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ArribaAbajo La poesía de Eugenio de Nora

Amaro Soladana Carro, La poesía de Eugenio de Nora (Ensayo de crítica objetiva), León, Institución «Fray Bernardino de Sahagún», Excma. Diputación de León (CSIC), 1987


Eduardo Larequi


Universidad de Navarra

El presente libro -tesis doctoral de Amaro Soladana- constituye una de las aportaciones más interesantes de los últimos años a la bibliografía sobre la poesía española de postguerra, la cual se ve ahora enriquecida no sólo con una monografía sobre un poeta muy representativo de toda una corriente de la lírica española contemporánea, sino también como un trabajo riguroso y serio cuyos métodos de análisis merecen una detenida atención.

En efecto, ya desde el título que preside el volumen y, de modo más evidente, en la introducción que abre el texto, es perceptible el rigor metodológico del estudio. Soladana se propone analizar la obra poética de E. de Nora a partir de varios principios complementarios -estructuralistas, pragmáticos, crítico-estilísticos y arquetípico-simbólicos- y con la constante e incontrovertible apoyatura de los datos obtenidos mediante un proceso de descripción, cuantificación y clasificación estadística. El análisis está organizado en tres niveles de abstracción progresiva, correspondientes a tres capítulos del libro -«La palabra y el verso», «El mundo imaginario», «La temática o cosmovisión poética»-, lo cual permite al autor progresar desde los aspectos más externos de la poesía noreana a los más esenciales, y fundamentar las conclusiones ofrecidas en éstos con los datos proporcionados por aquéllos.

Antes de comenzar con el análisis propiamente dicho de la poesía noreana, el autor nos ofrece en el primer capítulo -«Datos biográficos y obra»- una biografía   —478→   del escritor leonés que es la más completa hasta la fecha. A continuación describe brevemente su producción poética -Amor prometido (1939-1945), Cantos al destino (1941-1946), Pueblo cautivo (1945-1946), Contemplación del tiempo (1946-1947), Siempre (1948-1951), España, pasión de vida (1945-1950) y Angulares (1955-1964)- situándola en el panorama de la poesía de postguerra, a cuya primera generación pertenece, dentro de una corriente de poesía testimonial y comprometida cuyo núcleo de expansión fue la revista Espadaña.

En el segundo capítulo -«La palabra y el verso»- Soladana aporta el estudio de los aspectos léxico-semántico y métrico de la poesía de Nora. En relación con el primero de dichos aspectos se proponen dos exploraciones convergentes: en primer lugar, el análisis individualizado de los términos léxicos y, a continuación, el estudio globalizado del vocabulario, estructurado en esferas semánticas. Mediante la aplicación del método de análisis cuantitativo-estadístico a la totalidad del corpus poético el autor determina el número de vocablos, sus ocurrencias y su índice de frecuencia. De la comparación de estos datos con los ofrecidos por el Frequency Dictionary of Spanish Words, de Juilland y Chang-Rodríguez, y previa aplicación de las fórmulas estadísticas pertinentes, extrae conclusiones reveladoras: la apreciable riqueza y variedad del léxico del poeta; una insistencia característica en el empleo de sustantivos, síntoma de un estilo nominal que valora la sustantividad de las cosas; la preferencia por ciertas palabras que constituyen claves temáticas o simbólicas; el predominio de sustantivos referentes al mundo interior del poeta, la naturaleza y los productos de la industria humana, de adjetivos que acusan tanto la atención a lo exterior como a la proyección de la percepción lírica interior del poeta o que sugieren alusiones espacio-temporales marcadas por la apertura y la imprecisión, a través de las cuales se remonta desde realidades concretas o anecdóticas a lo abstracto, simbólico o sustancial; la preferencia por verbos intelectivos o de acción interior o aquellos de acción exterior relacionados con las ideas de elevación o violencia; y, finalmente, la escasez de neologismos, consecuencia de la intencionalidad de comunicación verbal abierta del escritor. El léxico característico de la poesía noreana se agrupa, según Soladana, en tres esferas semánticas elementales: lo humano, el entorno de lo humano y lo trascendente-religioso, coincidentes con sus tres constantes temáticas: el hombre, la Naturaleza y la aspiración del hombre a una cierta trascendencia. La esfera de lo humano es la que merece una atención una atención más destacada por parte del poeta, cuya visión de la realidad es claramente antropocéntrica. Soladana destaca el enraizamiento sensorial y la corporeidad de su discurso poético, corporeidad equilibrada y complementada por los lexemas en torno al mundo de la espiritualidad interior, que se caracteriza por el predominio de los aspectos intelectivo y volitivo, los cuales evidencian la preocupación por iluminar y esclarecer la realidad y el carácter voluntarista e inconformista del discurso poético. Todo ello configura, en opinión de Soladana, una poesía muy intensa y de carácter fuertemente dialéctico. Otros elementos constitutivos de esta esfera semántica son el campo de la actividad   —479→   humana, cifrado lexicamente en torno a la idea del hombre como homo faber y creador de arte, y el campo comunitario social, caracterizado por dos aspectos nucleares: el respeto del poeta hacia la organización teórica del vivir comunitario del hombre y la conflictividad que se deriva de la conculcación de la libertad, fundamento esencial de su concepción social. Al analizar la esfera semántica que denomina «el entorno de lo humano» Soladana estudia tres campos léxicos: la naturaleza, el espacio y el tiempo. Indica como rasgo característico de la poesía de Nora el proceso de interiorización de la naturaleza, que es elevada a la esfera de lo simbólico; por otro lado, los sentimientos y pensamientos están saturados de elementalidad, lo cual les proporciona una dimensión cósmica. En cuanto al significado del espacio, Soladana destaca un motivo que subyace a toda la obra: la aspiración a la superación de los límites, el ansia de libertad, la elevación, deseos que chocan contra las limitaciones impuestas por la realidad; por otra parte, la poesía noreana parte de unas coordenadas espacio-temporales concretas que la hacen próxima a la realidad humana y a los problemas de España. El paso del tiempo constituye también otra de las constantes léxicas, a través de la tensión dialéctica entre transitoriedad y duración. La tercera de las esferas semánticas -lo trascendente religioso- se hace presente por la abundancia de referencias a Dios y la idea de una divinidad personal, a menudo no expresa, sino implícita en la connotación o en la insinuación.

En el epígrafe dedicado al estudio de los elementos fónicos, distingue Soladana entre elementos externos del verso y elementos internos. Entre los primeros se encuentran el tipo de versos, el tipo de estrofas y la rima. El análisis de estos tres aspectos muestra la preferencia de Nora por formas métricas poco rigurosas, así como el equilibrio entre lo moderno y lo tradicional y, por otro lado, la fuerza simbolizadora de sus versos, que se ciñen adecuadamente a la variedad de sentimientos y pensamientos expresados por el poeta. Los elementos internos del verso -simbolismo fonético y ritmo- desempeñan también un importante papel en la poesía noreana; el autor destaca la utilización expresiva de la aliteración y la anáfora y pone de manifiesto la maestría del poeta en la utilización simbólica de los ritmos -es decir, su adecuación a los contenidos psíquicos del poema- y en los procedimientos sintácticos y métricos empleados para conseguir tal efecto. En la poesía de Nora predominan los ritmos lentos, expresión de su carácter reflexivo, sereno y equilibrado. El capítulo concluye con un análisis de la estructura de los poemas, que descubre la preferencia del escritor leonés por el interlocutor personal -síntoma del tono confidencial y el carácter proyectivo-comunicativo de su poesía-, el predominio de los textos de elocución considerativa, intimista o reflexiva y la prevalencia de una estructura compositiva que Soladana denomina «arquitectónica», de sólida armazón interna.

El estudio del mundo imaginario de la poesía noreana -objeto del tercer capítulo- está dividido en cuatro etapas. En primer lugar, el autor analiza su configuración simbólica y para ello opta por el método simbólico-antropológico   —480→   de Gilbert Durand, para quien toda representación imaginativa es imitación interiorizada de alguno de los tres grandes gestos dominantes o reflejos primordiales del ser humano: postural, asimilatorio, y copulativo-rítmico. Soladana analiza la configuración de la dominante postural mediante los símbolos en que ésta se manifiesta, relacionados con las ideas de verticalidad-elevación, caída, luz y tinieblas; estudia asimismo la dominante asimilatoria y sus símbolos principales -lo íntimo y lo profundo, lo amoroso y lo cálido y lo bello y lo delicado-; y, por último, pone de manifiesto los símbolos que expresan los ritmos vitales y el paso del tiempo, constituyentes de la dominante copulativo-rítmica. En opinión del autor, la coherencia y la fuerza de la visión noreana de la realidad brotan del entramado simbólico, en el cual se funden la visión personal y el mundo de lo atávico-arquetípico y cuyo sentido último reside en la idea del hombre como ser que, arrancado de estratos elementales, lucha dialécticamente por su autorrealización, limitada por la fugacidad de las cosas y la muerte, impulsada por la belleza, el amor y la lucha en favor de la justicia y la libertad, y animada por la esperanza. En el segundo epígrafe del estudio del mundo imaginario nos ofrece Soladana un análisis detallado de cómo el poeta expresa su visión del universo y su condición humana mediante los símbolos elementales -tierra, fuego, agua y aire- estudiados por Gaston Bachelard. Del análisis del significado de los símbolos relacionados con los cuatro elementos fundamentales extrae Soladana la conclusión de que la hondura y fuerza expresiva de la poesía noreana proceden de la elementalidad del ser y la inserción del hombre en la unidad armónica del universo y son fruto de la unión de sensorialidad intensa e imaginación ensoñadora. El tercer epígrafe de este capítulo estudia la metáfora noreana, analizada desde dos perspectivas convergentes. En primer lugar, una perspectiva «semántica», desde la cual investiga los aspectos de la realidad seleccionados por el poeta como materia de su creación metafórica (los significantes metafóricos) y la sustancia del mundo interior revelada a través de aquélla (los significados metafóricos). El análisis cuantitativo muestra dos grandes campos sobre los que el poeta proyecta su mundo imaginativo: la naturaleza y los objetos artificiales, fruto de la industria humana. Por otro lado, los significados metafóricos pueden agruparse en torno a los tres esquemas básicos propuestos por Durand; aparecen así una serie de arquetipos característicos que funcionan como núcleos de las imágenes metafóricas: la dialéctica elevación-caída, luz-tinieblas, puro-mancillado, los arquetipos de lo íntimo, lo amoroso y lo cálido y, por último, las metáforas relativas al paso del tiempo como historia, evolución, progreso y esperanza. Soladana finaliza el estudio semántico de la metáfora noreana analizando ésta según una tipología que distingue cuatro clases: metáforas sensoriales -con mucho las más numerosas-, afectivas e intelectuales, metáforas visionarias, metáforas tradicionales revitalizadas y metáforas en cadena. La segunda perspectiva del análisis es estético-formal e intenta verificar tanto las estructuras lingüísticas bajo las que presentan las figuraciones metafóricas como su pertinencia poética. El último paso en el estudio del mundo   —481→   imaginario es la consideración de la visión poética, concepto tomado por el autor de Carlos Bousoño y que define como atribución de cualidades o de funciones irreales a un objeto, motivada por el deseo de provocar emociones en el lector. La visión poética se normaliza mediante una serie de recursos expresivos lingüísticos que pertenecen a dos categorías distintas: las desviaciones y las anomalías. Siguiendo a J. A. Martínez, Soladana entiende por desviación el empleo de la lengua en contra de los usos normales. Tras cuantificar los diversos tipos de desviación -adjetivación, determinación, predicación, o complementación imaginativas, contraste (antítesis y paradoja), personificación, sinestesia, hipérbole, sinécdoque, etc.- indica que dichos recursos revelan una voluntad «desautomatizadora» de las trabas de la lengua, dirigida a crear significados que eleven la imaginación del lector al ámbito de la connotación, la evocación y el «contagio sugestivo». Dicha voluntad se expresa asimismo mediante las anomalías, que son estructuras presentes ya en el sistema de la lengua, pero habitualmente desaprovechadas por poco usadas. Entre las más frecuentes e importantes de las utilizadas por Nora destaca Soladana las enumeraciones y acumulaciones, las interrogaciones y exclamaciones, los paréntesis, incisos y puntos suspensivos y, finalmente, las expresiones coloquiales y frases hechas.

En el tercer capítulo -«La temática. Cosmovisión poética de E. de Nora»- Soladana intenta traducir el discurso poético a términos racionales que muestren cómo el poeta contempla, organiza y valora su mundo interior y el cosmos que le rodea. El principio central de la temática noreana es, según el autor, la idea de la vida humana como tensión y desgarro dialéctico entre polos opuestos -el deseo humano de pervivencia, plenitud e infinito, enfrentado continuamente a la plenitud y a la muerte-, de donde derivan la intensidad y fuerza dramática de la expresión poética. El autor distingue tres aspectos fundamentales en la temática noreana. En primer lugar, el tema del hombre y su temática existencial, estructurado en dos momentos perfectamente diferenciados: por un lado, el poeta testimonia la finitud humana, que se revela en los subtemas de la soledad metafísica y aun cósmica y la fugacidad del tiempo y la muerte; por otra, siente que es posible superar esta fatalidad y ello queda evidenciado en la importancia y extensión de otros subtemas, como la trascendencia -a menudo expresada como duda o perplejidad-, el amor -presencia constante que crea un clima de gran intensidad a lo largo de su poesía-, la belleza, la verdad y la libertad -entendidas como meta que debe alcanzarse a través de un arduo proceso- y, finalmente, la esperanza, no gratuita, sino fundada en el esfuerzo y la lucha constantes. En segundo lugar, Soladana estudia la problemática social de la poesía noreana; destaca la íntima relación entre visión estética y dimensión ética del poeta y señala que su interés por los problemas comunitarios es también una forma de enfrentarse a la transitoriedad, la finitud y la muerte. Por otro lado, la preocupación social del poeta adquiere un frecuente tono patriótico, caracterizado por el rechazo de la visión inmovilista del pasado histórico, el testimonio de un presente caracterizado por la falta de libertad y la violencia   —482→   cainita y la esperanza en un futuro mejor, asentado en la vitalidad del pueblo. Para terminar el capítulo sobre la temática de Nora; Soladana estudia la función de la poesía y la misión del poeta tal como éste las entiende; los cuatro aspectos que sintetizan esta «metapoética» son: la idea de la poesía como fuente de conocimiento y razón de esperanza; el convencimiento de que la poesía ha de arrancar de la realidad, la cual, a su vez, ha de ser transformada por la interioridad del poeta; la necesidad de un revestimiento estético-formal de la palabra, consecuencia de ese proceso de elaboración interna; y, por último, una actitud vigilante del poeta, que constantemente se pregunta por la eficacia real de su palabra.

Al juzgar el presente libro debe señalarse la novedad que supone, dentro del panorama de los estudios sobre poesía española, la combinación de dos métodos muy distintos, pero convergentes en sus fines -el cuantitativo-estadístico y el simbólico-antropológico de Durand- en el estudio de la totalidad de la obra de un poeta. Sería muy interesante comprobar la eficacia de ambos métodos en el análisis de discursos poéticos más irracionales o herméticos que el de Eugenio de Nora, cuya declarada voluntad de practicar una dicción poética abierta ha facilitado, sin duda, la labor de Soladana. Por otro lado, hay que destacar la minuciosidad y el rigor que presiden todos los niveles del análisis. No obstante, y tal vez a causa precisamente del método elegido y de la estructura del estudio, éste resulta con cierta frecuencia repetitivo y mecanicista. Por último, quiero llamar la atención del autor y de los responsables de la edición sobre las abundantes erratas. En cualquier caso, creo que estos defectos no menguan el valor de un trabajo imprescindible para el conocimiento de la poesía española contemporánea.