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Mientras que la voluntad se expresa en estado puro en el coito, la concepción implica la entrada de la voluntad en la luz del conocimiento reflexivo, reapareciendo así la posibilidad de redención de la irracionalidad voluntariosa; según afirma en El legado manuscrito, III, «Esto nos hace ver que en cierto sentido el embarazo trae consigo, o al menos promete, una cancelación de la deuda contraída por el coito. El coito porta toda la vergüenza y toda la ignominia; y el embarazo, tan hermanado con él, permanece puro e inocente e incluso se vuelve honorable en cierta medida» (Schopenhauer, 1995, pp. 32-3).

 

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En realidad, La voluntad es, toda ella, una novela que debe leerse al trasluz de la filosofía schopenhaueriana, si bien no es una ejemplificación de la misma, sino el tablero donde ésta se expone junto a otras corrientes, a veces en oposición o en confusión con ellas (Krause, 1948). En la técnica descriptiva y retratística de J. Martínez Ruiz cobra singular relieve la caracterización que hace del despacho de Yuste (I, 3, primer párrafo). Yuste es el magister que, en esta novela formativa, cumple la tarea de moldear espiritualmente al personaje protagonista, Azorín. Antes de presentar al propio Yuste, quien se halla paseando por la estancia y discurriendo en voz alta ante el silente Azorín, el autor ha querido dejar clara la nuclearidad de la filosofía de Schopenhauer: «El despacho es una anchurosa pieza de blancas paredes y bermejas vigas en el techo. Llenan los estantes de oloroso alerce libros, muchos libros, infinitos libros -libros en amarillo pergamino, libros pardos de jaspeada piel y encerados cantos rojos, enormes infolios de sonadoras hojas, diminutas ediciones de elzevirianos tipos-. En un ángulo, casi perdidos en la sombra, tres gruesos volúmenes que resaltan en azulada mancha llevan en el torno: Schopenhauer» (p. 76).

 

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En el apartado «Sinología» de Sobre la voluntad en la naturaleza (Schopenhauer, 1979), al referirse a las religiones más importantes de China, el filósofo alude al eurocentrismo con que tales creencias son contempladas. Sorprende en ellas la vida armónica que llevan entre sí, aunque finalmente estén todas subordinadas al budismo, religión «a la que, tanto a causa de su interna excelencia y verdad, como por el predominante número de sus fieles, hay que considerar como la principal en la tierra» (p. 186). Respecto al citado eurocentrismo, señala Schopenhauer: «Los europeos que se ocupan en adquirir noticias acerca del estado religioso de China parten para ello, como es ordinario y lo han hecho antes, en análogas circunstancias, los griegos y romanos, del punto de contacto de aquéllas con sus propias creencias nativas. Y como quiera que, según su modo de pensar, el concepto de la religión se identifica con el de teísmo, o por lo menos han crecido tan juntos que no sabe separarlos, y como quiera, además, que antes de haberse obtenido exacto conocimiento del Asia se había difundido en Europa, para el fin del argumento consensu gentium, la falsa opinión de que todos los pueblos de la tierra reverencian a un solo Dios, o por lo menos a un Dios supremo y creador, y como se hallaron en un país en que vieron templos, sacerdotes, claustros en abundancia y usos religiosos en frecuente ejercicio, concluyeron, sobre la base de su prejuicio, que había que encontrar allí teísmo, si bien en forma extraña» (pp. 187-8).

 

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En El mundo como voluntad y representación (libro IV, parágrafo 63) cita Schopenhauer los dos versos calderonianos de La vida es sueño a los que se refiere Iturrioz («pues el delito mayor / del hombre es haber nacido»); un delito, señala el filósofo, que se castiga con la muerte.

 

75

Vid. J. Quesada (1988).

 

76

Á. Ganivet, Obras Completas, II, Madrid, Aguilar, 1943, p. 907. [Todas las citas irán por esta edición y, como es lógico se obviará la nota].

 

77

J. Francés, «Epistolario, por Ángel Ganivet», La Lectura 3 (1904) 448-453.

 

78

J. Casalduero, «Descripción del problema de la muerte en Ángel Ganivet», Bulletin Hispanique 33 (1931) 214-246.

 

79

D. King Arjona. «La voluntad and abulia in Contemporary Spanish Ideology», Revue Hispanique 74 (1928) 573-671.

 

80

A. Espina. Ganivet. El hombre y la obra, Madrid; Espasa-Calpe, 1972.