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331

Dominique Reyre, Dictionnaire des noms des personnages du «Don Quichotte» de Cervantes (suivi d’une analyse structurale et linguistique), Paris, Éditions Hispaniques, 1980, pág. 114. Después de apuntar «le renversement carnavalesque des vertus aristocratiques dans le monde de la roture la plus inférieure, celui de la pègre», la autora escribe lo siguiente: «Mais le nom reste une définition stricte du personnage qui le porte: un innocent mouton métamorphosé par Don Quichotte en chevalier. Le nom Pierre Papin restitue le chevalier à son état premier d’animal. Il n’y a qu’un troupeau laineux et rien d’autre, puisque Pierres Papín est le nom d’un cardeur de laine».

 

332

Richard L. Predmore, An index to «Don Quijote», including proper names, and notable matters, New Brunswick, Rutgers University Press, 1938, pág. 66 (citado por Dominique Reyre, loc. cit.).

 

333

Olvidado consejo, recordado por Fernando Lázaro Carreter en sus «Notas sobre el texto de los entremeses cervantinos», art. citado en la nota 182 [«6» en el original (N. del E.)] del presente trabajo.

 

334

Comedias y entremeses, ed. citada, tomo II, pág. 27 (texto aludido, sin embargo, por Dominique Reyre, loc. cit.).

 

335

Ed. citada del Quijote, tomo II, pág. 38 (nota procedente del estudio preliminar de su ed. crítica de Rinconete y Cortadillo, op. cit., pág. 122).

 

336

Pedro Salinas, Ensayos de literatura hispánica, Madrid, Aguilar, 1967 («El polvo y los nombres», págs. 132-148).

 

337

«Vilhán et Nicolas Pépin. Les origines légendaires de la carte à jouer en Espagne», Mélanges de la Casa de Velázquez, XVI, 1980, págs. 203-235. Conviene subrayar que dice el Primo, acerca de la frase Paciencia y barajar: «Y esta razón y modo de hablar no la pudo aprender encantado, sino cuando no lo estaba, en Francia, y en tiempo del referido emperador Carlomagno». Su averiguación no le lleva sino a dar una justificación inútilmente erudita a una creencia popular: el origen francés de los naipes.

 

338

Jehan Volay, instalado en Thiers, fue uno de los naiperos franceses que fabricaron y exportaron mayores cantidades de barajas españolas; éstas llevaban -generalmente en la sota de espadas- el nombre del naipero, por lo cual (y esto sólo era una modalidad de la metáfora usual baraja/libro) llegó a llamarse la baraja el libro de Juan Bolay (así, por ejemplo, en Castillo Solórzano, Aventuras del Bachiller Trapaza, 1637, cap. 1 y 3; en la ed. de Agustín del Campo, Madrid, Castilla, 1949, págs. 45 y 71).

 

339

Aureliano Fernández Guerra, «Algunos datos nuevos para ilustrar el Quijote», apéndice al tomo I del Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos de Gallardo (Madrid, 1863), cols. 1305-1306. Emilio Cotarelo y Mori, El conde de Villamediana, Madrid, V. Suárez, 1886, págs. 30-32. Véase también la nota 286 [«10» en el original (N. del E.)] del presente trabajo. Otro de los caballeros que vienen encabezando esos ejércitos lanares tiene asimismo relación con el mundo del juego: «el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias». En efecto Boliche, según el Dicc. de Autoridades, «en Germanía significa la Casa de Juego»; y, además, el señorío de dicho caballero remite probablemente a los naipes, cuyo origen oriental también solía evocarse, por lo menos a nivel lingüístico («Tamarid piensa ser arábigo, y lo mesmo el Brocense», dice Covarrubias, s.v. naipes).

 

340

La pícara Justina, ed. citada, tomo III, págs. 299-300, nota 65.