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«Retórica y Elocuencia: The Evolution of Rhetorical Thought in Eighteenth Century Spain», The Quarterly Journal of Speech, 64, 1978, 295-303. También: M. Baquero Goyanes, «Prerromanticismo y Retórica: Antonio de Capmany», en Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso, I, Madrid, Gredos, 1960, 171-89; y, más allá del marco temporal que nos hemos impuesto: A. Soria, «Notas sobre Hugo Blair y la retórica española en el siglo XIX», en Estudios sobre Literatura y Arte dedicados al profesor Emilio Orozco Díaz, III, Granada, Universidad de Granada, 1979, 363-88.

 

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Para las ediciones del Epítome, cf. Latassa, Biblioteca Antigua y Nueva de escritores aragoneses, Zaragoza, Calisto Ariño, 1884, págs. 150-1; J. Simón Díaz, Bibliografía de la Literatura Hispánica, VI,2 Madrid, C.S.I.C., n.º 916-29 y F. Aguilar Piñal, Bibliografía de Autores españoles del siglo XVIII, I, Madrid, C.S.I.C., 1981.

Para mayores detalles sobre las vicisitudes sufridas por alguna de estas ediciones, véase la Memoria de licenciatura de J. Castán Lanaspa, El Epítome de la elocuencia, de F. A. de Artiga, ejemplar mecanografiado en la Biblioteca de Letras de la Universidad de Salamanca (sig: T/663).

 

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Esta valoración que proponemos se encuentra muy lejos de la descalificación absoluta y poco científica con que trata el Epítome, entre otros, A. Martí, La preceptiva retórica española en el Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 1972, págs. 306-8, cuando escribe: «Se trata de una obra flojísima con unas ideas extrañas y tan raras que nos maravilla cómo pudieran ocurrírsele al autor tales cosas. Es el último grito de un siglo en el terreno de la retórica: ¡bien lamentable por cierto!».

 

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Para este tema en la cultura barroca, cf. J. A. Maravall, «Novedad, invención, artificio», en La cultura del Barroco, Barcelona, Ariel, 1980, págs. 453-99.

 

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Cito en adelante por la edición de Barcelona, M. de Martí, 1770.

 

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Recientemente, V. G. de la Concha ha dado a conocer lo que constituye el más antiguo arte de memoria conocido en castellano: Dichos y hechos de los filósofos antiguos, de Alexandro Magno, en un Arte de memoria (h. principios del XV). La obra se estructura en buena parte en torno al debate de las tres potencias, memoria, entendimiento y voluntad (cf. V. G. de la Concha, «Un arte memorativa castellana», en Serta Philologica ad Honorem F. Lázaro Carreter, II, Madrid, Cátedra, 1983, 187-97).

 

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Aquí el precedente es Arias Montano, quien en su tratado en verso Rhetoricorum libri IIII, Antuerpiae, Christoph. Platinus, 1569, inserta un pequeño tratado de mnemónica (cap. XXI-LIII).

 

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P. Kuentz, «La retórica o la puesta al margen», en AA. VV., Investigaciones retóricas, II, Barcelona. Tiempo Contemporáneo, 1970, pág. 186. También Genette, Figures III, París, Seuil, 1972, 22, ha visto en esta simplificación de toda la retórica a la elocutio una característica de la época clásica. Jakobson, en este sentido, todavía restringe más el campo hasta reducir toda tropología al par metáfora/metonimia.

 

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Función esta de la memoria que aparece sobrevalorada en el texto de Artiga: «Y todos [invención, disposición, elocución] como cristales/ (según me decís) se quiebran/ si no les da la Memoria/ ser, duración y firmeza» (pág. 393).

 

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La reducción drástica de toda la retórica a la elocutio tiene, en la tradición española, el antecedente del Vives de De ratione dicendi (1536). La Agudeza de Gracián, como ha visto B. Pelegrín, «La retórica ampliada al placer», Diwan, 8-9, 1980, págs. 40-2, representa la culminación de este proceso depurativo. No entendemos, desde este punto de vista, la apreciación de Correa de que el Epítome de Artiga se encuentre influido por la Agudeza y Arte de ingenio (cf. «prólogo a las Obras Completas de B. Gracián, Madrid, Aguilar, 1944, CXXXIV).