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Amores, amoríos y rumores en la vida de Galdós

Manuel Herrera Hernández


Miembro de Número de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife
Asociación Internacional de Hispanistas




Perfil psicológico de Galdós

Todo novelista parte al escribir, de modo consciente o inconsciente, de su propia vida y de su intimidad. En Benito Pérez Galdós la vida íntima queda oculta por sucesos imaginarios unos y veraces otros que nos impiden descubrirla. Por esto sospechamos en muchas obras de Galdós su presencia oculta en el anonimato de un personaje. La vida sentimental de Galdós no ha sido puesta en claro, está llena de luces y sombras, por el maquiavelismo del que hizo gala incluso en sus Memorias de un desmemoriado. El doctor Marañón, que fue no sólo su médico sino su amigo y confidente, afirma que medió en algunos de sus conflictos de faldas. «Y no puedo dejar de pensar ahora en Galdós, igualmente soltero, por probable influencia de la emoción materna, hombre superviril y mujeriego, aunque tímido con las mujeres»1.

Se ha intentado buscar la causa de que Galdós fuera mujeriego y a la vez tímido. Es posible que en la psicología de Galdós influyeran la edad madura de sus padres cuando nació; que era el menor de los diez hijos y que fue muy mimado por las numerosas mujeres de la casa: su madre, las tías, las seis hermanas (la mayor, Soledad, tenía 19 años cuando él nació) y las sirvientas; la prolongación de la lactancia materna durante más de tres años como confirmó su hermana doña Tomasa cuando tenía 90 años, y una madre intransigente que establecía en el hogar su voluntad en ley. Cuando Benito tenía diecinueve años escapó de ese dominio y bien podría servir esto de explicación de la vida que llevó en Madrid. A ese ambiente familiar se unía el hecho de que Benito era un niño enfermizo. «Me crié malucho siempre, padecía unos catarros que me ponían a la muerte»2. Benito padecía de asma bronquial. El niño asmático tiene una psicología especial. Es la llamada personalidad asmática infantil a la que se añade la ansiedad, tanto del niño como de la familia, la sobreprotección, la falta de confianza en sí mismo y la timidez. Todas estas circunstancias confluyeron en una atención para que no enfermara Benitín, como llamaban al niño, que facilitó la eclosión de una personalidad pasivo-dependiente. En el proceso de formación de su carácter actuaría, además de la vida irregular que llevó como estudiante en Madrid, su experiencia viviendo en pensiones de mala muerte, su dedicación como joven escritor en contacto con los barrios bajos de Madrid y su busca frecuente, al parecer, de amores mercenarios. Por otra parte, a Galdós se acercaban muchas mujeres atraídas por su aspecto físico. Era un joven alto, delgado, de color moreno algo pálido y de expresión tímida e interrogante. Más tarde, cuando Galdós ya era un escritor influyente, en los ambientes teatrales se le acercaban muchas aspirantes a actriz porque les resultaba un hombre interesante y, en otras ocasiones, para solicitar un papel en una comedia.

Una hipótesis conocida de Freud atribuye al seductor crónico la búsqueda desesperada del personaje materno y el intento de recuperar a la madre en cada mujer. Por otro lado, se ha insinuado que Galdós fue un Don Juan. El verdadero Don Juan no es el hombre que hace el amor a las mujeres, sino el hombre a quien las mujeres hacen el amor3. Pero Galdós no fue un Don Juan. Fue un mujeriego y también un hombre interesante, es decir, un hombre de quien las mujeres se enamoraban por su atractivo físico, su afabilidad y su fama que despertaba atracción en las mujeres. En aquella sociedad machista del siglo XIX, Galdós no era el hombre fascinador, el Don Juan, que atrae a las mujeres, que las seduce, las abandona y las sustituye por otras en una incansable experiencia de amor4. Para Galdós el donjuanismo tenía interés como atracción nociva, pero los personajes femeninos de sus novelas se libran con sus resueltas ideas feministas. Su criado Victoriano Moreno contó al periodista Francisco Lucientes que Don Benito vivió a rastras de los prestamistas. Y añade que «¡no he conocido hombre más faldero! Aquí un lío, allí otro. Si no trajo al mundo diez o doce hijos naturales, no trajo ninguno». Y no cabe duda que Galdós describe en su obra numerosas situaciones que revelan que conocía la vida amorosa por propia experiencia.

No se podría escribir así, si no se hubiera sentido antes. Los amores de sus novelas no sólo no están aprendidos en otras novelas, no son amores librescos, hay una verdad y una vida que nos presentan la veta escondida de un Galdós pasional, aunque enamoradizo y mudable5.



Otra cualidad que aparece en la filosofía amorosa de Galdós es la coexistencia de varios amores y la frecuente sustitución de una pasión por una nueva relación amorosa. Se ajusta todo ello, recordemos La incógnita y Realidad, con las ideas propias de varios de los personajes galdosianos. Estas ideas las expresa Manuel Infante cuando escribe a D. Equis X, en Orbajosa, Madrid, 6 de enero:

Con decirte que somos jóvenes, y que no hay mayor tontería que llegar a la vejez sin probar cuanta manzana y cuanto melocotón y cuanta breva dan los frutales de la vida.



No obstante, en el discurso de Pérez Galdós en el homenaje a Benavente, expresaba lo que pensaba o sentía sobre la mujer6.

Sin mujeres no hay arte; [...] Ellas son el encanto de la vida, el estímulo de las ambiciones grandes y pequeñas; origen son y manantial de donde proceden todas las virtudes. [...]. Obra de ellas son los más gloriosos triunfos del bien; obra nuestra las privadas desdichas y las públicas catástrofes. Es destino ineludible de ellas amar al hombre y este debe consagrarles toda su inteligencia y su amor entero.



Clarín7 escribe que «uno de los datos biográficos de más sustancia que he podido sonsacarle a Pérez Galdós es... que él, tan amigo de contar historias, no quiere contar la suya. [...] Tal vez lo principal, a lo menos la mayor parte, de la historia de Pérez Galdós, está en sus libros». Y añade Clarín que no sabe si Galdós tuvo novia porque «me ha contado muchas cosas... de otros, pero jamás sus primeros amores, ni los demás de la serie, si la hubo». Sin embargo, imagina que la mujer que más le gusta a Galdós «es la que se parece a María Egipciaca por la hermosura del rostro, pero más a Camila y a Fortunata por el espíritu; mujer muy española, de rompe y rasga hasta cierto punto, honrada por temperamento, suelta de modales, sin que lleguen a libres…».




Primeras sombras afectivas

Las primeras sombras afectivas de Benito Pérez Galdós8 se encuentran en la joven Dolores Macías Sánchez, que fue novicia en el convento de Las Descalzas de San Ildefonso desde los dieciséis hasta los veintiún años, edad en la que decidió salirse de él y acogerse en la casa de su tío don Sebastián Pérez de la calle Cano. En los paseos gustaba de acompañarla su primo, el niño Benito del que no detallan su edad, pero considero improbable una ensoñación del niño hacia su prima.

En 1850 llegó al hogar de la calle Cano, n.º 34, su prima cubana María Josefa Washington de Galdós, conocida por Sisita, nacida de una unión libre de su tío materno José María y de Adriana Tate. Los niños crecieron y, al llegar a la adolescencia, mamá Dolores percibió que su hijo Benito y Sisita estaban enamorados. Doña Dolores decidió, en cuanto Benito terminó el bachillerato, enviarle a Madrid para estudiar la carrera de Derecho y, al mismo tiempo, para apartarle de su prima. Esta severa decisión de su madre le causó tanta amargura a Benito que duró muchos años. Galdós le confió a Clarín que, al llegar a Madrid, «estuve algún tiempo atortolado, sin saber qué dirección tomar, bastante desanimado y triste».

Galdós llegó a Madrid en 1862 y confiesa en sus recuerdos que escapándose de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas y, si los días se le iban en «flanear» por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Hablaba poco en las tertulias, visitaba los barrios y rincones de Madrid, pero no se conocía su vida amorosa. No obstante, la creatividad de Galdós usaba su pluma para dibujar lo más íntimo de la vida misma, la realidad que percibía y el amor. En 1863 Galdós regresa a Las Palmas para pasar las vacaciones de verano y en busca del amor de su prima Sisita. En el curso siguiente Galdós dejó la modestísima pensión de la calle de las Fuentes, 3, piso 2.º, y se alojó en otra pensión, la de doña Melitona Muela en la calle del Olivo, 9, 2.º, en el barrio de la Abada. Aquí pasó seis años y Luisa García, la atractiva sirvienta de la pensión, era para él uno de los mayores atractivos lo mismo que, después, María de la Cruz, una hija de doña Melitona que ya con catorce años era muy llamativa. Galdós comenta que, «según cuenta quien lo sabe», era un barrio de mala fama. En este popular barrio había numerosas salas de fiesta con mujeres de fáciles amoríos. Pero, en cambio, tenía la ventaja de estar más cerca de la Universidad. Frecuentaba el teatro Real y se reunía en la tertulia del café Universal con otros estudiantes canarios. Mientras escuchaba las conversaciones hacía con papel de periódicos pajaritas de papel y figuras de mujeres de la vida, que pululaban entre las mesas del café, y que colocaba en hilera sobre el mármol. Años más tarde, cuando aún tenía poca fama, era identificado entre los contertulios de café como «el chico de las pajaritas». También el año siguiente, 1864, regresa a Las Palmas para pasar las vacaciones pero ocurrió un grave problema familiar. Sisita quedó embarazada y es obligada, a principios de 1865, a volver a Cuba donde su padre le había preparado un matrimonio con un rico sesentón. Galdós no pasa el verano de 1865 en Las Palmas, porque se enteró que Sisita ya había regresado a Cuba, pero sí vuelve en 1866 comenzando entonces su primera novela La sombra. Sisita, en efecto, se casó en Trinidad (Cuba) con Eduardo Duque y tuvo dos hijos falleciendo el primero. Volvió a casarse dando a luz una niña y, como consecuencia de una fiebre puerperal, murió a los veintiocho años. Es una incógnita qué rumbo hubiera tomado con Sisita la vida de Galdós. Cuando los periodistas Antón de Olmet y García Carrafa9 le preguntaron por qué no contaba algo de los amores de su juventud, Galdós les atajó diciendo que «ese es un aspecto de mi vida que no tiene nada de interesante. Nunca sentí la necesidad de casarme, ni yo puse empeño en ello».

Años después, en el verano de 1867, va a París con su cuñado José M. Hermenegildo Hurtado de Mendoza y su sobrino José María de 10 años. En 1868 también viaja a Paris con su hermano Domingo y su esposa Magdalena Hurtado de Mendoza. El joven paseante se dedicó en París a visitar las tiendas de libros pero también a conocer la vida y los espectáculos. Pocos meses más tarde su hermano Domingo, que le había financiado los estudios en Madrid, fallece dejando viuda a la cubana Magdalena. Magdalena propuso a sus cuñadas Carmen y Concha trasladarse a Madrid para ofrecer un hogar al escritor ahora que se abría camino en el periodismo. Creían sus familiares que Benito, con veintisiete años, arrastraba una vida descuidada en pensiones. Doña Magdalena, la «madrina» en lenguaje familiar, entonces le proporciona fondos para llevar a la imprenta el manuscrito de La Fontana de Oro que llevaba guardada dos años sin publicar. Magdalena, que era doce años mayor que Benito, es un enigma más en la vida de Galdós10.

Pasan los años y Galdós con treinta años ya ha conocido una multitud de gentes de toda clase social e ideas. Pero guardaba con secretismo sus relaciones femeninas. Sin embargo, nos preguntamos a quién se refiere cuando dice lord Gray en el Episodio Nacional Cádiz:

Mi amor es secreto, misterioso y oculto, como las perlas, que además de estar dentro de una concha están en el fondo del mar. [...] No tengo celos más que de mi publicidad; odio de muerte a todo el que descubra y propale mi secreto.



¿El amor secreto es Juana Lund Ugarte? El 28 de noviembre de este 1876 Galdós escribe preocupado a Pereda porque ahora tiene el entendimiento habitado por su novela Gloria y teme que sea peor que sus otras novelas. Este año, durante el verano en Santander, sus hermanas le presentaron al señor Lund, un pastor protestante de origen noruego, que se casó con una vizcaína católica y vive en Bilbao. El matrimonio tiene una hija de dieciocho años, Juanita Lund Ugarte, y pasan también allí las vacaciones de verano. Galdós se sintió atraído por esta joven y pudo inspirarse en Juanita para hacer el retrato físico de su Gloria y quizá para tomar algún rasgo del carácter. Galdós pertenece al grupo de escritores que brilla en esta época y vivía en un piso del barrio de Salamanca con su familia. Después de almorzar don Benito en ocasiones volvía a escribir pero luego salía hacia el paseo, la tertulia del café y se perdía en una dirección ignorada. Cuando volvía por la noche no se sabía con quien había estado porque era parte de su vida íntima. Pero muchos datos autobiográficos aparecen en la novela La desheredada11 de la turbadora Isidora Rufete. En septiembre de 1881 viaja a Alemania. Los viajes privados de don Benito por Europa amplían campos en el terreno erótico. Al final de este año Emilia Pardo Bazán, en la plenitud de los treinta años, escribe Un viaje de novios y recibe una nota de felicitación de Galdós:

Señora y distinguida amiga: hace tiempo que pensaba escribir a V. felicitándola por los admirables artículos de La cuestión palpitante en los cuales [...] ha dicho cosas tan verdaderas, hermosas y oportunas [...]. Soy de los primeros más vehementes admiradores de sus escritos.



Y Emilia, como si fuera una adolescente entusiasmada, le contesta:

Muy ilustre maestro y amigo: debo a V. infinitas muestras de benevolencia, y su carta del 5 es una de las más gratas a mi corazón [...].



Todo esto acercaba de modo fatal a Galdós y a Emilia. Es posible que El amigo Manso sea la novela con más datos autobiográficos sobre Galdós12. Marañón testificó que Juanita fue el gran amor de Galdós, la mujer que admiró y que lamentó haberla perdido13. Posteriormente, cuando Juanita cumple veintiún años, el anuncio de su matrimonio con el doctor Aniceto Achúcarro, oftalmólogo, fue como un shock para Galdós por el intenso disgusto. El matrimonio tuvo cuatro hijos y el mayor, Nicolás Achúcarro Lund, fue un prestigioso neurohistólogo. Galdós, después de aquel desengaño amoroso con Juanita Lund, termina en 1883 el Doctor Centeno donde se describen realidades que nos llevan a conocer al libidinoso Alejandro Miquis -que es el joven Galdós-, su mundo estudiantil de 1863 a 1869 y sus amoríos. La casa de huéspedes de El doctor Centeno reproduce la vida de esos años en la calle del Olivo y las relaciones con las hijas de la patrona. Recordemos que Galdós a los veinte años vivió en la calle del Olivo, 9, 2.º Para descansar del trabajo Galdós inició en el mes de mayo desde Santander un viaje hacia Inglaterra y otros países en compañía de José Alcalá Galiano. Su amigo Pepe Alcalá Galiano llevó a Galdós, gloria nacional, a saludar al embajador de España, don Manuel Rancés, que había sido un tenorio en Berlín y en Viena entre las damas encopetadas y actrices de primera clase.




Las noticias de carácter privado y reservado según Galdós

Cuatro años antes, 1879, Galdós no regresó después del verano a Madrid sino que permaneció en Santander hasta el otoño de 1880. Y en carta enviada a Mesonero Romanos el 1 de julio de 1880 añade «salgo mañana para Asturias con objeto de ver algo nuevo. Dentro de ocho días regresaré». La causa de este retraso es su reciente relación con la asturiana Lorenza Cobián González. Lorenza nació el 21 de mayo de 1851 en el pueblo de Bodes. Galdós y Lorenza se habían conocido en Santander, donde la joven parraguesa pasaba largas temporadas con unos tíos, y pronto tendrían un primer hijo que falleció al poco de nacer. Meses después Lorenza se trasladó a Madrid por problemas de familia o por indicación de Galdós. En la Exposición Nacional de Pintura de 1884 Galdós saluda a Emilio Sala y José María Fenollera para quienes Lorenza había posado como modelo. Lorenza era una joven atractiva pero inculta. Galdós, congruente con sus ideas sobre la educación del pueblo, hizo que aprendiera a leer y escribir. Del carácter de Lorenza tomó Galdós algunos rasgos para trasladarlos a Fortunata, Casianilla, Lorenza o Leré entre otros personajes femeninos. Con el tiempo Galdós le puso casa a Lorenza en Madrid y también en Santander durante el verano.

En este mismo año el matrimonio de Emilia Pardo Bazán con José Quiroga se ha roto definitivamente. Galdós terminó Lo prohibido en los primeros meses de 1885 que recoge la llegada a Madrid de José María, un soltero rico, que va a la conquista de sus primas casadas. A este conquistador de mujeres sólo le interesan las que le están prohibidas por estar casadas. Le dice a su prima María Juana «es que no me agradan más que las cosas prohibidas, las que no debieran ser para mí».

Después de la separación matrimonial Emilia marcha a París y escribe a Galdós que ahora dispone de horas para trabajar y relacionarse con los escritores. A finales de 1886 Emilia Pardo Bazán le escribe a Galdós: «1886. Hotel d'Orient. Rue Dannon. Le quiere muy de veras su amiga. E.». La relación y admiración, casi de discípula a maestro, se va transformando en una relación apasionada14. A su regreso de París en febrero de 1887 Emilia reside en Madrid y pronuncia unas conferencias en el Ateneo, entre el 14 y el 28 de abril, a las que asistirá en lugar preferente el ateneísta Galdós. Y de nuevo regresa a París pero antes escribe a Galdós que se siente como una quinceañera con deseos de diversión. La amistad se hace más íntima y en el verano Emilia le escribe: «1887. Plazuela de Santa Ana. ¿Cuándo viene? No quisiera tardar en verle». Otra carta datada en La Coruña el 7 de diciembre de 1888 comienza: «Mi buen amigo e ilustre doctor»; y termina: «Su amiga y admiradora invariable, q. b. s. m. Emilia Pardo Bazán». Cuando Galdós recibe esa declaración siente un interés expectante y en su contestación la invita a acompañarle en su acostumbrado viaje veraniego al extranjero. Y ella le contesta que le encanta la primavera de Italia y Alemania.

La I Exposición Universal de Barcelona, fue inaugurada el 20 de mayo de 1888. Galdós acudirá sólo dos días como diputado a Cortes miembro de una comisión. Emilia se anima y va también a la Exposición. Allí su amigo Narcís Oller le presenta, el 27 de mayo, a José Lázaro Galdiano, de veintiséis años, empleado de la Compañía Trasatlántica en Barcelona, con el que desaparece el mismo día 27 hasta el 29 por la noche en que ella revela a Narcís Oller que ha estado de excursión en Arenys del Mar con Lázaro Galdiano. También en aquel mismo verano Lázaro Galdiano le comentó a Narcís Oller que se había topado con Emilia Pardo Bazán en Oporto. Con un comentario pícaro Oller filtró a unos amigos esta noticia que, lógicamente, llegó también a Galdós. Estaba próximo el otoño de 1888 cuando Emilia publicó Insolación, que trata de una historia de amor ardiente15. Galdós le escribe que conoce esas aventuras con Galdiano y le deja ver su indignación que no le permitía dormir, ni comer y que se pasaba el día fumando un cigarro tras otro. Emilia Pardo Bazán le contestó enseguida con otra carta fechada Hoy 26-A media noche en la que le explica que:

Amigo del alma, ante todo, no me llames caridad a lo que es acendrada ternura. [...] Acabo de leer tu carta. Voy a sorprenderte algo diciéndote que adivinaba su contenido. [...] Perdona mi brutal franqueza. [...] Nada diré para excusarme, y sólo a título de explicación te diré que no me resolví a perder tu cariño confesando un error momentáneo de los sentidos, fruto de las circunstancias imprevistas. Eras mi felicidad y tuve miedo a quedarme sin ella. [...] Deseo pedirte de viva voz que me perdones, pues aunque ya lo has hecho, y repetidas veces, a mí me sirve de alivio el reconocer que te he faltado y sin disculpa ni razón. Hasta luego; no me lleves a mal nada de lo que en esta carta te escribo: la recibirás por la mañana (el jueves) y por la tarde podré desahogar un poco el corazón rogándote que no pierdas enteramente el cariño a la que te lo profesa santo y eterno. Hasta luego, no olvides las señas. Haz por comer y no fumes mucho.



Un mes después de la inauguración de esta Exposición Universal de Barcelona Galdós dirige una tarjeta postal con fecha 1 de junio a la Sra. D.ª Lorenza Cobián, calle de Santiago 2, interior pral. izq., Madrid, que dice: «Hoy, ocupadísimo. Escribiré mañana. Cariños de Don Sisen». La relación clandestina de don Benito con Emilia era simultánea con la que mantenía «Don Sisebuto» con su amante Lorenza. Por las cartas de amor de Emilia Pardo Bazán conocemos no sólo aquella relación sino que descubren incluso el lugar de los encuentros en la calle de la Palma, junto a la iglesia de Maravillas, algunas veces denominada Maravillas Church y Palma Strasse16. A principios de enero de 1889 Emilia está en Madrid y dos meses después, el 23 de marzo, tiene lugar el encuentro de reconciliación. Y Emilia confiesa a Galdós el 27 de abril de 1889 que «el encuentro a dos pasos del candelero, junto a aquellos bancos en que yo creía buenamente que nos sentaríamos; tu actitud en el coche, en fin, todas las circunstancias del paseíto, me demostraron que eras para mí...». Tienen interés los datos autobiográficos que encontramos en la novela Realidad que Galdós finaliza en julio de 1889 porque relata los amores clandestinos de una gran dama, conocida en Madrid, y un hombre soltero que frecuentaba los bajos fondos de la sociedad. Emilia Pardo Bazán se vio reflejada en la infiel Augusta y a mediados de agosto confiesa a Galdós:

Me he reconocido en aquella señora más amada por infiel y por trapacera. ¡Válgame Dios, alma mía! Puedo asegurarte que yo misma no me doy cuenta de cómo he llegado a esto...



En aquellos meses de 1889 tuvo lugar, del 6 de mayo al 31 de octubre, la Exposición Universal de París. Emilia, después de su aventura de Barcelona, está en País en la gran inauguración y comienza a escribir «Al pie de la Torre Eiffel». Los dos amantes se encontraron a escondidas en París. A doña Emilia y a don Benito les preocupan que se conozca este romance. La habilidad de ambos para conseguir su ocultismo es casi una constante epistolar. En septiembre desde París salen para el planeado viaje para Alemania y Suiza17. Y desde París el 28 de septiembre de 1889 Emilia escribe, tres días después de finalizar su correría pasional por la bella ruta del Rin, cuando ya Galdós ha regresado a Santander, y queda desolada en aquella ciudad:

Triste, muy triste [...] me quedé al separarme de ti, amado compañero, dulce vidiña [...]. Hemos realizado un sueño, miquiño adorado, un sueño bonito, un sueño fantástico que a los 30 años yo no creía posible. Le hemos hecho la mamola al mundo necio que prohíbe estas cosas; [...]. Felices, nosotros. ¡Ay, cuándo volveré a estrecharte en mis brazos, mono, felicidad mía, cuándo será! [...]. Que sueñes en renovar horas tan venturosas, que vayas tramando el modo de realizarlo en compañía de tu Peinetita, que te besa un millón de veces el pelo, los ojos, la boca y el pescuezo.



A pesar de los remordimientos morales, que en ocasiones asaltaban a Emilia, tuvieron otros encuentros íntimos en varios países de Europa. Tras los viajes a París, Suiza y Alemania, le escribe a Galdós:

Valle de Mantua 5.

Mi bien, miquiño mío del alma: [...] Haz por venir pronto, cielo feo, monigote, y mientras no puedas arrancarte de esas playas, escríbeme [...] y un deseo tal de verte otra vez en cualquier misterioso asilo, apretaditos el uno contra el otro, embozados en tu capa o en la mía los dos a la vez, o tumbados en el impuro lecho, que nuestra amistad tiernísima hace puro en tantas ocasiones. Sí, yo me acuesto contigo y me acostaré siempre, y si es para algo execrable, bien, muy bien, sabe a gloria... porque tienes la gracia del mundo y me gustas más que ningún libro.



El conde José Pardo Bazán muere el 23 de marzo de 1890 y Emilia escribe: «Hoy jueves. Mi querido compañero: estoy como podrás suponer: ¡he encontrado a mi padre muerto! [...]». Después de la muerte de su padre, Emilia y Galdós reanudan en Madrid sus encuentros en el asilo un mes más tarde. Pero corren los meses y Galdós se va desencantando porque conoce que Emilia tiene otras aventuras amorosas. También Emilia conoce que Galdós visita con frecuencia a Lorenza Cobián y que admira a María Guerrero. No obstante, ante la sospecha de que Galdós la abandona, se reaviva su amor y le escribe antes de Navidad:

Dirás, ¿y por qué me pareciste fría alguna vez? Ratoncito mío, porque se me figuraba que no era yo para ti lo necesario, lo indispensable, la pareja. [...]. Somos insustituibles el uno para el otro. Sí, mi gloria, lo somos. [...]. Pues bien: yo no quiero que me dejes. No; tú eres para mí. Para mí tus besos todos, todos.



La ruptura de su relación con Galdós es inminente ya que Lorenza Cobián es una mujer atractiva. A Galdós le atraían de Emilia la cultura, su papel innovador en la literatura, sus ideas avanzadas como defensora de la mujer y su personalidad. Pero pasaban los años y su físico le atraía cada vez menos y aún recordaba su infidelidad.

El 12 de enero de 1891 nace una niña en Santander, María, de la relación de Galdós con Lorenza Cobián y entonces permanece en la capital de Cantabria pero con ocasionales viajes a Madrid. Alrededor de la primavera de 1891 Galdós conoció a la joven Concha Morell en uno de sus paseos por Madrid. Galdós, ante el olvido del aniversario, le reprocha en una carta a Concha Morell en el verano de 1892:

Pronto, muy pronto, dentro de pocos días, hará un año que yendo yo por la Puerta del Sol, encontré allí a una mujer, antigua conocida mía, la cual en aquel momento me pareció la «estatua del fastidio». Dos días después, la busqué y le entregué un papelito. Ha pasado un año.



Galdós afirma que era «antigua conocida mía» por lo que podemos deducir que ya antes, en 1890, la había visto alrededor del ambiente teatral. Concha tenía 26 años, una bella apariencia, pelo castaño, tez blanca, elegante, simpática y de espíritu inquieto. En 1891, un jueves, le escribe a Galdós:

Sabes que desde el día del «funesto papelito» no vivo más que para ti. Desde el día primero que te vi. Te quiero tanto, [...]. No sabía quién eras pero soñé contigo... Te quiero, sí, ¿no he de quererte si tienes los ojos más divinos y el talento más grande del mundo?



Para ella la relación con Galdós, que tenía cuarenta y ocho años de edad y era un insigne escritor, resultaba una relación de seguridad. En sus cartas Galdós aclara las instrucciones de las citas furtivas con la actriz en el palomar, como denominaba Galdós a un cuartito ubicado en el número 17 de la calle del Buen Suceso del barrio de Argüelles en Madrid. Concha deseaba tener una profesión y ser actriz18. Durante los ensayos de la obra Realidad en noviembre de 1891 Emilia Pardo Bazán, que sustituyó al director Emilio Mario que tenía gripe, se enteró por los corrillos del teatro de la Comedia que Galdós había recomendado a una nueva actriz. Y sus ojillos estrábicos se fijaron en la guapa joven que estaba en el escenario. Le dicen que se llama Concha Morell.

Concha Morell pensaba que nunca alcanzaría ser una buena actriz pero Galdós procuró que tuviera una profesión y le consiguió un papel modesto en Realidad, el drama que le pidió para su compañía teatral Antonio Vico y que se estrenó el 5 de marzo de 1892. A finales de 1891 dirá a su amante: «Tengo muchísimo deseo de ver el libro que ahora estás escribiendo, ese que dices que te he inspirado yo. Ven pronto para que lo leamos juntos». Lógicamente se refiere a la novela Tristana. En Tristana dice la criada Saturna que sólo tres carreras pueden seguir las mujeres: o casarse, o el teatro o...: «no quiero nombrar lo otro. Figúreselo». Y Tristana-Concha Morell contesta: «Pues mira tú, de esas tres carreras, únicas de la mujer, la primera me agrada poco; la tercera, menos; la de en medio la seguiría yo si tuviera facultades; pero me parece que no las tengo».

El 16 de enero de 1892, Galdós asistió en el teatro de la Comedia al estreno de Felipe Derblay (adaptación de Le Maître des forges de Ohnet) y ve actuar a María Guerrero que tiene 24 años. Galdós confiesa que «la voz, el gesto, la prestancia de la actriz me encantaron». Unos días más tarde en el ensayo de El obstáculo de Daudet confiesa Galdós que «me fijé en su tez morena y descolorida; fíjeme asimismo en su limpia pronunciación...». María pidió a Emilio Mario que la presentara a Galdós que afirma «advertí en ella otra cualidad preeminente: la memoria» y que poseía un extraordinario talento artístico. Don Benito encuentra en María Guerrero la equidistancia de los dos caracteres femeninos que le han encaminado al psicologismo teatral. El carácter independiente y dominante de Emilia Pardo Bazán y el dependiente y neurótico de Concha Morell. Pero las relaciones de María Guerrero y Galdós tuvieron sus altibajos. Primero, la devoción de María hacia Galdós, después un desencanto cuando María se independiza del director teatral Emilio Mario y forma compañía aparte con su padre. Y el alejamiento aumenta cuando María Guerrero se casa con Fernando Díaz de Mendoza en 1896 y sólo queda una simple relación profesional con Don Benito19.

El 30 de julio de 1892 Concha dejó la compañía de Antonio Vico en Galicia deprimida porque creía que estaba embarazada. Pero vuelve a escribir a Galdós un sábado:

No quiero escribir más, estoy enferma y triste. [...] E pur si muove. Te digo que sí, hombre, se mueve una cosa en mi barriga que está cada vez más grande. ¿Qué será? ¿Un niño? [...] ¿Qué será esto que dentro de mí crece y se agita? Será o no será la solitaria. Ojirris, hombre, por Dios, dime qué es esto, ¿no ves que me muero de miedo?



El desenlace no se conoce, pero lo más lógico es que Concha abortara voluntariamente o que tuvo un aborto espontáneo20. A todo esto Galdós sigue preocupado por el trabajo como actriz de Concha Morell. Así el 3 de febrero de 1893 Antonio Vico estrena en el Teatro Español Gerona, el episodio galdosiano de 1874 adaptado al teatro, que la crítica calificó como un rotundo fracaso. Es el primero de los tres fracasos estridentes que Galdós llega a tener en su producción teatral. Pero Galdós consigue que Antonio Vico la contrate como actriz secundaria durante la primavera-verano de este año. No obstante esta relación fue borrascosa por los celos y la dificultad de los encuentros ya que Concha Morell viajaba continuamente por su trabajo teatral. Por su parte Emilia no quiere dejar el cariño de Galdós y escribe a Galdós que se encuentra en Santander:

Ontaneda, 26 de junio, 1894. Epístola de Lidia á Horacio, sobre el tema 'Eheu! fugaces...'

Mi caro Venusino: estoy en estos baños por prescripción del arte de Esculapio, [...] Los montañeses que ya conozco por aquí suponen [...] que no omitiré visitar su palacete de V. (villa Venusina). [...] Pero, cher Horace, [...] antes de poner por obra mi propósito, quiero enterarme de las disposiciones con que V. lo recibirá, y de si ve V. en él el más leve motivo de contrariedad por cualquier concepto, en cuyo caso yo declaro que renuncio a él, y que haré de modo que, sin extrañeza de nadie, no se realice. [...] En plata, si V. no me contesta y no se adelanta a visitarme en Santander, yo me abstendré de ir al palacete. Si V. no me contesta entenderé que Lidia no debe hacerse presente á Horacio... y sufficit. Proceda V. con absoluta libertad y según sus propósitos y deseos. Ya sabe V. que de todos modos le quiere mucho y no le admira menos, Lydia-Porcia.

P. S.: Estoy aquí hasta el sábado, día en que salgo para Santander, y dormiré en el Hotel del Muelle. El domingo por la tarde salgo para Santillana.



Pero Horacio y Lidia simplemente se reunieron como amigos. Galdós ya no es el amigo-amado con el que ella había imaginado una imposible unión entre iguales. Emilia Pardo Bazán le escribe reiteradamente instando el retorno a la intimidad perdida «ya sea en el asilo, sea en Palma Strasses (sic. Pero Galdós está ocupado en su relación con Lorenza Cobián y fascinado por María Guerrero. De vez en cuando ve a Concha Morell y tiene una larga correspondencia con ella. Sin embargo, le preocupa su carácter neurótico. Por esto, aunque le causó un gran disgusto, no le extrañó que Concha Morell se convirtiera en 1897 al judaísmo en la sinagoga de Bayona (Francia). Se le impuso el nombre de Ruth y, aunque Galdós apenas la veía ya, se inspiró en ella para realizar Misericordia2122. Más tarde se reconciliaron y viajaron juntos a París, Navarra y País Vasco. Cuando regresaron Concha permaneció en Santander y en el verano de 1898 estaba alojada en un hotelito del suburbio del Astillero. Pero tras ese viaje la relación de la pareja marcha a su ocaso. Galdós no desea contacto alguno con Concha Morell aunque sigue enviándole algún dinero.

Es atractivo dejar ver la admiración platónica, acaso el amor, que se transparenta a través de las cartas escritas por una oculta María D. M. a Galdós. María nunca quiso dejar ver su identidad y, por temor a su familia, oculta la relación con Galdós. En las cartas jamás puso María la dirección exacta sino la de la oficina de Correos en París y, posteriormente en Méjico, iban dirigidas a su cura confesor. Desde la primera carta, París 17 de junio de 1890, muestra su interés en que Galdós publique su obra Rubita. El día 7 de noviembre de ese año escribe a Galdós que saldrá con su familia de París el día 14 y que pasarán por Santander donde caminará delante de la villa de San Quintín para verle pero sin que él la vea. Al llegar a Cuba le escribe el 28 de diciembre de 1890 y le dice a Galdós que, cuando él visitó el barco de vapor, la vio allí en Santander. Más tarde, el 23 de marzo de 1892, Galdós recibe en otra carta suya la sorpresa de que está escrita en papel timbrado en el que va impreso «Correspondencia particular del oficial mayor del Ministerio de Fomento». Don Benito se entera así quién es María. Pero María D. M. le explica que él se equivoca, que escribe en un papel de un pariente. Pasan dos años y Galdós no contesta las cartas de María, entonces Galdós en 1894 le pide una fotografía y se compromete a enviarle otra suya, y María le escribe: «Vd. es diferente, pero un poquitillo mundano, ¿verdad?». Galdós le escribe por última vez a de mediados de 1901 y dice que es insoportable seguir con esta amistad incógnita aunque él ya sabe su nombre y dice que la conoce. Pero María, aun sin recibir respuesta, le sigue escribiendo hasta 1905. Corina Alonso afirma que el paralelismo entre María y la obra Mariucha es asombroso23.

Algo atemorizado después del escándalo de Electra, y pienso también que debido a su grave enfermedad, Galdós a lo largo del año 1901 no escribió otras novelas y se apartó de los ambientes teatrales y las tertulias del Café Suizo. Pero en este año alcanzó más popularidad en el Madrid de los barrios bajos. Arrastrando un poco los pies recorría golpeando con el bastón las calles más reviejas de Madrid. También quiso alejarse de Concha Morell y realmente la había abandonado. Así se deduce de la carta del 16 de marzo de 1902 escrita por Juan B. Sitges a Narcís Oller Moragas en la que le da noticias de Concha Morell24. Concha le había escrito a principios de enero a Juan B. Sitges que: «Aquello se acabó. Él estaba harto de mí, hacía todo lo posible para que yo lo comprendiese y lo dejara en paz. Yo lo comprendía; pero él era para mí todo en el mundo. Él era para mí el único, le había entregado mi alma y mi vida y él me abandona y me desprecia; qué tengo que hacer en este atómico (sic) mundo?».

Desde París, donde Don Benito ha acudido para asuntos editoriales, acompañado y reconciliado una vez más con Concha Morell, se refiere a los enfados de su familia porque Concha intenta visitarle en San Quintín. En la carta dirigida a su amigo José de Cubas dice:

[...] V. y Rodulfo será la garantía que debo dar a mi familia de que pongo fin para siempre a estas, que no sé si llamar aventuras, y necesito esa garantía porque mi familia no cree de mis buenos propósitos...



Sigue Galdós afirmando en la carta que escribirá a su sobrino José Hermenegildo que es la ruptura definitiva con Concha Morell y que el sobrino «tendrá buen cuidado» en hacer llegar a las manos de Concha. Por otro lado José de Cubas visitará a Concha para hacerla ver que tenía que dejar de importunar a su amigo. Pero Concha enferma de tuberculosis, necesitada de cariño y de lo necesario para vivir, decide recluirse en Monte, Santander. Unos días antes del nueve de abril, que se estrena de Alma y vida, Galdós recibió una grave ofensa del rencoroso Luis Bonafoux que este justificaba por haberle quitado su acta de diputado por Puerto Rico. Bonafoux publicó el 5 de abril un artículo en El Heraldo de París, con el título «El anticlericalismo de Galdós o la Concha Ruth Morell» que decía: «el Sr. Pérez Galdós [...] sedujo a la señorita doña Concepción Ruth Morell y la hizo su querida durante muchos años, en pago de lo cual la ha abandonado, siendo la última etapa del concubinato un hotel de la rue Cambon, en donde vivió con ella, bien que en cuartos separados, porque este hipocritón mira mucho el qué dirán». Cuando Don Benito se enteró tuvo un disgusto enorme. Recordemos que el doctor Marañón llegó a escribir que Galdós en sus choques con la realidad «hartos se los buscaba el escritor fuera de casa»25.

Don Benito tuvo muchas amantes y muchos amores26. Corrían rumores, se hacían comentarios, pero siempre procuró camuflar su vida íntima. Estos inciertos, vagos y seguramente exagerados rumores incluían a la escritora Carmen de Burgos (Colombine) pero la estrecha amistad que tuvo con el poeta canario modernista Tomás Morales lo desdice; la actriz Carmen Cobeña; la poetisa y narradora Sofía Casanova que estrenó en el teatro Español su comedia La Madeja bajo la dirección artística de Galdós; la actriz Anna Judic; la cantante Marcella Sembrich; la artista Elisa Cobun a la que Galdós consideró una gran artista; Concha Linaje e, incluso, la exiliada reina Isabel II a la que en París visitaba pero sólo por respeto y simpatía a su figura. También se comentaba que, cuando rompía sus muchos amores con las modistillas, les regalaba una máquina de coser para dejarles garantizado un medio de vida con su trabajo y fueran independientes como modistas.

Al llegar 1905 Galdós sufre una hemiplejía transitoria. Su situación amorosa también sufre conmociones. Un año más tarde Concha Morell, que padecía diabetes, falleció en Monte, Santander, el día 22 de abril 1906 a causa de la tuberculosis. Tenía Concha cuarenta y un años. El cadáver fue puesto en un ataúd muy pobre y transportado en un carro de bueyes de doña Consuelo Rivera, «la Churumela», que era la dueña del cuarto alquilado a Concha Morell27. Tres meses más tarde, el 26 de julio de 1906, El Cantábrico de la capital montañesa dio cuenta del «Suicidio de una loca» que se ahorcó con un pañuelo que llevaba al cuello y que ató a los barrotes de la ventana del calabozo del Gobierno Civil de Madrid. Era Lorenza Cobián que había sido detenida por intentar arrojarse sobre la vía al paso del tren. Bajo una profunda impresión Galdós escribió inmediatamente a Dolores -la hermana de Lorenza- y a su hija María:

31 de julio de 1906.

Estimada Dolores: la desgracia de su pobre hermana, [...] me obliga a suplicar a Vd. que se encargue de acompañar constantemente a María, que aunque es de buen natural, tiene el genio demasiado vivo y necesita tener a su lado a una mujer de su familia. Nadie para el caso como Vd. [...]. Antes ha de hacerse María un trajecito de luto. Ya sabrá Vd. que tengo una afección a la vista, para la cual han de hacerme una operación, [...] Espero que Vd. Dolores hará que María me obedezca, y de Vd. espero que será su segunda madre. [...] Suyo afmo. Don Benito.



También escribe a su hija María, que tiene quince años:

Santander 31 de julio, 1906.

Querida María: recibí ayer tu carta del 29 en la que veo confirmada la terrible desgracia. [...]. Ya sabes que tu pobre mamá venía hace tiempo atacada de delirio persecutorio; ya le dije que esto era una enfermedad. [...]. Ahora, estás más obligada que nunca a una obediencia ciega a cuanto yo te mande. En ello te va el porvenir. Yo no te mandaré nada que no sea para tu bien. [...] Tengo que mirar por ti y lo primero es contar con que me obedecerás en todo absolutamente. Te quiere mucho y te mando muchos cariños tu papá, B.



De modo sorprendente aparece después el verano de 1906 la relación de intimidad con la actriz Concha Catalá, que trabajó en la compañía de Rosario Pino28. Existen ocho cartas de amor a una «Conchita», «Chita, mi dulce cariño», «Adorada Chita», «Queridísima Concha», que corresponden a Galdós con sesenta y tres años dirigidas a una mujer de veinticinco años, a la que primero promete una luna de miel y a la que sigue una intimidad amorosa. En la última carta usa otros calificativos y la encabeza así: «Mi amada Chita, Chata, Chota» con escritura de grandes dimensiones y torpeza de trazos y la firma: «tu pobrecito cegato maridé». En las últimas adopta un tono de burla de sí mismo cuando, para referirse a sus dolencias de la vista, se llama cegato y firma «gato» o «cegato Maridé». Don Benito este año había sido diagnosticado por el doctor Manuel Márquez de cataratas que necesitaban una inmediata intervención.

En la vida de Don Benito aparece a finales de 1906 Teodosia Gandarias Landete. Residía en el paseo de Santa Engracia, 53, en Madrid. Teodosia es natural de Guernica, tiene cuarenta y cuatro años y es viuda sin hijos. Teodosia despertó en Galdós un gran amor que cierra los años turbulentos con Concha Morell. La correspondencia de Galdós dirigida a Teodosia es un diario de su vida, de sus trabajos, de sus enfermedades, de su ceguera y de sus sufrimientos. Teodosia es una mujer culta, con vocación educativa y se convierte en consejera a la que da a leer sus guiones, manuscritos y pruebas29. A Teodosia la vemos reflejada también en las obras galdosianas como Cinthia-Pascuala de El Caballero encantado, la educadora Athenaida de La razón de la sinrazón y Floriana de La primera república. En una de sus primeras cartas dice:

20 de Dic. (1906)

Adoradísima Teodosia:

Ya ves qué día tenemos. Llueve, hiela, las calles intransitables. ¡No puedo salir, mi familia no me deja! Mañana iré, pase lo que pase. La Tilina me echará de menos. Mañana veremos juntos el gramófono. ¡Ay, ay! Tu caballero fidelísimo, Benito.



Don Benito recibe con júbilo en Santander el 21 de julio de 1907 la noticia que le da Teodosia:

Incomparable Teo vaporosa, preciosa y ahora por nuevos títulos esplendorosa: creo que debemos esperar algún tiempo antes de dar franca entrada en nuestros corazones a la alegría del suceso, que aún no es suceso sino síntoma, indicio, pensamiento. [...] ¿Con que tendremos canario de alcoba? Así sea. [...] Millares de besos te manda el hacedor de... millares de caricias de tu B.



Pero el hijo no nació, fue una falsa alarma. Teodosia fue el último gran amor de Galdós. Animado por Teodosia y aconsejado por el doctor Enrique Diego Madrazo, su gran amigo y médico en Santander, decide operarse de las cataratas tal como lo cuenta el 22 julio 1909:

Adoradísima Teo: [...] Hoy me ha dicho Madrazo que ya debo hacer la operación. Me quitaré, pues, estas telarañas en el próximo invierno, y adelante.



Por desgracia a final de 1913 Galdós estaba totalmente ciego, a pesar de las operaciones realizadas por el profesor Manuel Márquez, y ya siempre se le veía acompañado de su lazarillo que en ocasiones era Pablo Nougués o, con más frecuencia, Victoriano Moreno o Paco Menéndez30.

En el verano de 1914 tiene lugar en Santander el primer encuentro de Margarita con Galdós. Enternecedora es la amistad de Galdós y Margarita Xirgu. Después, en Madrid, volvió a ver a Galdós: «Yo iba con frecuencia a verle -dice ella- y me incorporé a su tertulia. Él tomaba mi mano, la retenía mucho tiempo entre las suyas, acariciando mis dedos, en silencio [...] porque el hablaba muy poco o nada». Por otra parte, don Benito seguía con la tertulia acostumbrada en su casa aún en los últimos años. A primera hora de la tarde el gigante ciego, seguía recibiendo a los amigos. Si coincidían alguna vez Margarita Xirgu, que tiene veintinueve años, y Margarita Nelken, de veinte años, Galdós exclamaba que «ya están aquí mis dos margaritas y ha entrado la primavera». Aún Galdós con setenta y tres años, enfermo y ciego, luchó por seguir con las tertulias en su casa y no quería abandonar su trabajo ni sus paseos. Y realizaba misteriosas salidas con su guía Victoriano Moreno a través del distrito de Pozas o hacia la Puerta del Sol y sudeste de los Barrios Bajos pero los comprensivos madrileños respetaron sus secretos31.

El amor de Teodosia, como señala Alfonso Armas, fue tan fiel que hasta en la fecha de su muerte quiso estar cerca de Don Benito. Doña Teodosia falleció en Madrid el 31 de diciembre de 1919. Galdós muere el 4 de enero de 1920. Años más tarde la escritora y pintora Margarita Nelken escribió en «El aniversario de Galdós/intimidades y recuerdos», publicado en El Sol del 4 de enero de 1923, que a Galdós le gustaba tener cerca a «mujeres jóvenes que pusieran risas y se ponía más achacoso para que le mimásemos más».

Sabemos por Marañón que don Benito no se casó por el amor que tuvo a su madre y a sus hermanas. A pesar de esta afirmación cierta tenemos que añadir que existen otras razones. Su frustrado noviazgo juvenil con Sisita; el fracaso al intentar una relación seria con Juanita Lund que prefirió el amor del doctor Aniceto Achúcarro; el cariño y esmero de sus hermanas especialmente de Carmen; los problemas graves planteados con amantes que él no supo resolver; su desencanto sobre el matrimonio que le hizo dudar en la creación de una familia y, también, por su dedicación plena como escritor. Algunos galdosistas han creído ver un exceso de presencia erótica desde la infancia de Galdós32. Es complicado encontrar en sus relaciones amorosas la realidad que sea compatible con el máximo respeto a su figura y con la reserva que alrededor de él levantaron sus amigos.

Finalmente, como explicación de sus cataratas y problemas neurológicos y cardiovasculares, pienso que don Benito padecía sífilis terciaria manifestada por «neurosífilis tabética y sífilis ocular»33 que fue la causa de su ceguera (la uveítis produjo las cataratas y la ceguera) y, además, arterioloesclerosis con nefrosclerosis e hipertensión34. Con estas páginas hemos querido trazar un perfil de la vida íntima de Galdós que él, desmemoriado o entre sombras, siempre quiso ocultar como le insinuó a Leopoldo Alas Clarín: «Como usted ve, nada de esto merece que se le cuente al público; se lo digo por carecer de otras noticias de más valor, o porque las de verdadero interés son de un carácter privado y reservado, al menos por ahora y en algún tiempo».





 
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