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ArribaAbajo Los Besos de Juan Segundo (traducción española, inédita, de Juan Gualberto González)

Victoriano Punzano


Biblioteca Menéndez Pelayo, Santander



ArribaAbajoEl manuscrito

Joannis Secvndi / Poetae Haigiensis / Basia 19. / Los 19 Besos de Jvan Segvndo / Poeta Holandés. / Bruselas 1833. Así reza la portada de un manuscrito encontrado recientemente en la Biblioteca de Menéndez Pelayo de Santander. Su letra es de la segunda mitad del siglo XIX; tiene 1 hoja y 82 páginas, de 210 x 155 y caja de escritura variable. Su contenido es: I. Noticias de la vida y escritos de Juan Segundo, pp. 1-9; II. El texto latino de los Besos en una página, y la traducción española en la otra, pp. 10-78; III. Finalmente, sendas versiones de los besos 1.º y 3.º, y variantes de otros, pp. 79-82.




ArribaAbajoEl traductor

Por ninguna parte del manuscrito aparece el nombre del traductor; sin embargo, no fue difícil averiguar su identidad. En la Biblioteca de Traductores Españoles, II, p. 153, edición nacional, de Marcelino Menéndez Pelayo, encontramos la respuesta dentro del apartado dedicado a Juan Gualberto González, noticia   —366→   que, a su vez, él toma del Cathalogus librorum del Marqués de Morante, VIII, pp. 482-93, quien también en un folleto titulado Biografía de Juan Segundo, p. 16, afirma: «Nuestro sabio D. Juan Gualberto González, hablando de los Besos de Juan Segundo, en un manuscrito suyo inédito que poseemos».




ArribaAbajo El texto

El Marqués de Morante dio a conocer del manuscrito de Juan G. González solamente parte del prólogo y la traducción de los besos 1.º, en dos versiones, 6.º, 7.º y 13.º; este último Menéndez Pelayo dice ser el 12.º. A la vista del texto, que Gómez de la Cortina nos facilita en su Biografía de Juan Segundo, lo primero que se aprecia es que no es coincidente con el que nosotros presentamos. Las variantes entre ambos textos nos parecen suficientemente significativas como para ofrecer algunas muestras, aunque, por lo limitado del espacio de un artículo, transcribiremos únicamente las del prólogo dejando para el pie de página la indicación de las correspondientes a la traducción.

Gómez de la Cortina omite los tres primeros párrafos de la «Noticia y escritos de Juan Segundo», comenzando en el cuarto:

Gómez de la Cortina

Nuestro manuscrito

Entre sus producciones obtienen la preferencia los XIX Besos. El autor de la Biblioteca de un hombre de gusto los califica diciendo que son como los primeros ímpetus de una alma llena de ternura, voluptuosa y apasionada. En efecto, sus imágenes son naturales, y sus descripciones, en que se ajustó más que Catulo (lo cual no es mucho decir) a las leyes de la honestidad, tanto más interesantes cuanto son la expresión sencilla y verdadera de una alma que sólo respira amores.

Entre sus producciones obtiene la preferencia Los 19 Besos. El autor de la Biblioteca de un hombre de gusto los califica diciendo que son como los primeros ímpetus de un alma llena de ternura, voluptuosa y apasionada. En efecto, sus imágenes son animadas, naturales y vivas; y sus descripciones, en que se ajustó más que Catulo (no es mucho decir) a las leyes de la honestidad, tanto más interesantes cuanto son la expresión sencilla y verdadera de su alma que sólo respira amores.

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El párrafo quinto del Marqués de Morante, que se refiere a la inexistencia de traducciones castellanas de los Besos, viene en nuestro texto como nota del «copiante» al pie de página. También aquí continúan las variantes, aunque de menor entidad en esta ocasión.

Después, en el siguiente, el texto de Gómez de la Cortina forma un solo cuerpo con el quinto párrafo de nuestro manuscrito, pero con variantes:

Gómez de la Cortina

Nuestro manuscrito

En francés hay dos traducciones en prosa, de las cuales se dice que la primera hubiera sido más digna del original si a las bellas dotes de una prosa elegante y sonora acompañasen aquella sensibilidad y viveza que tanto resaltan en el modelo; y que la imitación que hizo en verso Dorat es, como la mayor parte de sus obras, más amanerada que natural, observándose que las imágenes más patéticas del amor se encuentran de ordinario como ahogadas en el exceso de los adornos y de los conceptos alambicados.

No tenemos traducción alguna en castellano. En francés hay dos en prosa, de las cuales se dice que la primera hubiera sido más digna del original, si a las buenas dotes de una prosa elegante y armoniosa acompañasen aquella sensibilidad y belleza que tanto resaltan en el modelo. Y que la imitación que hizo Dorat en verso es como la mayor parte de sus obras más amanerada que natural, observándose que las imágenes más patéticas del amor se encuentran de ordinario como ahogadas en el exceso de los adornos y los conceptos alambicados.

Y al final, Gómez de la Cortina introduce un párrafo del que nuestro texto carece:

Gómez de la Cortina

Nuestro manuscrito

Y espero que los inteligentes han de aprobar estas licencias (que no son en gran número), y más no tratándose de un texto tan venerado como el de Virgilio y Horacio, en cuyas traducciones, aun las del mismo Fray Luis de León, se disgustan sus aficionados cuando sobran o faltan pensamientos, o los hallan desleídos o expresados de manera diferente. El texto de Juan Segundo no se halla en este caso; y para los que no gustan (ni yo tampoco) de tanto besuqueo ni de tanta desnudez, hubiera yo trabajado como al final del beso XII en disfrazar de metáforas o con otras imágenes, principalmente el V, X y XVI, si no temiese desfigurarlos del todo, y si no bastasen a disculparme los ejemplos de otros Poetas originales, imitadores y traductores, con fama de castos y de filósofos, que se leen y andan con aplauso y recomendación de modelos en manos de la juventud estudiosa. Que bien pudiera yo decir: «j’ai vu les moeurs de mon temps, et j’ai traduit les Baisers de Jean Second».

Y espero que los inteligentes han de apreciar estas licencias, que no son en gran número. Y para los que   —368→   no gustan (ni yo tampoco) de tanto besuqueo, ni de tanta desnudez, hubiera yo trabajado como al final del Beso 12, en disfrazar con metáforas, o con otras imágenes, principalmente el 5.º, el 10.º y el 16.º si no temiera desfigurarlos del todo; y si no bastasen a disculparme los ejemplos de otros poetas originales, imitadores y traductores, con fama de castos y de filósofos, que se leen y andan con aplauso y recomendación de modelos en manos de la juventud estudiosa. Que bien pudiera yo también decir: «J’ai vu les moeurs de mon temps, et j’ai traduit les Baisers de Jean Second».

A la vista de las variantes apuntadas, que no son todas, se desprende que Gómez de la Cortina no parece que manejaba el «manuscrito suyo / de Juan Gualberto González / inédito», sino también una copia. Por otra parte, el texto del Cathalogus librorum, que transcribe Menéndez Pelayo, y el que leemos en el folleto Biografía de Juan Segundo no son coincidentes; al contrario, presentan variantes tales que nos hacen pensar que el Marqués de Morante usó de copias distintas en cada caso.



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ArribaAbajoTraducciones españolas de los «Besos»

Cuando Menéndez Pelayo escribe la reseña sobre Juan G. González, 14 de marzo de 1876, se habían publicado ya dos traducciones; una, la impresa en Córdoba, en 1834, de la cual da noticia el propio Juan Gualberto, según el Marqués de Morante, o el copiante, según el manuscrito de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, cuya portada reza así: Los besos. Juan Segón, traducido del latín. Es de autor anónimo. La otra es del Padre Arolas en: Poesías de D. Juan Arolas, III vols. (Valencia, Imprenta de Monpié, 1842), III, pp. 1-41. Ambas en prosa.

José R. Lomba y Pedraja en El P. Arolas, su vida y sus versos (Madrid, 1898), p. 172, dice que «la traducción de Arolas no lo es de los versos latinos de aquél [de Juan Segundo], sino de la versión francesa, en prosa, de Mirabeau. A ésta la sigue a la letra, conviniendo hasta en la sustitución del nombre de Neera por el de Sofía», como se puede apreciar en el beso 4.º cuya traducción ofrecemos:

No da besos mi querida Sofía, que da néctar; exhala olor delicioso de nardo, de tomillo, de cinamomo y de miel semejante a aquella que las abejas cogen en el monte Himetto o en los rosales de los cecropios campos, depositadas en pequeñas celdillas de su gruta de mimbres. ¡Sofía! Tu aliento respira los perfumes más suaves... si yo saboreo largo tiempo tus caricias, si yo me enajeno con tus besos, ellos me harán inmortal y partiré con los Dioses la ambrosía de que se alimentan... Pero guarda tus favores, ¡mi Sofía!... Niega a tu amante los voluptuosos besos, o alcanza como yo la inmortalidad... Yo no quiero, sin ti, ser admitido en los banquetes de los Dioses... No... Sin ti no admitiría yo el trono del mismo Júpiter, cuando todos los dioses coligados contra él me ofreciesen el trono del universo.


Foulché-Delbosc publicó en la Revue Hispanique, I (1894), p. 74 y ss., «Los Besos de amor de Juan Segundo, traducidos por el Dr. D. Juan Meléndez Valdés»; sin embargo, y a pesar del título, como el propio Foulché indica, ni es una traducción, ni tan si quiera una imitación, aunque, como apunta Juan Gualberto González, o el copiante, «hay imitaciones y pensamientos tomados del autor, como pueden verse en Meléndez las odas, 23, 31 y   —370→   51, tom. 1.º (Madrid, 1820) en las cuales se ven reproducidos el plan y las ideas de los Besos 4.º, 11.º y 19.º».

Después del Padre Arolas no encontramos durante el siglo XIX publicación alguna de nueva traducción española de los Besos; posiblemente pesara en nuestros humanistas aquello que Menéndez Pelayo dijera sobre Juan Gualberto González: «Existen además dos traducciones suyas, que no se atrevió a dar a la estampa y que, por las noticias y trozos que de ellas conocemos, en nada desmerecerían de las de Horacio, Virgilio, Calpurnio y Nemesiano. ¡Lástima que sean de composiciones un tanto escabrosas y no muy propias para ser impresas en lengua vulgar! Una edición, no obstante, de limitados ejemplares, una copia en la Biblioteca Nacional bastarían a poner tales versiones al alcance de los eruditos y humanistas, sin exponerlas a los vientos de la publicidad. En último caso debieran publicarse expurgadas, medio no muy aceptable, pero preferible siempre a la completa pérdida y olvido de estos manuscritos» (Biblioteca de Traductores Españoles, II, p. 151).

A principios de nuestro siglo podemos ya leer una versión poética del poema de Juan Segundo, aunque su autor se cuidó muy bien de no darla a la luz pública, siguiendo seguramente la tendencia escrupulosa y rigorista de la moral al uso de los tiempos de Menéndez Pelayo. Fue publicada por los herederos, y bajo seudónimo. Se trata de El poema de los besos por Juan Segundo. Traducción de Luis de Avilés (Madrid, Tip. Artística, 1914). Luis Avilés no es otro que Carlos Fernández Shaw, quien se dirige Al lector así: «No me extrañaría que, hasta el momento presente, desconocieras al autor de Los besos; que ignoraras, como yo ignoré durante muchos años, que existió ese poeta, flor de un día, sólo conocido, en verdad, aquende el Pirineo, por las personas muy versadas en asuntos literarios». Fernández Shaw prosigue su prólogo con unas breves noticias biográficas de Juan Segundo e indica que sus fuentes proceden de «una disertación latina de Pedro Bosch, profesor de Literatura en la Academia de Deventer, que publicó en Leyden las obras de Juan Segundo, allá por el año 1820, y el prólogo que figura en una edición francesa   —371→   de Los besos , dada a luz por la Librería de los Bibliófilos de París, en 1872».

La traducción de Carlos F. Shaw sí tiene presente el original latino de los Besos, apartándose de este modo de la versión anónima de Córdoba y de la del P. Arolas, aunque también traduce el nombre de Neera por el de Laura, atendiendo indudablemente a razones métricas, como se aprecia en el beso 4.º:



   No; no son besos los que da mi Laura.
Néctar son. En su aliento perfumado
se gustan los finísimos aromas
de la mirra, del nardo y cinamomo.
Son una miel tan sólo comparable
a la que liban múltiples abejas
en las dulces vertientes del Himeto
o en las rosas del Ática, -tan ricas
en pompa, y en perfumes y en colores-
por dejarlas después, unas con otras,
en las celdillas de la cera virgen.

   Si yo gustara mucho de sus besos
de pronto en inmortal me trocaría.
Me alimentara con manjar de dioses.
Pero no, Laura, no; yo no quisiera
merecer tal favor, si tú no fueres
inmortal a tu vez. Jamás, oh Laura,
sin que te mire junto a mí, dichosa,
querré gozar de célicos banquetes;
aunque diosas y dioses, destronando
a Júpiter olímpico, me ofrezcan
el cetro poderoso de los mundos.


La traducción de los Besos de Juan Gualberto González, cuarta española en el orden de publicación, que no de ejecución, constituye, en primer lugar, un nuevo paso para desenterrar del olvido a «ese poeta, flor de un día», en frase de Fernández Shaw, que fue Juan Segundo a quien, «a cambio de una vida muy corta, los hados te conceden un nombre eterno, y te arrancan del Elíseo para que no puedas sobrepasar a los antiguos y grandes poetas a quienes tú ya habías igualado en este tan reducido tiempo», cual figura en el epigrama que a la muerte del joven poeta dedicó Andrea Alciato según leemos en Iohannis Secvndi opera, accurate   —372→   recognita ex Museo P. Scriverii (Lugdvni Batavorvm, Apud Franciscum Moyaert, 1651). Por otra parte, con el desempolvamiento de este manuscrito de cuya existencia da noticia Lomba y Pedraja en la obra, más arriba citada, El Padre Arolas, su vida y su poesía, queremos contribuir a un mayor conocimiento de un humanista español de quien Menéndez Pelayo dijo:

El nombre de este humanista excelente no es tan conocido como mereciera, dado el número, importancia y esmerada ejecución de sus versiones. Varón tan modesto como docto, jamás pensó en que las obras por él emprendidas para distracción y solaz de más graves tareas pudieran traspasar el breve y escogido círculo de sus amigos. Pero ni el bibliógrafo ni el historiador literario olvidarán que D. Juan Gualberto González, traductor egregio de la Poética de Horacio, de las Églogas de Virgilio, Calpurnio y Nemesiano, de los Amores de Ovidio y de los Besos de Juan Segundo; autor de investigaciones in geniosas y curiosos ensayos métricos, consumado filólogo, no ayuno de erudición helénica y con pocos rivales en la latina, brilló en la extinguida pléyada de entusiastas cultivadores de las letras clásicas con méritos no muy inferiores a los de Burgos, Hermosilla, Pérez de Camino, Castillo y Ayensa y otros varones doctos que en las primeras décadas del presente siglo consagraron sus tareas a trasladar a nuestra lengua aquellos vates de la antigüedad.


(Biblioteca de Traductores Españoles, II, p. 144.)                


Por lo que respecta al mérito de esta traducción, sean nuestros lectores quienes juzguen de su bondad después de haber leído a Menéndez Pelayo, e independientemente del mismo.



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ArribaAbajoTranscripción del manuscrito

I. Noticia de la vida y escritos de Juan Segundo

II. Traducción española de los Besos


ArribaAbajoI. Noticia de la vida y escritos de Juan Segundo

Entre los poetas latinos modernos goza muy distinguido lugar Juan Segundo. Nació en la capital de la Holanda en 1511. De edad de 18 años pasó a Brujas y allí tomó del célebre Alciato algunas lecciones de jurisprudencia hasta que, al fin disgustado de la aridez y escabrosidad de la ciencia, pasó a Italia580 y de allí a España donde fue secretario del Arzobispo de Toledo581 por cuyo consejo, según quieren algunos, siguió a Carlos Quinto en la jornada de Túnez.

La delicadeza de su temperamento le obligó a dejar España y vuelto a los Países-Bajos, murió en Utrec en la temprana edad de 25 años.

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Compuso gran número de elegías, silvas, epístolas582 y canciones fúnebres, obras en la mayor parte muy estimadas por la facilidad del lenguaje, gracia de estilo y belleza de composición. Solamente puede objetársele de haber en sus versos amorosos aventurado algunas frases que ya degeneran en licencia; y cierto que hubiera sido más honroso a su memoria y a su buen gusto si del todo las suprimiera583.

Entre sus producciones obtienen la preferencia Los 19 Besos. El autor de la Biblioteca de un hombre de gusto los califica diciendo que son como los primeros ímpetus de un alma llena de ternura, voluptuosa y apasionada. En efecto, sus imágenes son animadas, naturales y vivas; y sus descripciones, en que se ajustó más que Catulo (no es mucho decir) a las leyes de la honestidad, tan o más interesantes cuanto son la expresión sencilla y verdadera de su alma que sólo respira amores.

No tenemos traducción alguna en castellano584. En francés hay dos en prosa, de las cuales se dice que la primera hubiera sido más digna del original si a las buenas dotes de una prosa elegante y armoniosa acompañasen aquellas sensibilidad y belleza que tanto resaltan en el modelo. Y que la imitación que hizo Dorat en verso es, como la mayor parte de sus obras, más amanerada que natural, observándose que las imágenes más patéticas del amor se encuentran de ordinario como ahogadas en el exceso de los adornos y los conceptos alambicados.

Hay otra posterior a aquéllas, la cual anda con la de las elegías de Tibulo. Es del célebre Mirabeau, de la cual dice él mismo que es la más ajustada al original, y que si en ellas [sic] se observan algunas expresiones demasiado ardientes, culpa es sólo del poeta que, si bien holandés, escribe inspirado del amor y en el idioma armonioso del Lacio; lo cual le presta más energía y un salvoconducto para tomarse ciertas libertades. «La única, añade, que yo me he tomado es la de sostituir [sic] al nombre de su amada Neera el de Sofía; porque me hubiera   —375→   sido imposible dirigir a otra que a Sofía la copia de tan ardientes expresiones».

Yo he sostituido [sic] también el de Dórila: y no vaya a pensar el pío lector que es algún nombre disfrazado de persona real y verdadera: Honni soit qui mal y pense. No tengo, por desgracia, a quién dirigirme, sin que por eso me crea comprendido en la excomunión de una mujer célebre, la cual tenía por infeliz sobre todas las criaturas al diablo, porque no puede amar; sino que a mis amores, bien que andaluces y no holandeses, no les vinieran nunca bien las escenas ni las ansias que describe Juan Segundo, y rechazarían la dedicatoria; la cual ha de entenderse más antes con los amigos aficionados al ejercicio de traducir y de versificar, y mejor si anduvieran también «en la concha de Venus amarrados». En el nombre sostituido [sic] no hay otro misterio que el de venir a mi cuento, más que el de Neera, para los diversos géneros de metro que he adoptado, y poder variarlo, quedando el mismo sujeto, con el de Doris y con el esdrújulo Dórida, tan al caso para los asclepiadeos o anapésticos, de que hay abundancia en el original latino.

He procurado imitarlos en las composiciones en que el autor los emplea, desechando la traducción que ya había concluido en verso suelto, a fin de que suenen con el mismo compás que se siente al recitarlos en latín; punto de perfección a que debiera llegarse en otra clase de trabajos. Aun he tentado emplear el dístico latino en una pequeña muestra, y que pudiera haberse cultivado más por los sucesores de Villegas.

Esto cuanto a las formas: en lo que toca a la sustancia, como traductor, he procurado también acercarme todo lo posible al texto literal, conservando las mismas ideas, las mismas figuras y aun el giro de la frase: alguna vez ha sido quizá servilmente; en cambio de lo cual en otros lugares me he tomado la libertad de apartarme del texto cuando me pareció que ganaría el pensamiento sostituyéndole [sic] con otro del mismo espíritu, o con otra frase o giro más conforme a la índole de la lengua castellana, y aun al sentido lógico de la composición: éstos van notados con la señal + y espero que los inteligentes han de apreciar estas licencias, que no son en gran número. Y para los que no gustan (ni yo tampoco) de tanto besuqueo ni de tanta desnudez, hubiera yo trabajado como al final del Beso 12, en disfrazar con metáforas o con otras imágenes, principalmente el 5.º, el 10.º y el 16.º, si no temiese desfigurarlos del todo, y si no bastasen a disculparme los ejemplos de otros poetas originales, imitadores y traductores, con fama de castos y de filósofos, que se leen y andan con aplauso y recomendación de modelos en manos de la juventud estudiosa. Que bien pudiera yo también decir: «J’ai vu les moeurs de mon temps, et j’ai traduit les Baisers de Jean Second».



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ArribaAbajoII. Los 19 Besos

ArribaAbajoI

   Cuando a la excelsa cumbre de Citera585
la madre del amor al niño Ascanio586
llevó dormido, púsole en un lecho
de tiernas violetas, blancas rosas
sembrando al derredor, y por el bosque  5
suavísimos olores esparciendo.
Renovósele entonces de su Adonis
la antigua llama, y cunde por sus venas
el no bien extinguido ardor587. ¡Oh cuántas,
oh cuántas veces588 quiso enternecida  10
lanzarse al cuello del amado nieto!
¡Oh cuántas dijo: tal Adonis era!
Mas el reposo plácido temiendo589
turbar del niño, en las vecinas rosas
mil besos estampó. Viéronse al punto  15
desplegando sus cálices, sedientas
de recibir el aura que la amante
Diosa espiraba de sus dulces labios;
cuantas rosas tocaba, tantos besos
nacían de improviso, que a Dione590  20
tornaban el placer multiplicado.
Mas ya la Diosa, de sus blancos cisnes
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llevada en raudo vuelo, de la tierra
el globo inmensurable penetraba
en sus ocultos senos la fecunda  25
semilla de los besos derramando,
cual nuevo Triptolemo591, y por tres veces
una voz resonó jamás oída:
De aquí la mies feliz para el doliente
mortal nació, de aquí la medicina  30
bálsamo de mis males. Yo os saludo
una y mil veces, besos regalados,
de las que fecundó cándidas rosas
Citeres con sus labios592 producidos;
de esta mísera llama refrigerio  35
yo soy vuestro cantor. Vuestros loores
resonará mi lira en cuanto dure
de las Nueve el honor y de Helicona593,
en tanto que de Eneas y su amada
estirpe en la memoria se gozare  40
el retórico Amor, y en el idioma
numeroso de Roma se explicare.




ArribaAbajo El beso primero en verso de romance (segunda traducción)


    Cuando Venus llevó a Ascanio
dormido a la alta Cytera
púsole en un blando lecho
de rosas y violetas.
De blancas rosas esparce  5
al derredor lluvia inmensa
que de suaves olores
todo aquel recinto llenan.
—378→
Allí entonces de su Adonis
la llama se le renueva,  10
y el ardor mal extinguido
se difunde por sus venas.
¡Cuántas veces en sus brazos
al nieto estrechar quisiera!,
y, ¡cuántas enternecida  15
dijo: tal Adonis era!594.
Mas temiendo si al infante
quizá sus besos despiertan,
en las rosas los estampa
que el florido lecho cercan.  20

Viéraslas tornar ansiosas
su cáliz al aura lenta
que la amante diosa espira
de su linda boca. Vieras
cuantas rosas ella toca  25
tantos besos nacer de ellas
de que la diosa recibe
multiplicada cosecha.
Mas ya en sus cándidos cisnes
con raudo vuelo se eleva  30
por el éter circuyendo
los ámbitos de la tierra.
Y cual nuevo Triptolemo595
la semilla esparce nueva
y tres veces nunca oída  35
fatídica voz resuena.
De aquí nació para el triste
mortal la feliz cosecha,
de aquí el bálsamo süave
medicina de mis penas.  40


Yo os saludo, amables Besos
de las rosas que Citera596
humedeció producidos,
solaz único en mis penas.
—379→
De vuestras glorias mi lira  45
resonará en cuanto sea
célebre la doble cima
de Helicón y las Camenas597.
En cuanto el amor se goce
con la estirpe de su Eneas  50
y en los númenes598 se explique
de su dulcísima lengua.




ArribaAbajoII

   Como la vid al álamo vecino
lasciva yedra al encumbrado roble
con sus inmensos brazos retorcida
      estrechan amorosos;
así mi cuello estrecha con los tuyos:  5
que yo a tu cuello en sempiterno lazo,
besándote sin fin, Dórila bella,
      quiero ceñir los míos.
Ni los dones de Baco amigo entonces
ni los de Ceres599 fueran poderosos  10
ni el regalado sueño a distraerme
      de tu rosada boca.
Sino que en mutuos besos juntamente
espirando los dos la misma barca
nuestras almas amantes llevaría  15
      a la mansión de Dites.
De allí cruzando por amenos valles
y odoríferos campos donde reina
perpetua primavera, al venturoso
       lugar aportarían,  20
donde los héroes en amor insignes,
por siempre a sus amadas reunidos,
cantan himnos alegres, alternando
       con la festiva danza.
—380→
Allí los mirtos, rosas, rubicundas600 clavellinas  25
esmaltan la pradera, y narcisos
de un bosque de laureles coronada
       que halaga eternamente,
entre las ramas trémulas sonando,
el Céfiro suave: allí la tierra  30
de penetrante hierro no tocada
       muestra el fecundo seno.
Allí presentes, el feliz congreso601
de Vates puesto en pie nos acatara
y entre la yerba y flores el más digno  35
       lugar nos concedieran.
Las amantes de Júpiter, la hermosa
Tindárida602 su hija, no verían
con celos este honor que sobre todas
       amando merecimos.  40




ArribaAbajoIII

¿Por qué tantos desvíos?
Un beso pido, hermosa;
que ahora apenas hiciste
más que allegar tus labios a los míos603.
Después, como quien toca  5
con planta temerosa
serpiente venenosa,
amedrentada huiste,
tu boca retirando de mi boca,
y eso no es beso, Doris; no es, tirana,  10
dar de comer, sino excitar la gana.



  —381→  
ArribaAbajo[Otra traducción de este mismo beso]

¿Por qué tantos desvíos?
Dame, Dórila, un beso, que no hiciste
con ese que me diste
sino llegar tus labios a los míos.
Después como el que toca  5
inopinadamente
mortífera serpiente
amedrentada huiste,
tu boca retirando de mi boca.
Y eso no es un beso en regla; no es, tirana,  10
dar de comer, sino excitar la gana.




ArribaAbajoProyecto de traducción del Beso 3.º en dísticos


Dame, Dórila, un beso: tan sólo un beso, tirana
que ahora llegaste apenas ese tu labio al mío.
Después, cual si de súbito hubiera frígida sierpe
tu planta hollado, huyes despavorida.
Y eso no es beso, digo; no es eso, luz de mis ojos,  5
dar de comer, Dórila, sino excitar la gana.


Dame, Dórida [sic], un beso: tan sólo un beso, taimada:
que ahora llegaste apenas ese tu labio al mío.
Después, como el que súbito, si oyó mortífera sierpe,
retrocede espantado: torces [sic] el rostro esquiva.  10
De mí tu labio apartas; y eso no es beso: no es eso
dar de comer, Dórila, sino excitar la gana.




ArribaAbajoEl mismo. Anacrióntica [sic]

Dame un beso, uno solo
que en ése no hubo, Anarda,
sino allegar al mío
tu labio de pasada.
Y después cual si hubieras  5
tal vez hollado incauta
mortífera serpiente
huyes amedrentada.
Tu labio me retiras
Y eso no es beso, ingrata;  10
dar de comer no es eso,
sino excitar la gana.



  —382→  
ArribaAbajoIV

No da besos Dorila, que da néctar,
da al ánima suavísimos olores
de cinamomo y nardo y de tomillo
y miel, cual del Himeto604 en los collados
liba la abeja en las cecropias605 rosas  5
y lleva luego a las virgíneas celdas
de las tejidas mimbres defendidas.
Que si muchos me diese, al punto mismo
me hicieran inmortal, y con los Dioses
tuviera asiento en la celeste mesa.  10
Mas ten allá, Dorila, tus halagos,
guarda tus dulces besos, o conmigo
ven a ser inmortal; que yo no quiero
gozar sin ti de la celeste mesa.
No, aunque los dioses, Jove destronado,  15
el cetro me ofreciesen del Olimpo.




ArribaAbajoV

   Orando en tus brazos cándidos me estrechas,
Dorila hermosa, y a mi cuello asida
tu seno y rostro inclinas sobre el mío,
      acá y allá meciéndote:
que a mis labios los tuyos allegando,  5
con süaves mordiscos acometes,
y en justa pena vuelves de los míos
       lastimada quejándote;
cuando tu lengua trémula, vibrando
a un lado y a otro lucha con mi lengua,  10
de aquel humor suave que destilan
      las dos saboreándose;
que, yo aspirando de tu blando aliento
el aroma divino, delicioso,
refrigerio, sustento, prenda amada,  15
       de ésta mi vida misma;
—383→
al ánima que ya desfallecida
del excesivo ardor que lentamente
mi pecho iba extenuando y consumiendo
       los vitales espíritus,  20
tú, bella Doris, con el aura leve
de tu divino aliento rëanimas
moderando el ardor que penetraba
      mi pecho hasta las médulas.
¡Oh grato refrigerio!, digo entonces;  25
¡oh ya extinguida venturosa llama!,
y, Amor, exclamo; Amor es solamente
       el númen de los númenes,
y de los dioses no hay amor ninguno
y si alguno mayor, o dios o diosa,  30
deidad hay por ventura, ser no puede
      otra que tú, mi Dórila.




ArribaAbajoVI

   En dos mil besos, Dorila
de los más saboreados
fue el trato ayer: mil me diste,
tu has recibido otros tantos.
Llevaste el número, prenda.  5
Confiésolo; pero, ¿cuándo
en cuentas de amor has visto
andar con tanto más cuanto?
Quien las espigas contase,
¿alabaría un sembrado?  10
Y contadas, ¿serán muchas,
me di, las flores de un campo?
¿Quién jamás por mil racimos
te hizo votos, padre Baco?
Ni a ti, dios de las florestas,  15
por mil panales contados606.
Cuando Júpiter piadoso
manda su rocío grato
al mustio valle, las gotas
que han caído607 no contamos.  20
—384→
Así también
cuando el fiero
Bóreas608 el aire agitado609
brama horrendo, e iracundo
empuña Jove sus rayos,  25
manda confuso el granizo,
cielo y tierra conturbando,
ni610 sabe cuántas comarcas
destruye y cuántos sembrados.
Que a la majestad del númen,  30
de los dioses soberana611,
conviene así; en abundancia
mandar todo, bueno y malo.
Y tú siendo diosa, y diosa
más bella de la que trajo612  35
el mar en la vaga concha
por senderos azulados,
los besos, celestes dones,
me vas, cruel, descontando;
pero no mis tristes ayes  40
ni mis gemidos amargos.
No las lágrimas que siempre
cual torrente derramado
se desprenden de mis ojos
el rostro y pecho inundando.  45
Pon mis lágrimas en data,
pon tus versos613 en el cargo,
rebaja dellos los míos,
y verás cuánto te alcanzo.
—385→
Lágrimas innumerables  50
son las que por ti derramo:
dame sin número besos,
y cuenta nueva con pago614.




ArribaAbajoVII

Cien besos cien veces
mil veces cien besos,
de besos mil miles,
y tantos mil cuentos
como gotas de agua  5
tiene el mar inmenso,
arenas la playa,
estrellas el cielo;
en tu linda boca,
locuaces ojuelos,  10
purpúreas mejillas
y cándido seno615,
hermosa Dorila,
te diera yo arreo616,
todos de seguida,  15
sin tomar aliento.
Sí, Dórila hermosa;
pero tiene un pero:
que vecino tanto
al cándido seno617,  20
a tu labio rojo618,
locuaces ojuelos,
mejillas de rosa
estoy cuando beso;
que ver no es posible  25
ni el cándido seno619,
—386→
rosadas mejillas,
locuaces ojuelos.
Ni la blanda risa
con que cual el velo  30
de la parda nube
disipa el sol bello,
y en su coche de oro620
el puro sereno621
corre, de su lumbre  35
los orbes hinchendo;
también tú, sol mío622,
destierras acerbos
suspiros del alma,
cuidados del pecho.  40
Mis ojos y labios,
¿por qué tan opuestos?
Si beso, no miro;
si miro, no beso.
Más quisiera a Jove  45
de rival perpetuo:
pugna entre mis ojos
y labios no quiero.
Riyose Dórila,
y díjome, necio,  50
retírate un poco
entre beso y beso623.



  —387→  
ArribaAbajoVIII

¿Qué furor te ha llevado,
Dórila, amada prenda,
con feroces mordiscos
a destrozar mi lengua?
¿Acaso no bastaban  5
las heridas sangrientas
que hizo Amor en mi pecho
con sus agudas flechas?
¿Sino también quisiste
llevar tu violencia  10
hasta clavar los dientes
en mi inocente lengua?
¿La que al alba, al sol puesto,
y mil noches acerbas,
y mil amargos días  15
cantaba tu belleza?
Ésta, si no lo sabes,
¡oh tirana!, es aquella
que del rubio cabello
las ondulantes hebras,  20
tus ojuelos alegres,
tu cuello de azucena
y el seno de alabastro
de continuo celebra,
la que tu nombre amado  25
elevó a las estrellas
del polo ingrato a Jove
a la zona desierta,
donde mis blandos versos
fama te den eterna,  30
porque fuiste mi gloria,
mi delicia, mi prenda,
mi cándida paloma,
mi tesoro, mi tierna
tortolilla, mi Venus  35
con harta envidia de ella.
Acaso fue de industria
extendiendo, soberbia,
que sin lesión alguna
sin el furor que engendra,  40
nunca debidamente
yo celebrar pudiera
—388→
los ojillos parleros
y el cuello de azucena,
y los purpúreos labios  45
y las doradas trenzas
y aun el acerbo diente,
que yo llamaba perla.
«Cante sí, balbuciente,
con furor el poeta»,  50
así dijiste. ¡Oh vano
poder de la belleza!




ArribaAbajoIX

No siempre muchos, ni humecidos [sic]
del que sabroso tu linda boca
licor destila, me des los besos:
ni con tu risa mezclados vengan,
ni moribunda sobre mi cuello  5
tu rostro inclines. Sin la discreta
justa medida, las cosas dulces
el alma enervan y tristemente
tocan el límite ya del fastidio.
Cuando te pida yo besos nueve,  10
rebaja siete: dos sólo quiero,
rápidos ambos, no de los óptimos
humedecidos del que entre perlas
licor destila tu linda boca.
De aquellos, digo, que da al telígero624  15
Cintio su hermano la casta Diana,
de los que al padre da honesta virgen
de amor impúdico no sabidora.
Tú que lo eras, evita luego
como los dieres la vista mía:  20
y a los recónditos ángulos íntimos
luego a esconderte con pie ligero.
Allí alcanzándote, de aquestas manos
verás la fuerza y el señorío.
En ti cautiva he de lanzarme  25
como en su presa cazador férvido,
—389→
y halcón altivo de corvas uñas
en la indefensa paloma tímida.
Tú suplicante, las manos cándidas
humildemente pondrás tendidas:  30
luego, colgada del cuello mío,
los siete besos que me negaras
condicionados querrás pagármelos.
Te engañas, mísera; que no se paga
ni con el séptuplo tanta malicia.  35
Yo de mis brazos porque no huyas,
al cuello inhiesto haré cadena,
hasta que, absueltos los besos todos,
jures por todas las gracias tuyas
que por tal crimen la misma pena  40
mil y mil veces llevar quisieras.




ArribaAbajoX

No sé qué especie de besos
me sientan mejor: me cuadran
los que en mi boca la tuya
humedecidos estampa.
También los rápidos, secos,  5
tienen para mí su gracia:
su calor templado suele
penetrar a las entrañas
con los que, puestos en blanco
tus ojuelos, me regalas,  10
tósigo y bálsamo a un tiempo
el mal que hicieran lo sanan.
Si tus mejillas de rosas,
si tu cándida garganta
y tus hombros y tu seno  15
sobre los míos descansan,
en tus mejillas de rosa,
tus hombros, seno y garganta
huelgo de ver de mis besos
allí la lívida estampa.  20
O si con trémulo labio,
lengua con lengua trabada,
extraes el humor, en una
confundiéndose dos almas,
y a cada cuerpo, no suyo,  25
una y otra se trasladan;
—390→
cuando amor está ya dando
las últimas boqueadas,
todos los besos, pausados,
breves, lánguidos me agradan;  30
ya les dé, ya los reciba
de tu boca resalada.
Mas tus besos con los míos
no han de tener semejanza:
cada cual de su manera  35
ha de usar, siempre variada.
Y si no acertare alguno
en su vez a variarla,
sea esta ley por ambas partes
rígidamente observada.  40
Que la vencida, ella sola
tantos y en maneras tantas
dé a la otra, como dieron
y recibieron entrambas.




ArribaAbajoXI

Dicen que besos canto
lascivos, deshonestos,
cual nunca nuestros padres
adustos conocieron.
Cuando yo entre mis brazos,  5
vida hermosa, te tengo
y absorto en tus caricias
muertecito me quedo,
cuando estoy de manera
que ni oigo, ni veo,  10
¿lo que de mí se diga
ha de tenerme inquieto?
Riyóseme Dórila,
oyendo decir esto,
y con sus bellos brazos  15
ciñóme en torno al cuello,
y estrechamente unida
conmigo, me dio un beso,
que mejor nunca Marte
lo recibió de Venus.  20
Y díjome: no temas
los juicios severos
del vulgo, que esta causa
toca sólo a mi fuero.



  —391→  
ArribaAbajoXII

¿Por qué ese ceño, matronas púdicas,
vírgenes castas? No canto anécdotas
de dioses lúbricos, ni vuestros ojos
verán imágenes aquí de escándalo.
No hallarán cláusula que a sus discípulos  5
inocentillos mostrar no puedan [sic]
dómine rígido desde la cátedra.
Casto ministro del coro Aonio625,
yo sólo canto besos purísimos.
¡Y las matronas y castas vírgenes  10
tuercen el rostro! Acaso, ¡imbéciles!,
del libro el rótulo pudo asustarlas
y algún epíteto menos devoto
que en tanto número pudo escapárseme.
Id de aquí lejos, turba selvática,  15
matronas rígidas, vírgenes párvulas.
¡Cuánto más púdica mi bella Dórila,
cuando mis besos yo recitándola,
tiñe de púrpura su rostro cándido,
y cual vosotras también lo tuerce  20
vergonzosilla..., como diciéndome,
bien los recitas; hora [sic] estámpalos.




ArribaAbajoXIII626

Lánguido yo, rendido
después de una campaña
amorosa yacía,
yo al tuyo y tú a mi seno recostada.
Todo en mis secos labios  5
el aire que alentaba
consunto, mal pudiera
dar refrigerio nuevo a mis entrañas.
—392→
Ya el Estigio y la triste
mansión, al sol negada,  10
ante mis ojos vía
y del viejo Carón la negra barca.
Cuando mis secos labios
tú con el aura blanda
de un beso refrescastes [sic]627  15
arrancado de lo íntimo del alma.
Beso que a retraerme
bastó de la morada
tenebrosa de Pluto,
y que el viejo Carón sin mí remara.  20
Dije mal: no va solo
remando con su lancha628,
a los flébiles manes
navegando mi sombra va liviana,
sino que en este cuerpo  25
vive parte del alma
tuya, mi bien, y el tuyo629
que iba ya deslizándose afianza.
Mas, con todo impaciente
la mezquina se afana  30
por desasirse, y triste
sigue la vía de la oscura estancia.
Que si el remedio usado,
de un beso tuyo el aura,
no la conforta, el nudo  35
romperá al fin que ya se deslizaba.
Pues aplica a los míos
tus labios, adorada,
que siempre un mismo aliento
reparador aspiren nuestras almas.  40
Hasta que al fin, Dorila,
ya de gozar cansadas,
si bien no satisfechas,
con los dos cuerpos se confundan ambas.



  —393→  
ArribaAbajoXIV

¿A qué me presentas
tu purpúreo labio,
ingrata Dorila,
dura más que el mármol?
Besarte no quiero  5
que tus besos hallo
insípidos, tristes,
tímidos, forzados.
Con ellos furioso,
en deseos vanos  10
todo me consumo
y mísero ardo.
¿Huyes? Mas no, espera:
no me sean negados
esos tus ojuelos,  15
ni el purpúreo labio.
Ya quiero besarte,
dura más que el mármol...
Ay, no; que es muy más blanda que plumilla
blanda de blando cisne mi Dorila.  20




ArribaAbajoXV

Medía ya la puntería
y a la sien el arco abrazado
iba a lanzar, bella Doris,
Amor contra ti su dardo.
Mas vio la frente y en ella  5
los cabellos derramados
y tus inquietos ojuelos
amores centelleando.
Vio tus rosadas mejillas,
y la risa de tus labios  10
y ese, de su madre envidia,
vio tu seno de alabastro.
De sus manos ternezuelas
cayéronsele los dardos,
y dando una carrerilla,  15
fue a posar en tu regazo.
Y en tus mejillas de rosa
y en tu seno y en tus labios
estampó mil dulces besos
—394→
de mil modos variados,  20
que a lo interior de tu pecho
el aroma deslizaron
de los mirtos y el süave
licor de Chipre630 y de Pafos631,
y por su madre juraba,  25
y por los númenes altos
que nunca, nunca sus flechas
asestaría en tu daño.
De aquí procede el aroma
de tus besos y el encanto,  30
y el rigor, no es maravilla,
de ese tu pecho de mármol.




ArribaAbajoXVI

   Dórida [sic] bella más que la cándida
lumbre de Cintia, más que la estrella
de Venus áurea; hermosa, dame
      dame cien besos.
Cuantos al ávido vate dio Lesbia,  5
de él recibidos; cuantos amores
en tu purpúreo labio revuelan,
       y en tus mejillas.
Cuantas evitan y dan tus ojos
vidas o muertes, cuantos temores  10
dan y esperanzas, cuantos amantes
       por ti suspiran.
Cuantas säetas en este pecho
lanzó mortíferas la dura mano
del dios alígero; cuantas reserva  15
       su aljaba de oro.
Con ellos vengan la grata risa,
con todo el séquito de los halagos,
blandos murmurios, palabras dísticas,
—395→
      leves mordiscos.  20
Así arrullándose dos tortolillas632
con sus picuelos alternan, cuando
al primer hálito de los Favonios633
      ceden los Áfricos.
Tú reclinándome634 contra mi seno,  25
perdida, exánime, tus luces lánguidas
puestas en blanco, dirás estréchame,
       que yo fallezco.
Y entre mis brazos yo comprimiéndote,
y al tuyo frígido mi seno cándido,  30
con el espíritu de un largo beso
      te daré vida.
Hasta que exhausto yo con el beso
tan prolongado, perdido, exánime,
caiga en tus brazos, también pidiéndote  35
       que me sostengas.
Y entre tus brazos, así estrechándome,
y al tuyo cálido mi seno frígido,
con el espíritu de un largo beso
       me darás vida.  40
Así gocemos, mi bien, unidos,
la edad florida, antes que pálida
vejez nos traiga cuidados míseros,
       cuitas y muerte.




ArribaAbajo XVII

Cual rosa del aljófar635 cristalino
de la noche bañada, al primer rayo
del sol despliega su color purpúreo;
—396→
así los labios de mi ninfa bella
amanecen después que en prolongada  5
noche feliz del néctar de mis besos
regados fueron: el carmín realza
la nieve de su rostro, cual si viste
clavel ardiente en blanca mano y pura.
Así aparece la cereza nueva  10
en la vestida rama cuando mayo
cede sus galas al estío ¿Por qué, ¡ay triste!636
cuando recibo de tu linda boca
tan resalados besos, de tu lecho
es forzoso partir? Al menos guarda,  15
guárdame, hermosa niña, de tus labios
el matiz suavísimo hasta tanto
que la callada noche a ti me vuelva.
Mas si de un otro besos recibieren,
al mismo tiempo pálidos se tornen  20
cual amanecen las mejillas mías.




ArribaAbajoXVIII

Cuentan que Venus viendo los labios
de mi adorada, cerco brevísimo
que en su figura releva cándida,
cual busto ebúrneo donde curiosa
mano engastase corales nítidos,  5
bañada en lágrimas así convoca
sus Amorcillos, y lamentándose,
¿qué sirve, díjoles, si por sentencia
de un pastorcillo, de mis purpúreos
labios en Ida como las otras  10
diosas rivales fue la victoria?
¿Si por sentencia ya de ese vate
vencida quedo de una tal Dórida?
Id a ese réprobo, y de mortíferos
dardos la aljaba bien abastada,  15
en lo más hondo del tierno pecho
fieros lanzádselos; que al despedírselos,
con gran estrépito retiemble el arco.
—397→
Mas sus ardores ella no sienta:
frígida flecha de plomo alcánzela,  20
y que a sus venas consumïéndose,
lleve su inercia súbito hielo.
Así fue, Dórida: hasta las médulas
penetró el fuego de que son pábulo
ya mis entrañas. Tú circuida  25
de hielos ásperos el pecho indómito,
como a los ímpetus del Adria horrísonos
o del mar Sículo roca firmísima,
segura ríes, y este tu amante
de haber loado tu labio rojo  30
sufre la pena ¡Ay!, que no sabes,
mísera Dórida, por qué desamas,
ni cuánto puedan, o de los númenes,
o de Cyprina las iras émulas.
Pon la soberbia, y al rostro plácido  35
de hoy más conformes sean tus propósitos.
Llega esos tus labios dulcísimos,
de mis dolores causa inocente,
a estos mis labios, con que extrayéndome
parte del tósigo de que son pábulo  40
ya mis entrañas, en amorosa
llama recíproca ardas y goces
conmigo a un tiempo; y tú a los númenes
ni a Venus temas que a las hermosas
los mismos dioses rinden su cetro.  45




ArribaAbajo XIX

¿Por qué en las purpúreas rosas
y en el tomillo, abejillas,
y en la temprana violeta
la miel libáis todavía?
¿Por qué al eneldo oloroso  5
y al narciso, simplecillas,
revoláis? Todas al labio
venid de la prenda mía,
que ella sola del tomillo
y de las rosas espira,  10
del jacinto y vïoleta
el aroma y ambrosía.
—398→
Del eneldo se difunde
lejos el aura benigna
con el verdadero llanto  15
de Narciso humedecida.
Bañada también la sangre
de Jacinto, con la misma
brillantez que ambos licores
cuando cayeron tenían,  20
cuando del etéreo néctar
y aire puro confingida,
se esparció por todo el suelo
de las flores la semilla.
Mas no me neguéis, ingratas,  25
de aquella su boca linda
libar la miel; que por socio
me toca una partecita.
Ni avaras querréis tampoco
colmadas vuestras celdillas  30
tener siempre; porque entonces
sus labios se agotarían.
Y refrigerio no hallara
más la pena merecida
por revelar el secreto  35
en ellos la boca mía.
Y guardaos bien de ofenderla
con vuestra flecha maligna,
que agudas, más y mayores
de sus ojos ella vibra.  40
Y cierto que sin venganza
nunca dejará la herida.
Llegaos y blandamente
libad la miel, abejillas.