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Amigos del libro

Año XVI, núm. 39, enero-marzo 1998

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ArribaAbajo Paisaje de la Literatura Infantil y Juvenil en España


ArribaAbajo Mercé Llimona

Alberto Urdiales1


En Julio de 1996, la Escuela de verano Rosa Sensat ofrecía en Barcelona un homenaje a Mercé Llimona. Yo realizaba un trabajo sobre diversos aspectos de la mujer en el mundo de la ilustración infantil; una parte del trabajo estaba dedicada a nuestras mejores profesionales, y el contacto más cercano con las ilustraciones de Mercé, unido a una casual y corta estancia mía en Barcelona facilitaron mi asistencia a dicho homenaje. Fue un tiempo muy corto, pero muy impactante.

No era una abuelita de 82 años, sino una persona profesional, vital y muy simpática que no dudaba en tratar con una enorme cercanía a un desconocido ilustrador que decía venir de Madrid a saludarla. En lo poco que pude conocerla con las frases que cruzamos antes del comienzo del homenaje comprendí que, efectivamente, fuera capaz de realizar solo dos años antes su magnífico Peter Pan y Wendy para Destino. Lúcida, afectuosa y más divertida que afectada por el homenaje. Estaba entre amigos.

Otra sorpresa fueron sus manos, evidencia tremenda de la enfermedad ósea que la acompañó la mayor parte de su vida. Mi lado más romántico no renunciaba al intento de imaginarlas sujetando un imposible pincel o deslizándose por las cartulinas. La tercera sorpresa fue comprobar el cariño con que en algunos sitios tratan a algunos ilustradores.

El 28 de Noviembre de 1997 moría en Barcelona Mercé Llimona. Nos queda su obra y su recuerdo.

El texto que exponemos a continuación fue realizado con un objetivo muy puntual que no requería una gran profundización en el tema. Quisiera aprovechar la oportunidad de trasformarlo en un afectuoso homenaje.

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Mercé Llimona nació en Abril de 1914 dentro de una familia artística y muy religiosa. Su padre Joan Llimona, pintor, y su tío Josep Llimona, escultor, eran reconocidos talentos artísticos del momento. Este reconocimiento, la religiosidad y la admiración del padre por los pintores prerrafaelistas nos hablan de un ambiente alejado de la bohemia; pero las continuas tertulias artísticas, casi diarias, en su casa durante la infancia de nuestra autora, el acceso a todo tipo de libros artísticos y las relaciones con este entorno de un modo natural, facilitarían la vocación de Mercé por el dibujo así como su introducción en la profesión de modo casi precoz.

Eran habituales en su casa: Joaquin Folch y Torres, Josep Mª de Sagarra, Domenec Carles, Duran Reynals y Rosendo Llates. Su padre fue consuegro de Granados y su madre era cuñada de Utrillo. Padre y tío habían fundado el Cercle Artistic Sant Lluc, donde ella iría a dibujar y del que más adelante sería presidenta.

Todo este entorno permitió que una adolescente, de tan solo 16 años, de la burguesía catalana accediera a la Llotja para estudiar dibujo. La única condición, al parecer pactada con la madre -pues su padre murió cuando Mercé tenía once años- fue la asistencia durante dos años a un internado de monjas: las Damas Negras. Sus recuerdos de esta etapa eran de un cierto desagrado, pero no dramáticos. Hablar en francés o constatar la vida en el obligado diario no suponían tanto un trauma como el hecho en sí mismo de estar interna los cinco primeros días de la semana. De cualquier forma y como iremos viendo más adelante la tenacidad y vitalidad de esta mujer no permitiría que cualquier tipo de adversidad fuese vivido como drama.

Sus deseadas clases de dibujo en Llotja no resultaron especialmente satisfactorias. Ella misma recordaba con placer los enfados de su profesor al ver que las vueltas de su papel estaban llenas de monigotes. La copia eterna de escayolas o el consabido «morado» que le recomendaba su tardo-impresionista profesor no conectaban ni con la viveza que más adelante copiaría de la chiquillería que iba a rodearla, ni con las tierras que veía en todo el entorno y que traduciría constantemente en sus imágenes.

Dejar la Llotja tampoco sería traumático; su tío la aceptaba en su propio estudio con modelos naturales y enseguida comenzaría ella misma a dar clases en la escuela Blanquerna.

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Il. de Mercé Llimona para Jocs i cansons per a les infants, (Barcelona: Hymsa, 1977).

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«Yo no me tuve que esforzar para ser dibujante. Todo vino rodado. Las primeras cuatro pesetas que gané fueron como dibujante. Muy pronto entré como profesora de dibujo en la Escola Blanquerna, actividad que creo hacía bastante mal


CLIJ, núm. 61, pág. 46.                


Al año de estar dando clase se declara la guerra civil y aprovecha sus influencias para conseguir un pasaporte y marchar a París. La experiencia tampoco sería agradable. Demasiado joven para desarraigarse y con problemas económicos, recurrió a las mismas monjas que en España habían sido sus profesoras; éstas le procuraron unas clases de dibujo, pero la enfermedad hizo que una de sus hermanas la recogiera en París, llevándola con ella a San Sebastián.

En su recuerdo, también esto contó como una experiencia positiva: «En primer lugar porque para sobrevivir ya comencé a hacer ilustraciones, y después porque iba a ver lo que se hacía fuera de casa, iba a darme cuenta de la importancia de la calidad en el trabajo y de tener una buena base de dibujo. Creo que esto es esencial en nuestra labor». Faristol, núm. 0, pág. 46 y 47.

En San Sebastián empezó por diseñar botones «para no ser una carga». Comenzó sus colaboraciones en pequeñas revistas que iban apareciendo al final de las guerra: Mis chicas y Flechas y Pelayos. Aquí realizaría los dibujos para sus primeros textos que más tarde se publicarían como libros:

«Comenzaría escribiendo mis cuentos para una revista de niños. Esto me gustaba mucho. Escribí Chupete, que publicarían en una revista, con un papel malísimo, en un formato anticuado, rectangular con una tirada que se podía contar. Yo ponía el negro e indicaba el color por detrás. A la señora que llevaba aquella revista le hizo gracia publicarlo como librillo. Lo compusieron como se pudo y salió con el nombre de: El muñeco de papel».


La Il·lustració, núm. 5, pág. 4 a 7.                


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Estamos en plena situación de postguerra, que se vería agravada por la represión de la cultura catalana y la implantación de la seudocultura dictatorial. En estos años Mercé se casó con la persona que ella hizo aparecer con reconocimiento en todas sus entrevistas. Su marido Félix Escales, abogado, fallecido en 1994 fue en gran parte motivador de la continuidad del trabajo de Mercé. Cuando la enfermedad se mostraba más cruda, Félix sería el constante motor de su silla de ruedas, para que la ilustradora no perdiera ni una de las reuniones o eventos relativos a su profesión. Con él comenzaría la etapa más deseada de su vida y de la que se mostraba más orgullosa:

«He trabajado mucho pero siempre he tenido claro que tenía que tener una familia». Un dato constante en sus comentarios serán sus cinco hijos y la casi docena de nietos. Para ellos escribió y dibujó; ellos fueron sus modelos. Fue un hijo suyo, cirujano, quien la intervino al agravarse su enfermedad. El hecho de empezar a trabajar para editoriales norteamericanas se debe a la casual visita que una de sus hijas hizo a EE.UU.; a los 8 días de este viaje Mercé tenía su primer encargo para este país. No obstante y a pesar de este fuerte arraigo familiar, ya de recién casada su independencia le lleva a alquilar un estudio cerca de casa donde seguir trabajando.

Lo cierto es que combinó ilusión, embarazos y trabajo, hasta que después del nacimiento de su última hija, Bibí -«Un día de repente quedé clavada, sin poderme mover...»- se le declaró una enfermedad reumática que afectó especialmente a sus manos y le obligó a pasar largas temporadas en la cama alternándola con la silla de ruedas. Últimamente, sus manos estaban totalmente deformadas y le resultaba imposible retener en ellas un lápiz. En estas condiciones realizó los dibujos para el que es ahora su último libro ilustrado: Peter Pan y Wendy editado por Destino.


Influencias y estilo.

Ella misma reconoce su iniciación en los prerrafaelistas debido a los gustos de su padre; pero su verdadera influencia y sus gustos le remitían a los ilustradores catalanes:

«Desde muy joven, afirma, quería ser dibujante, ni pintura ni escultora, sino dibujante».


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Il. de Mercé Llimona para La Donzelleta de la mar, de Hans C. Andersen (Barcelona: Hymsa, 1987).

Admiraba los dibujos de animales de Llaverías y la espontaneidad de las ilustraciones de Lola Anglada, aunque no le gustaban las caras de sus personajes; era seguidora de Junceda y Torné i Esquius y, sobre todo, de Apel·les Mestres, anterior a todos ellos. Su verdadera admiración la volcaba en Arthur Rackham: «... em volía escapar de casa per anar a veure...» El País, 15-11-96, Cuadern, p. 8. La influencia de este dibujante es clara en sus primeros trabajos, desde los dibujos para Heidi en 1927, hasta Chupete o Blancanieves en 1942.

Las décadas del 50 y 60 estuvieron marcadas por la enfermedad reumática que impediría el desarrollo de su trabajo por largas temporadas. Es época de reediciones, pero de una sutil estilización en sus figuras y de la introducción de los elementos de movimiento y vivacidad que definirían su estilo en las décadas del 70 y 80, la etapa más prolífica de su producción, en la que se publicaría los Bibí y..., los cuentos de Perrault y sus trabajos para Estados Unidos y Francia. Ella misma nos explicaba su técnica habitual:

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«...pero a mí me gustaba este trabajar suave, la acuarela y esporádicamente el guache, con un perfil de tinta, siempre sepia y rebajada con agua destilada para que quede más suave, tanto que al final ni se verá...


«Una vida ilustrada», Avui, 30-5-93, Marta Porter.                


Nunca se sintió condicionada por la técnica en ningún sentido, o porque los dibujos hubieran de ser proyectados específicamente para una manipulación ulterior, animación, etc., ni tampoco coartada por las advertencias de ningún editor. Recordaba que en este aspecto eran los estadounidenses los que más advertencias solían hacer y contaba como uno de sus dibujos -mamá bañando a bebé- fue modificado para que el niño cubriera su desnudez con un pañalito.

Con clara humildad reconocía no saber dibujar animales y, por tanto, haber renunciado a libros con este tipo de personajes. Tampoco eran de su interés los libros para adultos. Al hablar de su estilo, en repetidas ocasiones apuntaba el valor de una buena base de dibujo, para luego poder hacer lo que se quiera con el estilo personal. Definía el propio estilo como:

«...es un estilo pálido, tranquilo, muy diferente a lo que se hace actualmente», Avui, 19-4-94. «He intentado no caer en la payasada a la hora de dibujar».


Su estilo fue comentado como vitalista, alegre y poético:

«Gusto por los detalles, un dibujo repleto de información, de elementos descriptivos, pero llenos de fantasía, no documentales [...], figuras infantiles, candorosas, evocadoras, con problemas permanentes para sujetarse los calzones, naricitas respingonas, gestos torpones y graciosos de inicio de andares». .


Montserrat Castillo                


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«...fija en las expresiones, actitudes y movimientos de sus personajes infantiles el vital aliento de una maravillosa aventura que se llama vivir».


Josep M. Cadena, El Periódico, 11-5- 93.                


«Mercé Llimona sigue siendo quien mejor capta la vitalidad de los niños, sus grandes héroes de los hechos cotidianos».


El Periódico, 12-4-1994.                


«Deliciosos dibujos de M. Ll. [...] impregnados de la sensibilidad de la autora, destacando en este caso su impresionante dominio del movimiento».


Avui, 1994.                


«...esta gran dama de la ilustración infantil que ha regalado su sensibilidad a gente de diversas generaciones...»


Marta Porter, Avui, 30-5-93.                


«La sensibilidad vibra en una de sus notas más altas».


Corredor Matheos, catálogo de la exposición de 1993.                


«Colores suaves, dominio de la técnica y muchos detalles extraídos de la experiencia de la propia artista como madre...»


L’Eixample, 26-5-1993.                


«La fuerza comunicativa de M. Ll. se encuentra en los sentimientos melancólicos y poéticos que destilan sus láminas, muy espontáneas [...], hay muchos elementos que nos lo recuerdan (su estilo romántico y clásico): la composición equilibrada, la unidad interna de cada página, la serenidad que se desprende de su paleta, o el realismo de sus figuras. Pero, a pesar de todo, su modernidad en el trazo y en el concepto es rotunda...»


Andreu Sotorra, Avui, 1994.                


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«Tener en las manos un libro de la Mercé Llimona es siempre una gran satisfacción, es tanto el amor y la sensibilidad que transmiten...»


Mercé Escardó i Bas, catálogo de la exposición de 1988.                


«El ambiente descrito en los dibujos de la Mercé es un ambiente sereno, tierno que habla directamente a la sensibilidad del niño. En ellos se les ofrece un entorno conocido, confortable, en el que el niño se siente seguro». .


Concepció Carrera i Fontseré Tiana -VII-1996, Homenaje a M. Ll. de la Escuela de verano Rosa Sensat                





Profesión

Su relación con la profesión fue siempre más que cordial, a pesar de la conciencia de no haber creado escuela: «me miraban y respetaban como maestra [...], pero nadie seguía lo que yo hacía. Mi estilo no se ha continuado».

En 1977, durante el Congreso de Cultura Catalana, se conocieron varios ilustradores que seguirían viéndose en sus propias casas de manera más informal dando como fruto, a principios de los ochenta, la creación de la A. P. I. C. Asociación Profesional de Ilustradores Catalanes de la cual Mercé sería presidenta.

Opinaba que la mayor parte de las ilustradoras en sus comienzos dibujaban todas igual, quizá debido a que todas ellas estudiasen en la escuela Massana de Marta Mata. En la actualidad, cada una había conseguido un estilo totalmente personal, aunque también afirmaba que el auge del sector «ha dado un tipo de ilustraciones, a veces excesivamente cómicas en las que a menudo no se ve el buen oficio».




Comentario crítico

Efectivamente, las ilustraciones de Mercé Llimona transmiten múltiples sensaciones; la ternura de sus primeros dibujos sigue los hallazgos de A. Ratkham o Lola Anglada en este sentido, pero renuncia a todo contacto con el mundo mágico, más nórdico, constituido por las figuras fantásticas aportadas   —16→   por este autor en su estilo más gótico y también renuncia al toque socializante que aportaba Lola Anglada. Mercé escribía y dibujaba sobre los niños «normales» y aquí está su mérito y su falta.

No sólo son la ternura y la poesía sino también la alegría, la vitalidad. En los dibujos de las últimas décadas Mercé Llimona aporta una ligera estilización en sus personajes: pies y piernas menudos y cabezas ligeramente aumentadas, lo cual da, aun a sus niños mayores, un cierto toque de infantilismo que los hace más entrañables.

Las situaciones son constantemente chispeantes, alegres, para las que gestualizaba de picardía las caras de sus niños y lo más original de sus aportaciones: introdujo el movimiento en ellos con total habilidad, hasta hacer de él un elemento de humor. No será este humor su principal característica, pero en algunas de las figuras de adultos, de los que ella en general no se vanagloria, demuestra que dominaba los recursos de una expresividad crítica y profundamente observadora.

Sencillamente, este aspecto más satírico no le interesó o no consideró que fuese lo que necesitaban los más pequeños. Por el contrario, nos ha ofrecido una superabundancia de niños vivos, alegres, despreocupados, que entre canciones, animalillos, naturaleza y entornos idealizados en la sencillez contribuyen a enseñar a los más pequeños cuál es el papel que la sociedad les tiene asignado y qué aspectos de su personalidad son los que tienen que desarrollar. La alegría, el desenfado, el subliminal mensaje de vivir una situación agradable, normal, sería lo ideal para una época de postguerra, es más, sería el único permitido por una dictadura.

Mercé Llimona era coherente con sus propias ideas y con total consciencia las transmitía en sus dibujos. En sus ilustraciones se representa a la familia estable en la que cada cual tiene asumido su papel, las anomalías no existen, no hay preguntas ni situaciones conflictivas; es la total institucionalización de la normalidad. Ya no en sus textos, sino en sus imágenes no encontramos algo que, mínimamente chirriante, provoque siquiera una ligera interrogación en las cabecitas de nuestros niños.

Quizá la cualidad más importante del trabajo de Llimona sea la conservación de un fuerte componente de dramaturgia en la imagen. Dramaturgia en el sentido de conjunto de sentimientos humanos. Una imagen puede inclinarse hacia valores estéticos, hacia la comicidad o hacia el   —17→   sentimiento; estos tres aspectos son necesarios en la educación infantil, pero un exceso de paternalismo nos está llevando a proteger a nuestros niños hasta de aquello que les pueda conmover. En el mundo de la imagen son muchos los profesionales que nos sorprenden con sus valores plásticos y muchos más los que nos deleitan con su comicidad, la misma de la que Mercé llega a quejarse; sin embargo quedan muy pocos que nos descubran los aspectos más sentidos de la persona. Mercé era una de ellos. Quizá la gama de sentimientos que le planteaban los textos no fuese muy completa, pero sus imágenes estaban capacitadas para acercar a los niños desde los sentimientos más maravillosos hasta los más terribles del ser humano. Toda su técnica, su control estético y del color parecen estar puestos al servicio de este mensaje.

Quizá para que este comentario no parezca un absurdo panegírico a la muerte de..., habría que citar algún aspecto negativo del trabajo de esta ilustradora. Desde un punto de vista muy personal es el sexismo de sus imágenes la parte que más rechazo me produce, pero no creo que haya que resaltar este dato dada la educación recibida y la época que le tocó vivir. Efectivamente este aspecto está en la época antes que en sus ilustraciones. Es mucho más lamentable ver cómo el sexismo está instalado en textos y en imágenes de profesionales actuales reconocidos socialmente como de vanguardia.

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Il. de Mercé Llimona para La Donzelleta de mar, de Hans C. Andersen (Barcelona: Hymsa, 1987).



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Libros ilustrados por Mercé Llimona

Heidi. Juana Spyri. Juventud, 1927.

La princesa risita. Mercé Llimona, S. Sebastián.

El libro de las fábulas. Autores Varios. Juventud, 1930.

Rondalles Populars. Valeri Serra i Boldú. Políglota, 1930.

Blancanieves y los enanitos. J. y W. Grimm. Juventud, 1941.

El muñeco de papel. Mercé Llimona. Gilsa, 1942.

Tic Tac: las horas del día de una niña. Mercé Llimona. Hymsa, 1942.

Xupet. Mercé Llimona. Hymsa, 1942.

Leyendas de la Virgen. J. y J. Thraud. E. Mediterráneas, 1942.

Mi ángel de la guarda. M. Llimona. Hymsa, 1944.

Caperucita Roja y los tres ositos. Charles Perrault. Juventud, 1944.

Ha nascut un infant. Mercé Llimona. Hymsa, 1976.

Jocs i cançons per als infants. Mercé Llimona. Hymsa, 1977.

Altres Jocs i cançons. Mercé Llimona. Hymsa, 1978.

Del temps de l’avia. Mercé Llimona. Hymsa, 1978.

Nadal: poemes i cançons. Mercé Llimona. Hymsa, 1978.

Bibí i l’estiu. Mercé Llimona. Hymsa. 1981.

Bibí i la primavera. Mercé Llimona. Hymsa. 1981.

Bibí i la tardor Mercé Llimona. Hymsa. 1982.

Bon dia! Grácies! Si us plau! Mercé Llimona. Martín Casanovas, 1982.

Bibí i l’hivern. Mercé Llimona. Hymsa, 1983.

Strawberry Shortcake’s Favorite. Alexandra Wallner. Random House, 1983.

Mother Goose Rhymes. Alexandra Wallner. Random House, 1983.

La Ventafocs. Charles Perrault. Hymsa, 1984.

Polzet. Charles Perrault. Hymsa, 1985.

El Soldadet de plom. Hans C. Andersen. Hymsa, 1986.

La Donzelleta de la mar. Hans C. Andersen. Hymsa, 1987.

Els Tres ossos. Hans C. Andersen. Hymsa, 1988.

La Rateta que escombrava l’escaleta. Hans C. Andersen. Hymsa, 1988.

El Conte de les set cabretes. Hans C. Andersen. Hymsa, 1989.

Cinc faules d’animals. Hans C. Andersen. Hymsa, 1990.

El Sabater Martí Avdieitx. Lev. N. Tolstoj. L’Abadia de Montserrat, 1990.

Qué passa Gil Microbi? Dolors Garcia. Alimara, 1992.

La Princesa del pesol. Hans C. Andersen. Hymsa, 1992.

Peter Pan i Wendy. J. M. Barrie. Destino, 1994.

Mi agradecimiento al Centro de Documentación de la Biblioteca Infantil Santa Creu de Barcelona.







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