José M. Caballero Bonald, «Grado elemental, de Ángel González», Ínsula, 499-500, Madrid (1988), p. 44.
Carmen Riera, «La Escuela de Barcelona, un habla expresiva fruto de la amistad», Ínsula, 494, Madrid, p. 13.
Víctor García de la Concha, op. cit., p. 23.
Carmen Alemany, op. cit., pp. 73-150.
Sobre las diferencias en el uso del heterónimo entre estos dos autores, puede consultarse mi artículo «Literatura y esquizofrenia: en torno a Las rubáiyátas de Horacio Martín de Félix Grande», Poesía histórica y (auto)biográfica, Madrid, Visor, 2000, pp. 331-341. Para una visión completa de la heteronimia en Juan Gelman, consúltese María del Carmen Sillato, Juan Gelman: las estrategias de la otredad, Rosario, Beatriz Viterbo, 1996.
Gustav Siebenmann, Poesía y poéticas del siglo XX en la América hispana y el Brasil, Madrid, Gredos, 1997, p. 244.
Andrew P. Debicki, en un artículo sobre Jaime Sabines pone en relación a este autor con Claudio Rodríguez en el uso de lo que Bousoño denomina «alegoría disémica». Poetas hispanoamericanos contemporáneos, Madrid, Gredos, 1976, p. 192.
Doctor en Filología Hispánica. Titular de Literatura Española en la Universidad de Alicante. Autor de libros de poesía y traducciones en verso. Ensayista (Contramáscaras). Editor de Garcilaso, Iriarte, J. L. Hidalgo, A. Gamoneda. Antólogo de poesía clásica (Poesía del Renacimiento) y contemporánea (1939-1975: Antología de poesía española y Poetas españoles de los cincuenta). A la lírica del XX ha dedicado además, los libros La llama y la ceniza (Introducción a la poesía de Claudio Rodríguez), La lira de Arión (De poesía y poetas españoles del siglo XX), Musa del 68 y De manantial sereno (Estudios de lírica contemporánea).
Todas las consideraciones y referencias a la obra del autor las hago por Biografía. Poesía completa (1958-1984), Barcelona, Anthropos, 1989 (1.ª ed. en Anthropos: 1986). El poema que analizo, y que reproduzco al final de mi artículo, figura en pp. 290-292.
Antonio Gamoneda escribió también por esos años, entre 1961 y 1966, Blues castellano, donde se percibe netamente el influjo del jazz, y, de manera más acusada que en Félix Grande, un afán de reproducir las salmodias cansinas y lacerantes de los espirituales negros. El libro de Gamoneda, que asimismo mostraba influencias evidentes del turco Nazim Hikmet y de la poesía social española, no pudo publicarse entonces. Apareció muchos años después, en 1982, cuando había pasado completamente su oportunidad de romper moldes y de abrir estelas (una condena que no tuvo que cumplir Félix Grande con el suyo).