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1

La presente síntesis académica es tributaria de mis trabajos anteriores sobre «Rafael Altamira: Rafael Altamira y el grupo de Oviedo», en Anuario de Historia del Derecho Español 69, 1999, págs. 63-89; «Rafael Altamira y los orígenes del hispanoamericanismo científico», en Derecho y Administración Pública en las Indias hispánicas (Coordinador: F. Barrios), Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2002, 2 vols. I, págs. 343-373; «Los estudios sobre el Gobierno y la Administración en las Indias hispánicas. Ensayo de interpretación general», en El Gobierno de un mundo. Virreinatos y Audiencias en la América Hispánica. Actas del Congreso científico celebrado en Toledo-Madrid (noviembre de 2002) (en prensa); Rafael Altamira y el grupo de Oviedo. Exposición Bibliográfica y Documental, Universidad de Oviedo, 2002.

 

2

J. M. Sánchez Ron, (coord.), La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones 80 años después, Madrid, 1988, en especial vol. II, págs. 519-534 el trabajo de T. R. de Lecea, La enseñanza de la Historia en el Centro de Estudios Históricos, Hinojosa y Altamira.

 

3

Casi al final de su vida académica, Altamira recordaba el año 1892 como el de su bautizo americanista: «Mi bautizo americanista se produjo en 1892. Fue un verdadero bautizo: es decir, la entrada en una nueva religión, porque hasta entonces nadie, ni en la primera enseñanza, ni en la secundaria, ni en la universitaria, se cuidó de advertirme el interés especial que para un estudiante español tiene todo lo relativo a América... Cuando vine a Madrid y me puse en contacto con las tres o cuatro personas, únicas que entonces poseían concepto claro de lo que América significa para nosotros, vi un mundo nuevo; y el Congreso Hispano-Americano y Portugués que se celebró con motivo de las fiesta del centenario del descubrimiento en 1892, dio ocasión para que me pusiera en contacto con todas la gentes, españolas y extranjeras, para quienes América expresaba ya lo que desde un principio debió haber expresado para nosotros. Y así, como antes dije, se celebró mi bautismo americanista». R. Altamira y Crevea, Trece años de labor americanista docente (Conferencia pronunciada en la Unión Ibero-Americana) (s. l.; s. f.) (Madrid, 1927), págs. 7-8.

 

4

El grupo de Oviedo. Discursos de apertura de curso. Edición y estudio preliminar de S. M. Coronas, Universidad de Oviedo, 2002; S. M. Coronas, Rafael Altamira y el grupo de Oviedo, en Anuario de Historia del Derecho español (=AHDE), LXIX, 1999, págs. 63-89.

 

5

R. Altamira, Tierras y hombres de Asturias, Méjico, 1949. En su retiro veraniego de San Esteban de Pravia, un rincón de poesía natural convertido por el soplo de incipiente industrialismo en centro de poesía del trabajo, según sus palabras de 1904, Altamira encontró el lugar adecuado para reponerse de las «amarguras de la vida social» en la soledad de las playas y acantilados, cuya propia vida pequeña, dependiente de las mareas, describe con el mismo gozo recogido que Daudet en su juventud describiera la de los bosques, apreciando al tiempo la dulzura incomparable de la «luz velada y cernida de los paisajes asturianos»; una luz fácilmente percibida desde el balcón de la hermosa casa que dominaba la ría del Nalón que por aquel entonces llegaba hasta los aledaños de su jardín.

 

6

Vid. la extensa relación de méritos y distinciones oficiales y académicas que figura en la contraportada de su libro Trece años de labor americanista docente. (s. l.; s. f.) (Madrid, 1927).

 

7

Homenaje al maestro Rafael Altamira, México, 1952 (se reprodujo, con nuevas aportaciones, en J. Malagón y S. Zavala, Rafael Altamira y Crevea, El historiador y el hombre, UNAM, México, 1971. J. Malagón, Altamira en México: 1946-1951. Recuerdos de un discípulo, en A. Alberola (ed.), Estudios sobre Rafael Altamira, Alicante, 1987, págs. 209 y ss.; cf. el análisis crítico de M. Peset, Rafael Altamira en México: el final de un historiador, ibídem, págs. 251 y ss.

Recientemente y como prueba del interés que su magisterio sigue despertando en Méjico se han publicado cuatro de las lecciones que pronunció en este país con motivo de su embajada cultural, como delegado de la Universidad de Oviedo, en 1909-1910: Rafael Altamira, Lecciones en América. Edición y estudio preliminar por J. del Arenal Fenocchio, Méjico, 1994.

 

8

En numerosos diarios de la época (Diario de Cádiz, Diario Manchego, El Diluvio, El Diario de Almería...), de 18 y 19 de diciembre de 1929, se reprodujo un hermoso artículo de Dionisio Pérez titulado «La juventud perenne de Altamira» en el que, comentando haber recibido del autor ocho tomos de sus obras completas, cifraba en cincuenta el total de una obra «de madura ciencia, de reposada investigación, de estudio hondo, claro y humano, de sucesos históricos y de temas jurídicos, políticos, pedagógicos, filosóficos y literatos... Formidable labor, asombrosa labor de toda una vida dedicada al magisterio, ejercido en la cátedra, en el periodismo, en la revista, en la tribuna y en la acción personal de todas las horas». Archivo Histórico de la Universidad de Oviedo (AHUO), Fondo Altamira, (sin catalogar). En general, vid. S. Zavala, Bibliografía y biografía de Rafael Altamira y Crevea, México, 1946, que puede ser completada con la relación de Estudios sobre las fuentes de conocimiento del Derecho indiano que publica en el apéndice de su estudio citado M. Peset.

 

9

En su semblanza de Altamira, Luis G. De Valdeavellano une ambas dimensiones al considerarle «ante todo y sobre todo,... un historiador y un maestro de historiadores», Don Rafael Altamira, o la historia como educación, en Seis semblanzas de historiadores, Universidad de Sevilla, 1978, págs. 75-106.

 

10

A. García-Gallo, Hinojosa y su obra. Estudio preliminar de la edición de las Obras de E. Hinojosa y Naveros, Madrid, 1948, pág. CXI.

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