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111

Ibíd., pág. 76.

 

112

Ibíd., pág. 103.

 

113

Se comprenderá la gran importancia del adjetivo «andaluz» en la segunda parte de mi trabajo. «La novela contemporánea y el estudio de costumbres», cuando analice el papel que -según los hombres del XIX- jugaba la «raza» o sangre en la determinación psicológico-cultural de un individuo o de una colectividad.

 

114

Cuento con dos testimonios, uno del siglo XIX y otro del XX, que reconocen la paternidad roussoniana del hecho de que las mujeres nobles de últimos del siglo XVIII e inicios del XIX amamantaran a sus hijos, en lugar de dejarlos a cargo de un ama de cría, según había sido tradición hasta el momento. Doña Emilia Pardo Bazán, hablando sobre Rousseau, dice: «Las mujeres lo idolatraron; las madres lactaron a sus hijos para obedecerle» (La cuestión palpitante, op. cit., pág. 598). En 1914, Miguel S. Oliver (Hojas del sábado. La herencia de Rousseau, Barcelona, Gustavo Gili Editor, 1919), asimismo lo reconoce:

Extasiadas por tal libro [se refiere al Émile], las bellezas del antiguo régimen se ensayaron en las dulzuras del «retorno a la naturaleza». Cuidaron de sus hijos y pusieron en su boca el pezón deformado por largos años de desobediencia a las leyes de la maternidad


(pág. 17).                


 

115

Pedro Antonio de Alarcón, op. cit., pág. 235.

 

116

Jean-Jacques Rousseau, Émile o de l’éducation, Paris, Garnier-Flammarion, 1866, pág. 51.

 

117

Ibíd.

 

118

Pedro A. de Alarcón, op. cit., pág. 235.

 

119

Ibíd., pág. 43.

 

120

Jean-Jacques Rousseau, op. cit., págs. 66, 84-85 y 115-116.