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Algunas consideraciones pedagógicas sobre poesía

Isabel Tejerina Lobo


Universidad de Cantabria


ArribaAbajo Introducción

Con frecuencia se albergan hacia la poesía en la escuela mayores recelos que hacia otros géneros, el cuento, por ejemplo. Se tiene una visión «académica», casi tiesa en su rigidez de obra acabada, de poema firmado. No digamos ya hacia la actividad poética de los propios niños. Se ignora o se olvida en ambos casos que existe en origen una íntima vinculación entre lenguaje poético e infancia.

Consideremos este último punto. Ciertamente, la poesía en cuanto desviación del código habitual, uso impertinente de la lengua como lo calificara Jean Cohen está cerca del niño que, sin las exigencias de la lógica que se impone el adulto, se acerca al lenguaje con los sentidos alerta y la capacidad de asombro intacta. Desde que es un bebé, escucha el encanto de la sucesión rítmica y el juego de los sonidos, disfruta con el fluir de los nombres y su capacidad de sugerencia y goza con la repetición y creación de palabras, combinaciones insólitas y biensonantes de sílabas y vocablos que muchas veces no significan nada. Es la función lúdica del lenguaje que decía Francisco Ynduráin, la que vive y se recrea en muestras numerosas en el habla infantil, los juegos tradicionales, la poesía folclórica. Y así López Tamés (1990) indaga en esta pareja natural de juego y poesía el origen mismo del hecho poético: la huida de la esclavitud del pensamiento lógico y los carriles rígidos de la lengua convencional.

Sin embargo, el gusto natural que el niño tiene por escuchar y crear palabras hermosas, por inventar y descubrir significados, se va perdiendo con los años. Sólo el fracaso de una educación que no acaba de aceptar que el juego y la imaginación son espléndidas formas de conocimiento y que, en lugar de impulsar capacidades las ahoga, explica el hecho irrefutable de que los niños no desarrollen sus potencialidades creativas, aplastadas por el absolutismo de los «saberes útiles» que ocupan de manera absolutista su tiempo en la escuela. Afortunadamente, muchos educadores se están dando cuenta de la mucha inutilidad y fracaso que genera esa educación puramente pragmática que, además de asfixiar posibilidades, aburre mortalmente a los niños y por distintos caminos tratan de alimentar la fabulación, perseguir las historias mágicas plenas de belleza y de sentido existencial, nutrir la fantasía, buscar la respuesta estética a las grandes preguntas, abrir las puertas a la creación infantil facilitándole recursos... En el campo de la poesía hay grandes aportaciones bien conocidas: Janer Manila, Víctor Moreno, Federico Martín, Ana Pelegrín... y a la cabeza siempre Gianni Rodari a cuyo ingenio y lucidez debemos los pilares de la pedagogía moderna de la creatividad.





El uso total de la palabra para todos me parece un buen lema, de bello sonido democrático. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo.


Gianni Rodari (1979, 9)                



ArribaAbajoUna didáctica básica de la poesía

Creo que conviene mencionar ciertos principios antes de ocuparnos de la descripción de algunas interesantes técnicas de animación a la creación poética:

1.- El objetivo prioritario de la enseñanza de la lengua en la educación básica debiera ser conseguir el placer de decir y de oír, alentar en los niños el feliz descubrimiento de las infinitas posibilidades del lenguaje. Esa meta palidece cualquier logro en cuestiones gramaticales, cuando no en la metalingüística pura y dura que a veces trata de imponerse.

2.- La poesía en la escuela ha de ser primero oportunidad para escuchar, jugar y cantar. Sentir el placer de los sonidos, de su ritmo y combinaciones. Asociar la vivencia de la palabra al movimiento, al baile, al juego como siempre han hecho los niños con la poesía folclórica. No es una asignatura que se enseñe, sino una hábil combinación de actividades simultáneas cuya enumeración, siempre incompleta, pasa, por ejemplo, por: la lectura usual de poemas bien elegidos; la audición de canciones; la grabación de poemas; las lecturas y cantos colectivos; los juegos de movimiento con rimas y canciones; acertar adivinanzas, decir retahílas y trabalenguas; los juegos dramáticos y paradramáticos con poesías y canciones; la recuperación de romances, refranes, coplas populares... (Cervera, 1990). Coleccionar palabras, buscarles insólitas asociaciones, clasificarlas de acuerdo con todos los criterios imaginables: dulces, gordas, moñudas, alargadas, risueñas, patizambas... como propone Muñoz (1990) es una vacuna eficaz contra el aburrimiento y contra el frío aprendizaje de la morfosintaxis y la ortografía. Aprender poesías y ¿por qué no? recitarlas, uno por uno, por grupos, entre todos. También ayudarles a una mayor comprensión del contenido del poema y al descubrimiento de sus recursos expresivos, a veces mediante el juego (la dramatización, por ejemplo), logrando avances reales en la lectura comprensiva y crítica sin caer nunca en el comentario de texto seco y mecánico.

3.- Ante todo conseguir que les guste y para ello es imprescindible que el maestro sea partícipe del placer. No siempre ocurre así. No todos los profesores son amantes de la poesía. ¿La medida que plantea Georges Jean (1989, 123) de que una persona motivada se encargue de la animación poética de todo el colegio sería estimulante? Tal vez, pero difícil de poner en práctica. En todo caso, creo que cuando se realiza un trabajo personal en la selección de los poemas, cuando buceas en la memoria de tu patrimonio poético y al tiempo descubres nuevos autores para niños representativos de una poesía alejada de un mundo infantil estereotipado (Alma Flor Ada, Nicola Bayley, Wilhelm Busch, Jaime Ferrán, Carlos Murciano, Marina Romero, Luz Uribe, Elena Walsh, Rosemary Wells) los resultados son bien distintos a los alcanzados cuando alguien se limita a leer el poema de turno en el libro de texto.

4.- Todo niño y todo ser humano dispone de una capacidad creativa en mayor o menor grado. Creo que muchos educadores han oído repetidas veces este postulado pero no se lo creen, tal vez porque no tienen bastantes oportunidades de comprobar y ejercer sin trabas la suya propia. El impulso y desarrollo de estas posibilidades requiere un ambiente de libertad y de juego, cooperación, estímulos... y tener en cuenta que existe avance creativo con tal de que el resultado sea novedoso para quien lo realiza con independencia de su efectiva originalidad o de su calidad estética.

5.- La disposición primera del niño ante la poesía y su capacidad de creación espontánea ha de ser dirigida y potenciada en la escuela, no para tratar de hacer poetas, sino para desarrollar posibilidades. La frase emblemática de Rodari que encabeza este artículo la entendemos no sólo en cuanto al desarrollo expresivo, sino también en el sentido social. Constatamos cada día las diferencias en la competencia lingüística y en la creatividad verbal según el origen social familiar y el medio cultural de los niños, código restringido y código elaborado como señalaba Basil Bernstein y no se nos olvida que el dominio de la lengua es un medio de integración y de triunfo personal (en su defecto, de fracaso) que nadie puede cuestionar. La máxima capacitación lingüística constituye, pues, un puente hacia la igualdad de oportunidades. La escuela democrática tiene entonces la responsabilidad de actuar de mecanismo compensador con los niños más desfavorecidos, y entre otros campos de actividad, asegurar para todos el ejercicio poético en calidad de receptores y también de autores.



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