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21

Una línea de sucesión interesante se había abierto muchos años antes de Alfonso III y merece aquí una rápida mención. En efecto, el autor (verosímilmente, un levantino) de la Crónica de 741 pergeña una continuación de Juan de Bíclaro (no de San Isidoro, como propuso Mommsen) donde las fuentes bizantinas y árabes se unen a parvos extractos del Obispo de Sevilla, para formar un conjunto mejor proporcionado de lo que suele pensarse cuando se examina únicamente desde el punto de vista nacional, y no en la tradición que parte de los Cánones. Y la fortuna de la obra ilustra también la trayectoria hispana de la historiografía universal. En efecto, la continuatio de 741 fue utilizada, catorce años después, por un clérigo toledano que aspiraba a prolongar la Crónica isidoriana «con criterios más amplios y anecdóticos» (M. C. Díaz y Díaz, «Isidoro en la Edad Media hispana», Isidoriana, pág. 360), con particular atención a Bizancio y al-Andalus, y con un hincapié en las cosas de España muy natural pero no siempre acorde con el espíritu de su modelo. Esa Crónica de 754 fue aprovechada en las últimas décadas del siglo XI por otro mozárabe de Toledo, que en la llamada Crónica Pseudo Isidoriana (la edición de A. Benito Vidal, Valencia, 1961, no sustituye a la clásica de Mommsen) combina sus materiales con otros espigados en Eusebio y su descendencia, componiendo un epítome de historia hispana muy generoso para con las noticias no peninsulares, ya sean genealogías bíblicas, orígenes de Roma o datos sobre el Imperio. Así, hay primero un movimiento de diástole y sístole: en el escritor de 741, la perspectiva universal se dilata, respecto al Biclarense, en la medida que permitían los tiempos; en el de 754, se contrae, en relación a Isidoro. Luego, el cronista del siglo XI recurre a los Cánones, Isidoro, Juan de Bíclaro, y presenta una historia nacional con antecedentes y contexto universales bastante detenidos.

 

22

Diego Catalán, ed., Crónica general de España de 1344, I (Madrid, 1970), pág. LIII.

 

23

Un gran especialista, L. F. Lindley Cintra, ed., Crónica geral de Espanha de 1344, I (Lisboa, 1951), págs. CDXV-CDXIX, cree hallar en el trabajo del Conde de Barcelos una cierta huella del universalismo de Alfonso el Sabio; pienso que las presentes páginas dejarán claro por qué el diseño de la Crónica de 1344 me parece una regresión a la manera prealfonsina o, en todo caso, a los aspectos menos innovadores de la obra de Alfonso X.

 

24

Los textos de las recensiones Rotense y ad Sebastianum se han reunido en un volumen al cuidado de A. Ubieto Arteta, Valencia, 19712, que no dispensa de las ediciones de Z. García Villada y M. Gómez Moreno.

 

25

Vid. los importantes estudios de M. C. Díaz y Díaz, «La transmisión textual del Biclarense», en Analecta Sacra Tarraconensia, XXXV (1962), págs. 66-68, y «La circulation des manuscrits dans la Péninsule Ibérique du VIIIe au XIe siècle», en Cahiers de civilisation médiévale, XII (1969), página 229.

 

26

B. Sánchez Alonso, obra citada, pág. 107.

 

27

Así, tanto B. Sánchez Alonso, ed., Crónica del obispo don Pelayo, Madrid, 1924, como A. Ubieto Arteta, ed., Crónica Najerense, Valencia, 1966, publican únicamente la porción final de las obras en cuestión.

 

28

«Nam ut videris unde ortum est nomen, citius vim eius intellegis», Isidoro, Etimologías, I, XXIX, 2.

 

29

Vid. É. Gilson, Les idées et les lettres, París, 19552, páginas 164-169, y, últimamente, R. Klinck, Die lateinische Etymologie des Mittelalters, Munich, 1970 (Medium Aevum, Philologische Studien, 17).

 

30

Crónica Albeldense, ed. M. Gómez Moreno, en BRAH, C (1932), pág. 601.