Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —165→  

ArribaAbajoSelección de críticas


ArribaAbajoDe «PRIMERAS HOJAS»


ArribaAbajoDÁMASO ALONSO

«... Desde Primeras hojas (1955), ese libro delicadísimo, de revueltas y emocionadas estampas, como imágenes de una infancia que se amontonaran entrechocándose, para surgir como realidad, con esa barahúnda que es la realidad, notamos que estamos ante un extraordinario prosista, un maestro de la prosa, renovador o domeñador de ella. Porque hace falta mucho dominio para ese agrupamiento casi sincrónico de lo que viene de la mente del niño, de lo que dice o le dicen, de imágenes visuales o auditivas de toda suerte que le llegan. En la calle, bajo los balcones de la casa donde vive el niño, está un organillo tocando:

“pide dinero también el hombre del organillo, por qué pide perras, va bien vestido, dame una que se la eche, y, niño, se va a acostumbrar, no puede ser tantos cuartos, qué te piensas tú, y yo no pienso nada, veo, triste, marcharse al hombre del organillo (arre, burro), tengo la cabeza metida entre los hierros de la barandilla...”.



  —166→  

Sí, hay por delante, en el tiempo, de toda la obra de Zamora, desde Joyce, con su monólogo interior, hasta Faulkner y sus consecuencias (y por otro lado, en estas Primeras hojas, una sensibilidad no lejana de la Generación del 98 o del Juan Ramón del burrito). Pero nada semejante a esos recuerdos de infancia, agolpados, sacudidos con cada golpe a luces nuevas, como un caleidoscopio, creadores, con el vaivén de una sintaxis en donde narración, estilo directo, avisos, anuncios, o reflexiones mentales del mismo niño, se entremezclan en un inordenable revoltijo, pero tan claro, que llega exactamente al corazón del lector. Cuánta poesía y cuánta realidad huye en esas Primeras hojas: una delicia».

(«Notas volanderas sobre el arte de Alonso Zamora Vicente», en PSA, núms. CCIX-CCX, Madrid-Palma de Mallorca, 1973, pp. 131-132).




ArribaAbajoRAFAEL LAPESA

«Alonso Zamora Vicente tardó en darse a conocer como creador literario, aunque sospecho que lo fue desde muy joven y que guarda recatadamente ocultas sus obras primerizas... También imagino que el libro Primeras hojas, aparecido en 1955, no corresponde al intento que hubo de iniciar su cultivo de la prosa narrativa. En esta elaboración de recuerdos infantiles, refrescados por la niñez de los propios hijos, nada hay en agraz. El autor está en plena posesión de un arte complicado que evoca, junto con episodios y ambientes, las impresiones, sentimientos y palabras -dichas, pensadas u oídas- que dejaron su huella en la infancia lejana. No se hacen concesiones al desbordamiento lírico ni a la melancolía facilona. Lo que Zamora pretende y consigue es reconstruir las perspectivas, contenidos y valoraciones de una realidad huida; y reconstruirlos desde dentro de un alma en estreno del universo, rediviva ahora... La precisión   —167→   descriptiva y verbal elimina toda vaguedad de contornos, pero no aminora la impresión general de caleidoscopio: imágenes nítidas, sensaciones inconfundibles y palabras exactas se suceden inestables y entremezcladas. Esto se logra mediante procedimientos estilísticos de gran novedad. La frase no se articula en períodos de compleja arquitectura, sino en unidades sueltas, yuxtapuestas o copuladas en sucesión abierta... El tránsito del narrador actual al recobrado antaño, y del mundo descrito al sentir y pensar del niño que fue, se hace en constante vaivén. O, mejor dicho, en continua integración que engloba el dentro y fuera de la conciencia y los presenta interfiriéndose. Para esto no bastaba la técnica del discurso indirecto libre o discurso redivivo, familiar a la novelística española desde Galdós a Clarín; Zamora aprovecha el stream of consciousness de Joyce, pero le da un giro especial: la incorporación del discurso directo, sin señales demarcativas, al relato y la descripción, el incesante paso de la tercera a la primera persona, no se aplican sólo al monólogo interior, a reflejar en él la influencia de las representaciones psíquicas, sino también a mostrar como realidad vivida la inextricable compenetración del yo y su circunstancia».

(«Discurso de contestación a A. Z. V. en su recepción pública en la Real Academia Española», 28 de mayo, Real Academia Española, Madrid, 1967).





  —168→  

ArribaAbajoDe «SMITH Y RAMÍREZ, S. A.»


ArribaAbajo EMILIA DE ZULETA

«... Algún relato aparecido hacia 1955 y en 1957 un segundo libro, Smith y Ramírez, S. A., vienen a acreditar una nueva faceta de este escritor que -por declaración propia- pertenecía a una generación salida de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, llena de escritores-profesores “donde se podía leer a Joyce antes que en la propia Inglaterra”.

Esta segunda dirección de su narrativa -lo fantástico y la atmósfera de absurdo kafkiano de las grandes ciudades, dentro de un cauce expresivo liberado- tampoco era ajena al clima intelectual de Buenos Aires, dentro y fuera de su Facultad de Filosofía y Letras... Daniel Devoto y Julio Cortázar, que en 1951 había publicado su Bestiario, profesores y hombres de letras -en toda la plenitud de este término tan desvalorizado- y, sobre todo, creadores de gran potencia innovadora, estuvieron muy próximos a Alonso Zamora Vicente por entonces. Quizá por ello, en la intención y en la forma, este segundo libro en nada se parecía a lo publicado por entonces en España.

... Como ya anticipáramos, Alonso Zamora Vicente presenta su libro Smith y Ramírez, S. A. (1957) como un conjunto de siete historietas escritas en siete tardes de domingo, al azar, con diversión y, quizá, para liberarse de un “insidioso trasfondo de lecturas”. Tras la brevísima introducción, los siete relatos: «Anita», «Pasado mañana», «Apiguaytay», «De segunda mano», «Un pobre hombre», «Smith y Ramírez, S. A.» y «Tren de cercanías».

  —169→  

Todos ellos son, en un sentido amplio, relatos fantásticos, en cuanto remiten a la metarrealidad. Tienen, asimismo, una intención unificadora, el destino del hombre como búsqueda y como espera, y un ritmo general determinado por la oscilación entre la pasividad del que aguarda y la tensión obsesiva del que busca. Sin embargo, existen grandes diferencias entre estos relatos, tanto en lo que se refiere a la modulación del género fantástico como a los temas, la estructura narrativa, los procedimientos y el lenguaje».

(«La narrativa de Alonso Zamora Vicente», en PSA en núms. CCIX-CCX, Madrid-Palma de Mallorca, 1973, pp. 183-192).




ArribaAbajo JOSÉ ANTONIO CÁCERES

«... Esta inseguridad, este horror surge, en los cuentos de Alonso Zamora Vicente que vamos a examinar, al borrarse los límites entre dos cosas opuestas, cosas consideradas como irreconciliables y/o como netamente distinguibles.

-Cuatro de ellos se insertan en la literatura fantástica: “Anita”, “Pasado mañana”, “Apiguaytay”, “Un pobre hombre”. En ellos, el misterio, el horror, surgen en un nivel de sueño o de pesadilla en el que se han borrado los límites entre vida y muerte (“Anita”), o el tiempo se paraliza mezclándose pasado y presente en la conciencia de la protagonista (“Pasado mañana”), o se confunde la identidad personal, el tiempo y el espacio (“Apiguaytay”), o la identidad personal y los límites entre vida y muerte (“Un pobre hombre”). De otra manera: pasado, presente y futuro se convierten en un presente continuo (“Pasado mañana”), vida y muerte se presentan como no distinguibles (“Anita”), dos personas pueden ser la misma persona (“Apiguaytay”) o una persona viva puede ser una persona muerta, y viceversa (“Un pobre hombre”).

... Aunque el libro tiene una cierta unidad “inserción de lo irreal en lo real”, y podríamos estar tentados a calificar,   —170→   todos los cuentos que lo componen, como fantásticos, hay tres cuentos en que lo inquietante, el horror, tiene otro sentido: introducirnos no en un mundo en que los límites son borrosos, sino en un mundo absurdo.

... Creo que no ha sido observado hasta ahora que la nota más característica de la literatura del absurdo es la amplificación. Una imagen, un motivo, una situación... se amplifican hasta hacerlos sobrepasar los límites de la verosimilitud: es entonces cuando se produce el absurdo... Encontramos el procedimiento de la amplificación en los tres cuentos de Alonso Zamora Vicente que nos quedan por examinar: “De segunda mano”, “Smith y Ramírez, S. A.” y “Tren de cercanías”».

(«Lo fantástico y lo absurdo en “Smith y Ramírez, S.A.», en PSA, núms. CCIX-CCX, Madrid-Palma de Mallorca, 1973, pp. 225-235).





  —171→  

ArribaAbajoDe «UN BALCÓN A LA PLAZA»

(Cuento de transición)


ArribaAbajoMANUEL ARIZA

«... Nada más sencillo, aparentemente, que la descripción de una tertulia de seis personas mayores de la clase media española.

Sencillez, normalidad, realidad, bases sobre las que se asienta la visión social de toda una conciencia colectiva que es reflejo fidedigno de una forma de pensar, de ser, hispánica -tristemente, cariñosamente, hispánica.

... La reunión de señoras es el marco que envuelve la acción. Y la reunión establecida es lo que las une, lo que las limita, lo que -también- las motiva. Pero Un balcón a la plaza no es sólo una descripción, en él se manifiestan además técnicas de estilo indirecto libre, del monólogo interior, del flujo de la conciencia que enriquecen -y complican- el cuento de Zamora Vicente con una multiplicidad de perspectivas.

... Decíamos, en el título de este estudio, que Un balcón a la plaza es un cuento de transición. Transición temática y literaria, casi una evolución hacia lo cotidiano, hacia lo sin importancia, hacia las figuras populares, hacia la limitación exclusivamente circunstancial. Y también es una obra de transición lingüística. La prosa exquisita, cuidadísima, de Primeras hojas, y la perfección narrativa, la exactitud expresiva de “Smith y Ramírez, S. A.” no se han perdido todavía, pero ya se preludia lo que va a ser su nueva forma de escribir: la transcripción del habla conversacional, vulgar...

  —172→  

... Un balcón a la plaza es, ante todo, una narración social en la que una serie de personas ponen su vida en relación con la de los demás. Las personas, aisladas, no son más que el reflejo de esa relación e, incluso, podríamos decir que no son personas individualizadas, sino daguerrotipos de los que se abstrae una sociedad concreta y un vivir concreto».

(En PSA, núms. CCIX-CCX, Madrid-Palma de Mallorca, 1973, pp. 247-252).





  —173→  

ArribaAbajoDe «A TRAQUE BARRAQUE»


ArribaAbajoD. PÉREZ MINIK

«... A medida que seguimos nuestra lectura se nos asegura su categoría de novela hecha y derecha, donde todos los componentes reales de la misma se agrupan, sueldan o estructuran para presentarnos una obra literaria que traduce con muy viva felicidad el acontecer de una sociedad en transformación, la española, su provisionalidad, pero también la presencia irreversible de ese fenómeno del cambio irremediable. Alonso Zamora Vicente se apoya en primer lugar sobre un personaje en cada narración separada, todos diversos, más de treinta en total, entre hombres y mujeres, de todas las clases sociales, observados, queridos o censurados, desde un cierto humor candoroso, pícaro o enternecedor a veces.

... Ya el libro hecho y leído, nos damos cuenta que tenemos en las manos una verdadera novela, con su original composición, los habitantes de un país que se sienten desplazados en la historia que le hacen los otros, con una mentalidad feudal a cuestas, la libertad tan controvertida, con su machacona soberbia, aquella agilidad mental presumida, todo cociéndose en un momento dado dentro de un capitalismo que hace de las suyas con su adhesión de esparadrapo. Cada personaje habla a su aire, cuenta su cuento, se nos confiesa de viva voz, mientras el autor los va situando en nuestro espacio-tiempo con muy aguda intención, hasta lograr esta novela colectiva que rezuma la más completa unidad, no hecha con retratos, caracteres, tipos, figuras o personas de   —174→   bulto, sino con las huellas que la palabra va dejando por ahí, con sus discursos, blablablás, o cháchara de ocasión, revelados con el propósito de preocuparnos, de divertirnos o de enfadarnos. Da lo mismo. En una ocasión en que nuestra narrativa intenta una cierta colonización de nuestras formas buscando no se sabe qué raros tesoros para vivir de las rentas extranjeras, a Alonso Zamora Vicente no se le ocurre otra cosa que escribir este A traque barraque que nos pone en la pista de lo que pudiera ser una novela que sin dejar de ser lo que fue nos está anunciando lo que los españoles deben de leer hoy para esclarecer su historia, entretener su espíritu abatido y recomendarles con César Vallejo que cuando se esté al borde de la violencia no está de más “ayudar a reír al que sonríe, ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca y cuidar a los enfermos enfadándolos”».

A traque barraque, una novela distinta», en el Día, de Santa Cruz de Tenerife, 25-II-1973).




ArribaAbajoMARCEL BATAILLON

«... Se ensanchó notablemente mi concepto de Alonso Zamora Vicente, subió de punto mi admiración por su personalidad de filólogo y de escritor, cuando leí aquel libro singular, a fines del verano pasado. Me lo había entregado el autor en El Escorial con una afectuosa dedicatoria que me provocaba a la lectura “en penitencia por no leer Ya los domingos”. ¡Qué manera más indulgente y sabrosa de castigar mi ignorancia de mil cosas de la España viva! Entre los de mi generación que nos dedicamos a la enseñanza de lo español en universidades extranjeras era frecuente el pecado del academicismo más o menos casticista, de impermeabilidad a cuanto no fuese la tradición heredada de los siglos de oro. ¿Sería porque no es tan fácil empaparse en “L’espagnol tel   —175→   qu’on le parle”? La maravilla de A traque barraque es el salto que nos hace dar en el fluir de la cotidianidad española -vivida y hablada- de esta edad de computadoras y viajes a la luna, sin más previo aviso que unos humanísimos versos de César Vallejo y un refrán del “Vocabulario de Correas” que aconseja el “escuchar asaz”».

A traque barraque, ciencia y arte de lo vulgar», PSA, Madrid-Palma de Mallorca, 1973, p. 253).





  —176→  

ArribaAbajoDe «DESORGANIZACIÓN»


ArribaAbajoANDRÉS AMORÓS

La vida cotidiana en los cuentos de Zamora Vicente

«... Zamora Vicente sigue fiel a una manera muy personal de narrar. Con frecuencia utiliza el monólogo verboso, complementado por una perspectiva externa. No es prejuicio nuestro el advertir la maestría en el uso del instrumento lingüístico: los neologismos, las frases hechas, las adaptaciones fonéticas... Alonso Zamora posee un poderoso catalejo para avizorar y percibir la vida, la vida en torno, la vida alrededor, y la menguada anécdota de sus relatos trasluce una amplia captación de las costumbres de nuestro pueblo: el mito ibérico de la organización extranjera, la crispación del ciudadano, el machismo, la hipocresía, el desamparo de los ancianos, los cambios en las creencias religiosas, las ceremonias sociales...

Al fondo se percibe un amor apenas disimulado a lo popular, lo auténtico, lo que subsiste bajo las capas sucesivas de cursi modernización. Junto a la visión -tan certera- de las debilidades humanas, hay en estos relatos un gran fondo de ternura, un humor tolerante (Pérez de Ayala hubiera dicho liberal), que nace del respeto a la diversidad de los individuos. En las páginas de Zamora, en fin, está vivo el aire, el color, los gritos de la calle, el sol o la lluvia de cada hora; todo lo que -al margen de retóricas- nos llena el pecho de ilusión o de zozobra en la vida de cada día».

(Diario Ya, 18-XII-1975).



  —177→  

ArribaAbajoJOSÉ MARÍA ALFARO

«Desorganización es un libro de una profunda unidad, de un jugoso encadenamiento. Los diez relatos que lo componen comienzan por mantener una diestra continuidad expresiva reflejo de una persistente sustancia interior... Alonso Zamora Vicente recupera para la definición del mundo contemporáneo -por lo menos de anchas zonas características de nuestra sociedad- lo que él mismo definió, en un sagaz ensayo sobre una parte representativa de la creación valle-inclanesca, como la “realidad esperpéntica”».

«... En Alonso Zamora Vicente las evidencias literarias priman sobre las de cualquier otra índole. Los métodos para hacer que trascienda una realidad, que muchas veces no se deja arrancar fácilmente ni sus secretos ni sus alcances, responden estrictamente al orbe literario. Éste es el que empadrona las auténticas significaciones del libro. ¡Gran problema el de los atributos significantes! Por ellos se definen los verdaderos objetivos del escritor, aunque sea él mismo quien, en ocasiones, los recubra o gradúe en pos de la obtención de mejores y más permanentes efectos... Se podría afirmar que los personajes se deforman ellos solos, con una naturalidad derivada del riguroso planteamiento de sus particulares esencias. Una deformación amparadora y distintos reflejos y sombras, que van haciendo amanecer las realidades de una verdad humana desembarazada de los aspectos y apariencias más inmediatos, equívocos y lineales. El soplo de unas tibias brisas de humor apoya la maniobra. El humor es un agente que colabora a la incorporación de los flujos de aire refrescante. Ayuda al despeje limpio, a la distensión sin convencionalismos. Transparenta emociones, sentimientos, motivos, sin caer en puerilidades descriptivas.

Desorganización resulta, en evidente paradoja cara a su título, un libro de progresivas instrumentaciones estructurales. Con él es difícil llamarse a engaño. Incluso las innovaciones y aceptaciones estilísticas, en cuanto a las corrientes   —178→   en boga, se administran en sabios grados y matices. Y ello hasta tal punto que cuando el esperpento muestra sus desflecadas orejas lo hace a través de las ventanas abiertas en las previstas arquitecturas».

(Diario ABC, 21-III-1976).





  —179→  

ArribaAbajoDe «EL MUNDO PUEDE SER NUESTRO»


ArribaAbajoANTONIO TOVAR

Monólogos

«Alonso Zamora Vicente ha almacenado una gran sabiduría. Ya he celebrado alguna vez en estas páginas el arte admirable con que Zamora, en sus relatos, crea una figura que habla, que se expresa no por la pluma de un escritor, sino por su propia boca incesante, boteante labios afuera palabras mostrencas, expresiones comunes, frases hechas que se dicen solas y con las que pensamos o nos ahorra la fatiga de analizar y pensar.

En nuestra época maquinista se diría que el escritor ha utilizado un magnetófono poniéndolo en medio de las dos muchachas que hablan en la cafetería, o delante de un joven que interpela a un señor de edad, o para recoger las confidencias de una persona bien situada que se ha colado -casi cuarenta años de paz- en las doradas alturas de la mediocridad próspera. Pero en realidad no es documentación sociológica ni antropológica ni lingüística lo que Zamora ha buscado, y él, que no es una máquina, ha inventado los personajes, concentrándolos, haciéndoles hablar con esencia el español actual...

... Los relatos están dispuestos en tres partes. Los primeros, que son los de figuras actuales, gente joven y aun con ilusiones más o menos vanas, llevan el título general del volumen: El mundo puede ser nuestro. Pero luego siguen otras dos secciones tituladas “Pero qué bien se vive...” y   —180→   “Claro está que pudo vivirse mejor”, en las cuales el narrador que recoge monólogos, que es como un selectivo e ideal magnetófono, contándonos cómo es la gente ahora, se vuelve humanísimo y delicado psicólogo, y nos traslada a las almas desoladas de la pobre gente, de la viuda del asesinado en la guerra, del padre cuyos hijos también desaparecieron en ella o en la dispersión subsiguiente. “Recordar, qué mala cosa”, se titula uno de los más atormentados entre estos relatos de viejos, de solitarios, de fracasados, de inútiles, de desquiciados... Y en su crueldad, esa fatal crueldad de la literatura que no es para niños ni para bobos, resalta el escritor humanísimo, que ha vivido, ha visto, ha aprendido, y nos comunica, con arte sentimental o irónico, tanta amarga lección».

(Gaceta Ilustrada, núm. 1.036, 15-IX-1976).




ArribaAbajoMANUEL QUIROGA CLÉRIGO

DE NUESTRO DIARIO VIVIR,

una inquietante visión de la sociedad que nos rodea

«Ciertamente, El mundo puede ser nuestro intenta, una vez más, esa peculiar forma de contar las cosas que Zamora Vicente está implantando, sosegada aunque tenazmente, en nuestro país. Son historias aparentemente sencillas, relatos de lo cotidiano, en una exquisita calidad de monólogo tan discordante como la vida misma y tan alucinador como los básicos problemas que plantean.

Yo llamaría al estilo de Zamora Vicente cotidianista. Y me explico por qué: tanto en el libro ahora comentado como en Desorganización todos los personajes de sus relatos, con frecuencia uno solo que encarna el rol de un protagonista dialogante, a quien, si alguien responde, no nos es dado escuchar, van a situarse en el confín próximo de   —181→   aquello que está sucediendo o acaba de suceder, y sobre todo van a narrar su existencia en el marco de lo cotidiano, de lo que acontece todos los días, de lo que podríamos llamar vulgar. Esta narración contiene una inquietante visión de la sociedad que rodea al hablador y supone una especie de queja, incluso disfrazada de falsas modestias, de las dificultades de toda índole que entraña el vivir diario en medio de un universo de sociedades, amarguras, trampas, celos, odios e incertidumbres de la más variada calidad y cantidad.

Pero es que, además, el conflicto no está en los personajes o en los que relatan, siempre desde una óptica harto particular, sino en la misma sociedad que da lugar a su situación, que estimula su resentimiento más o menos habitual, cotidiano».

(Diario Informaciones, 7-IV-1977).





  —182→  

ArribaAbajoDe «SIN LEVANTAR CABEZA»


ArribaAbajoCONCHA CASTROVIEJO

Historia de unas vidas

«... Este nuevo libro de Zamora Vicente viene a afirmar su personalidad narrativa, un concepto del cuento como ficción literaria y como medida de exploración humana y social y también lingüística. La curiosidad por el lenguaje vivo es patente en el autor aquí y en toda su narrativa... No se trata de recoger modismos ni de recrear un determinado lenguaje, sino de llegar a la expresión espontánea de la gente no letrada, ausente de toda preocupación de rigor y justeza de la palabra, de abrir su chorro comunicativo. El interés por el fenómeno de la lengua en la calle es característica de la narrativa de Zamora Vicente.

... Los tipos, pobres tipos cargados de humanidad, que los protagonizan, al descubrir sus conflictos vienen a trazar un panorama social, a proporcionarnos una visión del mundo en que viven, del mundo que los condiciona o los anula, de las circunstancias que pesaron sobre sus vidas. El autor deja hablar a sus personajes; parece, cuando mucho, permitirse propiciar sus confidencias y sus quejas desde un supuesto diálogo que pondrá en marcha el monólogo en el que se vuelca la triste historia que cada cual lleva dentro, la historia de los seres humildes que vivieron tiempos de violencia y de miseria... Los relatos forman un conjunto dentro de su variedad: distintos tipos cuentan distintas cosas y hay algo que los unifica en el patetismo que trasciende de su   —183→   vulgaridad, vulgaridad en su exacto sentido de algo común y corriente; la propia desgracia se reviste de este carácter sin llegar a tragedia, como si voluntariamente el protagonista quisiera despojarla de grandeza. Zamora Vicente busca la realidad por su propio camino, la trasciende también y logra en sus tipos y situaciones una literatura testimonial».

(En Hoja del Lunes, de Madrid, 31-VII-1978).




ArribaAbajoANTONIO ZOIDO

Relatos literarios de Alonso Zamora Vicente

«La amenidad y galanura de los breves relatos de Sin levantar cabeza son exponentes de una capacidad imaginativa realmente poco frecuente, por la singularidad con que el autor sabe zurcir y adobar la realidad -una realidad viva y dolorosa- con la fantasía que retiene al lector en el espacio encantado de lo singular o inesperado. Pero al par subyuga en estos relatos palpitantes -doblados como mieses en sazón al viento inevitable del peso de una época de adverso signo- la corporeidad, el relieve y el color con que temas de suyo sencillos pueden ser asumidos cuando se visten y enjoyan con un lenguaje coloquial y lleno de gracia... En esa mezcla de realismo y mago ensueño de la buena literatura que ofrece su cauce a caballo entre la avidez del experimento y la lúdica complacencia estética, Sin levantar cabeza viene a resultar un caso distinto y sugestivo... A Zamora Vicente no sólo “no se le caen los anillos” al acometer narraciones creativas como las de Sin levantar cabeza, sino que al pergeñarlas -su pluma valiosísima en léxicos saberes- está marcando un rumbo espléndido a la vocación de literato activo, en la que nos agradaría a muchos -para nuestro regalo- una simultánea insistencia».

(En el diario Hoy, Badajoz, 5-IX-1978).



  —184→  

ArribaAbajoC. J. CELA

«Alonso Zamora Vicente, en su literatura, doma la lengua -y hasta domeña sus inclinaciones insurrectas- y nos ofrece un paisaje de equilibradas proporciones y horizontes abiertos más allá del balcón de la página. Quizá ahí estribe su eficacia, que es la primera condición a exigir.

Sin levantar cabeza es el acta notarial de un tiempo de desgracia habitado por corazones desgraciados. Ni la literatura ni el hombre se hacen de mármol solemne sino de barro humilde, y un botijo de pueblo está más cerca de la vida -y de la literatura- que el más lujoso y pulido panteón, esa orgullosa y huera residencia de la muerte. Nadie olvide que la literatura, aunque narre la muerte, es el habitáculo y la imagen misma de la vida».

(«Prólogo» a Sin levantar cabeza).





  —185→  

ArribaAbajoDe «MESA, SOBREMESA»


ArribaAbajoMANUEL CEREZALES

«... Zamora Vicente fustiga duramente costumbres y vicios de la sociedad de nuestro tiempo. So capa de una prosa desenfadada y un talante displicente, en la recámara se aposta -no ciertamente malgrá lui- un moralista implacable.

Respecto a la técnica del relato, la fórmula consiste en hacerlo discurrir por dos planos paralelos: uno en forma de diálogo, que corresponde a lo que los personajes hablan, y el otro, en forma de soliloquio -el consabido monólogo interior-, a lo que los personajes piensan. Compagina el desengaño de la exterior experiencia con el examen interior y verdadero. La división ha exigido una especial tipográfica para distinguir los textos, impresos en diferentes tipos de letras y en espacios separados, evitando que se estorben entre sí, aunque tenga que leerse en orden sucesivo, lo que a veces está sucediendo simultáneamente. El lector se adapta pronto a la fórmula y el recurso técnico; lejos de constituir una dificultad, es un acicate de la lectura. En la escritura se refleja también esta dualidad: los soliloquios se desarrollan en largos períodos, dando preferencia entre los signos de puntuación a la coma sobre el punto, empleado rara vez. En la parte descriptiva y en los diálogos sigue la puntuación normal.

El argumento del relato se reduce a la descripción de una comida en homenaje a un figurón de la vida política y cultural española, uno de esos trepadores que, a fuerza de   —186→   ambición, tenacidad y carácter acomodaticio, alcanzan puestos y cargos con poder e influencia superiores a sus méritos.

... Sus despiadados retratos son verdaderos y tienen vida. El lenguaje empleado por Zamora Vicente merece consideración aparte. En la transcripción de las formas del habla corriente, el lector menos avisado advertirá que muchas voces y locuciones que figuran, sin desentonar, en la novela no las emplean los hablantes actuales. Reanuda el uso de vocablos y frases, un tiempo vigentes en el repertorio del habla común, que yacían inmovilizados en los diccionarios. Los rehabilita para devolverlos al acervo vivo de la lengua popular, cuidando de que la reincorporación se efectúe con naturalidad, no de modo forzado, sin trabar ni entorpecer el curso de la prosa. A extranjerismo de uso frecuente, como metre, ofís, espich..., les da el espaldarazo representándolos con la grafía correspondiente a la fonética castellana. La transliteración concede carta de naturaleza a vocablos que estaban sólidamente instalados en el lenguaje coloquial... De cualquier modo, son detalles que, pese a su interés, se diluyen en la poderosa corriente narrativa. Porque el libro es una estupenda novela».

(Diario ABC, 9-X-1980).




ArribaAbajoCARLOS GALÁN

«... Cuando la fiesta termina, tras el inevitable y manido discurso del homenajeado, todos se marchan “con toda su desolación a cuestas... devanando memorias y premuras y proyectos... ya sin frontera en desazón y en sus deseos”. Marchan al encuentro de la vulgaridad de todos los días y todas las horas, más desesperanzados si cabe... Junto a esta visión pesimista del hombre, reflejada con singular maestría, hay que destacar, como aporte narrativo, el manejo que Alonso Zamora hace de la lengua. Ese charloteo inconsistente de estos personajes se refleja con el dominio de los   —187→   niveles coloquiales de la lengua de todos y de todos los días. Ahí nos encontramos en nuestra propia comunicación, constituyendo este aspecto uno de los valores más sólidos del libro. Porque llegamos a conocer a los personajes no por lo que el autor nos cuenta, sino por lo que ellos mismos dicen en sus diálogos o en sus monólogos».

(Diario Alerta, 15-XI-1980).




ArribaAbajoPEDRO J. DE LA PEÑA

«... Poco es el esfuerzo de la lectura, y sin embargo se adivina largo y costoso el trabajo de la creación. Porque esta novela está basada en la ambición de reflejar lo máximo en lo mínimo: realizar la crítica de un período histórico a través de las fruslerías, nimiedades y frustración vital de un conjunto de personajes que se reúnen con motivo de un banquete... Aquí no hay ninguna simplicidad. Con actitud perfectamente profesional el autor ha desmontado -desde el descarnamiento de la palabra cotidiana- el llamado “lenguaje coloquial”. Y como quien lanza un consomé, esa cervantina palabra que son los “relieves” ha dado, a través de una cultura literaria, un grado de calidad a lo que sería, sin ella, pura expresión del habla de la calle. Lenguaje, pues, “pseudo-coloquial”, pero nunca basado en la mera traslación de lo que el oído recoge en el trasiego de las conversaciones.

El montaje de la obra resulta muy complejo. Está montada sobre una antítesis general: diálogo contra monólogo».

(En «Las Provincias, 21-V-1980).




ArribaAbajo JOSÉ GARCÍA NIETO

«... Alonso Zamora Vicente está dentro de cada uno de estos personajes que componen Mesa, sobremesa, y al mismo   —188→   tiempo sabe alejarse brillantemente de tanta mezquindad, de tanta pobreza de espíritu, de tanta humana debilidad. El autor no juzga casi nunca. Ese “agresivo lujo burgués del comedor de cinco estrellas” le hiere mucho más allá de su inmediatez. Y de la complejidad de sentimientos, de la disección, casi científica, de estos comensales o de estos servidores surge una delicada conmiseración y hasta una luz velada de ternura que nos hace, a nuestro pesar, comulgar con esta diversidad de personajes. El lector de este libro se verá en cada momento obligado a identificarse, incluso por rechazo, con las figuras que le rodean, y él mismo organizará su monólogo interior. De aquí la moral que se desprende de estas páginas y la catarsis que se nos ofrece. Pocas veces un novelista habrá sido más implacable con estas marionetas que conforma la costumbre. Pocas veces un libro habrá llegado con más inteligente escalpelo a descubrirnos capas sangrantes de la miserable condición humana».

(Diario Ya, 5-VIII-1981).




ArribaAbajoANTONIO ZOIDO

«... Zamora Vicente, con esta novela refracta, a través de la prodigiosa alquimia de su pluma, el esplendor de un estilo muy próximo y cercano, tomado de sus mismas originarias fuentes, y sitúa de nuevo al idioma español “donde solía”... Viene a poner, en suma, con este libro un hito ejemplar en la fláccida narrativa del momento...».

(Diario Hoy, Badajoz, 5-IX-1981).







  —189→  

    Cronología

  • 1916 1 de febrero, nace en Madrid.
  • 1932 Comienza sus estudios universitarios en la Facultad de Letras de Madrid.
  • 1936 La Guerra Civil interrumpe sus estudios cuando cursaba el examen de licenciatura.
  • 1940 Acaba la licenciatura en Filología Románica. Aprueba las oposiciones a cátedra de instituto. Marcha al Instituto de Mérida.
  • 1942 Se doctora en Filología Románica con la tesis «El habla de Mérida y sus cercanías».
  • 1943 Catedrático en la Universidad de Santiago de Compostela.
  • 1946 Catedrático de la Universidad de Salamanca.
  • Publica la edición crítica del Poema de Fernán González.
  • 1948 Es nombrado director del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.
  • 1949 Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina), Por el sótano y el torno, Buenos Aires, Instituto de Filología.
  • Funda la revista «Filología» del Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.
  • 1950 De Garcilaso a Valle-Inclán, Buenos Aires.
  • 1951 Presencia de los Clásicos, Buenos Aires.
  • 1953 Es nombrado director de la Sección de Filología del Colegio de México.
  • 1955 Primeras hojas, Madrid, «Ínsula».
  • Las sonatas de Valle-Inclán, Madrid, Gredos.
  • 1957 Smith y Ramírez, S. A., Valencia, Castalia.
  • 1958 Voz de la letra, Buenos Aires, Espasa-Calpe.
  • —190→
  • 1960 Dialectología Española, Madrid, Gredos.
  • 1961 Lope de Vega, «El villano en su rincón», Madrid, Gredos.
  • 1962 Gil Vicente, «Comedia del viudo», Lisboa, Instituto de Alta Cultura.
  • Camilo José Cela (acercamiento a un escritor), Madrid, Gredos.
  • 1963 Lope de Vega, «Peribáñez y el Comendador de Ocaña. La dama boba», Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos.
  • 1965 Un balcón a la plaza, Madrid, Alfaguara.
  • 1966 Es elegido académico de la Real Academia Española.
  • Lengua, literatura, intimidad, Madrid, Taurus.
  • 1967 Lee, 28 de mayo, el discurso de ingreso en la Real Academia Española sobre «Asedio a “Luces de Bohemia”, primer esperpento de Ramón del Valle-Inclán».
  • 1968 Jorge Manrique, «Cancionero», Selección y Prólogo, México.
  • Catedrático de Filología Románica en la Universidad Complutense de Madrid.
  • 1969 Lope de Vega. Su vida y su obra, Madrid, Gredos.
  • Premio Nacional de Literatura «Miguel de Unamuno» de Ensayo por La realidad esperpéntica. (Aproximación a «Luces de Bohemia»), Madrid, Gredos.
  • 1971 Es nombrado Secretario Perpetuo de la Real Academia Española.
  • 1972 A traque barraque, Madrid, Alfaguara.
  • 1973 La revista «Papeles de Son Armadans», dirigida por Camilo José Cela, le dedica los números CCIX-CCX.
  • 1975 Desorganización, Madrid, Espasa-Calpe.
  • 1976 El mundo puede ser nuestro, Madrid, Ediciones del Centro.
  • 1977 Sin levantar cabeza, Madrid, Novelas y Cuentos, Magisterio Español.
  • 1980 Mesa, sobremesa, Madrid, Novelas y Cuentos, Magisterio Español.
  • Premio Nacional de Literatura.
  • 1981 Tute de difuntos, Santander, Sur (La isla de los ratones).