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ArribaAbajoActo II

 

(En la misma estancia del acto anterior, que tiene dos entradas laterales, se van a cruzar los personajes siempre en solitario y a gran velocidad. El AMA y TERESA están muy enfadadas y hablan a voces. El CURA y MAESE NICOLÁS andan preocupados por las noticias que acaban de recibir.)

 

 (Cruzando la escena con cara de mal genio y llevando un gran cesto.) 

  ¡Esto no hay quién lo aguante!  (Mutis.) 

 (Cruzando en dirección contraria y por otra puerta, también cargada.) 

TERESA.-  ¡Quién me iba a decir a mí, que me estaría sola para hacer la cosecha!

 (Cruza de nuevo, esta vez cargada con aperos de labranza y no dice nada.) 

 (Entra enfadada y se detiene en medio del monólogo, dejando un cubo en el suelo.) 

TERESA.-  ¡Ya se puede buscar una buena disculpa!... Es que no me puedo creer que me haya hecho esto ¡a mí!... que siempre le he tratado bien... ¡a quién se le ocurre! ¡Vamos!  (Coge el cubo y sale.) ...Este marido mío es un insensato...

  (Entrando y deteniéndose con TERESA.)  

AMA.-  Y, ¿quién saca las castañas del fuego?... ¿Eh?… ¿Quién?…las mujeres como siempre...

TERESA.-  ... Y, encima, se ha ido el pastor... menos mal que Sanchica me ha dicho que se va a encargar de las ovejas... Pero... ¿quién hará el queso, si ella está en el campo?... ¿cómo se le habrá ocurrido a mi Sancho, marcharse de casa en esta situación...? ¡Ay, ay!  (Sale.) 

AMA.-  ¿Y nosotras? ¿Qué hacemos nosotras solas en la casa?... Porque trabajar, lo que se dice trabajar, mi señor Don Quijote no ha trabajado nunca mucho... la verdad... Pero su sola presencia, aunque viviera su vida rodeado de libros... no sé... era otra cosa.

 (Hablando sola.) 

TERESA.-  ¡Esto sí que no se lo perdono! ¡Faltaría más!  (Dirigiéndose al AMA.)  ¿Qué te parece?... ¿Y yo que creía que hablaba en broma cuando me decía: Teresa, ya verás cómo mejoramos de fortuna; Teresa, ¡qué guapa estarás vestida con ricos terciopelos!; Teresa, ya verás como en muy poco tiempo vas a ser gobernadora de una ínsula... y aquí me tienes... preparando los aperos de la cosecha, que se viene encima porque el bueno de Sancho Panza, se ha ido por esos mundos de Dios a conquistar ínsulas.

AMA.-  Pues qué quieres que te diga. Los hombres son imprevisibles... porque tú Sancho no está loco como mi señor, ¿verdad?

TERESA.-  No, no... Mi Sancho está muy en sus cabales.

AMA.-  Y, sin embargo se ha dejado embaucar por las promesas de DON QUIJOTE.

 (Un poco molesta por lo que acaba de decir el AMA.) 

TERESA.-  ... o puede que se haya ido con él para hacerle entrar en razón.

AMA.-  ... Pues es verdad... No había caído en ello... Perdona, hija. ¿Traes la leche del ordeño?

TERESA.-  Aquí la tengo, en el caldero. Vamos dentro que yo haré los quesos hoy.  (Mutis.) 

 (Llamando a la puerta.) 

BARBERO.-  ¿Ama? ¿Tonia?...

 (A voces.) 

AMA.-  ¡¡¡Tonia!!!... Dónde estará esta chiquilla, ahora... ¡Tonia!  (Mutis.) 

 (Desde dentro.)  

TERESA.-  Está con Sanchica.

 (Entrando.) 

BARBERO.  No hay nadie  (Busca con la mirada y como no encuentra a nadie, se va.) 

CURA.-  Nicolás... ¿Dónde está, maese Nicolás?  (Busca con la mirada y se va.) 

 

(Entran en escena simultáneamente el AMA, TERESA, el CURA y MAESE NICOLÁS tropezando entre sí. Hablan a la vez.)

 

AMA.-  ¿Qué hacen ustedes aquí?

CURA.-  Perdón.

TERESA.-  ¡Ay!

BARBERO.  ¡Al fin!

AMA.-  Pero, ¿qué pasa?.  (Al CURA y a MAESE NICOLÁS.)  ¿Que ha ocurrido para que vuestras mercedes vengan a la casa? ¿Saben algo de mi amo?

BARBERO.-  ... Es que... ha venido el molinero de un pueblo cercano a pedir reparación porque, según dice, Don Quijote le ha estropeado las aspas de su molino al arremeterlo con la lanza.

AMA.-   ¿Don Quijote?

TERESA.-  ¿Y, para qué quería Don Quijote arremeter contra un molino?... Ese hombre no sabe lo que dice...

CURA.-  Es... que, según parece, nuestro amigo, Don Quijote, confundió los molinos con gigantes peligrosos, que le iban a atacar...

BARBERO.-  ... y les ofreció batalla...

AMA.-  ¡Ay, madre!

TERESA.-  ¿Y Sancho? ¿No estaba con él para disuadirle? Porque mi Sancho, otra cosa no tendrá... pero sentido común, no le falta.

AMA.-  Poco conoces a mi amo... cuando le da la locura, lo vive todo tan intensamente, que se cree que es realidad.

TERESA.-  ¿Y vienen ya para acá?

BARBERO.-  ¡Qué va...!

CURA.-  Y no entiende a dónde han podido ir ya que, parece ser, que Don Quijote estaba bastante magullado.

BARBERO.-  Precisamente, el molinero ha venido a cobrarse la deuda porque les ha perdido la pista... Y dice que si no cobra, le denuncia a la Santa Hermandad.

AMA.-   ¿Y viene aquí para que yo le pague?

BARBERO.-  Tiene que tener algo de dinero, porque yo mismo le entregué a Don Quijote una bolsa de ducados, no hace muchos días, después de recuperarse de su enfermedad.

AMA.-   ¿Una bolsa, dice? ... Pues se la habrá llevado con él. Porque aquí no hemos visto un real.

BARBERO.-  Entonces, le pagaré yo mismo, para que se marche de una vez y nos deje en paz... Ya lo cobraré todo junto.

 (Muy decidida.) 

AMA.-  ¡No! ¡Mientras viva yo, y mientras a mí me quede un maravedí, vuestra merced no le va a adelantar más dineros a mi amo. Ya lo pondré yo de mis ahorros.

BARBERO.-  No os enfadéis, mujer.

AMA.-  Claro que me enfado. Como que le veo venir. .. y sé que se lo quiere cobrar casándose con la chiquilla.

BARBERO.-  ¿Y le parece mal que me quiera casar con ella?

AMA.-  Naturalmente que me parece mal. Primero porque vuestra merced es un carcamal, que tenía que buscarse una mujer de su edad, y segundo porque, la pobre, anda enamorada de un mozo joven y guapo.

BARBERO.-  ¿Ah sí? ¿Y quién es?

AMA.-  No tenía otra cosa que hacer yo que contárselo. Averígüelo como pueda... Y vámonos adentro, que le pago la deuda.

CURA.-  Vamos.

BARBERO.-   Allá voy... pero es usted una mal pensada.  (Salen todos menos TERESA.) 

 

(Al cabo de unos minutos, entra el AMA.)

 

AMA.-   Pues maese Nicolás está decidido a hacer méritos para enamorar a la pobre Tonia. Dice que va a venir esta tarde. Pero al molinero le he pagado yo... ¡Faltaría más!

TERESA.-  ¿De dónde has sacado el dinero?

AMA.-  De mis encajes... ¿Qué te creías?... Llevo muchos años vendiendo puntillas. Aunque soy criada de Don Quijote, soy más rica que él.

TERESA.-  ¿Qué ha dicho el barbero?

AMA.-  Se ha quedado de una pieza. Lo que menos se esperaba es que pudiera pagarle. Creo que este hombre no se había fijado en mí hasta hoy.

TERESA.-  Si lo que busca es dinero, tú llevas una dote mejor que la muchacha… ¡No te digo!. (Mutis de las dos mujeres.) 

 

(Queda la escena en penumbra dando la sensación de que ha pasado un tiempo. Puede haber dos momentos musicales y dos iluminaciones diferentes. Se va encendiendo lentamente la luz y aparecen llorando la SOBRINA y SANCHICA acompañadas del BACHILLER.)

 

SOBRINA.  ¡Ay, qué vergüenza!

BACHILLER.-  Mujer… que no es para tanto.

SANCHICA.-  ¡Pero que vergüenza!… ¡Esto no se puede aguantar!

SOBRINA.-  Todo el mundo nos miraba…

SANCHICA.-  … y se reía por lo bajo… ¡Ay, ay!

SOBRINA.-  … y nos señalaba con el dedo…¡Ay, ay, ay!

BACHILLER.-  No os pongáis así… No es cierto que la gente se burlara de vosotras.

SANCHICA.-  .. ¿Cómo que no?… ¿es que no me miraban cuando contaban que, a mi pobre padre, le han manteado en la posada?… y se han reído de él…

SOBRINA.-  …¿y cuando decían que a mi tío casi le corta una oreja ese… vizcaíno… o lo que fuera…?

SANCHICA.-  ...Y dicen los cantares que mi padre quiere gobernar una ínsula…

SOBRINA.-  ¡Ay, ay, ay,!… menos mal que aparecisteis vos, y nos sacasteis de allí.

SANCHICA.-  ¡Ay, ay, ay!…Y os encarasteis con la gente que nos hacía burla….

BACHILLER.-  Vamos… dejad de llorar las dos, que la cosa no es para tanto… Ya sabéis lo que son los romances de ciego.

SANCHICA.-  Me voy a decírselo a mi madre.  (Sorbiéndose los mocos.) 

 (Conteniéndola.) 

BACHILLER.-  Ni se te ocurra. Tu madre no tiene que enterarse de nada.

 (Dándole un pañuelo.) 

SOBRINA.-  Límpiate esos ojos para que no note que has llorado.

BACHILLER.-  …y no se te escape decirle que le han robado el burro a tu padre.

SANCHICA.-  Encima está lo del pobre Rucio… yo lo he cuidado desde que nació.  (Sale limpiándose los mocos y las lágrimas.) 

 (A solas con la SOBRINA. Limpiándole las lágrimas.) 

BACHILLER.-  Vos tampoco debéis llorar.

SOBRINA.-  ¿Cómo no voy a llorar si mi tío Don Quijote va haciendo el ridículo por el mundo?

BACHILLER.-  No, Tonia. Hacer el bien no es hacer el ridículo.

SOBRINA.-  Buscar la gloria “desfaciendo entuertos”, como él lo llama, y como él lo hace… es hacer el ridículo.

BACHILLER.-  Entre el ridículo y la gloria hay un solo paso.

SOBRINA.-  Claro que hay un solo paso: él está en Sierra Morena deshaciendo entuertos , enmendándole la plana a la ley, amparando doncellas y creyendo que va a conquistar un reino para que lo gobierne Sancho Panza… Eso debe ser la gloria… Nosotras estamos en casa muertas de vergüenza, sin atrevernos a salir a la calle porque todo el mundo nos mira como la familia de un loco que se cree caballero andante… Eso es el ridículo… ¡el ridículo! ¿Os enteráis?  (El AMA va a entrar, pero se detiene al escuchar los lamentos de la SOBRINA.) 

 (Entrando.) 

AMA.-   ¿Qué estoy oyendo? ¿Tú también andas acobardada como Sanchica?

SOBRINA.-  ¿Me habéis oído?

AMA.-  Te he oído a ti y la he oído a ella, que me ha contado lo de los cantares… Y una no está dispuesta a ver a mi niña llorando y escondiéndose porque su señor tío haya decidido enmendar las sinrazones de este mundo a golpe de lanza.

SOBRINA.-  ¿Y qué podemos hacer si no lamentarnos?

AMA.-  Trocando el ridículo en gloria.

SOBRINA.-  ¿Cómo podemos hacer eso?

AMA.-  Aceptando la realidad y obrando en consecuencia.

 (Sin enterarse mucho de lo que quiere decir el AMA.) 

SOBRINA.-  … Obrando en consecuencia… ¿Qué es eso?

AMA.-  Ir por la vida con la cabeza bien alta.

BACHILLER.-  Tiene razón el Ama. Sencillamente que, en vez de esconderos, sepáis dar la cara por vuestro querido tío… Que en vez de ocultar vuestro linaje, vayáis pregonando que sois Sobrinea de la Mancha, la orgullosa Sobrina del Caballero de la Triste Figura. ¿Es eso lo que proponéis, Ama?

AMA.-  ¡Pero, qué relisto sois, hijo!… Os dejo solo con ella, que con esa labia de Salamanca, se lo explicaréis mucho mejor que yo...  (A la SOBRINA.) Y, nada de andar con los ojos gachos…  (Acompañándose con el gesto.) ¡Así hay que ir!.  (Se va el AMA con mucho poderío.) 

SOBRINA.-  ¡Qué vergüenza, Dios mío…! Yo no me atrevo.

BACHILLER.-  Ese es el quid de la cuestión: que os ocultéis del mundo o que os pongáis el mundo por montera… ¡Atreveos!

SOBRINA.-  No me creo capaz.

BACHILLER.-  Mi amor os ayudará...Mi Sobrinea.

SOBRINA.-  ¿Pero eso no era nuestro juego?

BACHILLER.-  Dejemos al mundo entero que juegue el juego de la caballería andante.

SOBRINA.-  Me parece que estamos todos un poco locos…, mi caballero de la Blanca Luna.

BACHILLER.-  Todos necesitamos un poco de locura, para poner verdadera cordura en nuestras vidas.

 

(Se abrazan los enamorados y hacen mutis despacio. Se apaga la luz mientras se escucha una música animosa. Al encenderse la luz, de nuevo, llaman a la puerta. Sale el AMA a abrir. Entran el CURA y MAESE NICOLÁS con TERESA.)

 

CURA.-  Ama, ¿Ya han llegado?

AMA.-  ¿Quién tiene que llegar?

BARBERO.-  La Santa Hermandad, Ama.

TERESA.-  La Santa Hermandad

 (A la vez.) 

AMA.-  ¿La Santa Hermandad?

CURA.-  La Santa Hermandad, sí. Que está buscando a Don Quijote para encarcelarle.

AMA.-  ¿Encarcelarle? ¡Dios mío!… Si ya lo decía yo…

TERESA.-  ¿Y, también van a encarcelar a mi Sancho?

BARBERO.-  … No lo sabemos, Teresa. Pero hay traerles a casa enseguida.

AMA.-  Lo mejor será que vayan vuestras mercedes a por ellos… al infierno, si hace falta.

CURA.-  ¡No blasfeméis!

BARBERO.-  Ni el miedo a la cárcel puede hacer que Don Quijote vuelva al pueblo.

 (Entrando.) 

SOBRINA.-  A mi tío solo le puede hacer volver una causa noble.

BARBERO.-  ¿Por ejemplo?

SOBRINA.-  Por ejemplo, que una dama en apuros se lo pida.

 (En voz baja, al BARBERO.) 

CURA.-  Es verdad… pareces tonta, la leída esta.

 (Mirando al CURA con guasa.) 

SOBRINA.-  Gracias a los libros, señor cura.

 (Observando al CURA de arriba a abajo.) 

AMA.-   ¿Qué os parece, señor cura, que vos, que sois apuesto, os disfracéis de dama y le engañéis hasta devolverle a casa?

SOBRINA.-  ¡Eso!.. Y vos, maese Nicolás… podéis disfrazaros de su doncella.

BARBERO.-  ¿Qué dama ni qué doncella?. Yo no me disfrazo

 (Sale TERESA muy decidida.) 

 (Coquetona.) 

SOBRINA.-  ¿No queréis darme gusto…?

BARBERO.-  … Si es por vos…

SOBRINA.-  Por mí y por mi tío, Don Quijote.

CURA.-  Pero eso es muy difícil, muchacha. ¿Qué historia habríamos de contarle?

SOBRINA.-  Una historia galante… Como… como que una princesa…

AMA.-  ¡Una princesa!

SOBRINA.-  ¡Eso!… Que… que está siendo perseguida por…

 (Aparece con una brazada de vestidos viejos.) 

TERESA.-   … por un gigante…

 (Entrando al trapo.) 

CURA.-  ¡De acuerdo!… y le pide ayuda a Don Quijote…

BARBERO.-  … Y, Don Quijote, la va siguiendo… la va siguiendo… hasta llegar a casa.

SOBRINA.-  ¡Pero qué inteligentes son vuestras mercedes!

CURA.-  ¿Pero, cómo le podemos engañar?

TERESA.-  Déjenlo de nuestra cuenta. A ver… ¿Cómo le quedaría a usted esta saya?

AMA.-  ¿Y este corpiño?

 (Al BARBERO.) 

SOBRINA.-  ¿O, esta toca?

 

 (Las tres mujeres intentan disfrazar al CURA y al BARBERO de la manera más cómica posible, con diálogos oportunos y jocosos creados por los propios personajes. La escena se puede alargar o acortar según interese.) 

 (Mientras viste al CURA.) 

AMA.-   Por aquí… es mejor que meta el brazo por la manga… Eso… ¿Y cómo se podría llamar la princesa?

CURA.-  Esta toca me aprieta... Debe ser un nombre muy espectacular. Vamos a pensar…

TERESA.-  La princesa Micomicona…  (Al CURA.)  Estése quieto, que no consigo colocarle esto bien.

SOBRINA.-  Sí. Es un nombre muy sonoro… Y es hija del rey Micomicón.  (Coge unos alfileres de uno de los mundillos para sujetarle la prenda y le pincha adrede.) 

BARBERO.-  ¡Aaaayyyy!

SOBRINA.-  No seáis quejica.

BARBERO.-  …Me habéis pinchado…

SOBRINA.-  Si es que no paráis quieto, hombre de Dios.

BARBERO.-  Cuando os acercáis a mí… no sosiego.

SOBRINA.-  Pues sosegad.  (Mirando guasona al BARBERO.)  ¡Ay! Maese Nicolás… Cómo le cae a vuestra merced este corpiño de terciopelo … A ver… míreme… Estaría “guapísima” si no fuera por el bigote.

BARBERO.-  Mi bigote no me lo quito: eso sí que no.

SOBRINA.-  ¿Cómo que no?. ¿No decíais que haríais todo por mí?

BARBERO.-  Todo…todo… (Tocándose el bigote con tristeza)

SOBRINA.-  Todito vais a hacer.  (Coge unas tijeras y le corta el bigote, con grandes lamentos pos parte de éste.) …Y no olvidéis que un gigante malvado os ha arrebatado el reino…  (Mirándole.)  ¡Qué preciosidad!

BARBERO.-  ¡Ay!

 (Al AMA.) 

SOBRINA.-  Ama, me parece que el señor barbero hace mejor de princesa Micomicona que el señor cura.

TERESA.-  No sé hija. Tendremos que echarlo a suertes porque ambas “señoras” parecen talmente de verdad.

AMA.-  A ver…  (Mirando a ambos y con mucha teatralidad.) … ¿Quiénes son estas elegantes damas que nos hacen el honor de visitar nuestra humilde morada?

 (Afinando la voz.) 

CURA.-  Soy la princesa Micomicona y ésta, mi doncella.

 (A la vez.) 

BARBERO.-  Soy la princesa Micomicona y ésta, mi doncella.

AMA.-   Demasiadas Micomiconas para un solo día.

 

 (Entra jadeando SANSÓN CARRASCO.) 

 (Entrando.) 

BACHILLER.-   ¿Ha llegado ya?

TODOS.-   ¿Quién?

BACHILLER.-  El alguacil de La Santa Hermandad… Pero… ¿Quiénes son estas señoras?

SOBRINA.-  Miradlas detenidamente, por si os son conocidas.

 (Mira detalladamente a los hombres disfrazados.) 

BACHILLER.-   … El caso es que… me parece haberlas visto en alguna parte… pero no recuerdo bien.  (Dirigiéndose al CURA y al BARBERO.) 

  ¿Quiénes son vuestras mercedes?

 (Llaman a la puerta con grandes golpes.) 

ALGUACIL.-  ¡Abran en nombre de la ley!

 (Abrazando al AMA.) 

SOBRINA.-  ¿Qué hacemos con estos dos?

AMA.-  Tranquilos todos: Ustedes dos y Tonia se van a sentar a hacer encaje.  (En voz alta.)  ¡Ya va!

ALGUACIL.-  ¡Abran, digo!

 (Abriendo la puerta y fingiendo.) 

AMA.-   ¡Qué ganas teníamos de que llegara, señor alguacil! ¿Ya se sabe algo de DON QUIJOTE?

ALGUACIL.-  Nos han dicho que está aquí escondido.

SOBRINA.-  ¿Aquí?…¡Qué más quisiéramos!

TERESA.-  ¿Y también buscan a mi Sancho?

ALGUACIL.-  Vengo por Don Quijote, que ha liberado a unos delincuentes que iban a cumplir condena a galeras.

AMA.-  ¿Don Quijote ha hecho eso?

ALGUACIL.-  Además de otras muchas tropelías.

 

(El CURA y el BARBERO disfrazados se han colocado ante los mundillos de hacer bolillos junto con la SOBRINA. Se sientan cara al público y de espaldas a la puerta por donde entra la justicia. Se ponen a trabajar muy seriamente. Como es de imaginar ni el CURA ni el BARBERO saben hacer encaje, por lo que se les enredan los palos, se pinchan , etc. Con mucha mímica y comicidad. Su rostro va cambiando según sea la conversación.)

 

ALGUACIL.-  ¿Quiénes son ustedes?

AMA.-  Yo soy el Ama de Don Quijote, ésta es su Sobrina y Teresa es la mujer de Sancho Panza.

BACHILLER.-  Yo soy el bachiller Sansón Carrasco.

ALGUACIL.-  ¿Quiénes son estas muchachas?

SOBRINA.-  Son unas amigas mías que me ayudan a hacerme el ajuar.

 (Acercándose a las encajeras y mirando las puntillas del CURA por encima del hombro.) 

  (Al CURA.) 

ALGUACIL.-  ¿De dónde sois?

 (Con voz afeminada.) 

CURA.-  De Argamasilla.

ALGUACIL.-  Me encanta ver hacer puntilla a las mujeres…  (A la SOBRINA.)  Menudas randas tendrás hechas ya para tu arreo, moza… con la rapidez que trabajas…  (Mirando al BARBERO.) … Tú no corres tanto… ¿Qué te pasa?

 (Con voz de pito.) 

BARBERO.-  … Es que se me han enredado los bolillos…y estoy deshaciendo.

AMA.-  Es que la pobre… es un poco …torpe.

TERESA.-  … Mas bien, muy torpe.

AMA.-  Eso quería decir.

 

(Se oye un ruido dentro de la casa que alarma al alguacil)

 

BACHILLER.-  ¿Qué ruido es ese?

SOBRINA.-  ¡El gato!

ALGUACIL.-  Ustedes me está engañando... Seguro que tienen escondido a Don Quijote.

AMA.-  ¿Nosotras? No, señor alguacil.

ALGUACIL.-  Vamos a buscarle.  (Al BACHILLER.) 

AMA.-   Sansón, acompañad a la justicia.  (Bajito.) … Y, entretened al alguacil todo lo que podáis.  (Salen el ALGUACIL y el BACHILLER.) 

AMA.-  Vamos, aprisa… Quítense vuestras mercedes esos atavíos y desaparezcan de aquí lo más rápidamente que puedan.

 

(Se desvisten el CURA y el BARBERO ayudados por las tres mujeres y dejan la ropa femenina en un rincón visible.)

 

CURA.-  Menos mal que no nos han conocido. ¿Qué hubieran dicho en el pueblo si se enteran de que el cura anda disfrazándose como una mujerzuela en carnavales?

BARBERO.-  …Y yo, a mis años, con estas pintas…

SOBRINA.-  Las mismas pintas que tendría si se casara conmigo… ¡No te digo! ¡Hale!

TERESA.-  Ahora, se van despacito, como si no hubieran roto un plato.

CURA.-  Si…si.

BARBERO.-  Me parece que no voy a venir por aquí en mucho tiempo.

 (Abriendo la puerta.) 

SOBRINA.-  Por lo menos el tiempo que tarde en traer a mi tío. Adiós.

 

(Salen el CURA y el BARBERO.)

 

AMA.-  ¡Ay!

TERESA.-  ¡Qué descanso!

 (A la vez.) 

SOBRINA.-  ¡Qué pesado!

 

 (Se sientan las tres delante de sendos mundillos y se ponen a hacer encaje. Llega el ALGUACIL con el BACHILLER.) 

ALGUACIL.-  No hemos encontrado a nadie.

AMA.-  ¿Han mirado bien?

ALGUACIL.-  Hasta en los corrales.

SOBRINA.-  … y, en la despensa… en el sobrado…

TERESA.-   ¿Y en el pozo? ¿Han buscado en el pozo?

 (Tomándoles el pelo.) 

SOBRINA.-  … ¿Y en el gallinero?: ¿No han encontrado a Don Quijote en el gallinero?

BACHILLER.-  Hemos mirado todo.

 (Muy mosqueado.) 

ALGUACIL.-   Pero… ¿Ustedes no son las mismas mozas que había aquí hace un rato?

SOBRINA.-  ¿Cómo que no?

ALGUACIL.-  Tú, sí… Pero las que estaban contigo… eran otras.  (Tocándose la frente.)  ¡Eran Don Quijote y Sancho disfrazados!

ALGUACIL.-  ¡Me han engañado!

TERESA.-  ¿Nosotras?

 (A la vez.) 

SOBRINA.-  ¿Nosotras?

AMA.-  ¿Nosotras?

 (Percatándose de las ropas de mujer que han dejado en un rincón.) 

ALGUACIL.-  ¡Estas son las ropas con las que estaban camuflados!

AMA.-  ¿Quién estaba camuflado?

ALGUACIL.-  ¡Se han escapado!  (Al BACHILLER.)  … ¡Y tú eras su cómplice!

 (Aturdido.) 

BACHILLER.-  ¿Yo?… Dios me libre…

ALGUACIL.-  ¡Tengo que encontrarlos!

 

 (Sale el ALGUACIL muy acelerado y nervioso al ver que le han tomado el pelo y deja a nuestros amigos partiéndose de risa.) 

 (A la SOBRINA.) 

BACHILLER.-  ¿Cómo no me habíais dicho que había vuelto vuestro tío?

TERESA.-  Pero… pero ¿Es que no habéis conocido a los disfrazados?

SOBRINA.-  ¿Seguro que no les habéis conocido?

BACHILLER.-  No. ¿Quiénes eran?

AMA.-  ¡Pues no se lo decimos!  (Se miran las tres con picardía.) 

TERESA.-  ¡Pues no se lo decimos!

SOBRINA.-  ¡Pues no se lo decimos!

 

(Risa y TELÓN.)

 


ArribaActo III

 

(El AMA y TERESA charlan mientras continúan con su interminable puntilla respectiva. De vez en cuando se abanican porque hace mucho calor. DON QUIJOTE y SANCHO acaban de salir de nuevo en busca de aventuras después de una breve estancia en casa, adonde llegó creyéndose preso de una hechicería sobre un carro de bueyes, seguido por un SANCHO triste y humillado.)

 

 (Deja de tejer y mira al infinito.) 

TERESA.-  Nunca creí que me pareciera bien que mi Sancho se me fuera otra vez.

AMA.-  Yo pensaba que ya se iban a quedar aquí para siempre… El cura y el barbero se encontraron con aquella muchacha que creo que se llamaba… no me acuerdo…

TERESA.-  Dorotea.

AMA.-  Eso. Dorotea… que hizo a las mil maravillas el papel de princesa Micomicona y consiguió acercar a casa a Don Quijote.

TERESA.-  Porque, lo que eran sus disfraces… no creo que le hubieran engañado.

 (Melancólica.) 

AMA.-  … Y parecía que se les había pasado la fiebre… Los amigos visitaban a mi señor… y todo parecía normal… hasta que decidieron irse a Barcelona. ¡Nada menos!

TERESA.-  Seguro que en Barcelona conseguirán aventuras que les darán mucha fama.

AMA.-  Con la fama no se come.

TERESA.-  … Depende… a mí no me importa que se hayan ido de nuevo.

AMA.-  ¿Te ha parecido bien? A mí me parece tanta locura como la primera vez que se fueron.

TERESA.-  Es su oficio, oye. Don Quijote es un caballero andante cuyo escudero le acompaña por encrucijadas y veredas esperando una batalla gloriosa que le convierta en gobernador de una ínsula.

AMA.-  Pero ¿has terminado por creer lo de la ínsula?

TERESA.-   ¿Cómo no lo voy a creer? La primera vez que ha vuelto a casa, Sancho me ha traído cien escudos. La próxima vez, vendrá en caballo y con escolta.

AMA.-  ¿Cien escudos? ¿De dónde han sacado estos correcaminos cien escudos?

TERESA.-  ¡Ah! No sé… Será la soldada con que le ha pagado sus servicios mi señor Don Quijote.

AMA.-  Pero si Don Quijote no tiene donde caerse muerto… ¡Anda ya!

TERESA.-  Tendrá o no tendrá… Pero todo el mundo le respeta… y su fama corre de boca en boca… y hasta los ciegos le hacen coplas… y se está escribiendo un libro con sus aventuras que se titula: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

AMA.-  ¿No me digas?… ¿No lo habrás leído tú?

 (Con retintín.) 

TERESA.-  No, Ama, no… Yo no sé leer como la Sobrina. Ni mi Sanchica tampoco… que nosotras somos mujeres decentes…

AMA.-  ¿Es que mi Tonia no es una mujer decente? … Mira que la he cuidado desde que murió su madre… ¡y no te consiento que digas eso!

TERESA.-  … Mujer… No quiero decir que la moza sea mala. ¡Dios me libre!… pero … ya sabes… en el pueblo se comenta … que también lee libros de caballerías… y que presume de ser Sobrina de Don Quijote… y cualquier día…

 (Entrando y muy seria.) 

SOBRINA.-  Cualquier día… ¿qué? Teresa.

 (Recoge de mala manera la labor y se sale con el mundillo.) 

TERESA.-  Nada… No he dicho nada. Ya me iba. Hasta luego

 (Al Ama.) 

SOBRINA.-  ¿Qué le pasa a ésta?

AMA.-  Pues no lo sé. Por un lado está contenta porque su marido se gana la vida de escudero de un caballero andante. Y por otro…

SOBRINA.-  Por otro, ¿qué?

AMA.-  Creo que le fastidia que su marido sea eso… el escudero.

 (Riendo.) 

SOBRINA.-  Ja…ja… ¿Pues qué quería?

 (Ríe también.) 

 (Se oye a SANCHICA, desde fuera dando voces.) 

SANCHICA.-  ¡Madre! ¡Madre!

 (Saliendo a buscar a SANCHICA.) 

SOBRINA.-  ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas de esa manera?

 (Entrando. A la SOBRINA.) 

SANCHICA.-  ¡Ay!, amiga mía… Que hay un mancebo, como un pino de oro, preguntando por mi madre…¡qué nerviosa estoy!

 (Levantándose.) 

AMA.-  ¿Qué pregunta?

SANCHICA.-  ¡Que si está mi madre!

 (Entrando con el mundillo en la mano.) 

TERESA.-  ¡Aquí está tu madre! … ¿Qué es lo que ocurre, niña?

SANCHICA.-  ¡Ay!, madre… Que en la puerta está un joven muy apuesto preguntando por vos.

TERESA.-   ¿Y lo tienes en la calle?… ¡Hazlo pasar!, muchacha.

 

 (Sale SANCHICA y se quedan las demás mujeres con gran expectación. Vuelve seguida del PAJE que trae ricos presentes.) 

 (Al PAJE, señalando a TERESA.) 

SANCHICA.-  Mi madre.

 (Arrodillándose.) 

PAJE.-   Déme vuestra merced sus manos, mi señora Doña Teresa, esposa del Señor Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria.

 

 (TERESA se queda estupefacta y se le cae el mundillo con gran estrépito y revuelo de bolillos. El AMA lo recoge y lo coloca en cualquier sitio.) 

TERESA.-  ¡Ay, señor mío, quítese se ahí; no haga eso… que yo no soy nada palaciega sino hija de un destripaterrones y mujer de un escudero andante, y no de gobernador alguno.

PAJE.-  Vuestra merced es mujer dignísima de un gobernador archidignísimo.

AMA.-  ¡Oh!

SANCHICA.-  ¡Anda!

PAJE.-  Y, para prueba de mi verdad, reciba vuestra merced esta carta y este presente.  (El PAJE le entrega una sarta de corales que TERESA coge con gran devoción, alucinada por semejante acontecimiento.) (Se acercan a TERESA las demás mujeres y tocan el collar. Exclamaciones libres de las actrices.) 

SOBRINA.-  ¡Son corales!

AMA.-  … ¡y de verdad!

 (TERESA no cabe en sí de gozo.) 

SANCHICA.-  …¡Y, con extremos de oro!

 (Entregándole la carta.) 

PAJE.-   Esta carta es del señor Gobernador, y esta otra que traigo y estos corales son de mi señora la Duquesa, que a vuesa merced me envía.

 (Muy mosqueada.) 

SOBRINA.-  ¿Una duquesa?… ¿Qué duquesa?

PAJE.-  La Duquesa en cuyo palacio se alojan Don Quijote y su escudero, Sancho Panza.

 (Emocionada.) 

SANCHICA.-  Que me maten si no anda por ahí nuestro señor amo Don Quijote, que debe haber dado a padre el gobierno que tantas veces le había prometido.

PAJE.-  Así es la verdad, que por respeto del señor Don Quijote es ahora el señor Sancho gobernador de la ínsula Barataria, como se verá por esta carta, que puede leer vuestra merced.

 (Muy contrariada.) 

TERESA.-  … Pero si yo no sé leer ni mi hija Sanchica, tampoco…

SOBRINA.-  Yo sí sé leer. Y voy a leer.  (Coge la carta. Todas escuchan con curiosidad.) Veamos qué dice esa.  (Con guasa.) … Duquesa:  (Lee.)  “Amiga Teresa”…  (La SOBRINA va pasando de la ironía de la desconfianza con la que comienza la lectura hasta la convicción de la certeza.) 

TERESA.-  ¿Me llama amiga?

 (Continúa con la lectura.) 

SOBRINA.-  … “la bondad y el ingenio de vuestro marido Sancho…  (Se ponen muy huecas TERESA y SANCHICA, asintiendo con la cabeza.) … obligaron a mi esposo el Duque, a concederle el gobierno de una ínsula, de muchas que tiene”…

AMA.-  ¡Tiene muchas ínsulas!

 (Leyendo.) 

SOBRINA.-  … “quiero que sepa, señora Teresa, que es el mejor gobernador del mundo, y ya quisiera gobernar yo como Sancho gobierna”.

TERESA.-  ¿No te digo?… si mi Sancho terminará por dar lecciones en la Corte…

SOBRINA.-  Espera que no he terminado… “Tiempo vendrá en que nos conozcamos y nos comuniquemos”…

AMA.-  ¡Quiere conocerla!

SOBRINA.-  Pues ahora viene lo mejor:  (Mirando a su amiga.)  … “Encomiéndeme a Sanchica, su hija, que la tengo que casar altamente cuando menos lo piense”…

SANCHICA.-  ¡Ay, madre!… Que me voy a la Corte para casarme con un príncipe…

SOBRINA.-  “Su amiga, que bien la quiere, La Duquesa”

 (A la SOBRINA.)  

PAJE.-  Vos misma habéis comprobado que lo que digo es verdad. Y más se alegrarán cuando vean el vestido de paño finísimo que el Gobernador Sancho envía para su hija Sanchica.

 

(Abre el paquete y enseña un vestido verde, de fino paño, que coge SANCHICA inmediatamente, colocándoselo delante a modo de prueba paseándose con él de esa guisa por todo el escenario. Exclamaciones de sorpresa.)

 

SANCHICA.-  ¡Madre mía! ¡Cuando me vean las otras mozas del lugar!

TERESA.-  ¡TERESA, gobernadora!… ¡Ahhh!

SANCHICA.-  ¡Cochina envidia que van a tener todas cuando me pasee con mi madre, en coche, como una reina!

TERESA.-  … Y cuando estemos sentadas, en la iglesia, junto al altar mayor…

 (Dándose mucha importancia.) 

SANCHICA.-   … Bajo dosel…

TERESA.-  Todas estas venturas, y aún mayores, me las tiene profetizadas mi buen SANCHO, y verás tú, hija, como no para hasta hacerme condesa.

 (Con una cierta envidia.) 

AMA.-  … Todo es comenzar a ser venturosas…

TERESA.-  Pero… ¿qué hacemos?… hablar y hablar… y, seguramente, este buen Paje, que viene de la ínsula, no ha comido ni bebido en mucho tiempo.  (Al AMA.)  AMA. Nos vamos a casa a atenderle como se merece el embajador.  (Al PAJE.)  Venid con nosotras.

 (Hacia el resto de las presentes.) 

PAJE.-  Permiso…

 

 (Salen TERESA, SANCHICA y elPAJE. Se quedan él, AMA y la SOBRINA.) 

AMA.-   ¡Qué educado!

SOBRINA.-  ¿Será un Paje de verdad?

AMA.-  No me lo puedo creer… ¡Es que no me lo puedo creer!… ¿Pero no decías que eso de las ínsulas era una fantasía de tu tío Don Quijote?

SOBRINA.-  Eso pensaba yo… Pero se ve que mi tío, le pone tanto ardor a sus fantasías que terminan por convertirse en realidad.

AMA.-  … Y, mírala… mucho decirme que querría ver muerta a su Sanchica antes que verla condesa … mucho presumir de que es mejor ser pobre y decente que cortesana advenediza… y en cuanto se ha visto con un collar de corales, se le han olvidado todos sus principios.

SOBRINA.-  ¡Ay, Ama!… No se ponga así.

AMA.-  ¡Claro! A ti todo te parece bien… Pero es que Teresa nos va a restregar por las narices la ínsula de su marido.

SOBRINA.-  Pues si les ha llegado el momento de la ventura, mejor para ellas…

AMA.-  ¡Ni tanta ventura!… De Teresa Cascajo, que es como se llama, nombre mondo y lirondo, sin dones ni donas, porque es hija del señor Cascajo… a doña Tal y Señoría… Y lo que quiere es sentarse en la iglesia sobre almohadones, a despecho de las hidalgas del pueblo… ¡ah!

SOBRINA.-  ¿Y, a usted, qué más le da?

 (Sin hacerle caso.) 

AMA.-   …Ayer iba a misa cubierta la cabeza con la falda de saya… y mañana con broches y con entono… ¡Como si no la conociésemos!

SOBRINA.-  No acabo de comprenderlo. Parece que todos estuviéramos presos de una hechicería. Mejor será que vayamos a contárselo a los amigos del tío.

AMA.-  Será mejor que vayamos. Sí.  (Salen ambas.) 

 

(Queda un momento la estancia sola y entran muy contentas, TERESA y su hija. Ésta viene vestida con el traje que le ha enviado su padre. Ambas actúan con gran ordinariez.)

 

TERESA.-  Acércate, Sanchica mía que te contemple.  (La mira arrobada.)… 

SANCHICA.-  Madre… ¿Estoy guapa?  (Se mueve torpemente con esa ropa.) 

TERESA.-  No he visto a nadie tan hermosa como tú. Orgullosa estoy de haberte parido.

SANCHICA.-  Tendréis que comprarme chapines, porque este traje no se puede llevar con los zuecos.

TERESA.-   Chapines te compraré… y saboyanas de seda…

SANCHICA.-   ¿Me dejaréis el collar?

TERESA.-  ¡Faltaría más!… Yo misma te lo pongo…  (Se lo pone y la contempla de nuevo.) 

SANCHICA.-  Pero, ¿creéis, madre, que yo podré estar en la Corte, sin saber apenas hablar y sin saber leer?

TERESA.-  La señora duquesa se encargará de tu educación como si fueras mismamente su hija.

SANCHICA.-  ¿De verdad que no pareceré basta y grosera?

 (Admirada.) 

TERESA.-   ¡Ay! Si estuviera aquí tu padre, el gobernador, cómo se enorgullecería de ti, y cómo presumiría de hija en la Corte…  (Cambiando el tono.)  Basto y grosero me parecía él a mí… y ahí lo tienes... gobernando como un girifalte…

SANCHICA.-  Madre… madre… Y… ¿me podré casar con el Paje?

TERESA.-  … ¡Ah, no!… Es solo un Paje… La hija del gobernador se merece … un hidalgo, por lo menos.

SANCHICA.-  ¿Os parece poco?. ..Si hace un rato creíais que el mejor partido para mí era Lope Tocho.

 (Con desprecio.) 

TERESA.-  … Lope Tocho… Lopillo, el hijo de Juan Tocho…un destripaterrones cualquiera… ¡Ni se te ocurra pensar en él!… Eso era antes, cuando éramos unas pelarruecas…  (SANCHICA se arrasca la cabeza de manera vulgar.) … No te arrasques así, mujer…

SANCHICA.-  ¿Pues cómo me he de arrascar, si me pica?  (Se limpia los mocos con la bocamanga.) 

 (Dándole en la mano.) 

TERESA.-   Hija, ¡eso no se hace!…Tienes que aprender modales condesiles… con esa grosería, se van a reír de ti en palacio

 (Echándose a llorar.) 

SANCHICA.-  No llevo dos minutos vestida de dama y ya me habéis reñido.

TERESA.-  No te riño… Solo te preparo para la vida que nos espera…  (Le toca la cabeza.) De momento, vamos a arreglar estos pelos.

SANCHICA.-  Eso. Vamos . (Salen.) 

 

(Entran en escena, el BACHILLER y MAESE NICOLÁS, luchando con enormes espadas. Aún ignoran la llegada del PAJE. El BARBERO le da clases a SANSÓN para que éste pueda estar a la altura de DON QUIJOTE y poder vencerle, creyendo que esta será la única manera de conseguir su vuelta definitiva a casa. Sonido de espadas.)

 

BARBERO.-  Así… Así… un poquito más hacia arriba.

BACHILLER.-  ¿Así?

BARBERO.-  Eso…  (Continúan batiéndose otro rato.)  Si seguís así, en un par de días, habréis conseguido vencerme.

BACHILLER.-  Ya me gustaría. Pero un simple estudiante de Salamanca nunca podrá vencer al que fue soldado en la batalla de Lepanto.

BARBERO.-  Exactamente, jovenzuelo. Compañero de armas del mismísimo Miguel de Cervantes…

BACHILLER.-  Mala suerte tuvo, el pobre… Perdió una mano… ¿Volvisteis a saber algo de él?

 

 (Hablan mientras se baten tranquilamente.) 

BARBERO.-  Fijaos: después de tantos años sin tener noticias suyas, resulta que ahora, me entero, de que está siguiendo la pista de nuestro vecino para escribir sus aventuras.

BACHILLER.-  La vida es un pañuelo, amigo Nicolás.

BARBERO.-  Es verdad… ¿Y vos creéis que Don Quijote volverá definitivamente si le derrotáis?

BACHILLER.-  Seguro. No estoy dispuesto a dejar que me dé una paliza como cuando le presenté batalla disfrazado de Caballero de los Espejos.

BARBERO.-  Os dejó malparado… menos mal que, ahora, hemos entrenado también con la lanza.

BACHILLER.-  Además, esta vez, le haré jurar por Dulcinea que no volverá a escaparse más…

  A propósito de Dulcinea… Me sorprende verle tanto por esta casa, aun sin estar su amigo, el Caballero de la Triste Figura. ¿No andará enamorado de alguna señora que viva aquí?

 (Poniéndose colorado.) 

BARBERO.-  … ¿Se me nota mucho?

BACHILLER.-  Un poco…

BARBERO.-   ¿Sabéis quién es?

BACHILLER.-  Se comenta por el pueblo… la dama está aún de muy buen ver.

BARBERO.-   ¿Aún, decís?…  (Ofendido.)  ¡Podía no estarlo!… a su edad…

 (Sin darse por aludido.) 

BACHILLER.-   … Es jovial… y está lozana.

BARBERO.-   Así es…

BACHILLER.-  Además a ella también la veo interesada…

BARBERO.-   ¿A ella?… ¿Qué oigo?

BACHILLER.-  … Ayer mismo me comentaba: el barbero se está quedando flaco… Con los duelos y quebrantos que le haría yo para almorzar…

BARBERO.-  ¿Eso decía?

BACHILLER.-  Se lo aseguro.

BARBERO.-  ¿Cocina bien?

BACHILLER.-  Como los ángeles.

BARBERO.-  A un hombre mayor le interesa que le cuiden el estómago.

BACHILLER.-  Eso… Y también decía, que podría restituirle el dinero que le ha prestado a Don Quijote.

BARBERO.-   ¿Ella tiene dinero?

BACHILLER.-  Mucho. Es la mejor encajera de toda la Mancha.

 (Extrañado.) 

BARBERO.-   ¿De quién estáis hablando?

BACHILLER.-   ¿De quién va a ser?… Del Ama, naturalmente.

BARBERO.-  ¿Del Ama?…  (Para sí mismo.) … ¿No será que éste… y la Sobrina…?… Pero el Ama, tampoco está mal… No había caído…

BACHILLER.-  ¿No habéis notado que se pone nerviosa siempre que os ve? o,¿es que no es en el AMA en quien pensáis vos?…

 (Despistando.) 

BARBERO.-   ¡Naturalmente!… En qué otra mujer podía yo pensar…

BACHILLER.-  Pues vaya a buscarla que debe andar por la cocina.

 (Celebrando la idea.) 

BARBERO.-   Tenéis razón. Voy a ver si la encuentro.

 

 (Al quedarse solo el BACHILLER ríe satisfecho, hace unos juegos de espada con mucho entusiasmo, y le encuentra la SOBRINA en esta tesitura.) 

 (Burlona.) 

SOBRINA.-  Ya me holgara yo de veros convertido en un verdadero caballero, capaz de enfrentarse, en ardua batalla, con gigantes y magos encantadores, lo mismo que le ocurre a mi señor tío.

 (Un poco azorado al sentirse pillado en semejante ridículo.) 

BACHILLER.-  ¡Ah!… sois vos…  (Se acerca a ella con complicidad.)  Estoy a punto de liberaros del acoso del barbero.

SOBRINA.-  ¿Cómo?

BACHILLER.-  Le estoy haciendo creer que el Ama está perdidamente enamorada de él.

 (Riendo.) 

SOBRINA.-  ¿El Ama?… ¡Pobre!… ¿Con lo vieja que es?… Desde que enviudó y vino a cuidarme, siendo yo muy niña, no se ha fijado en un hombre.

BACHILLER.-  Pues ya es hora de que piense en ella… porque vos la vais a dejar de necesitar enseguida…

 (Coqueta.) 

SOBRINA.-   … No digáis cosas…

BACHILLER.-   Que sí… que en cuanto vuelva con vuestro tío… ¡nos casamos!

SOBRINA.-  Podéis retrasar el viaje y el casamiento. Hay cosas más urgentes que resolver.

BACHILLER.-  ¿Qué ocurre?

 (Misteriosa.) 

SOBRINA.-  Ha llegado un joven, cargado de regalos para la familia Panza, que dice ser Paje de una tal Duquesa, que ha convertido a Sancho en gobernador de una ínsula, y trae cartas que acreditan su verdad.

BACHILLER.-  ¿Qué decís?

SOBRINA.-  Es completamente cierto. La carta la he leído yo misma. La firmaba la Duquesa.

BACHILLER.-  ¿Pero qué Duquesa?

SOBRINA.-  La Duquesa que, por mediación de mi tío Don Quijote, le ha hecho gobernador a SANCHO Panza, de la ínsula Barataria.

BACHILLER.-  Vamos a ver, Sobrinea mía, tesoro mío… ¿No sabéis vos, lo mismo que yo, que las ínsula esas que pretende conquistar vuestro tío no están más que en su imaginación?

SOBRINA.-  Pues ese es mi problema… Que parece que se están materializando las ilusiones de mi tío Don Quijote.

BACHILLER.-  ¿Pero, os lo habéis creído?

SOBRINA.-  No había otro remedio. Todo es digno de crédito.

BACHILLER.-  Entiendo que Teresa y Sanchica, se hayan tragado eso de que su marido y padre sea gobernador. Pero vos y yo sabemos que eso solo puede ocurrir en la fantasía.

SOBRINA.-  No es una fantasía. El Paje es de carne y hueso… y el collar es de corales. Auténticos.

BACHILLER.-  Vamos a interrogarle. ¡Ya verás cuando le pille!  (Mutis los dos.) 

 

 (Aparecen SANCHICA con el PAJE. SANCHICA está dispuesta a desobedecer a su madre y coquetea descaradamente con él. El PAJE no le hace melindres a la situación.) 

PAJE.-  El torrezno, empedrado con huevos, estaba realmente bueno.

SANCHICA.-  ¿No se fríe así en la Corte?

PAJE.-  Tal vez… Pero allí no tengo ocasión de conocer a la cocinera.

SANCHICA.-  Si me lleváis a la Corte, ¿Tendré que guisar para vos?

PAJE.-   ¡Oh, no! Allí hay un ejército de cocineros y cocineras que se encargan de semejantes menesteres… Vos comeréis en la mesa de mis señores los Duques, lo mismo que vuestro padre.

SANCHICA.-  ¿Vos no coméis con ellos?

PAJE.-  No. Yo sirvo a mis amos, como corresponde a un Paje.

 (Lanzándose a la conquista descarada.) 

SANCHICA.-  ¿Sois vos con quien me quiere casar la señora Duquesa?

PAJE.-   Tal vez.

SANCHICA.-  ¿Os… parezco hermosa?  (Se limpia los mocos con la bocamanga.) 

PAJE.-  Hermosa sí… como una flor silvestre.  (Le ofrece un pañuelo.)  … Mejor será que uséis esto.

SANCHICA.-  ¡Ah!… ¿Es que no os gustan mis modales?…

PAJE.-  Pueden mejorar… Todo puede mejorar con un buen aprendizaje.

SANCHICA.-  ¿Vos seríais mi maestro?

PAJE.-  Solamente si vos queréis ser mi discípula.

SANCHICA.-  ¿Y, qué me enseñaréis?

PAJE.-  … Os enseñaré a andar pausadamente sobre las alfombras de palacio… a mirar sin mover la cabeza… a escuchar hermosas palabras… a…

SANCHICA.-  ¿Qué más?  (Excesivamente alto y expresivo.) 

PAJE.-  A hablar bajito…

SANCHICA.-  ¿Qué más?  (Cada pregunta en tono más bajo y más íntimo.) 

PAJE.-   A comer con cuchara de plata…

SANCHICA.-  ¿Qué más?

PAJE.-   A escuchar el sonido de las fuentes en los jardines de palacio…

SANCHICA.-  ¿Qué más?

PAJE.-  A ser discreta.

SANCHICA.-  ¿Qué más?

PAJE.-  A escribir versos…  (Cada vez se va acercando más a SANCHICA.) 

SANCHICA.-  … ¡Si no sé escribir!

PAJE.-  Yo os enseñaré.

 (Anhelante) 

SANCHICA.-  Y, ¿qué más me enseñaréis?

PAJE.-  Os enseñaré los secretos de la Corte…

SANCHICA.-  …Y, ¿qué más?…

 (Le coge la mano y se la besa.) 

PAJE.-  y los secretos del amor…

SANCHICA.-  ¡Ay!

 

 (SANCHICA está a punto de desmayarse de emoción cuando llegan el CURA con el BARBERO y el BACHILLER.) 

 (A los demás.) 

BACHILLER.-   Aquí está este farsante.

CURA.-  Seguramente, engañando a la incauta Sanchica.

 (Enseñándole la carta.) 

BACHILLER.-   ¿Vos sois el portador de este pliego?…

PAJE.-   Yo mismo. Sí.

 (Muy enfadado.) 

BACHILLER.-  ¡Embaucador!,¡Trapacero!,¡Mentiroso!…¡Os voy a…!  (Levantándole del suelo después de haberle cogido por el jubón.) 

 (Asustado.) 

PAJE.-   ¿Pero, qué pasa?

BACHILLER.-  ¡Farsante!… ¿Qué historias son éstas de que sois el mensajero del gobernador SANCHO Panza?…¡Vamos!

PAJE.-  ¡Aggg!

BACHILLER.-   ¿De dónde ha salido esa ínsula fantasma?…¡Decid!…

PAJE.-  ¡Me apretáis!

BACHILLER.-   ¿Y esa duquesa tan llana y tan humilde, que escribe a las labradoras, como si de sus iguales se tratase?

PAJE.-  ¡Ay!

BACHILLER.-  ¡Explicad delante de todos esas fábulas en las que habéis hecho creer a esas pobres mujeres!  (Suelta al PAJE.) 

CURA.-  ¡Contad!

BARBERO.-  ¡Decid!

SANCHICA.-  ¿Pero son fábulas? ¡Ay, madre!… ¡y yo que me lo había creído!

 (Muy sereno, tras arreglarse la ropa que le ha descolocado el BACHILLER.) 

PAJE.-   De que el señor Sancho Panza sea gobernador, no hay dudar en ello, de que sea ínsula o no la que gobierna, en eso no me entremeto, pero es un lugar de más de mil vecinos… Y, respecto a la Duquesa, quiero que sepa vuestra merced que las señoras de Aragón no son tan puntuosas como las señoras castellanas; con más llaneza tratan a las gentes.

 (Entrando con TERESA y la SOBRINA.) 

AMA.-   No preguntéis más, amigo Sansón. Que el joven dice verdad.

TERESA.-  Como verdad son mis corales y el vestido de Sanchica.

 (Al PAJE.) 

BACHILLER.-   Entonces, ¿vos sabéis dónde y cómo se encuentran en este momento Don Quijote y Sancho?

PAJE.-  Naturalmente que lo sé. Viven en el palacio de los Duques, en cuyo nombre he viajado hasta aquí.

BACHILLER.-  Y ¿podríais llevarme con ellos?

TERESA.-  Y ¿podríais llevarnos a nosotras?

 (A TERESA.) 

PAJE.-  Para eso no estoy autorizado. La Duquesa enviará una rica carroza para el traslado de la señora gobernadora y su hija… Pero vos  (Dirigiéndose al BACHILLER.)  podéis acompañarme, si gustáis y también seréis huésped de palacio.

CURA.-  Debéis aprovechar la ocasión, Sansón, para abordar cuanto antes a nuestro loco caballero y conseguir su retorno.

BARBERO.-  Los entrenamientos que llevamos preparados harán posible vuestra victoria…

 (Acercándose al BACHILLER.) 

SOBRINA.-  … mi Caballero de la Blanca Luna… Tomad mi pañuelo y atadlo fuertemente a la lanza para salir victorioso…  (Le da el pañuelo.) 

BACHILLER.-  … Conmigo os llevaría, hermosa Sobrinea de la Mancha, a recorrer encrucijadas, a lomos de mi caballo. (La coge por la cintura.) … Y os libraría del encantamiento al que el barbián del barbero os tiene sometida.

SOBRINA.-  Encantamiento mágico es el que siento entre vuestros brazos… pero este beso es más real que las perlas del mar.  (le besa sin recato delante de todos.) 

CURA.-  ¡ Esto no se puede consentir!… Esta muchacha se está convirtiendo en una pelandusca de leer tantas novelas… le voy a decir…

 (Atajándole.) 

BARBERO.-   Usted no le va a decir nada, señor cura. ¿No se da cuenta de que están enamorados?  (Total frustración del CURA, que se queda con las ganas de amonestar.) 

AMA.-  ¿Pero?… No la queríais vos?

BARBERO.-  Estaba ciego, Ama … Ahora es el turno del bachiller.

 (Ladina.) 

AMA.-   ¿Pensáis, acaso que sois demasiado viejo para enamoraros?

BARBERO.-  Quise enamorarme de una niña… sin darme cuenta de que hay una mujer hecha y derecha… que reclama mis atenciones

AMA.-  ¿No lo diréis por mí?

 

 (El BARBERO se deshace en zalamerías hacia el AMA.) 

BARBERO.-  Por vos lo digo… ¿Queréis ser mi dama, Ama?

 (Muy ruborosa.) 

AMA.-   ¡Pero qué cosas decís… maese Nicolás…!

BARBERO.-   Yo también necesito, como mi amigo el caballero de la Triste Figura, una hermosa mujer a la que encomendarme ante las encrucijadas de la vida.

 (Coquetísima.) 

AMA.-   … Yo no soy una hermosa mujer.

BARBERO.-   La más hermosa del lugar...

CURA.-  … Y la más recatada…

BARBERO.-  …Que me veía sin levantar los ojos… y me seguía con la mirada hasta que desaparecía por la esquina.

 (Muy azorada.) 

AMA.-   … ¿Pero, Os habíais percatado de ello?

BARBERO.-  Lo intuía. Aunque me había deslumbrado la mocedad de la Sobrina.

 (Socarrona, al BARBERO.) 

SOBRINA.-  ¿Pero, teníais la más mínima esperanza de que yo iba a acceder a casarme con vuestra merced?

 (Mirándola con cariño.) 

BACHILLER.-   Nunca he dudado de mi heroína enamorada.

CURA.-  ¡Esta muchacha siempre hace lo que le da la gana!

 (Al CURA.) 

SOBRINA.-  En cuanto vuelva mi tío, me dará la gana de que me caséis con Sansón Carrasco.

 (Cambiando de gesto.) 

CURA.-  ¡Eso lo haré con mucho gusto!… Y, también casaré con mucho gusto al Ama con el BARBERO.

AMA.-  ¡Quiá! … ¡Ni mucho menos!… me gusta la libertad… No sé si quiero casarme… así… de repente.

BARBERO.-  Yo sabré esperar… Prefiero adorar a mi dama y soñar enloqueciendo por ella como mi amigo Don Quijote.

AMA.-   ¿Por qué nombre me soñaréis?

BARBERO.-  Os llamaré Encajera del Amor … porque vuestras manos harán filigranas con los hilos de mi vida.

PAJE.-  ¡Si no lo veo, no lo creo!… Las mujeres de la casa de Don Quijote tienen los pies en el suelo… mientras que las soñadoras son Teresa Panza y Sanchica.

CURA.-  Eso es para que nos demos cuenta de que las mujeres son un pozo de sorpresas. Nunca las podremos llegar a conocer… Son muy diferentes a nosotros

SOBRINA.-  Diferentes no significa inferiores, señor Cura.

CURA.-  Tú, no, desde luego, hija. Tú, no. Tú te puedes codear con cualquier letrado.

 (Abrazándola, de nuevo.) 

BACHILLER.  … O, con cualquier bachiller…  (Al PAJE.)  Pero, llevadme presto, amigo Paje, a encontrarme con el loco enamorado de la sin par Dulcinea.

PAJE.-  Vayamos, pues.

BACHILLER.-  Volveré por vos, Amada mía.

SOBRINA.  No lo dudo.

 (A SANCHICA.) 

PAJE.-  También volveré por vos.

SANCHICA.-  Eso espero.

 (Despidiéndose.) 

PAJE.-   Adiós. Hasta pronto.

BACHILLER.-  ¡Hasta que vuelva con mi amigo Don Quijote!

 

Todos les despiden. Llorosas las mozas, esperanzados los hombres, preocupadas las madres… mientras cae el TELÓN.

 
 

(Después de bajado el telón y mientras el público aplaude, aparecen la SOBRINA y SANCHICA cruzando el escenario con sendos hatillos , indicando que van de viaje.)

 

SANCHICA.-  ¿Te parece bien que nos vayamos con nuestros enamorados?

SOBRINA.-  ¿Qué si me parece bien?… ¡Claro que sí!

SANCHICA.-  ¿Y, qué dirán en el pueblo?…

SOBRINA.-  ¡Y dale! ¿Te sigue preocupando lo que digan en el pueblo?

SANCHICA.-   Aún no lo tengo superado, hija.

SOBRINA.-  A nosotros solo nos importa lo que diga Cervantes. Que él siempre se fija en las mozas valientes que corren por el mundo para conseguir sus propósitos.

SANCHICA.-  Pero es que, me parece, que Cervantes, no ha contado esta nuestra aventura.

SOBRINA.-  ¡Claro! Porque Don Miguel no deja de ser un hombre y se ha limitado a contar las aventuras de mi tío Don Quijote y de tu padre Sancho Panza… Pero la historia real… la que hemos vivido nosotras… esa no la ha escrito todavía.

SANCHICA.-  Pues, en cuanto topemos con él, le decimos que la escriba… que lo hace como nadie…

SOBRINA.-  Vamos

 

(Y se marchan muy contentas.)

 

FIN




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