La ilustración de la
portada corresponde a un dibujo atribuido a Leopardo Anchóriz
(h. 1965) y regalado a la autora y a su esposo por Arturo
Medina, en octubre de 1994.
La autora agradece
también la ayuda prestada por el Estudio de Diseño
Mayo & Más y que ha hecho posible la edición
de este libro.
A Jaime.
A mis hijos,
Jaime, Ramón
y Arturo,
que son mi luz.
A mis ahijados,
Pilar y Paloma.
A mi madre
y a todas
las mujeres.
La espera
Verde, blanco y verde.
Olivo, cal y viñedo.
Verde, blanco y verde.
Cactus, pared y romero.
Verde, blanco y verde.
Esperanza, amor y verso.
Verde, blanco y verde.
A mi hijo
yo
espero.
Canción de cuna
A la ea, ea,
tu
sueño
ya
tiene cuna.
A la ea, ea,
allá
en
la Luna.
A la ea, ea, ea,
duerme
lucero.
A la ea, ea,
en
el regazo
de
mis versos.
Nana
Ea,
ea,
ea,
mi niño
tiene
pena.
No,
no,
no,
no quiere
dormir.
Sí,
sí,
sí,
sus párpados
ya
cierra.
Ea,
ea,
ea,
mi niño
me
quiere
a
mí.
Una nana
A la nana, nanita
de los escarabajos,
uno en la tierra,
el otro abajo.
A la nana, nanita
de las tortugas,
lentas caminan
cuesta arriba.
A la nana, nanita
de los niños,
para que jueguen
siempre contigo.
A la nana, nanita,
nanita, nana.
Duérmete, rayo
de la mañana.
Ea, ea...
Ea, ea...,
mi niño duerme.
Ea, ea...,
el sueño le vence.
Ea, ea...,
susurra el viento.
Ea, ea...,
mamá te quiere.
Aleluyas
Aleluya,
mi niña ríe.
Aleluya, aleluya,
mi niña canta.
Aleluya,
mi niña baila.
Aleluyas, aleluyas
llenan su alma.
Mi niño llora
A la ea, ea,
que mi niño llora.
A la ea, ea,
mi cielo
abierto.
A la ea, ea,
canta
el
silencio.
A la ea, ea,
juegan
los
vientos.
A la ea, ea,
duerman
las
sombras.
A la ea, ea...,
que mi niño llora.
Triste nana
(A los niños a los que el hambre y la droga pueden quitar la vida.
Otoño 1996)
Tras
regalarme un ejemplar de tu antología poética
con cariñosa dedicatoria, me pediste que te escribiese
un prólogo, y yo te contesté que prefería
escribirte el epílogo, pues entre el bullicio del
curso universitario teatral2, necesitaba esperar el regreso
a Barcelona para paladear bien tus poesías maternales.
Así, el domingo 13
de julio me he plongeado en las aguas refrescantes de tu
poesía y voy a cumplir mi promesa de poner el colofón.
En plena Segunda Guerra, el
monstruo de Hitler inventó un sistema para vilipendiar
a las mujeres, las tres KAS:
Kuchen_cocina
Kirche_iglesia
Kinden_ niños.
Poco después de nuestra
guerra incivil se nos hablaba del hogar como única
salida femenina. Y tras la guerra de la mitad del siglo XX,
la sociedad norteamericana descubrió que la mujer
que trabajaba no era tan caprichosa como la que permanecía
en casa. Total, surgió la mística de la femineidad
como batalla económica.
Yo,
a todo esto, inventé las tres CES:
Creer
Crear
Criar
versión auroriana del lema tripartito plantar un
árbol, escribir un libro y tener un hijo.
Perdona,
Lucy, que en vez de expresarte la gran gozada que, como mujer,
he tenido leyendo tus nanas poéticas, haya filosofado
en demasía.
En realidad
es para decirte que tú respondes permanentemente al
ideal de mujer completa con las tres ces. Sé que has
plantado dos árboles (Tagore decía que Acalla
tu corazón, pues los árboles son nuestras mejores
oraciones@), has creado varios libros y has tenido tres hijos.
Y en esto último has
vertido todo tu amor maternal, tu pasión por la naturaleza
y tu vocación por la cultura cuando contestas las
preguntas infantiles.
Gracias
por haber escrito este regalo tan musical.