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Los poemas que tras haber perdido el título aparecen con números romanos son: Soledades: VI «Fue una tarde...», VIII «Yo escucho los cantos...», XVI «Siempre fugitiva y siempre...», XVII «Horizonte, En una tarde clara...». Canciones y coplas: I «Abril florecía...», IV «Me dijo una tarde de la primavera...», V «La vida hoy tiene ritmo...», VI «Era una mañana y Abril sonreía...», VII «El caso roido y verdoso», VIII «El sueño bajo el sol...». (N. del A.)

 

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Me refiero a los poemas que en 1903 se titulaban Tarde, Los cantos de los niños, Canción, Mai Piu, Ocaso. (N. del A.)

 

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Esta sección está compuesta por un Preludio más dieciséis poema numerados con números romanos. Los poemas de todas las demás secciones llevan título. (N. del A.)

 

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En la edición de 1903 la palabra «galería» aparece una sola vez en un poema que en la edición de 1907 es suprimido. En cambio, en esta misma edición aparece una sección entera titulada Galerías, donde se repite este concepto seis veces en seis poemas distintos pero siempre se refiere a las galerías del alma o del recuerdo, como en la edición de 1903. (N. del A.)

 

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La amplitud del tema me ha forzado a elegir sólo algunas etapas clave de este recorrido histórico, aunque me he detenido más en la primera y en la última. Asimismo, he de confesar en seguida que he seguido principalmente la tradición naturalista o, digamos, fisio-psicológica, o sea, apenas me he adentrado en el terreno de las chimerae y otras derivaciones en mayor o menor medida fantásticas (neoplatonismo, filosofía oculta, magia y cábala, misterios órficos, hermetismo, teología poética...), salvo algún caso concreto (Llull, Ficino, Pico...). También quiero indicar que he procurado reducir las notas y demás aportaciones documentales y eruditas a la mínima expresión, ya que la mayor parte de conceptos y ejemplos expuestos son harto conocidos. (N. del A.)

 

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De hecho, en el Filebo (38b-39c) pone en entredicho el proceso entero de aprehensión y representación imaginaria mediante una descripción vivísima: alguien ve de lejos una estatua grosera (sensación), se interroga sobre ella (opinión) y se imagina ver a un hombre (Véanse, simplemente, Starobinski 1974, pp. 137-140 y Ross 1986, pp. 145-165). (N. del A.)

 

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Ibíd., 402 b-403 a. «Las percepciones que aportan los cinco sentidos son, en primer lugar, tratadas y elaboradas por la facultad de la imaginación, y son las imágenes así formadas las que constituyen el material de la facultad intelectual» (Yates 1974, pág. 48). (N. del A.)

 

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Agamben 1977, pág. 89; puede completarse, entre otros, con las definiciones de los estoicos que poco menos que exhaustivamente ofrece Pigeaud 1983, en especial, la diferenciación entre phantasia, phantaston y phantasticon (pág. 25). Como he dicho arriba (nota 1), me centraré especialmente en la concepción naturalista, o sea, en su mediación cognoscitiva entre la sensación y el intelecto. (N. del A.)

 

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Baste ver los trabajos de Avicena, Averroes y toda la tradición consiguiente que explican el proceso de denudatio, o sea, la progresiva liberación de los accidentes materiales de la imagen hasta sublimarla conceptualmente o utilizarla artística, poéticamente. Sin estas premisas teóricas no se puede explicar la mayor parte de la gran poesía medieval (la trovadoresca, el dolce stil nouvo...) y sus derivaciones hasta el XVII. Véase, por ejemplo, el Canon (I, fen. i, doc. vi, cap. 5) de Avicena, donde se explica el preceso de purificación o despojamiento del fantasma, de la imagen, desde el sensus communis hasta la facultad humana rationalis, pasanto por la virtus imaginativa, virtus cogitativa, virtus aestimativa y la conservativa et memorialis; de estas cinco facultades, los médicos y filósofos posteriores (en tanto que unifican el sensus con phantasia y omiten la aestimativa) sólo reconocen tres, pero confirman el proceso, que se ha cumplido entero cuando el alma racional puede ser informada por el fantasma completamente puro: en el acto de intelección o contemplación la forma ya está desnuda. En general, puede consultarse Ruth Harvey 1976, págs. 21-30 y passim. (N. del A.)

 

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La noción de vinculus la desarrolla, más tarde Pico della Mirandola, a partir de Aristóteles, De Coelo, 289; del Ps. Aristóteles, De spiritu, I, 481, y de Plotino, Ennéadas, IV, iv, 45: «Verum inter terrenum corpus es caelestem animi substantiam opus fuit medio vinculo, quod tan distantes naturas invicem copularet; huic muneri delegatum illud tenue et spiritale corpusculum, quod et medici et philosophi spiritum vocant» (Pico 1942, pág. 270). (N. del A.)