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Las colaboraciones de Azorín en La Prensa (1936-1939): hacia la creación de una imagen de España

Ramón F. Llorens García195


En octubre de 1936, Azorín sale de España. Entre este fecha y el año de su fallecimiento en 1967, José Martínez Ruiz «Azorín» publica más de mil quinientos artículos. Los periódicos en los que apareció la mayoría de ellos fueron el madrileño ABC y el bonaerense La Prensa, aunque pueden encontrarse otros en periódicos y revistas tan significativas ideológicamente como Legiones y Falanges, Vértice, El Español, La Estafeta Literaria, Tajo, Destino, Escorial, Arriba, Diario de Barcelona, en otras como Proel, Cuadernos de Literatura Contemporánea, Santo y Seña, etc., o en la prensa local distribuida desde las agencias estatales.

Los temas suelen ser similares en todas las publicaciones: noticias de actualidad en ABC o en Arriba; cuentos en La Prensa, Santo y Seña, Legiones y Falanges, etc.; proyección de la imagen de España en el exterior en La Prensa; recreación de los clásicos, recuperación de autores menores, artículos sobre el cinematógrafo en ABC y sobre política en ABC y en Arriba; sin embargo, no tratan de política sus colaboraciones de Legiones y Falanges o de Vértice.

Casi mil seiscientos artículos, evidentemente, permiten una enorme variedad de temas que tratar y de géneros que emplear. Nos interesan, fundamentalmente, las colaboraciones de Azorín en La Prensa.

Aunque esta colaboración en el prestigioso diario argentino no era nueva, los años de la Guerra Civil española consolidaron una duradera relación que le haría «vividero» París. Varias razones se nos antojan fundamentales para destacar esta relación: un excelente contrato que permitió al escritor -según sus propias palabras- mantenerse durante el exilio en la capital francesa y, sobre todo, el papel que desempeñó La Prensa en su integración a la vida española: no debemos olvidar que La Prensa sirvió a Azorín, por un lado, para dar a conocer la situación de la Guerra Civil a través de sus personajes, y, por otro, para divulgar la situación de la España de la posguerra en el continente americano.

Su primera colaboración desde la salida hacia París es «Viaje de poetas» del 18 de octubre de 1936, aunque no quiere decir que sea la primera de las enviadas desde París. Su última colaboración, «La casa sin ruidos» es del 21 de enero de 1951, año en que cerró el periódico bonaerense. En La Prensa, aproximadamente en una década, el escritor publicó más de trescientos artículos, constituyéndose, de este modo, en el segundo diario en número de colaboraciones.

Al contrario de lo que ocurre con el resto de los artículos de Azorín a partir de 1940, los publicados entre 1936 y 1939 se han encontrado entre las preferencias de los investigadores. Tal vez su nueva visión del cuento como forma de encauzar el sentir del desterrado, tal vez porque se les puede considerar como parte de esa literatura del exilio, las colaboraciones de estos años han merecido especial atención; a esta causa hemos de añadir que casi

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todos los artículos fueron recopilados, y, por tanto, han resultado de fácil acceso.

La mayor parte de las colaboraciones de estos años son cuentos. Es el momento en que se produce la creación de la «estética del destierro»: personajes desalojados de su país, emigrados, separados de su familia, de sus paisajes, etc. Es la primera vez que Azorín utiliza el dolor, la lejanía, como germen de su obra. Nunca había vivido el escritor situaciones tan angustiosas, tensas, inquietantes y, sobre todo, sin un desenlace claro. Todo este conjunto de vivencias le hace ser, durante estos años, más humano y escribir con la certeza de quien se sabe escritor y sabe transmitir la desesperación que le embarga. Probablemente, en ninguna otra época de su producción Azorín haya sido consciente de que era el portavoz de una forma de sentir y de ver el país, era un emigrado como otros tantos que permanecían en la capital francesa; por tanto, sus personajes debían tener los rasgos de todos ellos, sus inquietudes y temores. Jamás tuvo Azorín la realidad tan próxima, de ahí su desesperación. Su inmersión en la realidad del desterrado le hizo crear un nuevo personaje que debía desenvolverse en un nuevo entorno. Sus artículos de 1936 caracterizados por el dolor de España, por la anormalidad de una situación, van evolucionando/retrocediendo paulatinamente hacia el escritor de la preguerra. La estética del destierro abunda en los primeros años; sin embargo, los años 1938 y 1939 se caracterizan por la vuelta a los temas clásicos: Cervantes sobre todo. Tímidamente hallamos algunos artículos de política, cuyo contenido se acentúa conforme se acerca la fecha del regreso.

Nos referiremos a las colaboraciones de Azorín en La Prensa, sobre todo a las que no fueron recopiladas y que han sido menos consultadas.


1936

El interés por la vejez era un tema que el escritor había tratado antes de la llegada a París; también la preocupación por la guerra, por lo necesaria que era la serenidad para la creación literaria, por el ambiente de ecuanimidad que debía reinar, lejos de la emoción, inhibidora de ideas... eran motivo de algunos artículos. Azorín intenta mantenerse al margen, ser neutral, pero finalmente debe marcharse («El escritor y las cosas», La Prensa, 06/11/36). Sin embargo, tras este artículo, y hasta la llegada a Francia, los últimos cinco artículos publicados cuando todavía se encuentra en Madrid son de temas literarios, publicados todos ellos en La Prensa («El poeta preferido», 27/09/36; «Viajes de poetas», 18/10/36; «La situación actual de Gide», 25/10/36). En este artículo dedicado a Gide -de quien se ocupará inmediatamente- hallamos una reflexión en la que comienzan a apuntarse algunas de las claves para entender las posiciones ideológicas del Azorín de estos años. En el artículo mencionado, el escritor intenta justificar el comunismo de Gide y destaca un texto, en el que se esconde realmente Azorín:

En todo escritor fecundo se pueden encontrar textos que justifiquen cualquier actitud actual. En la obra de Gide hay textos de todas clases. Los haya para justificar el liberalismo y aun el fascismo. El problema no es de antecedentes, sino pura y exclusivamente psicológico.



En dos de los tres últimos textos («Los viejos y los jóvenes», 01/11/36; «El arte de vivir», 08/11/36) trata de la enfermedad y de la vejez, temas -como hemos señalado- que obsesionan al escritor a partir de su regreso en 1939; el último es un cuento fantástico («En lo insondable», 15/11/36).

El primer artículo publicado cuando ya se encuentra en Francia, aunque obviamente escrito todavía en Madrid, es un cuento fantástico («En lo insondable», 15/11/36).

Sin embargo, el artículo que marca el ecuador entre el Azorín de la preguerra y el de la posguerra es el titulado «Otra vez en París» (06/12/36), artículo fechado en París y en el que escribe sobre las sensaciones de su llegada y habla de sus alojamientos. Parece ser éste un artículo que insertó entre los que había escrito y enviado desde Madrid. Hay una posible razón para afirmarlo: el siguiente artículo («Las influencias literarias», 20/12/36) vuelve a tratar de Gide, como en el artículo de octubre, es decir, como si fuera complementario de aquél.


Azorín y Pío Baroja.




1937

A partir de este momento, los cuentos de 1937 reflejan toda la angustia de la que hemos

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venido hablando. «Misa mayor en la Magdalena» (La Prensa, 03/01/37) refleja el dolor y la nostalgia que siente el escritor lejos de España. Hay que tener en cuenta la dureza de estos primeros meses en París, la incertidumbre en que vive el escritor. Todo ello le lleva a sumirse en un estado de melancolía y de desesperación que es el que caracteriza a sus personajes. Sus pensamientos todavía están en España: los santos, las iglesias. Sólo tras unos comienzos titubeantes acabará Azorín por acomodarse a su vida en la capital francesa.

A mi memoria vienen los santos pintados de España. Y a mi memoria vienen las misas en las vastas catedrales y en las iglesias del pueblo. Y en este punto me siento como precipitado en el dolor. Un dolor agudo, una tristeza profunda, una sensación de angustia, embargan mis sentidos. No sé si estoy en Francia o en España [...]. Hacia España va raudo mi pensamiento.



Los mismos temas predominan en «Las márgenes del Sena» (La Prensa, 10/01), «La maravilla de París» (La Prensa, 31/01). El otro lugar en el que se refugia, al margen de la pura creación literaria, como es el cuento, es el arte. Son continuas sus visitas al Louvre, donde encuentra otra realidad, la que no halla en los libros que no tiene. Éste es el caso de «La experiencia del Louvre» (La Prensa, 24/01). Las rutas literarias por París son algunas de sus ocupaciones («En casa de Balzac», La Prensa, 21/02; «La capilla desierta», La Prensa, 28/02). Otro de los temas de estos años es la convivencia con los personajes literarios, históricos, bíblicos -que enlazan con su tradicional forma de entender la literatura-, aunque en alguna ocasión, los personajes oculten una tragedia personal vivida en España y tras la máscara del mito se oculte un personaje azoriniano: «Edipo llega a París» (La Prensa, 07/03), «Homero en el Louvre» (La Prensa, 21/03), «San Sebastián en París» (La Prensa, 28/03), «Un astrólogo en París» (La Prensa, 04/04), «No está la Venus de Milo» (La Prensa, 18/04), «Job está en París» (La Prensa, 25/04), «Tobías en París» (La Prensa, 02/05), «Rebeca en París» (La Prensa, 09/05), «San Cristóbal en París» (La Prensa, 30/05), «Adán y Eva en París» (La Prensa, 13/06), «Por Gaiferos preguntad» (La Prensa, 04/07); la serie dedicada a José Hernández («José Hernández no existe», La Prensa, 15/08; «Crónica de sociedad», La Prensa, 03/10; «En la cátedra Hernández», 05/12). Otros personajes no necesitan de esa máscara sino que se enfrentan directamente con la realidad: «Una carta de España» (La Prensa, 10/05), «Un loco en la Sorbona» (La Prensa, 06/06), «Hay loto en París» (La Prensa, 20/06), «Las cuatro arpías» (La Prensa, 18/07), «Su llegada a París» (La Prensa, 10/10), «Un ramo de Guido Spano» (La Prensa, 24/10); «Un cartujo en París» (La Prensa, 12/12). Otros temas habituales: el tiempo («El pobre pescador», 16/05); más raros, la esperanza («El anhelo de Roma», 08/08); misteriosos («Un beso dado en París», La Prensa, 29/08; «El milagro de la flor», La Prensa, 01/09); variados («Echevarría y el cristal», La Prensa, 12/09, «En un palacio de Mansard», La Prensa, 26/09; «No rompen su voluntad», La Prensa, 14/11; «Cruz Varela rectifica», La Prensa, 28/11); entre la pintura y el misterio («En Emmaus y en París», 19/09). Un artículo que muestra su aclimatación a París: «El secreto del general» (La Prensa, 26/12) en el que novela la biografía de J. B. Terán sobre el general José María Paz.

Hemos hallados varios artículos no recopilados en libro que, por haber sido menos citados, parece conveniente destacarlos. El primero de ellos «Las márgenes del Sena» (La Prensa, 10/01) trata sobre la melancolía y los recuerdos de «irritación profunda -irritación y bochorno-» que le produce la situación española. En «En casa de Balzac» (La Prensa, 21/02), el escritor visita la casa de Balzac y la describe. Durante unos instantes vive en la obra de Balzac. Encontramos una curiosa referencia a Niceto Alcalá Zamora. En el tercer artículo «Adán y Eva en París» (La Prensa, 13/06), Azorín se ocupa de las aventuras y desventuras de un matrimonio exiliado en París: la pobreza y las penurias que sufren. El marido, Vicente, es Adán; la mujer, Rosa, es Eva. Por último, «Un beso dado en París» (La Prensa, 29/08) vuelve al tema de la separación y de la fatalidad, en este caso de la separación del matrimonio, formado por Pedro Carpio y María Suárez. Él se encuentra en París, ella en España. El doctor Lozano es el personaje que atestigua la veracidad de la historia. A Pedro le suceden tres incidentes durante los tres días que se encuentra en la prisión su mujer, todos tienen que ver con las despedidas y con la fugacidad del encuentro

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con personas que no volverá a encontrar. Después de los tres días de encierro, en el cuarto muere su mujer en Madrid y muere Pedro en Francia.


1938

1938 es, por una parte, un año de transición en su estancia parisiense; por otro, es el año en el que pudo regresar a España. Predominan los cuentos y las referencias americanas. La literatura («Joaquín Víctor González, La Prensa, 30/01; «Martín Fierro en el teatro», 06/02; «Cervantes y Hernández», La Prensa, 27/02; «Cómo nació Martín Fierro», La Prensa, 01/05; «En la Pampa y Escocia», La Prensa, 05/06; «Música en el Luxemburgo», La Prensa, 10/07) o cuentos relacionados con ella («No se puede publicar», La Prensa, 13/02; «Adiós al poema», La Prensa, 20/03). Entre la historia y la ficción («Los destinos de España», La Prensa, 21/08); los dedicados a Cervantes, a la recreación de sus personajes, de sus lugares («Cervantes nació en Esquivias», La Prensa, 04/09; «Los fueros de la razón», La Prensa, 11/09; «El tiempo pasado», La Prensa, 09/10). Otros que tienen personajes como José Mármol, pero con un protagonista refugiado en París. Cervantes, Hernández, España, o cuentos como compendios de sus temas («En León y en un mesón», La Prensa, 20/11). Temas variados, como el del pobre, que no lo es, interesado por la pintura («Jacob en París», La Prensa, 16/01); la duquesa que no puede olvidar su pasado («Oro en el oro. Parábola», La Prensa, 20/02); las historias fantásticas, como la del hombre sin sombra («Chamisso no lo sabe», La Prensa, 06/03) o el hombre sin sombra que regresa a España («Schlemil en España», La Prensa, 11/12); otros que encubren el paso del tiempo («Paloma de campo», La Prensa, 13/11); la historia de América («El otro Colón», La Prensa, 25/12).

Pocos artículos dedicados a la literatura «El poeta en la ventana» (La Prensa, 08/05); «Antonio María Claret» (La Prensa, 22/05); a reflexiones diversas («Cualquiera tiempo pasado...», La Prensa, 23/10).

Como podemos constatar, en este año de transición las inquietudes de Azorín han variado. No estamos ya ante el escritor del «dolorido sentir». Sigue evocando a España, pero la amargura de los personajes desterrados no aparece. La literatura, entendida al modo azoriniano de recreación de personajes, de misterio, de recreación de obras es la característica de este año. Los artículos no indican nada nuevo. Al margen de los dedicados a la literatura, quizá el de Antonio María Claret sea el único que pueda desentonar en esta magnífica orquesta que forma Azorín; un artículo que podemos relacionar con el dedicado al padre Zacarías García Villada y, en menor medida, con el «Elogio a José Antonio». Artículos que forman una trilogía anómala, una suerte de islote en la producción de la época.

Los artículos no recopilados de este año son el de «Antonio María Claret» (La Prensa, 22/05) con motivo de la beatificación reciente de Claret, Azorín habla de su vida y de su obra, y sale en defensa de La llave de oro. El segundo de los artículos es «En la Pampa y en Escocia» (La Prensa, 05/06), fabulación en la que el duque de Yerrow invita a Escocia a Evandro Pellegrini, a José Hernández, a Carlos Torres. El narrador, Torres, viajará a Quintanar, la Pampa española. Nadie sabe quién es el duque. Más tarde, ya en Quintanar, recibe todos los datos para el viaje a Yerrow. Hernández y Torres se sienten abrumados por la tristeza del paisaje escocés. El misterio y la muerte son temas del cuento en el que hay elogios del Martín Fierro, -«la obra más grande después del Quijote»-. «Los destinos de España» (La Prensa, 21/08) es el tercer artículo. Historia de España, historia humana e historia natural, escrita por el autor y protagonista, Heliodoro Bustamante. Reflexiones azorinianas sobre la historia y los poéticos. Relaciona las batallas y los destinos de un país. Selecciona tres personajes para el Bar del Tiempo: Fulberto Caranda como Víctor Amadeo de Saboya; Secundino Robledales como Fernando, hijo de Juana; H. Bustamante como Rodrigo, el último rey godo. Si hubieran reinado estos personajes, concluye el escritor, los destinos de España hubieran sido distintos. En «Los fueros de la razón» (La Prensa, 11/09) recrea personajes del Quijote. En «Cualquier tiempo pasado...» (La Prensa, 23/10), los tiempos están cambiando: ahora todo es rudeza y violencia. Trata de las costumbres, del espacio, del tiempo, de la moral en uno y otro siglo. Un ser humano se plantea si la vida que vive es mejor que la de otros siglos. Recurre a Zabaleta y construye su locus amoenus en el que hay soledad, silencio y paz.





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1939

1939 es el año oficial del regreso, el año en que los Martínez toman la decisión de volver a España. Los artículos y los cuentos siguen la línea de normalidad que Azorín se ha propuesto en 1938, una propuesta que implica la búsqueda de la rutina necesaria para la creación literaria, tema recurrente en el escritor de estos años. La vida en París transcurre sin grandes sobresaltos, sólo los motivados por las enfermedades personales y las posibles gestiones realizadas por Azorín para el canje de prisioneros. En este ambiente destaca una serie de artículos que forma parte de lo que podríamos denominar una labor propagandística que el escritor lleva a cabo en el extranjero intentando edulcorar la imagen del Nuevo Estado. La finalidad de estos artículos sería la de preparar su regreso a España e intentar una leve aproximación al núcleo cultural de los jóvenes fascistas. Si leemos entre las líneas de la pequeña historia de Azorín, su regreso dependía de tres condiciones fundamentales: primera, debía aceptar convertirse en maestro de las nuevas generaciones falangistas, es decir, debía consentir en ejercer su magisterio desde la prensa del régimen y asumir las órdenes que correspondieran; segunda, una vez maestro, debía adoctrinar desde su tribuna pública, con cierta regularidad, recuperando aquellos valores literarios que el régimen considerase oportuno resucitar; tercera, podía seguir publicando en la prensa extranjera y cobrando de ella -a pesar de estar prohibido- siempre que respetase las consignas y expusiese la idílica situación que vivía España tras la guerra.

Aceptadas las condiciones, el regreso de Azorín era un hecho. No olvidemos añadir a lo expuesto que el estilista alicantino tenía a su favor sobre otros intelectuales el ser admirado por los jóvenes falangistas como un notable escritor, respetable siempre desde el punto de vista literario.

Al tiempo que los artículos mencionados, escribe otros, de tema político en apariencia, más relacionados con la imagen de las personas tratadas que con los elogios a sus posiciones políticas. En el primer grupo hallamos dos artículos impropios de Azorín, desde el punto de vista político, que hemos de tomar como el reflejo de un lugar irreal creado por la imaginación azoriniana. Me refiero a «En España» (La Prensa, 29/10), y a «El nuevo Madrid» (La Prensa, 03/12). Del segundo grupo, aparentemente político, forman parte sus primeras colaboraciones originales en la prensa española: «Elogio a un amigo» (ABC, 16/03) y «Elegía a José Antonio» (ABC, 30/11), dedicadas respectivamente a la denuncia de los sucesos que acabaron con el archivo de García Villada, cuya obra reivindica, y al fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.

La guerra ha terminado. El escritor ha regresado a la capital de España y se encuentra con el «nuevo Madrid». Compara la situación creada tras la Guerra Civil con la que originó la Guerra de la Independencia, de la que se ocupa. Habla de la situación actual de Madrid: «... ahora no existe la desmoralización que se dio antaño» y analiza sus causas.

Sin embargo, hay algo único que llama la atención de Azorín, escritor de prestigio para el público americano, y es «la unificación de la masa social. Las clases sociales han desaparecido. No existe una línea que separe al pueblo de la burguesía. El atuendo se ha simplificado y ya no distingue a ninguna clase social». En el centro de esta disertación se detiene en las alabanzas a la mujer madrileña y en el elogio a la nobleza y a la tradición españolas, alejadas de la intolerancia que se atribuye en el exterior a España «El aire y el agua en Madrid son extraordinarios». Al encontrarse con un amigo que le relata lo ocurrido en Madrid durante los tres años, llega a la conclusión Azorín de que «El español es el español. Y Madrid es Madrid». Llevado, sin duda, por la satisfacción del regreso y, tal vez, por esa asunción de portavoz del régimen en el exterior durante esos primeros compases, resume el ambiente de Madrid de esta forma:

Madrid está animadísimo. España es hoy, en Europa, el país más seguro y en que se vive mejor. Madrid abunda en restaurantes, bodegas y figones de todo género. Se come bien. Una comida de dos abundantes platos, con entremeses y postres variados, es una comida que escandalizaría al doctor Pedro Recio de Tirteafuera.



Nadie diría que ha comenzado la posguerra. París y Madrid «tienen horas contrapuestas». El colofón del artículo es trágico si tenemos en cuenta que es la imagen que transmite de España a los lectores extranjeros.



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Cuando París come está desierto, bulle la muchedumbre en las calles de Madrid. Y esas horas de bullicio son de 12 a 2, en el centro del día, y de 6 a 8 al anochecer. Y es un goce entonces el ir caminando entre la multitud por la carrera de San Jerónimo, por la Puerta del Sol, por la calle de Alcalá. De cuando en cuando, la vista se posa un instante en una de estas madrileñas tan airosas, de tez tersísima, de mirar relampagueante y de pecho erguido, que ahora, tras el supremo dolor, siente apetencia extrema de vida.



La situación de España es descrita por Azorín para los lectores de La Prensa, publicación que tiene un modo muy peculiar de vedar «cuanto se refiera, de cerca o de lejos, a la política». Describe el escritor: «Voy caminando lentamente por las calles. Aspiro con delicia, tras aspirar el aire húmedo de París, este aire sutil, limpio y seco [...]. El tiempo no existe. En Madrid todo está igual. España es la de siempre».

Callejea por Madrid, visita el Retiro y novela los recuerdos de París y de su niñez. Madrid y París son ahora sus referencias: compara sus precios, sus horarios, sus cafés, sus comercios, en beneficio de la capital española. La visión de la España inmutable, paradisiaca, gracias a los esfuerzos del bando vencedor -«No estaría nada intacto en Madrid si el Ejército Nacional no hubiera querido. El Ejército Nacional pudo arrasar Madrid fácilmente y no quiso hacerlo»- contrasta con la situación del país. Para Azorín, que al parecer de La Prensa no escribía sobre política, continúa describiendo una situación a su parecer no tan negativa:

Lo primero que hemos de hacer notar, al pensar en las consecuencias de la inmediata conflagración pasada, es que ahora no existe la desmoralización que se dio antaño. Y no existe, gracias en primer término, a una autoridad enérgica y vigilante que reprime saludablemente en el acto cualquier desmán de los ciudadanos. La seguridad individual es absoluta en toda España. El ciudadano se conduce correctamente. En el elemento militar, ora en jefes, ora en oficiales, ya en veteranos, ya en bisoños, sólo he encontrado -contrariamente a lo que oía en el extranjero- cortesía extremada, tacto y prudencia, atenciones para los solicitantes con respecto a cualquier español. Pero existe algo único en el Madrid de hoy. Y ese algo es la unificación de la masa social. [...] No existe línea distinta que separe pueblo y burguesía. [...] Hay ahora más cordialidad que antes. [...] España es hoy, en Europa, el país más seguro y en que se vive mejor.



Con todo, lo más lamentable de la aceptación de Azorín de unas condiciones para su regreso, es que no sólo iba a participar en la creación de lo que él llamaba un estado moral de las cosas, sino que iba a participar plenamente en una campaña de desinformación de sus lectores hispanoamericanos para quienes Azorín era una referencia constante desde hacía años y sobre los que ejercía un importante magisterio.

El escritor, con su colaboración en La Prensa comenzaba a tomar partido exponiendo las excelencias de una situación que, en realidad, resultaba caótica y en la que la represión era habitual. El escritor aun fiel a su «Liberalismo instintivo» tenía una forma peculiar de hacer política exterior de apoyo al régimen sin necesidad de colaborar todavía -como hará más tarde- en las publicaciones oficiales que se vendían fuera de España. Los artículos de los años siguientes contribuirían a acabar de crear esa falsa imagen de paz de la España franquista que Azorín transmitió a los lectores americanos.





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