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Acerca de George Washington Montgomery, Washington Irving y otros hispanistas norteamericanos de la época fernandina

Salvador García Castañeda


Universidad Estatal de Ohio



Jorge Montgomery (1804-1841), quien a raíz de su traslado definitivo a los Estados Unidos firmó con su nombre completo de George Washington Montgomery, es un autor menor de nuestra literatura y de la norteamericana que me parece digno de atención. En primer lugar, por sus escritos, de carácter y de calidad diversos, entre los que destaco El bastardo de Castilla (1832), una de las primeras novelas históricas publicadas en España; después, por su papel transmisor pues fue el primero que dio a conocer en este país la obra de Washington Irving; además, porque su relación con éste y con otros expatriados deja entrever el fascinante mundo de los hispanistas norteamericanos en la España fernandina. Y, en fin, porque varias de sus obras contribuyeron a la temprana enseñanza de nuestra lengua en los Estados Unidos.

No debía ser muy numerosa la colonia norteamericana de Madrid a mediados de los años 20, a juzgar por las noticias que han llegado hasta nosotros. Habría estado formada principalmente por gente relacionada con la Legación de los Estados Unidos y por aquellos hispanistas y viajeros que iban de paso o estaban avecindados temporalmente en aquella Corte. El más destacado de todos ellos fue sin duda Washington Irving (1783-1859), consagrado ya como escritor en su país y en Inglaterra, quien llegó a Madrid por primera vez a principios de 1826. A éste habrá que añadir Alexander Everett, Ministro de la Legación de los Estados Unidos en España, el marino Alexander Slidell Mackenzie (1803-1848), autor de A Year in Spain (1829) y Spain revisited (1836); George Ticknor (1791-1871), profesor de Harvard (1819-1835) y autor de una History of Spanish Literature (1849), el poeta Henry W. Longfellow (1807-1882); William H. Prescott (1796-1859), tan conocido por sus libros History of the Reign of Ferdinand and Isabelle the Catholic (1838), History of the conquest of Mexico (1843) y History of the conquest of Peru (1847); y el cónsul Obadiah Rich, gran coleccionista y negociante de libros raros, cuya biblioteca usaron Irving, Ticknor y Prescott para escribir sus obras1. De interés también resultaría destacar las relaciones de éstos con hombres de letras españoles como Pascual de Gayangos (1809-1897), Agustín Durán (1789-1862) y Martín Fernández de Navarrete (1765-1844), Secretario de la Real Academia de la Historia entonces y autor, entre otras cosas de Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV (1825), obra en la que se basó Irving para escribir su Life and Voyages of Christopher Columbus (1828).

En Madrid vivía también desde hacía muchos años Sarah María Theresa McKean (17801841), marquesa de Casa Irujo, viuda de Carlos Martínez de Irujo y Tacón (1763-1824), antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Fernando VII. Esta señora, que por entonces estaba cercana a la cincuentena, era muy rica, daba muchas fiestas y presidía sobre un círculo de amigos del que formó parte destacada Irving a poco de su llegada a Madrid [16 de febrero de 1826; Irving, 1969].

Los Journals revelan que también pertenecieron a este círculo los jóvenes Jorge Montgomery y su hermana, hijos de John Montgomery, de distinguida familia irlandesa, quien había vivido en Boston y se había establecido en Alicante, donde tenía negocios y era cónsul de los Estados Unidos, y de una señora probablemente española. Jorge nació en Alicante en 1804, fue enviado a Inglaterra donde pasó varios años en Exeter estudiando Humanidades [Marvin, 1843] y, ya de vuelta, estuvo agregado como traductor a la Legación de los Estados Unidos en Madrid. Anteriormente había sido secretario particular del marqués de Casa Irujo y de entonces provendría su amistad con la familia. Por intermedio del ministro Everett conocería Irving a «Don Jorge», con quien estableció una amistad que duró hasta la muerte de Montgomery. Tanto él como su hermana aparecen mencionados con frecuencia por Irving en su correspondencia y diarios, especialmente en 1826 y 1827, como asistentes a cenas y a reuniones de carácter social a las que acudían Longfellow, Everett y los Rich.

La situación económica de don Jorge no parece haber sido muy desahogada, pues en 1831 tan sólo ganaba 300 dólares, y como su padre había muerto hacía poco, con tan magro sueldo debía contribuir a la manutención de su madre y de s u hermana soltera. Con estos argumentos y con los de que el recomendado era buen latinista, conocedor de varias lenguas y persona de «most scrupulous honor and integrity and of highly respectable talents» recomendaba Washington Irving a Montgomery para ocupar el consulado de Oporto [A Martin Van Buren, Londres, 13 de febrero de 1831, Irving, 1979, págs. 587-88]. No parece que en aquella ocasión las cartas de los jefes y de los amigos de Don Jorge surtieran efecto, pues en enero de 1834 Irving volvía a recomendarle con empeño para cualquier puesto vacante en el Departamento de Estado que requiriese una persona versada en lenguas extranjeras. Solicitaba también, lo mismo que habían hecho repetidamente Everett y Van Ness, los Ministros de Estados Unidos en Madrid, un aumento de sueldo, pues Montgomery seguía cobrando 300 dólares [A Louis McLane, New York, 20 de enero de 1834; Irving, 1979; pág. 785].

Finalmente, el joven alicantino logró entrar en el servicio diplomático norteamericano y salió de Washington en diciembre de 1835 con el nombramiento de cónsul en San Juan de Puerto Rico. Tres años después (1838) fue enviado a Guatemala. Ignora si volvería a quedar sin puesto, ya que se conserva otra carta de Irving en la que, con el entusiasmo acostumbrado, recomienda a su amigo para otro empleo en el ministerio de Estado [A Daniel Webster Tarrytown, 2 de abril de 1841, Irving, 1982, pág. 82.] Estando de cónsul en Tampico, Montgomery cayó enfermo, por lo que fue destinado a la ciudad de México como Secretario de la Legación pero hubo de regresar a Washington, donde sirvió de manera intermitente como «copier and indexer», y al fin murió en 1841 [Marvin, 1843, pág. III].

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Son indudables la influencia que ejerció Washington Irving sobre la obra de Montgomery y el entusiasmo con el que éste quiso difundir la del creador de Rip Wan Winkle, desconocida hasta entonces en España2. A Montgomery debemos la adaptación de algunas obras menores suyas en Tareas de un solitario y la primera traducción castellana de The Chronicle of the Conquest of Granada.

Tareas de un solitario, o nueva colección de novelas fue su primer libro y apareció, sin nombre de autor, en 1829. Está formado por seis relatos breves precedidos de una «Introducción» en la que Montgomery subraya la originalidad de estas obras escritas «en el género romántico [...] en un tiempo en que apenas se ven sino meras traducciones (por no decir malas)». La originalidad de algunos era un tanto relativa y su autor, al tiempo que advertía que no era difícil rastrear el origen de los imitados, aseguraba que «también me he inventado otras, pero nunca traducido»3.

Por la fecha de entrada en su diario, Irving leyó el manuscrito de Tareas de un solitario, aunque no menciona su título [12 de febrero de 1828; Irving, 1969, pág. 129]. El libro se publicó en el verano de 1829, a juzgar por un «Anuncio» que apareció en el Diario de Avisos, el 22 de agosto de 1829, e iba dedicado «Al Sr. D. Alejando Everett, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América cerca de S. M. C.» [Brown, 1953, pág. 85, nota 6]. La impresión de tal libro no dejó de causar algunos sinsabores a su autor, a juzgar por la correspondencia de Irving, pues la censura vio en El serrano de las Alpujarras, malintencionadas alusiones a Fernando VII [a Alexander H. Everett. Sevilla , 14 de febrero de 1829, Irving, 1979, pág. 450, y al mismo. Alhambra, 22 de julio de 1829, Íbid, pág. 382].

En 1831 salió en Madrid Crónica de la conquista de Granada, que era la traducción de Chronicle of the conquest of Granada de Washington Irving. Montgomery redujo los cien capítulos de Chronicle a setenta y siete, suprimió el personaje del cronista Fray Antonio Agapida y simplificó o redujo en ocasiones texto y notas con un criterio, por lo general, acertado. Siguió de cerca a su modelo, con estilo sobrio y elegante4.

Un año después vio la luz El bastardo de Castilla, «novela histórica, caballeresca, original» sobre Bernardo del Carpio, un héroe romántico víctima del destino adverso, pero que logra conseguir su amor y la libertad de su padre. Aunque la novela sigue en términos generales la historia de Bernardo, se aparta de ella en muchas ocasiones y abunda en tramas secundarias. El bastardo resulta cronológicamente una de las primeras novelas históricas españolas, pues si exceptuamos las escritas en inglés por Valentín de Llanos (Don Esteban en 1825, Sandoval or the Freemason en 1826) y por Telesforo de Trueba y Cosío (Gómez Arias en 1828 y The Castilian en 1829), se suele considerar Los bandos de Castilla de Ramón López Soler (1830) como la primera novela histórica de nuestro Romanticismo. Se ha de advertir que también en esta ocasión dio quehacer a Don Jorge la censura, que puso algunos reparos ridículamente nimios [González Palencia, 1935, págs. 349-350].

Ya en América, Montgomery escribió Narrative of a journey to Guatemala, in Central America, in 18395, tras una dilatada misión diplomática. Como en otras ocasiones, el autor pidió consejo a Irving y le envió el manuscrito. Se conservan unas cartas de este último que revelan curiosos detalles de la publicación del libro. La primera, fechada en Nueva York el 25 de enero de 1839, va dirigida a los editores Lea & Blanchard para recomendarles la publicación de Narrative, en términos tan encomiásticos para el autor como para su obra [New York, 25 de enero de 1839; Irving, 1982, pág. 7].

Como éstos se negaran a hacerlo, Irving insistió de nuevo para que Lea & Blanchard publicaran el libro, esta vez a costa del autor, de acuerdo con las condiciones especificadas por ellos de una tirada de 500 ejemplares, con un precio de 25 a 50 centavos por ejemplar. Irving salía fiador del contrato y esperaba sus noticias para enviarles el manuscrito con el fin de que el libro viera luz cuanto antes [A los Sres. Lea & Blanchard, New York, 13 de febrero de 1839, Irving, 1982, pág. 9].

Sin embargo, éstos rehusaron de nuevo. Irving explica el porqué de tal negativa a su amigo David Hoffman, aunque la obra de Montgomery es «an American work of merit», a Lea & Blanchard no les interesaba publicar obras de autores americanos de reputación aún no establecida, pues ganaban más dinero publicando las inglesas que estaban de moda, ya que tenían asegurada su venta y además no pagaban derechos de autor. Al fin imprimieron el libro Wiley & Putnam, o «as a matter of friendship toward myself- I believe the author will lose money by it» [a David Hoffman, New York, 22 de agosto de 1839; Irving, 1982, págs. 19-22; y al editor del Knickerbocker, Carta anterior a enero de 1840, Ibíd., págs. 32-33].

Al período americano corresponden también otras obras de carácter diverso: The Spaniards: their character and customs, un artículo de divulgación, escrito para un público que nada sabe de España, que apareció en The Southem Literary Messenger, V (August 1839, págs. 519-520)6 firmado por «G. W. M.». En la misma revista publicó The Ballad of Sancha of Castille and the Count Alarcos, firmado también «G. W. M.» y fechado en septiembre de 1829 (V, October 1839, págs. 688-689). Es un poema narrativo que por su tema y su estructura, evoca los romances españoles. Tiene la propia de las baladas inglesas, en cuartetos, con versos yámbicos, tetrámetros los impares y trímetros los pares, que llevan rima consonante; los versos pares son libres.

Finalmente, Francisco the Avenger es un drama en tres actos, publicado por el autor, sin fecha ni pie de imprenta. Está en inglés y es posible que Montgomery lo escribiese ya en América. Está localizado en la Venecia convencional de los dramas románticos y abunda en asesinatos y anagnórisis, identidades falsas e imposibles amores7.

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No se conservan críticas ni reseñas de las obras de Montgomery publicadas en España, por lo que no es posible saber cómo fueron recibidas, aunque a juzgar por el número de ediciones parece que las escritas en castellano fueron más conocidas en los Estados Unidos que en España. Algunas se publicaron varias veces, y además de la difusión que tuvieron entre el público lector llegaron a figurar entre los primeros textos de lectura que se usaron para la incipiente enseñanza del español en las Universidades de los Estados Unidos.

Refiriéndose a Longfellow, escribía Iris L. Whitman que su juventud coincidió con un renacer en Nueva Inglaterra de los estudios literarios, pedagógicos y religiosos. En 1808 Washington Irving publicó su Knickerbocker y en 1815 se fundó The North American Review y las Universidades comenzaron a ampliar sus curricula para añadir cursos que respondieran a las necesidades de los nuevos tiempos. Al cabo de cuatro años de estudios en Europa, George Ticknor llegó a Harvard para ocupar la primera cátedra de Lenguas Modernas de aquella universidad. Hay que recordar que por entonces (hacia 1827) solamente había cuatro instituciones de nivel universitario donde se enseñaban las lenguas extranjeras: Harvard, Bowdoin, William and Mary y la Universidad de Virginia. En agosto de 1829 regresó Longfellow a los Estados Unidos después de pasar tres años en Europa y de ellos ocho meses en España, en septiembre comenzó a enseñar lenguas modernas en Bowdoin College, y en el otoño de 1836 fue nombrado Smith Professor de Lenguas Modernas en Harvard [Whitman, 1927, págs. 5-6]. Como es natural, la enseñanza de las nuevas disciplinas requería textos adecuados, y el joven profesor hubo de preparar sus propios manuales de lectura para la enseñanza de la literatura española, de la francesa y de la italiana, además de publicar varios artículos sobre éstas en la North American Review [Arvin, 1962, pág. 27].

En Madrid había tratado a Montgomery y conocía sin duda sus obras, ya que preparó como texto el volumen titulado Novelas españolas, que contenía El serrano de las Alpujarras y El cuadro misterioso. Hay una primera edición a cargo de Longfellow, de Portland, 1831, y una segunda también de 1831. Esta edición iba sin notas, llevaba una dedicatoria («A los estudiantes de Bowdoin College se dedica esta obrita en testimonio de la consideración del editor») y una advertencia «Al Lector: Estas novelitas sacadas de las Tareas de un solitario son imitaciones de Rip Van Winkle y del Joven Italiano (The Young Italian) del célebre Washington Irving. Proporcionar a sus discípulos un libro corregido con atención e impreso con esmero ha sido el objeto del Editor en dar a la estampa esta nueva edición».

En 1842 aparecieron El serrano de las Alpujarras y El cuadro misterioso, «two Spanish novels taken from Las tareas de un solitario, and adapted to be used as translating-books, by Julio Soler» [«Texto inglés y español en planas opuestas; la traducción es absolutamente literal; hay notas. Del segundo cuento sólo se da el original español: Brown, 1953, pág. 125, nota 1]. Hubo otra edición en 1845 de ambas narraciones bajo el título de Novelas españolas y Coplas de Manrique; con algunos pasajes de don Quijote. La edición estuvo a cargo de Daniel R. Goodwin, Profesor de Lenguas Modernas en Bowdoin College8.

También El bastardo de Castilla, (Madrid, 1832) alcanzó bastante difusión en Estados Unidos pues con el título Bernardo del Carpio «novela histórica, caballeresca, original. Primera edición americana de la última de Madrid», apareció en Boston, 1834, revisada y corregida por Francisco Sales, Instructor de Francés y Español en Harvard.

En el mismo año salió una traducción en Nueva York, al parecer anónima, de Bernardo del Carpio. An historical novel of the eight century. [R. F. Brown la considera más directa y concisa, menos «romántica» que la de 1843, pág. 104, nota 1]. Hay otra más, de 1843, por J. G. Marvin. Marvin era bibliotecario de la Facultad de Derecho de Harvard y para R. F. Brown la traducción es «muy literal» [1953, pág. 128, nota 1].

Dentro de nuestra literatura, Montgomery sería uno de los escritores románticos tempranos en quienes se dieron el polifacetismo y el interés por los temas históricos y legendarios pues cultivó el drama, el romance, la novela, la historia y el relato fantástico. De sus obras se desprende que estaba familiarizado con los clásicos castellanos, así como con la literatura en lengua inglesa, y al tanto de los profundos cambios que afectaban a las letras contemporáneas.

Cuando apareció Tareas de un solitario (1829) ya eran conocidas las colecciones de romances sacadas a la luz por los alemanes y en el año anterior (1828) se había impreso el primer Romancero de Durán. El público español conocía también a Walter Soctt, pues Ackermann había impreso ya en 1825 la traducción castellana de Ivanhoe y de El talismán. Sin duda, refiriéndose a las novelas de Scott, escribía Montgomery en su «Introducción» a Tareas que «este ramo [...] en el día va haciendo tan grandes progresos y tanta aceptación tiene en Europa» (pág. III).

A mi juicio, su mejor obra es Narrative of a journey to Guatemala, escrita sin la preocupación de seguir modelos literarios como había hecho en sus demás libros. Durante cinco meses visitó en misión diplomática lo que entonces era todavía la República Federal de Centroamérica (1823-1840), sumida en guerra civil entre los liberales en el poder, y a cuyo Presidente Francisco Morazán conoció Montgomery, y los conservadores acaudillados por el guerrillero Rafael Carrera. En contraste con sus otras obras en las que apenas hay referencias al paisaje, y éstas son convencionales, en Narrative se muestra como un observador agudo y especialmente sensible al pintoresquismo, a las gentes y a las costumbres del país que atraviesa.

Jorge Montgomery escribe con un estilo claro, correcto y elegante tanto en inglés como en castellano, pero excepto en su Narrative, carece de la originalidad y del vigor narrativo necesarios para conseguir que sus obras despierten más que un interés moderado. Fue un enamorado de la historia y de las tradiciones españolas y un devoto admirador de Washington Irving, a quien dio a conocer entre nosotros, y por influjo de éste, escribió relatos fantásticos, un género con escasos cultivadores entonces en España.






Bibliografía

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GOODWIN, Daniel R. (ed.) 1845. Novelas españolas y Coplas de Manrique; con algunos pasajes de Don Quijote, Brunswick J. Griffin.

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—— 1831. Crónica de la conquista de Granada. Escrita en inglés por Mr. Washington Irving. Traducida al castellano por D. Jorge W. Montgomery, Madrid, Imprenta de I. Sancha, 2 vols.

—— 1832. El bastardo de Castilla, Madrid, Imprenta de I. Sancha.

—— 1839a. Narrative of a journey to Guatemala, in Central America, in 1838, New York, Wiley & Putnam.

—— 1839b. «The Spaniards: Their character and customs», The Southern Literary Messenger, V August, págs. 519-520.

—— 1839c. «The Ballad of Sancha of Castille and The Count Alarcos», The Southern Literary Messenger, V, October, 688-689.

—— s. f. Francisco the Avenger. A Play, in five acts, s. l., s. e.

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WHITMAN, Iris Lilian. 1927. Longfellow and Spain, New York, Instituto de España.

WILLIAMS, Stanley T. 1930-1931. «The First Version of the Writings of Washington Irving in Spain», Modern Philology 28, págs. 185-201.



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