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401

Cito por la ed. de Baltasar de Vitoria, Primera / Segunda y Tercera / Parte del Teatro de los dioses de la gentilidad, Barcelona, 1702, vol. I, p. 101. También he consultado la de Valencia, 1646. Precisamente hubo una edición «nuevamente» corregida en Madrid, 1737.

 

402

Ed. cit., p. 558. Insiste en ello al definir la epopeya, «debajo de cuya alegoría se enseña alguna importante máxima moral o se propaga la idea de un perfecto héroe militar» (Ib., p. 561).

 

403

Ibídem, p. 615.

 

404

Matthew Hodgart, La sátira, Madrid, Guadarrama, 1969, pp. 132 y ss. y pp. 169 y 171, particularmente. Según el Diccionario de Autoridades, Burlesco: «Equivale a jocoso, lleno de chanzas, chistes y graciosidades». Sobre la burla, véase el reciente estudio de Monique Joly La bourle & son interpretation. Recherches sur le passage de la facetie au roman (Espagne, XVe-XVIIe siècles), Université de Lille III-Toulouse, 1982, pp. 23 y ss., y cap. II, pp. 41 y ss., sobre la burla y sus derivados.

 

405

Cfr. Heinrich Lausberg, Manual de retórica literaria, Madrid, Gredos, 1967, 11, núms. 895-7, para la alegoría, y núms. 579 y 909, para la hipérbole. Recordemos lo que en términos retóricos significa la hipérbole, al definirse como «un rebasamiento onomasiológico extremo y, en su sentido literal, increíble del verbum propium. La hipérbole es una metáfora vertical y gradual y tiene [...] efectos evocadores y poéticos» (Ib., n. 579). En La Giganteida, la hipérbole no afecta sólo a verba, sino a res, como es obvio.

 

406

Véanse los estudios de Fernando Lázaro Carreter, Estilo barroco y personalidad creadora, Salamanca, 1967, pp. 61-96 y 97-108, sobre la «Fábula de Píramo y Tisbe», y Emilio Alarcos García, «Quevedo y la parodia idiomática» (1955), recogido en Homenaje al profesor Emilio Alarcos García, I, Universidad de Valladolid, 1965, pp. 443-472. Téngase en cuenta que la degradación estilística va unida a la de los héroes de la épica (cfr. Ana María Snell, Hacia el verbo: signos y transfiguración en la poesía de Quevedo, Londres, Tamesis Books, 1982).

 

407

Véase el estudio de Celina Sabor de Cortázar «Lo cómico y lo grotesco en el Poema de Orlando de Quevedo», Filología, XII (1966-7), pp. 95-135.

 

408

Luzán ingresó en la Real Academia de la Lengua como académico de honor en 1741. Trabajó arduamente en las correcciones de la segunda edición del Diccionario. Sobre ello, y sobre su papel de lexicógrafo: R. P. Sebold, en su prólogo a la ed. cit. de la Poética, pp. 181-9. En la Vida de Ignacio de Luzán escrita por su hijo, éste resume así sus actividades recién llegado a Zaragoza, y tras referirse a 1736: «No parecerá fuera de propósito insinuar aquí que, recién llegado a España vio el nuevo Diccionario Español que acababa de dar a luz la Academia de la lengua y como si previese ya que havía de ser individuo suyo empezó a trabajar sobre él muchas anotaciones y adiciones muy buenas, e importantes, de que usó con utilidad de la Academia luego que fue admitido en ella» (Ms. 17521, f. 60, cit.). El Diccionario de Autoridades es, como se sabe, de 1732. Véase el Romancero de Germanía, selección y estudio preliminar de José Hesse, Madrid, Taurus, 1967, p. 8. Del Vocabulario de Germanía de Juan Hidalgo (Ibíd., pp. 133 y ss.), hubo una edición en Zaragoza, por Juan Larrumbre, 1623. Mayans y Siscar recogió el Vocabulario en 1737, en sus Orígenes de la Lengua Española. Véase el estudio de José Luis Alonso Hernández El lenguaje de los maleantes españoles de los siglos XVI y XVII: La germanía (Introducción al léxico del marginalismo), Universidad de Salamanca, 1979.

 

409

Véanse las voces correspondientes en el Diccionario de Autoridades, que las consigna en Hidalgo y a veces ofrece como ejemplo textos satíricos de Quevedo.

 

410

El sofocante, por el contexto, gargantilla femenina, no aparece en los diccionarios consultados ni libros de moda dieciochesca. De petimetre dice el de Aut.: «El joven que cuida demasiadamente de su compostura y de seguir las modas. Es voz compuesta de palabras francesas e introducida sin necesidad». El tontillo era el viejo guardainfante, adaptado a la nueva moda, y en cuanto al chichisveo, véase el detallado estudio que hace del mismo Carmen Martín Gaite, Usos amorosos del dieciocho en España, Madrid, Siglo XXI, 1972, pp. 1 y ss. Sobre petimetres y petimetras, ibíd., pp. 57 y ss. Para los problemas de la traducción de El Magisterio irónico del cortejo o el Chichisveo del célebre Abate Peroni por Antonio Fernández Palazuelos, véase Joaquín Arce, opus cit., p. 103. El Diccionario de Autoridades recoge un retazo del romance de Gerardo Lobo «Definición del chichisveo, escrita para una dama»: «Chichisveo. Especie de galanteo, obsequio y servicio cortesano de un hombre a una mujer, que no reprehende el empacho; pero le condena por peligroso la conciencia. Es voz italiana, de donde se ha introducido en España». LOBO. Definic. del Chichisveo: «Es señora chichisveo / una inmutable atención, / donde nace la ambición / extrangera del deseo». Y véase chichisbeo en Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1954. Luzán ambienta, como vemos, el poema en su tiempo (las referencias al calesín son otro dato a añadir) y lo sitúa en una geografía que combina las referencias clásicas con lugares concretos de la española. El alcance de las burlas de Luzán, al situar la lucha gigantea en la zona lindante catalano-aragonesa (ríos Vero, Isuela y Alcanadre), implicaría una alegoría episódica de tipo burlesco cuyo alcance se nos escapa entre los fragmentos.