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Robins justifica este interés con «el relajamiento de los vínculos clericales durante el Renacimiento» (Robins, 1974, pág. 99), pero esto no me convence demasiado; piénsese, por ejemplo, que precisamente éste es el período en el que nace la Inquisición española (y por consiguiente un organismo de control no sólo político sino también cultural) y en el que se lanzarán los ataques más severos contra las comunidades hebrea y árabe. En la acusación de la Inquisición de Madrid contra el Brocense se lee: «el tal reo es hereje, temerario, muy insolente, atrevido y mordaz como lo son todos los gramáticos y erasmistas» (Proceso original que la Inquisición de Valladolid hizo al maestro Francisco Sánchez de las Brozas, en Documentos inéditos para la Historia de España, Madrid, 1843; reedición, Vaduz, 1964, págs. 5-170). Cfr. también Tovar-De la Pinta Llorente, 1941.

 

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La importancia del hebreo se mantendrá hasta todo el siglo XVIII e incluso más tarde; véase, por ejemplo, Fabre d’Olivet, La langue hébraïque restituée et le véritable sens des mots hébreux, 1815. Cfr. Kukenheim, 1951; Lázaro, 1949; Arens, 1975; Padley, 1976.

 

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Pero véase también Merril, 1970, con un análisis bastante útil sobre el resurgimiento, después de la tradición griega, árabe y hebrea, de la clasificación tripartita de la oración.

 

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Constantino García sostiene, además, que el Brocense no hace ninguna otra mención del árabe en su obra. En mi examen de las Opera omnia de Sánchez de las Brozas (edición de Mayáns y Siscar, Ginebra, 1766), dirigido en principio precisamente a investigar estas posibles influencias, no he conseguido encontrar algo que no sea el uso obvio y continuo de tales lenguas en las Etimologías. Del mismo parecer es Liaño Pacheco, 1971, pág. 85: «Antes de terminar este capítulo debemos insinuar, al menos, que estamos conformes con la opinión de Constantino García al no admitir ningún influjo ni de la gramática árabe ni de la hebrea en la división que el Brocense hace de las partes de la oración... No le hacía falta por otra parte mucho conocimiento de las lenguas semitas para saber, en contacto con Profesores de la Universidad de Salamanca, que en esas lenguas sólo consideran los gramáticos tres partes de la oración». Es necesario, sin embargo, recordar que la gramática hebrea de Reuchlin, que divulgaba en Europa el uso de una clasificación diferente por parte de los gramáticos hebreos, es ochenta y un años anterior a la Minerva; cfr. también Bell, 1925.

 

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Cfr. Geneakoplos, 1967.

 

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Sobre el nuevo interés por la latinidad y el consiguiente nacimiento del método filológico, cfr. Sabbadini, 1922.

 

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Cfr. Kukenheim, 1932; Arens, 1975; Padley, 1976; Apel, 1963 (la obra de Apel es muy importante para todas las cuestiones lingüísticas del Renacimiento y creo que en ella se pueden encontrar notables temas de interés que pueden ser desarrollados ulteriormente; desagrada solamente que sea tan poco citada -lo cual es debido con toda probabilidad a su posición filosófica- en los trabajos de historia de la lingüística.

 

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No hay que olvidar, sin embargo, a Erasmo de Rotterdam, que tuvo gran importancia en el ámbito español (cfr. Bataillon, 1966; Abellán, 1976), ni a Linacre, considerado por Liaño como un importante antecedente para la teoría de la elipsis; cfr. T. Linacer, De emendata structura Latini sermonis Libri sex, Lyon, 1544; id., Grammatices, Lyon, 1546.

 

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Sobre Valla, cfr. Vasoli, 1968; Gaeta, 1955; Saitta, 1961-1962; Fois, 1979; Apel, 1963.

 

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Para las Elegantiae, que es quizá el texto más interesante con respecto al Brocense, no existe todavía hoy una edición crítica, y la bibliografía es casi inexistente; cfr. Marsh, 1979; Casacci, 1926. Cfr. también Percival, 1976 y Apel, 1963, págs. 235-236.