Scena I
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Salen primero
CIPIÓN y
JUGURTA.
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CIPIÓN | Esta difícil y pesada carga, | | que el Senado romano me ha encargado, | | tanto me aprieta, me fatiga y carga, | | que ya sale de quicio mi cuidado. | | Guerra de curso tan estraño y larga, | 5 | y que tantos romanos ha costado, | | ¿quién no estará suspenso al acabarla,
| | o quién no temerá de renovarla? | |
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JUGURTA | ¿Quién, Cipión? Quien tiene la
ventura | | y el valor nunca visto que en ti encierras, | 10 | pues con ella y con él está sigura | | la victoria y el triunfo destas guerras. | |
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CIPIÓN | El esfuerzo regido con cordura | | allana al suelo las más altas sierras, | | y la fuerza feroz de loca mano | 15 | áspero vuelve lo que está más llano. | | Mas no hay que reprimir, a lo que veo, | | la furia del ejército presente, | | que, olvidado de gloria y de trofeo, | | yace embebido en la lascivia ardiente. | 20 | Esto sólo pretendo, esto deseo: | | volver a nuevo trato a nuestra gente; | | que, enmendado primero el que es amigo, | | sujetaré más presto al enemigo. | | ¡Mario! |
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(Sale
GAYO MARIO.)
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CIPIÓN | Haz que a noticia venga | 25 | de todo nuestro ejército, en un punto, | | que, sin que estorbo alguno le detenga, | | parezca en este sitio todo junto, | | porque una breve plática o arenga | | les quiero hacer. |
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CIPIÓN | Camina, porque es bien que sepan todos | | mis nuevas trazas y sus viejos modos. | |
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(Vase
GAYO MARIO.)
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JUGURTA | Séte decir, señor, que no hay
soldado | | que no te tema juntamente y te ame; | | y, porque ese valor tuyo extremado | 35 | de Antártico a Calisto se derrame, | | cada cual con feroz ánimo osado, | | cuando la trompa a la ocasión le llame, | | piensa de hacer en tu servicio cosas | | que pasen las hazañas fabulosas. | 40 |
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CIPIÓN | Primero es menester que se refrene | | el vicio que entre todos se derrama; | | que si éste no se quita, en nada tiene | | con ellos que hacer la buena fama. | | Si este daño común no se previene, | 45 | y se deja arraigar su ardiente llama, | | el vicio solo puede hacernos guerra | | más que los enemigos desta tierra. | |
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(Dentro se echa este bando, habiendo primero
tocado a recoger el atambor:)
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| Manda nuestro general | | que se recojan, armados, | 50 | luego todos los soldados | | en la plaza principal; | | y que ninguno no quede | | de parecer a esta vista, | | so pena que de la lista | 55 | al punto borrado quede. | |
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JUGURTA | No dudo yo, señor, sino que importa | | regir con duro freno la milicia, | | y que se dé al soldado rienda corta | | cuando él se precipita en la injusticia: | 60 | la fuerza del ejército se acorta | | cuando va sin arrimo de justicia, | | aunque más le acompañen a montones | | mil pintadas banderas y escuadrones. | |
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(A este punto han de entrar los más
soldados que pudieren, y
GAYO MARIO, armados a la antigua, sin arcabuces; y
CIPIÓN se sube sobre una peñuela que
está en el tablado, y, mirando a los soldados, dice:)
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CIPIÓN | En el fiero ademán, en los lozanos | 65 | marciales aderezos y vistosos, | | bien os conozco, amigos, por romanos: | | romanos, digo, fuertes y animosos; | | mas, en las blancas delicadas manos | | y en las teces de rostros tan lustrosos, | 70 | allá en Bretaña parecéis criados | | y de padres flamencos engendrados. | | El general descuido vuestro, amigos, | | el no mirar por lo que tanto os toca, | | levanta los caídos enemigos | 75 | |
-fol. 7v-
| y vuestro esfuerzo y opinión apoca; | | desta ciudad los muros son testigos, | | que aún hoy están cual bien fundada roca, | | de vuestras perezosas fuerzas vanas, | | que sólo el nombre tienen de romanas. | 80 | ¿Paréceos, hijos, que es gentil
hazaña | | que tiemble del romano nombre el mundo, | | y que vosotros solos en España | | le aniquiléis y echéis en el profundo? | | ¿Qué flojedad es esta tan extraña? | 85 | ¿Qué flojedad? Si mal yo no me fundo, | | es flojedad nacida de pereza, | | enemiga mortal de fortaleza. | | La blanda Venus con el duro Marte | | jamás hacen durable ayuntamiento: | 90 | ella regalos sigue; él sigue el arte | | que incita a daños y a furor sangriento. | | La cipria diosa estése agora aparte; | | deje su hijo nuestro alojamiento; | | que mal se aloja en las marciales tiendas | 95 | quien gusta de banquetes y meriendas. | | ¿Pensáis que sólo atierra la
muralla | | el ariete de ferrada punta, | | y que sólo atropella la batalla | | la multitud de gente y armas junta? | 100 | Si el esfuerzo y cordura no se halla, | | que todo lo previene y lo barrunta, | | poco aprovechan muchos escuadrones, | | y menos, infinitas municiones. | | Si a militar concierto se reduce | 105 | cualquier pequeño ejército que sea, | | veréis que como sol claro reluce, | | y alcanza las victorias que desea; | | pero si a flojedad él se conduce, | | aunque abreviado el mundo en él se vea, | 110 | en un momento quedará deshecho | | por más reglada mano y fuerte pecho. | | Avergüénceos, varones esforzados, | | ver que, a nuestro pesar, con arrogancia, | | tan pocos españoles, y encerrados, | 115 | defiendan este nido de Numancia. | | Diez y seis años son, y más, pasados, | | que mantienen la guerra y la jactancia | | de haber vencido con feroces manos | | millares de millares de romanos. | 120 | Vosotros os vencéis; que estáis
vencidos | | del bajo antojo femenil liviano, | | con Venus y con Baco entretenidos, | | sin que a las armas extendáis la mano. | | Correos agora, si no estáis corridos, | 125 | de ver que este pequeño pueblo hispano | | contra el poder romano se defienda, | | y cuando más rendido, más ofenda. | | De nuestro campo quiero, en todo caso, | | que salgan las infames meretrices; | 130 | que de ser reducidos a este paso | | ellas solas han sido las raíces. | | Para beber no quede más de un vaso, | | y los lechos, un tiempo ya felices, | | llenos de concubinas, se deshagan | 135 | y de fajina y en el suelo se hagan. | | No me hüela el soldado a otros olores | | que al olor de la pez y de resina, | | ni por gulosidad de los sabores | | traiga aparato alguno de cocina, | 140 | que el que busca en la guerra estos primores, | | muy mal podrá sufrir la coracina; | | no quiero otro primor ni otra fragancia, | | en tanto que español viva en Numancia. | | No os parezca, varones, escabroso | 145 | ni duro este mi justo mandamiento: | | que, al fin, conoceréis ser provechoso, | | cuando aquel consigáis de vuestro intento. | | Bien sé se os ha de hacer dificultoso | | dar a vuestras costumbres nuevo asiento; | 150 | mas, si no las mudáis, estará firme | | la guerra, que esta afrenta más confirme. | | En blandas camas, entre juego y vino, | | hállase mal el trabajoso Marte; | | otro aparejo busca, otro camino; | 155 | otros brazos levantan su estandarte; | | cada cual se fabrica su destino, | | no tiene aquí Fortuna alguna parte: | | la pereza fortuna baja cría; | | la diligencia, imperio y monarquía. | 160 | Estoy, con todo esto, tan seguro | | de que al fin mostraréis que sois romanos, | | que tengo en nada el defendido muro | | destos rebeldes bárbaros hispanos; | | |
-fol. 8r-
| y así, os prometo por mi diestra y juro | 165 | que si igualáis al ánimo las manos, | | que las mías se alarguen en pagaros, | | y mi lengua también en alabaros. | |
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(Míranse los soldados unos a otros, y
hacen señas a uno de ellos,
GAYO MARIO, que responda por todos, y así
dice:)
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GAYO MARIO | Si con atentos ojos has mirado, | | ínclito general, en los semblantes | 170 | que a tus breves razones han mostrado | | los que tienes agora circunstantes, | | cual habrás visto sin color, turbado, | | y cual con ella: indicios bien bastantes | | de que el temor y la vergüenza, a una, | 175 | los aflige, molesta e importuna. | | Vergüenza de mirarse reducidos | | a términos tan bajos por su culpa; | | que, viendo ser por ti reprehendidos, | | no saben a su falta hallar disculpa; | 180 | temor de tantos yerros cometidos, | | y la torpe pereza, que los culpa, | | los tiene de tal modo, que se holgaran | | antes morir que en esto se hallaran. | | Pero el lugar y tiempo que les queda | 185 | para mostrar alguna recompensa, | | es causa que con menos fuerza pueda | | fatigar el rigor de tal ofensa: | | de hoy más, con presta voluntad y leda, | | el más mínimo de estos cuida y piensa | 190 | de ofrecer sin revés a tu servicio | | la hacienda, vida y honra en sacrificio. | | Admite, pues, de sus intentos sanos | | el justo ofrecimiento, señor mío, | | y considera, al fin, que son romanos, | 195 | en quien nunca faltó del todo el brío. | | Vosotros, levantad las diestras manos | | en señas que aprobáis el voto mío. | |
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SOLDADO 1.º | Todo lo que aquí has dicho confirmamos. | |
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CIPIÓN | Pues, arrimada a tal ofrecimiento, | | crecerá desde hoy más mi confianza, | | creciendo en vuestros pechos ardimiento | | y del viejo vivir nueva mudanza. | | Vuestras promesas no se lleve el viento; | 205 | hacedlas verdaderas con la lanza, | | que las mías saldrán tan verdaderas, | | cuanto fuere el valor de vuestras veras. | |
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SOLDADO | Dos numantinos con seguro vienen | | a darte, Cipión, una embajada. | 210 |
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CIPIÓN | ¿Por qué no llegan ya? ¿En qué se
detienen? | |
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SOLDADO | Esperan que licencia les sea dada. | |
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CIPIÓN | Si son embajadores, ya la tienen. | |
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CIPIÓN | Dales entrada; | | que, aunque descubra cierto o falso pecho | 215 | el enemigo, siempre es de provecho. | | Jamás la falsedad vino cubierta | | tanto con la verdad, que no mostrase | | algún pequeño indicio, alguna puerta | | por donde su maldad se investigase; | 220 | oír al enemigo es cosa cierta | | que siempre aprovechó antes que dañase, | | y en las cosas de guerra, la experiencia | | muestra que lo que digo es cierta ciencia. | |
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(Entran dos embajadores numantinos:
PRIMERO y
SEGUNDO.)
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PRIMERO | Si nos das, buen señor, grata licencia | 225 | de decir la embajada que traemos, | | do estamos, o ante sola tu presencia, | | todo a lo que venimos te diremos. | |
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CIPIÓN | Decid, que adondequiera doy audiencia. | |
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PRIMERO | Pues con ese seguro que tenemos | 230 | de tu real grandeza concedido, | | daré principio a lo que soy venido. | | Numancia, de quien yo soy ciudadano, | | ínclito general, a ti me envía, | | como al más fuerte capitán romano | 235 | que ha cubierto la noche o visto el día, | | a pedirte, señor, la amiga mano, | | en señal de que cesa la porfía | | tan trabada y cruel de tantos años, | | que ha causado sus propios y tus daños. | 240 | Dice que nunca de la ley y fueros | | del romano Senado se apartara, | | si el insufrible mando y desafueros | | de un cónsul y otro no la fatigara: | | ellos, con duros estatutos fieros | 245 | y con su estrecha condición avara, | | |
-fol. 8v-
| pusieron tan gran yugo a nuestros cuellos, | | que forzados salimos dél y de ellos; | | y, en todo el largo tiempo que ha durado | | entre ambas partes la contienda, es cierto | 250 | que ningún general hemos hallado | | con quien poder tratar de algún concierto. | | Empero agora, que ha querido el hado | | reducir nuestra nave a tan buen puerto, | | las velas de la guerra recogemos, | 255 | y a cualquiera partido nos ponemos. | | Y no imagines que temor nos lleva | | a pedirte las paces con instancia, | | pues la larga experiencia ha dado prueba | | del poder valeroso de Numancia. | 260 | Tu virtud y valor es quien nos ceba, | | y nos declara que será ganancia | | mayor de cuantas desear podremos, | | si por señor y amigo te tenemos. | | A esto ha sido la venida nuestra: | 265 | respóndenos, señor, lo que te place. | |
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CIPIÓN | Tarde de arrepentidos dais la muestra; | | poco vuestra amistad me satisface. | | De nuevo ejercitad la fuerte diestra, | | que quiero ver lo que la mía hace, | 270 | ya que ha puesto en ella la ventura | | la gloria mía y vuestra desventura. | | A desvergüenza de tan largos años, | | es poca recompensa pedir paces: | | seguid la guerra, renovad los daños, | 275 | salgan de nuevo las valientes haces. | |
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SEGUNDO | La falsa confianza mil engaños | | consigo trae; advierte lo que haces, | | señor, que esa arrogancia que nos muestras | | renovará el valor en nuestras diestras. | 280 | Y, pues niegas la paz que con buen celo | | te ha sido por nosotros demandada, | | de hoy más la causa nuestra con el cielo | | quedará por mejor calificada; | | y, antes que pises de Numancia el suelo, | 285 | probarás dó se extiende la indignada | | furia de aquel que, siéndote enemigo, | | quiere serte vasallo y fiel amigo. | |
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PRIMERO | No; más tenemos | | que hacer, pues tú, señor, ansí lo
quieres, | 290 | sin querer la amistad que te ofrecemos, | | correspondiendo mal a ser quien eres. | | Pero entonces verás lo que podemos, | | cuando nos muestres tú lo que pudieres; | | que es una cosa razonar de paces, | 295 | y otra romper por las armadas haces. | |
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CIPIÓN | Verdad dices; y ansí, para mostraros | | si sé tratar en paz y obrar en guerra, | | no quiero por amigos aceptaros, | | ni lo seré jamás de vuestra tierra. | 300 | Y, con esto, podéis luego tornaros. | |
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SEGUNDO | ¿Que en esto tu querer, señor, se encierra? | |
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SEGUNDO | Pues, ¡sus, al hecho, | | que guerras ama el numantino pecho! | |
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(Sálense los embajadores, y
QUINTO FABIO, hermano de
CIPIÓN, dice:)
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[QUINTO FABIO] | El descuido pasado nuestro ha sido | 305 | el que os hace hablar de aquesa suerte, | | mas ya ha llegado el tiempo, ya es venido, | | do veréis nuestra gloria y vuestra muerte. | |
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CIPIÓN | El vano blasonar no es admitido | | de pecho valeroso, honrado y fuerte: | 310 | templa las amenazas, Fabio, y calla, | | y tu valor descubre en la batalla. | | Aunque yo pienso hacer que el numantino | | nunca a las manos con nosotros venga, | | buscando de vencerle tal camino, | 315 | que más a mi provecho le convenga; | | yo haré que abaje el brío y pierda el tino, | | y que en sí mesmo su furor detenga: | | pienso de un hondo foso rodeallos, | | y por hambre insufrible subjetallos. | 320 | No quiero ya que sangre de romanos | | colore más el suelo desta tierra: | | basta la que han vertido estos hispanos | | en tan larga, reñida y cruda guerra; | | ejercítense agora vuestras manos | 325 | en romper y cavar la dura tierra, | | y cúbranse de polvo los amigos | | que no lo están de sangre de enemigos. | | No quede de este oficio reservado | | ninguno que le tenga preminente: | 330 | |
-fol. 9r-
| trabaje el decurión como el soldado, | | y no se muestre en esto diferente. | | Yo mismo tomaré el hierro pesado, | | y romperé la tierra fácilmente. | | Haced todos cual yo, y veréis que hago | 335 | tal obra con que a todos satisfago. | |
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QUINTO FABIO | Valeroso señor y hermano mío, | | bien nos muestras en esto tu cordura, | | pues fuera conocido desvarío | | y temeraria muestra de locura | 340 | pelear contra el loco airado brío | | destos desesperados sin ventura. | | Mejor será encerrallos, como dices, | | y quitarles al brío las raíces. | | Bien puede la ciudad toda cercarse, | 345 | si no es la parte por do el río la baña. | |
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CIPIÓN | Vamos, y venga luego a efectuarse | | esta mi nueva poco usada hazaña; | | y si en nuestro favor quiere mostrarse | | el cielo, quedará subjeta España | 350 | al Senado romano, solamente | | con vencer la soberbia de esta gente. | |
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[Vanse.]
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Scena
II
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Sale una doncella coronada con unas torres y
trae un castillo en la mano, la cual significa
ESPAÑA, y dice:
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ESPAÑA | ¡Alto, sereno y espacioso cielo, | | que con tus influencias enriqueces | | la parte que es mayor deste mi suelo, | 355 | y sobre muchos otros le engrandeces, | | muévate a compasión mi amargo duelo; | | y, pues al afligido favoreces, | | favoréceme a mí en ansia tamaña, | | que soy la sola desdichada España! | 360 | Bástete ya que un tiempo me tuviste | | todos mis flacos miembros abrasados, | | y al sol por mis entrañas descubriste | | el reino escuro de los condenados. | | A mil tiranos, mil riquezas diste; | 365 | a fenices y griegos entregados | | mis reinos fueron, porque tú has querido, | | o porque mi maldad lo ha merecido. | | ¿Será posible que contino sea | | esclava de naciones estranjeras, | 370 | y que un pequeño tiempo yo no vea | | de libertad tendidas mis banderas? | | Con justísimo título se emplea | | en mí el rigor de tantas penas fieras, | | pues mis famosos hijos y valientes | 375 | andan entre sí mesmos diferentes. | | Jamás en su provecho concertaron | | los divididos ánimos briosos; | | antes, entonces más los apartaron | | cuando se vieron más menesterosos; | 380 | y ansí, con sus discordias convidaron | | los bárbaros de pechos codiciosos | | a venir y entregarse en mis riquezas, | | usando en mí y en ellos mil crüezas. | | Sola Numancia es la que sola ha sido | 385 | quien la luciente espada sacó fuera, | | y a costa de su sangre ha mantenido | | la amada libertad suya primera. | | Mas, ¡ay!, que veo el término cumplido, | | y llegada la hora postrimera, | 390 | do acabará su vida y no su fama, | | cual Fénix renovándose en la llama. | | Estos tan muchos temidos romanos | | que buscan de vencer cien mil caminos, | | rehuyen de venir más a las manos | 395 | con los pocos valientes numantinos. | | ¡Oh, si saliesen sus intentos vanos, | | y fuesen sus quimeras desatinos, | | y esta pequeña tierra de Numancia | | sacase de su pérdida ganancia! | 400 | Mas, ¡ay!, que el enemigo la ha cercado, | | no sólo con las armas contrapuestas | | al flaco muro suyo, mas ha obrado | | con diligencia estraña y manos prestas, | | que un foso, por la margen trincheado, | 405 | rodea la ciudad por llano y cuestas; | | sola la parte por do el río se extiende | | de este ardid nunca visto se defiende. | | Ansí, están encogidos y
encerrados | | los tristes numantinos en sus muros: | 410 | ni ellos pueden salir, ni ser entrados, | | |
-fol. 9v-
| y están de los asaltos bien seguros; | | pero, en sólo mirar que están privados | | de ejercitar sus fuertes brazos duros, | | con horrendos acentos y feroces | 415 | la guerra piden, o la muerte a voces. | | Y, pues sola la parte por do corre | | y toca a la ciudad el ancho Duero, | | es aquella que ayuda y que socorre | | en algo al numantino prisionero, | 420 | antes que alguna máquina o gran torre | | en sus aguas se funde, rogar quiero | | al caudaloso conocido río, | | en lo que puede ayude el pueblo mío. | | Duero gentil, que con torcidas vueltas | 425 | humedeces gran parte de mi seno, | | ansí en tus aguas siempre veas envueltas | | arenas de oro, cual el Tajo ameno, | | y ansí las ninfas fugitivas sueltas, | | de que está el verde prado y bosque lleno, | 430 | vengan humildes a tus aguas claras, | | y en prestarte favor no sean avaras, | | que prestes a mis ásperos lamentos | | atento oído, o que a escucharlos vengas; | | y, aunque dejes un rato tus contentos, | 435 | suplícote que en nada te detengas. | | Si tú con tus continos crecimientos, | | destos fieros romanos no me vengas, | | cerrado veo ya cualquier camino | | a la salud del pueblo numantino. | 440 |
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(Sale el río
DUERO, con otros muchachos vestidos de río como
él, que son tres riachuelos que entran en
DUERO.)
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DUERO | Madre y querida España, rato
había | | que hirieron mis oídos tus querellas; | | y si en salir acá me detenía, | | fue por no poder dar remedio a ellas. | | El fatal, miserable y triste día, | 445 | según el disponer de las estrellas, | | se llega de Numancia, y cierto temo | | que no hay dar medio a su dolor extremo. | | Con Orvión, Minuesa y también
Tera, | | cuyas aguas las mías acrecientan, | 450 | he llenado mi seno en tal manera, | | que los usados márgenes revientan; | | mas, sin temor de mi veloz carrera, | | cual si fuera un arroyo, veo que intentan | | de hacer lo que tú, España, nunca veas: | 455 | sobre mis aguas, torres y trincheas. | | Mas, ya que el revolver del duro hado | | tenga el último fin estatuido | | deste tu pueblo numantino amado, | | pues a términos tales ha venido, | 460 | un consuelo le queda en este estado: | | que no podrán las sombras del olvido | | oscurecer el sol de sus hazañas, | | en toda edad tenidas por estrañas. | | Y, puesto que el feroz romano tiende | 465 | el paso agora por tu fértil suelo, | | y que te oprime aquí, y allí te ofende, | | con arrogante y ambicioso celo, | | tiempo vendrá, según que ansí lo entiende
| | el saber que a Proteo ha dado el cielo, | 470 | que esos romanos sean oprimidos | | por los que agora tienen abatidos. | | De remotas naciones venir veo | | gentes que habitarán tu dulce seno, | | después que, como quiere tu deseo, | 475 | habrán a los romanos puesto freno; | | godos serán, que, con vistoso arreo, | | dejando de su fama al mundo lleno, | | vendrán a recogerse en tus entrañas, | | dando de nuevo vida a sus hazañas. | 480 | Estas injurias vengará la mano | | del fiero Atila en tiempos venideros, | | poniendo al pueblo tan feroz romano | | sujeto a obedecer todos sus fueros; | | y, portillos abriendo en Vaticano, | 485 | tus bravos hijos y otros estranjeros | | harán que para huir vuelva la planta | | el gran Piloto de la nave santa. | | Y también vendrá tiempo en que se
mire | | estar blandiendo el español cuchillo | 490 | sobre el cuello romano, y que respire | | sólo por la bondad de su caudillo. | | El grande Albano hará que se retire | | el español ejército, sencillo, | | |
-fol. 10r-
| no de valor sino de poca gente, | 495 | que iguala al mayor número en valiente. | | Y cuando fuere ya más conocido | | el propio Hacedor de tierra y cielo, | | aquél que ha de quedar estatuido | | por visorrey de Dios en todo el suelo, | 500 | a tus reyes dará tal apellido, | | cual viere que más cuadra con su celo: | | católicos serán llamados todos, | | sucesión digna de los fuertes godos. | | Pero el que más levantará la mano | 505 | en honra tuya y general contento, | | haciendo que el valor del nombre hispano | | tenga entre todos el mejor asiento, | | un rey será, de cuyo intento sano | | grandes cosas me muestra el pensamiento: | 510 | será llamado, siendo suyo el mundo, | | el Segundo Filipo, sin segundo. | | Debajo deste imperio tan dichoso, | | serán a una corona reducidos, | | por bien universal y tu reposo, | 515 | tus reinos hasta entonces divididos; | | el jirón lusitano tan famoso, | | que un tiempo se cortó de los vestidos | | de la ilustre Castilla, ha de zurcirse | | de nuevo y a su estado antiguo unirse. | 520 | ¡Qué envidia y qué temor,
España amada, | | te tendrán las naciones estranjeras, | | en quién tu teñirás tu aguda espada | | y tenderás, triunfando, tus banderas! | | Sírvate esto de alivio en la pesada | 525 | ocasión por quien lloras tan de veras, | | pues no puede faltar lo que ordenado | | ya tiene de Numancia el duro hado. | |
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ESPAÑA | Tus razones alivio han dado en parte, | | famoso Duero, a las pasiones mías, | 530 | sólo porque imagino que no hay parte | | de engaño alguno en estas profecías. | |
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DUERO | Bien puedes de eso, España, asegurarte, | | puesto que tarden tan dichosos días. | | Y adiós, porque me esperan ya mis ninfas. | 535 |
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ESPAÑA | ¡El cielo aumente tus sabrosas linfas! | |
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Scena I
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Interlocutores:
TEÓGENES y
CORABINO, con otros cuatro numantinos, gobernadores de
Numancia, y
MARQUINO, hechicero, y un cuerpo muerto, que
saldrá a su tiempo. Siéntanse a consejo, y los cuatro numantinos
que no tienen nombres se señalan así:
PRIMERO,
SEGUNDO,
TERCERO,
CUARTO.
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TEÓGENES | Paréceme, varones esforzados, | | que en nuestros daños con rigor influyen | | los tristes signos y contrarios hados, | | pues nuestra fuerza y maña desminuyen. | | Tiénennos los romanos encerrados, | 5 | y con cobardes mañas nos destruyen; | | ni con matar muriendo no hay vengarnos, | | ni podemos sin alas escaparnos. | | Y no sólo a vencernos se despiertan | | los que habemos vencido veces tantas, | 10 | que también españoles se conciertan | | con ellos a segar nuestras gargantas; | | tan gran maldad los cielos no consientan: | | con rayos hieran las ligeras plantas | | que se mueven en daño del amigo, | 15 | favoreciendo al pérfido enemigo. | | Mirad si imagináis algún remedio | | para salir de tanta desventura, | | porque este largo y trabajoso asedio | | sólo promete presta sepultura; | 20 | el ancho foso nos estorba el medio | | de probar con las armas la ventura, | | aunque a veces valientes, fuertes brazos, | | rompen mil contrapuestos embarazos. | |
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CORABINO | ¡A Júpiter pluguiera soberano | 25 | que nuestra juventud sola se viera | | con todo el bravo ejército romano, | | adonde el brazo rodear pudiera! | | Que allí al valor de la española mano | | la mesma muerte poco estorbo fuera, | 30 | para dejar de abrir ancho camino | | a la salud del pueblo numantino. | | Mas, pues en tales términos nos vemos, | | que estamos como damas encerrados, | | hagamos todo cuanto hacer podremos | 35 | para mostrar los ánimos osados: | | a nuestros enemigos convidemos | | a singular batalla; que, cansados | | de este cerco tan largo, ser podría | | quisiesen acabarle por tal vía. | 40 | Y, cuando este remedio no suceda | | a la justa medida del deseo, | | otro camino de intentar nos queda, | | |
-fol. 10v-
| aunque más trabajoso, a lo que creo: | | este foso y muralla que nos veda | 45 | el paso al enemigo que allí veo, | | en un tropel de noche le rompamos, | | y por ayuda a los amigos vamos. | |
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NUMANTINO PRIMERO | O sea por el foso o por la muerte, | | de abrir tenemos paso a nuestra vida; | 50 | que es dolor insufrible el de la muerte, | | si llega cuando más vive la vida; | | remedio a las miserias es la muerte, | | si se acrecientan ellas con la vida, | | y suele tanto más ser excelente, | 55 | cuanto se muere más honradamente. | |
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SEGUNDO | ¿Con qué más honra pueden
apartarse | | de nuestros cuerpos estas almas nuestras, | | que en las romanas armas arrojarse | | y en su daño mover las fuertes diestras? | 60 | En la ciudad podrá muy bien quedarse | | quien gusta de cobarde dar las muestras; | | que yo mi gusto pongo en quedar muerto | | en el cerrado foso o campo abierto. | |
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TERCERO | Esta insufrible hambre macilenta, | 65 | que tanto nos persigue y nos rodea, | | hace que en vuestro parecer consienta, | | puesto que temerario y duro sea. | | Muriendo escusaremos tanta afrenta; | | mas quien morir de hambre no desea, | 70 | arrójese conmigo al foso, y haga | | camino a su remedio con la daga. | |
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CUARTO | Primero que vengáis al trance duro | | desta resolución que habéis tomado, | | paréceme ser bien que desde el muro | 75 | nuestro fiero enemigo sea avisado, | | diciéndole que dé campo seguro | | a un numantino y otro su soldado, | | y que la muerte de uno sea sentencia | | que acabe nuestra antigua diferencia. | 80 | Son los romanos tan soberbia gente, | | que luego aceptarán este partido; | | y si lo aceptan, creo firmemente | | que nuestro amargo daño ha fenecido, | | pues está Corabino aquí presente, | 85 | cuyo valor me tiene persuadido | | que él solo contra tres bravos romanos | | quitará la victoria de las manos. | | También será acertado que
Marquino, | | pues es un agorero tan famoso, | 90 | mire qué estrella, qué planeta o signo | | nos amenaza muerte o fin honroso, | | y si puede hallar algún camino | | que nos pueda mostrar si del dudoso | | cerco cruel do estamos oprimidos | 95 | saldremos vencedores o vencidos. | | También primero encargo que se haga | | a Júpiter solene sacrificio, | | de quien podremos esperar la paga | | harto mayor que nuestro beneficio; | 100 | cúrese luego la profunda llaga | | del arraigado acostumbrado vicio: | | quizá con esto mudará de intento | | el hado esquivo y nos dará contento. | | Para morir, jamás le falta tiempo | 105 | al que quiere morir desesperado: | | siempre seremos a sazón y a tiempo | | para mostrar, muriendo, el pecho osado; | | mas, porque no se pase en balde el tiempo, | | mirad si os cuadra lo que aquí he ordenado; | 110 | y si no os pareciere, dad un modo | | que mejor venga y que convenga a todo. | |
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MARQUINO | Esa razón que muestran tus razones | | es aprobada del intento mío. | | Háganse sacrificios y oblaciones | 115 | y póngase en efeto el desafío; | | que yo no perderé las ocasiones | | de mostrar de mi ciencia el poderío: | | yo sacaré del hondo centro escuro | | quien nos declare el bien o el mal futuro. | 120 |
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TEÓGENES | Yo desde aquí me ofrezco, si os parece | | que puede de mi esfuerzo algo fiarse, | | de salir a este duelo que se ofrece, | | si por ventura viene a efectuarse. | |
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CORABINO | Más honra tu valor raro merece: | 125 | bien pueden de tu esfuerzo confiarse | | |
-fol. 11r-
| más difíciles cosas y mayores, | | por ser el que es mejor de los mejores. | | Y, pues tú ocupas el lugar primero | | de la honra y valor con causa justa, | 130 | yo, que en todo me cuento por postrero, | | quiero ser el haraldo desta justa. | |
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PRIMERO | Pues yo, con todo el pueblo, me prefiero | | hacer de lo que Júpiter más gusta, | | que son los sacrificios y oraciones, | 135 | si van con enmendados corazones. | |
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SEGUNDO | Vámonos, y con presta diligencia | | hagamos cuanto aquí propuesto habemos, | | antes que la pestífera dolencia | | de la hambre nos ponga en los extremos. | 140 |
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TERCERO | Si tiene el Cielo dada la sentencia | | de que en este rigor fiero acabemos, | | revóquela, si acaso lo merece | | la justa enmienda que Numancia ofrece. | |
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[Vanse.]
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Scena II
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Salen primero dos soldados numantinos:
MORANDRO y
LEONCIO.
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LEONCIO | Morandro, amigo, ¿a dó vas, | 145 | o hacia dó mueves el pie? | |
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MORANDRO | Si yo mismo no lo sé, | | tampoco tú lo sabrás. | |
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LEONCIO | ¡Cómo te saca de seso | | tu amoroso pensamiento! | 150 |
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MORANDRO | Antes, después que le siento | | tengo más razón y peso. | |
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LEONCIO | Eso ya está averiguado: | | que el que sirviere al Amor | | ha de ser, por su dolor, | 155 | con razón muy más pesado. | |
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MORANDRO | De malicia o de agudeza | | no escapa lo que dijiste. | |
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LEONCIO | Tú mi agudeza entendiste, | | mas yo entiendo tu simpleza. | 160 |
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MORANDRO | ¿Que soy simple en querer bien? | |
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LEONCIO | Sí, si al querer no se mide, | | como la razón lo pide, | | con cuándo, cómo y a quién. | |
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MORANDRO | ¿Reglas quiés poner a amor? | 165 |
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MORANDRO | Razonables serán ellas, | | mas no de mucho primor. | |
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LEONCIO | En la amorosa porfía, | | a razón no hay conocella. | 170 |
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MORANDRO | Amor no va contra ella, | | aunque de ella se desvía. | |
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LEONCIO | ¿No es ya contra la razón, | | siendo tú tan buen soldado, | | andar tan enamorado | 175 | en esta estrecha ocasión? | | ¿Al tiempo que del dios Marte | | has de pedir el furor, | | te entretienes con Amor, | | que mil blanduras reparte? | 180 | ¿Ves la patria consumida | | y de enemigos cercada, | | y tu memoria, turbada | | por amor, de ella se olvida? | |
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MORANDRO | En ira mi pecho se arde | 185 | por verte hablar sin cordura: | | ¿hizo el amor, por ventura, | | a ningún pecho cobarde? | | ¿Dejo yo la centinela | | por ir dónde está mi dama, | 190 | o estoy durmiendo en la cama | | cuando mi capitán vela? | | ¿Hasme tú visto faltar | | de lo que debo a mi oficio | | por algún regalo o vicio, | 195 | ni menos por bien amar? | | Y si nada me has hallado | | de que deba dar disculpa, | | ¿por qué me das tanta culpa | | de que sea enamorado? | 200 | Y si de conversación | | me ves que ando siempre ajeno, | | mete la mano en tu seno, | | verás si tengo razón. | | ¿No sabes los muchos años | 205 | que tras Lira ando perdido? | | ¿No sabes que era venido | | el fin de mis tristes daños, | | porque su padre ordenaba | | de dármela por mujer, | 210 | y que Lira su querer | | con el mío concertaba? | | |
-fol. 11v-
| También sabes que llegó | | en tan dulce coyuntura | | esta fuerte guerra dura, | 215 | por quien mi gloria cesó. | | Dilatóse el casamiento | | hasta acabar esta guerra, | | porque no está nuestra tierra | | para fiestas y contento. | 220 | Mira cuán poca esperanza | | puedo tener de mi gloria, | | pues está nuestra victoria | | toda en la enemiga lanza. | | De la hambre fatigados, | 225 | sin medio de algún remedio, | | tal muralla y foso en medio, | | pocos, y esos encerrados. | | Pues, como veo llevar | | mis esperanzas del viento, | 230 | ando triste y descontento, | | ansí cual me ves andar. | |
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LEONCIO | Sosiega, Morandro, el pecho; | | vuelve al brío que tenías: | | quizá por ocultas vías | 235 | se ordena nuestro provecho; | | que Júpiter soberano | | nos descubrirá camino, | | por do el pueblo numantino | | quede libre del romano; | 240 | y, en dulce paz y sosiego, | | de tu esposa gozarás, | | y las llamas templarás | | deste tu amoroso fuego; | | que, para tener propicio | 245 | al gran Júpiter Tonante, | | hoy Numancia, en este instante, | | le quiere hacer sacrificio. | | Ya el pueblo viene y se muestra | | con las víctimas e incienso. | 250 | ¡Oh Júpiter, padre imenso, | | mira la miseria nuestra! | |
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[Apártanse a un lado.]
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(Han de salir agora dos numantinos, vestidos
como sacerdotes antiguos, y traen asido de los cuernos en medio de entrambos un
carnero grande, coronado de oliva o yedra y otras flores, y un
PAJE con una fuente de plata y una toalla al hombro;
otro, con un jarro de plata lleno de agua; otro, con otro lleno de vino; otro,
con otro plato de plata con un poco de incienso; otro, con fuego y leña;
otro que ponga una mesa con un tapete, donde se ponga todo esto; y salgan en
esta scena todos los que hubiere en la comedia, en hábito de numantinos,
y luego los sacerdotes, y dejando el uno el carnero de la mano, diga:)
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SACERDOTE PRIMERO | Señales ciertas de dolores ciertos | | se me han representado en el camino, | | y los canos cabellos tengo yertos. | 255 |
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SACERDOTE SEGUNDO | Si acaso yo no soy mal adevino, | | nunca con bien saldremos desta impresa. | | ¡Ay, desdichado pueblo numantino! | |
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PRIMERO | Hagamos nuestro oficio con la priesa | | que nos incitan los agüeros tristes. | 260 |
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SEGUNDO | Poned, amigos, hacia aquí esa mesa: | | el vino, encienso y agua que trujistes, | | poneldo encima y apartaos afuera, | | y arrepentíos de cuanto mal hicistes; | | que la oblación mejor y la primera | 265 | que se debe ofrecer al alto cielo, | | es alma limpia y voluntad sincera. | |
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PRIMERO | El fuego no le hagáis vos en el suelo, | | que aquí viene brasero para ello; | | que ansí lo pide el religioso celo. | 270 |
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SEGUNDO | Lavaos las manos y limpiaos el cuello. | |
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PRIMERO | Dad acá el agua... ¿El fuego no se enciende? | |
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UNO | ¡No hay quien pueda, señores, encendello! | |
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SEGUNDO | ¡Oh Júpiter! ¿Qué es
esto que pretende | | de hacer en nuestro daño el hado esquivo? | 275 | ¿Cómo el fuego en la tea no se emprende? | |
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UNO | Ya parece, señor, que está algo
vivo. | |
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PRIMERO | ¡Quítate afuera, oh flaca llama escura, | | que dolor en mirarte ansí recibo! | | ¿No miras cómo el humo se
apresura | 280 | a caminar al lado del poniente, | | y la amarilla llama mal sigura | | sus puntas encamina hacia el oriente? | | ¡Desdichada señal! ¡Señal notoria | | que nuestro mal y daño está presente! | 285 |
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SEGUNDO | Aunque lleven romanos la victoria | | de nuestra muerte, en humo ha de tornarse | | y en llamas vivas nuestra muerte y gloria. | |
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-fol. 12r-
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PRIMERO | Pues debe con el vino rociarse | | el sacro fuego, dad acá ese vino, | 290 | y el incienso también, que ha de quemarse. | |
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(Rocían el fuego, y a la redonda, con el
vino, y luego ponen el incienso en el fuego y dice el)
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SEGUNDO | Al bien del triste pueblo numantino | | endereza, ¡oh gran Júpiter!, la fuerza | | propicia del contrario amargo signo. | |
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PRIMERO | Ansí como este ardiente fuego fuerza | 295 | a que en humo se vaya el sacro incienso, | | ansí se haga al enemigo fuerza, | | para que en humo eterno, padre inmenso, | | todo su bien, toda su gloria vaya, | | ansí como tú puedes y yo pienso. | 300 |
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SEGUNDO | Tengan los cielos su poder a raya, | | ansí como esta víctima tenemos, | | y lo que ella ha de haber, él también haya. | |
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PRIMERO | ¡Mal responde el agüero: mal
podremos | | ofrecer esperanza al pueblo triste, | 305 | para salir del mal que poseemos! | |
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(Hágase ruido debajo del tablado con un
barril lleno de piedras, y dispárese un cohete volador.)
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SEGUNDO | ¿No oyes un ruido, amigo? [Di, ¿no]
viste | | el rayo ardiente que pasó volando? | | Présago verdadero desto fuiste. | |
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PRIMERO | Turbado estoy; de miedo estoy temblando. | 310 | ¡Oh, qué señales en el aire veo, | | qué amargo fin nos van pronosticando! | | ¿No ves un escuadrón airado y
feo | | de unas águilas fieras, que pelean | | con otras aves en marcial rodeo? | 315 |
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|
SEGUNDO | Sólo su esfuerzo y su rigor emplean | | en encerrar las aves en un cabo, | | y con astucia y arte las rodean. | |
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PRIMERO | Tal señal vitupero, y no la alabo: | | ¡Águilas imperiales vencedoras! | 320 | ¡Tú verás de Numancia presto el cabo! | |
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SEGUNDO | ¡Águilas, de gran mal
anunciadoras, | | partíos, que ya el agüero vuestro entiendo; | | ya el efecto: contadas son las horas! | |
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|
PRIMERO | Con todo, el sacrificio hacer pretendo | 325 | desta inocente víctima, guardada | | para aplacar el dios del rostro horrendo. | | ¡Oh gran Plutón, a quien por suerte
dada | | le fue la habitación del reino oscuro, | | y el mando en la infernal triste morada, | 330 | ansí vivas en paz, cierto y seguro | | de que la hija de la sacra Ceres | | corresponde a tu amor con amor puro, | | que todo aquello que en provecho vieres | | venir del pueblo triste que te invoca, | 335 | lo allegues cual se espera de quien eres. | | Atapa la profunda escura boca | | por do salen las tres fieras hermanas | | a hacernos el daño que nos toca; | | y sean de dañarnos tan livianas | 340 | (Quite algunos pelos al carnero y
échelos al aire.) | sus intenciones, que las lleve el viento, | | como se lleva el pelo de estas lanas. | | Y, ansí como yo baño y
ensangriento | | este cuchillo en esta sangre pura, | | con alma limpia y limpio pensamiento, | 345 | ansí la tierra de Numancia dura | | se bañe con la sangre de romanos, | | y aun les sirva también de sepultura. | |
(Aquí ha de salir por los huecos del
tablado un
DEMONIO hasta el medio cuerpo, y ha de arrebatar el
carnero, y meterle dentro, y tornar luego a salir, y derramar y esparcir el
fuego y todos los sacrificios.)
| Mas, ¿quién me ha arrebatado de las
manos | | la víctima? ¿Qué es esto, dioses
santos? | 350 | ¿Qué prodigios son esos tan insanos? | | ¿No os han enternecido ya los llantos | | deste pueblo lloroso y afligido, | | ni la sagrada voz de nuestros cantos? | |
|
|
SEGUNDO | Antes creo que se han endurecido, | 355 | cual se puede inferir de las señales | | tan fieras como aquí han acontecido. | | Nuestros vivos remedios son mortales: | | toda es pereza nuestra diligencia, | | y los bienes ajenos, nuestros males. | 360 |
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-fol. 12v-
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UNO DEL PUEBLO | En fin, dado han los cielos la sentencia | | de nuestro fin amargo y miserable; | | no nos quiere valer ya su clemencia. | |
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OTRO | Lloremos, pues, en son tan lamentable | | nuestra desdicha, que en la edad postrera | 365 | dél y de nuestro esfuerzo siempre se hable. | | Marquino haga la experiencia entera | | de todo su saber, y sepa cuanto | | nos promete de mal la lastimera | | suerte, que ha vuelto nuestra risa en llanto. | 370 |
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(Sálense todos, y quedan solos
MORANDRO y
LEONCIO.)
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MORANDRO | Leoncio, ¿qué te parece? | | ¿Tendrán remedio mis males | | con estas buenas señales | | que aquí el cielo nos ofrece? | | ¿Tendrá fin mi desventura | 375 | cuando se acabe la guerra, | | que será cuando la tierra | | me sirva de sepultura? | |
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LEONCIO | Morandro, al que es buen soldado | | agüeros no le dan pena, | 380 | que pone la suerte buena | | en el ánimo esforzado; | | y esas vanas apariencias | | nunca le turban el tino: | | su brazo es su estrella y signo; | 385 | su valor, sus influencias. | | Pero si quieres creer | | en este notorio engaño, | | aún quedan, si no me engaño, | | experiencias más que hacer; | 390 | que Marquino las hará, | | las mejores de su ciencia, | | y el fin de nuestra dolencia | | ser bueno o malo sabrá. | | Paréceme que le veo: | 395 | ¡en qué estraño traje viene! | |
|
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MORANDRO | Quien con feos se entretiene, | | no es mucho que venga feo. | | ¿Será acertado seguirle? | |
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LEONCIO | Acertado me parece, | 400 | por si acaso se le ofrece | | algo en que poder servirle. | |
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(Aquí sale
MARQUINO con una ropa negra de bocací ancha, y
una cabellera negra, y los pies descalzos; y en la cinta traerá, de modo
que se le vean, tres redomillas llenas de agua: la una negra, la otra
teñida con azafrán y la otra clara; y en la una mano, una lanza
barnizada de negro, y en la otra, un libro; y viene
MILVIO con él, y, así como entran, se
ponen a un lado
LEONCIO y
MORANDRO.)
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MARQUINO | ¿Dó dices, Milvio, que está el
joven triste? | |
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MILVIO | En esta sepultura está enterrado. | |
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MARQUINO | No yerres el lugar do le pusiste. | 405 |
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MILVIO | No, que con esta piedra señalado | | dejé el lugar adonde el mozo tierno | | fue con lágrimas tiernas sepultado. | |
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MILVIO | Murió de mal gobierno: | | la flaca hambre le acabó la vida, | 410 | peste cruel salida del infierno. | |
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MARQUINO | En fin, ¿que dices que ninguna herida | | le cortó el hilo del vital aliento, | | ni fue cáncer ni llaga su homicida? | | Esto te digo, porque hace al cuento | 415 | de mi saber que esté este cuerpo entero, | | organizado todo y en su asiento. | |
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MILVIO | Habrá tres horas que le di el postrero | | reposo, y le entregué a la sepultura, | | y de hambre murió, como refiero. | 420 |
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MARQUINO | Está muy bien, y es buena coyuntura | | la que me ofrecen los propicios signos | | para invocar de la región oscura | | los feroces espíritus malignos. | | Presta atentos oídos a mis versos, | 425 | fiero Plutón, que en la región oscura, | | entre ministros de ánimos perversos, | | te cupo de reinar suerte y ventura; | | haz, aunque sean de tu gusto adversos, | | cumplidos mis deseos, y en la dura | 430 | ocasión que te invoco no te tardes, | | ni a ser más oprimido de mí aguardes. | | |
-fol. 13r-
| Quiero que al cuerpo que aquí está
enterrado | | vuelvas el alma que le daba vida, | | aunque el fiero Carón del otro lado | 435 | la tenga en la ribera denegrida; | | y, aunque en las tres gargantas del airado | | Cerbero esté penada y escondida, | | salga, y torne a la luz del mundo nuestro; | | que luego tornará al escuro vuestro. | 440 | Y, pues ha de salir, salga informada | | del fin que ha de tener guerra tan cruda, | | y desto no me encubra o calle nada, | | ni me deje confuso y con más duda: | | la plática desta alma desdichada, | 445 | de toda ambigüidad libre y desnuda | | tiene de ser. ¡Invíala...! ¿Qué
esperas? | | ¿Esperas a que hable con más veras? | | ¿No revolvéis la piedra,
desleales? | | Decid, ministros falsos, ¿qué os detiene? | 450 | ¿Cómo no me habéis dado ya señales
| | de que hacéis lo que digo y me conviene? | | ¿Buscáis, con deteneros, vuestros males, | | o gustáis de que yo al momento ordene | | de poner en efecto los conjuros | 455 | que ablandan vuestros fieros pechos duros? | | Ea, pues, vil canalla mentirosa, | | aparejaos a duro sentimiento, | | pues sabéis que mi voz es poderosa | | de doblaros la rabia y el tormento. | 460 | Dime, traidor esposo de la esposa | | que seis meses del año, a su contento, | | está sin ti, haciéndote cornudo: | | ¿por qué a mis peticiones estás mudo? | | Este hierro, bañado en agua clara | 465 | que al suelo no tocó en el mes de mayo, | | herirá en esta piedra y hará clara | | y patente la fuerza deste ensayo. | |
(Con el agua de la redoma clara baña
el hierro de la lanza, y luego hiere en la tabla; y debajo, o suéltense
cohetes o hágase el rumor con el barril de piedras.)
| Ya parece, canalla, que a la clara | | dais muestras de que os toma cruel desmayo. | 470 | ¿Qué rumores son estos? ¡Ea, malvados, | | que al fin venís, aunque venís forzados! | | Levantad esta piedra, fementidos, | | y descubridme el cuerpo que aquí yace. | | ¿Qué es esto? ¿Qué tardáis?
¿A dó sois idos? | 475 | ¿Cómo mi mandado al punto no se hace? | | ¿No os curáis de amenazas, descreídos?
| | Pues no esperéis que más os amenace: | | esta agua negra del Estigio lago | | dará a vuestra tardanza presto el pago. | 480 | Agua de la fatal negra laguna, | | cogida en triste noche, escura y negra, | | por el poder que en ti junto se aúna, | | a quien otro poder ninguno quiebra, | | a la banda diabólica importuna, | 485 | y a quien la primer forma de culebra | | tomó, conjuro, apremio, pido y mando | | que venga a obedecerme aquí volando. | | (Rocía con el agua la sepultura y
ábrese.) | ¡Oh mal logrado mozo!, sal ya fuera | | y vuelve a ver el sol claro y sereno; | 490 | deja aquella región do no se espera | | en ella un día sosegado y bueno. | | Dame, pues puedes, relación entera | | de lo que has visto en el profundo seno; | | digo, de aquello a que mandado eres, | 495 | y más, si al caso toca y tú pudieres. | |
(Sale
EL CUERPO amortajado, con un rostro de
máscara descolorido, como de muerto, y va saliendo poco a poco, y, en
saliendo, déjase caer en el teatro, sin mover pie ni mano hasta su
tiempo.)
| ¿Qué es esto? ¿No respondes?
¿No revives? | | ¿Otra vez has gustado de la muerte? | | Pues yo haré que con tu pena avives | | y tengas el hablarme a buena suerte. | 500 | |
-fol. 13v-
| Pues eres de los nuestros, no te esquives | | de hablarme y responderme: mira, advierte | | que si callas, haré que, con tu mengua, | | sueltes la atada y encogida lengua. | | (Rocía
EL CUERPO con el agua amarilla, y luego le azota con
un azote.) | Espíritus malignos, ¿no
aprovecha? | 505 | Pues esperad: saldrá el agua encantada, | | que hará mi voluntad tan satisfecha | | cuanto es la vuestra pérfida y dañada; | | y, aunque esta carne fuera polvos hecha, | | siendo con este azote castigada, | 510 | cobrará nueva, aunque ligera vida, | | del áspero rigor suyo oprimida. | |
(Menéase y estremécese
EL CUERPO a este punto.)
| Alma rebelde, vuelve al aposento | | que pocas horas ha desocupaste. | | Ya vuelves, ya lo muestras, ya te siento; | 515 | que, al fin, a tu pesar, en él te entraste. | |
|
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EL CUERPO | Cese la furia del rigor violento | | tuyo, Marquino; baste, triste, baste | | la que yo paso en la región escura, | | sin que tú crezcas más mi desventura. | 520 | Engáñaste si piensas que recibo | | contento de volver a esta penosa, | | mísera y corta vida que ahora vivo, | | que ya me va faltando presurosa; | | antes me causas un dolor esquivo, | 525 | pues otra vez la muerte rigurosa | | triunfará de mi vida y de mi alma; | | mi enemigo tendrá doblada palma. | | El cual, con otros del escuro bando, | | de los que son sujetos a aguardarte, | 530 | está con rabia en torno, aquí esperando | | a que acabe, Marquino, de informarte | | del lamentable fin, del mal nefando | | que de Numancia puedo asegurarte; | | la cual acabará a las mismas manos | 535 | de los que son a ella más cercanos. | | No llevarán romanos la victoria | | de la fuerte Numancia, ni ella menos | | tendrá del enemigo triunfo o gloria, | | amigos y enemigos siendo buenos; | 540 | no entiendas que de paz habrá memoria, | | que rabia alberga en sus contrarios senos: | | el amigo cuchillo, el homicida | | de Numancia será, y será su vida. | | (Arrójase en la sepultura y
dice:) | Y quédate, Marquino, que los hados | 545 | no me conceden más hablar contigo; | | y, aunque mis dichos tengas por trocados, | | al fin saldrá verdad lo que te digo. | |
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MARQUINO | ¡Oh tristes signos; signos desdichados! | | Si esto ha de suceder del pueblo amigo, | 550 | primero que mirar tal desventura, | | mi vida acabe en esta sepultura. | | (Arrójase
MARQUINO en la sepultura.) |
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MORANDRO | Mira, Leoncio, si ves | | por dó yo pueda decir | | que no me haya de salir | 555 | todo mi gusto al revés. | | De toda nuestra ventura | | cerrado está ya el camino; | | si no, dígalo Marquino, | | el muerto y la sepultura. | 560 |
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LEONCIO | Que todas son ilusiones, | | quimeras y fantasías, | | agüeros y hechicerías, | | diabólicas invenciones. | | No muestres que tienes poca | 565 | ciencia en creer desconciertos; | | que poco cuidan los muertos | | de lo que a los vivos toca. | |
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-fol. 14r-
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MILVIO | Nunca Marquino hiciera | | desatino tan estraño, | 570 | si nuestro futuro daño | | como presente no viera. | | Avisemos este caso | | al pueblo, que está mortal; | | mas, para dar nueva tal, | 575 | ¿quién podrá mover el paso? | |
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