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Cf. D. Catalán, «El taller historiográfico alfonsí», páginas 360-361, quien, entre otras agudas observaciones, señala que la «sistemática confrontación de la historia nacional con los grandes hitos de la historia universal» está en la Estoria de España «subordinada a la distribución de la narración por años de reinado». Es fácil que, abandonada la redacción de la obra como conjunto independiente, Alfonso previera, sin embargo, la incorporación de sus partes más elaboradas a la General estoria, a costa de escaso trabajo adicional.

 

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He aquí una muestra característica: «E destos sesenta e quatro annos desta seruidumbre uos dezimos assí: que aquellos que non ementaremos en contando las cosas que en los otros acaescieron, que tengades que non fallamos en ellos por las estorias ninguna cosa que aquí dixiéssemos, e desta guisa nos desembargamos aquí dellos, e non nos demandedes ende más, fascas porque non dixiemos algo dellos, ca uos mostramos que esto que auemos dicho es la razón» (I, pág. 272 b).

 

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Hemos visto ya una queja sobre la despreocupación de la Biblia al respecto; valga ahora un ejemplo relacionado con la historia extrabíblica: «Maestre Godofré otrossí cuenta en la dozena parte del Pantheón, en el quarto capítulo, que Troya fue començada a seer cercada de muros con menas en el tiempo de Josué, cabdiello de Israel; onde dize él ende seis uiessos, mas, peró, non nombra ell anno sennalado...» (II, 1, página 84 b).

 

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«En este lugar vos contaremos el linage dónde vino Ércules, e el su nasçimiento, e los grandes e estrannos fechos que el fizo por el mundo. E commo quier que los él fiziera en tienpos departidos e en muchas tierras, ayuntamoslos nós aquí, todos aquellos buenos fechos, porque vaya toda la su estoria vna, comino de tan grand prínçipe e sennor commo él, e que la entiendan mejor los que la quisieren oýr» (II, 2, pág. 1, a).

 

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«E maguer leuamos esta General estoria por los annos en que acaescieron las cosas e se deurién contar cada vna dellas en sus tienpos, peró, por memoria desta estoria de Troya e porque fuese el su fecho todo ayuntado e que se entendiese por ý mejor toda la estoria e los achaques por do vino aquel destruymiento desta çibdad, touimos estas estorias e sus razones todas para aquí, asý como vienen vnas en pos otras ordenadamientre» (II, 2, pág. 48).

 

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No es difícil saber cómo iba a ser la cronología de la General estoria para la época posterior a Cristo: «E de la uenida de Cristo adelant, cuéntanse las estorias por los annos de los césares e de los emperadores de Roma e por la su era; e qui quiere cuenta por la encarnación de Cristo, o aun qui quiere por todo, fascas por amos estos tiempos e por amas estas cuentas del César e de Cristo, esto es, por ell era e por la Encarnatión» (I, pág. 268 a). Por tal pasaje, por el proceder habitual en las dos primeras partes de la obra y por la declaración explícita de la Cuarta (apud J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, III [Madrid, 1863], páginas 596-597), así como por el método de la Estoria de España (donde, v. gr., se da la era, el año de Cristo y la héjira) y por algún otro testimonio (cf. A. Ballesteros, Alfonso X, páginas 243-244), resulta evidente que Alfonso pensaba recurrir a todos los sistemas de datación de que tuviera noticia: a una cronología múltiple por el estilo de la usada en la Crónica de tres reyes (en BAAEE, LXVI, págs. 3 b, 69 a y 93 a), que no en balde continúa la historiografía alfonsí (cf. D. Catalán, Un prosista anónimo del siglo XIV, La Laguna, 1955, páginas 135-136).

 

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A partir de Abraham; de ahí los tropiezos de la General estoria en la breve parte anterior, cuando tampoco podía recurrir a Isidoro u otras fuentes secundarias; así, v. gr., en I, página 18 a: «E queremos que sepades en este logar que en todas las generationes de Caym nin en los sos fechos, que en ningún logar non pusiemos cuenta de annos nin fiziemos ý crónica ninguna, fascas cuenta de tiempo, ca la non fallamos fecha de los sanctos Padres, de Moysén en la Biblia, nin de otros en otros logares».

 

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Las breves indicaciones que siguen son antes que otra cosa una invitación al estudio de la crónica universal alfonsí con base en un nuevo examen de los manuscritos (como Diego Catalán ha hecho con la Estoria de España) y con cotejos sistemáticos de las fuentes, atendiendo a los diversos grados de elaboración, léxico y fraseología de las versiones (cf. M. R. Lida de Malkiel, Romance Philology, XII, pág. 141, nota 35), repeticiones, referencias internas, etc.

 

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Cf. sólo I, pág. 14 a, donde los compiladores explican cómo consultaron sucesivamente a «mahestre Pedro», «Iosepho» y «Rabano, en la Glosa», añadiendo las noticias de los dos últimos a lo que al parecer habían ya escrito quizás otros colaboradores siguiendo al primero («mas pero que auiemos aquí dicho...»).

 

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En el segundo o más probablemente en el tercer nivel, por ejemplo, se incluiría una advertencia como la siguiente, que en la pág. 259 (Génesis) da por redactada la materia de que se trata en la pág. 565 (Levítico): «Et desta mezcla destas animalias uos auemos fablado ya en la estoria de las razones del libro Leuítico, mas allí uos dixiemos la natura de la mezcla destas animalias e aquí uos dezimos el tiempo en que fue fecha la mezcla» (I, pág. 259 a). Según ello, se revisó primero la adaptación del Levítico, añadiéndole largas acotaciones de historia natural, en general tomadas de Plinio; y sólo después el mismo equipo o compilador responsable de aquéllas se ocupó en el Génesis, cuya versión le entregarían los «ayuntadores» correspondientes con posterioridad y con independencia respecto a los encargados del Levítico.