Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Adriano, busto parlante

Frederic Roda



  • Autor: Basada en fragmentos de la novela de Marguerite Yourcenar
  • Traducción: Jean Launay
  • Escenografía: Roberto Francia
  • Iluminación: Quico Gutiérrez
  • Intérpretes: José Sancho, Ygor Yebra, Rosa Novell y Pirondello.
  • Dirección: Maurizio Scaparro
  • Lugar y fecha: Teatre Grec (14/VII/98)




El público lo puso todo. Su previo conocimiento de la obra de Marguerite Yourcenar, aureolada tanto de prestigio intelectual como de éxito editorial. La autora, en la línea de los moralistas franceses de estilo: una constante Monatigne, La Bruyère, Rochefoucold, Volteire, Gido. El tema: la responsabilidad laica del individuo «cuando los dioses ya han muerto y Cristo no ha aparecido aún» Adriano, en el punto máximo de la grandeza y esplendor de Roma, se siente solo y absolutamente responsable de la belleza del mundo, consciente de que el final se precipita con su propio final.

Al decidirse a convertir este texto en ocasión dramática hubo más de oportunista ocasión que de auténtica necesidad. Era imposible transmitir la morosidad, la esencialidad del estilo literario de Marguerite Yourcenar a algo más de una hora de duración y a convertirlo en una pequeña antología de los fragmentos más significativos de la obra. Para conseguir algo plausible era preciso jugar con unos mínimos elementos de lenguaje teatral y escénico. Scaparro se ha limitado a refugiarse tras el título del montaje. La decepción es inevitable.

José Sancho es abandonado y convertido en cabeza parlante bajo un ropaje que imitaba todas sus indudables capacidades actorales. Movimientos de cuerpo, expresividad física fueron gravemente amputadas. El respeto reverencial a la autora devoró el respeto debido al actor, José Sancho, y lo convirtió en un simple decidor: ni un lugar donde recostarse, ni una acción que interrumpiese el monólogo. El papel dice que Adriano aprendió de los actores a evitar el monólogo: ¡sarcástica referencia!

Pequeños cuadros plásticos y acotaciones insignificantes intentaron dar relieve ascenso a la representación, sin conseguir distraer la línea de la monotonía. Ygor Yebra, en un brillante solo de bailarín, no daba más (y fue especialmente aclamado) que una muestra individual de maestría, bellísimo de cuerpo y presencia y excelente coreógrafo con algún exceso de ballet clásico.

Nos quedó, en definitiva, un regusto de falta de respeto a las ilusiones de los espectadores y a la calidad de unos actores valiosos y abandonados por Maurizio Scaparro, el director de estas Memorias de Adriano.





Indice