanca, y a procurar que me sacassen a tierra donde fuesse curado.

»Quando yo sali, y reconoci el lugar donde estaua, y consideré el peligro en que en el me   —131→   hauia visto, no dexó de darme alguna pesadumbre, causada de temor no fuesse conoscido y castigado por lo que no deuia; y assi, rogue a Darintho que, sin poner dilacion alguna, procurasse que a Barcelona nos fuessemos, diziendole   -fol. 263r-   la causa que me mouia a ello; pero no fue possible, porque mis heridas me fatigauan de manera, que me forçaron a que alli algunos dias estuuiesse, como estuue, sin ser de mas de vn cirujano visitado. En este entretanto fue Darintho a Barcelona, donde, proueyendose de lo que menester hauiamos, dio la buelta, y hallandome mejor y con mas fuerça, luego nos pusimos en camino para la ciudad de Toledo, por saber de los parientes de Nisida que si sabian de sus padres, a quien ya hemos escripto todo el successo de nuestras vidas, pidiendole[s] perdon de nuestros passados yerros. Y todo el contento y dolor destos buenos y malos successos, lo ha acrescentado o diminuido la ausencia tuya, Silerio. Mas pues el cielo agora con tantas ventajas ha dado remedio a nuestras calamidades, no resta otra151 cosa sino que, dandole las deuidas gracias por ello, tu, Silerio amigo, deseches la tristeza passada con la occasion de la alegria presente, y procures darla a quien ha muchos dias que por tu causa viue sin ella,   -fol. 263v-   como lo sabras quando mas a solas y contigo las comunique. Otras algunas cosas me quedan por dezir que me han succedido en el discurso desta mi peregrinacion; pero dexarlas he por agora, por no dar con la prolixidad dellas disgusto a estos   —132→   pastores, que han sido el instrumento de todo mi plazer y gusto. Este es, pues, Silerio amigo y amigos pastores, el sucesso de mi vida: ved si, por la que he passado y por la que agora passo, me puedo llamar el mas lastimado y venturoso hombre de los que oy viuen.

Con estas vltimas palabras dio fin a su cuento el alegre Timbrio, y todos los que presentes estauan se alegraron del felice successo que sus trabajos hauian tenido, passando el contento de Silerio a todo lo que dezir se puede, el qual, tornando de nueuo152 a abraçar a Timbrio, forçado del desseo153de saber quien era la persona que por su causa sin contento viuia, pidiendo licencia a los pastores, se apartó con Timbrio a vna parte, donde supo del que la hermosa Blanca, hermana de Nisida, era la que mas que a si le amaua desde el mesmo dia y   -fol. 264r-   punto que ella supo quien el era y el valor de su persona, y que jamas, por no yr contra aquello que a su honestidad estaua obligada, hauia querido descubrir este pensamiento sino a su hermana, por cuyo medio esperaua tenerle honrado en el cumplimiento de sus desseos. Dixole assimismo Timbrio cómo aquel cauallero Darintho, que con el venia, y de quien el hauia hecho mencion en la plática passada, conosciendo quien era Blanca, y lleuado de su hermosura, se hauia enamorado della con tantas veras, que la pidio por esposa a su hermana Nisida, la qual le desengañó que Blanca no lo haria en manera alguna, y que, agrauiado desto Darintho, creyendo   —133→   que por el poco valor suyo le desechauan, y por sacarle desta sospecha, le huuo de dezir Nisida cómo Blanca tenia occupados los pensamientos en Silerio; mas que no por esto Darintho hauia desmayado ni dexado la empresa, porque como supo que de ti, Silerio, no se sabia nueua alguna, imaginó que los   -fol. 264v-   seruicios que el pensaua hazer a Blanca, y el tiempo, la apartarian de su intencion primera, y con este presupuesto jamas nos quiso dexar, hasta que ayer, oyendo a los pastores las ciertas nueuas de tu vida, y conosciendo el contento que con ellas Blanca hauia rescibido, y considerando ser impossible que, paresciendo Silerio, pudiesse Darintho alcançar lo que desseaua, sin despedirse de ninguno, se auia, con muestras de grandissimo dolor, apartado de todos. Iunto con esto, aconsejò Timbrio a su amigo fuesse contento de que Blanca le tuuiesse, escogiendola y aceptandola por esposa, pues ya la conoscia, y no ignoraua su valor y honestidad, encareciendole el gusto y plazer que los dos tendrian viendose con tales dos hermanas casados. Silerio le respondio que le diesse espacio para pensar en aquel hecho, aunque el sabía que al cabo era impossible dexar de hazer lo que el le mandasse.

A esta sazon començaua ya la blanca aurora a dar señales de su nueua venida, y las estrellas poco a poco yuan escondiendo   -fol. 265r-   la claridad suya, y a este mesmo punto llegó a los oydos de todos la voz del enamorado Lauso, el qual, como su amigo Damon hauia sabido que aquella   —134→   noche la hauian de passar en la hermita de Silerio, quiso venir a hallarse con el y con los demas pastores; y como todo su gusto y passatiempo era cantar al son de su rabel los successos prosperos o aduersos de sus amores, lleuado de la condicion suya, y combidado de la soledad del camino y de la sabrosa armonia de las aues, que ya començauan con su dulce y concertado canto a saludar el venidero dia, con baxa voz, semejantes versos venia cantando:




LAVSO


    Alço la vista a la mas noble parte
que puede imaginar el pensamiento,
donde miro el valor, admiro el arte
que suspende el mas alto entendimiento.
Mas, si quereys saber quien fue la parte  5
que puso fiero yugo al cuello esento,
quien me entregó, quien lleua mis despojos,
-fol. 265v-
mis ojos son, Silena, y son tus ojos.

    Tus ojos son, de cuya luz serena
me viene la que al cielo me encamina:  10
luz de qualquiera escuridad agena,
segura muestra de la luz diuina.
Por ella el fuego, el yugo y la cadena
que me consume, carga y desatina,
es refrigerio, aliuio, es gloria, es palma  15
al alma, y vida que te ha dado el alma.

    ¡Diuinos ojos, bien del alma mia,
término y fin de todo mi desseo;
ojos que serenays el turbio dia,
ojos por quien yo veo si algo veo!  20
—135→
En vuestra luz mi pena y mi alegria
ha puesto amor; en vos contemplo y leo
la dulce, amarga, verdadera historia
del cierto infierno, de mi incierta gloria.

    En ciega escuridad andaua quando  25
vuestra luz me faltaua, ¡o bellos ojos!,
aca y alla, sin ver el cielo, errando
-fol. 266r-
entre agudas espinas y entre abrojos;
mas luego, en el momento que tocando
fueron al alma mia los manojos  30
de vuestros rayos claros, vi a la clara
la senda de mi bien abierta y clara.

    Vi que soys y sereys, ojos serenos,
quien me leuanta y puede leuantarme
a que entre el corto número de buenos  35
venga como mejor a señalarme.
Esto podreys hazer no siendo agenos
y con pequeño acuerdo de mirarme,
que el gusto del mas bien enamorado
consiste en el mirar y ser mirado.  40

    Si esto es verdad, Silena, ¿quien ha sido,
es ni será que, con firmeza pura,
qual yo te quiera ni te aura querido,
por mas que amor le ayude y la ventura?
La gloria de tu vista he merescido  45
por mi inuiolable fe; mas es locura
pensar que pueda merecerse aquello
que a penas puede contemplarse en ello.

  -fol. 266v-  

El canto y el camino acabó a vn mesmo punto el enamorado Lauso, el qual de todos los que con Silerio estauan fue amorosamente recibido, acrescentando con su presencia el alegria que todos tenian por el buen successo que los trabajos de Silerio hauian tenido; y, estandoselos   —136→   Damon contando, vieron assomar por junto a la hermita al venerable Aurelio, que, con algunos de sus pastores, traya algunos regalos con que regalar y satisfazer a los que alli estauan, como lo hauia prometido el dia antes que dellos se partio. Marauillados quedaron Tyrsi y Damon de verle venir sin Elicio y Erastro, y mas lo fueron quando vinieron a entender la causa del hauerse quedado. Llegó Aurelio, y su llegada augmentara mas el contento de todos, si no dixera, encaminando su razon a Timbrio:

-Si te precias, como es razon que te precies, valeroso Timbrio, de ser verdadero amigo del que lo es tuyo, agora es tiempo de mostrarlo, acudiendo a remediar a Darintho, que no lexos de aqui queda tan triste y apassionado,   -fol. 267r-   y tan fuera de admitir consuelo alguno en el dolor que padece, que algunos que yo le di no fueron parte para que el los tuuiesse por tales. Hallamosle Elicio, Erastro y yo, aura dos horas, en medio de aquel monte que a esta mano derecha se descubre, el cauallo arrendado a vn pino, y el en el suelo boca abaxo tendido, dando tiernos y dolorosos sospiros, y de quando en quando dezia algunas palabras que a maldezir su ventura se encaminauan, al son lastimero de las quales llegamos a el, y, con el rayo de la luna, aunque con difficultad, fue de nosotros conoscido; e importunado que la causa de su mal nos dixesse, dixonosla, y por ella entendimos el poco remedio que tenia. Con todo esso, se han quedado con el Elicio y Erastro, y yo he venido a darte   —137→   las nueuas del término en que le tienen sus pensamientos; y pues a ti te son tan manifiestos, procura remediarlos con obras, o acude a consolarlos con palabras.

-Palabras seran todas, buen Aurelio -respondio Timbrio-, las que yo en esto gastare,   -fol. 267v-   si ya el no quiere aprouecharse de la occasion del desengaño y disponer sus desseos a que el tiempo y la ausencia hagan en el sus acostumbrados effectos. Mas porque no se piense que no correspondo a lo que a su amistad estoy obligado, enseñame, Aurelio, a que parte le dexaste, que yo quiero yr luego a verle.

-Yo yre contigo -respondio Aurelio.

Y luego al momento se leuantaron todos los pastores para acompañar a Timbrio y saber la causa del mal de Darintho, dexando a Silerio con Nisida y Blanca, con tanto contento de los tres, que no se acertauan a hablar palabra. En el camino que hauia desde alli adonde Aurelio a Darintho hauia dexado, conto Timbrio a los que con el yuan la occasion de la pena de Darintho y el poco remedio que della se podria esperar, pues la hermosa Blanca, por quien el penaua, tenia occupados sus desseos en su buen amigo Silerio; diziendoles assimesmo que hauia de procurar con toda su industria y fuerças que Silerio viniesse en lo que Blanca desseaua, suplicandoles   -fol. 268r-   que todos fuessen en ayudar y fauorescer su intencion, porque, en dexando a Darintho, queria que todos a Silerio rogassen diesse el si de rescibir a Blanca por su ligitima   —138→   esposa. Los pastores se offrecieron de hazer lo que se les mandaua, y en estas pláticas llegaron adonde creyo Aurelio que Elicio, Darintho y Erastro estarian; pero no hallaron alguno, aunque rodearon y anduuieron gran parte de vn, pequeño bosque que alli estaua, de que no poco pesar rescibieron todos. Pero, estando en esto, oyeron vn tan doloroso sospiro, que les puso en confusion y desseo de saber quien le hauia dado; mas sacóles presto desta duda otro que oyeron no menos triste que el passado, y, acudiendo todos a aquella parte adonde el sospiro venia, vieron estar no lexos dellos, al pie de vn crescido nogal, dos pastores, el vno sentado sobre la yerua verde, y el otro tendido en el suelo y la cabeça puesta sobre las rodillas del otro. Estaua el sentado con la cabeça   -fol. 268v-   inclinada, derramando lagrimas y mirando atentamente al que en las rodillas tenia, y assi por esto, como por estar el otro con color perdida y rostro desmayado, no pudieron luego conoscer quien era; mas quando mas cerca llegaron, luego conoscieron que los pastores eran Elicio y Erastro: Elicio, el desmayado, y Erastro, el lloroso. Grande admiracion y tristeza causó en todos los que alli venian la triste semblança de los dos lastimados pastores, por ser tan amigos suyos y por ignorar la causa que de tal modo los tenia; pero el que mas se marauilló fue Aurelio, por ver que tan poco antes los hauia dexado en compañia de Darintho con muestras de todo plazer y contento, como si el no huuiera sido la causa de   —139→   toda su desdicha. Viendo, pues, Erastro que los pastores a el se llegauan, estremecio a Elicio, diziendole:

-Buelue en ti, lastimado pastor; leuantate y busca lugar donde puedas a solas llorar tu desuentura, que yo pienso hazer lo mesmo hasta acabar la vida.

Y, diziendo esto, cogio   -fol. 269r-   con las dos manos la cabeça de Elicio, y, quitandola de sus rodillas, la puso en el suelo, sin que el pastor pudiesse boluer en su acuerdo; y, leuantandose Erastro, boluia las espaldas para yrse, si Tyrsi y Damon y los demas pastores no se lo impidieran. Llegó Damon adonde Elicio estaua, y, tomandole entre los braços, le hizo boluer en si. Abrio Elicio los ojos, y porque conoscio a todos los que alli estauan, tuuo cuenta con que su lengua, mouida y forçada del dolor, no dixesse algo que la causa del manifestasse; y aunque esta le fue preguntada por todos los pastores, jamas respondio sino que no sabia otra cosa de si mismo sino que, estando hablando con Erastro, le hauia tomado vn rezio desmayo. Lo proprio dezia Erastro, y a esta causa los pastores dexaron de preguntarle mas la causa de su passion: antes le rogaron que con ellos a la hermita de Silerio se boluiesse, y que desde alli le lleuarian a la aldea o a su cabaña; mas no fue possible que con el esto se acabasse,   -fol. 269v-   sino que le dexassen boluer a la aldea. Viendo, pues, que esta era su voluntad, no quisieron contradezirsela: antes se offrecieron de yr con el; pero de ninguno quiso   —140→   compañia, ni la lleuara si la porfia de su amigo Damon no le venciera, y assi se huuo de partir con el, dexando concertado Damon con Tyrsi que se viessen aquella noche en el aldea o cabaña de Elicio, para dar orden de boluerse a la suya. Aurelio y Timbrio preguntaron a Erastro por Darintho, el qual les respondio que, ansi como Aurelio se hauia apartado dellos, le tomó el desmayo a Elicio, y que, entretanto que el le socorria, Darintho se hauia partido con toda priessa, y que nunca mas le hauian visto. Viendo, pues, Timbrio y los que con el venian que a Darintho no hallauan, determinaron de boluer a la hermita a rogar a Silerio aceptasse a la hermosa Blanca por su esposa, y con esta intencion se boluieron todos, excepto Erastro, que quiso seguir   -fol. 270r-   a su amigo Elicio, y assi, despidiendose dellos, acompañado de solo su rabel, se apartó por el mesmo camino que Elicio hauia ydo, el qual, hauiendose vn rato apartado con su amigo Damon de la demas compañia, con lagrimas en los ojos y con muestras de grandissima tristeza, assi le començo a dezir:

-Bien se, discreto Damon, que tienes de los effectos de amor tanta experiencia, que no te marauillarás de los que agora pienso contarte, que son tales, que, a la cuenta de mi opinion, los estimo y tengo por de los mas desastrados que en el amor se hallan.

Damon, que no desseaua otra cosa que saber la causa del desmayo y tristeza suya, le asseguró que ninguna cosa le seria a el nueua, como   —141→   tocasse a los males que el amor suele hazer. Y assi Elicio, con este seguro, y con el mayor que de su amistad tenia, prosiguio diziendo:

-Ya sabes, amigo Damon, cómo la buena suerte mia -que este nombre de buena le dare siempre, aunque me cueste la vida el hauerla tenido-,   -fol. 270v-   digo, pues, que la buena suerte mia quiso, como todo el cielo y todas estas riberas saben, que yo amasse, ¿que digo amasse?, que adorasse a la sin par Galatea, con tan limpio y verdadero amor, qual a su merescimiento se deue; juntamente te confiesso, amigo, que, en todo el tiempo que ha que ella tiene noticia de mi cabal desseo, no ha correspondido a el con otras muestras que las generales que suele y deue dar vn casto y agradescido pecho; y assi, ha algunos años que, sustentada mi esperança con vna honesta correspondencia amorosa, he viuido tan alegre y satisfecho de mis pensamientos, que me juzgaua por el mas dichoso pastor que jamas apascento ganado, contentandome sólo de mirar a Galatea y de ver que, si no me queria, no me aborrecia, y que otro ningun pastor no se podria alabar que aun della fuesse mirado; que no era poca satisfacion de mi desseo tener puestos mis pensamientos en tan segura parte, que de otros algunos no me recelaua, confirmandome en esta verdad la opinion que conmigo   -fol. 271r-   tiene el valor de Galatea, que es tal, que no da lugar a que se le atreua el mesmo atreuimiento. Contra este bien que tan a poca costa el amor me daua, contra esta gloria   —142→   tan sin offensa de Galatea gozada, contra este gusto tan justamente de mi desseo merescido, se ha dado oy irreuocable sentencia que el bien se acabe, que la gloria fenezca, que el gusto se cambie, y que, finalmente, se concluya la tragedia de mi dolorosa vida. Porque sabras, Damon, que esta mañana, viniendo con Aurelio, padre de Galatea, a buscaros a la hermita de Silerio, en el camino me dixo cómo tenia concertado de casar a Galatea con vn pastor lusitano que en las riberas del blando Lima gran número de ganado apascienta. Pidiome que le dixesse que me parescia, porque, de la amistad que me tenia y de mi entendimiento, esperaua ser bien aconsejado. Lo que yo le respondi fue que me parescia cosa rezia poder acabar con su voluntad priuarse de la vista de tan hermosa hija, desterrandola a tan apartadas tierras, y que si   -fol. 271v-   lo hazia lleuado y cebado de las riquezas del estrangero pastor, que considerasse que no carecia el tanto dellas que no tuuiesse para viuir en su lugar mejor que quantos en el de ricos presumian, y que ninguno de los mejores de quantos habitan las riberas de Tajo dexaria de tenerse por venturoso quando alcançasse a Galatea por esposa. No fueron mal admitidas mis razones del venerable Aurelio; pero, en fin, se resoluio diziendo que el rabadan mayor de todos los aperos se lo mandaua, y el era el que lo hauia concertado y tratado, y que era impossible deshazerse. Preguntéle con que semblante Galatea hauia rescibido las nueuas de su destierro.   —143→   Dixome que se hauia conformado con su voluntad, y que disponia la suya a hazer todo lo que el quisiesse, como obediente hija. Esto supe de Aurelio, y esta es, Damon, la causa de mi desmayo, y la que será de mi muerte, pues de ver a Galatea en poder ageno, y agena de mi vista, no se puede esperar otra cosa que el fin   -fol. 272r-   de mis dias.

Acabó su razon el enamorado Elicio, y començaron sus lagrimas, derramadas en tanta abundancia, que, enternecido el pecho de su amigo Damon, no pudo dexar de acompañarle en ellas; mas, a cabo de poco espacio, començo, con las mejores razones que supo, a consolar a Elicio; pero todas sus palabras en ser palabras parauan, sin que ningun otro effecto hiziessen. Todavia quedaron de acuerdo que Elicio a Galatea hablasse, y supiesse della si de su voluntad154 consintia en el casamiento que su padre le trataua; y que, quando no fuesse con el gusto suyo, se le offreciesse de librarla de aquella fuerça, pues para ello no le faltaria ayuda. Pareciole bien a Elicio lo que Damon dezia, y determinó de yr a buscar a Galatea, para declararle su voluntad y saber la que ella en su pecho encerraua. Y assi, trocando el camino que de su cabaña lleuauan, hazia el aldea se encaminaron, y llegando a vna encruzijada que junto a ella quatro caminos diuidia,   -fol. 272v-   por vno dellos vieron venir hasta ocho dispuestos pastores, todos con azagayas en las manos, excepto vno dellos, que a cauallo venia sobre vna hermosa yegua, vestido   —144→   con vn gauan morado, y los demas a pie, y todos reboçados los rostros con vnos pañizuelos155. Damon y Elicio se pararon hasta que los pastores passassen, los quales, passando junto a ellos, baxando las cabeças, cortesmente les saludaron, sin que alguno alguna palabra hablasse. Marauillados quedaron los dos de ver la estrañeza156 de los ocho, y estuuieron quedos por ver que camino seguian; pero luego vieron que el de la aldea tomauan, aunque por otro differente que por el que ellos yuan. Dixo Damon a Elicio que los siguiessen; mas no quiso, diziendo que, por aquel camino que el queria seguir, junto a vna fuente que no lexos del estaua, solia estar muchas vezes Galatea con algunas pastoras del lugar, y que sería bien ver si la dicha se la offrescia tan buena que alli la hallassen. Contentóse Damon de lo que Elicio queria, y assi le dixo   -fol. 273r-   que guiasse por do quisiesse. Y succediole la suerte como el mesmo se hauia imaginado, porque, no anduuieron mucho, quando llegó a sus oydos la çampoña de Florisa, acompañada de la voz de la hermosa Galatea, que, como de los pastores fue oyda, quedaron enagenados de si mesmos. Entonces acabó de conoscer Damon quanta verdad dezian todos los que las gracias de Galatea alabauan, la qual estaua en compañia de Rosaura y Florisa, y de la hermosa y recien casada Silueria, con otras dos pastoras de la mesma aldea. Y puesto que Galatea vio venir a los pastores, no por esso quiso dexar su començado canto: antes parecio dar muestras de   —145→   que recibia contento en que los pastores la escuchassen, los quales ansi lo hizieron con toda la atencion possible; y lo que alcançaron a oyr de lo que la pastora cantaua, fue lo siguiente:




GALATEA


    ¿A quien boluere los ojos
en el mal que se apareja,
-fol. 273v-
si, quanto mi bien se alexa,
se acercan mas mis enojos?
A duro mal me condemna  5
el dolor que me destierra,
que, si me acaba en mi tierra,
¿que bien me hara en el agena?

    ¡O justa amarga obediencia,
que, por cumplirte, he de dar  10
el si que ha de confirmar
de mi muerte la sentencia!
Puesta estoy en tanta mengua,
que por gran bien estimara
que la vida me faltara,  15
o, por lo menos, la lengua.

    Breues horas y cansadas
fueron las de mi contento;
eternas las del tormento,
mas confusas y pesadas.  20
Gozè de mi libertad
en mi temprana sazon;
pero ya la subjecion
-fol. 274r-
anda tras mi voluntad.

    Ved si es el combate fiero  25
que dan a mi fantasia,
—146→
si al cabo de su porfia
he de querer, y no quiero.
¡O fastidioso gouierno,
que a los respectos humanos  30
tengo de cruzar las manos
y abaxar el cuello tierno!

    ¿Que tengo de despedirme
de ver el Tajo dorado?
¿Que ha de quedar mi ganado,  35
y yo triste he de partirme?
¿Que estos arboles sombrios
y estos anchos verdes prados
no seran ya mas mirados
de los tristes ojos mios?  40

    Seuero padre, ¿que hazes?
Mira que es cosa sabida
que a mi me quitas la vida
-fol. 274v-
con lo que a ti satisfazes.
Si mis sospiros no valen  45
a descubrirte mi mengua,
lo que no puede mi lengua
mis ojos te lo señalen.

    Ya triste se me figura
el punto de mi partida,  50
la dulce gloria perdida
y la amarga sepultura.
El rostro que no se alegra
del no conoscido esposo,
el camino trabajoso,  55
la antigua enfadosa suegra,

    y otros mil inconuinientes,
todos para mi contrarios,
los gustos extraordinarios
del esposo y sus parientes.  60
—147→
Mas todos estos temores
que me figura mi suerte,
se acabarán con la muerte,
que es el fin de los dolores.

  -fol. 275r-  

No cantó mas Galatea, porque las lagrimas que derramaua le impidieron la voz, y aun el contento a todos los que escuchado la hauian, porque luego supieron claramente lo que en confuso imaginauan del casamiento de Galatea con el lusitano pastor, y quan contra su voluntad se hazía; pero a quien mas sus lagrimas y sospiros lastimaron fue a Elicio, que diera el, por remediarlas, su vida, si en ella consistiera el remedio dellas; pero, aprouechandose de su discrecion, y dissimulando el rostro el dolor que el alma sentia, el y Damon se llegaron adonde las pastoras estauan, a las quales cortesmente saludaron, y con no menos cortesia fueron dellas rescibidos. Preguntó luego Galatea a Damon por su padre, y respondiole que en la hermita de Silerio quedaua, en compañia de Timbrio y Nisida y de todos los otros pastores que a Timbrio acompañaron; y assimesmo le dio cuenta del conoscimiento de Silerio y Timbrio y de los amores de Darintho y Blanca, la hermana de Nisida, con todas las particularidades   -fol. 275v-   que Timbrio hauia contado de lo que en el discurso de sus amores le hauia succedido, a lo qual Galatea dixo:

-Dichoso Timbrio y dichosa Nisida, pues en tanta felicidad han parado los desassossiegos hasta aqui padecidos, con la qual pondreys en   —148→   oluido los passados desastres, antes seruiran ellos de acrescentar vuestra gloria, pues se suele dezir que la memoria de las passadas calamidades augmenta el contento en las alegrias presentes. Mas ¡ay del alma desdichada que se vee puesta en terminos de acordarse del bien perdido, y con temor del mal que está por venir, sin que vea ni halle remedio ni medio alguno para estoruar la desuentura que le está amenazando, pues tanto mas fatigan los dolores, quanto mas se temen!

-Verdad dizes, hermosa Galatea -dixo Damon-, que no ay duda sino que el repentino y no esperado dolor que viene, no fatiga tanto, aunque sobresalta, como el que con largo discurso de tiempo amenaza y quita todos los caminos de remediarse. Pero, con todo esso, digo, Galatea,   -fol. 276r-   que no da el cielo tan apurados los males que quite de todo en todo el remedio dellos, principalmente quando nos los dexa ver primero, porque parece que entonces quiere dar lugar al discurso de nuestra razon para que se exercite y occupe en templar o desuiar las venideras desdichas, y muchas vezes se contenta de fatigarnos con sólo tener occupados nuestros animos con algun espacioso temor, sin que se venga a la execucion del mal que se teme; y, quando a ella se viniesse, como no acabe la vida, ninguno, por ningun mal que padezca, deue desesperar del remedio.

-No dudo yo desso -replicó Galatea-, si fuessen tan ligeros los males que se temen o se   —149→   padecen, que dexassen libre y desembaraçado el discurso de nuestro entendimiento; pero bien sabes, Damon, que quando el mal es tal que se le puede dar este nombre, lo primero que haze es añublar nuestro sentido y aniquilar las fuerças de nuestro aluedrio, descaeciendo nuestra virtud   -fol. 276v-   de manera, que a penas puede leuantarse aunque mas la solicite la esperança.

-No se yo, Galatea -respondio Damon-, cómo en tus verdes años puede caber tanta experiencia de los males, si no es que quieres que entendamos que tu mucha discrecion se estiende a hablar por sciencia de las cosas; que, por otra manera, ninguna noticia dellas tienes.

-Pluguiera al cielo, discreto Damon -replicó Galatea-, que no pudiera contradezirte lo que dizes, pues en ello grangeara dos cosas: quedar en la buena opinion que de mi tienes, y no sentir la pena que me haze hablar con tanta experiencia en ella.

Hasta este punto estuuo callando Elicio; pero, no pudiendo sufrir mas ver a Galatea dar muestras del amargo dolor que padecia, le dixo:

-Si imaginas, por ventura, sin par Galatea, que la desdicha que te amenaza puede por alguna ser remediada, por lo que deues a la voluntad que para seruirte de mi tienes conoscida, te ruego me la declares; y, si esto no quisieres, por cumplir con lo que a la paternal obediencia   -fol. 277r-   deues, dame, a lo menos, licencia para que yo me opponga contra quien quisiere lleuarnos destas riberas el thesoro de tu hermosura, que   —150→   en ellas se ha criado. Y no entiendas, pastora, que presumo yo tanto de mi mesmo, que solo me atreua a cumplir con las obras lo que agora por palabras te offrezco; que, puesto que el amor que te tengo para mayor empressa me da aliento, desconfio de mi ventura, y assi la aure de poner en las manos de la razon y en las de todos los pastores que por estas riberas de Tajo apascientan sus ganados, los quales no querran consentir que se les arrebate y quite delante de sus ojos el sol que los alumbra, y la discrecion que los admira, y la belleza que los incita y anima a mil honrosas competencias. Ansi que, hermosa Galatea, en fe de la razon que he dicho y de la que tengo de adorarte, te hago este offrescimiento, el qual te ha de obligar a que tu voluntad me descubras, para que yo no cayga en error de yr contra ella en cosa alguna; pero, considerando que la bondad y honestidad   -fol. 277v-   incomparable tuya te ha de mouer a que correspondas antes al querer de tu padre que al tuyo, no quiero, pastora, que me le declares, sino tomar a mi cargo hazer lo que me pareciere, con presupuesto de mirar por tu honra con el cuydado que tu mesma has mirado siempre por ella.

Yua Galatea a responder a Elicio y a agradecerle su buen desseo; mas estoruólo la repentina llegada de los ocho reboçados pastores que Damon y Elicio hauian visto passar poco antes hazia el aldea. Llegaron todos donde las pastoras estauan, y, sin hablar palabra, los seys dellos,   —151→   con increyble celeridad, arremetieron a abraçarse con Damon y con Elicio, teniendolos tan fuertemente apretados, que en ninguna manera pudieron desasirse. En este entretanto, los otros dos, que era el vno el que a cauallo venia, se fueron adonde Rosaura estaua dando gritos por la fuerça que a Damon y a Elicio se les hazía; pero, sin aprouecharle defensa alguna, vno de los pastores la tomó en braços y pusola sobre la yegua y en los del que en ella venia, el   -fol. 278r-   qual, quitandose el reboço, se boluio a los pastores y pastoras, diziendo:

-No os marauilleys, buenos amigos, de la sin razon que al parecer aqui se os ha hecho, porque la fuerça de amor y la ingratitud de esta dama han sido causa della; ruegoos me perdoneys, pues no está mas en mi mano; y, si por estas partes llegare, como creo que presto llegará, el conoscido Grisaldo, direysle cómo Artandro se lleua a Rosaura, porque no pudo sufrir ser burlado della; y que, si el amor y esta injuria le mouieren a querer vengarse, que ya sabe que Aragon es mi patria y el lugar donde viuo.

Estaua Rosaura desmayada sobre el arçon de la silla, y los demas pastores no querian dexar a Elicio ni a Damon, hasta que Artandro mandó que los dexassen, los quales, viendose libres, con valeroso ánimo sacaron sus cuchillos y arremetieron contra los siete pastores, los quales todos juntos les pusieron las azagayas que trayan a los pechos, diziendoles que se tuuiessen,   —152→   pues veyan quan poco podian ganar en la empresa   -fol. 278v-   que tomauan.

-Harto menos podra ganar Artandro -les respondio Elicio- en hauer cometido tal traycion.

-No la llames traycion-respondio vno de los otros-, porque esta señora ha dado la palabra de ser esposa de Artandro, y agora, por cumplir con la condicion mudable de muger, la ha negado y entregadose a Grisaldo, que es agrauio tan manifiesto, y tal, que no pudo ser dissimulado de nuestro amo Artandro. Por esso, sossegaos, pastores, y tenednos en mejor opinion que hasta aqui, pues el seruir a nuestro amo en tan justa occasion nos disculpa.

Y, sin dezir mas, boluieron las espaldas, recelandose todavia de los malos semblantes con que Elicio y Damon quedaron, los quales estauan con tanto enojo por no poder deshazer aquella fuerça, y por hallarse inhabilitados de vengarse de lo que a ellos se les hazía, que ni sabian que dezirse ni que hazerse. Pero los estremos que Galatea y Florisa hazian, por ver lleuar de aquella manera a Rosaura, eran tales, que mouieron a Elicio a poner su vida en   -fol. 279r-   manifiesto peligro de perderla, porque, sacando su honda, y haziendo Damon lo mesmo, a todo correr fue siguiendo a Artandro, y desde lexos, con mucho ánimo y destreza, començaron a tirarles tantas piedras, que les hizieron detener y tornarse a poner en defensa. Pero, con todo esto, no dexara de sucederles mal a los dos atreuidos   —153→   pastores, si Artandro no mandara a los suyos que se adelantaran y los dexaran, como lo hizieron, hasta entrarse por vn espesso montezuelo que a vn lado del camino estaua, y, con la defensa de los arboles, hazian poco effecto las hondas y piedras de los enojados pastores; y, con todo esto, los siguieran, si no vieran que Galatea y Florisa y las otras dos pastoras a mas andar hazia donde ellos estauan se venian, y por esto se detuuieron, haziendo fuerça al enojo que los incitaua y a la desseada vengança que pretendian, y adelantandose a rescebir a Galatea, ella les dixo:

-Templad vuestra ira, gallardos pastores, pues a la ventaja de nuestros enemigos no puede ygualar vuestra   -fol. 279v-   diligencia, aunque ha sido tal, qual nos la ha mostrado el valor de vuestros animos.

-El ver el tuyo descontento, Galatea -dixo Elicio-, crey yo que diera tales fuerças al mio, que no se alabaran aquellos descomedidos pastores de la que nos han hecho; pero en mi ventura cabe no tenerla en quanto desseo.

-El amoroso que Artandro tiene -dixo Galatea- fue el que le mouio a tal descomedimiento, y si, conmigo en parte queda desculpado.

Y luego, punto por punto, les conto la historia de Rosaura, y cómo estaua esperando a Grisaldo para rescebirle por esposo, lo qual podria hauer llegado a noticia de Artandro, y que la celosa rabia le huuiesse mouido a hazer lo que hauian visto.

  —154→  

-Si assi passa como dizes, discreta Galatea -dixo Damon-, del descuydo de Grisaldo, y atreuimiento de Artandro, y mudable condicion de Rosaura, temo que han de nascer algunas pesadumbres y differencias.

-Esso fuera -respondio Galatea- quando Artandro residiera en Castilla; pero si el se encierra en Aragon, que es su patria, quedarse   -fol. 280r-   ha Grisaldo con solo el desseo de vengarse.

-¿No ay quien le pueda auisar deste agrauio? -dixo Elicio.

-Si -respondio Florisa-; que yo seguro que, antes que la noche llegue, el tenga del noticia.

-Si esso assi fuesse -respondio Damon-, podria ser cobrar su prenda antes que a Aragon llegassen; porque vn pecho enamorado no suele ser pereçoso.

-No creo yo que lo será el de Grisaldo -dixo Florisa-; y, porque no le falte tiempo y occasion para mostrarlo, suplicote, Galatea, que al aldea nos boluamos, porque yo quiero embiar a auisar a Grisaldo de su desdicha.

-Hagase como lo mandas, amiga -respondio Galatea-, que yo te dare vn pastor que lleue la nueua.

Y con esto se querian despedir de Damon y de Elicio, si ellos no porfiaran a querer yr con ellas; y, ya que se encaminauan al aldea, a su mano derecha sintieron la çampoña de Erastro, que luego de todos fue conoscida, el qual venia en siguimiento de su amigo Elicio. Pararonse a   —155→   escucharlo, y oyeron que, con muestras de tierno dolor, esto venia cantando:

  -fol. 280v-  


ERASTRO


    Por asperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasia,
siempre en cerrada noche escura y fria
las fuerças de la vida consumiendo.

    Y, aunque morir me veo, no pretendo  5
salir vn passo de la estrecha via:
que, en fe de la alta fe sin ygual mia,
mayores miedos contrastar entiendo.

    Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella  10
quien promete buen fin a mi viaje,

    por mas que el medio se me muestre incierto,
por mas que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo mas me vltraje.

Con vn profundo sospiro acabó el enamorado canto el lastimado pastor, y, creyendo que ninguno le oya, solto la voz a semejantes razones:

-¡Amor, cuya poderosa fuerça, sin hazer ninguna a mi alma, fue parte para que yo la tuuiesse de tener tan bien occupados mis pensamientos! Ya que tanto bien me   -fol. 281r-   heziste157, no quieras mostrarte agora, haziendome el mal en que me amenazas, que es mas mudable tu condicion que la de la variable fortuna. Mira, señor, quan obediente he estado a tus leyes, quan prompto   —156→   a seguir tus mandamientos, y quan subjeta he tenido mi voluntad a la tuya. Pagame esta obediencia con hazer lo que a ti tanto importa que hagas: no permitas que estas riberas nuestras queden desamparadas de aquella hermosura que la ponia y la daua a sus frescas y menudas yeruas, a sus humildes plantas y leuantados arboles; no consientas, señor, que al claro Tajo se le quite la prenda que le enriquece y por quien el tiene mas fama que no por las arenas de oro que en su seno cria; no quites a los pastores destos prados la luz de sus ojos, la gloria de sus pensamientos y el honroso estímulo que a mil honrosas y virtuosas empresas les incitaua; considera bien que, si desta a la agena tierra consientes que Galatea sea lleuada, que te despojas del dominio que en estas riberas tienes, pues por Galatea   -fol. 281v-   sola le vsas, y, si ella falta, ten por aueriguado que no serás en todos estos prados conoscido, que todos quantos en ellos habitan te negarán la obediencia y no te acudiran con el vsado tributo; aduierte que lo que te suplico es tan conforme y llegado a razon, que yrias de todo en todo fuera della si no me lo concediesses. Porque ¿que ley ordena, o que razon consiente que la hermosura que nosotros criamos, la discrecion que en estas seluas y aldeas nuestras tuuo principio, el donayre por particular don del cielo a nuestra patria concedido, agora que esperauamos coger el honesto fruto de tantos bienes y riquezas, se aya de lleuar a estraños reynos, a ser posseydo y tratado de agenas   —157→   y no conoscidas manos? No; no quiera el cielo piadoso hazernos tan notable daño. ¡O verdes prados, que con su vista os alegrauades! ¡O flores olorosas, que, de sus pies tocadas, de mayor fragancia erades llenas! ¡O plantas, o arboles desta deleytosa selua! ¡Hazed todos, en la mejor forma que pudieredes, aunque a vuestra naturaleza no se conceda,   -fol. 282r-   algun genero de sentimiento que mueua al cielo a concederme lo que le suplico!

Dezia esto derramando tantas lagrimas el enamorado pastor, que no pudo Galatea dissimular las suyas, ni menos ninguno de los que con ella yuan, haziendo todos vn tan notable sentimiento, como si lloraran en las obsequias de su muerte. Llegó a este punto a ellos Erastro, a quien rescibieron con agradable comedimiento, el qual, como vio a Galatea con señales de hauerle acompañado en las lagrimas, sin apartar los ojos della, la estuuo atento mirando por vn rato, al cabo del qual dixo:

-Agora acabo de conoscer, Galatea, que ninguno de los humanos se escapa de los golpes de la variable fortuna, pues tu, de quien yo entendia que, por particular priuilegio, hauias de estar essenta dellos, veo que con mayor impetu te acometen y fatigan, de donde aueriguo que ha querido el cielo con vn solo golpe lastimar a todos los que te conoscen y a todos los que del valor tuyo tienen alguna noticia; pero, con todo esso, tengo esperança   -fol. 282v-   que no se ha de estender tanto su rigor que lleue adelante la començada   —158→   desgracia, viniendo tan en perjuyzio de tu contento.

-Antes por essa mesma razon -respondio Galatea- estoy yo menos segura de mi desdicha, pues jamas la tuue en lo que desseasse; mas porque no está bien a la honestidad de que me precio que tan a la clara descubra quan por los cabellos me lleua tras si la obediencia que a mis padres deuo, ruegote, Erastro, que no me des occasion de renouar mi sentimiento, ni de ti ni de otro alguno se trate cosa que antes de tiempo despierte en mi la memoria del disgusto que temo. Y con esto assimesmo os ruego, pastores, me dexeys adelantar a la aldea, porque siendo auisado Grisaldo, le quede tiempo para satisfazerse del agrauio que Artandro le ha hecho.

Ignorante estaua Erastro del successo de Artandro; pero la pastora Florisa, en breues razones, se lo conto todo, de que se marauilló Erastro, estimando que no deuia de ser poco el valor de Artandro, pues a tan difficultosa empresa se hauia puesto.   -fol. 283r-   Querian ya los pastores hazer lo que Galatea les mandaua, si en aquella sazon no descubrieran toda la compañia de caualleros, pastores y damas que la noche antes en la hermita de Silerio se quedaron, los quales, en señal de grandissimo contento, a la aldea se venian, trayendo consigo a Silerio con differente traje y gusto que hasta alli hauia tenido, porque ya hauia dexado el de hermitaño, mudandole en el de alegre desposado, como ya lo era de la   —159→   hermosa Blanca, con ygual contento y satisfacion de entrambos158 y de sus buenos amigos Timbrio y Nisida, que se lo persuadieron, dando con aquel casamiento fin a todas sus miserias, y quietud y reposo a los pensamientos que por Nisida le fatigauan. Y assi, con el regozijo que tal sucesso les causaua, venian todos dando muestras del con agradable musica y discretas y amorosas canciones, de las quales cessaron quando vieron a Galatea y a los demas que con ella estauan, rescibiendose vnos a otros con mucho plazer y comedimiento, dandole   -fol. 283v-   Galatea a Silerio el parabien de su sucesso, y a la hermosa Blanca el de su desposorio, y lo mesmo hizieron los pastores Damon, Elicio y Erastro, que en estremo a Silerio estauan afficionados. Luego que cessaron entre ellos los parabienes y cortesias, acordaron de proseguir su camino al aldea, y, para entretenerle, rogo Tyrsi a Timbrio que acabasse el soneto que hauia començado a dezir quando de Silerio fue conoscido; y no escusandose Timbrio de hazerlo, al son de la flauta del celoso Orfenio, con estremada y suaue voz, le cantó y acabó, que era este:




TIMBRIO


    Tan bien fundada tengo la esperança,
que, aunque mas sople riguroso viento,
no podra desdezir de su cimiento:
tal fe, tal fuerça159 y tal valor alcança.
—160→

    Tan lexos voy de consentir mudança  5
en mi firme amoroso pensamiento,
quan cerca de acabar en mi tormento
-fol. 284r-
antes la vida que la confiança.

    Que si, al contraste del amor, vacila
el pecho enamorado, no meresce  10
del mesmo amor la dulce paz tranquila.

    Por esto el mio, que su fe engrandece,
rabie Caribdis o amenaze Cila,
al mar se arroja y al amor se offresce.

Parecio bien el soneto de Timbrio a los pastores, y no menos la gracia con que cantado le hauia, y fue de manera que le rogaron que otra alguna cosa dixesse; mas escusóse con dezir a su amigo Silerio respondiesse por el en aquella causa, como lo hauia hecho siempre en otras mas peligrosas. No pudo Silerio dexar de hazer lo que su amigo le mandaua, y assi, con el gusto de verse en tan felice estado, al son de la mesma flauta de Orfenio, cantó lo que se sigue:




SILERIO


    Gracias al cielo doy, pues he escapado
de los peligros deste mar incierto,
-fol. 284v-
y al recogido fauorable puerto,
tan sin saber por donde, he ya llegado.

    Recojanse las velas del cuydado,  5
reparese el nauio pobre abierto,
cumpla los votos quien con rostro muerto
hizo promessas en el mar ayrado.
—161→

    Beso la tierra, reuerencio al cielo,
mi suerte abraço mejorada y buena,  10
llamo dichoso a mi fatal destino,

    y a la nueua sin par blanda cadena,
con nueuo intento y amoroso zelo,
el lastimado cuello alegre inclino.

Acabó Silerio, y rogo a Nisida fuesse seruida de alegrar aquellos campos con su canto, la qual, mirando a su querido Timbrio, con los ojos le pidio licencia para cumplir lo que Silerio le pedia; y dandosela el ansimesmo con la vista, ella, sin mas esperar, con mucho donayre y gracia, cessando el son de la flauta de Orfenio, al de la çampoña de Orompo cantó este soneto:

  -fol. 285r-  


NISIDA


    Voy contra la opinion de aquel que jura
que jamas del amor llegó el contento
a do llega el rigor de su tormento,
por mas que al bien ayude la ventura.

    Yo se que es bien, yo se que es desuentura,  5
y se de sus effectos claro, y siento
que quanto mas destruye el pensamiento
el mal de amor, el bien mas lo assegura.

    No el verme en braços de la amarga muerte,
por la mal referida triste nueua,  10
ni a los cossarios barbaros rendida,

    fue dura pena, fue dolor tan fuerte,
que agora no conozca y haga prueua
que es mas el gusto de mi alegre vida.

  —162→  

Admiradas quedaron Galatea y Florisa de la estremada voz de la hermosa Nisida, la qual, por parecerle que por entonces en cantar Timbrio y los de su parte hauian tomado la mano, no quiso que su hermana quedasse sin hazerlo; y assi, sin importunarle mucho, con no menos gracia que Nisida, haziendo   -fol. 285v-   señal a Orfenio que su flauta tocasse, al son della cantó desta manera:




BLANCA


    Qual si estuuiera en la arenosa Libia,
o en la apartada Citia, siempre elada,
tal vez del frio temor me vi assaltada,
y tal del fuego que jamas se entiuia.

    Mas la esperança, que el dolor aliuia,  5
en vno y otro estremo, disfraçada
tuuo la vida en su poder guardada,
quando con fuerças, quando flaca y tiuia.

    Passó la furia del inuierno elado,
y, aunque el fuego de amor quedó en su punto,  10
llegó la desseada primauera,

   donde, en vn solo venturoso punto,
gozo del dulce fruto desseado,
con largas prueuas de vna fe sincera.

No menos contentò a los pastores160 la voz y lo que cantó Blanca, que todas las demas que hauian oydo. Y, ya que ellos querian dar muestras de que no toda la habilidad se encerraua en los cortesanos caualleros, y para esto, casi   —163→   de vn mesmo   -fol. 286r-   pensamiento mouidos, Orompo, Crysio, Orfenio y Marsil[i]o començauan a templar sus instrumentos, les forço a boluer las cabeças vn ruydo que a sus espaldas sintieron, el qual causaua vn pastor que con furia yua atrauessando por las matas del verde bosque, el qual fue de todos conoscido, que era el enamorado Lauso, de que se marauilló Tyrsi, porque la noche antes se hauia despedido del, diziendo que yua a vn negocio que importaua el acabarle acabar su pesar y començar su gusto, y que, sin dezirle mas, con otro pastor su amigo se hauia partido, y que no sabía que podia hauerle succedido agora, que con tanta priessa caminaua. Lo que Tyrsi dixo, mouio a Damon a querer llamar a Lauso, y assi le dio vozes que viniesse; mas viendo que no las oya y que ya a mas andar yua traspuniendo vn recuesto, con toda ligereza se adelantó, y, desde encima de otro collado, le tornó a llamar con mayores vozes, las quales oydas por Lauso, y conosciendo quien le llamaua, no pudo dexar de boluer, y, en llegando a Damon,   -fol. 286v-   le abraçó con señales de estraño contento, y tanto, que admiraron a Damon las muestras que de estar alegre daua, y assi le dixo:

-¿Que es esto, amigo Lauso? ¿Has, por ventura, alcançado el fin de tus desseos, o hante desde ayer aca correspondido a ellos de manera que halles con facilidad lo que pretendes?

-Mucho mayor es el bien que traygo, Damon, verdadero amigo -respondio Lauso-;   —164→   pues la causa que a otros suele ser desesperacion y muerte, a mi me ha seruido de esperança y vida, y esta ha sido de vn desden y desengaño, acompañado de vn melindroso donayre que en mi pastora he visto, que me ha restituydo a mi ser primero. Ya, ya, pastor, no siente mi trabajado cuello el pesado yugo amoroso; ya se han deshecho en mi sentido las encumbradas maquinas de pensamientos que desuanescido me trayan; ya tornaré a la perdida conuersacion de mis amigos; ya me paresceran lo que son las verdes yeruas y olorosas flores destos apazibles campos; ya tendran treguas mis sospiros, vado mis lagrimas,   -fol. 287r-   y quietud mis desassossiegos; porque consideres, Damon, si es causa esta bastante para mostrarme alegre y regozijado.

-Si es, Lauso -respondio Damon-; pero temo que alegria tan repentinamente nascida no ha de ser duradera, y tengo ya experiencia que todas las libertades que de desdenes son engendradas se deshazen como el humo, y torna luego la enamorada intencion con mayor priessa a seguir sus intentos. Assi que, amigo Lauso, plega al cielo que sea mas firme tu contento de lo que yo imagino, y gozes largos tiempos la libertad que pregonas: que no sólo me holgaria por lo que deuo a nuestra amistad, sino por ver vn no acostumbrado milagro en los desseos amorosos.

-Como quiera que sea, Damon -respondio Lauso-, yo me siento agora libre y señor de   —165→   mi voluntad; y, porque se satisfaga la tuya de ser verdad lo que digo, mira que quieres que haga en prueua dello. ¿Quieres que me ausente? ¿Quieres que no visite mas las cabañas donde imaginas que puede estar la causa de mis passadas   -fol. 287v-   penas y presentes alegrias? Qualquiera cosa hare por satisfazerte.

-La importancia está en que tu, Lauso, estes satisfecho -respondio Damon-; y vere yo que lo estás quando de aqui a seys dias te vea en esse mesmo proposito. Y por agora no quiero otra cosa de ti sino que dexes el camino que lleuauas y te vengas conmigo adonde todos aquellos pastores y damas nos esperan, y que la alegria que traes la solemnizes con entretenernos con tu canto mientras que al aldea llegamos.

Fue contento Lauso de hazer lo que Damon le mandaua, y assi boluio con el a tiempo que Tyrsi estaua haziendo señas a Damon que se boluiesse; y, en llegando que el y Lauso llegaron, sin gastar palabras de comedimiento, Lauso dixo:

-No vengo, señores, para menos que para fiestas y contentos; por esso, si le rescibireys de escucharme, suene Marsil[i]o su çampoña, y aparejaos a oyr lo que jamas pense que mi lengua tuuiera occasion de dezirlo, ni aun mi pensamiento para imaginarlo.

Todos los pastores respondieron a vna   -fol. 288r-   que les sería de gran gusto el oyrle; y luego Marsil[i]o, con el desseo que tenia de escucharle, tocó   —166→   su çampona, al son de la qual Lauso començo a cantar desta manera:




LAVSO


    ¡Con las rodillas en el suelo hincadas,
las manos en humilde modo puestas
y el coraçon de vn justo zelo lleno,
te adoro, desden sancto, en quien cifradas
estan las causas de las dulces fiestas  5
que gozo en tiempo sossegado y bueno!
¡Tu del rigor del aspero veneno
que el mal de amor encierra
fuyste la cierta y presta medicina;
tu mi total ruyna  10
boluiste en bien, en sana paz mi guerra,
y, assi como a mi rico almo thesoro,
no vna vez sola, mas cien mil te adoro!

    Por ti la luz de mis cansados ojos,
tanto tiempo turbada, y aun perdida,  15
-fol. 288v-
al ser primero ha buelto que tenia;
por ti torno a gozar de los despojos
que de mi voluntad y de mi vida
lleuó de amor la antigua tyrania;
por ti la noche de mi error en dia  20
de sereno discurso
se ha buelto, y la razon, que antes estaua
en possession de esclaua,
con sossegado y aduertido curso,
siendo agora señora, me conduze  25
do el bien eterno mas se muestra y luze.

    Mostrasteme, desden, quan engañosas,
quan falsas y fingidas hauian sido
las señales de amor que me mostrauan,
y que aquellas palabras amorosas,  30
que tanto regalauan el oydo
—167→
y al alma de si mesma enagenauan,
en falsedad y burla se forjauan,
y el regalado y tierno
mirar de aquellos ojos sólo era  35
porque mi primauera
se conuirtiesse en dessabrido inuierno,
-fol. 289r-
quando llegasse el claro desengaño;
mas tu, dulce desden, curaste el daño.

    ¡Desden, que sueles ser espuela aguda  40
que haze caminar al pensamiento
tras la amorosa desseada empresa!
En mi tu effecto y condicion se muda,
que yo por ti me aparto del intento
tras quien corria con no vista priessa,  45
y, aunque contino el fiero amor no cessa,
mal de mi satisfecho,
tender de nueuo el lazo por cogerme,
y, por mas offenderme,
encarar mil saetas a mi pecho,  50
tu, desden, solo, solo tu bien puedes
romper sus flechas y rasgar sus redes.

    No era mi amor tan flaco, aunque senzillo,
que pudiera vn desden echarle a tierra;
cien mil han sido menester primero:  55
que fue, qual suele, sin poder sufrillo,
venir al suelo el pino que le atierra,
en virtud de otros golpes, el postrero.
-fol. 289v-
Graue desden, de parecer seuero,
en desamor fundado  60
y en poca estimacion de agena suerte:
dulce me ha sido el verte,
el oyrte y tocarte, y que gustado
ayas sido del alma en coyuntura
que derribas y acabas mi locura.  65

    Derribas mi locura, y das la mano
al ingenio, desden, que se leuante
—168→
y sacuda de si el pesado sueño,
para que, con mejor intento sano,
nueuas grandezas, nueuos loores cante  70
de otro, si le halla, agradescido dueño.
Tu has quitado las fuerças al beleño
con que el amor ingrato
adormecia a mi virtud doliente,
y, con la tuya ardiente,  75
soy reduzido a nueua vida y trato:
que aora entiendo que yo soy quien puedo
temer con tassa, y esperar sin miedo.

No cantó mas Lauso, aunque bastó lo que   -fol. 290r-   cantado hauia para poner admiracion en los presentes, que, como todos sabian que el dia antes estaua tan enamorado y tan contento de estarlo, marauillauales verle en tan pequeño espacio de tiempo tan mudado y tan otro del que solia. Y considerando bien esto, su amigo Tyrsi le dixo:

-No se si te de el parabien, amigo Lauso, del bien en tan breues horas alcançado, porque temo que no deue de ser tan firme y seguro como tu imaginas; pero todavia me huelgo de que gozes, aunque sea pequeño espacio, del gusto que acarrea al alma la libertad alcançada, pues podria ser que, conosciendo agora en lo que se deue estimar, aunque tornasses de nueuo a las rotas cadenas y lazos, hiziesses mas fuerça para romperlos, atraydo de la dulçura y regalo que goza vn libre entendimiento y vna voluntad desapassionada.

-No tengas temor alguno, discreto Tyrsi -respondio Lauso-, que ninguna otra nueua   —169→   assechança sea bastante a que yo torne a poner los pies en el   -fol. 290v-   cepo amoroso, ni me tengas por tan liuiano y antojadizo, que no me aya costado ponerme en el estado en que estoy infinitas consideraciones, mil aueriguadas sospechas y mil cumplidas promessas hechas al cielo porque a la perdida luz me tornasse; y pues en ella veo agora quan poco antes veya, yo procuraré conseruarla en el mejor modo que pudiere.

-Ninguno otro será tan bueno -dixo Tyrsi- como no boluer a mirar lo que atras dexas, porque perderas, si buelues, la libertad que tanto te ha costado, y quedarás, qual quedó aquel incauto amante, con nueuas occasiones de perpetuo llanto; y ten por cierto, Lauso amigo, que no ay tan enamorado pecho en el mundo, a quien los desdenes y arrogancias escusadas no entiuien y aun le hagan retirar de sus mal colocados pensamientos; y hazeme creer mas esta verdad, saber yo quien es Silena, aunque tu jamas no me lo has dicho, y saber ansimesmo la mudable condicion suya, sus acelerados impetus y la llaneza, por no darle otro nombre, de sus   -fol. 291r-   desseos; cosas que, a no templarlas y disfraçarlas con la sin ygual hermosura de que el cielo la ha dotado, fuera por ellas de todo el mundo aborrescida.

-Verdad dizes, Tyrsi -respondio Lauso-, porque, sin duda alguna, la singular belleza suya y las aparencias de la incomparable honestidad de que se arrea, son partes para que no sólo sea querida, sino adorada de todos quantos   —170→   la miraren; y assi, no deue marauillarse alguno que la libre voluntad mia se aya rendido a tan fuertes y poderosos contrarios: sólo es justo que se marauille de cómo me he podido escapar dellos, que, puesto que salgo de sus manos tan mal tratado, estragada la voluntad, turbado el entendimiento, descaecida la memoria, todavia me parece que puedo triumphar de la batalla.

No passaron mas adelante en su plática los dos pastores, porque a este a punto vieron que, por el mesmo camino que ellos yuan, venia vna hermosa pastora, y poco desuiado della vn pastor, que luego fue conoscido que era el anciano Arsindo, y la pastora era la hermana   -fol. 291v-   de Galercio, Maurisa, la qual, como fue conoscida de Galatea y de Florisa, entendieron que con algun recaudo de Grisaldo para Rosaura venia; y, adelantandose las dos a rescebirla, Maurisa llegó a abraçar a Galatea, y el anciano Arsindo saludó a todos los pastores y abraçó a su amigo Lauso, el qual estaua con grande desseo de saber lo que Arsindo hauia hecho despues que le dixeron que en seguimiento de Maurisa se hauia partido; y viendole agora boluer con ella, luego començo a perder con el y con todos el credito que sus blancas canas le hauian adquirido; y aun le acabara de perder, si los que alli venian no supieran tan de experiencia adonde y a quanto la fuerça del amor se estendia, y assi, en los mesmos que le culpauan halló la disculpa de su yerro. Y paresce que, adiuinando Arsindo lo que los pastores del adiuinauan,   —171→   como en satisfacion y disculpa de su cuydado, les dixo:

-Oyd, pastores, vno de los mas estraños sucessos amorosos que por largos   -fol. 292r-   años en estas nuestras riberas ni en las agenas se aura visto. Bien creo que conosceys y conoscemos todos al nombrado pastor Lenio, aquel cuya desamorada condicion le adquirio renombre de desamorado; aquel que no ha muchos dias que, por sólo dezir mal de amor, osó tomar competencia con el famoso Tyrsi, que está presente; aquel, digo, que jamas supo mouer la lengua que para dezir mal de amor no fuesse; aquel que con tantas veras reprehendia a los que de la amorosa dolencia veya lastimados. Este, pues, tan declarado enemigo del amor, ha venido a término que tengo por cierto que no tiene el amor quien con mas veras le siga, ni aun el tiene vasallo a quien mas persiga, porque le ha hecho enamorar de la desamorada Gelasia, aquella cruel pastora que al hermano desta -señalando a Maurisa-, que tanto en la condicion se le parece, tuuo el otro dia, como vistes, con el cordel a la garganta, para fenecer a manos de su crueldad sus cortos y mal logrados dias. Digo, en fin, pastores, que Lenio   -fol. 292v-   el desamorado muere por la endurescida Gelasia, y por ella llena el ayre de sospiros, y la tierra de lagrimas; y, lo que ay mas malo en esto, es que me parece que el amor ha querido vengarse del rebelde coraçon de Lenio, rindiendole a la mas dura y esquiua pastora que se ha visto, y, conosciendolo el, procura agora   —172→   en quanto dize y haze reconciliarse con el amor, y, por los mesmos terminos que antes le vituperaua, aora le ensalça y honra; y, con todo esto, ni el amor se mueue a fauorescerle, ni Gelasia se inclina a remediarle, como lo he visto por los ojos, pues no ha muchas horas que, viniendo yo en compañia desta pastora, le hallamos en la fuente de las Piçarras, tendido en el suelo, cubierto el rostro de vn sudor frio y anhelando el pecho con vna estraña priessa. Lleguéme a el y conocile, y con el agua de la fuente le rocié el rostro, con que cobró los perdidos espiritus, y, sentandome junto a el, le pregunté la causa de su dolor, la qual el me dixo sin faltar punto, contandomela con tan tierno sentimiento,   -fol. 293r-   que le puso en esta pastora en quien creo que jamas cupo señal de compassion alguna. Encareciome la crueldad de Gelasia, y el amor que la tenia, y la sospecha que en el reynaua de que el amor le auia traydo a tal estado por vengarse en vn solo punto de las muchas offensas que le hauía hecho. Consolele yo lo mejor que supe, y, dexandole libre del passado parasismo, [vengo]161acompañando a esta pastora, y a buscarte a ti, Lauso, para que, si fueres seruido, boluamos a nuestras cabañas, pues ha ya diez dias que dellas nos partimos, y podra ser que nuestros ganados sientan el ausencia nuestra mas que nosotros la suya.

-No se si te responda, Arsindo -respondio Lauso-, que creo que mas por cumplimiento que por otra cosa me combidas a que a nuestras   —173→   cabañas nos boluamos, teniendo tanto que hazer en las agenas, quanto la ausencia que de mi has hecho estos dias lo ha mostrado. Pero, dexando lo mas que en esto te pudiera dezir para mejor sazon y coyuntura, torname a dezir si es verdad lo que de   -fol. 293v-   Lenio dizes, porque, si assi es, podre yo affirmar que ha hecho amor en estos dias de los mayores milagros que en todos los de su vida ha hecho, como son rendir y abassallar el duro coraçon de Lenio, y poner en libertad el tan subjeto mio.

-Mira lo que dizes -dixo entonces Orompo-, amigo Lauso, que, si el amor te tenia subjeto, como hasta aqui has significado, ¿cómo el mesmo amor aora te ha puesto en la libertad que publicas?

-Si me quieres entender, Orompo -replicó Lauso-, verás que en nada me contradigo, porque digo, o quiero dezir, quel amor que reynaua y reyna en el pecho de aquella a quien yo tan en estremo queria, como se encamina a differente intento que el mio, puesto que todo es amor, el effecto que en mi ha hecho es ponerme en libertad, y a Lenio en seruidumbre; y no me hagas, Orompo, que cuente con estos otros milagros.

Y, diziendo esto, boluio los ojos a mirar al anciano Arsindo, y con ellos dixo lo que con la lengua callaua, porque todos entendieron que, el tercero milagro que   -fol. 294r-   pudiera contar, fuera ver enamoradas las canas de Arsindo de los pocos y verdes años de Maurisa, la qual todo este   —174→   tiempo estuuo hablando aparte con Galatea y Florisa, diziendoles cómo otro dia sería Grisaldo en el aldea en ábito de pastor, y que alli pensaua desposarse con Rosaura en secreto, porque en público no podia, a causa que los parientes de Leopersia, con quien su padre tenia concertado de casarle, hauian sabido que Grisaldo queria faltar en la prometida palabra, y en ninguna manera querian que tal agrauio se les hiziesse; pero que, con todo esto, estaua Grisaldo determinado de corresponder antes a lo que a Rosaura deuia, que no a la obligacion en que a su padre estaua.

-Todo esto que os he dicho, pastoras -prosiguio Maurisa-, mi hermano Galercio me dixo que os lo dixesse, el qual a vosotras con este recaudo venia; pero la cruel Gelasia, cuya hermosura lleua siempre tras si el alma de mi desdichado hermano, fue la causa que el no pudiesse venir a deziros lo que he dicho, pues,   -fol. 294v-   por seguir a ella, dexó de seguir el camino que traya, fiandose de mi como de hermana. Ya haueys entendido, pastoras, a lo que vengo; dezidme do está Rosaura, para dezirselo, o dezidselo vosotras, porque, la angustia en que mi hermano queda puesto, no consiente que vn punto mas aqui me detenga.

En tanto que la pastora esto dezia, estaua Galatea considerando la amarga respuesta que pensaua darle, y las tristes nueuas que hauian de llegar a los oydos del desdichado Grisaldo; pero viendo que no escusaua de darlas, y que   —175→   era peor detenerla, luego le conto todo lo que a Rosaura hauia succedido, y cómo Artandro la lleuaua, de que quedó marauillada Maurisa, y al instante quisiera dar la buelta a auisar a Grisaldo, si Galatea no la detuuiera, preguntandole que se hauian hecho las dos pastoras que con ella y con Galercio se hauian ydo, a lo que respondio Maurisa:

-Cosas te pudiera contar dellas, Galatea, que te pusieran en mayor admiracion que no es la en que a mi me ha puesto el successo de Rosaura; pero   -fol. 295r-   el tiempo no me da lugar a ello: sólo te digo que, la que se llamaua Leonarda, se ha desposado con mi hermano Artidoro por el mas sotil engaño que jamas se ha visto, y Theolinda, la otra, está en término de acabar la vida o de perder el juyzio, y sólo la entretiene la vista de Galercio, que, como se parece tanto a la de mi hermano Artidoro, no se aparta vn punto de su compañia; cosa que es a Galercio tan pesada y enojosa, quanto le es dulce y agradable la compañia de la cruel Gelasia. El modo como esto passó te contaré mas despacio, quando otra vez nos veamos, porque no será razon que por mi tardança se impida el remedio que Grisaldo puede tener en su desgracia, vsando en remediarla la diligencia possible, porque, si no a mas que esta mañana que Artandro robó a Rosaura, no se podra auer alexado tanto destas riberas, que quite la esperança a Grisaldo de cobrarla, y mas si yo aguijo los pies, como pienso.

Pareciole bien a Galatea lo que Maurisa dezia,   —176→   y assi, no quiso mas detenerla; sólo le   -fol. 295v-   rogo que fuesse seruida de tornarla a ver lo mas presto que pudiesse, para contarle el sucesso de Theolinda y lo que haria en el hecho de Rosaura. La pastora se lo prometio, y, sin mas detenerse, despidiendose de los que alli estauan, se boluio a su aldea, dexando a todos satisfechos de su donayre y hermosura; pero quien mas sintio su partida fue el anciano Arsindo, el qual, por no dar claras muestras de su desseo, se huuo de quedar tan solo sin Maurisa, quanto acompañado de sus pensamientos. Quedaron tambien las pastoras suspensas de lo que de Theolinda hauian oydo, y en estremo desseauan saber su successo. Y estando en esto, oyeron el claro son de vna bozina que a su diestra mano sonaua, y boluiendo los ojos a aquella parte, vieron encima de vn recuesto algo leuantado dos ancianos pastores, que en medio tenian vn antiguo sacerdote, que luego conoscieron ser el anciano Thelesio; y hauiendo vno de los pastores tocado otra vez la   -fol. 296r-   bozina, todos tres se baxaron del recuesto y se encaminaron hazia otro que alli junto estaua, donde subidos, de nueuo tornaron a tocarla, a cuyo son de differentes partes se començaron a mouer muchos pastores, para venir a ver lo que Thelesio queria, porque con aquella señal solia el conuocar todos los pastores de aquella ribera quando queria hazerles algun prouechoso razonamiento, o dezirles la muerte de algun conoscido pastor de aquellos contornos, o para traerles a la memoria   —177→   el dia de alguna solemne fiesta o el de algunas tristes obsequias. Tiniendo, pues, Aurelio, y casi los mas pastores que alli venian, conoscida la costumbre y condicion de Thelesio, todos se fueron acercando adonde el estaua, y quando llegaron, ya se hauian juntado; pero como Thelesio vio venir tantas gentes, y conoscio quan principales todos eran, baxando de la cuesta, los fue a rescebir con mucho amor y cortesia, y con la mesma fue de todos rescibido, y llegandose Aurelio a Thelesio, le dixo:

-Cuentanos,   -fol. 296v-   si fueres seruido, honrado y venerable Thelesio, que nueua causa te mueue a querer juntar los pastores destos prados. ¿Es, por ventura, de alegres fiestas, o de tristes y funebres successos? ¿O quieresnos mostrar alguna cosa pertenesciente al mejoramiento de nuestras vidas? Dinos, Thelesio, lo que tu voluntad ordena, pues sabes que no saldran las nuestras de todo aquello que la tuya quisiere.

-Pagueos el cielo, pastores -respondio Thelesio-, la sinceridad de vuestras intenciones, pues tanto se conforman con la de aquel que sólo vuestro bien y prouecho pretende. Mas, por satisfazer al desseo que teneys de saber lo que quiero, quieroos traer a la memoria la que deueys tener perpetuamente del valor y fama del famoso y auentajado pastor Meliso162, cuyas dolorosas obsequias se renueuan y se yran renouando de año en año tal dia como mañana, en tanto que en nuestras riberas huuiere pastores, y en nuestras almas no faltare el conoscimiento   —178→   de lo que se deue a la bondad y valor de Meliso. A lo menos, de mi os   -fol. 297r-   se dezir que, en tanto que la vida me durare, no dexaré de acordaros a su tiempo la obligacion en que os tiene puestos la habilidad, cortesia y virtud del sin par Meliso, y assi agora os la acuerdo, y os aduierto que mañana es el dia en que se ha de renouar el desdichado, donde tanto bien perdimos, como fue perder la agradable presencia del prudente pastor Meliso. Por lo que a la bondad suya deueys, y por lo que a la intencion que tengo de seruiros estays obligados, os ruego, pastores, que mañana, al romper del dia, os halleys todos en el valle de los Cypreses, donde está el sepulchro de las honradas cenizas de Meliso, para que alli, con tristes cantos y piadosos sacrificios, procuremos alegerar la pena, si alguna padece, a aquella venturosa alma, que en tanta soledad nos ha dexado.

Y diziendo esto, con el tierno sentimiento que la memoria de la muerte de Meliso le causaua, sus venerables ojos se llenaron de lagrimas, acompañandole en ellas casi los mas de los circunstantes, los quales, todos   -fol. 297v-   de vna mesma conformidad, se offrecieron de acudir otro dia adonde Thelesio les mandaua, y lo mesmo hizieron Timbrio y Silerio, Nisida y Blanca, por parecerles que no sería bien dexar de hallarse en occasion tan piadosa y en junta de tan celebres pastores como alli imaginaron que se juntarian. Con esto se despidieron de Thelesio, y tornaron a seguir el començado camino de la aldea; mas   —179→   no se hauian apartado mucho de aquel lugar, quando vieron venir hazia ellos al desamorado Lenio, con semblante tan triste y pensatiuo, que puso admiracion en todos; y tan transportado en sus imaginaciones venia, que passó lado con lado de los pastores, sin que los viesse; antes, torciendo el camino a la yzquierda mano, no huuo andado muchos passos, quando se arrojó al pie de vn verde sauze, y, dando vn rezio y profundo sospiro, leuantó la mano, y puniendola por el collar del pellico, tiró tan rezio, que le hizo pedaços hasta abaxo, y luego se quitó el çurron del lado, y, sacando del vn   -fol. 298r-   pulido rabel, con grande atencion y sossiego se le puso a templar, y, a cabo de poco espacio, con lastimada y concertada voz, començo a cantar, de manera que forço a todos los que le hauian visto a que se parassen a escucharle hasta el fin de su canto, que fue este:




LENIO


    ¡Dulce amor, ya me arrepiento
de mis passadas porfias;
ya de oy mas confiesso y siento
que fue sobre burlerias
leuantado su cimiento;  5
ya el rebelde cuello erguido
humilde pongo y rendido
al yugo de tu obediencia;
ya conozco la potencia
de tu valor estendido!  10
—180→

    Se que puedes quanto quieres,
y que quieres lo impossible;
se que muestras bien quien eres
en tu condicion terrible,
en tus penas y plazeres,  15
-fol. 298v-
y se, en fin, que yo soy quien
tuuo siempre a mal tu bien,
tu engaño por desengaño,
tus certezas por engaño,
por caricias tu desden.  20

    Estas cosas, bien sabidas,
han agora descubierto
en mis entrañas rendidas
que tu solo eres el puerto
do descansan nuestras vidas;  25
tu la implacable tormenta
que al alma mas atormenta
buelues en serena calma;
tu eres gusto y luz del alma,
y manjar que la sustenta.  30

    Pues esto juzgo y confiesso,
aunque tarde vengo en ello,
tiempla tu rigor y excesso,
amor, y del flaco cuello
aligera vn poco el peso.  35
Al ya rendido enemigo,
-fol. 299r-
no se ha de dar el castigo
como a aquel que se defiende;
quanto mas, que aqui se offende
quien ya quiere ser tu amigo.  40

    Salgo de la pertinacia
do me tuuo mi malicia
y el estar en tu desgracia,
y apelo de tu justicia
ante el rostro de tu gracia.  45
—181→
Que, si a mi poco valor
no le quilata en fauor
de tu gracia conoscida,
presto dexaré la vida
en las manos del dolor.  50

    Las de Gelasia me han puesto
en tan estraña agonia,
que, si mas porfia en esto,
mi dolor y su porfia
se que acabarán bien presto.  55
¡O dura Gelasia, esquiua,
zahareña, dura, altiua!
-fol. 299v-
¿Porque gustas, di, pastora,
que el coraçon que te adora
en tantos tormentos viua?  60

Poco fue lo que cantó Lenio; pero lo que lloró fue tanto, que alli quedara deshecho en lagrimas, si los pastores no acudieran a consolarle. Mas como el los vio venir, y conoscio entre ellos a Tyrsi, sin mas detenerse, se leuantó y se fue a arrojar a sus pies, abraçandole estrechamente las rodillas, y, sin dexar las lagrimas, le dixo:

-Aora puedes, famoso pastor, tomar justa vengança del atreuimiento que tuue de competir contigo, defendiendo la injusta causa que mi ignorancia me proponia. Aora digo que puedes leuantar el braço, y con algun agudo cuchillo traspassar este coraçon, donde cupo tan notoria simpleza como era no tener al amor por vniuersal señor del mundo. Pero de vna cosa te quiero aduertir: que, si quieres tomar al justo la vengança de mi yerro, que me dexes con la vida   —182→   que sostengo, que es tal, que no ay muerte   -fol. 300r-   que se le compare.

Auia ya Tyrsi leuantado del suelo al lastimado Lenio, y, teniendole abraçado, con discretas y amorosas palabras procuraua consolarle, diziendole:

-La mayor culpa que ay en las culpas, Lenio amigo, es el estar pertinazes en ellas; porque es de condicion de demonios el nunca arrepentirse de los yerros cometidos, y, assimesmo, vna de las principales causas que mueue y fuerça a perdonar las offensas, es ver el offendido arrepentimiento en el que offende, y mas quando está el perdonar en manos de quien no haze nada en hazerlo, pues su noble condicion le tira y compele a que lo haga, quedando mas rico y satisfecho con el perdon que con la vengança, como se ve esto a cada passo en los grandes señores y reyes, que mas gloria granjean en perdonar las injurias que en vengarlas. Y pues tu, Lenio, confiessas el error en que has estado, y conosces agora las poderosas fuerças del amor, y entiendes del que es señor vniuersal de nuestros coraçones, por este nueuo   -fol. 300v-   conoscimiento, y por el arrepentimiento que tienes, puedes estar confiado, y viuir seguro que el generoso y blando amor te reduzira presto a sossegada y amorosa vida: que si aora te castiga con darte la penosa que tienes, hazelo porque le conozcas y porque despues tengas y estimes en mas la alegre que sin duda piensa darte.

A estas razones añadieron otras muchas Elicio   —183→   y los demas pastores que alli estauan, con las quales parecio que quedó Lenio algo mas consolado, y luego les conto cómo moria por la cruel pastora Gelasia, exagerandoles la esquiua y desamorada condicion suya y quan libre y essenta estaua de pensar en ningun effecto amoroso, encareciendoles tambien el insufrible tormento que por ella el gentil pastor Galercio padecia, de quien ella hazía tan poco caso, que mil vezes le hauia puesto en terminos de desesperarse. Mas despues que por vn rato en estas cosas huuieron razonado, tornaron a seguir su camino, lleuando consigo a Lenio, y, sin succederles   -fol. 301r-   otra cosa, llegaron al aldea, lleuandose consigo Elicio a Tyrsi, Damon, Erastro, Lauso y Arsindo. Con Daranio se fueron Crysio, Orfenio, Marsil[i]o y Orompo. Florisa y las otras pastoras se fueron con Galatea y con su padre, Aurelio, quedando primero concertado que otro dia, al salir del alua, se juntassen para yr al valle de los Cypreses, como Thelesio les hauia mandado, para celebrar las obsequias de Meliso, en las quales, como ya está dicho, quisieron hallarse Timbrio, Silerio, Nisida y Blanca, que con el venerable Aurelio aquella noche se fueron.


 
 
FIN DEL LIBRO QUINTO