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Acercamiento al léxico andaluz (ALEA)

Manuel Alvar


Real Academia Española




Brevísima historia

En 1957, recibí una invitación de la Universidad de Zürich para dar unas lecciones de dialectología española. Redacté entonces estas páginas, que expuse más tarde (1958) en el Congreso de Lingüística de Porto Alegre. Allí las guardaron varios años, tantos que decidí publicarlas en el Boletín de Filología de la Universidad de Chile (1964). Los editores chilenos prescindieron de todos los mapas. Entre tanto, y sin ningún conocimiento por mi parte, en Brasil dieron luz pública a unas páginas, pero olvidando también los mapas (Ibérida, I, 1959). Sólo en 1966, amplié y anoté las páginas dedicadas al maíz y las di al homenaje a Mgr. Gardette (Estrasburgo). Dejé así las cosas hasta hoy, en que mis amigos de Sevilla me piden publicar el trabajo. Me han dicho que se trata de una compilación histórica y que los estudios deben reproducirse como nacieron: me he decidido a desempolvar estas viejas páginas porque me parece que publicadas, lejos y mal, son el primer testimonio de lo que puede ser el léxico andaluz según el ALEA. Van, pues, como se concibieron: con su carácter de conferencia y sustentadas sólo por la colección de mapas que, confío, ahora las ampararán.

En 1961 quise ampliar toda esta información. Redacté muchos gráficos, pero el tiempo me ha ido faltando: ya no sé si nunca lo tendré. Dejo el viejo estudio con la nostalgia de los casi cuarenta años transcurridos.




El peón y la peonza

No hace mucho, el Prof. Steiger ha estudiado las designaciones del trompo en la Romania. Se lamentaba entonces del gran vacío que tenemos en las denominaciones españolas. Voy a intentar convertir en tierra de sembradura una parte de esta laguna.

Desde el punto de vista de la geografía lingüística, el mapa del peón no tiene gran interés. Hay una manifiesta unidad dominada por los derivados de la onomatopeya tromp- (trompo, trompa). Apenas si una pequeña área de mona y otras cuantas voces onomatopéyicas (zumba, zompa, pompa, jompa, pijo, nipa) o emparentadas con pedone (repionza) vienen a perturbar la uniformidad. Justamente voy a comentar el mapa de la perinola (n.º 1), a partir de estos últimos derivados.

1) repión 'perinola', documentado en las comarcas extremeñas de Córdoba y Sevilla, remonta, según los estudios de Yakov Malkiel, a repedare, mejor, al verbo romance repiar. El sustantivo postverbal sufrió, en su terminación, la influencia de peón 'trompo'.

No se me oculta que en otros sitios la i puede salir directamente de la pronunciación vulgar [pjón] de peón (< pedone). No aquí, sin embargo, donde el hiato vocálico se mantiene: repiar, repión. Estos repiar, repión tienen un gran arraigo en la región, puesto que se encuentran en la toponimia de Arroyomolinos (El Repión), aparece en el léxico infantil (repionza, repión, repiar 'bailar el trompo') y en el vocabulario de los aceituneros (repiar 'varear olivos').

2) pedone subsiste en el lusismo piorra de Puebla de Guzmán.

3) En relación con pirulo están pirulo, pirulina y pilina, forma regresiva de pi(ru)lina en la que la asociación de las dos i...i da carácter onomatopéyico a la voz. La etimología de García de Diego (DEEH, 5057) presenta dificultades fonéticas: de * Palabra_1 se hubieran obtenido formas sin Palabra_2, como las hay, y no con ó tónica. Habrá que pensar en el carácter expresivo de la voz, emparentado con el it. brillare 'girar' o con el piamontés birlo 'peonza', comasco pirlo, birlo 'id.' (DCELC).

4) En connivencia con las formas del apartado 3, están las perinola, pirinola, perindola, pirindola de Granada y Almería cuyo origen expresivo fue delatado por Schuchardt. Las voces pinona, pinona, pueden ser regresiones de pi(ri)nola, en todo semejantes a las que he indicado en el apartado anterior.

5) La fonética expresiva tiene activa participación en todo este pequeño mundo. La sílaba pi, que etimológicamente está en repiar, en repión y en piorra, adquiere valor onomatopéyico, 'zumbido del juguete cuando baila', en pituta. Voz convertida en cicuta por el mismo expresivismo fonético encerrado en la ci- inicial. Esta expresividad basada en el timbre de la i surge en cinga, chinga, jinga, donde la vocal se asocia a otros sonidos de clara significación onomatopéyica (Q, ĉ, h y n + g) y en guirrita, chirrita, que reiteran sus íes con el mismo propósito.

6) Algunos sonidos onomatopéyicos aparecen sin asociar a la i, por ejemplo jompa y pompa que, como zompa 'trompa', unen la expresividad del zumbido a uno de los nombres de la 'peonza'.

7) En varias denominaciones encontramos el sufijo -iche (boliche, moniche, trompiche, viroliche); en todas ellas percibo una clara asociación entre el silbido de la perinola y los fonemas palatales que lo representan. Téngase en cuenta que tal representación se refuerza con el carácter fricativo de la ch andaluza (que suele en diversas de sus realizaciones). Pero independientemente, o junto, a este sentido representacional, el sufijo vale, también, como diminutivo: lo es trompiche con respecto a trompa, -o o moniche en relación de mona y lo debe ser boliche con respecto a bola. Queda aparte viroliche porque no hay sustantivo relacionado con *vir-, sin embargo virar o virorta encierran la idea de giro, que conviene a la perinola.

Habrá que partir de -iche para explicar las formas en -icha (la -a del femenino semejante a la de peonza, perinola, trompa), como ponicha y monicha. La primera de estas voces es fácil de explicar: cada uno de los lados de la perinola, cuando tiene caras y no es achatada, tiene un valor: según la posición en que el juguete queda, se gana o se pierde en las cuantías que expresa la cara superior; ponicha hace referencia a ese poner que comento. Los alfilerillos que apuestan los niños en el juego explican, amén de la ponicha, la trompa de alfileres con que se denomina la 'perinola' en J 309.

El sufijo -icha, asociado a palabras infantiles de carácter fuertemente expresivo o a sonidos ya considerados como onomatopéyicos, da lugar a chicha y, combinada con mona, a chichimona.

Creo que a estas onomatopeyas comenzadas por chi- habría que referir chirivica, chivorra, aunque sobre la primera haya podido inferir la asociación de chirivía 'hortaliza parecida al nabo', cuya forma no es extraña a algunas de la perinola. Chivorra estaría entonces basada en una forma regresiva *chivo, -a, acompañada del sufijo expresivo -orra. En Zaragoza, el juego de las bolas es, entre los chiquillos, de los pitos y como denominación afectiva se emplea la de la chiva, nombre salido del segundo tiempo, chivadica, del juego, y justamente el primero en que se ha hecho pegar la bola propia contra la del adversario; chivica es 'la bola pequeña que suele ser de piedra y no de barro y tiene por tanto más fuerza'. No sería extraño que en Andalucía hubiera denominaciones paralelas a las que se documentan en otros dominios; sobre todo, conviene no olvidar el carácter asociacionista y expresivo que tiene siempre el lenguaje infantil.

8) Dejando el mundo de la onomatopeya, podemos pasar al de la metáfora. El fruto de la encina da las siguientes imágenes: bellota, cascabullo (literalmente 'cáliz de la bellota'), garibolo ('id.').

9) La denominación diablillo está dentro del mundo metafórico infantil (cfr. diablo, diábolo, juguete que se lanza dando vueltas hacia arriba).

10) Bailarina es otra denominación metafórica que no ofrece mayor interés.

11) No creo que coqueta tenga nada que ver con el conocido galicismo. En dos puntos muy distantes documento coqueta y coquina, lo que impide que este último sea, simplemente, una variante del anterior; por lo demás -volubilidad de la perinola- la metáfora no es tan fácil como para pensar en dos motivaciones iguales y aisladas. Hay, por tanto, que buscar una fuente común para ambos términos. Podría ser el andaluz coco 'moño alto' que por su forma y situación recordaría la del palito con que se hace girar a la perinola, téngase en cuenta que coquera, según Pagés, significa 'cabeza de trompo' (cit. en DCELC), con lo que la etimología se haría evidencia.

12) La morena de Berja (Almería) es una formación humorística nacida sobre mora o moruna. El peón se llama trompa moruna en algún sitio y la peonza es trompa merina (J 300, J 402 y J 404) o trompa marina (J 303) formas todas ellas que habrá que referir a mauru, pues ni mero, ni merino y, por supuesto, ni mar se pueden relacionar con el juguetillo.

13) La etimología de rilé es rehilar 'temblar', voz de abundante proliferación semántica en andaluz: 'aguijón de la avispa', 'púa del trompo'.

14) Por último, dos denominaciones, tarabita y cananilla, presentan adaptación significativa de tipos léxicos bastante alejados. La primera, acaso se haya producido por la voz homónima que significa 'cítola del molino'; en cuanto a la segunda, no acierto con la razón de acercar los significados de canana y peonza.

Por lo que respecta a la distribución geográfica de tan diversas denominaciones, y simplificando no poco, distingo varias áreas: 1.ª repión, etc. al norte de Huelva; 2.ª mona y sus derivados en Cádiz y costa malagueña del oeste; 3.ª trompa y formas afines en una gran zona central (Córdoba, Jaén y parcialmente Sevilla y Granada) y 4.ª perinola en el este (Granada, Almería) y sus derivados en el centro de Andalucía, si ésta no es un área subsidiaria de la anterior.

El 'bailar el trompo' ofrece una nomenclatura estrechamente vinculada con la precedente; pero el interés de las designaciones se reduce a señalar la coincidencia de rilar 'bailar' con rilé 'perinola', igual que repiar con repión; la existencia de rebailar, con un prefijo acaso adquirido tardíamente, y la persistencia del arcaísmo aturar aplicado a este nuevo valor.

En función de este vocabulario, todavía quisiera considerar un último elemento, el zumbel (mapa 2). En sus denominaciones entra con mucho el valor ocasional que se dé al bramante. Surgirán así apelativos como cordel, cuerda, cordón, hilo, guita, tomiza, que indican las áreas de estas voces en Andalucía. Zumbel y formas afines son detenidos en Córdoba y Jaén por las denominaciones que llamo ocasionales. Otras formas como reata o traílla, que designan especies de cuerda, o volantín, que hace mención al movimiento que imprime al peón, son geográficamente reducidas.

Las áreas que atestigua el mapa son: 1.ª zumbel en gran parte de Córdoba, y, desde allí, penetra en Jaén. Acaso su origen fuera cymbalum, si se golpeaba el trompo con una cuerda para hacerlo bailar, tal y como se ve en algún cuadro de Brueghel, y el restallar del látigo produciría el sonido que el zumbel acredita; 2.º cordel ocupa toda Andalucía, salvo la región l.ª y la costa; si añadimos a esta forma cuerda y cordón su predominio será abrumador; 3.º guita es propia de Granada, Málaga, y abunda en Cádiz (con brotes en Sevilla); desde su foco originario, Granada y Málaga, ha penetrado en Jaén y tímidamente en Córdoba.




Fango y limo

Se entremezclan con frecuencia las denominaciones del fango, del cieno y del limo. No obstante se pueden deducir algunas conclusiones seguras de todos estos nombres. Para ello tendremos que aislar los casos evidentes de confusión, error, etc. No consideraré los nombres del cieno porque, casi sin excepción, se emplea la designación castellana.

Fango (mapa n.º 3) parece ser el término general; desde luego es la voz más extendida por todo el territorio. De ser, como asegura Corominas (DCELC, II, 487 a), un aragonesismo, llamaría la atención su absoluta difusión y su arraigo -mayor que en parte alguna en el occidente andaluz. Creo que hay que desestimar esta hipótesis.

El Atlas sirve para aclarar algunas dudas que habían planteado la documentación antigua y lo que se sabía de la geografía actual del vocablo lama. Hoy está circunscrito a las zonas montañosas de Cádiz y Málaga y, disperso, por casi toda la provincia de Sevilla. Esto nos explica que usen la voz Nebrija, Fr. Hernando de Santiago y Mateo Alemán, los tres sevillanos, al mismo tiempo que nos hace suponer con todo fundamento un área más amplia para la palabra en el siglo XVI. Nada de ello -todo lo contrario- se opone al occidentalismo del término.

No antigualla, sino innovación, me parece gachas, y todos sus abundantes derivados, pues aunque la voz figure en Covarrubias con el valor que me ocupa, tal acepción es secundaria, frente a la primordial de 'comida compuesta de harina cocida con agua y sal'. No sería extraño que -como en los casos de názura o de zumbel- gachas fuera un término de Castilla la Nueva (válganos el testimonio del toledano Covarrubias) que penetra en Andalucía por la región de los Pedroches. La geografía actual de la voz señala un foco de máxima vitalidad y frecuencia en el sur de Córdoba, suroeste de Jaén y noroeste de Granada; desde allí la palabra ha podido irradiar a puntos aislados del dominio.

En resumen: el término fango de la lengua general se encuentra ampliamente arraigado en toda Andalucía; el leonesismo lama persiste en una zona donde se confunden 'fango' y 'limo', y gachas se nos presenta como voz del centro-oriente de la región, sin penetración en el occidente. Todas las otras denominaciones carecen de la importancia numérica de estas tres.

El limo (mapa n.º 4) da lugar principalmente a las cuatro denominaciones siguientes:

1.º Lama: según lo que he dicho a propósito de fango, esta voz se documenta en el occidente andaluz, de acuerdo con su procedencia. El mapa que comento completa y da el área total de lama 'fango, limo' en Andalucía: Huelva, occidente de Sevilla y algunas salpicaduras en toda la provincia, Cádiz y mitad oeste de Málaga. Es, pues, término del extremo occidental y gaditano-malagueño, región ésta de arcaísmo léxico, según se hace constar en otros casos.

2.º Limo debe ser voz de importación castellana; su máximo arraigo está en Sevilla, Córdoba, Jaén y norte de Málaga, en algunos casos en posible vinculación con las capitales. El vocablo tiene, desde luego, gran arraigo popular.

3.º Légano, légamo son dos formas alternantes, como se atestigua en castellano desde antiguo. En general, légano abunda más y lo encuentro en el oriente andaluz (Jaén, Granada), posiblemente por influencia manchega, mientras que légamo está limitado al norte de Córdoba.

4.º Tarquín es término del oriente regional, sobre todo de esas comarcas aducidas con frecuencia por su carácter murciano. Esta designación es, indudablemente, del este peninsular, pues aunque los diccionaristas antiguos y modernos (Covarrubias, Academia, Barcia) dan la voz sin tilde de localismo, su carácter oriental está asegurado por la geografía del término en el sur de España, por su presencia en los vocabularios aragoneses (Borao, Pardo), por ser forma exclusiva con la que se designa el 'lodo' en las Bárdenas navarras (Arguedas, por lo menos) y en el distrito de Zaragoza, y por ser término valenciano -¿aragonesismo en el valenciano?- según los testimonios de Escrig, Griera y Steiger.

A la vista de todo lo anterior podemos señalar cuatro zonas distintas para designar 'limo': 1.ª occidental y gaditano-malagueña (lama); 2.ª central (limo, -a); 3.ª centro-oriental (légamo, -no); 4.ª oriental (tarquín).




Terminología del maíz

Desde el punto de vista léxico, las designaciones del maíz no presentan otra diferencia con respecto a la lengua oficial que la de panizo. Denominación arcaica que subsiste en algunos puntos septentrionales de Huelva y Córdoba y que, apoyada en la dialectología oriental (aragonesa-murciana), goza de absoluta vitalidad en el poniente del dominio.

La farfolla (mapa n.º 5) escinde a Andalucía en dos mitades muy precisas. En el occidente, los derivados más abundantes pertenecen al étimo folia (hojas, follasco, -usca, -anca, -fisco, -aje, -ata). Hoja es la pura indeterminación léxica, término de la lengua común que domina en los sitios donde el cultivo está poco desarrollado. Un notable arcaísmo lo constituyen las múltiples formas con foll- inicial; uno de ellos, follaje (con el solo testimonio de Se 102), debe ser calco moderno sobre la voz homófona de la lengua literaria. En todos los demás hay mantenimiento de f- inicial, detención en el desarrollo de -LY- y, en uno (follata), conservación de la oclusiva sorda. Habida cuenta de que todos esos rasgos son propios del mozárabe y que la zona en que se documentan está próxima a Sevilla, sin apoyo en regiones fronterizas ni septentrionales, no será absurdo pensar en que tales denominaciones proceden de la lengua de los cristianos sometidos a los árabes. La abundancia de sufijos, todos con carácter despectivo, está motivada por la poca estima en que se tiene a la farfolla, limitada siempre -tal puede ser la causa de la cambiante sufijación- al empleo familiar.

Otra zona léxica (este de Cádiz, oeste de Málaga, pueblos limítrofes de Sevilla y Córdoba) constituida por sayo, tiene menos interés en cualquier comentario etimológico o fonético. Idénticas consideraciones se pueden hacer a propósito de camisa.

Siguen, numéricamente a las anteriores, foñico, pelusa y marojo. Foñico es emparentado por Corominas con * fundiare 'hurgar, revolver', sin embargo, semánticamente las dificultades me parecen insalvables; García de Diego lo deriva de fólium (DEEH, n.º 2856), correcto desde el punto de vista significativo. El mismo autor señala la presencia de la voz en leonés, por lo que nos encontramos ante un nuevo occidentalismo léxico, lo mismo que el ejemplo que, inmediatamente, paso a considerar. La presencia de ñ (foñico) en vez de y no me parece que sea un grave obstáculo, pues la equivalencia de las palatales se da en otros casos; recuérdense las famosas playeras que proceden de plañi(d)eras.

Es de presumir que marojo sea una voz migratoria, o un arcaísmo léxico encastillado en la serranía de Ronda. Semántica y fonéticamente coincide con el salmantino; y en cuanto a su etimología, nada se opone para hacerlo derivar de malum folium (DEEH, n.º 4077).

Pelusa no merece mayor detención.

En la Andalucía oriental el término usado en la abrumadora mayoría de los casos es farfolla. Su distribución geográfica queda aclarada de modo definitivo con los materiales del Atlas. La uniformidad léxica de este andaluz sólo se quiebra en los pueblos más septentrionales de Jaén donde aparece parfolla, que será término manchego, y, como siempre, en la zona de influencia murciana, donde perfolla domina sobre parfolla. La etimología acaso sea un cruce de Palabra_3. Todos estos términos del norte de Almería son aragonesismos, según García de Diego.

El carozo de la espiga del maíz nos ocupará en las líneas que siguen (vid. mapa n.º 6). El arcaísmo panizo se ha refugiado en la zona extrema occidental del dominio con el significado que ahora nos ocupa. En esto coincide con el portugués païnço 'carolo'. También hay que referir al dominio occidental (portugués, leonés) la mazaroca de algunos pueblos de Huelva; con ella se emparentan directamente -al menos en esta zona- mazorca y mazorco; mientras que el área gaditano-malagueña podría ser un foco de castellanización, producido por una emigración de tipo eruptivo; otra explicación, por ejemplo, la de ser un área desgajada de la del norte onubense, me parece más difícil, ya que nos encontraríamos ante una rama derivada más frondosa que el tronco de donde procede, lo que no es fácil.

Carozo es otro claro occidentalismo: el DCELC (I, 697 a) localiza la misma forma en el occidente de Asturias y en Galicia y Krüger, en un libro dedicado a los derivados de caryon, dice a propósito de carozo y de carolo que «tienen su mayor arraigo en el Oeste, con estribaciones relativamente escasas a las provincias circundantes del interior (Asturias, León, Salamanca). Son palabras típicamente occidentales». Si, como parece, la palabra no existe en extremeño, habrá que pensar en una «voz migratoria», directamente traída por trabajadores o cultivadores del maíz oriundos de León o Portugal. Suposición nada arriesgada, pues la introducción del maíz en esta zona de carozo es muy reciente, a pesar de su ya gran arraigo: baste recordar que en el Diccionario de Madoz no se da el cereal como producto de ninguno de estos pueblos.

Pabilo, con acentuación correcta (<papyrus), ocupa buena parte de la provincia de Granada y tiene irradiaciones hacia las regiones colindantes. Ninguna de ellas llega, según el Atlas, muy al norte, aunque en los confines de Jaén y Ciudad Real parece haberse recogido, también, la voz. Dentro de la provincia de Granada, pabilo está combatido en la Alpujarra por torrullo, probable aragonesismo; acaso, en la restricción de 'corazón de la mazorca', se pueda pensar en la influencia de torrar, según un rasgo paralelo al de pabilo 'mecha'> 'carozo'.

Cabirón y zuro son préstamos orientales. En catalán cabiró es 'cuartón, pequeña viga', en gascón cabiroû o capiroû y en aragonés capirón, cabirón significan 'cabrío' (<*capreone). En andaluz, la palabra es un catalanismo, ya que en Aragón lo normal es conservar la sorda intervocálica y, en el dialecto, la voz parece estar reducida al dominio pirenaico; por el contrario, es conocida del catalán de todas las regiones y desde el valenciano habrá pasado al murciano, vía seguida por los catalanismos andaluces. El cambio semántico acaso sea: 'madero' > 'tronco que se quema' > 'carozo' [empleado como combustible]. La alternancia cabirón / cabirondo estará producida por influjo de redondo, más verosímilmente que por cualquier otra palabra de la misma terminación.

Zuro, sin embargo, me parece aragonesismo. El significado de 'corazón de la mazorca' une la Andalucía oriental con Murcia y los testimonios bajo aragoneses. No lejos de la región de zuro, documento dos pueblos donde corcho es 'carozo'; acaso sea una especie de traducción del término identificado como catalán.

En las Alpujarras granadina y almeriense, encuentro polior, porque el carozo se emplea para alisar cuerdas o hilos.

Otras voces atestiguadas son traslaciones significativas de carácter ocasional (panocha: 'mazorca' > 'carozo') o metáforas (piña, piñorro).




El requesón y el entremiso

La elaboración del requesón ofrece distintos procedimientos. Alguno de ellos deja buen rastro en el habla actual; pero hay sitios donde ni se prepara el requesón, ni llaman de ningún modo a la leche cuajada naturalmente; en otras partes, por último, el requesón es, únicamente, el nombre de los calostros cuajados (mapa 7).

1.º Al norte de Córdoba hay una zona geográfica y lingüísticamente muy bien definida. En ella se encuentra el único reducto meridional de názura o nazurrones. No hace falta señalar que la segunda de estas formas ha sufrido la concurrencia de requesones.

El étimo de la voz ha requerido la atención de los investigadores, sin permitir desvelar su secreto; tenemos algún viejo testimonio que, en definitiva, viene a convenir para nuestra área: «naçulas: es lo mismo que requesón [...] Este término se usa en el reyno de Toledo. Antonio Nebrissense. Naçora de leche, lo mesmo que nata». Una última extensión del reino toledano llegó hasta Los Pedroches de Córdoba, a través de la orden de Calatrava, señora de la actual provincia de Ciudad Real; en efecto, conquistada la región por Alfonso VII, la donó a los caballeros calatravos y su hijo Alfonso VIII confirmó la entrega en 1189. Más tarde, en 1242, todas estas tierras, por donación de San Fernando, pasaron a jurisdicción cordobesa.

2.º Buena parte de la provincia de Huelva está sometida al lusismo tabefe, que, por lo demás, reaparece en las islas Canarias. Sólo la inadvertencia ha podido hacer de esta palabra un guanchismo, según probé en un estudio del problema. Los arabistas habían señalado el étimon correcto, tabîx, y hoy la voz, aunque desconocida del español literario, vive en Portugal como «sôro de leite coalhado» (Figueiredo).

3.º Este procedimiento de obtener el requesón, volviendo a cocer el suero desprendido al cuajar la leche, da nombre al recocío, que ocupa un área bien definida al sur de Córdoba y al suroeste de Jaén. (No otra cosa significa tabefe).

4.º La gran zona de requesón, o requesones, señorea la mayor parte de Andalucía. Esta denominación castellana se ha impuesto por todas partes y, salvo el área de recocío, ha limitado a zonas muy periféricas a las otras denominaciones.

5.º Quedan algunas formas poco concretas (suero hecho) o de gran limitación (morriones), que poco afectan al conjunto esbozado en líneas anteriores.

Muy simple es el mapa del entremiso (n.º 8), otro término relacionado con el aprovechamiento de la leche. La forma castellana se encuentra en sendas áreas laterales extremas: en el norte de Huelva y en el norte de Almería; salvada esta concordancia, Andalucía queda escindida en dos zonas muy precisas: una, la de quesera, oriental (Jaén, Granada, Almería) de filiación castellana; otra, la de entremijo (Córdoba, Málaga, Cádiz, Sevilla y Huelva) caracterizada como leonesa, ya que el testimonio concorde de los lexicógrafos localiza en Salamanca la palatalización de la s.




Terminología de abejas y avispas

Hace tiempo estudié las denominaciones de la 'colmena' en Andalucía, pero me fijé, sobre todo, en la problemática que planteaba una de sus designaciones, la de corcho. Fijémonos ahora en el mapa n.º 9, donde señalo las áreas de las voces que designan 'colmena'. Salvo un par de casos en que se emplean términos de otro origen (vaso, Gr 508, y cajón, Al 404), todos los derivados andaluces remontan a Palabra_4 y a * Palabra_5. La distribución de estos dos tipos señala cómo corcho tiene unas cuantas áreas aisladas y hoy inconexas. Sin embargo, el norte de Córdoba y Sevilla, la provincia de Huelva, las serranías de Málaga y Cádiz, las Alpujarras granadinas y todo el norte de Almería, conservan el viejo término. El constreñimiento de corcho a estas áreas obedece a diversas causas: en primer lugar, la voz se apoya en la explotación de los alcornoques. Esto es, el uso se afirma por la materia misma de que se hacen las colmenas. No olvidemos nunca que el área occidental de la voz está en perfecta armonía con el viejo texto del cordobés Columela: «Sive illa [regio] ferax est suberis, haud dubitante utilissimas alvos faciemus est corticibus, quia nec hieme rigent nec candent aestate, sive ferulis exuberat, iis quoque vasa texuntur» (Agric., IX, 6). Otras zonas, las Alpujarras, resisten más al término invasor por su tradicional aislamiento y, por último, la provincia de Almería conserva corcho en las comarcas periféricas o sin acceso desde la capital; esto es, las regiones cuyo comercio no se ha ejercido nunca con la cabecera de su provincia (mapa 9).

Esta sustitución de corcho por colmena no se ha cumplido automáticamente. Hay pueblos en los que coexisten ambos términos y entonces, como era de esperar, la voz comercial es la castellana (colmena) mientras que el viejo término local queda relegado a las colmenas de fabricación casera. Por eso no es difícil oír colmena mobilihta en oposición a corcho (sea de carrizos o de corteza de árbol). En otras localidades, la duplicidad terminológica ha dado lugar a ciertas especificaciones, corcho es la 'colmena vacía' (H 303, Ma 502, Gr 509, Al 302) y colmena 'la que ya ha recibido un enjambre', o, esa misma cualidad, ha permitido ambiguas soluciones de compromiso, tales como colmena de corcho (frente a colmena de madera) o corcho de colmena. Fórmulas indecisas que señalan con cierta claridad las regiones de colisión de ambas denominaciones.

La sustitución de corcho fue más fácil en los sitios donde no medra el alcornoque (mapa 10). Allí se producía la homonimia 'corteza del alcornoque', 'colmena', mientras que en los pueblos donde se explota tal industria, la corteza suberosa es denominada corcha. Con lo que se resuelve la homonimia. El mapa n.º 11 recoge los lugares donde se explota el corcho. De un modo casi unánime, corcha designa 'la corteza del alcornoque', coincidiendo de modo completo con el área en la que corcho significa 'colmena'.

Si nos fijamos ahora en cómo se llaman los moradores de estos álveos, veremos en seguida que la designación castellana, abeja, dista mucho de ser uniforme. Un apacible y útil mamífero ha venido a confundirse con la apis melifica, la oveja. Viendo el mapa n.º 12, donde he apuntado únicamente los sitios en que se desconoce la voz española abeja, salta a la vista que en la Andalucía occidental abundan mucho más las denominaciones contaminadas que en la Andalucía oriental. Otra vez se nos plantea aquí un problema de homonimia: dos animales muy frecuentes, pero totalmente distintos, reciben el mismo nombre; entonces pueden ocurrir varias cosas:

l.º que se mantengan ambas denominaciones sin distinción;

2.º que aparezca una denominación fundada en el tamaño: oveja 'Ovis ovis', ovejita 'Apis melifica';

3.º que la distinción se base en la utilidad que reportan: oveja (u ovejita) de la miel 'abeja', frente a la oveja del campo, por ejemplo;

4.º que desaparezca oveja como 'Ovis'.

Salvando todas las diferencias que el caso exige, el andaluz ovejita es paralelo al francés mouchette, en la misma medida que oveja de la miel lo es de mouche à miel. Paralelo en cuanto a la forma de resolver la homonimia, ya que las causas que han abocado en ella son distintas: debilidad fonética en la voz francesa, interferencia léxica en la andaluza. La desaparición de oveja como 'Ovis ovis' obliga a un nuevo reajuste en el vocabulario. Entonces borrega, literalmente 'cordera de uno a dos años', reemplaza al término enfermo y la molesta homonimia queda resuelta una vez más.

El mapa n.º 12 señala las áreas de oveja 'Apis melifica' y borrega 'oveja'; creo que el estado actual del habla manifiesta la conformidad del doble proceso en la Andalucía occidental. Bien es verdad que la sincronía de hoy nos da unos datos; pero estos datos están condicionados por una historia -una diacronía- que no es lícito descuidar. Un maestro suizo Gilliéron nos enseñó a valorar debidamente los estados actuales de lengua; otros dos maestros suizos, Jaberg y Jud, nos enseñaron el valor de la historia para los usos modernos. Pues bien, la confusión de oveja y abeja no es moderna en el sur de España, según podemos inferir de algunos indicios. Hay un topónimo en el este de Córdoba inmortalizado en una de las más grandes creaciones del teatro español. Suele escribirse Fuenteovejuna. La etimología popular ha hecho que el pueblo sea una 'Fuente de las ovejas', o cosa por el estilo. El propio Lope de Vega se hizo cargo del significado. El momento culminante de la tragedia está en la escena 3.ª del último acto. Laurencia, atropellada por el maestre, irrumpe en la sala capitular del concejo de Fuenteovejuna e increpa con desgarrados acentos a los ediles reunidos, mientras les arroja al rostro el baldón de su vituperio:


Ovejas sois, bien lo dice
de Fuente Ovejuna el nombre.



Sin embargo, la etimología debe remontarse a Palabra_6, ya que en la localidad se identifica una antigua Mellaria, distinta de la del Estrecho, según el testimonio de Plinio: «La otra parte de la Baeturia, que hemos dicho pertenecía a los turduli y al Conventus Cordubensis, tiene "oppida" no sin fama: Arsa, Mellaria, Mirobriga Regina, Sosintigi, Sisapon». Madoz dice que siempre ha producido miel abundante y una de las fuentes del pueblo se llama hoy Abejera. En recuerdo de todos estos hechos, en las armas de la villa campea una fuente de cuatro caños coronada por un enjambre de abejas. Como grafía del nombre debe adoptarse, pues, la de Fuente Ovejuna, según rezan los indicadores de Obras Públicas.

Un mapa muy expresivo (el n.º 13) lo constituyen las denominaciones de la 'abeja reina'. Cuatro áreas descubrimos en él:

1.º Área de madre: ocupa toda la provincia de Huelva y el occidente de Sevilla.

2.º Área de maestra: ocupa Córdoba, centro y oriente de Sevilla, Jaén, norte de Granada y presenta irradiaciones por Málaga.

3.º Área de madre abadesa: limitada a Cádiz, Málaga y este y sur de Granada.

4.º Area de rey: exclusiva de Almería, oriente granadino y algún brote en Jaén.

El mayor interés léxico radica en el área n.º 3. Gracias al bloque compacto señalado con un rectángulo con sus bisectrices, se pueden interpretar correctamente algunas denominaciones que, aisladamente consideradas, podrían inducimos a error. Una metáfora popular ha visto en la abeja reina la mater Palabra_7 de la colmena. Surge así la denominación directa: madre baeza. Pero igual que la derecha supone la elisión de 'mano' o recta la de 'línea', baeza ha prescindido del sustantivo 'madre'. De tal estado de cosas surgen denominaciones como mamaeza en la que ma- es mater, evolucionada según la fonética meridional (>mae y, por proclisis, ma), y maeza es la baeza de otros sitios con dilación de la nasal de mater. Desde *maemaeza, mejor que desde mamaeza, con haplología de uno de los grupos repetidos (mae o ma), surgiría el maeza, paralelo a baeza, y este maeza en zonas seseantes es maesa y, por la debilidad de la -s- intervocálica en el dialecto, maeha. Creo, pues, claro el proceso que desde Palabra_8 ha conducido a maeha; proceso que nada tiene que ver, aunque a priori lo pareciera, con la evolución magistra > maesa.

El área de rey está limitada al Oriente andaluz y, aunque no la registran ni los diccionarios murcianos ni los aragoneses, debe proceder, hoy al menos, del este peninsular, según podemos inferir de su localización.

Los nombres de la avispa están condicionados a las dos clases principales del insecto: la avispa común (Vespa vulgaris) y la terrera (Vespa crabro). Del mapa n.º 16 se puede deducir cierta distribución del léxico. Lo mismo que en el caso de oveja 'abeja', obispa 'avispa' predomina en el occidente; acaso esto permita suponer que obispa tiene su o- por influjo de oveja (< abeja + oveja). De las otras denominaciones, interesa -por su abundancia- la de tabarro, que, como designación única de las 'avispas', se encuentra en la región limítrofe de Granada-Jaén-Córdoba-Málaga, con algunas irradiaciones marginales y penetra hacia el norte siguiendo el curso del río Genil.

Quedan aisladas, las áreas de soterraña (N. de Huelva), NO. de Sevilla) y de careto (N. de Jaén).

Si comparamos éste con el mapa del avispero (n.º 15), notamos en seguida una riqueza mucho mayor de denominaciones; también son más los casos en que se distinguen los avisperos terrizos de los aéreos. Ahora bien, subsiste el área de obispa, aunque erosionada, en el derivado obispero; se conserva también el área de tabarro (en tabarrero); soterrañero figura con la misma limitación que soterraña, y han surgido tres nuevas denominaciones: una muy limitada (horno) y dos, panal (conocida en la lengua literaria) y hoya, abundantísimas.

El mapa n.º 14, aguijón de la avispa, vuelve a presentar varias zonas de muy clara distribución lexicográfica:

1.º La provincia de Huelva, puntos aislados de Sevilla y Córdoba que tienen carácter occidental. Sus herrete, herrón, herrote tienen correspondencia con el extremeño herrete y con el portugués ferrão.

2.º Una zona en la baja Andalucía (Sevilla, Cádiz), que antiguamente debió alcanzar buena parte de Málaga, donde se encuentra casi exclusivamente puyón. El término creo que ha salido del vocabulario ganadero: se atestigua en la región marismeña, famosa por sus toros bravos, y no se olvide, en función de ello, el léxico taurino (puya, puyazo) más familiar en Sevilla o Cádiz que en parte alguna.

3.º Área oriental de guizque. Se trata de un aragonesismo, ya que allí sólo se encuentra el valor de 'aguijón de la avispa', que ahora nos ocupa.

4.º Aguijón, y sus variantes fonéticas, cubre todo el centro de Andalucía. Es el área castellana, constituida en valladar contra la irradiación de puya y contra la expansión de guizque y de herrete, al tiempo que ha destruido la homogeneidad de las áreas 2 y 3.

5.º Raigón tiene contaminado su sentido de voces como aijón, fonéticamente próximas; rejón y rehilete son formas paralelas en todo a puya y puyón.




Fárfara

El huevo sin cascarón divide Andalucía en varias áreas bastante claras (mapa 17). Hay, naturalmente, las zonas que carecen del término específico; entonces se recurre a dos perífrasis: huevo en tela o huevo sin cáscara (o cascarón). La primera de ellas ocupa buena parte de la provincia de Sevilla y, aparte brotes inconexos, reaparece en las Alpujarras granadinas.

Mayor interés, y riqueza, nos suministran las voces que tienen el significado concreto de 'fárfara'. Los etimologistas están concordes en el origen árabe de la voz; no tanto en cuál sea su étimon. Steiger ha afinado más que nadie en la búsqueda de un término al que referir los derivados españoles: el árabe hálhal 'tela sutil'. Su presencia en Andalucía se agrupa en varias áreas:

l.º jájara, el término más próximo a la fuente, no tiene ya un área homogénea: arroja brotes en Sevilla, Málaga, Jaén y Granada; sin embargo, pequeñas alteraciones fonéticas hacen reconocible la voz en ájara (M 405), jáara (M 407), jánjara (Gr 300), jánara (Al 504) o jajilla (Gr 603). A pesar de estas incrementaciones, el área no llega a ser compacta.

Desde jájara, y con haplología de una de las sílabas repetidas, se obtiene la forma jara, que tiene mayor predicación. La geografía lingüística nos asegura la vinculación de ambas voces, según se ve en el mapa, y entonces, sí, los derivados de hálhal tienen un área muy precisa que ocupa toda la provincia de Málaga, el sudeste de Sevilla y aun presenta algunas afloraciones en el norte de Granada o en la Alpujarra.

2.º Al mismo origen hay que reducir los derivados con f. Naturalmente, las formas fárfara o fáfara son las más próximas al étimon. Sobre ellas, igual que en salmantino (según el DEEH), actuó fósforo (fóforo en la fonética dialectal) que reemplazó, en cuanto a su forma, al viejo fá(r)fara, no sin que éste dejara alguna reliquia, como su -a final (fófora) o su r media (fórforo, -a).

Estas formas están limitadas a la provincia de Cádiz y regiones colindantes, lingüísticamente suyas.

3.ª El Atlas de Andalucía resuelve las dudas en cuanto al acento de la voz álara. Creo que nunca se había recogido en las hablas vivas; por eso siempre la vacilación. Es más, Corominas rechaza a Eguílaz, por culpa del étimon. Sin embargo, el viejo arabista español, esta vez al menos, tiene razón. En la región de Granada, donde él vivía, el término es siempre esdrújulo. Ahora bien, para explicar el paso de al- galâ -la a las formas romances es necesario partir, como hace Corominas (loc. cit.), de la forma *algala (con haplología de una de las sílabas repetidas), o mejor de *algara (con disimilación l...l >r... r). Ahora bien, cualquiera de estas formas habrían sido llanas en español; sin embargo, conviene no olvidar que el arabismo aparece siempre en la locución «huevo en...», equivalente a «huevo sin cáscara». Los esquemas melódicos de cáscara y del otro arabismo aquí estudiado jájara, fá(r)fara harían tomar acentuación esdrújula a los derivados de Balâla, según acreditan de modo universal los términos actuales. En efecto, *algára + cáscara, jájara da álgara (J 100, Al 302) y árgara, con 1=r en posición implosiva (J 203, 400; Gr 200, 201, 203, 403; Al 401). Estas voces toman con mucha frecuencia una g- inicial (¿cruce con gárgara y gargajo? ¿con gárgol 'huevo huero'?) en buena parte de Jaén, este de Granada y Almería (gárgara); igual que árg- / álg- documento también gár / gálgara; con disimilación eliminatoria, gárgara > garga (Al 202), o con diferenciación vocálica, gárgora (C 301) y con equivalencia acústica r=n, gángara (J 504, Gr 306).

De este modo, la distribución de los arabismos que significan 'fárfara' queda establecida así: hálhal ocupa el sur de Sevilla, Cádiz, Málaga y tiene brotes agrupados en la Alpujarra y en el norte de Granada. Esto me hace suponer que el área de la voz fue más extensa en lo antiguo y que el estado actual de las cosas presente ya una entidad fragmentada. El otro arabismo, galâla, es típico de la Andalucía oriental, justamente de aquellas regiones más influidas por Murcia, o lingüísticamente murcianas.




Dos enfermedades infantiles

El grecismo xerampolinos domina en casi toda Andalucía con el derivado sarampión, propio de la lengua general (mapa n.º 18). Sin embargo, aun reconociendo esta unidad, debo señalar otras formas que faltan, tanto en los diccionarios españoles, como en los andaluces de Toro y Alcalá. Me refiero a la forma plural, sarampiones, que señorea gran parte de la provincia de Jaén y presenta brotes en Granada y Córdoba. Esta eliminación del singular en beneficio léxico del plural es semejante a la de requesones, nazurrones, morriones, etc. señalada ya con anterioridad.

Sobre color están formados los actuales colora(d)illa, mal colorao, que recojo en puntos aislados del dominio, y colorín, forma dominante en la provincia de Málaga, y sin proyección exterior.

Por último, sombrilla se presenta solitario en un punto de la provincia de Cádiz.

Sorprende que difteria, del griego difthéra, no registrada en el diccionario académico hasta 1884, se haya aclimatado -presenta, naturalmente, vacilaciones fonéticas- con vertiginosa rapidez. El mapa n.º 19 nos permite ver cómo las viejas áreas han sido destruidas por una voz reciente. La más importante de todas ellas fue, sin duda, garrotillo, designación nacida por el ahogo que produce la difteria, semejante a la muerte por asfixia que da el suplicio. El término fue muy general y queda perpetuado al pie de uno de los más tétricos y vigorosos aguafuertes de Goya.

Todas las demás denominaciones están mucho menos extendidas, aunque, tal vez a causa de ello, constituyan todavía núcleos coherentes.

Es muy precisa el área de flores, voz apoyada geográficamente en lo murciano, aunque debe tener difusión muy restringida: falta en los diccionarios andaluces, en los murcianos de Sevilla y García Soriano, en el panocho de Lemus, en las voces albaceteñas de Zamora y en aragonés. Sin embargo, su distribución actual en el extremo oriental del dominio no presenta ninguna fisura.

Algo semejante hay que decir de llaga, aunque su área es mayor (nordeste de Jaén, algún pueblo granadino): la voz falta también en los diccionarios regionales y, de no ser autóctona, habrá venido desde la Mancha.

En cuanto a su difusión, sigue a los términos anteriores la voz angina(s), cuyo traslado significativo es bien fácil de explicar.

Todas las demás formas (vejiga, tetona, argalla) aparecen con rareza.






Conclusiones

He considerado una veintena de mapas léxicos. Cantidad que si no es excesiva, sí puede ser suficiente, sobre todo teniendo en cuenta que nos movemos en poco más de 87.300 Km2. Pues bien, sobre esa superficie regional hay un mundo extraordinariamente rico del que dan idea estas veinte calas (el 1% de las preguntas léxicas formuladas).

Al comparar los mapas, con pretensión de obtener algunas consecuencias, vuelve a repetirse una de las primeras afirmaciones formuladas por los pioneros de nuestra ciencia: cada palabra tiene su historia particular. Sí, como tantas veces se ha dicho, rara vez coincide la frontera de dos voces, sin embargo he repetido muchas veces la conformidad léxica de ciertas zonas.

A veces, como en los casos de farfolla o fárfara, hay dos grandes zonas bien definidas: la oriental y la occidental; pero esta excesiva generalización da escasos frutos. Es, ni más ni menos, que esa Andalucía dual: oriental y occidental, alta y baja, la de Lorca y Alberti o Granada y Sevilla, o de Cano y Murillo o de peteneras y verdiales, por no seguir con la dicotomía. Pero hay que recurrir siempre a una fragmentación mayor, en la que encontramos elementos para un análisis más fino. Un poeta andaluz, Manuel Machado, conocía bien las sutiles diferencias:


Cádiz, salada claridad. Granada,
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga, cantaora.
Almería, dorada.
Plateado Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas.
Y Sevilla.



Y aún caben más matices; todos con resultados para la lingüística.

Hay, sin embargo, una región hasta la que llegan los elementos occidentales (leoneses, portugueses); algunas ondas tienen mayor vitalidad e irradian por todo el sur baleo, balear, canga, pero en torno a Sevilla se frena esta gran dispersión. Comprende, pues, toda la provincia de Huelva y, en ocasiones, entra en jurisdicción sevillana. Es el área de tabefe 'requesón', de herrete o herrón 'aguijón', de madre 'abeja reina', de corcho 'colmena', de panizo 'carozo', de lama 'fango', de quesera 'entremiso'.

Dentro de esta superficie, el norte de Huelva (y algún pueblo del NE sevillano) tiene fisonomía propia. El límite meridional de esta subzona está en las sierras de Andévalo, Aracena y San Cristóbal. En ella la influencia extremeño-leonesa es muy potente y la geografía condiciona totalmente la vida de estos pueblos, aislados del resto de la provincia de Huelva y casi sin comunicación directa con la capital. Esta imposición geográfica condicionó los hechos históricos: Aracena y su partido fue conquistada en 1251 por Alfonso III de Portugal, mientras que la vertiente este de la sierra con Constantina y Cazalla era ganada por San Fernando, que acabó por adquirir las tierras sometidas a Portugal. Incluso la repoblación debió ser distinta que en el resto del reino de Sevilla, según acreditan la toponimia y algunos rasgos dialectales. Me fijaré en uno solo: el latín sabucus aparece un par de veces como Jabugo, Jabuguillo (part. de Aracena) y hoy, en el habla viva, el 'saúco' es denominado habugo, coincidiendo con una palatalización de la sinicial que sólo se cumple en el centro-oriente de Asturias. No es aventurado suponer, pues, que sea una región repoblada por asturianos de Infiesto-Mieres-Cangas de Onís.

Teniendo esto en cuenta se comprenderá la personalidad independiente de la región y su relación con otras geográficamente más afines. En los mapas que he comentado, se presentan como términos propios repión 'perinola', repiar 'bailar el trompo', panizo 'carozo', mazaroca 'íd.', zurrapas 'requesón', soterraña 'avispa'.

La provincia de Sevilla suele quedar más independiente que las otras andaluzas. Por eso es difícil su agrupación: unas veces, la mayor parte de la provincia coincide con el este de Huelva (borrega 'oveja'), o capta a los pueblos del condado de Niebla (obispero 'avispero', puyón) o concuerda con la provincia de Cádiz (puyón 'aguijón', carozo, obispero 'avispero') o se une a Córdoba (limo). A simple vista salta la consideración del carácter estrictamente geográfico de esta zona tan heterogénea. Es la baja Andalucía, vertida toda hacia Sevilla; la Andalucía de Fernando Villalón, que, hacia el norte y el este, se cierra en la serranía y se recuesta, en el sur, en las aguas salobres de la marisma. La historia no ayuda a resolver nada: cuando Jerez se repuebla en 1264, los castellanos ceden el sitio a los cristianos del Algarve, mientras ellos se repliegan hacia las tierras de Sevilla (Sevilla, Écija, Carmona, Osuna), consideradas como prolongación de Castilla; otro tanto ocurre en el condado de Niebla, repoblado en 1262 con castellanos. El carácter poco preciso de los límites de esta zona se encuentra, justamente, en la geografía: tierras llanas, comunicaciones frecuentes, intercambio de gentes cada año hacia la campiña o el olivar.

Junto a la costa aparece una zona lingüísticamente muy bien definida: buena parte de la provincia de Cádiz y el occidente de Málaga manifiestan una clara unidad. En ocasiones, las particularidades de esta zona pueden proyectarse con alcance mayor o menor, pero casi siempre el meollo de la irradiación se concreta en estos focos costeros. Es la región donde coinciden los testimonios de mona 'peón' y moniche 'perinola', de lama 'limo' y sayo 'farfolla', mazorca 'carozo' y madre abadesa 'abeja reina'. Esta región, geográficamente muy bien definida, está formada por la serranía y la Garbía de Ronda, extremo occidental del reino granadino que conquistaron los Reyes Católicos en 1485, y por las últimas estribaciones de la Penibética que ocupan todo el sureste de Cádiz. El mantenimiento de la unidad de la región se explica en función de lo abrupto e inaccesible del terreno; las diferencias lingüísticas difícilmente pueden estar motivadas por el origen de sus conquistadores: jinetes de la Campiña; ballesteros, lanceros y hacheros de Aroche; lanceros y azadoneros del Aljarafe y la Ribera y peones de Sevilla, sino que habremos de bucearlas en los repobladores que vinieron después de la guerra de los moriscos. Bien es verdad que la personalidad de la región se había manifestado en la época árabe, según recordó Caro Baroja. Cuenta Ibn al-Jatîb que en el reino de Granada había en el siglo XIV «hasta treinta y tres climas, repartidos en tres coras, a saber: la de Elvira o Granada, la de Málaga, llamada Reyyo, y la de Almería o Baŷŷana. A éstas hay que añadir -como cora que poseyó personalidad autónoma durante mucho- a la de Tākurunnā, que comprendía los pueblos agrupados en torno a Ronda». La «personalidad autónoma» de la provincia árabe de Ronda se ha mantenido con los cristianos: con unos y con otros, la geografía ha condicionado la creación de un foco de constante independencia.

El norte de Córdoba es otra región lingüísticamente bien definida. Y esta definición está de acuerdo con la geografía, pues si lingüísticamente no pertenece a Andalucía, está desgajada también de la provincia de que depende por la estructura del terreno. La reconquista anduvo de acuerdo con la geografía y, como he dicho, los Pedroches pertenecieron a la orden de Calatrava, lo mismo que Fuenteobejuna. El hecho de que rasgos castellanos aparezcan al sur de esta región sin haberla conquistado, se explica por una migración directa desde las tierras del norte y del centro hacia los grandes núcleos meridionales. Como casos de este aislacionismo recojo légamo, zumbel y názura 'requesón'.

Es notable que una región muy inconexa presente, sin embargo, notoria relación léxica. Me refiero al centro mismo de Andalucía: norte de Málaga, este de Sevilla y, sobre todo, grandes zonas del sur de Córdoba y del suroeste de Jaén. Al hablar de la 'perinola' he señalado esta zona coherente de trompa, la hemos vuelto a encontrar al comentar los nombres del 'requesón' (recocío) y de la 'avispa' (tabarro) y aparece, muy clara, en las denominaciones del 'avispero'. Digo que es chocante tal unidad léxica, porque no se manifiesta en otras particularidades lingüísticas: aquí está la «Andalucía de la e», aquí hay seseo y ceceo, s coronal y s predorsal, oposición fonológica en los plurales y falta de signo de pluralidad... Y sin embargo, el léxico suele mostrar uniformidad. Región comprendida entre las cuencas del Genil y del Guadajoz, con una fuerte personalidad etnográfica que le hace mantener preciosos arcaísmos culturales (como las azudas) o crear, con extraordinaria personalidad, alguno de los aires del cante grande.

La conformidad léxica de las tierras del antiguo reino de Granada es algo que no sorprende: unidad formada sobre reiteradas circunstancias históricas, manifiesta ahora la vieja conexión. La reconquista (Málaga en 1487, Almería en 1489 y Granada en 1492) sería ya importante vínculo, pero hay que señalar los nuevos asentamientos de cristianos a raíz de la sublevación de los moriscos (1501) y de la guerra de la Alpujarra (1568-1571). Todas estas tierras montañosas las dos veces se encontraron alzadas contra Castilla y sufrieron sendas repoblaciones no concluidas hasta después de un cuarto establecimiento de cristianos a partir de la definitiva expulsión de los moriscos (1610). Este inacabable trasiego de población nos explica el carácter anómalo de la zona. Creo que para cualquiera sería una sorpresa comprobar que el léxico de la Alpujarra -región la más alta de España, una de las peor comunicadas y con un aislamiento tradicional- no tiene sensible arcaísmo. Y es que, vaciada de moros en el siglo XVI, vinieron a establecerse en ella gentes de la Mancha y de Jaén, con lo que su arcaísmo -de existir- quedaba reducido a la modesta cronología de los últimos años de ese siglo o de los primeros del XVII. La provincia de Málaga es un mundo aparte dentro de esta unidad, ya que está dividida según influencias muy distintas: he señalado cómo Ronda gravita, lexicográficamente, hacia Cádiz; el nordeste se inclina también hacia el occidente, sevillano ahora, como lo recuerda la copla:


Biba Campillos y Ardales,
Ronda, Pruna y Alcalá,
er Sausejo y los Corrales,
Cañete y Benarrabá,
Osuna, Puebla y Casares...



Y como hay una Málaga gaditana y otra sevillana, hay también una gran zona concorde con Córdoba, que, a veces, penetra en el partido de Loja (Granada). Se explica esta fragmentación léxica de Málaga: tierra de paso entre las dos Andalucías o ancha calzada que baja, desde el norte andaluz, hacia las aguas del Mediterráneo.

Nos queda por considerar una última zona, la oriental. Se ha hablado ya de la penetración catalano-aragonesa en esta región. Bien de modo directo, bien a través del murciano. Además, no hay que olvidar que el partido de Orcera, en Jaén, el de Huéscar, en Granada, y el de Vélez-Rubio, en Almería, pertenecen al dominio lingüístico murciano. Justamente en esa área extrema es donde encontramos el caudal mayor de elementos orientales: catalanismos como cabiron(do) 'carozo', aragonesismos como panizo 'maíz', tarquín 'cieno', murcianismos como perfolla o voces sin correspondencia en otros dominios como flores 'difteria'. Todo este léxico, amén del nutrido vocabulario de origen aragonés que señorea la provincia de Almería y la mitad oriental de Jaén y Granada (guizque 'aguijón', zuro 'carozo', farfolla) o de un léxico que sólo a este dominio pertenece (perinola, légano, rey 'abeja reina'). Tampoco ahora es extraña la presencia de tanto elemento oriental: esta compleja región fue reconquistada en el siglo XIII; Alfonso el Sabio cedió el NE de Jaén a la Orden de Santiago, el actual partido de Huéscar al conde de este título y los Vélez fueron epónimos de un famoso marquesado, pero todos quedaron unidos eclesiásticamente y sólo en 1953 dejaron de pertenecer a la sede primada. No conviene tampoco ahora olvidar la geografía: el N. de Almería se comunica -aun hoy- mejor con Murcia que con la capital; otro tanto ocurre con algunos pueblos del NE granadino y con los de Jaén, unidos a Albacete muchísimo más que a su centro administrativo. La antigüedad de la reconquista de este país y ser punto de partida de las conquistas meridionales, son causas bastantes para convertirlo en foco de irradiación lingüística.

Quien haya tenido la paciencia de seguirnos, habrá visto que hablamos de geografía, de reconquista o de repoblación. Poco de lo que suele ser materia de otro tipo de estudios lingüísticos (áreas de los neolingüistas, consideraciones de sustrato, distribución del léxico latino, etc.), pero es que el dominio tiene fisonomía propia, comparable hasta cierto punto a la del Sur de Italia o Sicilia, zonas todas de reconquista con unos problemas muy distintos a los de las tierras patrimoniales.




Final

He querido mostrar algunos rasgos del léxico andaluz y estructurar ciertos aspectos de su distribución. La región es de una portentosa complejidad. La geografía, la historia, el folclore se han dado cita aquí para alumbrar un mundo cambiante e inasible. En esta tentativa he pretendido dar a conocer un orbe inédito y aun ordenar las causas que lo determinan. Para mí las dificultades han sido grandes, pues, en todo, he tenido que salir del principio, tratando de secar esa gran laguna que para los hispanistas es la ordenación de nuestro léxico. Acaso los ejemplos no hayan sido los mejores ni mi discurso el más adecuado. Aun a riesgo de emprender una difícil empresa, la he acometido como testimonio, el más entrañable, de mi devoción hacia una región que considero mía.



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