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Acerca de la «extrañez» sanjuanista

María Jesús Mancho Duque


Universidad de Salamanca




ArribaAbajoExtrañez versus extrañeza

Si en el título de este artículo figura extrañez1, es debido a que este término es el que predomina en la obra de San Juan de la Cruz sobre el que luego ha prevalecido: extrañeza2.

De entrada es preciso advertir que esta clase de formaciones derivadas de adjetivos es poco abundante, en contraposición con la neta preferencia del santo por los sustantivos deverbales, esto es, originados a partir de verbos, como consecuencia del dinamismo de su sistema místico y del uso lingüístico con que lo expresa. Por otro lado, además, los sustantivos en -ez y -eza tampoco son excesivos, porque tienen que hacer frente a competidores tan fuertes como los en -dad, -ura, etc.

Exactamente las construcciones nominales que hemos encontrado formadas mediante estos sufijos son3: belleza [6], certeza [4], delgadez [3], delicadez [15], desnudez [67], dureza [21], embriaguez [18], esquivez [2], extrañez [8], extrañeza [2], impureza [29], madurez [3], pequeñez [2], preñez [1], redondez [8], rudeza [11], sencillez [12], tibieza [15], torpeza [4], tristeza [12], vileza [3], viveza [6]. En total, once en -eza y once en -ez, un equilibrio perfecto en cuanto al número de vocablos formados con cada variante, pero no así en cuanto a frecuencias globales, por la aportación cuantitativa -y sobre todo cualitativa- de la desnudez sanjuanista, que constituye, además, lingüísticamente hablando un neologismo, por documentarse por vez primera en este autor.

Y esta predilección hacia -ez encaja con los datos que nos proporciona la historia de la lengua española4, que nos informan del auge experimentado por -eza en el XV, por influjo de la cultura italiana en la nuestra, cuya imitación provoca el surgimiento y la importación de vocablos, sentidos como muy cultos, tales como belleza (a este respecto resultan ilustrativos los seis contextos en que aparece este vocablo en los textos de nuestro carmelita frente a la arraigada, tradicional e irresistiblemente atrayente -por sus raíces platónicas- hermosura, que se halla nada menos que en ciento noventa y dos pasajes).

Pero en el XVI se produce una regresión de -eza, propiciada por los escritores renacentistas en búsqueda de raíces o señas de identidad lingüísticas, sin las distorsiones tan propias del Cuatrocientos, en favor del uso de -ez, que experimentará una progresión imparable hasta nuestros días, lo que explicará que los neologismos se formen precisamente con esta variante.

Porque lo cierto es que -ez y -eza, herederos de los latinos -ITIA e -ITIES, funcionan como variantes de un mismo morfema, cuya distribución responde a complejas razones que no consideramos pertinente exponer en la presente ocasión. Pero, justamente, San Juan es testigo de dicha fluctuación, y si bien en la mayoría de sus elecciones léxicas sus preferencias serán las que acaben por triunfar, precisamente extrañez constituye una excepción, que no deja de ser morfonológica y estilísticamente «extraña», si se me permite el juego de palabras.

Conviene insistir ahora en un hecho de índole semántica: ni -eza, ni -ez aportan un contenido específico5 al adjetivo a que se adosan. Por tanto, para averiguar el significado que poseen estos sustantivos es forzoso e ineludible acudir al adjetivo que forma la base léxica: extraño. Y es aquí donde percibimos que el Santo se adelanta a su tiempo, intuyendo nuevas vías lingüísticas, como sucede, por poner algún ejemplo dentro del marco sintáctico, con la construcción pasar de acompañada de un sustantivo o pronombre, giro enormemente extendido hoy, pero en sus orígenes adscrito a registros marcadamente juveniles y expresamente utilizado como novedad caracterizadora de los mismos. ¿Estaría, tal vez, justificado considerar a San Juan de la Cruz como un pasota a lo divino, a juzgar por el siguiente contexto, entre otros varios, en el que el significado del sintagma en cuestión está reforzado por la frase hacer olvidar?: «Muchos daños se le siguen, ...así acerca de lo interior corno del exterior, al espiritual por quererse andar al sabor sensitivo acerca de las dichas cosas: porque acerca del espíritu, nunca llegará al recogimiento interior del espíritu, que consiste en pasar de todo eso, y hacer olvidar al alma todos esos sabores sensibles y entrar en lo vivo del recogimiento del alma» (3S, 41, 1). Del mismo modo y desde la vertiente léxica sorprende la utilización, a la manera latina, del verbo alucinar, en el sentido de «sufrir alucinaciones», que recuerda determinados usos actuales: «el mismo Jeremías, con ser profeta de Dios, viendo los conceptos de las palabras de Dios tan diferentes del común sentido de los hombres, parece que también alucina él en ellos» (2S, 19, 7).




ArribaAbajoLa penetración de lo «extraño» en la creación sanjuanista

Ciñéndonos estrictamente al adjetivo que nos ocupa, la primera sorpresa que nos depara es su franca proliferación: noventa y dos apariciones registradas. Su presencia se detecta tanto en poesía, poemas mayores: Cántico: «ínsulas extrañas», Llama: «extraños primores», y menores: Tras de un amoroso lance: «por una extraña manera», Super flumina Babilonys: «Gozábanse los extraños», como en prosa, donde notable trascendencia poética y literaria reviste el famoso contexto del Prólogo del Cántico: «... no pudiendo el Espíritu Santo dar a entender la abundancia de su sentido por términos vulgares y usados, habla misterios en extrañas figuras y semejanzas».

No obstante, lo más relevante, quizá, sea la polivalencia semántica de este calificativo: la aparición, junto a acepciones tradicionales de raigambre latina, de otras novedosas y de originalidad personal, que preludian valores que tomarán cuerpo y cuajarán en el barroco, hasta adquirir firme y consistente espesor significativo. Y nuevamente se confirma la imbricación simultánea de la multiplicidad de sentidos, que enriquecen el texto y le otorgan pluridimensionalidad y profundidad sémicas, caracterizadoras del lenguaje de San Juan de la Cruz. Finalmente, según las diferentes acepciones que primen, este calificativo se atribuirá a unos sustantivos o a otros y se unirá sintácticamente a determinados adjetivos que funcionarán como sinónimos dentro de sus respectivos campos, o se enfrentará a otros de contenido opuesto constituyendo ejemplos claros de antítesis6: la red semántica se irá entretejiendo de forma paulatina y progresiva hasta configurar una tupida trama. En lo que sigue trataremos de entresacar algunos de esos hilos significativos más abultados y sobresalientes.




ArribaAbajoExtraño: «extranjero», «ajeno»

San Juan de la Cruz emplea este adjetivo de acuerdo con el valor que EXTRANEUS, como derivado de extra, «fuera», poseía en latín7: «extranjero», «ajeno».

En el sentido de «extranjero», «correspondiente a fuera de la propia patria», se encuentra en algunos pasajes minoritarios: «en lo cual se siente el alma estar como en tierra de enemigos y tiranizada entre extraños y como muerta entre los muertos» (CB, 18, 2); o en el romance «Super flumina Babilonys»: «Gozábanse los extraños / entre quien cautivo estaba...»8 . En esta acepción primera, alterna con peregrino, que también, en algunas ocasiones y de acuerdo con sus antecedentes clásicos, tiene parejo significado9.

Más abundantes son los contextos en los que extraño parece realizarse como «ajeno»: «Porque, aunque [los amados] estén juntos, si tienen alguna extraña compañía que haga allí presencia... basta estar allí para que no se gocen a su sabor» (CB, 36, 1); «el espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni humanos respectos...» (D, 27) 10.

En algún caso concreto el contenido de extraño deriva de acepciones propias de autores cristianos, como, por ejemplo, «pagano, ajeno a la fe»11 : «Jacob... mandó a toda su gente tres cosas: la una, que arrojasen de sí todos los dioses extraños...» (1S, 5, 6).

En este segundo sentido lo más frecuente es que extraño aparezca sintagmáticamente unido a ajeno12, que de este modo funciona como sinónimo suyo: «ya así es como si dijera, queriéndole obligar: pues va mi alma a ti por noticias espirituales, extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tú a ella también en tan interior y subido grado que sea ajeno de todos ellos» (CB, 19, 7); «dice un cabello solo, y no muchos cabellos, para dar a entender que ya su voluntad está sola, desasida de todos los demás cabellos, que son los extraños y ajenos amores» (CB, 30, 9)13 .




ArribaAbajoExtraño: «retirado», «apartado», «retraído», «remoto», «solitario»

La importancia que San Juan de la Cruz confiere a este término se pone de manifiesto en cuanto él mismo, como suele hacer cuando le interesa resaltar algún significado preciso, nos proporciona su definición: «porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: o porque se anda retirado de la gente, o porque...» (CB, 14, 8).

Efectivamente, no es difícil hallar pasajes en que se acentúa el rasgo «externo», «de fuera», con lo que extraño viene a equivaler a «retirado», «apartado», tal como señala el santo, por lo cual llega a resultar sinónimo de solitario -puesto que «huye de las compañas»- y servir para caracterizar al ciervo (lo que trae, por otro lado, ecos del «pájaro solitario», cuya primera condición caracterizadora es «que se va a lo más alto», en un potente impulso urgido por un vehemente deseo de alejamiento en la inmensidad de los cielos): «Y esto no sólo por ser extraño y solitario y huir de las compañas, como el ciervo,...» (CB, 1, 15). Y esta acepción se va a recoger y potenciar en el sustantivo abstracto correspondiente: «Convienele al espíritu adelgazarse... poniéndole a la memoria remota de toda amigable y pacífica noticia, con sentido interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las cosas» (2N, 9, 5), donde extrañez -unida a peregrinación- se desenvuelve en el campo semántico del «alejamiento y apartamiento» del polo o extremo, terrenal y mundano, para aproximarse y acercarse al divino.

Claro es que ese apartamiento se produce en una dirección interiorizada, que conduce a una vasta soledad o anchuroso desierto, pero íntimo y recogido, con lo que coincide con un retraimiento espiritual: «los cuales [los del mundo] han de costumbre notar a los que de veras se dan a Dios, tiniéndolos por demasiados en su extrañeza y retraimiento» (CB, 29, 5). Estos rasgos de «apartamiento, retraimiento, enajenación, desapego, desapropio, desnudez, soledad, vacío», etc., son variables de la «negación» sanjuanista, característica del ámbito espiritual de la «Noche»14, lo que se puede comprobar en el siguiente contexto: «A lo menos lo que de presente el alma podía alcanzar a sentir es un enajenamiento y extrañez (unas veces más que otras) acerca de todas las cosas, con inclinación a soledad y tedio de todas las criaturas del siglo» (LB, 3, 39).




ArribaExtraño: «excelente», «extraordinario», «inusitado», «maravilloso»

En la segunda parte de su definición puntualiza el santo: «Porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: ..., o porque es excelente y particular entre los demás hombres en sus hechos y obras» (CB, 14, 8). Existen en efecto ciertos contextos en los que el alejamiento se ejerce desde un punto de partida, más que espacial -bien que trasmutado a un ámbito espiritual-, cualitativo: la pretensión es el extrañamiento de lo común, ordinario, vulgar, general, consabido y usado, por lo que tal empeño desemboca en el extremo opuesto: lo «fuera de lo común», lo «extraordinario», «excelente», acepciones que corresponden a la segunda parte de la definición aportada por el propio San Juan y que adelantan significaciones típicas del Barroco15, aunque ya tuvieran antecedentes en el XVI, como en la traducción del Cortesano llevada a cabo por Boscán16, uno de los autores que, traspuesto a lo divino, más directamente influyó en el santo.

Las relaciones antonímicas son ilustrativas: «Porque en esto va sacando esta noche al espíritu de su ordinario y común sentir de las cosas, para traerle al sentido divino, el cual [es] extraño y ajeno de toda humana manera» (2N, 9, 5); «mi alma que va a ti por extrañas noticias de ti y por modos y vías extrañas y ajenas de todos los sentidos y del común conocimiento natural» (CB, 19, 7). Éste es el proceso por donde se insistirá hasta llegar al Prólogo del Cántico: «... no pudiendo el Espíritu Santo dar a entender la abundancia de su sentido por términos vulgares y usados, habla misterios en extrañas figuras y semejanzas» (CB, Prólogo, 1), donde extraño, opuesto a vulgar y también a usado, tal vez esté próximo a la conocida concepción de las figuras como «desviaciones» con respecto a la norma común17.

Esta definición dilógica la introduce el Santo al identificar a Dios con las «ínsulas extrañas», y en ella se conjugan el apartamiento espacial -las ínsulas se hallan «allende de los mares muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres» (CB, 14, 8)- al que se agrega incluso el temporal, pues el arcaísmo ínsula remite a épocas pretéritas, vagas y caballerescas- y la inclusión de lo extra-ordinario, lo nunca visto, lo nuevo, lo que suscita admiración ante algo implícitamente hermoso18, además de insólito. En este sentido -fácilmente relacionable con la mentalidad surgida a raíz de los descubrimientos del nuevo mundo-, cercano al campo semántico de la «maravilla», extraño aparece como sinónimo de peregrino: «Otras veces piensa [el alma] si es encantamiento el que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de las cosas que ve y oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las mismas que solía tratar comúnmente» (2N, 9, 5); de inusitado: «Pero cuando ya la llama ha inflamado el alma... tal fuerza y brío suele cobrar... que... haría cosas extrañas e inusitadas por cualquier modo y manera que se le ofrece [por] poder encontrar con el que ama su alma» (2N, 13, 5); de nuevo y admirable: «sus vías [de Dios], consejos y obras con muy extrañas y nuevas y admirables para los hombres» (CB, 14, 8); de alto, en el sentido de «primoroso, singular y grande, sumamente estimable, de superior grado, misterioso, profundo y oscuro, arduo y difícil inteligencia»19 : «Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas mercedes a las almas que él da en regalar» (LB, Pról., 2), y, lógicamente, también de extraordinario: «sube a Dios por muy altas y levantadas noticias de la Divinidad y por excesos de amor muy extraños y extraordinarios de los que ordinariamente se suelen tener» (CB, 19, 2).

La consecuencia es inmediata: Dios va a ser calificado de extraño: «Por estas dos cosas llama el alma aquí a Dios extraño, porque no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los hombres. Y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres que no le han visto, pues también lo es a los santos ángeles y almas que lo ven, pues no le pueden acabar de ver ni acabarán» (CB, 18, 18). Y tal vez no sea ocioso detenerse un instante ante un hecho obvio: lo que no se ve -o no se logra ver de modo definitivo- no es descriptible. Y si se tiene presente que ver es sinónimo de conocer en muchos casos en San Juan, se comprenderá que el contenido de extraño, aplicado a Dios, se deslice suavemente por la pendiente de lo «indecible».

De acuerdo con esto, los atributos y manifestaciones divinos también recibirán esta consideración: «¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite y majestad en el admirable resplandor y amor de tus lámparas?» (LB, 3, 5); e igualmente lo serán los efectos de la infusión divina en el alma, especialmente en la unión, donde estas características se trasvasan al alma transformada por amor: «porque acerca del amor se ha el alma con Dios con extraños primores, y acerca de este rastro de fruición, ni más ni menos, y acerca de la alabanza también, y por el semejante acerca del agradecimiento» (LB, 3, 81)20 ; «siente el alma un extraño deleite en la espiración del Espíritu Santo en Dios, en que soberanamente ella se glorifica y enamora» (LB, 4, 16).

Extraño, pues, para terminar, viene a desempeñar la función de un ponderativo, relacionado con las nociones de «hermosura», «novedad», «maravilla» y «misterio», que se atribuyen -en la dialéctica mística- a uno de los dos extremos -el divino-, que por voluntad de acercamiento amoroso se abaja para fundirse con el otro -el humano- en la sublime transformación: «"Con extraños primores", es a saber: extraños y ajenos de todo común pensar y de todo encarecimiento y de todo modo y manera» (LB, 3, 78). Extraño se aproxima, así, a «indescriptible», «misterioso» y, por lo mismo, cuando se intente penetrar en los sentidos más elevados de estas vivencias, rozará los umbrales de lo «inefable».





 
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