Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

Terlinques. Poblado de la Edad del Bronce en Villena (Alicante)

José María Soler García

Eduardo Fernández-Moscoso





  —27→  

La carretera de Villena a Pinoso por el Puerto se halla flanqueada, a la derecha, por dos importantes cabezos de nombre extraño: el del «Polovar» («Polvogad» en documentos del siglo XV) y el de «Terlinques», asiento ambos de poblados prehistóricos.

Se encuentra el primero entre los kilómetros dos y tres, antes de atravesar la Acequia del Rey por «La Puentecilla», y su yacimiento arqueológico ha sido casi totalmente arrasado por las canteras, aún en explotación, que han eliminado gran parte de la falda meridional del cerro. En las partes intactas de la cima y las de las vertientes Norte y Oeste es posible todavía recoger fragmentos cerámicos y dientes de hoz que denuncian el yacimiento.

Atravesada «La Puentecilla», cerca ya del kilómetro cinco, se encuentra el de Terlinques, al que vamos a dedicar nuestra atención.

Es este cabezo una de las elevaciones del anticlinal triásico que atraviesa el término de Villena de Norte a Sur, y no la única de esta serrezuela utilizada por los habitantes prehistóricos. Recordemos el cabezo de la Casa del Molinico (579 m.), el de las Cuevas (587 m.), el Redondo (587 m.) y el citado de Polovar (569 m.). En la cima de Terlinques se halla el vértice geodésico de tercer orden que señala los 580 m. sobre el nivel del Mediterráneo en Alicante (fig. 1).

Domina el cerro de la llamada «Boquera del Puerto», entrada al valle por donde discurre la carretera de Pinoso, antigua guía de Granada, y también la salida del valle de Yecla, que en otros tiempos hubo de hacerse por el angosto paso que se abre entre la sierra del Castellar y el   —28→   cabezo de la Virgen, ya que los terrenos al norte del camino de Villena a las Virtudes estaban ocupados por las aguas de la antigua y famosa «Laguna de Villena», desecada a principios del siglo XIX.

Desde Terlinques se desciende suavemente, por el Oeste, hacia el valle del Zaricejo, al pie de la sierra del Castellar, rico venero de aguas subterráneas intensamente explotado desde hace siglos y del que todavía se surten los pueblos de la cuenca baja del Vinalopó. Un camino que, desde la carretera, conduce a la Casa de Canales, bordea el cabezo por el Oeste.

La altura relativa del cerro es sólo de unos ochenta metros sobre el llano circundante, erial en su mayor parte por la salinidad de sus tierras, formadas por las arcillas y margas abigarradas del Keuper triásico (lám. II). Sólo en el hondo del Zaricejo, bien regado, hay manchas de huerta y recientes plantaciones de manzanos, que avanzan hacia las faldas de los cabezos. Labores de desfonde para las plantaciones pusieron al descubierto no hace mucho restos de un yacimiento ibérico, a media ladera entre las casas de Zaricejo y el cabezo que nos ocupa (lám. I, 2)1.

El eje mayor del cerro, orientado de NO a SE, mide unos 200 metros, y sólo unos 75 m. de anchura la meseta de la cima, en cuyo extremo septentrional se halla el mojón geodésico antes mencionado.

Casi en todo su contorno, esta meseta se halla protegida por muros de piedra que mantienen el potente estrato de tierras grises que forman su piso. Estos muros son bien visibles todavía en el lado Oeste, y se hallan más derrumbados en el Este y Sur, en donde se observan grandes amontonamientos de las piedras que formaban. Se asientan estas paredes sobre otro escalón protegido asimismo por un muro similar (lám. III).

Al NO del cabezo, unos escarpes rocosos abrigan un recinto natural que se comunica con la cuna y al que se accede por una abertura en la falda occidental. Constituye una magnífica defensa natural este recinto, en el que se abren algunas covachas que todavía no han sido exploradas.

Otras cinglas o escarpes verticales dificultan el acceso al poblado por el SO, y en ellos se abre la denominada «Cueva de Malena», bien visible desde la carretera y así llamada por haber servido de cobijo a una infeliz mendiga desaparecida en las primeras décadas del siglo. Es de suponer que esta cueva fuera utilizada por los habitantes del poblado, pero su depósito arqueológico, si lo tuvo, ha desaparecido por completo, y sólo el piso rocoso se presenta hoy en toda la extensión de la cavidad.

Por el Este, la pendiente es más pina y desciende hacia otra serie de cerros de menor altitud.

  —29→  
Exploración del yacimiento

Dimos primera noticia de este poblado en el Noticiario Arqueológico Hispánico2, aunque, mal informados por entonces, le denominamos «Cabezo de las Alforjas», nombre que corresponde realmente a otro cerro mucho más pequeño, sin restos prehistóricos, emplazado cerca de la carretera, pocos metros antes del kilómetro cinco, y fácilmente reconocible por sus dos mamelones gemelos separados por una vaguada (lám. I, 1).

Ya con su verdadero nombre, lo hicimos figurar en el mapa de los yacimientos de la Edad del Bronce inserto en la memoria acerca de «El Tesoro de Villena», publicada en 19653. No lo incluimos entonces entre los yacimientos que habían suministrado objetos de oro y plata porque no se habían producido aún los hallazgos de que luego se hablará.

Desde el descubrimiento en 1952, hemos realizado distintas visitas al yacimiento para recoger materiales de superficie, que son bastante abundantes.

Durante la primavera de 1969, por iniciativa del Dr. Tarradell, y con alumnos del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, se realizaron unas calicatas exploratorias al NO del cabezo, en la cota correspondiente al segundo de los escalones que rodean la cima.

Pudo descubrirse el cruce de dos muros, uno en dirección E-O, casi en el límite con la divisoria de la vertiente septentrional, y otro en dirección N-S perpendicular al interior y límite, por tanto, de dos departamentos cuyas dimensiones habrán de ser fijas en verdaderos trabajos de excavación. Provisionalmente, se designaron ambas zonas como Departamentos I y II (fig. 2).

En este último, adosados a los muros N y O se descubrieron sendos hoyos de postes, construidos según la técnica ya observada en el Cabezo Redondo, es decir, calzando con piedras un tronco vertical y recubriendo el apoyo así formando con las tierras del piso de la vivienda. Dentro y alrededor del hoyo del muro N había troncos carbonizados y fibras quemadas, y en el muro O, restos de madera sin carbonizar. Otro poste similar apareció junto al muro O del Departamento I, también con restos de madera.

  —30→  

Plano físico del área de Caudete

  —31→  

Plano del área de Villena

  —32→  

En el rincón NE del Departamento I, dos grandes piedras de superficie plana una frente a otra, abrigaban una especie de hogar que contenía restos de fauna y tiestos. Toda la zona explorada en este Departamento I, a la profundidad de 40-50 centímetros, estaba constituida por un estrato de tierras negras, con cenizas y carbones, sembrado de trozos de vasijas que se extendían a lo largo del muro oriental. No se profundizó por debajo de este estrato quemado, pero, a juzgar por lo observado en el límite oriental del Departamento II, la roca virgen aparece a la profundidad de 50-60 centímetros.

Con toda precaución se recogieron muestras de carbones de este estrato del Departamento I, que se entregaron al profesor Tarradell para su análisis, de cuyos resultados se ocupa en otro lugar de este volumen V de los que hablaremos después.


Los materiales

Los aparecidos en la calicata exploratoria no difieren en gran cosa de los recogidos en la superficie. Detallamos unos y otros por separado.

Materiales del Departamento I

Piedra:

1 moleta circular de caliza, de 14 cm. de diámetro por 4,5 cm. de espesor.

1 molino elíptico, de 24 x 15 cm., y fragmentos de otro.

1 diente de hoz de sílex.

Hueso:

1 punzón de color castaño, aplanado en un extremo y de sección redondeada en el otro. Mide 10,5 cm. de longitud (fig. 24, núm. 3).

Fragmento de otro punzón acanalado, muy pulido (fig. 24, núm. 4).

Peroné de animal indeterminado que, por su extremo aguzado, pudo ser utilizado como punzón (fig. 24, núm. 5).

Huesos de fauna, sin clasificar.

Adornos:

Dos cuentas de huesos circulares.

2 cuentas de huesos, circulares y aplastadas.

2 conchas de «conus» perforadas en el ápice.

Cerámica:

Muy abundantes como dijimos y fragmentadas en trozos de buen tamaño, nos ha permitido individualizar las vasijas siguientes:

  —33→  

1. Gran tinaja globular, de cuello estrangulado. Mide 46,5 cm. de boca, 69,5 cm. de altura y 66,5 cm. de diámetro máximo. Su pasta es dura y bien cocida, de color gris-pardo, con desgrasante fino. La superficie, bien alisada e incluso bruñida, oscila del negruzco al siena claro, con manchones pardos y rojizos (fig. 3).

2. Vasija globular de corto cuello cilíndrico. Pasta menos cuidada que la anterior, con desgrasante más grueso. Superficie color marrón alisada simplemente. Mide 56 cm. de boca, 47 cm. de altura y 78 cm. de diámetro máximo (fig. 4, núm. 2).

Tinaja

Fig. 3. Gran Tinaja del Dpto. I (red. 1/8)

  —34→  

Vasijas

Fig. 4. Vasijas del Dpto. I, Superior, red. 1/2. Inferior, reduc. 1/8

  —35→  

3. Vasija globular, de cuello estrangulado, muy fragmentada y con grandes desconchados en la superficie, bien espatulada sin embargo y de coloración abigarrada. Mide 46,5 cm. de boca: 64 cm. de altura y 78 de diámetro máximo (fig. 5, núm. 1).

Vasijas

Fig. 5. Vasijas del Dpto. I. Superior, reduc. 1/8. Inferior, reduc. 1/2

  —36→  

4. Vasija globular, de corto cuello cilíndrico, pasta deleznable, mal cocida, color amarillento y superficie bien alisada. Mide 16,5 cm. de boca, 16 cm. de altura y 19,5 cm. de diámetro máximo (fig. 4, núm. 2).

5. Vasija carenada, de pasta bien cocida y superficie espatulada color siena con manchas grises y rojizas. Mide 18,5 cm. de boca, 20 cm. de altura y 23 cm. de diámetro en la línea de carenación (fig. 6).

6. Cuenco de base aplanada, color amarillento y superficies bien alisadas. Pasta sabulosa, con desgrasante de yeso y mica. Mide 18,5 cm. de boca y 9 cm. de altura (fig. 7, núm. 1).

Vasija

Fig. 6. Vasija Carenada del Dpto. I (red. 1/2)

  —37→  

7. Cuenco de base aplanada, color amarillento y tosca factura, aunque la superficies son bien alisadas. Escaso desgrasante en la pasta. Mide 16,5 cm. y 7,5 cm. de altura (fig. 7, núm. 2).

8. Pequeño cuenco de borde reentrante. Mide 7 cm. de boca por 6 de altura (fig. 7, núm. 3).

Cuencos

Fig. 7. Cuencos del Dpto. I (red. 1/2)

  —38→  

9. Pequeña vasija de corto cuello cilíndrico y cuerpo elíptico. Mide 10 cm. de boca, 6 cm. de altura y 12,5 cm. de diámetro máximo (fig. 5, núm. 2).

10. Varios fragmentos de otra vasija grande de forma globular y cuello cilíndrico, con mamelones, y superficie rugosa, mal alisada, de color castaño.

Se recogieron, además, fragmentos aislados de cuencos y vasijas similares a los anteriores.

Indice Siguiente