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241

En «El fuego cruel», poema que lleva el mismo título que el libro III de Memorial de Isla Negra, págs. 557-558.

El dolor de la ausencia queda asimismo reflejado, por ejemplo, en «¡Ay! Mi ciudad perdida»: «Me gustaba Madrid y ya no puedo / verlo, no más, ya nunca más, amarga / es la desesperada certidumbre / como de haberse muerto uno también al tiempo / que morían los míos, como si se me hubiera / ido a la tumba la mitad del alma, / y allí yaciere entre llanuras secas, / prisiones y presidios, / aquel tiempo anterior cuando aún no tenía / sangre la flor, coágulos la luna. / Me gustaba Madrid por arrabales, / por calles que caían a Castilla [...] / mientras enderezaba mi vaga dirección / hacia Cuatro Caminos, al número 3 / de la calle Wellintonia / en donde me esperaba / bajo dos ojos con chispas azules / la sonrisa que nunca he vuelto a ver / en el rostro / -plenilunio rosado- / de Vicente Aleixandre / que dejé allí a vivir con sus ausentes» (págs. 563-564). (N. del A.)

 

242

II, págs. 559-560. (N. del A.)

 

243

En «Mucho tiempo transcurre», II, pág. 560. (N. del A.)

 

244

I, pág. 264. El subrayado es mío. (N. del A.)

 

245

II, pág. 564. En sus memorias hay asimismo varios pasajes que corroboran estas afirmaciones. Cfr., p. ej., págs. 170 y 191 de Confieso que he vivido, op. cit. («Y de ese modo la guerra de España, que cambió mi poesía, comenzó para mí con la desaparición de un poeta»; «Aunque el carnet militante lo recibí mucho más tarde en Chile, cuando ingresé oficialmente al partido, creo haberme definido ante mí mismo como un comunista durante la guerra de España. Muchas cosas contribuyeron a mi profunda convicción»). (N. del A.)

 

246

«Federico García Lorca», en Para nacer he nacido, op. cit., págs. 68-73. Aquí pág. 73. El subrayado es mío. (N. del A.)

 

247

«Mientras esas bandas pululaban por la noche ciega de Madrid, los comunistas eran la única fuerza organizada que creaba un ejército para enfrentarlo a los italianos, a los alemanes, a los moros y a los falangistas. Y eran, al mismo tiempo, la fuerza moral que mantenía la resistencia y la lucha antifascista. Sencillamente: había que elegir un camino. Eso fue lo que yo hice en aquellos días y nunca he tenido que arrepentirme de una decisión tomada entre las tinieblas y la esperanza de aquella época trágica» (Confieso que he vivido, op. cit., págs. 192-193). (N. del A.)

 

248

Cito un único ejemplo, en clara discrepancia con las afirmaciones arriba reproducidas (nota 15): «En cuanto al realismo debo decir, porque no me conviene hacerlo, que detesto el realismo cuando se trata de la poesía. Es más, la poesía no tiene por qué ser sobrerrealista o subrealista, pero puede ser antirrealista. Esto último con toda la razón, con toda la sinrazón, es decir, con toda la poesía» (Confieso que he vivido, op. cit., pág. 401). (N. del A.)

 

249

El poema fue publicado anónimo a petición del propio Neruda, entonces todavía diplomático, aunque precedido de la nota siguiente: «Este poema se debe a la pluma de un gran poeta cuyo nombre la Redacción de EL MONO AZUL estima oportuno no dar por el momento» (El Mono Azul, núm. 5, jueves 24 de septiembre de 1936, pág. 3). (N. del A.)

 

250

Para más detalles, cfr. Manuel Aznar Soler y Luis Mario Schneider (eds.), II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1937). Volumen III. Ponencias, documentos y testimonios, Barcelona, Laia, 1979. (N. del A.)