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ArribaAbajoI. Introducción

Si-tôt qu'un homme fut reconnu par un autre pour un Etre sentant, pensant et semblable à lui, le desir ou le besoin de lui communiquer ses sentimens et ses pensées, lui en fit chercher les moyens. Ces moyens ne peuvent se tirer que des sens, les seuls intrumens par lesquels un homme puisse agir sur un autre. Voilà donc l'institution des signes sensibles pour exprimer la pensée.1


J. J. ROUSSEAU. Essai sur l'origine des langues: Lyon. 1796: 211-212.                


Los lenguajes de signos no orales que utilizan los sordos apenas han sido objeto de estudio científico. Los primeros pasos fueron dados hace unos treinta años en Norteamérica, precisamente dentro del campo de la lingüística.

William C. Stokoe, profesor de inglés y miembro del Linguistics Research Laboratory de Washington, publicaba, en 1960, Sign Language Structure: An outline of the visual communication system of the American deaf. Eran las primeras conclusiones de sus estudios, iniciados tres años antes, sobre el lenguaje de signos norteamericano, conocido como ASL -American Sign Language- o, también, como AMESLAN. A partir de 1960, por lo tanto, comenzaba una trayectoria de estudio del ASL, que se extendería, además, a otros dominios como la sociolingüística o la psicolingüística y estimularía, si bien más tímidamente, trabajos sobre los lenguajes de signos gestuales utilizados en otros países de Europa como Gran Bretaña, Francia, Suecia, Dinamarca y Holanda.

En Norteamérica esta curiosidad científica ha ido acompañada de un reconocimiento, aunque más lento y de manera desigual, del ASL como la lengua materna, natural, de una comunidad social, que, en aquel país, con unas setecientas mil personas sordas, ocupa el cuarto lugar, tras el inglés, el español y el italiano.

En España, donde la educación del niño sordo ha seguido la tradición del oralismo, entendida como enseñanza del lenguaje verbal exclusivamente, ahora mantenida por la vía de integración educativa, el lenguaje de signos gestuales no ha sido objeto de ningún estudio científico.

Si, por un lado, las circunstancias socioeducativas de todos los países, en la línea del oralismo estricto desde hace un siglo, han influido directamente en el comienzo tardío de estudios sobre el lenguaje de signos, hay, además, dificultades de investigación derivadas de la propia naturaleza de dicho lenguaje, como el hecho de ser un lenguaje no oral y de existir sólo en la expresión contextual del aquí y ahora, es decir, en el discurso en situación, sin un sistema de recodificación escrita.

La perspectiva de estudio de un lenguaje de signos gestuales no debe limitarse, por tanto, al sistema de signos en sí, ha de tener en cuenta contextos más amplios que la expresión lingüística, como la cultura y las costumbres de las diferentes comunidades sociales que forman las personas sordas. Es necesario analizar la situación en que se transmiten los enunciados gestuales; su significado debe ser interpretado a través del contexto situacional, es decir, en relación con todas aquellas características que les son pertinentes.


ArribaAbajoA. El lenguaje de signos como objeto de estudio científico


ArribaAbajo1.1. Investigación

La existencia de un lenguaje tan diferente y su observación a través de los intercambios comunicativos entre personas sordas despertaron nuestra curiosidad de estudiar qué reglas regían la expresión del significado en ese lenguaje, y qué actitud mental subyacía tras esas expresiones gestuales.

En febrero de 1982 comenzamos a aprender el lenguaje de signos, siguiendo clases particulares de un oyente bilingüe, hijo de padres sordos, que utiliza diariamente el lenguaje gestual no sólo en su casa en los intercambios comunicativos con sus padres con quienes convive, sino también en su actividad como intérprete y animador cultural de una de las Asociaciones de Sordos que hay en Valladolid. En un principio, alternábamos el aprendizaje de signos relativos a campos conceptuales muy concretos (parentesco, colores, alimentos, mobiliario, etc.) con expresiones usuales de aplicación. Posteriormente, comenzamos a «traducir» en lenguaje de signos el contenido de textos escritos de diverso género (periodísticos, históricos, literarios, cuentos infantiles...), a comparar expresiones, relaciones de distinto tipo, etc., sin olvidar la práctica espontánea de dicho lenguaje.

Frecuentamos la observación de las actuaciones lingüísticas de los sordos, bien, directamente, asistiendo a conferencias o a actividades que se celebran en la asociación de sordos, bien, indirectamente, filmando conversaciones espontáneas en lenguaje de signos para estudiarlas después.

Durante el curso 1984-85 asistimos a las clases de lenguaje de signos que organiza la Confederación Nacional de Sordos en Madrid. En este caso eran clases colectivas para grupos de unas cinco personas y eran impartidas por un profesor bilingüe. Después, hemos asistido en Barcelona a las clases colectivas que se imparten en la sede de la Federación de Sordos de Cataluña, por una persona sorda. Nos hemos basado, por tanto, en informantes bilingües y en informantes sordos, conocedores sólo del lenguaje gestual.

Uno de los problemas más graves que hemos encontrado ha sido el de fijar por escrito nuestras observaciones durante las clases. Así, las notas que hemos ido tomando son extensas explicaciones sobre la articulación de los signos y sobre su interrelación, que luego eran revisadas y completadas para evitar la ambigüedad e imprecisión.

Paralelamente, hemos mantenido una comunicación constante con profesores de sordos, cuyos comentarios nos han sido de valiosa ayuda, así como con estudiosos del lenguaje de signos de otros países. Por otra parte, hemos ido recopilando material bibliográfico sobre el tema en bibliotecas e instituciones, tanto públicas como privadas, nacionales y extranjeras.

Pese a nuestro esfuerzo y al tiempo que hemos dedicado al estudio del lenguaje de signos gestuales, hay todavía muchas lagunas y aspectos discutibles, que necesitan ser dilucidados a lo largo de un camino de investigación que pretendemos haber iniciado en España.




ArribaAbajo1.2 Denominación

Son varios los nombres aplicados por las personas oyentes al sistema de signación manual que utilizan los sordos. Dado que todos ellos se emplean en la actualidad, vamos a examinarlos brevemente.

En España la denominación más tradicional es la de lenguaje mímico; de momento es la más enraizada entre los sordos oralizados y entre los sordos postlocutivos, que, por economía expresiva, utilizan más frecuentemente la denominación de mímica. Así, son corrientes las referencias a una conferencia en lenguaje mímico o en mímica, a intérpretes mímicos, etc. La primera edición del diccionario que publicó el presidente de la Confederación Nacional de Sordos de España, en 1981, llevaba por título Diccionario mímico español.

Ambos términos hacen referencia a la mimesis, una de las propiedades del significado del signo gestual, que, como se verá en el capítulo correspondiente al significado, es una cuestión más compleja de lo que pudiera pensarse tras una apreciación superficial de este lenguaje.

Por otra parte, el signo gestual con el que los sordos designan su lenguaje, en lugar de poner de relieve el aspecto mimético o imitativo -el signo correspondiente al concepto de «imitar» es diferente- refleja, sobre todo, el hecho de ser un lenguaje articulado con las manos, independientemente de que sea «traducido» como MÍMICA o LENGUAJE MÍMICO:

Mímica

Las expresiones mímica o lenguaje mímico reflejan también la escasa valoración de que ha sido objeto el lenguaje de signos y, sobre todo, un desconocimiento de sus características esenciales por parte de los oyentes. Consecuentemente, pensamos que tales expresiones irán cayendo en desuso en beneficio de otras más adecuadas.

Otras denominaciones, que se utilizan, tampoco son recientes como: lenguaje gestual, lenguaje signado, lenguaje manual, lenguaje de signos manuales o lenguaje de signos. Todas ellas coexisten, si bien la que está más generalizada, en los estudios sobre los diferentes lenguajes de sordos de distintos países, es la de lenguaje de signos americanoAmerican Sign Language» o ASL-, lenguaje de signos británicoBritish Sign Language» o BSL-, lenguaje de signos francésLangue de Signes Française» o LSF- y, por tanto, de lenguaje de signos español -LSE-. Incluso en la nueva edición del diccionario mencionado se emplea una expresión distinta: Nuevo diccionario gestual español y otra publicación reciente, de la que trataremos más adelante, lleva por título Lenguaje de signos manuales.




ArribaAbajo1.3. Transcripción

Si constituye un problema traducir el sistema de contenidos entre distintas lenguas verbales que cuentan con sistemas de escritura, es tarea mucho más ardua traducir el sistema de contenidos entre lenguas con diferente sustancia de la expresión, como son el lenguaje de signos, que, además, no cuenta con escritura, y la lengua oral, el español, en este caso.

Ofrecemos una primera imagen del lenguaje gestual transcribiendo los signos con letra mayúscula, según la versión de los mismos que los sordos aportan. Como puede comprenderse, tal transcripción literal no estará libre de equivocaciones e imprecisiones, que, no obstante, procuraremos ir aclarando, y, sobre todo, debe tenerse en cuenta que es sólo una transcripción y no una traducción al lenguaje verbal, y que, por tanto, no es un reflejo exacto de todo el sistema subyacente de dicho lenguaje, como se irá comprobando a lo largo de nuestro trabajo. Por ejemplo, si en una transcripción leemos: YO-COMER, la traducción correspondiente no es «yo comer», sino «yo como»; o si transcribimos la realización de tres signos como: YO-COMER-COMER, en realidad el sordo está significando: «estoy comiendo».

La transcripción de los signos con mayúscula permite ver cómo se van ordenando los significados, por ejemplo, en YO-PASADO-IR-YA-CÓRDOBA se observa la expresión independiente de tiempo y de aspecto con relación al signo que indica la acción, pero, insistimos, la transcripción no es una traducción.

Como puede verse, en la transcripción hay guiones para separar cada articulación gestual, es decir, que si leemos: YO-NO SABER, debe entenderse que hay dos expresiones gestuales, no tres.

Tras la transcripción de los signos, ofrecemos la traducción de los mismos al español, más acorde con la estructura mental subyacente al lenguaje de signos.

Así pues, introducimos mediante una letra mayúscula, por ejemplo A, la transcripción de los enunciados emitidos en lenguaje de signos, y mediante A' presentamos su traducción al español:

A: YO-PASADO-IR-YA-CÓRDOBA.

A': Fui a Córdoba.




ArribaAbajo1.4. El lenguaje de signos: objeto de la semiótica

Los medios que el hombre utiliza para comunicarse son complejos. De acuerdo con el canal utilizado, se manifiestan en expresión verbal y/o en expresión somática.

Las posiciones corporales, los gestos manuales, las expresiones faciales, la expresividad de la mirada, que integran la expresión somática, pueden tener un valor meramente pragmático, comportamental, es decir, que el cuerpo humano puede ser puesto al servicio de la actividad cognoscitiva para transmitir significados.

Corresponde a la quinésica, el estudio de los fenómenos que forman la expresión somática del hombre. No son objeto de nuestra investigación los fenómenos quinésicos cuya función es meramente paralingüística, es decir, dependientes de la lengua en tanto que ponen de relieve los significados transmitidos en la comunicación verbal. Nuestro estudio se centra en un grupo de fenómenos quinésicos con valor comunicativo autónomo y, por tanto, de importancia semiótica indudable, tal es el caso de los lenguajes de signos gestuales que utilizan los sordos profundos y que constituyen su modo natural de comunicación.

Los distintos lenguajes de signos utilizados por unos sesenta millones de personas sordas en el mundo no han sido inventados como sistemas artificiales, no suponen una codificación de segundo grado, sino que se han creado espontáneamente dentro de los grupos de sordos y su uso se mantiene y se desarrolla creativamente, aunque no hayan sido enseñados.

En España, aunque no existen datos oficiales, el lenguaje de signos es el sistema de comunicación de unas ciento veinte mil personas sordas, según un informe difundido por la agencia Europa Press en marzo de 1990.

El lenguaje de signos difiere, por tanto, de los lenguajes basados en signos gestuales convencionales característicos de ciertas culturas, cuyo uso está en relación con determinadas condiciones rituales, como el elaborado por algunas tribus aborígenes australianas, que ha sido descubierto y estudiado por Brun (1966), o el lenguaje gestual de los monjes trapenses que contiene más de mil signos, utilizados en los momentos de silencio. El mismo carácter artificial poseen los lenguajes de signos que se utilizan actualmente en ambientes donde la comunicación verbal no es posible como en la comunicación subacuática, en cabinas aisladas, en ambientes muy ruidosos, entre las personas que trabajan en transmisiones televisivas, o entre los ladrones y tahúres.




ArribaAbajo1.5. El lenguaje de signos: objeto de la lingüística

Desde que se iniciara el estudio científico del lenguaje, hace apenas setenta años, la trayectoria de la lingüística no ha dejado de superarse con el objeto de abrir nuevas perspectivas sobre la peculiar naturaleza de su objeto: el lenguaje. La atención de la lingüística se ha centrado sobre el lenguaje verbal y con cierta frecuencia se viene equiparando «no verbal» con «no lingüístico».

En efecto, en el comportamiento lingüístico es difícil establecer una distinción nítida entre lo puramente lingüístico y lo no lingüístico: muchas funciones semióticas aparecen también en la señalización no lingüística.

La actividad comunicativa del hombre va desarrollándose a partir de unas funciones cuya estructura es progresivamente más compleja y más evolucionada.

Tanto los sordos como los oyentes intercambian significados en un proceso creador en el que sus respectivos lenguajes constituyen, sin duda, un recurso simbólico fundamental.

Los gestos manuales de los sordos son «señales comunicativas» (Lyons, 1980: 34), intencionales, ya que se emplean por selección entre diversas alternativas posibles; por tanto, su valor lingüístico es incuestionable; constituyen, como se verá, un estimable apoyo a la tesis de los universales lingüísticos, centrada, hasta el momento, en los lenguajes verbales.

Sin duda, la perspectiva de estudio lingüístico se enriquece y se complementa con la atención al funcionamiento de un lenguaje visuo-espacial, tan distinto del lenguaje oral en cuanto al modo de producción y de percepción.

Además, considerando que es difícil estudiar una lengua sin tener en cuenta su dimensión social, el estudio lingüístico aplicado al sistema que utilizan las personas sordas conducirá a reforzar el vínculo de la lingüística con otras disciplinas como la sociología, la psicolingüística o la antropología social. De manera que la atención de la lingüística por los lenguajes de signos no sólo complementa la perspectiva de estudio de la lengua en sí, «como factor intra-organismo» (Halliday, 1978: 19), sino que se proyecta también hacia otros campos de estudio, «como factor inter-organismos» (Halliday, 1978: 20), al tener en cuenta el lenguaje de signos como conducta social de los sordos, ampliándose, así, el horizonte del estudio lingüístico.




ArribaAbajo1.6. Consideraciones generales sobre la adquisición de los signos gestuales

El modo de adquisición de los primeros gestos tiene interés para la teoría lingüística en tanto que aporta datos sobre el modo de adquisición del lenguaje, en general.

Los primeros gestos que el niño produce, del mismo modo que las vocalizaciones, el llanto, la sonrisa, obedecen al placer que experimenta ante personas cuya presencia reconoce y también constituyen la manifestación natural de sus emociones.

Tienen, pues, una función de mantenimiento del contacto establecido y una función emotiva. La utilización de los gestos, llanto, sonrisa, vocalizaciones como medio de contacto constituyen la función fática (Malinowski), la primera que adquieren los niños antes de que puedan emitir o captar una comunicación informativa. Tales recursos, con funciones fática y emotiva, configuran la comunicación preverbal, que dura hasta los siete u ocho meses. Según Morris (1964: 95-96), se trata de «signos prelingüísticos» que aparecen en la conducta del niño antes de la adquisición del lenguaje verbal. Es la etapa presemiótica en la que «el bebé, aun antes de que aparezca el signo, adquiere la posibilidad de comunicarse al descubrir que los simples reflejos que lo llevan a exteriorizarse en gritos o en muecas producen una reacción en su medio humano circundante. Este procedimiento de comunicación sólo tiene un carácter de llamado» (E. Alarcos, 1976: 12).

En general, es a partir de los ocho meses cuando la comunicación gestual alcanza valor significativo. Aunque es difícil precisar el momento en que comienza la etapa semiótica, lo cierto es que en ella «las faces significantes de los signos pueden ser tanto mímicas como gestos» (E. Alarcos, 1976: 16). Primero, aparecen como un esfuerzo para influir en el comportamiento del otro: extiende los brazos hacia el otro, coge un objeto que se le ofrece y lo ofrece a su vez, aleja la boca cuando no quiere comer. Son gestos expresivos y apelativos, que se van haciendo cada vez más eficaces para la transmisión de sus deseos al interlocutor. Por tanto, los primeros gestos son también modos de acción. Halliday señala que «lo que el niño desarrolla es una semántica social, en el sentido de que constituye un potencial de significado vinculado a una serie particular de funciones sociales primarias» (1978: 75).

El niño oyente, a partir de los ocho meses empieza a adaptar sus producciones fónicas al medio, es decir, inicia una labor de selección fónica, gracias a su discriminación auditiva; repitiendo sonidos que oye en su entorno, va configurándose el desarrollo del sistema fonológico. El niño imita y repite gestos corporales (de manos, de cabeza, de tronco) y sonidos. Por otra parte, la comunicación gestual se mantiene a lo largo de toda la vida adulta.

El niño sordo, hijo de padres sordos, imita de sus padres los primeros gestos manuales con significado a los ocho o nueve meses; por tanto, antes de que el niño emita las primeras palabras, el niño sordo -en ambiente de sordos- emite los primeros gestos significativos.

En el niño sordo profundo, hijo de padres oyentes, el período prelingüístico o «de balbuceo», es decir, de emisión indiscriminada de sonidos, es más prolongado; la falta de audición le impide la selección de la materia fónica. Su comunicación gestual va evolucionando hasta inventar su propio sistema de signos, que, posteriormente, cuando entre en contacto con un ambiente de sordos, colegio o asociación, adaptará a los que percibe en las personas que utilizan un lenguaje de signos gestuales. Resulta curioso observar que los primeros comentarios que suscita un niño sordo entre sus compañeros de colegio, el primer día de clase, giren en torno a su «lenguaje».

Es difícil seguir la evolución del lenguaje de signos gestuales en el caso de niños que padecen sordera congénita por la complejidad de factores que hay que considerar: momento en que se descubre, grado de la misma, si hay más sordos en la familia, etc.

Los estudios sobre el aprendizaje del lenguaje de signos norteamericano (ASL) ponen de relieve que los niveles de desarrollo son similares a los que se observan en niños que van aprendiendo el lenguaje verbal. Así, Ashbrook (1977), Bellugi y Klima (1972) y Hoffmeister (1977) observan que el mismo tipo de relaciones semánticas se dan en niños que aprenden inglés y en las primeras etapas de la adquisición del ASL.

De un modo general, los trabajos sobre aspectos psicolingüísticos del ASL confirman que la aparición de los signos gestuales es dos o tres meses anterior a la de las primeras palabras del lenguaje hablado. Sin embargo, como señala Wilbur (1979: 157-158) tales comparaciones sobre el «primer» signo gestual o la «primera» palabra del lenguaje hablado deben tomarse con cautela, pues hay una considerable dificultad en determinar cuándo emite un niño su primera palabra hablada porque lo que puede ser inteligible para los padres, que están constantemente con el niño, puede que no lo sea para un observador ajeno a la familia. Por otra parte, no está claro que exista el mismo grado de dificultad en ambos tipos de lenguaje. Además, el número de niños estudiados es muy reducido. Con todo, la aparición más temprana de los signos gestuales así como el ritmo más rápido de su desarrollo tiene gran interés. Wilbur expresa que ello sería posible por un mayor control de los músculos de la mano que de los músculos de la cavidad bucal.

En el curso de nuestra investigación hemos comprobado, que, en efecto, la aparición de los primeros gestos con significado es anterior a la de los primeros signos verbales. Así, en el caso de un niño oyente, que desde su nacimiento, vive en un medio de sordos (los abuelos maternos) y de oyentes (sus padres y sus tíos), observamos que a los nueve meses ya emitía unos veinte signos gestuales y a los doce meses utilizaba el lenguaje verbal propio de esta etapa, y el lenguaje de signos gestuales correspondiente a dicha edad, cada vez que se dirigía a sus abuelos; cuando oía hablar de sus abuelos el niño emitía los signos correspondientes a ABUELA y/o ABUELO, nunca los signos verbales respectivos. El niño, pues, actuaba igual que un niño bilingüe; establecía distinción entre sus interlocutores y organizaba sus percepciones expresadas ya de forma verbal, ya de forma gestual con valor de frases (etapa de generalización semántica).

La tesis a favor de que el lenguaje gestual fue el primero utilizado en la historia de la humanidad aparece defendida en la mayor parte de estudios consagrados al origen del lenguaje. Sin embargo, los argumentos que la apoyan son totalmente especulativos y cuestionables; así se dice que el lenguaje gestual es más simple que el lenguaje verbal. Ahora bien, si lo primitivo es, en general, más simple que lo más evolucionado, todo lo que es más simple no es necesariamente más primitivo. Por otra parte, la simplicidad del lenguaje gestual es cuestionable.

Otro de los argumentos dominantes a favor de la tesis de la prioridad del lenguaje gestual se basa en que el lenguaje gestual es natural, mientras que el oral es convencional. Pero, como sostiene P. Oléron (1972: 312), el carácter natural del gesto está limitado a ciertas manifestaciones muy simples de tipo emocional o imitativo. Como veremos, en los lenguajes de signos gestuales el gesto evoluciona hacia lo arbitrario.

No obstante, debemos insistir en la distinción que hacíamos al principio, entre el comportamiento gestual de tipo paralingüístico, cuyo estudio es de gran interés para entender el comportamiento comunicativo del hombre, y los gestos intencionales de tipo representativo, que integran el lenguaje gestual del sordo y cuya aparición y desarrollo espontáneo, aun en el caso de niños sordos que viven entre oyentes, es una prueba de que un lenguaje no se adquiere por simple imitación como un proceso mecánico, y también de que un sistema lingüístico no necesita estar vinculado con la capacidad de oír. El niño sordo, igual que el niño oyente, posee medios innatos y específicos para el lenguaje.

En efecto, algunas pruebas, como la realizada por María Cristina Caselli (1984: 121-128) sobre la comparación del desarrollo comunicativo entre niños oyentes y niños sordos expuestos a una lengua de signos, llevan a la conclusión de que las primeras fases del proceso de adquisición de la lengua son independientes de la modalidad en la que la lengua se realiza.

La falta de audición no impide la elaboración creativa de las reglas de la lengua, manifestada por medio de un sistema quinésico manual de tipo simbólico. El sentido en el que se apoya la formulación lingüística del sordo es la vista.




ArribaAbajo1.7. Comunicación acústica y comunicación visual

¿Quién es capaz de decir hasta qué punto se extiende la jurisdicción de cada sentido, ni la perspicacia que adquiere el de la vista, por ejemplo en los que nacen privados del oído? El hombre es un topo, por más que se revista del nombre de filósofo, cuando pretende averiguar los misterios de la naturaleza.


J. M. ALEA, carta publicada en el Diario de Madrid el 23 de junio de 1975.
Recogida en la revista La Academia Calasancia. 1907: 359, Barcelona.
               


La capacidad que tiene el hombre de manifestar su conceptualización del mundo dentro de la sociedad a la que pertenece se lleva a cabo a través de los cinco sentidos, cuya importancia, por tanto, consiste en servir de vehículo a distintas funciones semióticas en la sociedad.

En el comportamiento lingüístico normal, entre personas oyentes, los signos que desempeñan una función primordial en la reconstrucción de la realidad se apoyan en los sentidos del oído y de la vista. Los órganos del habla tienen una posición preeminente en la transmisión de información entre oyentes.

Las fases del proceso de comunicación entre hablante-oyente son representadas por A. Quilis del siguiente modo (1980: 3).

Fases del proceso de comunicación

Las etapas I y V son psicológicas. Se centran, respectivamente, en la codificación y descodificación del mensaje.

Las fases II y IV son fisiológicas. A la II le corresponde la producción de la onda sonora y a la IV su percepción.

La etapa III es acústica. Se centra en la configuración de la onda sonora, producida por los órganos del habla del emisor y percibida por el oído del receptor.

En cambio, cuando el sentido del oído falta, las personas sordas fundamentan el significante de su actuación lingüística en el sentido de la vista. Así, en el comportamiento lingüístico normal entre personas sordas, la función preeminente en la transmisión de comunicación es desempeñada por los órganos de la gestualidad, principalmente por la quinésica manual. Ello implica una ligera modificación de las fases del proceso de comunicación, que podemos representar del siguiente modo (basándonos en el esquema anterior):

Fases del proceso de comunicación

Las fases I y V son psicológicas. A la fase I le corresponde la codificación del mensaje y a la fase V su descodificación.

Las etapas II y IV son fisiológicas. Se centran, respectivamente, en la articulación de los signos manuales y en su percepción a través del sentido de la vista.

La fase III es física. Se centra en el modo como los fotones -canal «fótico», del griego, fo/wz «luz»- se propagan por el espacio a través del aire.

P. Feyereisen y X. Seron (1984: 355), partiendo del estudio de los efectos de algunas lesiones cerebrales, hacen un análisis neuropsicológico sobre la relación entre el signo gestual y el lenguaje, en el que proporcionan un modelo de representación de la comunicación por signos gestuales, en estrecho paralelismo con la expresión verbal. Reproducimos tan sólo la representación de la comunicación gestual, uniendo los modelos de producción y de percepción, que los autores ofrecen por separado:

Comunicación gestual2

Vemos que, en esencia, coincide con el esquema que habíamos adaptado a partir del modelo de representación de la expresión verbal que ofrece A. Quilis.

Las diferencias entre la lengua hablada y la lengua de signos derivan, por tanto, de la elección de uno u otro «canal», que, en el caso del sordo está determinada por la deficiencia auditiva profunda. Si la lengua hablada es transmitida por el canal vocal-auditivo, la lengua de signos es transmitida por el canal gestual-visual, de aquí la denominación de lengua de signos gestuales (en este contexto, la acepción que damos al «canal» hace referencia al modo de producción y de percepción de los signos).

San Agustín, en el capítulo XVIII de su tratado sobre La dimensión del alma, repara en la comunicación visual de los sordomudos:

Aug.- Itane tu non vidisti Mediolani adolescentem honestissimi corporis et elegantissimae urbanitatis, mutum tamen atque ita surdum, ut neque alios nisi motu corporis intelligeret, neque ipse aliter quae vellet significaret? hic enim est notissimus. Nam ego novi rusticum quendam loquentem, de loquente uxore, filios omnes mares atque feminas quatuor fere, aut eo amplius (non enim satis nunc commemini) mutos surdosque genuisse. Nam ex eo quod loqui non poterant, muti; ex eo autem quod nulla signa nisi oculis colligebant, etiam surdi intelligebantur.


San Agustín, Obras filosóficas, III, 5.ª ed. bilingüe, B.A.C., 1982: 458-459.                


(Traducción: Ag.- ¿Acaso no viste en Milán un joven gallardo y cortés y, sin embargo, mudo y tan sordo que no entendía a los demás sino por señas y que ni él mismo manifestaba de otra manera sus deseos? Pues aquí es conocidísimo. Yo conocí personalmente a un hombre hablante cuyos hijos todos, cuatro o más, no recuerdo ahora exactamente, varones y hembras, que tuvo de una mujer que también hablaba, nacieron sordos y mudos; se les tenía por mudos, porque no podían hablar, y, asimismo, por sordos, puesto que ninguna señal percibían si no era por la vista ).


San Agustín, en el capítulo mencionado del tratado al que hemos hecho referencia, concibe en el niño una capacidad de simbolización innata. Así, establece una distinción entre las artes «que aprendemos mirando a los otros» (op. cit.: 460), es decir, las que «consigue el alma sólo por el desarrollo» (ibídem), como el lenguaje de los sordos o la lengua materna de los oyentes y las artes que nos enseñan los maestros (ibídem), como la acrobacia o el aprendizaje de una segunda lengua.

Bellugi y Fischer (1972 a) comparan el tiempo que se necesita para contar un relato en lenguaje de signos gestuales norteamericano y en lenguaje hablado. El mismo relato emitido en cada tipo de lenguaje tenía el mismo número de proposiciones, y duraba el mismo tiempo. Sin embargo, se requiere un 50% más de palabras que de signos (como resultado de las diferencias entre la sintaxis del ASL y del inglés), lo que indica que la producción del lenguaje hablado es más rápida que la de los signos.

Aunque no hay estudios similares en español, pensamos que tal aspecto nos toca sólo marginalmente.






ArribaAbajoB. Componentes del acto de comunicación del sordo


ArribaAbajo1.8. El lenguaje de signos

El comportamiento lingüístico del sordo es complejo, está integrado por diversos componentes: signos manuales, quinésica facial, quinésica somática, quinésica oral y dactilología. Todos estos componentes se interrelacionan para transmitir información de tipo comunicativo-«descriptivo» (Lyons 1980: 49)- y/o de tipo expresivo. De todos ellos, el componente manual es el más esencial.

Los signos que las diferentes comunidades de personas sordas realizan con sus manos -signos manuales- no constituyen, como en el caso del comportamiento lingüístico entre oyentes, una gestualidad de enmarcamiento de la enunciación, sino que son la base de la misma, es decir, una «semía directa» (E. Buyssens, 1978: 38) de tipo quinésico visual, gracias a la cual los sordos se entienden, sin que haya que reconocer una dependencia de otra semía.

Ahora bien, del mismo modo que en los enunciados de una lengua natural hay que tener muy en cuenta un componente no verbal, subdividido en un subcomponente prosódico y en un subcomponente paralingüístico, en la lengua de signos gestuales podemos distinguir un componente no estrictamente manual que incluye un subcomponente paralingüístico representado por una quinésica oral y por una quinésica somática.

Hay también un subcomponente expresivo, que tiene gran importancia en el comportamiento comunicativo del sordo, y está representado por la quinésica orofacial, por la mirada, y por el ritmo del movimiento manual, que cada sordo imprime en sus actuaciones lingüísticas.




ArribaAbajo1.9. Quinésica oral o labial

El sordo cuando signa con sus manos realiza movimientos de sus labios.

Es necesario establecer una distinción entre los movimientos de los labios realizados por el sordo profundo que no ha sido escolarizado, y los movimientos labiales realizados por sordos que, bien tienen algún resto auditivo, bien son sordos post-locutivos, es decir, que han perdido la audición en un momento en que ya tenían un lenguaje verbal estructurado -a partir de los cinco o seis años-, o bien se trata de sordos escolarizados, que han recibido la enseñanza de la labiolectura.

a) La quinésica oral que realiza el sordo profundo no escolarizado consiste en movimientos convencionales, auxiliares del signo manual. No son palabras, sino un componente oral, auxiliar, que, en algunos casos parece poco significativo, pero en otros desempeña una función de tipo expresivo, y, a veces, como veremos, puede desempeñar también función distintiva.

b) En el segundo grupo, que hemos señalado, formado por sordos postlocutivos y por aquellos sordos profundos escolarizados, proporcionalmente más numeroso, se observa el componente oral auxiliar, de tipo convencional, con las funciones que acabamos de mencionar, junto con la reproducción de algunas palabras del entorno oyente.

Esta quinésica labial, aprendida en parte en la escuela y en parte en la relación con los oyentes no es un sistema paralelo y no debe confundirse con lo que algunos, por generalización equivocada, denominan «labiolectura», o método de enseñanza del lenguaje verbal mediante la observación del movimiento de los labios, que, como puede pensarse, no es más que una forma anormal de percibir el lenguaje verbal, destinado a ser percibido por el oído.

Se trata de un componente paralingüístico, que no se apoya en un conocimiento preexistente de la lengua verbal. No todos los contenidos que el sordo expresa a través de los signos manuales son expresados simultáneamente por medio de la quinésica oral. Una comunicación normal, cara a cara, entre sordos profundos, aun entre aquellos que hayan aprendido buena técnica vocal, realizada exclusivamente con movimientos labiales visibles exteriormente, es impensable; no se entenderían.

La quinésica oral es un componente importante dentro del comportamiento comunicativo complejo del sordo profundo, pero no es el sistema modelador primario de tal comportamiento.

Por otra parte, los movimientos orales que acompañan al signo manual no son iguales que los movimientos orales de la palabra hablada. Los oyentes, observadores del lenguaje de signos, no nos damos cuenta de los movimientos orales tal como se usan normalmente entre los sordos; si reparamos en ellos, pensamos que son movimientos sin significado, o bien se llega a la conclusión errónea de que el lenguaje de signos es telegráfico, simplificado o restringido.

Marit Vogt-Svendsen (1983) en el análisis de los componentes orales con función distintiva en treinta y siete signos del lenguaje de signos noruego -NLS-, grabados en vídeo, distingue los siguientes rasgos: abertura de la mandíbula, diferente forma de los labios, configuración de las mejillas, posiciones de la lengua, y la diferente forma de ser expelido el aire en determinados signos. Y, además, establece un sistema de notación para las distintas variantes de los cinco rasgos mencionados. Su análisis, a pesar de estar centrado en un número reducido de signos, es muy interesante porque pone de relieve la importancia semiótica de los movimientos orales que acompañan al signo manual. Por otra parte, demuestra la imposibilidad de signar y hablar de manera simultánea.




ArribaAbajo1.10. Dactilología o alfabeto gestual

Con frecuencia, el sordo en su comunicación recurre a la dactilología, que es una escritura en el espacio: cada letra del alfabeto latino es representada por un gesto realizado con la mano y los dedos.

Dactilología

La dactilología es, según la clasificación de E. Buyssens (1978: 38), una semía sustitutiva de segundo grado ya que recodifica la escritura, que es, a su vez, semía sustitutiva de primer grado con respecto a la lengua oral.

Los casos en que el sordo utiliza el alfabeto manual son los siguientes:

a) En la designación de algunos conceptos nuevos, que en una primera fase, no cuentan con un signo convenido. Muchos de los signos creados a partir de la dactilología son sustituidos por otros más convencionales; otros se pierden cuando el concepto deja de tener actualidad y no es funcional en el sistema social de los sordos.

b) Para precisar algunos significados en sus relaciones con los oyentes, sobre todo, cuando se trata de expresar antropónimos y topónimos en la comunicación con oyentes, ya que entre los sordos los nombres de personas y los nombres de lugares se expresan con signos propios de su lenguaje.

Por tanto, el alfabeto gestual es, sobre todo, un recurso en la comunicación entre sordos y oyentes, en la que, por otra parte, se observa la constante actividad de extracodificación que realiza el sordo. Normalmente, le basta percibir las dos o tres primeras letras para captar lo que el emisor desea comunicarle.

En el lenguaje de signos hay pocas expresiones de origen dactilológico si exceptuamos algunas realizaciones de palabras muy breves, que, por la rapidez de su articulación manual, se consideran casi convencionales, como SÍ, Y, O, TÉ. Tales realizaciones dactilológicas serán tratadas de nuevo en el capítulo correspondiente al significado. Otras expresiones de tipo dactilológico se refieren a ciertos conceptos muy nuevos, como ya se ha indicado.

Algunos signos gestuales que designan ciudades reflejan su procedencia de la dactilología.3 Conservan tan sólo la articulación de una o dos letras manuales; por ejemplo, el signo SS para San Sebastián, V para Valladolid, CC para Cáceres. Tales realizaciones ponen de manifiesto, por otra parte, la influencia del entorno visual, en este caso, del sistema de matrícula de los automóviles.

En la interacción entre sordos-ciegos, la dactilología puede ser un medio de comunicación alternativo; se realiza por vía táctil, sobre la palma de la mano o sobre el cuerpo del receptor sordo-ciego.

Con todo, la dactilología debe ser considerada como una inserción de un procedimiento extraño a la naturaleza del lenguaje de signos. Prueba de ello es la creación de algunos signos homónimos debidos a similitudes entre formas de palabras no relacionadas semánticamente; se trata de casos muy curiosos de etimología asociativa: la calle Diego de León, de Madrid, es representada con dos signos cuyos significados son LEÓN CIEGO; la calle Noviciado de Madrid, en la que vive una familia sorda, es representada con el signo NOVIEMBRE; un estudiante del octavo curso de educación general básica decía que la asignatura que más le agradaba era Ciencias Sociales, que, para él y para sus compañeros, era designada como SS, como consecuencia de asociar Ciencias Sociales con Real Sociedad, nombre de un equipo de fútbol de San Sebastián, ciudad que en el lenguaje de signos se representa SS, como se ha visto.

Ello es consecuencia de la influencia lógica del lenguaje verbal sobre el lenguaje de signos utilizado por minorías de sordos, que viven inmersos dentro de la sociedad de oyentes.

La interferencia de los dos sistemas lingüísticos: lenguaje gestual-lenguaje verbal nos lleva a la consideración del bilingüismo y/o diglosia del lenguaje de signos.






ArribaAbajoC. Aspectos sociolingüísticos


ArribaAbajo1.11. El conflicto lingüístico: lenguaje de signos-lenguaje verbal

Las personas sordas viven, en minoría numérica, dentro de la sociedad de personas oyentes, que son quienes dirigen y programan su educación, así como su «integración» en el seno de la vida laboral.

A la desigualdad numérica se une, por tanto, una situación de dominio por parte de la sociedad oyente, que tiene sus repercusiones en el plano lingüístico. Desde el Congreso internacional de maestros de sordomudos, celebrado en Milán, en el año 1880, el lenguaje de signos ha estado eliminado en la enseñanza del sordo. Los maestros asistentes al congreso -en su mayoría oyentes- proclamaron el triunfo del oralismo de acuerdo con la creencia de que los sordos profundos pueden hablar, sin tener en cuenta que el sordo desarrolla un lenguaje distinto: el lenguaje de signos.

Se ha venido insistiendo en la enseñanza de la lectura por medio del movimiento de los labios, labiolectura, que, como decíamos, no es sino un modo anormal de percibir el lenguaje verbal, cuyo modo de percepción es acústico. Sobre todo, se ha tenido mucho más en cuenta la emisión de palabras que su comprensión.

La realidad es que un niño sordo profundo, estudiante de educación general básica en un colegio para niños sordos, después de sus clases acude a la asociación de sordos de su ciudad para que un intérprete le explique en lenguaje de signos lo que ni en el colegio, ni en los libros consigue entender, porque el método de enseñanza que recibe insiste en la repetición mecánica del lenguaje verbal, y los libros de texto no están adaptados a la estructura de su lenguaje de signos, sino que son idénticos a los que utilizan los niños oyentes. Refugiados, por tanto, en las actividades culturales y recreativas de sus asociaciones, intentan, por medio de su lenguaje de signos, compensar las deficiencias de diversa índole, que les procura la sociedad de oyentes.

Así, se ha conseguido que el niño sordo de nacimiento adquiera una educación básica muy limitada con relación a la educación de un niño oyente de su misma edad, y que apenas ninguno llegue a concluir una educación secundaria, y, menos aún, de tipo universitario.

Es elocuente, en este sentido, el significado del mensaje que, en Madrid, en 1985, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con ocasión del Seminario Internacional sobre el Lenguaje de Signos en la Educación de los niños con dificultades de comunicación oral, transmitía en lenguaje de signos la presidenta de la asociación de sordos de Valladolid: «el sordo no duda del esfuerzo y buena voluntad de sus educadores, pero se está queriendo hacer del niño sordo un adulto oyente, cuando hay que hacer del niño sordo un adulto sordo con posibilidades de acercamiento al oyente».

La consecuencia más tremenda del mencionado congreso de Milán de 1880 fue que el apasionamiento con el que se proclamó el triunfo del oralismo motivó un menosprecio secular hacia los gestos que realiza el sordo, e impidió ver que tales gestos son un lenguaje cuyo conocimiento no sólo es útil, sino necesario para conseguir el objetivo de que el sordo aprenda el lenguaje de los oyentes.

A pesar de todo, los lenguajes de signos sobreviven e identifican a los sordos cuando se comunican entre ellos. Tras un siglo de falta de atención por parte de los oyentes, los lenguajes de signos empiezan a tenerse en cuenta en la enseñanza.

Por otra parte, hay que considerar la confluencia de los dos sistemas, lenguaje de signos y lenguaje verbal, que se da, en mayor o menor grado, en la persona sorda, en función de la edad en la que sobreviene la pérdida de audición y también según el grado de pérdida de la misma.

a) La edad en la que se produce la sordera es un factor esencial para analizar la estructura que presenta el lenguaje de signos en una persona sorda. Se consideran tres momentos fundamentales, aunque resulta difícil determinar con precisión su delimitación:

1) Que la pérdida auditiva sea congénita o se produzca antes del primer año cuando el proceso de adquisición del lenguaje apenas ha comenzado. Estos sujetos forman el grupo de los llamados sordos prelocutivos. Normalmente, aunque intervienen factores individuales, ambientales y educativos, este grupo de sordos es el que presenta el lenguaje de signos más puro.

2) Otro de los momentos significativos para explicar la confluencia entre el lenguaje de signos y el lenguaje verbal tiene lugar cuando la sordera sobreviene a partir de los dos años de edad, momento en que, normalmente, el niño ya cuenta con una base lingüística. Es un grupo de sordos postlocutivos en el que es preciso considerar, el grado de confluencia de los dos sistemas lingüísticos que presenta cada sordo.

3) Cuando la pérdida de audición se produce en el momento en que el niño ha concluido las etapas lingüísticas de aprendizaje de su lengua, hacia lo seis o siete años de edad, la competencia lingüística de dicha lengua se mantendrá durante toda su vida, lo que le permitirá entender cualquier sistema de recodificación visual de la lengua verbal, como la escritura y la lectura de los labios. Sin embargo, sus posibilidades de actuación lingüístico-verbal se van reduciendo progresivamente por ausencia de percepción auditiva, al tiempo que aprende rápidamente el lenguaje de signos en contacto con personas sordas. El lenguaje de signos, que constituirá su forma de expresión en sus actuaciones lingüísticas, presentará diversos grados de adaptación al lenguaje verbal, según la situación.

4) El grado de pérdida auditiva es, también, un factor importante para explicar la desigual coexistencia del lenguaje verbal y del lenguaje de signos en la persona sorda. En nuestro trabajo consideramos sólo el lenguaje de signos que presentan los sordos profundos, tradicionalmente llamados sordomudos, es decir, el lenguaje de aquellas personas cuya pérdida auditiva se coloca, en general, a partir de 70db (decibelios) en el promedio de las tres frecuencias conversacionales, esto es, 500Hz, 1000Hz y 2000Hz.




ArribaAbajo1.12. Niveles de uso

En el lenguaje de signos observamos tres niveles de uso o registros conversacionales, según distintas situaciones y de acuerdo con diferentes interlocutores.

1.12.1 Un nivel informal es el que el sordo utiliza en comunicación inmediata con otros sordos y con personas oyentes bilingües, normalmente pertenecientes a su familia.

1.12.2. El registro que utiliza el sordo cambia en situaciones formales de uso, como conferencias sobre películas, exposiciones, libros, etc., o en comunicación con interlocutores, sordos y oyentes bilingües, considerados de un nivel cultural superior.

1.12.3. Un tercer nivel de uso del lenguaje de signos es el que el sordo realiza en la comunicación con personas oyentes que poseen un dominio imperfecto del lenguaje gestual porque no lo han aprendido desde la infancia.

La distinción entre registro informal y registro formal en el uso del lenguaje de signos es semejante a la que se observa en el uso del lenguaje verbal; depende del contexto social.

Muchos sordos en sus actuaciones lingüísticas sólo distinguen el registro de uso informal de la comunicación inmediata. Comprenden el registro formal pero no son capaces de expresarlo, no lo distinguen en su expresión. Con frecuencia, son personas que, por circunstancias diversas, han estado privadas de la comunicación con otros sordos gran parte de su vida, y no han podido asistir a un colegio para sordos ni a las asociaciones, por residir en pueblos pequeños donde posiblemente no haya habido otro sordo. Además de las circunstancias mencionadas, hay que tener en cuenta que la mayoría de sordos que no distinguen los registros formal e informal pertenece al grupo de sordos prelocutivos-descrito en 1.11. Teniendo en cuenta que a un sordo prelocutivo le resulta imposible comprender la lengua escrita, recodificación de la lengua verbal, cuya estructura es muy diferente de la que presenta el lenguaje de signos, parece obvio que cierto grado de competencia en la lengua escrita influye en la completa distinción de los dos registros de uso del lenguaje de signos.

Por otra parte, el nivel de uso formal no coincide con lo que algunos denominan «español signado». Su estructura es diferente de la que presenta el español. Los rasgos que lo diferencian del registro informal son semejantes a los que separan ambos registros en el seno de cualquier lengua, es decir, menor tendencia a la elipsis, menor empleo de signos estereotipos, manifestación menos intensa de la afectividad, patente en el ritmo de signación, y una mayor riqueza de signos.

El tercer registro, que hemos señalado, puede denominarse español signado, pero no sin reservas. Sobre la estructura, simplificada, del español -o de otra lengua- se va haciendo corresponder los signos del lenguaje gestual, así se va construyendo un sistema secundario de signos, donde éstos aparecen como equivalentes visuales de las palabras. Este registro, como decíamos, es el que utilizan los sordos postlocutivos en su comunicación con oyentes que han adquirido algunos conocimientos del lenguaje de signos, por ejemplo se utiliza en las clases que son impartidas por un sordo postlocutivo a un grupo de oyentes, o bien, a sordos que acaban de perder la audición o están en un proceso de pérdida de la misma. También se utiliza, desde hace unos cinco años, en algunos programas de enseñanza para niños sordos, con la denominación de «educación bimodal», cuyo origen, como se verá en el apartado correspondiente a la historia, se remonta al siglo XVIII, en Francia, cuando el abad de L'Epée (1712-1789) inventó los «los signos metódicos» para enseñar a sus alumnos sordos a leer y a escribir el francés.

«Español signado» es, asimismo, el registro que aparece diariamente en la retransmisión del avance del telediario, que se emite a media tarde. En él aparecen dos personas oyentes; una de ellas comunica las noticias en español y la otra, oyente bilingüe, presenta la traducción simultánea en «español signado» para los receptores sordos. Es interesante observar la opinión que tienen los propios sordos sobre dicho programa. En una carta dirigida a varios periódicos con el título «televisión española, sorda para los sordos», el presidente de la Confederación Nacional de Sordos Españoles expresaba lo siguiente:

Hoy, nos vemos obligados a denunciar el más curioso mini-programa jamás visto, sin pies ni cabeza, emitido en torno a las seis de la tarde y con una duración de unos cinco minutos. Nos referimos al «Avance Telediario», del que ni los propios sordos entendemos su planteamiento, forma de traducción mímica y presentación, objetivos y normas. Vamos: nada.


F. J. PINEDO PEYDRÓ, carta publicada en el periódico
La Vanguardia el siete de febrero de 1987.
               


Sin duda, los sordos preferirían que se les tradujeran las noticias en lenguaje de signos, pues, como decíamos, si bien todos los sordos entienden los registros formal e informal, la mayoría de ellos no entiende el español signado de los oyentes, porque no es sino una mezcla de dos sistemas distintos.

En algunos estudios sobre lenguajes de signos de otros países se considera que entre el lenguaje de signos y el lenguaje verbal existe una situación de diglosia. Con frecuencia se suele identificar el lenguaje verbal signado con el registro de uso formal, que hemos señalado en el lenguaje de signos español.

G. L. Zaitseva (1983: 77-85) compara el lenguaje de signos ruso, al que considera como un sistema coloquial -SL-, con el ruso signado -SR-, utilizado en situaciones formales:

In the Russian community of the deaf, two sign systems are employed for communication. One of them, sign language (SL), is acquired by a young child if he or she is in immediate communication with members of a deaf community (family with deaf parents, school for the deaf, etc.). The second communicative system, Signed Russian (SR) is signed speech which develops in a essentially different situation.

After reaching a definite level of verbal skill and when in a situation of comparatively official communication, e.g. speaking to a school meeting, a deaf child uses signs, ordering them like the words of an ordinary spoken sentence.


(1983: 77)                


Concluye que muchos aspectos léxicos y gramaticales funcionan de modo semejante.

Autores norteamericanos, como Stokoe (1970: 21-41) y Woodward, hablan de un «continuum lingüístico» en la comunidad de sordos. En uno de los extremos del continuum están las variedades del lenguaje de signos norteamericano y en el otro extremo las variedades del inglés signado o inglés manual.

Woodward (1973 d: 39-46) muestra, asimismo, que algunas variedades intermedias del seno del continuum presentan los caracteres de un «pid-gin», cuyo uso es muy restringido, porque no gozan de buena consideración. Las variedades en el continuum, señala Woodward, están en relación con circunstancias sociales diferentes y tan fundamentales como el ser sordo u oyente, ser hijo de padres sordos u oyentes, haber aprendido el lenguaje de signos antes de los seis años de edad. Ante el gran número de denominaciones que han surgido para las variedades observadas en el continuum lingüístico: «American Sign Language» -ASL- (Stokoe, 1960), «ameslan» (Fant, 1972), «ameslish» (Bragg, 1973), «visual english» (O'Rourke, 1970), «siglish» (Fant, 1972), «pidgin signed english» (Woodward, 1972 y 1973), «manual english» (Stokoe, 1970), que no hacen sino sembrar confusión, Woodward sugiere las denominaciones de «inglés manual» para designar las «variedades de las lenguas de signos que intentan calcar el inglés lo más posible, y de «inglés signado» como término genérico que englobaría tales variedades. Insiste, por último, en la distinción de dos lenguas en los extremos del continuum: la lengua de signos y una representación manual del inglés.




ArribaAbajo1.13. Bilingüismo

Si bilingüe se considera a quienes desde su nacimiento han percibido dos lenguas en su entorno próximo, en proporción equivalente, y, después, el ambiente en el que se ha desarrollado su vida, es, asimismo, bilingüe, en el caso que nos ocupa sólo son bilingües los oyentes, hijos o nietos de sordos que vivan en su misma casa. Muchas de estas personas oyentes con familiares sordos continúan practicando el lenguaje de signos en las asociaciones de sordos. Además, suelen ser tremendamente conscientes en el terreno lingüístico porque viven muy directamente los problemas de comunicación que encuentra un sordo entre los oyentes; por ello eligen profesiones relacionadas con el mundo del sordo, como maestros de niños sordos, intérpretes, traductores, etc., constituyendo un valioso enlace entre el grupo de sordos y el de los oyentes.

Son bilingües también los sordos profundos que, desde la etapa pre-escolar, siguen el método de enseñanza basado en la comunicación total, es decir, en el aprendizaje sistemático de los dos sistemas.

El método de la comunicación total o de la enseñanza bilingüe para sordos es el que se practica, desde hace unos veinte años en la «Kendall School», escuela de enseñanza preescolar y primaria, dependiente de la universidad Gallaudet College de Washington. Según el informe de C. Guyomarch (1979: 247-253, vol. 17), en la «Kendall School», al final de la etapa preescolar, a los cinco años, los niños sordos son conscientes de que hay dos códigos, ya que si, por un lado comprenden y se expresan en lenguaje de signos, han comenzado el aprendizaje articulatorio de los sonidos y la lectura labial. En la etapa de enseñanza primaria, a partir de los seis años, tienen profesores sordos, que utilizan el lenguaje de signos, y profesores oyentes que utilizan el inglés signado; además, cuentan con la ayuda de un logopeda que les enseña la articulación. De manera que, al final de la etapa de enseñanza primaria, los niños sordos son bilingües.

Un método de enseñanza bilingüe para niños sordos, es el desarrollado en París, en la Fundación Borel-Maissony, por la lingüista y ortofonista Danielle Bouvet, (1980). Consiste, en primer lugar, en satisfacer la necesidad natural de comunicación, tan propia del niño sordo como del niño oyente. Para ello, desde el momento en que se descubre la sordera del niño, los adultos oyentes que forman parte del contexto comunicativo del niño deben dirigirse a él acompañando las palabras con signos, que deben aprender; por tanto, el modelo lingüístico que la familia oyente ofrece al niño sordo, como lengua materna, es una lengua signada, accesible para los oyentes y eficaz en la comunicación con el niño sordo. Este primer eslabón será el que posibilite el camino hacia un bilingüismo real.

El niño entrará en contacto con la lengua de signos asistiendo a una asociación de sordos adultos, de manera que a los tres o cuatro años de edad sepa comunicarse en su lengua de signos.

En la escuela se le ofrecerá una educación bilingüe, con maestros sordos y oyentes, que se comuniquen con él utilizando cada uno su propia lengua, en contextos diferentes. La adquisición de la lengua oral será lenta y requerirá un método especial, pero será más gratificante, por haber adquirido un sistema lingüístico en los años decisivos de la vida del niño sordo.

En España, de momento, no ha habido ningún intento de enseñanza bilingüe para el sordo.




ArribaAbajo1.14. Variantes geográficas

El lenguaje de signos no es universal; como toda lengua, presenta variantes geográficas, que se manifiestan en los distintos países y ciudades alejadas aun dentro del mismo país; también varía, a veces, según las asociaciones de sordos.

Las diferencias son más acusadas entre ciudades más distanciadas geográficamente como las que se observan entre Barcelona y Valladolid o entre Madrid y Barcelona, aunque también hay variantes entre ciudades más próximas como Valladolid y Madrid. Tales variantes afectan sólo al léxico gestual, no al funcionamiento de la lengua.

Por ejemplo, para denotar PERRO el signo utilizado en Madrid y Valladolid es distinto del empleado en Barcelona:

Palabra signada

Para denotar la cualidad de BARATO encontramos tres realizaciones gestuales diferentes:

Palabra signada

Para significar HERMANO, en Madrid y en Valladolid se utiliza el mismo signo y en Barcelona varía:

Palabra signada

Dos signos diferentes hallamos también para denotar JUEVES:

Palabra signada

La denotación de SABER cuenta con dos signos diferentes. En las ciudades más próximas, Madrid y Valladolid, se signa del mismo modo, mientras que en Barcelona se realiza de distinta manera:

Palabra signada

Por otra parte, llama la atención la comprensión mutua entre sordos no sólo de ciudades distintas, sino de diferentes países, incluso alejados geográficamente. El grado de inteligibilidad disminuye en el caso de oyentes bilingües en situación de comunicación con sordos que utilizan un lenguaje de signos distinto del que los oyentes bilingües han aprendido.

Pensamos que la comprensión mutua entre sordos de distintas comunidades lingüísticas se debe fundamentalmente al peso del componente expresivo en todo lenguaje de signos, que es el que determina, en tales situaciones, los gestos en forma de pantomima. Del componente expresivo trataremos más adelante.

H. Markowicz (1977: 30) aduce, como justificación de la aparente facilidad de comunicación entre sordos de distintos países, que recurren con mucha facilidad a los gestos en forma de pantomima, que los sordos tienen más puntos en común con sordos de cualquier país que con los oyentes de su propio país y, por último, señala las afinidades entre algunos lenguajes de signos, debidas a razones históricas, como el parentesco que existe entre el lenguaje de signos francés -LSF- y el lenguaje de signos norteamericano -ASL-.

Las coincidencias léxicas entre ambos lenguajes son evidentes en distintas obras consultadas -C. Springer (1968) New Orleans; E. D. Lawrence (1979) Springfield; G. M. Stenberg (1981) New York; R. R. Butterworth (1983) New York; L. Fant (1983) Chicago; H. Bornstein and K. L. Saulnier (1986) New York; P. Oléron (1974) París; J. M. Besson et al. (1981) Poitiers; B. Girard (1982) Chambéry-.

Como se verá en el capítulo dedicado a la historia del lenguaje de signos, está documentada la visita del norteamericano Gallaudet, oyente, a Francia y su regreso a Washington, acompañado de un profesor sordo francés, J. Clerc. Juntos emprenderían la educación de sordos en Washington, en el siglo XIX. Ante la similitud entre los lenguajes de signos francés y norteamericano, Woodward (1978) precisa que éste recibió influencia de aquél, pero no procede de él, como algunos creen, ya que es imposible pensar que los sordos norteamericanos no tuvieran ya su lenguaje de signos.

En las obras lexicológicas norteamericanas mencionadas, hemos observado que hay más coincidencias entre los signos de Nueva Orleans, que ofrece Springer (1968) y los signos franceses. Sin duda, es una manifestación de la influencia de Francia en Nueva Orleans durante unos cincuenta años.

En España, quizás el único factor de cohesión lingüística entre los sordos son las asociaciones, generalmente muy dinámicas e impulsoras de frecuentes intercambios culturales y deportivos, como los festivales de cine silencioso, de poesía, de teatro, etc. Las noticias sobre tales actividades de las distintas asociaciones de sordos se publican mensualmente en la revista Faro del Silencio, que coordina la Confederación Nacional de Sordos de España.

La Confederación Nacional de Sordos cuenta con una videoteca, que recoge relatos de películas y conferencias explicados en lenguaje de signos. Cada grabación es enviada a todas las asociaciones de sordos que la soliciten.

Importantes instrumentos de cohesión idiomática son las obras de tipo lexicográfico. En España hay dos diccionarios publicados. Uno de ellos es el Nuevo Diccionario Gestual Español (Pinedo, 1989), reedición del Diccionario mímico español (Pinedo, 1981). Contiene fotografías de unos cuatro mil seiscientos signos ordenados alfabéticamente, cuya realización también aparece convenientemente descrita. Al final, su autor incluye un apéndice gramatical en el que, mediante dibujos, se representa la designación de los distintos pronombres, preposiciones, conjunciones y adverbios del español.

Otra obra, publicada en 1987, es la que lleva por título Lenguaje de signos manuales. Los autores, un sordo postlocutivo y un oyente, por medio de una transcodificación entre el lenguaje verbal y el lenguaje de signos, pretenden un objetivo eminentemente pedagógico. Partiendo de la dimensión social y cultural de los signos, se establecen algunas esferas conceptuales, como los saludos, la familia, la casa, la ropa, los viajes; cada una de ellas consta de una serie de ejemplos mediante frases a fin de proporcionar el contexto de los signos, que aparecen dibujados tras el texto. En cada dibujo hay signos gráficos convencionales para aclarar su ejecución en el espacio. Los autores han procurado seleccionar signos correspondientes a conceptos de referentes concretos de manera que sea posible la traducción entre palabra y signo manual. Al final del libro hay un índice, en español y en catalán, de cuatro mil quinientos vocablos ordenados alfabéticamente, con la indicación de la página en que se halla el dibujo correspondiente.

Durante el curso 1984-85 realizamos la adaptación del texto de tres cuentos infantiles, dirigidos a niños sordos; en ellos, se acompaña el texto de dibujos de los signos. Los tres títulos fueron publicados por el Ministerio de Educación y Ciencia.

La persistencia de los lenguajes de signos en las condiciones que vamos considerando, como carecer de escritura, de instrumentos de cohesión, no ser enseñados ni tenidos en cuenta en los planes de estudio de los niños sordos, es una prueba evidente de la vitalidad que posee toda lengua natural para resistir los prejuicios e incomprensiones.