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ArribaAbajoSoneto LXXV


ArribaAbajo   Sigo por un desierto no tratado,
sin luz, sin guía, en confusión perdido,
el vano error, que solo m' a traído
a la miseria del más triste estado.

    Cuanto m' alargo más, voy más errado,  5
y a mayores peligros ofrecido,
dexar atrás el mal m' es defendido;
qu' el paso del remedio está cerrado.

    En ira enciende el daño manifiesto
al coraçón caído, y cobra aliento,  10
contra la instante tempestad osando.

    O venceré tanto rigor molesto,
o en los concursos de su movimiento
moriré, con mis males acabando.




ArribaAbajoSoneto LXXVI


ArribaAbajo    El triste afán del coraçón doliente
con la memoria de mis males llena
vo repitiendo por tu sola arena,
sacro rey de las aguas d' Ocidente.

    Las ondas acreciento a tu corriente,  5
socorriendo a tu curso con la vena
de mis ojos llorosa, y junto suena
el suspiro qu' esfuerça a la creciente.

    Al fin gasto el umor y cesa el viento,
y esala el fuego con incendio tanto,  10
que d' úmido te haze ardiente río.

    En vano intentas a este encendimiento
resistir; pues no pudo el grave llanto,
quebrantar su rigor, del dolor mío.




ArribaAbajoSoneto LXXVII


ArribaAbajo    Cese tu fuego, Amor, cese ya, en tanto
que respirando de su ardor injusto,
pruevo a sentir este pequeño gusto
de vêr mi rostro umedecido en llanto.

    Que nunca el alto Edna con espanto  5
los grandes miembros y el rebelde busto
del impio, que cayó con rayo justo,
puede encender, ni nunca encendió tanto.

    No amortiguan mis lágrimas tu fuego,
antes avivan su furor creciendo,  10
aunque vençan del Nilo la corriente.

    Si suelto en agua rompo el nudo luego,
¿qué más te agrada desatallo ardiendo?
¿es menos mal lo qu' es más diferente?




ArribaSoneto LXXVIII


Arriba    Amor, en un incendio no acabado
ardí del fuego tuyo, en la florida
sazón y alegre de mi dulce vida,
todo en tu viva imagen trasformado.

    Y aora (ô vano error) en este estado,  5
no con llama en cenizas ascondida,
mas descubierta, clara y encendida,
pierdo en ti lo mejor de mi cuidado.

    No más; baste, cruel, ya en tantos años
rendido aver al yugo el cuello ierto,  10
y aver visto en el fin tu desvarío.

    Abra la luz la niebla a tus engaños,
antes qu' el lazo rompa el tiempo, y muerto
sea el fuego del tardo ielo mío.