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281

Para un examen razonablemente polémico de estos métodos, léase el saludable libro -publicado ya en 1974- de Jean-Claude Gardin, Les analyses du discours, Neuchâtel, Delachaux et Niestlé, Collection Zèthos (Actualités de la Recherche Scientifique).

 

282

Crítica eruditesca, según Unamuno, pero sin embargo útil e incluso necesaria mientras no estén rigurosamente fijados los textos cervantinos. Fernando Lázaro Carreter llamó ya la atención, en uno de los primeros números de los Anales Cervantinos (III, 1953, pág. 340), sobre «la defectuosa transmisión textual de las obras cervantinas y, al par, la superficialidad de sus editores»; y, casi treinta años después, Manuel Alvar advierte la misma carencia, en un caso muy concreto: «Ensayo y no ensaye. Nota al Pedro de Urdemalas cervantino», Anuario de Letras, XIX, 1981, págs. 293-297. Entre las contribuciones recientes a la lexicografía y fraseología cervantinas, resultan también particularmente valiosas las de Louis Combet (en Les cultures ibériques en devenir. Essais publiés en hommage à la mémoire de Marcel Bataillon, París, Fondation Singer-Polignac, 1979, págs. 681-688) y de José Manuel González Calvo (en Anales Cervantinos, XIX, 1981, págs. 163-183; trabajo también publicado en Cervantes, su obra y su mundo, Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes, Madrid, Edi-6, 1981, págs. 103-123).

 

283

Juan de Zabaleta, El día de fiesta por la mañana [1654], cap. X, «El tahúr», en la ed. de Cristóbal Cuevas, Madrid, Castalia, 1983 [Clásicos Castalia, núm. 130], pág. 168. Podrá igualmente consultarse mi artículo «Tahúr: vida y milagros de un concepto lúdicro», Miscelánea-Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez (en prensa).

 

284

Novelas ejemplares, ed. de J. B. Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1982 [Clás. Castalia, núms. 120-122], tomo I, pág. 223.

 

285

Ibíd., ed. citada, tomo II, pág. 176.

 

286

Don Juan de Tassis, conde de Villamediana, fue desterrado de Madrid, en enero de 1608, por grande exceso en el juego, según consta en las Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España, desde 1599 hasta 1614 de Luis Cabrera de Córdoba (ed. de Madrid, Martín Alegría, 1857, pág. 324); y por los años 1617-1618 seguía jugando tales cantidades de dinero, que fue privado de la administración de sus bienes (Narciso Alonso Cortés, La muerte del conde de Villamediana, Valladolid, Colegio de Santiago, 1928, pág. 63). Véase, además, la nota 339 [«63» en el original (N. del E.)] del presente trabajo. Juan Rufo también fue gran jugador, como se trasluce en varios de sus apotemas: casi un diez por ciento de ellos tiene por tema el juego, según nos dice su editor, Alberto Blecua (en Clásicos Castellanos, núm. 170, pág. XXXV de la introd.); y muchas de las deudas que están consignadas en su testamento serían deudas de juego (en Rafael Ramírez de Arellano, Juan Rufo, jurado de Córdoba. Estudio biográfico y crítico, Madrid, Hijos de Reus, 1912, págs. 238-241; véase también págs. 39-40, 42 y 121-122).

 

287

Poesías satíricas publicadas por Miguel Artigas, Don Luis de Góngora y Argote. Biografía y estudio crítico, Madrid, Real Academia Española, 1925, págs. 377-378. Para la afición de Góngora al juego, véase ibíd., págs. 40-43, así como Eunice Joiner Gates, The Metaphors of Luis de Góngora, Filadelfia, Univ. of Pennsylvania, 1933, págs. 62-63, y Robert Jammes, Études sur l’oeuvre poétique de Don Luis de Góngora y Argote, Burdeos, Institut d’Études Ibériques, 1967, págs. 24-25.

 

288

Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Ed. Reus, 1956, tomo VI, vol. I, págs. 59-60. El texto de Tomé Pinheiro da Veiga está en la trad. española de Narciso Alonso Cortés, Fastiginia o Fastos geniales, Valladolid, Colegio de Santiago, 1916, pág. 113.

 

289

Documento del Archivo Histórico Nacional (Sala de Alcaldes, libro VIII, fols. 209v y 213), encontrado por Pérez Pastor y reproducido por Agustín González de Amezúa en la introd. a su edición de El casamiento engañoso y Coloquio de los perros, Madrid, Bailly-Baillière, 1912, págs. 70-71. El mismo González de Amezúa volvió a comentar esta extraña paradoja en sus Opúsculos histórico-literarios, Madrid, CSIC, 1951, I, pág. 347, y en Cervantes creador de la novela corta española, Madrid, CSIC, 1956-1958, tomo I, págs. 533-534. En este último trabajo (tomo I, págs. 55, nota 2), no disimula sin embargo el crítico su perplejidad ante cierta cantidad de dinero que tuvo Cervantes en determinada ocasión. Para Astrana Marín (op. cit., tomo IV, pág. 375), no cabía ninguna duda: este dinero lo había ganado jugando a los naipes, pero sin que fuera en desdoro suyo. Conviene efectivamente eximirle de cualquier afición viciosa: «Líbreme Dios de suponer a Cervantes jugador de ventaja, ni por asomo», decía atemorizado Cotarelo Valledor, al apuntar que «muy versado aparece nuestro autor en los juegos de naipes y en los usos y artimañas de tahúres y coimeros» (Cervantes lector, Madrid, Instituto de España, 1943, pág. 30). El autor del Quijote «supo manejar los naipes», pero resulta imposible imaginar que fuera tahúr: los hombres ilustres no tienen vicios...

 

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Conexión curiosa, y por cierto muy laxa, que no sólo existió originariamente entre las novelas de Cervantes y el mundo de los naipes, sino también entre éste y -a los dos años de publicarse la primera parte del Quijote- los mismos personajes de dicha novela: efectivamente, en una fiesta de sortija celebrada en 1607 en Pausa (Perú), aparecieron don Quijote, Sancho, el cura y el barbero junto a unos jugadores de primera, con un «tahúr todo bestido de naypes». Véase la relación de esta fiesta en ed. de Rodríguez Marín, «Don Quijote en América en 1607», en sus Estudios cervantinos, Madrid, Atlas, 1947, págs. 123-137, o (texto idéntico, precedido del facsímil de la relación manuscrita), págs. 573-596.