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Arriba Dos poesías de almanaque, por Leopoldo Alas

Noël M. Valis


University of Michigan

La pasión por la poesía empieza pronto en la adolescencia de Leopoldo Alas, expresándose alternativamente en versos de índole espiritual o amorosa y versos de carácter satírico-burlesco. Ya tenemos síntomas de los impulsos poéticos de Alas en su periódico manuscrito juvenil Juan Ruiz, que va del 8 de marzo de 1868 al 14 de enero de 1869 e incluye 82 composiciones poéticas. En cartas íntimas a su gran amigo Pepe Quevedo va intercalando poesías reveladoras de una crisis mitad espiritual mitad sexual hacia los años 1876-77 (v. García Sarriá, Apéndice). Estudiosos de la obra clariniana como Marino Gómez Santos, José María Martínez Cachero, Jean-François Botrel y otros han exhumado poesías inéditas y otras olvidadas en revistas de provincias y de la capital como La Ilustración Gallega y Asturiana, Revista de Asturias, Ecos del Nalón, El Solfeo, La Gran Vía, Revista Contemporánea, etc. etc. Aunque siguen apareciendo poesías de Clarín en los años 90 e incluso póstumamente, parece que dejó de ser activo como poeta hacia 1880 o 1882 (Martínez Cachero 110) y sólo escribió esporádicamente a partir de esa fecha. Últimamente, Dionisio Gamallo Fierros y David Torres han publicado poesías que aparecieron en La Gran Vía (Madrid) en 1895: «Córdoba» (fechada 1882), «Fragmentos de un incendio» (de 1892) y «De la torre» (de 1893). Como Cervantes, Clarín no supo pulsar la lira en cuerdas de oro -en palabras suyas- pero sentía hondamente la poesía y lo expresaba magníficamente en su prosa, como han comentado Ricardo Gullón, Gonzalo Sobejano y otros. De ahí la importancia dada a estos versos de calidad discutible y el interés concedido a sus ideas sobre la poesía (v. por ejemplo, Gaos, Gallego Morell, González Ollé, Beser, Ezama Gil, Valis).

Con la verdadera explosión de publicaciones durante la Restauración, se hizo destacar por su gran abundancia el almanaque, del cual hay numerosos ejemplos en la Biblioteca Nacional. Botrel (XVII, n. 14) apunta de paso   —196→   que Clarín colaboró en el Almanaque de «El Solfeo» para 1876 (Madrid, Imprenta de la Biblioteca Económica, 1875), con dos composiciones, «Juicio final de la temporada cómica de 1874 a 1875» (13-17) e «Historia de las malas letras» (49-55); y en el Almanaque diabólico para 1877 (Madrid, Librería de Anllo y Rodríguez, 1876), con Una «Revista del año cómico (1875 a 1876)» (33-35, 38-39, 42). No he podido ver el primer almanaque citado; en cambio, encontré junto con el Almanaque diabólico, otra publicación, El Huracán!! Almanaque para el año de 1877, editado por Antonio Sánchez Pérez (amigo de Alas) e ilustrado por Cubas (Madrid, Administración, 1876), en que aparece «Noche buena» de Clarín (128-129). Sin duda, de la pluma prolífica de Alas salieron más colaboraciones de este tipo, muy popular en su día; por ahora, reproduzco los versos al final de esta nota, como una pieza más del gran mosaico bibliográfico de la obra clariniana.

Como subgénero poético, «Revista del año cómico (1875 a 1876)» tiene sus antecedentes personales en Juan Ruiz, donde encontramos tres ejemplos, «Revista del medio año» (122-26), otra «Revista del medio año» (445-48) y «Juicio del año 1869» (449-52). El modelo profesional provenía de dos publicaciones satíricas de Madrid, El Cascabel y Gil Blas, a las que el joven Alas también mandaba versos (Martín-Gamero, Introducción a Juan Ruiz 20; y Martínez Cachero 106). Después, Clarín iba a perfeccionar su mordacidad brillante en las páginas de El Solfeo (y bajo otro título, La Unión), periódico de oposición democrática, donde el primer solo va a aparecer el 11 de abril de 1875 (Botrel XV). Y el mismo Almanaque diabólico para 1877 es producto de los redactores del Solfeo.

La crítica teatral, tema de esta revista, va a ser una preocupación constante durante casi toda la carrera literaria de Clarín. Recientemente, por ejemplo, Adolfo Sotelo ha documentado este fervor regeneracionista clariniano en el campo dramático, desenterrando dos artículos olvidados de 1899. La «revista del año cómico» debe leerse junto con la crítica en prosa que estaba escribiendo Alas al mismo tiempo. Artículos como «Teatros. ¡Aquí, a real, todo a real!» (El Solfeo, n.º 216, 5 de abril de 1876; en Preludios, 59-62) y «Ateneo. La decadencia del teatro y la protección del gobierno» (El Solfeo, n.º 222, 11 de abril de 1876; en Preludios, 62-64), nos dan una idea más amplia y más coherente del reformismo teatral de Alas que si leyéramos solamente piezas ligeras como la «Revista del año cómico». No obstante, en el fondo dicha revista encierra una crítica muy dura y seria contra la decadencia del teatro español. Al empezar el poema con una referencia épico-burlesca -«Pericles a su siglo dejó nombre...»- se subraya la enorme distancia entre la época de Pericles (o la de Augusto, de Napoleón) y la edad presente,... la de Pina. Pina Domínguez se enriquecía tanto haciendo arreglos de obras francesas que se decía de él: «Y hasta Pina tiene coche / traducido del francés» (Baroja 785). La falta de valores literarios auténticos en el teatro queda clarísima aquí y en la última estrofa, cuando Clarín dice con cierta amargura: «... de libertad nos falta la voz santa, / ella sola es potente, / que donde no se piensa no se siente / y donde no se siente no se   —197→   canta». Para Alas no cabe duda: el bajón teatral es síntoma de la estrangulación ideológica global que parecía caracterizar el período de la Restauración. La malicia cómica no quita la actitud de disidente en el joven Clarín.

Al pasar al segundo poema reproducido en estas páginas entramos en otro universo poético, uno que se relaciona íntimamente con la crisis espiritual y amorosa revelada en las cartas a José Quevedo en 1876-77. Como se verá, «Noche buena» en realidad consta de tres poesías distintas, agrupadas bajo una sola rúbrica. La primera contiene la única alusión al título. Entre ésta y la segunda, «Como la nieve», existe un nexo temático, el de la mujer infiel y moralmente corrupta. En el último poema, «El mentir de las estrellas», se desarrolla mediante una estructura paralelística e interrogativa el tema del tormento espiritual. La forma misma de pregunta y respuesta acentúa la incertidumbre del poeta, quien concluye con estos versos: «-¿Qué ves en las estrellas Y [el hombre impío] responde: / -¡Sarcasmos del engima!». He aquí tres ejemplos de la temática amorosa y espiritual que desde la adolescencia le preocupaba a Clarín. Es evidente que los tres poemas no poseen suficiente unidad de contenido y estilo entre sí, pero prevalece un tono de desilusión cínica tan fuerte que hasta cierto punto contrabalancea la falta de cohesión poética. La influencia combinada de Heine y Bécquer parece patente en el disgusto doloroso de la voz poética frente a las mentiras morales (la traición sexual) y espirituales (la traición metafísica). Pero ante todo, lo que se destaca en todos estos poemas es la postura altamente crítica de un joven escritor que todavía no sabe o no quiere perdonar las insuficiencias de su tiempo.

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Revista del año cómico (1875 a 1876)


   Pericles a su siglo dejó nombre
dándole el suyo que llenó la fama;
cada siglo se llama
como se llama un hombre.
Napoleón, Augusto
dieron nombre a su siglo, como es justo,
y el año que termina
-que vale por un siglo a no dudarlo-
tenemos que llamarlo
como se llame Pina431;
que si vivió el teatro, fue a su costa.
¡Viva el año de Pina y la langosta!
Con Pina nos asedia
el Español; y luego la Comedia.
Yo, lector, te confieso
que ya me tiene obseso
esa Pina, que siempre está de parto.
(No estoy obseso, lo que estoy es harto).
   Mas no digo con esto, Dios me libre,
que sea Escrich un Pérez de calibre432
y si Pina Domínguez no se queja
Pérez Escrich le sirva de pareja.

   Hiciéronse muy malas traducciones
vertidas del francés al fregadero,
usando un español y unas pasiones
que no admite la tierra del puchero.
El mismo Navarrete, el bien vestido,
(porque Asmodeo es mote, no apellido),
del francés nos tradujo
en fácil español, cosa de lujo,
un pleito que llamó de Sandoval433;
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pleito digno del padre Nocedal434.

   Ahora paso a tratar de originales;
Pérez Escrich se presentó el primero,
y a vuelta de los celos de Morales435
que olían a madera de tintero
-con estas formas castas
Lope de Vega designó las astas-
compuso el señor Pérez susodicho
una especie de drama de capricho;
y porque el nudo desatar no pudo
un cornudo trocó por... un cornudo.
¡Cómo son inflexibles esas leyes
que rigen a los hombres y a los bueyes!

   Ya de las Musas sin buscar la pista
se presentó Gaspar con los Pasivos436,
cada vez más realista
siempre hablando de cuentas y recibos
y letras a la vista,
con otros mil recursos cotizables
pero irrepresentables.
Yo le digo a ese autor, aunque le duela,
que la culpa del mal no está en la escuela:
el realismo es tal cual,
pero siempre fue malo escribir mal.

   Arrancar no es posible
a Echegaray el lauro inmarcesible;
¿quién osará tocar a esa corona
en cruda lid ganada
si la lleva En el puño de la espada437
y esa espada, la fama lo pregona,
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por el poder del genio fue templada?
Mas dijo quisquillosa la censura
(que da noventa y nueve en la herradura):
«me parece muy mal
lo de escribir con sangre en un puñal».
!Oh sublime criterio
que por eso no más se escandaliza
y tal censura le dirige, en serio,
al que sabe escribir en la ceniza!

   Compuso Campoamor
un drama sobre cierta Blancafor438;
hizo Elisa Boldún439 muy bien la dama,
mucho mejor que D. Ramón el drama.
Yo al poeta venero,
pero la voz de la conciencia sigo,
y cuando ronca Homero
con la mayor franqueza se lo digo.

    Sobre el asunto de la base oncena
habló un santo en la escena;
orador de cabildo
el tal Hermenegildo440,
sin llegar a decir cosa con cosa
nos predicó un sermón en verso-prosa
pero no, ¡vive Dios!,
que fue más de un sermón y más de dos.
El peor de los males
-a parte del tratar con animales-
es que la obrita pareciole buena
al gran D. Peregrín García Cadena441.
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Líbreme Dios, amén
de cuantas obras le parezcan bien.

   Consumieron las damas mucha tila
con la llegada del feroz Atila,
pues es para asustar
el héroe de Gaspar442.
Mas al fin sucedió, como otras veces,
que fue mayor el ruido que las nueces:
el bárbaro mostrose comedido
y casi bien vestido;
más que azote de Dios era un pacato,
vamos, un mentecato;
y aunque bárbaro, hablaba el español
mejor que un literato
de la Puerta del Sol.

   Retes y... ya se sabe, Echevarría443
juntos en contubernio literario
trajeron al de Urbino al escenario
si con acierto no, con osadía.
Aplaudieron la claque y los amigos,
tocó la prensa el bombo de la fama...
¡Saben los cielos, y serán testigos,
lo malo que era el drama!
Ved la duda cruel en que me abismo,
oh mellizos autores,
¿cuál la culpa tendrá de los errores
de vuestro comunismo?
Sí, ¿cuál es el peor? ¿o sois lo mismo
y sois los dos peores?

   Un señor algo viejo
y con muchos más años que consejo
hizo en arte mayor un alegato
sobre el asesinato
de Julio César444, causa ya anticuada
como aquella de Prim tan abultada.
Los autores del crimen son habidos
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allá entre bastidores
y resulta que son unos actores
tan malos como poco conocidos.
El teatro de Apolo
después de aquella muerte
cerró las puertas y quedose solo:
castigo justo que le dio la suerte.
Y... ¿para qué seguir? No me interesa
decir lo mala que es La Marsellesa445,
ni tengo humor ni espacio
para hablaros de bodas en palacio446
ni de otras fruslerías
que vimos estrenar todos los días;
sólo juzgo oportuno
reservar un aplauso cariñoso
para Rienzi el Tribuno,
brillante ensayo de una señorita447, 448
liberal, inspirada y muy bonita.

   ¿Y qué mas? Nada más, triste la escena
arrastra, como todo, una cadena,
de libertad nos falta la voz santa,
ella sola es potente,
que donde no se piensa no se siente
y donde no se siente no se canta.
Talía y Melpómene en la agonía
yacen, todos los vimos,
el exterior oímos...
y en tanto el Ateneo discutía
si había decadencia o no la había...449


Clarín
(Almanaque diabólico para 1877, 1876, pp. 33-35, 38-39, 42)
               


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Noche Buena


   ¡Noche buena! -hoy al salir
de tu hogar y amor impío,
acuérdate del dolor;
¡los pobres muertos de frío!
¡los pobres muertos de amor!

   Como la nieve.
-«Como la nieve de la enhiesta cumbre,
   pura del cuerpo y alma,
ha de ser la mujer que llame esposa»,
   un príncipe exclamaba.-
Y un pajecillo que en la corte vive
   cuando el señor se casa,
todas las noches a deshora besa
   la mano de una dama...
como la nieve de la enhiesta cumbre,
   como la nieve blanca.

   El mentir de las estrellas.
Al niño, que adormece en sus rodillas,
   le pregunta la madre:
-¿Qué ves en las estrellas? y él responde:
    -Los ojos de los ángeles.
-¿Qué ves en las estrellas? Grecia un día
   le preguntó a Pitágoras;
y el sabio respondió, como arrobado:
    -¡Son las celestes arpas!
Pregúntale Satán al cenobita
   en medio del desierto
-¿Qué ves en las estrellas? y él responde:
   -¡Las huellas del Eterno!
Y el ángel de la Guarda al hombre impío
    le dice entre sonrisas:
-¿Qué ves en las estrellas? Y él responde:
   -¡Sarcasmos del enigma!


Leopoldo Alas
(El Huracán!! Almanaque diabólico para el año de 1877, 1876, pp. 128-29.)
               


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Bibliografía

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_____ «Nochebuena». En El Huracán!! Almanaque para el año de 1877, ed. A[ntonio] Sánchez Pérez, Madrid, Administración, 1876, 128-29.

_____ Preludios de «Clarín», ed. Jean François Botrel, Oviedo, IDEA, 1972.

_____ «Revista del año cómico (1875 a 1876)». En Almanaque diabólico para 1877, Madrid, Librería de Anllo y Rodríguez, 1876, 33-35, 38-39, 42.

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